Lidiar con nuestros problemas

Derribar las paredes para el aprendizaje

Como platicábamos ayer, lo que tratamos de hacer es sentirnos abiertos a ser de ayuda hacia los demás, de relacionarnos con otros directamente, sin paredes. Las paredes necesitan ser derribadas, no solamente en relación a las personas, sino también en relación al aprendizaje, es un proceso similar. Necesitan ser derribadas con el fin de estar abiertos y dispuestos a aplicar los aprendizajes a nosotros mismos, en lugar de levantar una pared o algún tipo de barrera hecha por nuestro intelecto. En otras palabras, podríamos erigir una pared con el fin de proteger un “yo” aparentemente sólido, y de esta forma pensar: “Solamente voy a escuchar esto como un ejercicio intelectual, para así poder aprender algo curioso e interesante. Porque si tengo que tocar algo profundo en mí, es demasiado amenazante, así que pondré una pared”. También necesitamos derribar esas paredes.

De esta forma tratamos de estar abiertos para aprender y de llevar a cabo algún tipo de auto transformación, para que a su vez, podamos ser de ayuda a otros con quienes estemos abiertos a nivel personal. De manera similar a lo que describimos ayer, podemos desarrollar esta clase de sinceridad, si primero vemos a nuestro alrededor, ya sea a las personas en este cuarto o las pinturas de los budas, colgadas en las paredes, y entonces, después de derribar las paredes, sentir la motivación de estar abiertos tanto a la transformación de una parte profunda de nosotros mismos, como a la relación con los demás.

Vamos a intentarlo por un momento. Y por favor hagan esto con la intención de estar atentos y concentrados. No se trata de estar solamente sentados y dejar a nuestras mentes vagabundear.

[pausa]

Usar la “práctica” budista como pared

Cuando nos acercamos al budismo, lo que estamos trabajando, básicamente, es cierto nivel de auto transformación. La auto transformación puede ser atemorizante. Ayer hablamos un poco acerca del miedo y de cómo construimos paredes alrededor de nosotros con el objetivo de evitar tener que cambiar. Entonces, con estas paredes levantadas, nos acercamos al budismo como si fuese algún tipo de distracción, de deporte o de hobby. Vemos la práctica budista como algo poco relacionado con nuestra vida.

Es muy interesante cuando preguntamos a las personas que han estado involucradas en el budismo por cierto tiempo:“¿Cuál es tu práctica?”, comúnmente responden que su práctica es realizar algún tipo de ritual cada día, el cual proviene de haber tomado una iniciación tántrica. Tienen que recitar algo cada día y esa es su práctica. Quizá hasta lo vean de una forma cristiana: “Tengo que decir mis oraciones todos los días”. Y de hecho mucha gente llama a estos textos rituales sus “ oraciones”. Así como esta semana hemos venido utilizando la metáfora de pintar un cuadro, podríamos añadir aquí un par de brochazos al lado que se relacionan con el sentido del “deber”, “ Debo de decir mis oraciones porque quiero ser una buena persona, porque he prometido hacerlo. . . ”. Entonces nos involucramos completamente con la idea de Dios y de un gurú.

Ahora empezamos a poner pequeñas pinceladas en varios lugares de la pintura. Aún cuando no estemos haciendo algún tipo de ritual tántrico, posiblemente estemos haciendo postraciones o alguna otra práctica por el estilo. Como ya dije, es muy fácil hacer prácticas como deporte; algo que está bien alejado de nuestra realidad interna. En otras palabras, decimos que hacemos nuestra “práctica” ya sea como un deber, “algo que debo de hacer porque dije que lo iba a hacer” o como algún tipo de deporte que no tiene relación con nuestra vida, “¡y esa es mi práctica!”

Es un gran error cuando nos acercamos así al budismo. Muchas personas han estado involucradas con el budismo por muchos, muchos años, a ese nivel y aún así, debido a esa visión equivocada, obtienen sólo un beneficio mínimo. Se puede obtener algún beneficio; por supuesto, no lo puedo negar, pero no es de la magnitud que podría ser. Cuando nosotros o alguien más (generalmente alguien más) dice: “Mi práctica es la compasión, la vacuidad, la impermanencia, etcétera.”, algunas personas tienen reacciones extrañas. Si nuestra práctica es llevar a cabo rituales y alguien más nos dice eso, podemos pensar que tal persona está siendo pretenciosa y arrogante, y, en cierta forma está tratando de criticarnos y menospreciarnos por hacer prácticas rituales. En algún sentido lo vemos casi amenazante.

