Desarmar los celos: Emociones perturbadoras

Los celos son universales. Nuestro colega consigue una promoción y pensamos: “¡No la merece!”. Nuestra amiga encuentra a una pareja fabulosa y pensamos: “¿Y yo ¿qué?”. Todos tenemos estos sentimientos de vez en cuando. Aquí veremos los diferentes tipos de celos y cómo los podemos superar.

Definir las emociones y actitudes perturbadoras

Los celos son uno de los elementos de lo que el budismo llama “emociones perturbadoras”. Se definen como estados de mente y corazón que nos causan perder la paz mental y nos incapacitan, por lo que perdemos el autocontrol. Si lo pensamos, cuando estamos realmente apegados a algo o a alguien, o estamos enojados o celosos, definitivamente no tenemos paz mental ¿cierto? En cierto sentido, perdemos el autocontrol, ya que surgen en nuestra mente todo tipo de urgencias locas por hacer o decir todo tipo de cosas de las que, muy a menudo, después nos arrepentiremos. Estas emociones y actitudes perturbadoras pueden hacer que nos comportemos de maneras realmente destructivas e hirientes hacia los demás, y que, en última instancia, también son autodestructivas. Finalmente, nosotros salimos perdiendo. 

Por supuesto que cada cultura define y especifica las emociones de manera diferente, y estas emociones incluyen un enorme rango de sentimientos distintos. Es como cortar un pay en muchas porciones de diferentes tamaños. Por ejemplo, en el idioma tibetano, que a menudo se origina a partir de las definiciones budistas indias, solo se habla de celos, mientras que en Occidente tenemos tanto los celos como la envidia, de manera diferenciada.

Los celos: Parte de un problema mayor

Cuando analizamos los remedios que el budismo sugiere para lidiar con los celos, nos damos cuenta de que tan solo están abordando una pequeña parte de un problema mayor. Necesitamos observar cuidadosamente a qué se está refiriendo cada cultura, porque quizá tengamos que aplicar métodos budistas que no estén clasificados bajo la categoría de los celos, para poder lidiar con la cantidad de problemas subyacentes. 

El budismo define los celos como parte de la hostilidad, cuando nos enfocamos en los logros, cualidades positivas, posesiones, familia y estatus de otras personas, con una incapacidad para lidiar con estos logros. Cuando tenemos celos, no podemos soportar que otros hayan logrado algo o posean ciertas cosas, y la razón es que estamos, en realidad, muy apegados a nuestra propia situación. Así que cuando estamos celosos, podemos enfocarnos específicamente, o en general, en las cualidades positivas de otros. Puede ser su inteligencia, su buen aspecto, su riqueza o su éxito. Podría tan solo ser que ellos tienen un hijo varón y que nuestra familia no lo tiene. No podemos soportarlo y el elemento emocional más fuerte es el resentimiento de que esa otra persona tiene todo eso. Debido a que estamos apegados a nuestra propia situación, básicamente somos nosotros sintiendo lástima hacia nosotros mismos. Esto es a lo que se refiere el budismo cuando habla de celos; el opuesto a los celos sería el regocijo en el éxito de los demás.

La envidia: Una combinación de celos y codicia

Nuestras experiencias de celos, obviamente, pueden ser más amplias que esto, y podríamos llamar al anterior solo un tipo de celos. Al pensar en otros tipos, podríamos también incluir lo que nosotros llamamos “envidia”. En el budismo, la definimos como otra emoción perturbadora: la codicia. La codicia es un deseo desorbitado, un deseo realmente excesivo por algo que alguien más posee.

Si buscamos “envy” (envidia) en un diccionario de inglés, dirá que es un darse cuenta amargado y doloroso de las ventajas disfrutadas por otros, unido al deseo de disfrutar de las mismas ventajas. Además de la incapacidad de soportar los logros de los demás, queremos tener esos logros nosotros mismos. A menudo, aunque no siempre, implica también algo peor. La envidia, como una combinación de celos y codicia, a menudo conduce a la competitividad. Algunos de ustedes quizá estén familiarizados con la presentación de Chögyam Trungpa Rinpoche sobre la conciencia del espacio maitri, en el que discute los celos como la emoción perturbadora que nos lleva a ser altamente competitivos y a trabajar fanáticamente para superar a otros, o incluso a nosotros mismos.

Además, puede haber un deseo adicional de que los otros se vean privados de lo que tienen, como si no lo merecieran. Por ejemplo, podemos pensar: “¿por qué tiene ese empleo? ¡Yo soy quien lo merece, no ella!”. ¿No se siente así algunas veces? De acuerdo con el budismo, esta es una emoción perturbadora diferente, y necesitamos buscar en una categoría diferente para encontrar cómo lidiar con ella.

Nos queda claro que, cuando experimentamos alguna de estas emociones perturbadoras, es posible etiquetarla como “celos”, pero habrá que analizar nuestros sentimientos para planear una estrategia que nos permita lidiar con ellas y superarlas. ¿Cuáles son todos los ingredientes de nuestros sentimientos? En otras palabras, “celos” abarca mucho, incluye muchas cosas, y veremos que cubre más de lo que hemos discutido hasta el momento.

