El Buda enseñó que la vida es difícil. Lograr un equilibrio emocional, por ejemplo, o mantener relaciones sanas, nunca es fácil. Sin embargo, nosotros hacemos que estos retos sean más difíciles de lo necesario por varias razones. Entre ellas se encuentran carecer de sensibilidad ante ciertas situaciones y reaccionar exageradamente ante otras. Aunque el Buda enseñó muchos métodos para superar las dificultades de la vida, en los textos tradicionales budistas indios y tibetanos no se hace referencia explícitamente al tema de la sensibilidad, debido a que las lenguas sánscrita y tibetana carecen de términos equivalentes para insensibilidad e hipersensibilidad. Esto no quiere decir que las personas de dichas culturas no sufran de estos dos problemas, sino que simplemente no organizan sus diferentes manifestaciones en dos términos generales. Sin embargo, para adaptar los métodos del Buda al desarrollo personal en el contexto occidental moderno, es necesario abordar estos temas como se formularían en una lengua occidental. Este libro intenta enfrentar ese reto.
Algunas personas se oponen a aprender de fuentes antiguas, pues sienten que los tiempos modernos exigen soluciones nuevas. No obstante, los principales obstáculos que impiden la sensibilidad equilibrada son universales. Algunos factores modernos pueden contribuir a la proliferación de nuestra falta de sensibilidad, como la exagerada exposición a la violencia en la televisión y el aislamiento de las personas de la tercera edad en asilos. Otros factores, como la dramática música de fondo en las películas, enfatizan y embellecen las reacciones exageradas. Sin embargo, estos factores solamente agravan las causas más profundas que siempre han estado ahí: la preocupación por uno mismo, la inseguridad, el miedo y la confusión. Además, a lo largo de la historia, las personas que han sobrevivido a los horrores de la guerra, las hambrunas o los desastres naturales, se han vuelto inmunes al sufrimiento de los demás. En muchas sociedades, sólo los fuertes y sanos sobreviven y sobresalen. Además, las personas siempre han reaccionado de forma exagerada para obtener atención, como los niños pequeños que “se lucen” cuando hay visitas en casa. Pensar que nosotros y nuestra época somos únicos y que no podemos aprender del pasado o de otras sociedades, es un tipo de egocentrismo cultural.
Mi principal maestro budista fue Tsenshap Serkong Rinpoche, el último maestro, compañero de debate y tutor asistente de Su Santidad el Dalái Lama. Tuve el privilegio de servirle durante nueve años como intérprete y secretario. Cada vez que Serkong Rinpoche daba iniciaciones en las prácticas de la clase superior de tantra, explicaba que nuestra mente está naturalmente dotada por los cinco tipos de conciencia profunda. Ilustraba este punto con ejemplos de la vida cotidiana. Uno de ellos era que todos tenemos una conciencia cual espejo, nuestra mente toma toda la información visual a su alcance; sin embargo, normalmente no ponemos total atención a los detalles. Recibir un empoderamiento de un maestro tántrico estimula el crecimiento de dichas formas de conciencia. Como resultado, obtenemos los cinco tipos de “sabiduría búdica”, tales como la habilidad de un buda para estar atento a todo. Después de la muerte de Rinpoche, reflexioné profundamente en el significado de este punto. Poco a poco me di cuenta de que sugería una profunda guía para el desarrollo de una sensibilidad equilibrada.
Serkong Rinpoche mostraba una gran flexibilidad en su estilo de enseñanza, siempre adaptándolo a su auditorio. Inspirado por su ejemplo, me dispuse a desarrollar un conjunto de ejercicios de meditación para reconocer y mejorar los cinco tipos de conciencia, como un método para aumentar las habilidades de sensibilidad. Para hacer estos ejercicios más accesibles a los auditorios occidentales, tomé prestadas varias aproximaciones que se utilizan en talleres de desarrollo personal. Dichos métodos incluyen que los participantes se sienten en círculo, mirándose los unos a los otros, y que trabajen con un espejo más frecuentemente de lo que se hace en las prácticas budistas tradicionales. Normalmente, los meditadores usan un espejo solamente para lograr el entendimiento del vacío y de la ilusión. En 1991 comencé a enseñar estos ejercicios en varios centros budistas del mundo y refiné los métodos con base en las experiencias y la retroalimentación de los participantes.
