7 Cambiar el enfoque hacia la actividad mental

Los recursos internos que se producen naturalmente y que permiten una sensibilidad equilibrada (gozo, atención, calidez, entendimiento, autocontrol y un sentimiento de inspiración), son todos ellos factores de la mente y del corazón. Para trabajar de manera efectiva con estos factores, se requiere un poderoso marco de referencia conceptual. Debe ser lo suficientemente amplio como para que incluya todos los aspectos relevantes de la mente y el corazón, y para que haga comprensibles las aproximaciones utilizadas para tratar con cada uno. La presentación budista de la mente provee dicho marco de referencia.

Integrar mente y corazón

La mayoría de los sistemas metafísicos occidentales hacen una clara división entre la mente y el corazón. La primera está relacionada con el pensamiento racional mientras que el segundo da cuenta de las emociones y sentimientos. El budismo, en contraste, agrupa estas tres facetas bajo un solo término e incluye con ellas la percepción sensorial, la imaginación, el soñar, el dormir y el inconsciente. Por falta de un término más adecuado, las lenguas occidentales lo traducen como “mente”.

Ver a la mente y al corazón como dos facetas del mismo fenómeno ofrece menos obstáculos al integrar entendimiento y calidez. Cualquier programa para balancear la sensibilidad necesita tomar seriamente este punto. Una visión dualista de la mente y el corazón contribuye significativamente a la alineación de los procesos lógicos o de las emociones y sentimientos. Esto es especialmente cierto si consideramos a uno de ellos como confiable o bueno y al otro como sospechoso o malo.

La mente no es una entidad física en nuestra cabeza

La mente no tiene forma. No es un órgano material que se encuentre en algún lugar del cerebro. Tampoco es reducible a algo físico, como el sistema nervioso o el proceso electroquímico que describe las funciones neurológicas. La mente tampoco es meramente una entidad metafísica abstracta, capricho de los filósofos. Desde el punto de vista budista, el fenómeno traducido como “mente” no es una entidad en absoluto. En cambio, la palabra “mente” se refiere a la actividad mental, tanto consciente como inconsciente, que tiene como base el cerebro del individuo, su sistema nervioso y los procesos psicológicos de ambos.

Además, el término “mente” no se refiere al agente de la actividad mental ni a la herramienta que usamos para comprender lo visible, pensar un pensamiento o sentir una emoción. La palabra “mente” denota sólo la actividad mental misma, como ver, pensar o sentir algo. Incluye también la actividad mental sutil que acontece durante el sueño.

Cuando consideramos a nuestra mente como una “cosa” dentro de nosotros, con frecuencia proyectamos una identidad fija sobre ella. Imaginamos, por ejemplo, que nuestra mente es incapaz de sentir algo o de manejar las emociones que la abruman. Al identificarnos con nuestra mente, nos juzgamos como inadecuados o damos excusas. Insistimos en que los demás deben aceptarnos porque así es como somos. Si, por el contrario, vemos a nuestra mente como actividad mental, estaremos más abiertos al hecho de que, con el cambio de las circunstancias, nuestras experiencias cambian. Conforme reconocemos y fortalecemos los factores positivos que ya acompañan a nuestra actividad mental, de manera natural nos volvemos más equilibrados en nuestra sensibilidad.

Cuando tomamos esta aproximación, vemos que la sensibilidad no depende de nuestra competencia o valía como persona, ni es la actividad de una entidad fija en nuestra cabeza. Por lo tanto, culpar a nuestra mente o a nosotros mismos por ser insensibles o hipersensibles no tiene sentido. Sin recriminarnos a nosotros mismos, necesitamos simplemente ajustar la atención y capacidad de respuesta que acompañan a nuestra actividad mental durante cualquier evento.

