8 Reconocer la naturaleza de luz clara de la actividad mental

La actividad mental como luz clara

Muchos textos budistas describen la naturaleza de la mente (en otras palabras, la naturaleza de la actividad mental) como “luz clara”. Sin embargo, luz clara es meramente una analogía. No quiere decir que poseamos, literalmente, una fuente de luz interna, como un foco en los recovecos de nuestro cerebro. La mente no es ni una fuente de luz ni un agente que arroje luz a los objetos, permitiendo que sean conocidos. Tampoco es la luz en sí misma. Más bien, el término “luz clara” implica que la actividad mental, por naturaleza, es tan clara como el espacio vacío. Al igual que el espacio vacío, permite que cualquier objeto mental (no sólo una visión, sino también un sonido o un pensamiento) surja y sea conocido, como si tal objeto fuera algo visible al ser iluminado en la oscuridad.

El término “clara”, entonces, se refiere a una ausencia. En otras palabras, por naturaleza, la actividad mental está libre de diversas “manchas” que no la adulteran. Existen dos tipos de manchas: las pasajeras y las naturales. Las primeras pueden existir, las últimas son imaginarias.

Las manchas pasajeras pueden estar presentes, pero como pasan, no son fallas inherentes. Algunas manchas pasajeras impiden la liberación del sufrimiento y obstruyen la habilidad de ayudar a otros. Ejemplos de esto son las emociones y actitudes perturbadoras. Otras, como los pensamientos conceptuales, no crean tales problemas, algunos hasta pueden ayudar a trascenderlas; sin embargo, con la obtención de la budeidad, la actividad mental continúa sin ellas.

Las manchas naturales se refieren a características concretas que pueden encontrarse en la actividad mental que causarían que ésta existiera de formas imposibles. Dichas características incluyen las fallas inherentes y la omnipotencia para cambiar la realidad. Cuando investigamos la actividad mental profundamente, nunca podemos encontrar dichas características a pesar de nuestra posible creencia en ellas. Dado que las manchas naturales son meramente imaginarias, la actividad mental existe de manera natural sin ellas.

Nuestra mente opera en dos niveles. En el nivel más burdo, nuestra actividad mental contiene las manchas pasajeras de las emociones y los pensamientos perturbadores. En el nivel más sutil, está desprovista de dichas manchas. Sin embargo, ambos niveles de la mente están desprovistos de fallas inherentes. Este nivel más sutil, también conocido como la luz clara o la mente más sutil, subyace cada momento de nuestra experiencia y provee la continuidad de nuestra actividad mental.

Cuatro tipos de naturaleza de luz clara

Varios aspectos de la actividad mental se encuentran inalterados, ya sea por manchas pasajeras o manchas naturales y son, por lo tanto, tan claros como el espacio vacío. Cada uno de ellos es responsable de que los objetos mentales puedan surgir y ser conocidos. En consecuencia, la actividad mental tiene cuatro tipos de naturaleza de luz clara:

  1. sus características definitorias: meramente producir objetos mentales e involucrarse con ellos
  2. la naturaleza de vacío propio: su falta de existencia de formas fantasiosas e imposibles
  3. su nivel más sutil: el que le provee continuidad
  4. la naturaleza del vacío de otro: su nivel más sutil desprovisto de niveles más burdos de actividad mental.

En otras palabras, no importa cuán confundida o preocupada pueda estar nuestra actividad mental:

  1. de cualquier manera produce objetos y se involucra con ellos
  2. de cualquier manera no existe de formas imposibles. Su nivel más sutil
  3. de cualquier manera provee su continuidad ininterrumpida
  4. no es perturbada por las sacudidas de los niveles burdos.

Todos estos aspectos de la naturaleza de luz clara de la mente permiten que conozca sus objetos a pesar de las manchas que pueden entintarla temporalmente.

Nada puede afectar los cuatro aspectos de la naturaleza de luz clara de la mente

La actividad mental no existe ni ocurre de formas imposibles. Las teorías del vacío de sí mismo explican que éste es un hecho permanente, que siempre es así y que nada puede afectar su verdad. La postura del vacío de otro afirma y concuerda con lo mismo con relación a las otras tres naturalezas de la luz clara. 

Un nivel de actividad mental 

  1. con una estructura para producir apariencias e involucrarse con ellas, 
  2. que provee continuidad de un momento al siguiente 
  3. que está desprovista de niveles más burdos, también es permanente. 