De nuevo, regresamos al concepto equivocado de un YO sólido dentro de paredes, recitando todas estas fórmulas rituales, casi como una forma de hacer esas paredes más gruesas. Hacemos esto, protegidos por paredes, para no tener que enfrentar a nuestra vida ni a nosotros mismos. Nos mantenemos muy, muy ocupados con rituales para no tener que tratar con otros o con nosotros mismos. Seguro ustedes conocen a algunas personas que prenden el radio o algún tipo de música desde el primer minuto que se despiertan en la mañana y lo mantienen tocando todo el día, o tienen la televisión prendida todo el día en la casa. Muchas personas actualmente caminan con los audífonos y la música estridente de un “walkman” el día entero. Aunque no es consciente, el efecto de tal hábito es que nunca tienen que pensar realmente o estar solos con ellos mismos. Es una forma extraña de manejar la soledad, pero de todas formas, como personas con un estilo de vida occidental, sabemos lo que esto significa. En efecto, lo que hacen esos hábitos es distraernos de algún día echar un vistazo serio a nuestra mente y a nuestra vida.

Es muy fácil seguir este mismo tipo de patrón con la práctica budista. Hacemos un ritual o repetimos un mantra durante todo el día, que es similar a escuchar música todo el día. Es no tocar realmente la parte más profunda de nosotros mismos. En otras palabras, estamos usando la práctica como otra pared; es otra capa de esa gran pared alrededor de nosotros mismos. Aun si llegamos a ser muy sofisticados en nuestra práctica, como por ejemplo, visualizar todo el día mandalas, deidades y cosas como esas, es muy fácil usar esto como otra pared de tal forma que no tengamos que realmente relacionarnos con la vida. Pienso que es muy importante no tener como estructura básica de nuestra práctica algún tipo de cosa extra, ajena a nuestra vida, que hacemos por una hora o por el tiempo que nos lleve; nuestra práctica necesita ser nuestra propia vida.

Video: Gueshe Lhakdor — “Estudiar la mente”
Para activar los subtítulos, por favor selecciona el ícono “Subtítulos” que está en la esquina inferior derecha de la pantalla. Para cambiar el idioma, por favor selecciona el ícono “Configuración”, después selecciona “Subtítulos" y elige el idioma de tu preferencia. 

La primera verdad noble, los sufrimientos verdaderos

Con el fin de hacer de nuestra vida nuestra práctica, necesitamos regresar a la estructura básica de las enseñanzas del Buda, que son Las cuatro verdades nobles, Los cuatro hechos de la vida. Es necesario tomarlos muy seriamente. La primera de estas verdades, como la formulamos anoche, es: “La vida es difícil”. Ustedes podrían decir: “Todo es sufrimiento”, pero esa es una manera incómoda de expresarlo. Es mucho más pertinente decir, “La vida es difícil”.

El punto es, que es necesario enfrentar tal hecho y aceptar que la vida es difícil. Algunas veces, nos encontramos en un estado de negación acerca de esto. O, al levantar las paredes enfrente de nosotros, lo decimos sólo teóricamente con palabras como: “Sí, existe todo este sufrimiento”, pero realmente no aplicamos este hecho a nosotros mismos ni lo vemos como una verdad en nuestra vida. Estamos demasiado preocupados tratando de encontrar la felicidad. Vamos a platicar más tarde, hoy o mañana acerca de este tema de la felicidad y si está bien ser feliz cuando se es un practicante budista. Este es otro punto muy delicado para los practicantes occidentales con el que nos cuesta mucho trabajo reconciliarnos. Pero, dejémoslo por el momento.

Muchas personas, particularmente mujeres pero no únicamente mujeres, se encuentran en situaciones difíciles en su vida, por ejemplo, el tener que cuidar de sus hijos, hacerse cargo de la casa y además, posiblemente, tener que trabajar. Algunas veces encuentran grandes dificultades con su esposo o el hombre en su vida, porque él no ayuda o no aprecia la dificultad de la situación. Muchas veces, al hombre le cuesta trabajo relacionarse con la situación de la mujer, porque la forma masculina típica de respuesta es decir, “¿Cuál es el problema?” y quiere arreglarlo como si se tratara de una tubería rota. Esto no es lo que la mujer busca en una situación así. Generalmente lo que ella busca es el reconocimiento de la dificultad por la que está pasando y solidaridad, no en el sentido de decir: “¡Pobrecita!”, sino en el sentido de recibir apoyo emocional y comprensión. Esta es una verdadera práctica de generosidad, la primera paramita o actitud largo alcance.