La carrera del caballo

Debido a que sentimos celos o envidia de lo que otros han logrado, nos presionamos, o a quienes trabajan para nosotros, a hacer más y más. Un buen ejemplo es la competencia extrema que vemos en los negocios y en los deportes ¡Es especialmente fuerte en los deportes! El budismo discute este aspecto de la competitividad usando el símbolo de un caballo para representar a los celos. Cuando un caballo corre contra otros caballos, no puede soportar que otros corran más rápido que él. La visión budista sería conectar este comportamiento más con el resentimiento que con los celos, donde el caballo realmente resiente que el otro caballo vaya más rápido. En realidad, el budismo no habla en términos de una competencia real para ganar; es más bien como: “¿Por qué ese caballo corre más rápido que yo? Yo tengo que correr más rápido”, por eso es que compiten.

Aunque en el budismo los celos están cercanamente relacionados con la competitividad, los celos no siempre llevan a competir. Por ejemplo, ¿en realidad estamos compitiendo con una mujer o con un hombre para conseguir a la persona que queremos? ¿Qué puede estar involucrado aquí? Con una baja autoestima podríamos estar celosos de otros, pero ni siquiera trataríamos de competir, con una actitud de: “Bueno, ni de broma podría encontrar a alguien que me amara, así que, ¿para qué tratar? No podría conseguir un buen trabajo, así que ¿para qué enviar la solicitud?”, pero aun así tenemos celos de aquellos que tienen buenos trabajos.

Por otro lado, podemos ser competitivos sin que necesariamente haya celos detrás. Por ejemplo, a algunas personas les gusta competir en deportes solo por diversión y disfrute, pero no llevan el puntaje, ni están compitiendo contra nadie. Sin embargo, es mucho más común que asociemos los celos y la competitividad. Encontramos que en el budismo los asocian de manera muy diferente a nuestra manera acostumbrada de verlo. 

La importancia de ver a los demás de forma igualitaria

El gran maestro indio Shantideva nos brinda una presentación que explica que usualmente sentimos celos de aquellos en una posición más alta, estamos en competencia con nuestros iguales y somos arrogantes hacia quienes tienen un estatus menor al nuestro. Toda la discusión para superar los celos está en el contexto de aprender a ver a los demás de forma igualitaria. El problema es que no consideramos a los demás iguales a nosotros; esto es, probablemente, muy diferente a como pensaríamos abordarlo.  

Yo soy especial

Necesitamos comenzar, básicamente, desde el concepto de “yo”, porque el budismo señala que el verdadero problema es todos tenemos este sentimiento de “yo soy especial”. Es que soy mejor que todos los demás, o que soy peor que todos los demás, o que todos piensan que soy de lo peor, pero están equivocados. La desigualdad comienza aquí porque en el momento en que pensamos “yo soy especial”, significa que no soy igual a todos los demás, y que los demás no son iguales a mí.

Podemos ver esto en término de nuestros celos. Podemos pensar que somos la única persona que puede hacer bien, o apropiadamente, cierta tarea, como enseñarle a manejar a nuestros amigos, y nos dan celos cuando cualquier otra persona les enseña. Otro ejemplo es cuando estamos en una clase y sentimos que somos los únicos capaces de contestar a una pregunta y nos dan celos y nos sentimos ofendidos cuando alguien más la contesta. Todo esto sucede porque sentimos que somos especiales, nosotros tendríamos que hacerlo y nadie más. Esto no necesariamente nos lleva a ser competitivos ¿verdad?

Otro ejemplo es cuando pensamos y sentimos: “Soy la única que tendría que salir adelante en la vida, soy el único que debería ganar, yo soy quien debería ser rico”, y sentimos envidia si alguien más tiene éxito. Entonces nos volvemos competitivos y queremos ganarle a la otra persona, aun si ya somos moderadamente exitosos. 

Aquí existe una gran diferencia y necesitamos analizarla cada uno de nosotros. Cuando no tenemos algo que otra persona tiene, entonces sentimos celos. Es ligeramente diferente de cuando tenemos cierta cantidad de algo, pero sentimos celos de que la otra persona tenga más. En este caso hay codicia, así como competitividad, así que necesitaríamos una estrategia diferente para lidiar con ello. De cualquier manera, detrás de todo esto existe un poderoso sentimiento de “yo” y una fuerte preocupación solo por ese “yo”. La realidad es que no consideramos a los demás de la misma manera que nos consideramos a nosotros mismos; nosotros somos especiales.

El remedio es la ecuanimidad

Hay una estrategia que ofrece el budismo para todos estos celos, competitividad y arrogancia, y es ver a todos como iguales. En realidad, no hay nada especial acerca de “mí”, porque todos cuentan con las mismas habilidades básicas. Esto se refiere a que todos tenemos la misma naturaleza búdica, la capacidad de desarrollar nuestros potenciales al máximo. Además de esto, todos tenemos el mismo deseo de ser felices y triunfar, y el deseo de no ser infelices y de no fracasar. Todos tenemos el mismo derecho de ser felices, y todos tenemos el mismo derecho de no ser infelices. No hay nada especial en “mí” en cuanto a estos conceptos.

