Estudiar con un maestro espiritual

Existen muchos niveles de estudiantes y maestros espirituales. Surge mucha confusión cuando estudiantes potenciales se imaginan que ellos y/o sus maestros tienen un nivel de calificación mayor que el que realmente tienen, o cuando consideran que su maestro es un terapeuta. Cuando, mediante una introspección honesta y un examen realista, aclaramos el nivel en el que estamos, podemos desarrollar una relación estudiante-maestro que sea saludable.

Hechos empíricos sobre la relación espiritual estudiante-maestro

Para evitar la confusión en la relación espiritual estudiante-maestro, necesitamos reconocer ciertos hechos empíricos:

  1. Casi todos los buscadores espirituales progresan a través de etapas a lo largo del camino espiritual.
  2. La mayoría de los practicantes estudian con muchos maestros a lo largo de sus vidas y construyen diferentes relaciones con cada uno ellos.
  3. No todos los maestros espirituales han alcanzado el mismo de nivel de consumación.
  4. El tipo de relación apropiada entre un buscador específico y un maestro específico depende del nivel espiritual de cada uno.
  5. Las personas se relacionan usualmente con sus maestros de formas progresivamente profundas de acuerdo al avance a lo largo del camino espiritual.
  6. Debido a que el mismo maestro puede jugar diferentes roles en la vida espiritual de cada buscador, la relación más apropiada que cada buscador tiene con un maestro, puede ser distinta.

Niveles de maestros y buscadores espirituales

Existen muchos niveles de maestros y buscadores espirituales, tales como:

  • Profesores de budismo – que dan información en una universidad,
  • Instructores de Dharma – que muestran cómo aplicarlo en la vida,
  • Entrenadores de meditación – que enseñan métodos similares a la enseñanza del tai-ch’i o yoga,
  • Mentores espirituales – diferenciados por el nivel de votos que otorgan a los estudiantes: votos de monje o laicos, votos bodisatva o votos tántricos.

Respectivamente hay:

  • Estudiantes de budismo – deseando obtener información,
  • Alumnos del Dharma – deseando aprender cómo aplicarlo en la vida,
  • Entrenadores de meditación – deseando aprender métodos para relajar o entrenar la mente,
  • Discípulos – deseando mejorar vidas futuras, ganar la liberación la iluminación, y están listos para tomar algún nivel de votos para ayudar a alcanzar estas metas. Aún si los discípulos desean mejorar sus vidas, ellos ven esto como una serie de pasos a dar en el camino a la liberación e iluminación.

Cada nivel tiene sus cualidades y, como un buscador espiritual, necesitamos tomar en consideración nuestro propio pasado y el de nuestro maestro – asiático u occidental, monje, monja o laico, nivel de educación, nivel emocional y nivel de madurez ética, nivel de compromiso, y así sucesivamente. Por lo tanto, es importante proceder despacio y cuidadosamente.

Cualidades de un potencial discípulo y un potencial maestro espiritual

Como un discípulo potencial, necesitamos revisar nuestro propio nivel de desarrollo, para no producir una relación para la cual no estamos listos. Las principales cualidades que debe tener un discípulo, son:

  1. Amplitud mental, sin estar apegado sus propias preconcepciones y opiniones,
  2. Sentido común, para diferenciar entre lo que es adecuado y lo que no,
  3. Fuerte interés en el Dharma y en encontrar un maestro debidamente calificado,
  4. Apreciación y respeto por el Dharma y por maestros bien calificados,
  5. Una mente atenta,
  6. Un nivel básico de estabilidad y madurez emocional,
  7. Un sentido básico de responsabilidad ética.

Dependiendo del nivel del maestro, éstos necesitan más aptitudes. En general, las principales son:

  1. Una sana relación con sus propios maestros espirituales,
  2. Más conocimientos del Dharma que el estudiante,
  3. Experiencia y algún nivel de éxito aplicando sus métodos en la meditación y en la vida diaria,
  4. La habilidad para poner un ejemplo alentador de resultados positivos al aplicar el Dharma a la vida. Esto significa tener:
  5. Auto disciplina ética,
  6. Estabilidad y madurez emocional, basadas en la liberarse de problemas emocionales ordinarios,
  7. Sincera convicción en beneficiar a los estudiantes como principal motivación para la enseñanza,
  8. Paciencia al instruir,
  9. Carencia de pretensión (no pretender tener cualidades que no posean) e hipocresía (sin esconder las fallas que tienen, como la escasez de conocimientos y experiencia).

Necesitamos ajustar las cosas a la realidad de la situación – ¿Qué nivel de calificación ofrecen los maestros disponibles en nuestra ciudad?, ¿Cuánto tiempo y compromiso tenemos?, ¿Cuáles son nuestras metas espirituales (realísticamente, no sólo de forma ideal “para el beneficio de todos los seres sintientes”), etc. Si revisamos las aptitudes de un potencial maestro antes de involucrarnos en una relación espiritual, podremos evitar los extremos de hacer del maestro un dios o un diablo. Cuando hacemos de un maestro espiritual un dios, nuestra ingenuidad nos abre hacia un posible abuso. Si lo vemos como un demonio, nuestra paranoia nos impide beneficiarnos.