La mente como el siempre cambiante experimentar las cosas

La actividad mental siempre involucra a un objeto. No solamente vemos; si vemos, vemos lo visible. Si pensamos, pensamos un pensamiento. Además, los objetos de nuestra actividad mental están cambiando constantemente. En un momento estamos viendo la pared y al siguiente vemos a un ser amado. Incluso cuando miramos fijamente la pared, nuestra atención cambia constantemente de manera muy leve. En cualquier momento determinado, el ver y lo visible no existen de manera independiente, por lo tanto, cuando vemos algo diferente, nuestra experiencia de ver lo visible también ha cambiado.

Una experiencia, entonces, no tiene meramente contenidos emocionales. No podemos experimentar un estado de ánimo, por ejemplo, sin percibir algún objeto al mismo tiempo. Así, no podemos sentirnos deprimidos sin ver simultáneamente la pared o pensar en algo, ya sea verbalmente o de otra manera. Aun si nuestra depresión no es acerca de algo de lo que estemos conscientes, si cerramos los ojos y no tenemos pensamientos verbales, de cualquier forma mientras estamos deprimidos percibimos la obscuridad. Intelectualmente podemos distinguir un estado de ánimo del objeto que percibimos mientras estamos en ese estado de ánimo, pero siempre los experimentamos juntos.

Además, un estado de ánimo no es una entidad mental monolítica. Consiste en un conjunto de factores, tales como sentimientos, emociones, atención, interés y demás. Como los objetos que experimentamos cambian momento a momento, cada uno de estos factores también cambia de manera natural, y no todos al mismo tiempo o en la misma proporción. Por lo tanto, un estado de ánimo nunca permanece estático.

La confusión con respecto a estos puntos, a menudo nos hace insensibles al momento presente. Antes de encontrarnos con alguien, podemos imaginar que nuestro estado mental permanecerá igual a como ha estado hasta entonces. Alternativamente, podemos esperar que se repitan las experiencias previas que hemos tenido con esa persona. Por ejemplo, supongamos que la interacción con nuestros colegas en el trabajo fue difícil esta mañana: nos molestamos con cualquier cosa que dijeran. Al concluir que estamos teniendo un mal día, podemos asumir que indudablemente el resto del día será igual.

Esto no tiene que ser así. Cuando vemos a nuestra familia en la noche, estamos teniendo una nueva experiencia, con una actividad mental fresca que involucra objetos diferentes. Si estamos conscientes de este hecho, podemos soltar lo que concebíamos como nuestro estado de ánimo previo y volvernos calmados, cálidos y comprensivos.

La individualidad de la experiencia

Las mentes son individuales. Mi experiencia de ver lo visible nunca es igual a la tuya. Esto es porque lo visible de la cara de alguien que vemos, depende del ángulo y la distancia desde donde la vemos. Lo que vemos desde el lado derecho a medio metro de distancia, es diferente de lo que ve alguien desde el lado izquierdo a diez metros de distancia. Si cada uno toma una fotografía en el mismo momento, las dos serían diferentes. Aun así, cada una sería una apariencia exacta de la cara.

Comprender este punto nos convence de que la experiencia de cada persona tiene sentido dentro de su propio contexto. Esto es cierto en relación no sólo a lo que las personas ven o escuchan, sino también con respecto a cómo lo interpretan. Apreciar este hecho nos ayuda a trascender la insensibilidad de imaginar que sólo lo que nosotros vemos o pensamos es lo correcto. Tal entendimiento profundo es el cimiento sobre el que construiremos una forma duradera para la resolución de conflictos.

Por ejemplo, supongamos que compramos un complejo sistema de entretenimiento para nuestra casa. Cuando nuestra pareja llega, le ofrecemos leer juntos el instructivo, pero nuestra pareja toma nuestra sugerencia como un insulto y nos acusa furiosamente de no confiar en él o ella. Por otro lado, nosotros simplemente queríamos la intimidad y el gusto de compartir la experiencia por lo que, tomando la reacción hipersensible de nuestra pareja como un rechazo personal, concluimos que ya no nos quiere.