Es permanente ya que su presencia y funcionamiento siempre son así. Esto es verdadero sin importar qué apariencia produzca la mente ni con cuál se involucre, y sin importar qué factores mentales acompañen dicha actividad. Así, por naturaleza, la mente no está adulterada por mancha alguna.

En resumen, aunque los objetos y factores mentales cambien constantemente, la naturaleza de la luz clara de la mente permanece siempre igual. Desde un punto de vista, las emociones y pensamientos perturbadores afectan nuestras experiencias. Al cambiar estos factores, cambia también nuestra experiencia. Desde otro punto de vista, la estructura de nuestras experiencias nunca se altera. El nivel más sutil de nuestra mente no se ve afectado por emociones ni pensamientos perturbadores porque está desprovisto de esos niveles más burdos. Nuestra actividad mental básica de producir objetos mentales e involucrarse con ellos tampoco se ve afectada, aunque las emociones y pensamientos sean parte de ella. Este último es un hecho muy relevante para nuestra discusión.

Relevancia de la luz clara para las cuestiones de sensibilidad

Cuando desarrollamos exitosamente una sensibilidad equilibrada, nuestra actividad mental de producir apariencias e involucrarnos con ellas se encuentra libre de todas las manchas. Se vuelve como la luz clara. En la terminología del Mahamudra, alcanzamos nuestro “estado natural no adulterado” que es como siempre ha sido. Nuestra actividad de la luz clara nunca ha existido con fallas inherentes. Nunca ha sido cierto que no podamos sentir nada o que seamos demasiado sensibles como para manejar situaciones difíciles. Nuestros miedos y actitudes autocentradas han sido sólo fases pasajeras que no son inherentes, ni son partes permanentes de nuestra personalidad. El marco de referencia conceptual que usábamos para balancear nuestras emociones era muy útil pero ya no lo necesitamos. Automáticamente estamos plenamente atentos de los demás y de nosotros mismos. Más aún, respondemos espontáneamente de forma equilibrada sin ningún pensamiento consciente o deliberado.

Ejercicio 8: Reconocer la naturaleza de luz clara de la actividad mental

Comenzamos la primera fase de este ejercicio escogiendo a alguien con quien tengamos o hayamos tenido una relación voluble. Por ejemplo, podemos escoger a un familiar o amigo a quien extrañamos cuando estamos separados pero que con frecuencia nos fastidia cuando estamos juntos. Colocamos la fotografía de la persona frente a nosotros, asegurándonos de seleccionar una imagen con una expresión neutra, no con una sonrisa. Como estaremos trabajando con una variedad de sentimientos y pensamientos acerca de la persona, necesitamos enfocarnos en una imagen que se preste fácilmente a diferentes respuestas emocionales.

Primero, tratamos de experimentar el hecho de que la naturaleza de la luz clara de la mente de producir e involucrarse con objetos mentales nunca está bloqueada ni manchada. Nos enfocamos en la visión de la cara de la persona en la fotografía, tratamos de permanecer conscientes de la actividad mental que está ocurriendo mientras vemos la imagen. Esa actividad es simplemente la creación simultánea de la apariencia que percibimos y el hecho de verla. Entonces, al recordar un incidente desagradable que hayamos tenido con esa persona, tratamos de generar el sentimiento de fastidio. Hacemos un alto y observamos si nuestra emoción perturbadora impide la actividad mental que produce la visión de la cara y nuestra acción de verla.

Luego, quitamos la vista de la foto y pensamos en la persona, usando su imagen mental, un sentimiento o simplemente su nombre para representarla. Podemos mantener los ojos abiertos o cerrados, lo que más nos sea cómodo. Nuevamente tratamos de recordar el incidente en el que nos sentimos fastidiados. ¿Acaso nuestro fastidio bloquea el nombre de la persona o evita que la imagen de su cara surja en nuestra mente y que podamos pensar en ella? De hecho, no podemos estar conscientemente fastidiados con la persona sin pensar de alguna manera en ella.