Amor: Que todos puedan ser felices y tengan las causas para la felicidad

Conectamos todo esto con el amor, el cual es definido en el budismo como el deseo de que todos sean igualitariamente felices y tengan igualmente las causas de la felicidad. El amor es, en realidad, la manera de superar los celos. Cuando entendemos que todos somos iguales en términos de la naturaleza búdica y comenzamos a abrirnos al amor, estamos más abiertos a ver cómo nos relacionamos con todas estas personas diferentes, sean más exitosas que nosotros o no hayan tenido éxito en absoluto.

Shantideva nos enseña que, aunque alguien sea mucho más exitoso que nosotros, si en realidad deseamos que todos puedan ser felices, entonces nos regocijaríamos y estaríamos felices de su éxito. También trataríamos de ayudar a nuestros iguales a triunfar en lugar de competir con ellos, por ejemplo, ayudando a que todos los demás estudiantes de la clase se preparen para el examen, en lugar de robar los libros de la biblioteca solo para nosotros, para que los demás no puedan leerlos. Y en cuanto a aquellos con menos éxito que nosotros, trataríamos de ayudarlos a triunfar en lugar de regodearnos y sentir, de forma arrogante, que somos mejores que ellos.

Surgimiento automático y emociones basadas en la doctrina 

Estos métodos budistas son realmente muy avanzados, y son especialmente difíciles de aplicar. Esto es así porque existen dos formas de emociones perturbadoras. Está el tipo que surge automáticamente, que todos experimentamos, hasta los perros; por ejemplo, si llega un bebé a la casa, el perro de la familia puede sentir celos. Por otro lado, tenemos las emociones perturbadoras basadas en la doctrina, que justamente vienen de haberlas aprendido a partir de algún tipo de sistema. Puede ser de alguna propaganda, religión o cultura, o algo en la sociedad que nos enseña a ser celosos. El sistema nos enseña una manera de ver el mundo que conlleva los celos y los hace aun más fuertes.

Si observamos lo que surge automáticamente, veremos que, a casi todos los niños, de manera automática, les gusta ganar y lloran cuando pierden. Esto surge automáticamente en casi todas las culturas. En Occidente, es difícil para nosotros porque los celos y la competitividad se refuerzan y fortalecen, y hasta son premiados por muchos de nuestros valores culturales occidentales. Por ejemplo, la cultura occidental enseña que el capitalismo es la mejor forma de una sociedad democrática, lo que contamina nuestra manera de pensar, incluso en la forma en que nos aproximamos a nuestras relaciones personales. Subyacente a esto se encuentra la teoría de la supervivencia del más apto, misma que nunca cuestionamos y asumimos como absolutamente correcta. Esto establece la competitividad como la fuerza básica que impulsa la vida, más que, por ejemplo, la idea budista de que el amor y el afecto son las fuerzas básicas para la vida. 

Dificultades reforzadas en la cultura occidental

Esta cultura occidental, en la supervivencia del más apto, refuerza la importancia del éxito y de triunfar. Esta obsesión se fortalece aún más con los deportes competitivos y la manera de glorificar a los atletas de alto nivel, así como a las personas más ricas del mundo. Esta exaltación de los atletas de alto nivel y de los millonarios, no es nada nuevo, vean los Juegos Olímpicos, esto se remonta a los inicios de nuestra cultura. Permea todos los niveles de la sociedad ¿no es cierto? Estamos obsesionados con el fútbol y los futbolistas son nuestros héroes. Es muy curioso, el Buda no es nuestro héroe, pero un deportista sí. Es gracioso pensar que tenemos un campeón mundial de peso ligero de boxeo, pero no tenemos un campeón mundial de compasión. ¡Sería realmente interesante tener una Copa Mundial de la Compasión!

Toda esta manera de pensar es todavía más maliciosa cuando vemos nuestros sistemas occidentales para votar por nuestros líderes, que también están basados en celos, competencias y en venderse a sí mismo como candidato, publicitándose como mejor que sus rivales. Hasta llegamos a ver a este método como loable y como algo que el mundo tendría que adoptar. 

Es interesante imaginar qué pasaría si tratáramos de trasponer estos valores a la sociedad tibetana. La sociedad tibetana valora la humildad y desprecia a quien dice ser más que los demás; hacer eso se considera un muy mal rasgo de carácter. La democracia y el hacer campañas para ganar votos es algo totalmente ajeno y no funciona en ese tipo de sociedad. Nadie votaría por quien dijera: “Soy mejor que esa otra persona”, más bien tendría que decir: “No soy tan capaz, no soy tan bueno”. ¡Es algo realmente diferente! Esto solo subraya qué tan culturalmente específicos son nuestros valores, no son universales. Escuchamos al Dalái Lama describirse como un simple monje que no sabe nada. ¡Es el Dalái Lama quien lo dice!

Claramente, dado que los celos, la competitividad y la orientación hacia el éxito han sido impulsados con tal fuerza por la propaganda de nuestra cultura que se remonta a la antigua Grecia y más allá, nos es muy difícil cambiar instantáneamente hacia los métodos budistas de regocijarnos de los triunfos de los demás. En los métodos de entrenamiento mental budistas, la práctica es dar la victoria a otros y aceptar totalmente la derrota. Para nosotros los occidentales, ¡ese es realmente un trago amargo! 