Muchas personas encontraron útiles estas prácticas de las conciencias profundas y me pidieron que escribiera un libro sobre el tema. Originalmente había planeado usar como base de dicho libro la trascripción de uno de mis cursos, pero como el material resultó ser demasiado corto para un libro, comencé a extenderme en el tema y a formular ejercicios adicionales. Conforme iba avanzando en el trabajo, resultó evidente que éstos se podían organizar en una progresión lógica, con el fin de formar un programa completo para desarrollar una sensibilidad equilibrada.
Este libro de trabajo está dirigido primordialmente a dos tipos de público. El primero consiste en miembros de centros budistas de cualquier denominación, sean o no de la congregación tibetana, que han alcanzado un punto de estancamiento en su práctica y que están buscando material adicional para estimular su progreso. Con frecuencia, las personas llegan a un nivel de práctica en el que no les es posible aplicar la meditación en su vida cotidiana. Para enfrentar tal necesidad, este programa entreteje facetas de diferentes prácticas tradicionales con ejercicios nuevos, los cuales están dirigidos, no sólo al objeto de atención acostumbrado (personas que imaginamos), sino también a otros miembros del grupo y a nosotros mismos. Por lo tanto, estos ejercicios pueden complementar las prácticas de meditación convencionales que se llevan a cabo en dichos centros, especialmente cuando éstos no cuentan con un maestro residente.
El segundo tipo de público corresponde a cualquier persona en busca de métodos para solucionar problemas de sensibilidad, o incluso desórdenes de sensibilidad, pero no aquellas que se encuentren en estados tan disfuncionales que requieran ayuda profesional. Personas cuyo trabajo implique interacción sensible con el público, como por ejemplo trabajadores sociales, maestros y personal médico, podrán encontrar el programa especialmente útil. Con la supervisión adecuada, este programa podría contribuir a su educación continua.
Aunque el libro provee las fuentes budistas para cada ejercicio, llevar a cabo el entrenamiento en casa o en un taller de sensibilidad no requiere del entendimiento de las mismas, y ni siquiera es necesario ser conscientes de esos antecedentes. Sin embargo, al ser un libro de trabajo, su lectura requiere del tiempo suficiente para hacer una pausa y reflexionar después de cada punto o ejemplo. Esta dinámica sigue el método pedagógico budista: una presentación concisa estimula al lector a desentrañar las implicaciones del texto. Con un esfuerzo sincero, él o ella pronto experimentarán entendimientos profundos y crecimiento personal.
La estructura del libro de trabajo se deriva de la aproximación tradicional a la meditación en la vacuidad: el análisis de cuatro puntos. Primero necesitamos identificar el problema. Después, necesitamos entender el método que se utilizará para disipar el problema, de tal forma que estemos convencidos de su validez. Sobre la base de estos primeros dos puntos, podemos entonces seguir el método elegido. El procedimiento se encuentra en los dos últimos puntos: eliminar las dos posturas extremas.
En la meditación tradicional sobre el vacío, los dos extremos son el nihilismo y el absolutismo, o en nuestro caso, la insensibilidad y la hipersensibilidad. Con el nihilismo ignoramos o negamos la realidad de una situación o de la causa y el efecto. Nuestra ingenuidad nos vuelve insensibles. Por otro lado, con el absolutismo creemos que las situaciones o los efectos de nuestras acciones o las de otros son permanentes, por lo tanto, reaccionamos exageradamente, con hipersensibilidad. La sensibilidad equilibrada es un “camino medio” que evita los dos extremos.