A continuación, recordamos una situación desagradable que no tenga nada que ver con la persona y generamos un sentimiento de fastidio, por ejemplo, con nuestro trabajo. Miramos la fotografía con este estado mental y examinamos si nuestra emoción evita que nuestra actividad mental produzca la visión y la acción de verla. Todavía fastidiados con nuestro trabajo, tratamos de pensar en la persona. Aunque esto pueda ser difícil si estamos muy molestos, de cualquier forma podemos por lo menos pensar en el nombre de la persona. Finalmente, la experiencia personal nos lleva a la conclusión de que no importa cuán perturbada esté nuestra mente, esto no afecta nuestra actividad mental de producir apariencias e involucrarse con ellas momento a momento. Aún así podemos ver y pensar. Por lo tanto, no importa qué tan desconcertados estemos emocionalmente, aún podemos estar conscientes de las situaciones de otros. Si estamos molestos, es posible que no prestemos mucha atención a su situación, pero las emociones perturbadoras no nos incapacitan para ver o pensar en ella. Tratamos de digerir este entendimiento.

Al mirar una vez más la fotografía, pensamos conscientemente en un pensamiento verbal acerca de la persona, tal como “es un ser humano”. Investigamos si dicho pensamiento evita que la actividad mental produzca la visión de la cara y el hecho de que la veamos. Entonces hacemos lo mismo mientras simplemente pensamos en la persona de forma no verbal. ¿Cómo podemos pensar que es un ser humano sin pensar en la persona? A continuación, pensamos en algo que no tenga nada que ver con la persona, como “es hora comer”. ¿Podemos simultáneamente tener ese pensamiento y ver la foto? ¿Podemos tener ese mismo pensamiento mientras tenemos la imagen de la cara de la persona en nuestra mente? La experiencia nos lleva a concluir que el pensamiento verbal tampoco bloquea el que veamos o pensemos en alguien. Tratamos de enfocarnos en este hecho.

Nuevamente, al mirar la foto pensamos: “no me puedo relacionar con esta persona”. Aunque pensemos que esto es cierto, ¿existe alguna falla inherente en nuestra actividad mental que nos impida ver lo que vemos? Repetimos el pensamiento mientras simplemente pensamos en la persona y nos hacemos la misma pregunta. A través de este proceso, descubrimos otro hecho crucial que nos permite tener una sensibilidad equilibrada. Las manchas naturales tampoco obscurecen ni obstruyen la naturaleza de luz clara de nuestra mente de meramente producir apariencias y percibirlas. Sin importar lo que creamos, podemos ser apropiadamente sensibles cuando veamos o pensemos en alguien. Una vez más, tratamos de que este entendimiento profundice en nosotros, enfocándonos en la sensación y la convicción de que esto es cierto.

A continuación, tratamos de experimentar que nada puede afectar la naturaleza de vacío de sí mismo de la luz clara de nuestra mente, el hecho de que no existe de formas imposibles. Una forma imposible sería que nuestra mente pudiera alterar la realidad, no sólo nuestra experiencia subjetiva de la realidad, sino la realidad objetiva misma. Cuando creemos que nuestra mente tiene este poder, imaginamos que cualquier cosa que pensamos de alguien es cierta simplemente porque así lo pensamos. A dicha creencia subyace el sentir que nuestra opinión acerca de alguien siempre es correcta. Pensar esto nos hace insensibles a la realidad de la persona y a menudo nos lleva a reaccionar de forma exagerada, basados en la creencia de una fantasía. En este ejercicio, examinamos este tema sólo en su nivel más obvio. Más adelante lo exploraremos con más profundidad.

Primero, miramos la fotografía con temor y pensamos: “esta persona es un monstruo”. ¿Nuestros sentimientos o pensamientos convierten a esa persona en un monstruo? No, no lo hacen. Alguien puede actuar como un monstruo, o podemos meramente pensar que actúa como un monstruo. Sin embargo, nadie es realmente un monstruo, porque los monstruos reales no existen. Al repetir el procedimiento mientras meramente pensamos en la persona, concluimos y tratamos de enfocarnos en el hecho de que nuestra mente no puede cambiar la realidad. Nuestra actividad mental no existe con ese poder imposible.

Luego, tratamos de experimentar el hecho de que un nivel más sutil de la luz clara de la mente subyace a cada momento de nuestra experiencia y, al ser vacío de otro, está desprovisto de toda mancha. Para hacer esto investigamos qué provee la continuidad de nuestra experiencia de mirar o de pensar en la cara de la fotografía. Tratamos de considerar la visión y luego el pensamiento de la cara con fastidio, añoranza y finalmente con celos. Ya que ninguna de estas emociones perturbadoras persiste y cada una puede ser reemplazada por la siguiente, el nivel de actividad mental que provee continuidad debe ser más sutil, uno que subyace a todas las emociones. Tratamos de experimentar lo mismo con una variedad de pensamientos verbales acerca de la persona y llegamos a la misma conclusión. El nivel que provee continuidad, también debe subyacer y ser más fundamental que el pensamiento verbal.