Revalorar los valores culturales

Una buena manera de comenzar para nosotros los occidentales es revalorar nuestros valores culturales, y las formas doctrinalmente basadas de celos y competitividad que tenemos. Si hacemos un análisis profundo, podemos ver cómo contamina nuestra manera personal de relacionarnos y la forma en que tratamos a los demás. Con competitividad, tenemos que triunfar, por lo tanto, en nuestras relaciones personales, necesitamos conseguir al príncipe más guapo o la princesa más hermosa en su caballo blanco, porque así todos nos admirarán ¿o no? Pensémoslo, ¿cuántos de nuestros padres estarían sumamente felices si nos casáramos con alguien realmente rico? Quizás no estarían tan felices si nos casáramos con alguien sin dinero, aunque fuera muy buena persona. Creo que muchos de nosotros en Occidente, a menudo podemos sentirnos muy celosos de alguien que consiguiera una pareja rica, y nuestros padres podrían estar muy celosos de aquellas familias cuyos hijos consiguieron parejas adineradas.

Así que, primero que nada, es una buena idea revaluar nuestros valores culturales, para ver si realmente son algo que queremos adoptar como propios o si tan solo son propaganda muy pasada de moda.

Para ayudarnos a ver lo relativo de nuestros celos y de nuestra competitividad culturalmente basados, podemos tomar como ejemplo un mercado o bazar indio. En la India y en el Medio Oriente y, por supuesto, históricamente también en Occidente, existen estos mercados en los que hay filas y filas de puestos que tienen el mismo tipo de mercancía, desde ropa y joyería, hasta vegetales y demás. Todos se sientan unos junto a otros, toman té y platican el día entero. El esquema mental que subyace es que, si les va bien o no, es asunto del karma. Si te va bien, es tu karma, si no te va bien, también es tu karma.

No están pensando: “¿Cómo puedo hacer para que me vaya mejor que a los demás?”. Es un asunto basado en su cultura. En Alemania, existe una ley que impide que pongas una tienda junto a otra con el mismo tipo de mercancía. Puedes demandar al dueño por rentar el local al mismo tipo de tienda. Es algo muy relativo culturalmente. Quizá pensemos que la manera en que hacemos las cosas es la manera en que todo mundo las hace, o las debería hacer. Tenemos que superar esta forma de ver las cosas. 

Los celos como intolerancia a la rivalidad o a la infidelidad

Todos nosotros experimentamos algún tipo de celos en el trabajo, con amigos o demás. Pero en Occidente, hablamos de una forma ligeramente diferente de celos, que implica mayor sufrimiento. Si buscamos “celos” en el diccionario, dice que es “intolerancia a la rivalidad o a la infidelidad”. Por ejemplo, sentimos celos si nuestra pareja coquetea o pasa mucho tiempo con otros. Hay intolerancia como si la otra persona estuviera siendo infiel, al solo querer estar con alguien más; ahí hay un rival.

Otro ejemplo que ya mencionamos fue el del perro cuando llega un nuevo bebé a casa. El bebé es un rival para la atención del dueño, le va a dar los huesos al bebé y no al perro. Como en la definición de los celos en el budismo, esto tiene un elemento de resentimiento, además de un fuerte sentido de inseguridad y desconfianza.

Inseguridad

El cómo lidiar con la inseguridad es una discusión totalmente diferente en el budismo. Si somos inseguros, entonces, cuando nuestra pareja o amigo está con alguien más, nos dan celos. Tenemos inseguridad respecto a nuestra valía personal y el amor de los demás hacia nosotros. También existe una desconfianza hacia nuestra pareja y temor de que este “yo” vaya a ser abandonado.

Una vez más, necesitamos darnos cuenta de la equidad de todos, para lidiar con este tipo de celos, pero ahora desde un punto de vista ligeramente diferente. De hecho, es un poco más fácil para nosotros los occidentales porque no está tan reforzado culturalmente como otros aspectos; es algo que surge de manera automática, así que no tenemos que lidiar, además, con el bagaje cultural. No necesitamos que nos enseñen a ser inseguros, aunque estoy seguro de que algunas personas dirían que nuestra niñez tiene alguna influencia en esto. Por ejemplo, un bebé que constantemente es cargado por su madre en la espalda o en su costado, como usualmente se hace en Asia, se siente mucho más seguro que el bebé que dejan solo en su cuna. Imaginemos cómo se siente un bebé en su carriola mientras su mamá está apunto de cruzar una calle: vemos a estos coches ruidosos pasando, pero no vemos a mamá, ¿cómo pretendemos que ese bebé se sienta seguro? De alguna forma, la inseguridad natural se refuerza culturalmente, pero esa es otra historia totalmente diferente. 

En términos de inseguridad, necesitamos pensar en la equidad de todos en cuanto a cierto aspecto de nuestra naturaleza búdica. Este factor es que el corazón tiene la capacidad de amar a todos; esto puede ayudarnos mucho con los celos pues veremos que es perfectamente natural que un amigo o nuestra pareja tengan la capacidad de amar y de ser amistosos hacia muchas personas, no solo hacia una. Y, por favor, no tomen esto como una aprobación de la promiscuidad. En lugar de pensar que “yo” soy esa persona especial y exclusiva que debería tener el lugar más importante en el corazón de mi pareja o amigo, abrimos esa exclusividad. Necesitamos desarrollar compasión de muchas formas cuando nos sentimos así, porque no entendemos esta capacidad de la naturaleza búdica de ser amistosos y cariñosos hacia todos.