Para resolver este malentendido, ambos necesitamos recordar el ejemplo de las dos personas que ven la misma cara desde diferentes perspectivas. Cada uno ve algo diferente y aun así los dos están en lo correcto. Necesitamos reconocer la validez de la experiencia que cada uno tiene de la conversación, y aceptar los antecedentes y las razones para la reacción del otro. Una vez que disipamos la creencia arrogante de que sólo nuestra experiencia del evento es correcta, podemos recobrar nuestra compostura.

La mente como un flujo ininterrumpido

La mente de cada persona, o su actividad mental, tiene una continuidad ininterrumpida. Una experiencia sigue a otra, formando una continuidad ordenada que obedece a las leyes de la causa y efecto. Al reflexionar en este hecho, nos damos cuenta de que nuestra falta de sensibilidad en algunas situaciones y nuestros arrebatos hipersensibles en otras, tienen tanto efectos inmediatos como a largo plazo. Oleadas sacudidoras de tales efectos, desestabilizan nuestra mente y la de los demás. Somos responsables de nuestras actitudes y de nuestro comportamiento, y negar que tengan importancia no impide que generen problemas.

El budismo explica que la actividad mental continúa ininterrumpidamente, no sólo en esta vida, sino sin principio ni final. Creamos o no en vidas pasadas y futuras, obtenemos una motivación más fuerte para balancear nuestra sensibilidad cuando consideramos un hecho irrefutable: los efectos de nuestro comportamiento continúan, no sólo hasta la vejez, sino también en las generaciones futuras. Por ejemplo, si no respondemos sensiblemente a nuestros hijos, afectamos su estructura psicológica. A su vez, esto jugará un papel importante en la forma en la que ellos educarán a su futura familia. Necesitamos pensar cuidadosamente en nuestro legado emocional. Si no queremos que las futuras generaciones carguen con secuelas psicológicas por nuestro comportamiento, necesitamos trabajar en nuestros problemas ahora.

Definición general de mente

El entrenamiento en la lógica budista tibetana involucra el estudio de formas de conocer (lorik). La literatura sobre este tema define a la mente como “mera claridad y darse cuenta”. Sin embargo, así como la mente no es una entidad, tampoco es claridad ni darse cuenta, sino que éstas son facetas de la actividad mental con respecto a un objeto, que caracterizan cada momento de nuestra experiencia en la vida.

“Claridad” se refiere a la actividad de producir un objeto mental, y en este contexto no tiene nada que ver con nitidez o foco. Si describimos esta actividad mental desde un punto de vista occidental, diríamos que nuestra mente crea un estado mental a cada momento. Desde una perspectiva budista, simplemente diríamos que cada momento de nuestra experiencia implica el surgimiento o aparición de dicho objeto. Los objetos mentales incluyen lo visible, sonidos, olores, sabores, sensaciones táctiles o físicas, sueños, pensamientos, sensaciones y emociones.

Para evitar un malentendido, debemos diferenciar entre la cara de alguien y el hecho de ver esa cara. Lo que vemos es una visión, una imagen en nuestra retina, realmente no vemos la cara en sí misma. Nuestra mente da surgimiento sólo a la visión de la cara de alguien y lo hace apoyándose en la conciencia visual, en la cara de la persona y en las células sensoriales de nuestros ojos. Nuestra mente no produce la cara misma. Lo visible existe solamente dentro del contexto de ser visto por una mente, mientras que los objetos, como nuestra cara, existen aunque no sean vistos por nadie. El acné que tenemos en nuestra nariz no desaparece cuando lo cubrimos con crema o cuando no nos miramos en el espejo. Lo único que desaparece es nuestra experiencia de ver la visión del mismo.

