El budismo se había extendido por Asia Central y en la mayoría de las regiones orientales de Medio Oriente antes de la llegada de los árabes sunitas de la península arábiga y su conquista de estas áreas, a partir de mediados del siglo VII e.c. Las relaciones árabes con los pueblos que conquistaron y con sus siempre cambiantes aliados y enemigos entre los chinos, tibetanos y turcos no se basaban en la religión, sino en conveniencias políticas, militares y económicas. El objetivo principal era obtener control de la Ruta de la Seda para gravar el lucrativo comercio que pasaba por ella. Si los budistas a lo largo de la ruta se sometían a su gobierno y pagaban un impuesto de capitación, eran aceptados como "Gente del Libro" y las tarifas de entrada a los templos proporcionaban fondos adicionales para los gobernantes.