Recurrir a las Tres Joyas por apoyo

La pregunta es: ¿a quién recurrir en busca de ayuda y comprensión compasiva? Si recurrimos a seres ordinarios, ellos tienen sus propios problemas y es difícil obtener ayuda de ellos. Esto nos lleva al tema del refugio. A mí no me gusta realmente “refugio” como término porque pienso que es demasiado pasivo, siempre pienso en ello más como un proceso activo de establecer una dirección positiva y segura en nuestra vida. Si queremos recurrir a algo que realmente pueda darnos apoyo y comprensión solidaria, entonces como budistas, dentro del contexto del refugio, recurriremos a las Tres Joyas, los budas; sus enseñanzas y realizaciones, llamadas el Dharma; y la comunidad, la sangha.

En el occidente, hemos empezado a usar la palabra sangha en una forma totalmente “no budista”, como si fuera el equivalente a la congregación de una iglesia. La usamos para designar a la gente que asiste a un centro budista, ese no es el significado original. Sin embargo, aunque los otros miembros de nuestra comunidad budista no sean objetos de refugio, podemos obtener cierto grado de compañía y de reconocimiento de su parte dentro de este contexto de que la vida es difícil, Mi vida es difícil, no sólo es difícil la vida, en general.

También, la segunda, la tercera y la cuarta verdades nobles parecen una la típica manera masculina de resolver las cosas: “Encontraremos la causa y arreglaremos el problema,” como si se reparara una tubería rota. Pero, necesitamos hacerlo dentro del contexto de un enfoque más femenino, con el reconocimiento y apoyo de que la vida es difícil. Es difícil. Sin importar, si somos hombre o mujer, necesitamos una combinación de ambas aproximaciones. No podemos pensar que el género determina un punto de vista exclusivo.

¿Cómo obtener tal apoyo? Recurrir a los miembros de nuestra comunidad budista, en cierto nivel, parece justo. Pero continuamente encontramos que las personas en nuestra comunidad no son muy maduras y tendemos a juzgarlas; tendemos a ser muy cercanos unos de otros. En muchas de las comunidades budistas en occidente, la gente se protege con paredes muy fuertes pues que piensa que necesita mostrar la imagen de ser muy santos y avanzados espiritualmente. Con frecuencia asistimos a una clase o a algún tipo de ritual o a meditar juntos y luego nos vamos, y pensamos que esto es lo que significa practicar en grupo, simplemente sentarse o recitar un mantra juntos, similar a lo que significa practicar individualmente. De hecho, lo importante al practicar en un grupo budista es ser amigables unos con otros, ser de ayuda unos a otros, ser comprensivos, y ser abiertos y amorosos. Si ese es nuestro punto de atención en nuestra práctica como grupo, entonces, podemos de hecho obtener algo de apoyo emocional mutuo encarando el hecho de que la vida es difícil y de que todos estamos trabajando con nosotros mismos en el contexto de tal verdad. Pero aun así, somos seres ordinarios y algunas veces es muy difícil proveer ese nivel de apoyo a alguien más.

Si vemos el verdadero refugio en la sangha, es el que se refiere a los seres arya, aquellos que han obtenido un conocimiento no conceptual de la vacuidad. Ahí estriba la diferencia, ¿no es cierto? Aunque una persona así no se ha liberado todavía del sufrimiento, su egoísmo será mucho más débil, por lo que podrá proveernos de apoyo mucho más fácilmente. Pero no hay muchos aryas entre nosotros, ¿verdad?

Quizá podamos entonces recurrir al refugio en el Buda para proveernos este tipo de apoyo. Sentimos: “El Buda me entiende; el Buda entiende las dificultades de mi vida”, y claro que esto me da cierto consuelo. Nos recuerda la función en el cristianismo que juega la oración: “Jesús me ama”. Si Jesús me ama, quizá no sea yo tan terrible. Entre más creo que realmente me ama Jesús, más refuerzo un cierto tipo de valor propio como ser humano, que a su vez me da la fuerza para manejar mi vida. ¡De alguna forma, no es suficiente tan sólo el hecho de saber que mi perro me ama!