“Darse cuenta”, el segundo término de la definición de mente, es la actividad mental de involucrarse con un objeto mental de una manera o de otra. Experimentar algo necesariamente implica verlo, oírlo, olerlo, probarlo, sentirlo físicamente, soñarlo, pensarlo o sentirlo emocionalmente. Éste es el caso, ya sea o no que el involucramiento mental sea consciente o con entendimiento. Más aún, producir un objeto mental e involucrarse con él son dos facetas de la misma actividad que ocurren simultáneamente, no consecutivamente. Un pensamiento no surge antes de que lo pensemos.

La palabra “mera” en la definición, implica que producir la apariencia de algo e involucrarse con ello, es todo lo que se necesita para la actividad mental. No se requiere atención ni comprensión, aunque estos y otros factores mentales pueden estar presentes.

“Mera” también excluye no sólo la necesidad, sino también la existencia de una mente o agente concreto que se puede encontrar “aquí adentro”, que está haciendo que surja una visión o que está llevando a cabo el acto de verla. Sin embargo, “mera” no niega el hecho de que, hablando convencionalmente, es nuestra mente y no nuestra nariz la que produce y se involucra con las apariencias, y que además nosotros y no alguien más las ve o las piensa. No obstante, ni la mente ni la persona involucradas son concretas ni “cosas” que se puedan encontrar en nuestra cabeza. Si imaginamos que lo son, pronto les proyectaremos una identidad fija como, por ejemplo, que son insensibles o exageradamente emocionales de forma inherente y, en consecuencia, ni siquiera tratamos de cambiar nuestra personalidad. Sentimos que nosotros y todos los demás debemos aprender a vivir con ello.

Además, cuando nos concebimos como un “jefe” concreto dentro de nuestra cabeza que siempre debe tener el control, podemos crearnos otros problemas. Por ejemplo, cuando actuamos insensiblemente o reaccionamos de forma exagerada, podemos lanzar alegatos e insultos a dicho jefe. Podemos pensar que el jefe debió haber tenido el control y no lo tuvo. Al cambiar de posición e identificarnos con el jefe, podemos sentirnos culpables. Por otro lado, podemos temer que si no hubiera ningún jefe al mando, la única alternativa sería que nuestra actividad mental estuviera fuera de control. Este entendimiento también está equivocado. “Mera” no excluye el hecho de que los factores mentales de discriminación y autocontrol siempre pueden acompañar a nuestros pensamientos y sensaciones.

Importancia de la definición de mente para el tema de la sensibilidad

Entender la definición de mente es crucial para balancear nuestra sensibilidad. Nos permite ver que, al regular los factores que acompañan nuestra actividad mental, cambia nuestra personalidad y nuestra experiencia de la vida. Consideremos lo que sucede cuando nos encontramos con alguien. El marco referencial de nuestra experiencia es el surgimiento simultáneo de la imagen de la persona y el acto de verla. Ciertos factores mentales siempre acompañan cada momento de experiencia, tales como cierto nivel de atención e interés. Si deseamos incrementar nuestra sensibilidad, necesitamos ajustarlos. Otros factores son opcionales. Podemos ver a alguien con o sin los filtros de preconcepciones y juicios morales, la elección es nuestra. Aun así, otros factores están totalmente ausentes, como un “yo” concreto que mira a través de nuestros ojos y alrededor del cual cristalizamos una preocupación por nosotros mismos, inseguridad o paranoia.

Cuando entendemos estos puntos concernientes a nuestra actividad mental, podemos aplicarlos para manejar situaciones difíciles con equilibrio emocional. Consideremos el malentendido con nuestra pareja en torno a aprender a usar el equipo de sonido, en el que él o ella nos acusó injustamente. Podemos evitar una reacción exagerada si experimentamos oír esas palabras como el mero surgimiento e involucramiento con un sonido. Al reconocer lo que experimentamos meramente como la actividad mental del momento, simplemente continuamos con el siguiente momento de experiencia.