No solo uno

La primera vez que aprendí este conocimiento fue de un astrólogo. Siempre estamos en busca de esa persona especial y, con ayuda de la astrología, podríamos hacer coincidir a los planetas y encontrar cuáles presentan un buen aspecto para nuestro Venus. Pero, si lo pensamos bien, debe haber millones y millones de personas cuyos Venus presentan buenos aspectos para nuestro Venus ¿Qué tiene de especial cualquiera de ellos? ¿Por qué pensamos que solo hay un príncipe o una princesa allá afuera que puede amarme?

Es realmente importante aprender a tener nuestros corazones abiertos para todos. Si nuestra pareja no es así, entonces necesitaríamos tenerle compasión, es algo que necesita aprender. Cuando abrimos nuestro corazón, esa persona que nos causa tantos celos por estar con alguien más, se hace mucho más pequeña en nuestra vida, no es la única persona en el mundo a quien podamos amar. Con un corazón abierto podemos tener una cantidad impresionante de amor hacia nuestros amigos, nuestra pareja, nuestras mascotas, nuestros padres. Podemos amar a nuestro país, a nuestra gente, a la naturaleza, a nuestro Dios, a nuestros pasatiempos, a nuestro trabajo, y la lista continúa.

Podemos lidiar con todos estos objetos de nuestro amor, porque nuestro corazón es, en realidad, suficientemente grande para todos ellos. Podemos expresar nuestro amor, y este es un punto importante, de manera apropiada para cada una de las personas o cosas que amamos. Por supuesto que no le expresamos nuestro amor al perro de la misma manera que se lo expresamos a nuestro marido o esposa, o a nuestros padres. En general, no tenemos una relación sexual con todos ellos. De hecho, si nuestra pareja sexual nos es infiel, o aun si no está involucrada sexualmente con otra persona, pero pasa mucho tiempo fuera de casa con otros amigos, ser celosos y posesivos nunca es una respuesta emocional que ayude a la situación; nunca ayuda. 

Cuando respondemos con celos y posesividad, en parte es por influencia cultural. Si pensamos en una esposa tradicional japonesa y una esposa tradicional occidental, enfrentando la misma situación de un marido que sale mucho con otros hombres de su oficina, su experiencia emocional sería muy diferente. La cultura es diferente, así que, una vez más, tendríamos que ver qué tanto de la respuesta es cultural y qué tanto es una reacción natural automática. Esto puede ser muy importante en matrimonios de culturas mixtas. Muy a menudo tendemos a restarle importancia a la influencia cultural en nuestras emociones. Esto también es relevante cuando la pareja está conformada por personas de diferentes generaciones, pues también podrían tener valores diferentes.

Abrir nuestro corazón

Si pensamos que el amor y la amistad cercana pueden darse única y exclusivamente con una persona, y entonces, si esa persona tiene otro amigo, entonces ya no hay lugar para mí, eso son celos. Tenemos que ver que esto está basado en un “yo” sólido que es especial, pero ¿cómo sería un buda que ama a todos los seres por igual?

Cuando un buda está con una persona, está cien por ciento concentrado en esa persona. Su Santidad el Dalái Lama es un excelente ejemplo de amor equitativo hacia todos, y está con muchas diferentes personas cada año, y aun cada día. Todos los que se han encontrado con él expresan este sentimiento de que está absolutamente enfocado en ellos cuando están con él, y no de una forma intensa que asuste. Su corazón está total y cien por ciento con nosotros. Aun cuando mira a toda la audiencia, hay algo de este sentimiento de sorpresa y asombro. Casi nos hace sentirnos especiales, pero no de una manera rara y egocéntrica, es simplemente porque está cien por ciento enfocado con su corazón en cada persona con quien se encuentra. No se diluye solo porque haya muchísimas personas. Nos sentimos casi golpeados con esa energía de amor cuando el Dalái Lama nos mira, ¡a eso es a lo que tendríamos que aspirar!

Este es un punto sumamente importante, Su Santidad siempre enfatiza que la manera de superar emociones como los celos, el resentimiento y demás, es realmente a través de la compasión y de abrir nuestros corazones.

Pero, en esta etapa en la que nos encontramos, todavía es difícil para la mayoría de nosotros abrir nuestro corazón, aun hacia una sola persona, porque nos sentimos inseguros de que vayan a lastimarnos. Así que difícilmente abrimos nuestro corazón, ¿cómo podemos pasar de este punto a abrirnos a todos los seres del universo? Si lentamente nos abrimos y caemos en cuenta de que no hay nada qué temer, que sí podemos amar a más de una persona, entonces el dolor de que cierta persona no corresponda nuestro amor, no será tan malo. Después de todo, no todos amaban al Buda Shakyamuni, así que ¿qué esperamos? ¿qué todos nos van a amar?