Podemos transferir este tipo de actitud cristiana hacia el Buda, “el Buda me ama, el Buda me entiende”. Esto nos da cierto consuelo y apoyo. Ahora podemos dar otra pincelada en la pintura que estamos haciendo, en donde se encuentra nuestro maestro espiritual, y repito, un maestro espiritual apropiado, no cualquiera. Recuerdo muy bien a mi maestro principal, Serkong Rimpoché, una de sus cualidades más sobresalientes era que tomaba a todo mundo en serio, sin importar que tan absurdo fuera la petición que la gente le hiciera, como un hippie realmente extraño que un día se le acercó en la calle y le dijo: “Enséñeme las seis yogas de Naropa”, mi maestro le contestó: “¡Oh, eso es sensacional!, tienes real interés en estas maravillosas enseñanzas y si realmente quieres aprenderlas, tendrás que empezar preparándote a ti mismo internamente”. Sin importar que tan extraña fuera la persona, la tomaba en serio, y les enseñaba algo que fuera apropiado a su nivel. Eso le funcionaba perfectamente a la persona, porque si el maestro la tomaba en serio, entonces ella misma podía empezar a tomarse en serio.

Podemos ver que: “mi maestro me entiende y me ama” funcionaría paralelamente a: “el Buda me entiende y me ama”, pero no siempre tenemos contacto personal con un maestro, ni con un buda. Además, a veces los maestros con los que tenemos contacto no están idealmente calificados. Aun así, nos acercamos a ellos porque es demasiado teórico y distante decir: “el Buda me entiende” o “el Buda me ama”.

Por todo lo anterior necesitamos recurrir a otro nivel de refugio. Podemos establecer una dirección segura no sólo con el Buda, el Dharma y la sangha como un tipo de inspiración que nos motiva a seguir en el camino espiritual; podemos también tomar refugio y establecer una dirección segura con el estado que como resultado alcanzaremos nosotros mismos al seguir el camino. Ello significa que finalmente necesitamos obtener dichos consuelo y entendimiento de nosotros mismos, porque todos nosotros tenemos las habilidades y potenciales completos dentro del contexto de la naturaleza búdica, de alcanzar el estado de liberación e iluminación de: buda, Dharma y sangha. Tenemos también todo el potencial de dar ese entendimiento y apoyo no sólo a nosotros mismos, sino a otros también. Pienso que este es un punto muy importante y me he dado cuenta de ello en mi propio desarrollo.

Shantideva decía, y mi mamá lo decía también: “Si quieres hacer algo bien, hazlo tu mismo. Si le pides a alguien más que lo haga, no lo va a hacer de la manera que quieres que se haga”. Lo mismo aplica en términos de generar el entendimiento, reconocimiento y consuelo que necesitamos para enfrentar el hecho de que la vida es difícil. Lo que va a ser más confiable es darnos ese apoyo a través del entendimiento de nosotros mismos, la propia aceptación de nuestra situación de vida, y la amabilidad hacia nosotros mismos en términos de esas circunstancias, y no ser críticos durante todo el proceso.

No ser críticos hacia nosotros mismos

Si nos juzgamos, estamos añadiendo otro brochazo a la pintura de: “Debo hacer esto y no debo hacer aquello y, quiero ser bueno, no quiero ser malo”. Si tenemos esa actitud, de hecho lo que entonces nos estamos diciendo a nosotros mismos es: “Mi vida es difícil porque soy “malo”. No hago las cosas bien”. Si vemos nuestra vida en esta forma crítica de:“Quiero ser bueno, no quiero ser malo” entonces nos juzgamos de acuerdo a nuestra vida: “Mi vida es difícil. Debo de estar haciendo algo mal. Soy malo”. En lugar de darnos algún tipo de apoyo emocional, terminamos regañándonos y señalándonos en una forma crítica. Eso no nos da ningún tipo de apoyo; sólo nos hace sentir peor.

El ser solidarios con nosotros mismos, no significa tratarnos como bebés y no hacer nada con respecto a nuestra situación. Obviamente, cuando una mujer quiere solidaridad y entendimiento por parte de su esposo, no es todo lo que quiere. ¡También sería bueno si él pudiera lavar los platos! De la misma forma, quizá queramos que alguien nos acaricie la cabeza como a un perro, pero también queremos algo de ayuda genuina. Lo mismo aplica en el trato hacia nosotros mismos. Por un lado, necesitamos ser comprensivos y cálidos hacia nosotros, pero también necesitamos arreglar la tubería rota y hacer algo en cuanto a la satisfacción de nuestras necesidades más profundas.