Pensar de esta manera no significa que ignoremos las palabras de nuestra pareja, ya sea que lo hagamos mostrándonos inexpresivos o con una tonta sonrisita de benevolencia. Entendemos su significado perfectamente bien. Sin embargo, al no identificarnos a nosotros mismos (el que oye los sonidos) con una identidad concreta dentro de nosotros, evitamos tomarnos las palabras de manera personal. Además, al no sacar las palabras de proporción, no tomamos lo que escuchamos como si mostrara los sentimientos reales que nuestra pareja tiene hacia nosotros. Por lo tanto, no nos ofendemos ni nos ponemos a la defensiva o agresivos. Nos mantenemos sensibles a lo que le está causando molestia y respondemos de una forma calmada, paciente y comprensiva. Si podemos hacerlo cuando un niño de cuatro años nos dice “te odio” después de haberle negado un dulce justo antes de la comida, podemos hacerlo con nuestra pareja.

Ejercicio 7: Transferir la atención de nuestra mente y de nosotros mismos hacia la actividad mental

La meditación Mahamudra al estilo kagyu sugiere el siguiente ejercicio. Comenzamos relajando nuestro cuerpo y nuestra mente de cualquier tensión física, mental o emocional que podamos tener. Hacemos esto poniendo particular atención en nuestra postura, usando el método de respiración de soltar y aplicando las técnicas de escribir en el agua y olas en el océano, con las imágenes de preocupación y tensión que tengamos.

Miramos lentamente alrededor del cuarto y escuchamos cuidadosamente cualquier ruido que pueda haber. Tratamos de notar el mecanismo que automáticamente ocurre a cada momento de ver y oír. El punto de partida es el simultáneo surgimiento de visiones, sonidos y el involucrarnos con ellos. Dirigida hacia un objeto, tal como un reloj o su tictac, nuestra actividad mental produce y percibe simultáneamente los objetos mentales que constituyen lo que experimentamos de forma directa. En otras palabras, producir una apariencia de algo y percibirla son dos facetas de la misma actividad. Una vez que hayamos reconocido lo que está sucediendo cada vez que vemos, oímos o pensamos en algo, tratamos de acompañar el momento a momento de nuestra actividad mental con un claro entendimiento del mecanismo involucrado.

No es necesario verbalizar nuestro entendimiento. Somos perfectamente capaces de entender algo sin decir nada en nuestra mente. Consideremos como ejemplo ver que la luz de un semáforo cambia a rojo, comprender su significado y pisar el freno. Podemos hacer esto fácilmente sin verbalizar que la luz está en rojo y que debemos que detenernos.

Primero, tratamos de mirar y escuchar mientras entendemos que estamos simultáneamente produciendo y percibiendo apariencias de objetos. Luego, tratamos de mirar y escuchar mientras sentimos que este proceso está sucediendo. Finalmente, alternamos la comprensión y la sensación y luego tratamos de combinarlas. Para hacer esto, necesitamos comprender lo que quiere decir sensación en este contexto.

La palabra “feeling”1 en inglés tiene muchos significados. Éstos incluyen una sensación física, una emoción, un nivel de felicidad o tristeza, un nivel de sensibilidad y un sentido de estética. Una sensación también puede ser una experiencia imaginada, un impulso de hacer algo, una intuición, una impresión, una opinión o un sentido de identidad o de realidad. Nos podemos sentir2 hambrientos, enojados, felices, sensibles o creativos. Podemos tratar de sentir lo que sería volar o podemos sentir ganas de comer. También podemos sentir que algo maravilloso va a pasar, que estamos en un momento importante de nuestra vida, que hay algo que no está bien o que somos talentosos. Aquí estamos usando la palabra “feeling” (sensación) para significar un sentido de realidad.