Me parece de mucha ayuda este ejemplo de Buda Shakyamuni. Tenemos muchos relatos sobre Devadatta, el primo del Buda, que realmente lo odiaba, siempre le tuvo celos y trato de hacerle daño de muchas formas diferentes. Es bueno pensar en esto cuando alguien nos critica o no nos quiere, ¿qué esperábamos? Veamos el ejemplo, hoy en día, de Su Santidad el Dalái Lama y los chinos: imaginemos a toda una nación, un gobierno completo y toneladas de propaganda diseminada por todo el mundo, vertiendo odio hacia nosotros. Si no le caigo bien a una persona, o si alguien se va con otra u otro, ¡no pasa nada! Cuando lo vemos de manera relativa, no es el fin del mundo. Pensemos en la expresión en inglés que dice: “no es el único pez en el océano”. 

Sin miedo

A veces tenemos la idea de que, si abrimos nuestro corazón a mucha gente, entonces nuestras relaciones personales serán menos satisfactorias, pero no hay nada que temer, solo seremos menos empalagosos y dependientes pretendiendo que una relación sea totalmente satisfactoria. Quizá pasemos menos tiempo con cada individuo, pero ese tiempo será de involucramiento total. 

También nos daremos cuenta que pasa lo mismo con el amor que nos prodigan nuestros amigos. No hay razón alguna para pensar que, si ellos tienen otros amigos, eso significará que su amor hacia nosotros se diluye. ¿Por qué no puede tener la gente muchos amigos? Eso no significa que habrá menos para nosotros, como si el amor fuera comida en el refrigerador; el amor no es así.

Desarmar el mito

Volvemos a encontrarnos con un asunto cultural en el que tenemos el mito de que una persona será especial, la pareja perfecta para nosotros, nuestra media naranja que nos complementará en todas las formas posibles, con quién podremos compartir cada aspecto de nuestra vida. Eso es un mito no realista. Proviene del antiguo filósofo griego, Platón, que dijo que originalmente estábamos completos, pero que en algún momento todos fuimos cortados a la mitad. De ahí que nuestro objetivo en la vida sea encontrar a nuestra “media naranja”, que será el complemento perfecto para volver a ser completos. Parece que este mito es el que subyace a toda la historia del romanticismo en Occidente. Desgraciadamente, tal como Santa Claus y el Conejo de Pascua, es un mito. Aquí tenemos al príncipe azul en su caballo blanco, que es el concepto del romanticismo en Occidente, pero no es la misma imagen en otras culturas.

Proyectamos la expectativa de que la otra persona será nuestra “media naranja”. Entonces, cuando no se funde con nosotros, si no pasa todo su tiempo con nosotros, si no nos comparte todos sus secretos, nos encelamos, lo resentimos y nos enojamos. Si comparte algo pequeñito de su vida con alguien más, nos dan muchos celos. Pero cuando lo pensamos, es realmente poco razonable esperar que vamos a poder compartir cada aspecto de nuestra vida solamente con una persona. Una visión más realista sería encontrar un grupo con quien compartir ciertos intereses, por ejemplo, en los deportes, ¿por qué tendríamos que esperar que nuestra esposa compartiera nuestro interés en el futbol?

Es más interesante cuando no compartimos cada aspecto con tan solo una persona; existen tantos intereses diferentes en la gente y es muy agradable compartirlos con personas distintas, de esa manera aprendemos ciertas cosas. Si no tenemos esta expectativa mítica de una relación totalmente satisfactoria, eso disminuye nuestra susceptibilidad a los celos. 

Desarmar los celos

Hemos visto algunas formas para comenzar a desarmar nuestros problemas emocionales. Cuando tenemos una emoción perturbadora, podemos comenzar a analizarla en lugar de convertirla en esta cosa grande y sólida llamada ¡celos! Si la hacemos así, se convierte en algo pesado y sólido con líneas a su alrededor. Cuando comenzamos a analizarlo, vemos que los celos están construidos de diferentes partes, como el resentimiento, la avaricia, las expectativas poco razonables. Existen asuntos en nuestra cultura, como la competitividad, la baja autoestima, la inseguridad. Podemos desarmar estos componentes y, de esa manera, le quitamos peso, ya no es un gran monstruo. Podemos comenzar a aplicar diferentes estrategias para lidiar con los distintos aspectos involucrados.

La poderosa medicina de abrir el corazón

En el budismo, al entendimiento de la vacuidad (vacío) y de cómo existen el “yo” y el “tú”, se le considera la medicina más poderosa que podemos aplicar. Otra igualmente poderosa es la que siempre enfatiza Su Santidad, abrir nuestro corazón, aquí es cuando vemos que tenemos la capacidad de amar a todos los seres. No estamos hablando de tener sexo con todos, lo que queremos decir es tener relaciones cariñosas, amistosas, abiertas con mucha gente; así, si una relación no funciona, no pasa nada. Podemos sentir tristeza por las personas que no entienden que pueden abrir su corazón a muchos más. Una hora dedicada a una persona en la que estamos totalmente ahí con todo nuestro corazón es mucho más satisfactoria que pasar toda una vida con alguien, con nuestro corazón totalmente cerrado ¿o no?