Todo esto es bastante complejo. Es un asunto bien delicado. Pienso, por ejemplo, en la gente que no tuvo una niñez muy buena o unos padres muy comprensivos. Esas personas generalmente buscan a padres substitutos, ya sea una madre o un padre. Se involucran en relaciones y entonces proyectan en la otra persona inconscientemente a la mamá o al papá y demandan que la otra persona les de el tipo de comprensión que no recibieron de niños.

¿Cómo tratar a alguien que tuvo este tipo de problema? Estas son relaciones bastante neuróticas. Podemos decir: “¡Trata de ver el patrón inconsciente de lo que estás haciendo, cae en cuenta de lo tonto que eres, de cuantos problemas te estás causando y deja de hacerlo!”. Es como si un perro defecara en el suelo y alguien pusiera la nariz del perro en ello y le dijera: “¡Ve el desastre que hiciste, no lo vuelvas a hacer!” Pero eso no funciona tan bien. Posiblemente funcione con el perro, pero no va a funcionar tan bien con nosotros mismos, porque simplemente refuerza el sentimiento de que soy una mala persona y genera sentimientos de culpa y de deseo de: “quiero ser una buena chica, quiero ser un buen chico”. Todas estas críticas giran alrededor de una idea sólida del YO.

Reconocer nuestro derecho

Si volteamos a ver métodos sicológicos un poco más sofisticados, lo más útil sería reconocer el derecho de la persona, a tener un unos padres amorosos y comprensivos. Todo mundo tiene derecho a ello y, en realidad, fue muy duro el que no lo hayan tenido. El psicólogo reconoce eso, de tal manera que la persona misma pueda también reconocerlo y aceptarlo. En paralelo es reconocer en nuestro interior que la vida es difícil y particularmente, que nuestra vida es difícil y que tenemos derecho a ser felices. Tenemos el derecho de convertirnos en un buda, porque poseemos la naturaleza búdica.

A partir de este reconocimiento, lo que usualmente encontramos es que la necesidad de haber tenido un buen padre en el pasado, se transforma, se satisface, al ser individualmente un buen padre hacia alguien más. Me he dado cuenta, por mi propia experiencia, que esto realmente funciona. Al reconocer que nuestra vida es difícil y, en cierto sentido, dándonos a nosotros mismos algún tipo de apoyo emocional por medio de tal reconocimiento, entonces lo que realmente nos va a sanar en todo este proceso de enfrentarnos con las dificultades de nuestras vidas, es dar ese mismo reconocimiento y esa misma comprensión a otros. Entre más demos a otros de una forma sincera, más capacitados estaremos de enfrentar las dificultades de nuestra propia vida, y de hecho, encontraremos que tales dificultades se volverán mucho menos intensas. Es algo muy diferente a un trabajador social compulsivo que hace “buenas obras” y siempre está buscando hacer cosas buenas por otros, pero nunca encara su propia vida. Generalmente la vida personal de este tipo de personas es un desastre. Todo esto nos lleva a cómo, finalmente, somos nuestro propio refugio.

Tomemos unos momentos para reconocer, personalmente, lo difícil de nuestras vidas, sin hacer juicios al respecto. Tratemos sólo de reconocerlo, por supuesto que esto implica enfrentarlo, sin paredes protectoras. Sin usar algún tipo de práctica extraña pensando que: “éste es mi budismo”. Esto significa que lo haremos de tal manera que tampoco sentiremos lástima por nosotros mismos. Tal como la madre sobrecargada de trabajo no quiere que el marido le diga, “¡Oh pobrecita!” y sienta lástima por ella, nosotros tampoco nos queremos hacer eso.

El tipo de reconocimiento del que estamos hablando aquí es algo muy discreto. Es más bien como “ estar allí”, si es que podemos imaginar esta extraña forma de conceptualizarlo, sólo “estar allí” con nosotros mismos. Si estamos muy enfermos, no queremos que alguien venga y nos diga “Oh pobrecito” y nos trate de forma condescendiente. Lo que realmente nos ayuda es alguien que no tema a nuestra enfermedad y que tenga la capacidad de sentarse con nosotros y posiblemente tomar nuestra mano y acompañarnos. Aunque la conceptualización de ello es completamente opuesto al entendimiento de la vacuidad. A un nivel emocional, lo que necesitamos es tomarnos de la mano, sin miedo y sin sentir que tenemos que hacer un drama de nuestra solidaridad o auto compasión. Intentémoslo.