Lo que permanece ahora de nuestra actividad mental es meramente el ver y el pensar en la imagen de la cara. Lentamente alternamos ambos, cerrando los ojos cuando pensemos en la persona, si es que no lo habíamos hecho antes. En ambos casos, se da el surgimiento de una apariencia y el involucramiento con ella. La actividad fundamental de la mente es la misma. Por lo tanto, el común denominador que subyace a todas nuestras experiencias y que provee su continuidad, es la actividad mental de meramente producir apariencias e involucrarse con ellas.

Finalmente, tratamos de incorporar estas intuiciones profundas en nuestra experiencia momento a momento, mirando la fotografía y usando siguientes las frases clave:

  • “producir y percibir apariencias”,
  • “no afectado por emociones o pensamientos”,
  • “sin fallas inherentes”,
  • “incapaz de cambiar la realidad”,
  • “siempre ahí”.

Primero, al seguir la secuencia, trabajamos con un entendimiento a la vez. Luego, para expandir nuestro entramado de conciencias profundas, tratamos de estar conscientes de cada vez más puntos simultáneamente, trabajando primero con dos frases, luego con tres, con cuatro y finalmente con las cinco. Como en el ejercicio previo, no repetimos las frases más de una vez cada dos o tres minutos, pues de otra manera se vuelven una distracción. Después repetimos el procedimiento mientras meramente pensamos en la persona.

A continuación, nos sentamos en círculo con el grupo y repetimos todo el ejercicio dos o tres veces. Cada vez, alternamos ver a una persona diferente del grupo y solamente pensar en ella en la secuencia completa, pero sin enfocarnos en alguien que simultáneamente se esté enfocando en nosotros. Con alguien que conozcamos bastante bien, podemos generar emociones perturbadoras al tratar de recordar ocasiones en las que hayamos sido impacientes con la persona, nos hayamos sentido superiores o inferiores, etc. Con personas que no conocemos muy bien o que no conocemos en absoluto, podemos tratar de recordar un incidente emocional de nuestra vida, también durante el primer paso. Cuando conocemos a alguien por primera vez, con frecuencia podemos estar molestos por algo que sucedió con alguien más.

Durante la segunda parte de esta fase del ejercicio, repetimos el procedimiento frente a un compañero, alternando mirar a la persona y sólo pensar en ella mientras cerramos los ojos. Al generar diversas emociones durante el primer paso, podemos hacer lo mismo que cuando nos sentamos en un círculo, o usar el nerviosismo o la timidez que podamos sentir en ese momento, si es que no conocemos a la persona.

Durante la tercera fase, alternamos mirarnos a nosotros mismos en un espejo con pensar en nuestra imagen o en nuestro nombre. Seguimos los mismos pasos que la vez anterior. Para generar una emoción perturbadora durante el primer paso, tratamos de recordar haber sentido baja autoestima, autodesprecio o arrogancia, y luego tratamos de sentir estas emociones nuevamente. Por último, repetimos el procedimiento mientras miramos la serie de fotografías de nosotros mismos y luego desviamos la mirada y nos imaginamos en cada uno de esos periodos de nuestra vida. Cuando generamos diversas emociones, tratamos de recordar momentos de haber sentido autodesprecio o arrogancia con respecto quien éramos nosotros en ese entonces.

Esquema de Ejercicio 8: Reconocer la naturaleza de luz clara de la actividad mental