Podemos apreciar la diferencia entre entender algo y sentir que está pasando, a través de la analogía de volar en avión. A menudo, durante un vuelo no estamos conscientes de que estamos volando; sin embargo, podemos experimentar la travesía con el entendimiento de que estamos viajando por el aire a gran velocidad. También podemos sentir que vamos a alta velocidad en un avión. En este caso, no queremos decir que sintamos la sensación física de volar, sino que sentimos la realidad de lo que está sucediendo. De manera similar, mientras vemos y escuchamos, podemos sentir que nuestra actividad está produciendo e involucrándose con las impresiones audiovisuales que percibimos.

En este contexto, es muy importante mantener nuestra actividad mental sin una preocupación personal. Esto significa no concebir un “yo” o una mente concreta, y que no podamos encontrar dentro de nuestra cabeza alguien que sea el observador pasivo o el controlador activo de nuestra actividad mental. Ver nuestra experiencia desde la perspectiva del observador lejano, puede reforzar el hábito de la insensibilidad. Ajenos a nuestros sentimientos, podemos encontrar difícil responder a lo que observamos. Por otro lado, si vemos a nuestra actividad mental como un controlador o jefe, podemos fortalecer nuestra tendencia a reaccionar de manera exagerada. Esto ocurre por involucrarse de forma exageradamente intensa con lo que está sucediendo y a la ansiosa lucha por manipularlo, que surge de la importancia personal y la inseguridad.

Por lo tanto, tratamos de experimentar cada instante con el entendimiento de que nuestra actividad mental ocurre sin un “yo” concreto o una mente concreta. Entonces, tratamos de ver y escuchar sin sentirnos preocupados por nosotros mismos. Por último, tratamos de combinar tanto el entendimiento como la sensación de que no existe un “yo” concreto en el ver y el escuchar.

Al transferir nuestra atención de la mente a una actividad mental sin preocupación personal, también debemos tener cuidado de no negar la existencia convencional de nuestra mente o de nosotros mismos. De otra manera, podemos enfrentar el peligro de ya no hacernos responsables de lo que pensamos, sentimos, decimos o hacemos. Podríamos actuar así porque sentimos que no hay a quién responsabilizar o que nuestra experiencia está fuera de control. Para impedir que esto suceda, ahora tratamos de ver y escuchar mientras entendemos nuestra realidad. Aunque no existimos como un jefe concreto dentro de nuestra cabeza, aún somos responsables de lo que experimentamos y de cómo lo experimentamos. Después de tratar de ver y escuchar con este entendimiento por unos minutos, tratamos de ver y escuchar mientras nos sentimos responsables. Entonces, tratamos de combinar el entendimiento y el sentimiento de responsabilidad con nuestra actividad mental mientras ésta ocurre.

A continuación, tratamos de notar y enfocarnos en el hecho de que cada momento de nuestra experiencia tiene diferentes contenidos que cambian continuamente como el fluir de un arroyo. Estos contenidos no sólo consisten en visiones, sonidos y pensamientos varios, sino también en diversas emociones y diferentes niveles de interés, atención y demás. En primer lugar, tratamos de añadir este entendimiento a nuestra actividad mental en curso de ver y oír. Luego, tratamos de ver y oír mientras sentimos el cambio fluido. Por último, tratamos de combinar tanto la comprensión como la sensación de un cambio continuo con nuestra experiencia momento a momento.

Ahora tratamos de observar que lo que experimentamos es particular sólo para nosotros. Depende de nuestras perspectivas físicas y mentales. Por ejemplo, si estamos practicando en grupo y alguien tose, cada uno de nosotros experimentamos escuchar ese sonido de diferente manera. Algunos lo escuchan como una molestia, como una interrupción a su concentración, mientras que otros lo escuchan con preocupación de que alguien pueda estar enfermo. Si nos empiezan a doler las piernas, también podemos experimentarlo con irritación o con amable consideración. Primero tratamos de mirar y escuchar mientras entendemos que nuestra experiencia es particular para nosotros. Luego, mientras miramos y escuchamos, tratamos de sentir la individualidad de nuestra experiencia, sintiendo nuestra singularidad como personas. Para finalizar, tratamos de experimentar simultáneamente la comprensión y el sentimiento de peculiaridad mientras nuestra actividad mental continúa.