Preguntas

¿Cómo podemos ayudar a una persona celosa?

Depende de si está celosa hacia nosotros, porque no estamos dedicándole suficiente tiempo, o si sus celos están dirigidos a alguien más. El remedio general para alguien que nos cela, por ejemplo, porque nunca pasamos suficiente tiempo con él o ella, es lo mismo que involucrarnos con un corazón totalmente abierto cuando estamos con ellos. Podemos explicar: “Estoy haciendo muchas otras cosas, pero puedo dedicarte cierto tiempo”. Es la manera de decir no y de establecer ciertos límites sin que sientan que los abandonamos. Por supuesto que, si estás casada con alguien, es diferente. Tendrías que tratar de desayunar o hacer algo juntos cada día. Puede que no sea mucho, pero por lo menos podemos dedicar a nuestro cónyuge cierta cantidad de tiempo. 

Mi hermana constantemente me pide que la llame todo el tiempo, y no lo hago. La llamo cada sábado a cierta hora y ella puede contar con eso. Cuando lo hago, platicamos durante una hora y tiene toda mi atención durante esa hora. Aun así, durante la semana sigue pidiéndome que la llame, simplemente le digo que la llamaré el sábado, de esa manera no se siente rechazada o abandonada. Me parece que es la mejor manera de manejarlo. Le concedemos a la persona cierto tiempo con el que pueda contar y en el que puede confiar. Durante ese periodo en el que estás con esa persona, no mires el reloj todo el tiempo, pensando si puedes irte ya porque estás muy ocupada; en vez de eso, dedica el cien por ciento tu atención con todo tu corazón, esto es de mucha ayuda. Las palabras clave que generalmente les llegan es “este es nuestro rato especial”.

En una situación en la que hay competitividad, no quieres tener un rato especial con esa persona, sobre todo si has logrado algo o se te ha reconocido algo y por eso la otra persona está celosa. ¿Cómo puedo lidiar con esto?

Aquí es importante desarmar la identificación del “yo” con esta única cosa. El reconocimiento es solo un pequeño aspecto. Quizá conseguiste un reconocimiento académico o deportivo, o artístico, pero siempre puedes señalar que hay muchos mejores atletas, académicos y artistas que tú. Hay millones de cualidades y siempre habrá alguien mejor que nosotros en la mayoría de ellas. También hazle saber que eso no es lo único en ti, “tú me conoces, hay muchas cosas sobre mí aparte de esa por la que me reconocieron”.

¿Y qué si nos hacen comentarios sarcásticos?

Los comentarios sarcásticos usualmente provienen de un sentimiento de baja autoestima. Al señalar áreas en las que son mejores que nosotros, eso refuerza su baja autoestima. Solo nos descreditan porque se sienten atacados y que no valen nada. Quizá quieras apuntar lo que tuviste que hacer para obtener ese reconocimiento. Digamos que tuviste que invertir una enorme cantidad de tiempo para entrenarte con el fin de ganar en un evento deportivo, o una increíble cantidad de estudio, o pasaste mucho tiempo en el trabajo, y que te hubiera gustado haber tenido el tiempo para hacer lo que ellos hacen. No se trata de que presumas: “Bueno, yo trabajé mucho para esto y tú no”, más bien ser más realista: “Mira, no fue tan divertido, sacrifiqué mucho, no fue tan grandioso ganar”. Lo relativizas, bajándolo del nivel en el que todo es tan maravilloso. Y si tú admiras algo en la otra persona que tú no tengas, eso la pone en una base más pareja contigo. 

Es importante que no te hagas aparecer como víctima. Voy a dar un ejemplo de mi vida. He logrado mucho en término de viajes, estudios y el tipo de trabajo que he hecho. A menudo, viejos colegas y amigos de la infancia dicen que ojalá hubieran hecho y logrado lo mismo que yo. Dicen que lo único que han hecho es formar un negocio exitoso y criar una familia y cosas así. Y yo les contesto: “Miren el precio que he pagado por esto: no me casé, no formé una familia” y replican: “Bueno, eso no es tan importante”. Siempre digo: “Sí, eso es importante en la vida también, si pones toda tu energía es una sola cosa, entonces no puedes ponerla en otra. Yo admiro la experiencia de vida que han tenido, así pueden compartir conmigo lo que han aprendido, y yo puedo compartir lo que he aprendido”. 

Entonces estamos en igualdad de circunstancias, no hay un “pobre de mí” solo porque nunca me casé, estoy perfectamente feliz con mi vida. Pero, al ponernos en el mismo nivel, por el hecho de que ambos hemos logrado algo, entonces los celos y la envidia disminuyen totalmente. La clave es mostrarles respeto, de ninguna manera soy una mejor persona por lo que he hecho. Necesitamos ayudar a la otra persona a ver sus propias cualidades.

Ese también es un aspecto saludable de los celos, te hacen trabajar para lograr algo o cuestionar la manera en que hiciste algo. 

