Los doce eslabones: Karma, mente y agregados de la siguiente vida

Repaso

Estuvimos hablando de que, en el budismo, la mente se refiere a una actividad que continúa sin pausa, sin principio y sin final. Es la actividad mental de experimentar las cosas y se trata de una experiencia individual y subjetiva. No estamos hablando de experiencias como eventos que se acumulan uno detrás del otro. Tampoco estamos hablando de la experiencia como un evento emocional, como cuando se dice: “ayer tuve una gran experiencia”. La experiencia tampoco tiene que ser consciente. Cuando dormimos, normalmente no somos conscientes de que estamos dormidos, pero aun así experimentamos estarlo, es decir, algo está pasando. De eso es de lo que estamos hablando. Ver, oír, oler, saborear, sentir y pensar son formas de experimentar cosas. Dormir, soñar, nacer y morir son también formas de experimentar algo. Incluso si estamos en coma, estamos experimentando algo: el coma.

Esta experiencia de las cosas es individual y subjetiva. Mi experiencia de ver la misma película que tú, es diferente de tu experiencia de verla. Nuestra experiencia tiene continuidad ininterrumpida, la cual no proviene simplemente de la nada en el momento de la concepción, ni termina a la hora de la muerte. No tiene absolutamente ningún sentido decir que la nada puede convertirse en la experiencia de algo y que una experiencia de algo puede convertirse en nada. Esto nos lleva a la conclusión de que la experiencia individual y subjetiva de las cosas no tiene principio y no tiene final. Lo cual significa que hay una continuidad de vidas, es decir, renacimiento.

Nuestra experiencia de las cosas puede estar mezclada con confusión o puede estar libre de ella. Cuando está mezclada con confusión tenemos el samsara, el renacimiento incontrolablemente recurrente. Nuestra experiencia de las cosas está llena de problemas de diferentes tipos. Cuando nos damos cuenta de nuestra experiencia de las cosas, estamos libres del samsara. Una vez que estamos libres del no darse cuenta, de forma que nunca más recurra, la continuidad de nuestra experiencia de las cosas aún continúa de una vida a otra, pero ya no bajo el control del no darse cuenta. Si estamos trabajando hacia la iluminación o si estamos iluminados, la continuidad es conducida por la compasión. La fuerza impulsora para continuar experimentando las cosas en el samsara, es el impulso de tratar de hacer que un “yo” aparentemente sólido exista y esté seguro. Queremos seguir viviendo. Cuando estamos libres de la confusión, la fuerza impulsora que nos hace seguir viviendo es el deseo de ser capaces de ayudar a los demás.

El no darse cuenta, que es el primer eslabón de surgimiento dependiente, es el no darse cuenta de cómo existimos nosotros y los demás, principalmente cómo existimos nosotros. Se siente como si existiéramos como una especie de “yo” sólido, concreto. Pero no sabemos realmente que ésta es sólo una apariencia o una sensación que no corresponde con la realidad, o pensamos que sí corresponde con ella. Este no darnos cuenta nos torna desconcertados. Nuestra mente no tiene claro cómo existimos y, por lo tanto, somos inseguros e indecisos. Al ser inseguros de nosotros mismos, nos aferramos tercamente a cualquier cosa que decidimos por intentar ganar nuevamente algo de seguridad. Debido a que somos inseguros acerca de cómo existimos y sentimos que somos un “yo” concreto, queremos asegurar a este “yo” sólido imaginado. De hecho, toda nuestra vida está impulsada por la compulsión de intentar asegurar a este “yo” sólido. Esta compulsión es más fuerte en el momento de la muerte. Queremos desesperadamente que el “yo” sólido continúe existiendo a cualquier costo. Esa es la fuerza impulsora que nos conduce al siguiente renacimiento, con la continuidad del no darse cuenta de cómo existimos.

Ayer vimos que esta confusión sobre cómo existimos tiene dos niveles. Está el no darse cuenta basado en la doctrina y el no darse cuenta que surge automáticamente. El no darse cuenta basado en la doctrina es algo que aprendemos. Su forma auténtica se adquiere de los conceptos que hemos aprendido y aceptado de uno de los sistemas filosóficos indios no budistas. Una forma análoga podría provenir de ser condicionados por nuestras familias, la sociedad, la televisión, diversas ideologías, propaganda, publicidad y demás. Este condicionamiento conduce a neurosis profundamente enraizadas. El no darse cuenta que surge automáticamente, no es algo que alguien tiene que enseñarnos ni influenciarnos para tenerlo. Todos lo tenemos todo el tiempo, simplemente por la forma limitada en que nuestra actividad mental hace aparecer las cosas. Las hace aparecer como si existiéramos como un “yo” sólido, el llamado “yo” falso, y se siente como tal.

Vimos que si quisiéramos describir este sentimiento de un “yo” sólido, lo describiríamos como si tuviera tres características. El sentimiento superficial de cómo existimos es que hay un “yo” sólido que no es afectado por lo que pasa, que es siempre uno y el mismo y que es una entidad separada de nuestras experiencias. Sobre la base de estas tres características, hay una más sutil. Aunque la explicación real de esta forma sutil de no darse cuenta es mucho más profunda y compleja, con frecuencia se explica de una forma más simple. Sentimos que este tipo de “yo” es el jefe que controla lo que está pasando. Es el observador, el que toma decisiones, el controlador que tiene que estar en control o que está fuera de él.