A continuación, pensamos cómo es que nuestra actividad mental forma una continuidad, y lo que percibimos, pensamos y sentimos ahora afectará nuestras experiencias futuras. Si somos insensibles con los demás o con nosotros mismos, o si reaccionamos de forma exagerada ante las inconveniencias, continuaremos experimentando infelicidad. Si deseamos evitar las experiencias desagradables, necesitamos desarrollar un mejor entendimiento de la vida. Primero, tratamos de complementar nuestro ver, oír y pensar con la comprensión de que experimentaremos los efectos de nuestra actividad mental. Luego, tratamos de acompañar nuestro mirar y escuchar con una sensación, como la sensación de certeza que tenemos de que estaremos felices al llegar a casa y ver a nuestros seres queridos. Por último, tratamos de combinar la unión del entendimiento y la sensación de causa y efecto con nuestra actividad mental en curso.

El paso final es tratar de entender y sentir todos estos puntos unidos mientras miramos alrededor de la habitación y escuchamos. Para empezar el proceso, el líder del taller o nosotros mismos podemos repetir lentamente, una por una, las ocho frases clave:

  • “producir y percibir apariencias”,
  • “sin observador”,
  • “sin controlador”,
  • “y aun así responsable de lo que experimento”,
  • “apariencias cambiantes”,
  • “factores mentales cambiantes”,
  • “particulares sólo para mí mismo”,
  • “experimento los efectos de mi actividad mental”.

Con cada frase, tratamos de mirar y escuchar con entendimiento y una sensación de realidad unidos.

Comenzamos a integrar los puntos en nuestro entramado de conciencias profundas, alternando dos frases que condensan tres aspectos: “producir y percibir apariencias” y “sin preocupación por mí mismo”. Luego, añadimos una tercera frase: “responsable”. Una por una, añadimos las frases clave condensadas:

  • “cambio fluido”,
  • “particular para mí”, y finalmente
  • “experimento los efectos”.

Repetir estas frases con demasiada frecuencia puede distraer nuestra atención y causar que nuestra práctica se vuelva más intelectual que experiencial. Escuchar o repetir las frases debería meramente recordarnos el entendimiento y la sensación, y ayudar a mantenernos enfocados. El punto principal es mantenernos frescos en la experiencia de cada momento de la actividad mental, con presencia mental, alerta y cada vez más entendimiento y sensación de la realidad de lo que está sucediendo.

Durante la segunda fase del ejercicio, nos sentamos en círculo con nuestro grupo y nos enfocamos en varias personas o en una a la vez, lo que nos sea más conveniente. Para proveernos de un objeto de enfoque obviamente cambiante, necesitamos mover la cabeza o cambiar de posición de vez en cuando, así como cambiar ocasionalmente la expresión facial. Hacemos esto mientras seguimos el procedimiento anterior, consistente en añadir cada vez más entendimiento y sensación de realidad a nuestra actividad mental de ver una o más personas. Luego, repetimos el procedimiento frente a un compañero.

Durante la tercera fase, seguimos el mismo procedimiento mientras nos vemos en un espejo, ocasionalmente moviendo la cabeza y cambiando de expresión. De vez en cuando, también desviamos la mirada o cerramos los ojos para dar variedad a la experiencia. Durante todo el proceso, nos enfocamos no sólo en lo que vemos, sino también en nuestras emociones, sensaciones o cualquier aparente ausencia de ellas que podamos experimentar. Finalmente, repetimos el procedimiento mirando una serie de fotografías de nosotros mismos y cerrando los ojos alternadamente.