Supongo que podría funcionar para algunas personas decir que hay un aspecto saludable de los celos que hace que la persona trabaje más duro, un tipo de competencia. No puedo negar que esto funcionaría para algunos. Pero necesitamos tener cuidado con esto porque “estamos jugando con fuego”. Podría fácilmente llevarnos a un pesado viaje competitivo en el que estaríamos tratando de ganarle a los demás o a nosotros mismos. Estaríamos determinados a hacerlo mejor y mejor hasta alcanzar lo máximo de todo. Esto es un poco riesgoso porque refuerza de gran manera el sentido de “yo”, “necesito ser mejor”, ¿por qué? Por “mí”.

En el budismo tenemos la aspiración de alcanzar la iluminación, el más alto estado de evolución posible. Sin embargo, la motivación nunca es porque queremos ser lo mejor que podamos. Estamos motivados a mejorar para poder ser una ayuda más eficiente para otros, no es fruto de los celos, el competir contra nosotros mismos. Esto es mucho más saludable y nos conduce a emociones menos perturbadoras. Cuando queremos hacerlo mejor y mejor para nosotros, eso incrementa las emociones perturbadoras. Nos castigamos y nos motivamos y no sabemos en qué momento tomar un descanso. Definitivamente hay mucha sabiduría en todo el camino Mahayana. De manera alternativa, una motivación competitiva y celosa es un muy pesado viaje emocional. El sentido de “no soy lo suficientemente bueno, debería haberlo hecho mejor” está amarrado con culpa. Alcanzar la iluminación para ayudar a otros no es una carrera. Es de mucha ayuda tener formas estructuradas para desarmar nuestras emociones para que podamos ver lo que está realmente involucrado ahí. Una vez que hemos hecho eso, no tendríamos que encerrarnos en categorías sino realmente lidiar con nuestra vida. 

Puedo compartir con ustedes el ejemplo de una buena amiga mía que es psiquiatra en Filadelfia. Ella trabaja con algunas de las personas más violentas de las partes más deprimentes de la ciudad, que están en el rango entre los dieciocho y los veinticuatro años. Esta es su especialidad y es más exitosa que nadie logrando manejar a estas personas que la adoran absolutamente y esperan con ansia sus sesiones. Estas son personas sin hogar que tienen varios hijos desde los dieciocho años, algunos de ellos tienen problemas de drogas y prostitución, también hay casos de VIH positivo. Nadie había logrado hacer contacto con estas personas hasta que ella lo hizo.

Naturalmente, sus colegas constantemente le preguntan su secreto, cómo es que ha tenido tanto éxito comunicándose con estos jóvenes. Primero que nada, dice que cuando está con ellos, está cien por ciento con ellos y no se pone límite de tiempo. Si les dijera: “Bien, se terminó tu tiempo, es hora de irte”, no sabes si van a sacar la pistola y dispararte, porque llegan a ser realmente violentos. Así que la primera regla es, realmente estar con la persona, uno de sus grandes problemas es que nadie antes había tenido tiempo para ellos. 

Luego, dice, no los encasilla en categorías. Explica que todo el sistema de la psiquiatría está basado en llenar formatos para las compañías de seguros, porque tiene que entregar un diagnóstico. Esta persona es esquizofrénica; esa persona es otra cosa. Las categorías aprendidas en la escuela pueden ser útiles, no solo para los propósitos de las aseguradoras, sino como guías para lidiar con los diferentes padecimientos. Sin embargo, en el momento en que comienzas a pensar en las personas como categorías, deja de ser efectivo; necesitas olvidar todo eso y tan solo tratar a la persona, estar abierto a ellas y observar su situación individual.

Hacemos lo mismo al tratar con nuestros propios problemas emocionales. Tenemos un análisis o estrategia general y luego lidiamos con nosotros mismos tan solo como seres humanos. No somos otra categoría diferente, somos solamente seres humanos. Es como si fuéramos alcohólicos, es importante identificar “soy alcohólico”, pero lo que con frecuencia sucede es que quedamos tan atrapados en la identidad del alcohólico que nos hacemos adictos a grupos de ayuda y demás. Nos aterra dejar los grupos y seguir adelante con nuestra vida. Aunque sea de mucha ayuda compartir con otros terapéuticamente en un inicio, también es crucial para las personas caer en la cuenta de que somos seres humanos y tenemos muchos aspectos, y seguir adelante con la vida; no tendríamos que quedarnos atrapados en una categoría, sino vivir nuestra vida.

Resumen

Si queremos superar nuestras emociones perturbadoras, tales como los celos, vemos que es realmente importante analizar primero nuestros sentimientos. Existen varios tipos de celos y, por supuesto, cada uno de ellos requiere un método diferente para contrarrestarlo.

Cuando profundizamos un poco más, nos damos cuenta de que los celos son tan solo un síntoma de un problema mucho mayor. Es debido a que estamos fundamentalmente confundidos acerca de cómo existimos nosotros y los demás que podemos sentirnos celosos. Es por esta confusión básica que nos apegamos con fuerza a nuestra propia situación, pensando que siempre somos los perdedores y los otros los ganadores, o que los amigos deberían, siempre, tener tiempo para nosotros y no para los demás.

Cuando abrimos nuestra mente y corazón y vemos como es que “tú” y “yo” realmente existimos, es cuando podemos comenzar a crear una vida de relaciones satisfactorias con una variedad de personas, lo que será la causa para que disminuya cualquier sentimiento de celos que tengamos.

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