I. Mientras te enfocas en alguien con quien tienes una relación inestable

  • Elige una fotografía de la persona en la que tenga una expresión neutra y obsérvala mientras entiendes la actividad mental que está ocurriendo: la simultánea producción y percepción de la imagen de la cara de la persona.
  • Recuerda un incidente desagradable que tuviste con la persona y genera una sensación de molestia.
    • Examina si la emoción perturbadora impide la actividad mental que produce la imagen de la cara y tu acción de verla.
    • Aparta la vista de la fotografía y piensa en la persona, utilizando una imagen mental, una sensación o simplemente un nombre para representarla.
    • Recuerda nuevamente el incidente, siéntete molesto y examina si la emoción bloquea el mero surgimiento del pensamiento de la persona y el hecho de que lo pienses.
    • Repite el procedimiento recordando un incidente desagradable que no tenga nada que ver con la persona, genera una sensación de molestia y mira la fotografía, y después meramente piensa en el nombre de la persona mientras te sientes molesto.
    • Concluye y enfócate en el hecho de que la perturbación emocional no afecta tu actividad mental de producir apariencias y percibirlas; sin importar qué tan alterado te encuentres, aún así puedes darte cuenta de las situaciones de otros.
  • Observa la fotografía y después sólo piensa en la persona de forma no verbal, mientras piensas también: “Esta persona es un ser humano.
    • Examina si el pensamiento impide el mero surgimiento de la imagen de la cara y el hecho de que la veas, o el mero surgimiento de un pensamiento de la persona y el hecho de pensarlo.
    • Repite el procedimiento mientras piensas en algo que no tiene nada que ver con la persona, tal como “es hora de la comida”.
    • Concluye y enfócate en el hecho de que el pensamiento tampoco afecta el mecanismo básico de tu actividad mental; sin importar qué tan distraído estés, aún así puedes darte cuenta de las situaciones de otros.
  • Observa la fotografía y después meramente piensa en la persona, mientras piensas también: “No me puedo relacionar con esta persona”.
    • Examina si este pensamiento crea una falla inherente en tu actividad mental que impida que veas o que pienses en la persona.
    • Concluye y enfócate en el hecho de que, sin importar lo que pienses, tu actividad mental no está manchada por fallas naturales que impidan su funcionamiento; sin importar lo que creas, puedes ser apropiadamente sensible.
  • Observa la fotografía y después meramente piensa en la persona, mientras sientes miedo y piensas: “Esta persona es un monstruo”.
    • Examina si esta proyección convierte a la persona en un monstruo.
    • Concluye y enfócate en el hecho de que ni tus emociones ni tus pensamientos pueden cambiar la realidad; tu actividad mental está desprovista de existir con este poder imposible.
  • Observa la fotografía y después meramente piensa en la persona, primero con una variedad de emociones y luego con una variedad de pensamientos.
    • Examina qué es lo que provee la continuidad de la experiencia.
    • Concluye y enfócate en el hecho de que el nivel de actividad mental que provee continuidad es más sutil y subyace a la emoción y al pensamiento verbal.
  • Alterna mirar la fotografía y pensar en la persona con los ojos cerrados.
    • Nuevamente, examina qué es lo que provee de continuidad a la experiencia.
    • Concluye y enfócate en el hecho de que el nivel de actividad mental que provee continuidad es más sutil y subyace el ver y el pensar; el nivel de actividad mental que meramente produce apariencias y las percibe siempre está ahí.
  • Repite la secuencia de entender cada punto acerca de la actividad mental, uno a la vez, primero mientras ves la fotografía y después meramente mientras piensas en la persona, utilizando las frases clave:
    • producir y percibir apariencias”
    • no afectado por emociones o pensamientos”
    • sin fallas inherentes”
    • incapaz de cambiar la realidad”
    • siempre ahí”
  • Primero mientras observas la fotografía y después meramente mientras piensas en la persona, añade el entendimiento simultáneo de un número cada vez mayor de estos puntos, al utilizar primero dos, luego tres, cuatro y finalmente las cinco frases clave.

II. Mientras te enfocas en alguien en persona

1. Repite el procedimiento dos o tres veces mientras estás sentado en círculo con el grupo, enfocándote en una persona diferente cada vez para toda la secuencia, pero sin enfocarte en alguien que al mismo tiempo se está enfocando en ti.

  • Durante el primer paso, cuando generes varias emociones hacia alguien que no conoces, recuerda un incidente emocional que involucre a una persona de tu vida.

2. Repite el procedimiento mientras estás frente a un compañero

  • Durante el primer paso, cuando generes varias emociones hacia alguien que no conoces, haz lo mismo que cuando estás sentado en el círculo o utiliza el nerviosismo o la timidez que puedas estar sintiendo.
  • Cuando meramente pienses en la persona, simplemente cierra los ojos.

III. Mientras te enfocas en ti mismo

1. Repite el procedimiento mientras te observas en el espejo y después meramente pensando en ti mismo

  • Durante el primer paso, cuando generes varias emociones, recuerda momentos en los que sentiste baja autoestima, autodesprecio o arrogancia.

2. Repite el procedimiento mientras observas fotografías tuyas de diferentes periodos de tu vida y después meramente piensa en ti como eras entonces

  • Durante el primero paso, cuando generes varias emociones, recuerda momentos en los que sentiste autodesprecio o arrogancia con respecto a ti mismo en esos periodos.
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