1 N. de la T. La palabra “feeling” está transcrita en inglés ya que en el texto original el autor explica sus diferentes acepciones en ese idioma. Algunos de los significados de dicha palabra en español, según su contexto, son: tacto, sentido del tacto, sensación, percepción; palpamiento, tocamiento; emoción, sentimiento, ternura, sensibilidad, compasión; pasión, calor. En este contexto es que se utiliza el término “sensación”.

2 N. de la T. En el texto original, las palabras son “feeling” o “feel”.

Esquema de Ejercicio 7: Cambiar el enfoque hacia la actividad mental

I. Mientras observar alrededor de la habitación

  • Relaja la tensión física sentándote con la espalda recta y los hombros nivelados.
  • Suelta cualquier tensión mental y emocional imaginando que sale con tu exhalación, o que surge y desaparece simultáneamente como al escribir sobre el agua, o que pasa como olas en el océano.
  • Observa lentamente alrededor de la habitación y escucha cualquier ruido que pueda haber.
    • Reconoce el mecanismo de tu actividad mental: la producción y percepción simultánea de imágenes, sonidos y pensamientos de tu experiencia.
    • Observa y escucha con un entendimiento de este mecanismo, con una sensación de él y luego con la unión de entendimiento y sensación.
  • Nota que la actividad mental ocurre sin un “yo” concreto y sin una mente concreta que observe pasivamente o que controle activamente.
    • Observa y escucha con un entendimiento de esta ausencia, con una sensación de no autopreocupación, y luego con ambos.
  • Nota que, a pesar de que no existes como un jefe concreto adentro de tu cabeza, aún así eres responsable de lo que experimentas.
    • Observa y escucha con un entendimiento de tu responsabilidad, con una sensación de ella, y luego con ambos.
  • Nota que los contenidos de tu experiencia cambian a cada momento, tanto las apariencias que produce tu actividad mental, como los factores mentales que acompañan tu percepción de ellas.
    • Observa y escucha con un entendimiento del cambio fluido, con una sensación de él, y luego con ambos.
  • Nota que lo que experimentas es sólo particular a ti mismo.
    • Observa y escucha con un entendimiento de la individualidad de tu experiencia, con una sensación de ella, y luego con ambos.
  • Nota que tu actividad mental forma un continuum y que lo que percibes, piensas y sientes ahora afectará tus experiencias futuras.
    • Observa y escucha con un entendimiento de que experimentarás los efectos de tu actividad mental, con una sensación de ello, y luego con ambos.
  • Repite varias veces la secuencia de observar y escuchar con la unión de entendimiento y sensación para cada punto, uno a la vez, utilizando las frases clave:
    • producir y percibir apariencias”
    • sin observador”
    • sin controlador”
    • y aún así responsable de lo que experimento”
    • apariencias cambiantes”
    • factores mentales cambiantes”
    • particulares sólo para mí mismo”
    • experimento los efectos de mi actividad mental”
  • Observa y escucha con la unión de entendimiento y sensación de un número cada vez mayor de estos puntos simultáneamente, utilizando primero dos, luego tres, cuatro, cinco y finalmente las seis frases clave:
    • producir y percibir apariencias”
    • sin preocupación por mí mismo”
    • responsable”
    • cambio fluido”
    • particular a mi”
    • experimento los efectos”

II. Mientras te enfocas en alguien en persona

1. Repite el procedimiento mientras estás sentado en círculo con el grupo; enfócate en una o en varias personas, lo que sea más cómodo, asegurándote de que cada persona mueva su cabeza o modifique su posición de tanto en tanto, y que ocasionalmente cambie su expresión facial.

2. Repite el procedimiento frente a un compañero

III. Mientras te enfocas en ti mismo

1. Repite el procedimiento mientras te observas en el espejo, también asegurándote de mover tu cabeza y cambiar tu expresión facial de tanto en tanto, y luego ocasionalmente apartando la vista o cerrando los ojos.

2. Repite el procedimiento, viendo una serie de fotografías de ti mismo y cerrando tus ojos
alternadamente.

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