Vimos algunos ejemplos de esta confusión acerca de cómo existimos. En términos del no darse cuenta basado en la doctrina, se nos ha dicho y pensamos, por ejemplo: “simplemente sé tú mismo, sé fiel a ti mismo”. Eso tiene pleno sentido para nosotros. Ser tú mismo significa no ser afectados y estar separados de cualquier situación. De la misma forma, se nos dice que seamos únicos y nos encontremos a nosotros mismos, un yo que siempre será uno y el mismo sin importar lo que pase.

Los tres aspectos se traslapan. Sentimos: “estoy separado de mi experiencia, pero cuando me involucro en las experiencias, debo ser yo mismo, único, siempre uno y el mismo”. Ese tipo de “yo” sólido necesita estar en control. Escuchamos decir: “contrólate a ti mismo”, “no dejes que nadie te pisotee”, “mantén el control”. Todo esto está profundamente arraigado. Decimos: “tengo que protegerme de ser herido”, como si hubiera alguna pequeña entidad por aquí dentro de nosotros y otra entidad, también dentro de nosotros, pero del otro lado, que tiene que proteger a la primera de ser herida. Si lo observamos, podemos ver cómo es la fuente de la preocupación excesiva por uno mismo, de ansiedades, nerviosismo y demás. Todo ello se multiplica debido a este no darse cuenta. “Tengo que preparar una buena escena, porque si no van a descubrir mi verdadero ‘yo’”. Tal pensamiento está basado en pensar que hay un “yo” real. O decimos: “tú dices que me amas, pero no conoces a mi verdadero ‘yo’. Si lo conocieras, no me amarías”. En consecuencia, no podemos aceptar que alguien nos ame. O llegamos a casa del trabajo, nos quitamos los zapatos y pensamos: “ah, ahora puedo ser ‘yo mismo’”. Es raro, ¿no?

Lo opuesto de esto es experimentar las cosas momento a momento dándonos cuenta de nuestra motivación, de lo que pasa con otras personas y, con compasión, refrenándonos de actuar de forma dañina. Simplemente actuamos, comunicamos, nos relacionamos, sentimos emociones y experimentamos cosas momento a momento, sin preocupación excesiva por uno mismo y sin elaborar algo sobre el simple experienciar.

El problema es que se siente como si hubiera un “yo” sólido en nuestra experiencia. Éste es el no darse cuenta que surge automáticamente. De forma automática parece como si hubiera un “yo” sólido al que nada afecta. Nos comemos un enorme trozo de pastel de chocolate y, dado que no engordamos en el siguiente momento, decimos: “no me afectó, para nada me afecta”. “Me herí a mí mismo, pero aquí estoy. Realmente no me afectó”. Nos vamos a dormir y cuando nos levantamos por la mañana sentimos: “¡aquí estoy yo otra vez!”, el mismo “yo”, siempre el mismo.

Se siente como si estuviéramos separados de lo que nos pasa porque podemos disociarnos de nuestras experiencias. Recuerdo una vez que caí sobre la acera de concreto y me rompí las costillas. Había una experiencia muy fuerte de un “yo” separado de la experiencia que no quería relacionarse con ella. Cuando nuestra pareja empieza a llorar o gritar, con frecuencia nos disociamos completamente. Realmente se siente como si hubiera un “yo” separado que no quiere experimentar lo que está pasando. A la mañana siguiente de cuando nos emborrachamos, decimos: “realmente no era yo mismo anoche”. O a veces decimos automáticamente: “no me siento bien, realmente hoy no me siento yo mismo”. Y ahí está esa vocecita rondando en nuestra cabeza todo el tiempo. Se siente como si la voz fuera la de este “yo” sólido, el controlador, que obviamente está separado de lo que pasa porque siempre está comentando. Esta voz en nuestra cabeza hace que el fenómeno de preocuparse sea incluso más concreto. Refuerza nuestra confusión, automáticamente está ahí, no necesitamos aprender cómo hacerlo.

Eso es lo terrible del samsara: este no darse cuenta de cómo existimos se perpetúa a sí mismo por el mecanismo de surgimiento automático que lo refuerza. Cuanto más entendemos lo que pasa, más disgustados nos sentimos. Es como pensar que nuestra situación en la oficina está bien y luego descubrir que nuestro jefe fue deshonesto. Cuando descubrimos el fraude, nos disgustamos. Desarrollamos la determinación de liberarnos de eso. Esto es lo que normalmente llamamos “renuncia”. Es la determinación de liberarnos del samsara y la completa disposición a abandonarlo.

Con el “Dharma-lite”, nuestra actitud es pensar “quiero ser libre”, pero no pensamos que tenemos que renunciar a algo. El dharma-lite es como la Coca-Cola lite, es deliciosa pero no es “la auténtica”. No hay nada de malo con el dharma-lite, puede ser útil, pero tenemos que ir un poco más lejos. Para salir de nuestros problemas, tenemos que renunciar a ellos. Tenemos que abandonar el no darse cuenta que los causa y los patrones y hábitos que lo refuerzan.

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