[pausa]

Alimentar al demonio

Quizá nos parezca un poco difícil llevar a cabo esta práctica de manera abstracta como la acabamos de hacer, por lo que podemos hacerla de la forma llamada: “alimentar al demonio”. Podemos ver a los diferentes problemas que tenemos como un cierto demonio dentro de nosotros. Entonces, tratar de sentir cómo se ve y cuáles son las cualidades de este demonio que quiere cierta empatía, por ejemplo: “Mi vida es tan difícil. Tengo tantas responsabilidades. Tengo tantas cosas que hacer. No tengo suficiente tiempo, No tengo suficiente energía, No cuento con el apoyo suficiente…”

Primero, nos preguntamos: ¿Cómo se ve ese demonio? Cuando tengamos la imagen del demonio, lo sacamos de nosotros y lo sentamos en un cojín enfrente de nosotros. Entonces le preguntamos: “¿Qué es lo que quieres? Podemos irnos a sentar en ese cojín y contestar a la pregunta o sólo hacerlo imaginariamente: “Quiero comprensión. Quiero apoyo. Quiero reconocimiento de las dificultades que tengo en la vida”. Entonces desde la posición en la que estamos sentados, imaginamos alimentar al demonio. Le damos apoyo, comprensión, le damos reconocimiento sin censura, lo que sea que él quiera.

Al hacer esto, nos daremos cuenta de que es un método mucho más efectivo para darnos apoyo que tan sólo sentarnos y tratar de hacerlo de forma abstracta. Alimentar al demonio es también muy útil en el sentido de que nos empieza a entrenar para dar esa comprensión a otras personas. Lentamente, podemos empezar a entender cómo al dar esa comprensión y sanación para otros, siendo un buen padre para alguien más, es también un proceso de sanación para nosotros mismos. Funciona de la misma manera, tal como dar entendimiento al demonio nos sana, así mismo el dar apoyo a alguien más es sanador para nosotros mismos.

Demos, por sólo por unos momentos, esa comprensión y reconocimiento al demonio, de que la vida es difícil para él también y eso es lo que me está comiendo internamente. Lleven a cabo este proceso, empezando desde el principio, de ver esa necesidad dentro de nosotros mismos y luego externala y alimentarla. Demos al demonio dentro de nosotros lo que quiere y necesita.

[pausa]

Ahora, veamos a algunas de las personas en nuestra vida y démosles esa misma comprensión y aceptación de lo difícil que es su vida. Ya sea que estén enfermos o tengan demasiado trabajo, sea lo que sea, reconózcanlo, acéptenlo, y ofrezcan apoyo. Esto incluye a la gente que tiene problemas emocionales, como alguien que siempre está enojado o alguien que siempre está actuando terriblemente hacia otras personas. Reconozcan que su vida es difícil también. Alimenten a la otra persona, así como alimentaron al demonio. Imaginen que tienen una provisión infinita de lo que la otra persona requiere, así como tenemos una provisión infinita de lo que el demonio requiere.

Al sólo dejar fluir a través de nosotros una provisión infinita de esta comprensión y aceptación hacia la otra persona, podemos experimentar el ser generosos de una forma no conflictiva. Si esto nos perturba, es porque sentimos: “Oh, tengo que hacer algo acerca de esta difícil situación, pero realmente no puedo hacer nada. No tengo la capacidad; soy negado para esto. Que horrible es toda esta situación...”. y entonces sólo nos sentimos muy perturbados emocionalmente por tales circunstancias. En lugar de eso, dejamos que la generosidad simplemente fluya a través de nosotros como un infinito flujo de agua refrescante.

Esto último es un poco lo que se simboliza cuando visualizamos que los néctares fluyen a través de nosotros desde los budas. Es algo similar, pero de una forma más simple. Podemos enviar este flujo fuera de nosotros tanto como sea necesario. No hay problema de que el flujo pare; simplemente fluye de una manera refrescante hacia otros elevando su ánimo. Se hace sin esfuerzo, simplemente fluye. ¿Cómo conseguimos que fluya? ¡Derribando las paredes! No hay nada que temer y nada que perder.

Top