Video: Jetsunma Tenzin Palmo — “Cómo encontrar un maestro”
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Las diferencias entre ser un discípulo de un mentor espiritual y ser un cliente de un terapista

Una de las mayores fuentes de confusión en la relación espiritual estudiante-maestro es el deseo de tener al mentor espiritual como un terapista. Considerando por ejemplo a alguien deseando obtener felicidad emocional y relaciones Divinas por el resto de su vida. Siendo discípulo de un mentor espiritual para alcanzar esta meta, en muchas formas se asemeja a ser cliente de un terapista por el mismo propósito.

Ambos, budismo y terapia:

  1. Surgen del reconocimiento y admisión del sufrimiento en nuestras vidas y el deseo de aliviarlo.
  2. Se vinculan trabajando con alguien para reconocer y entender sus problemas y las causas. Muchas formas de terapia, de hecho, concuerdan con que el entender el budismo sirve como clave para la auto-trasformación.
  3. Involucran escuelas de pensamiento que enfatizan profundamente el entendimiento de las causas de nuestros problemas, tradiciones que estresan el trabajo en métodos pragmáticos para vencer estos factores, y sistemas que recomiendan una balanceada combinación de dos puntos de vista.
  4. Interceder estableciendo una saludable relación emocional con el mentor o terapista como parte importante del proceso de auto-desarrollo.
  5. Aunque la mayoría de las formas clásicas de terapia evanden el uso de lineamientos eticos para modificar el comportamiento de los clientes y maneras de pensar, unas pocas escuelas post clásicas defienden pricipios similares a aquellos en el budismo. Tales principios incluyen ser igualmente justo con todos los miembros de una familia disfuncional y abstenerse de actuar con impulsos destructivos, tales como la ira.

A pesar de las similitudes, al menos cinco diferencias resaltantes existen entre ser un discípulo de un mentor budista y ser cliente de un terapista:

(1) El grado emocional en el cual uno establece la relación. Los potenciales clientes generalmente recurren a un terapista mientras están emocionalmente perturbados. Ellos hasta podrían ser sicóticos y requerir medicación como parte del tratamiento. Los potenciales discípulos, por el contrario, no establecen una relación con un mentor como el primer paso en sus caminos espirituales. Antes de ello, han estudiado las enseñanzas de Buda y empezado a trabajar sobre sí mismos. Por consiguiente, han alcanzado un nivel suficiente de madurez emocional y estabilidad, por lo que la relación mentor-discípulo que se establece es constructiva en el sentido budista de la palabra. Es decir, los discípulos budistas necesitan estar relativamente libres de comportamientos y actitudes neuróticas.

(2) La interacción que uno espera en la relación. Los clientes potenciales están mayormente interesados en tener a alguien que los escuche. Por ello, esperan del terapista una concentrada y devota concentración hacia ellos y a sus problemas personales, Inclusive en el contexto de la terapia grupal. Los discípulos, por otro lado, normalmente no comparten problemas personales con sus mentores y no esperan atención individualizada. Aun si ellos los consultan para orientaciones personales, no lo suelen hacer. El enfoque en la relación está en oír las enseñanzas. Los discípulos budistas primordialmente aprenden métodos de sus mentores para vencer problemas generales que todos enfrentan. Entonces asumen responsabilidades personales para aplicar los métodos a sus situaciones específicas.

(3) Los resultados esperados al trabajar la relación. La terapia apunta hacia aprendizaje de aceptar y vivir con los problemas en nuestras vidas, o minimizarlos para que ellos sean tolerables. Si nos acercáramos a un mentor budista espiritual con el objeto de lograr un bienestar emocional para nuestra vida, podemos también esperar minimizar nuestros problemas. A pesar de las dificultades de la vida – el primer hecho de vida (verdad noble) que Buda enseñó – podríamos hacerla menos difícil.

Hacer nuestras vidas emocionalmente menos difíciles, como quiera que sea, es solo un paso preliminar para alcanzar el camino clásico budista. Los discípulos de mentores espirituales estarían al menos orientados hacia la más grande dirección de renacimientos favorables, liberación e iluminación. Además, los discípulos budistas tendrían un entendimiento intelectual del renacimiento como lo explica el budismo y al menos una aceptación tentativa de su existencia. Los clientes de las terapias no necesitan pensar sobre el renacimiento o metas más allá de mejorar sus situaciones inmediatas.

(4) El nivel de compromiso para la auto-transformación. Los clientes de terapistas pagan una tarifa por hora, pero no se encargan ellos mismos de cambiar de por vida el comportamientos y actitudes. Los discípulos budistas, al contrario, pueden o no pagar por enseñanzas; no obstante, ellos cambian formalmente sus direcciones en la vida. Al tomar una dirección segura (refugio), los discípulos se dedican por si mismos al seguimiento del auto-desarrollo que los Budas completamente han recorrido y luego enseñado, y que la altamente realizada comunidad espiritual se esfuerza en seguir.

Además, los discípulos budistas se dedican por si mismos a un curso de acciones éticas, constructivas, hablando y pensando en la vida. Intentan lo más posible, seguir patrones constructivos en vez de destructivos. Cuando los discípulos sinceramente desean liberarse de problemas constantes de renacimientos incontrolables, adquieren un compromiso mucho mayor al tomar formalmente votos laicos o monásticos. Los discípulos en esta etapa de voto de auto-desarrollo para la vida, se restringen para siempre de modos específicos de conducta que son de naturaleza destructiva, o aquellos que Buda recomendó a ciertas personas evitar para propósitos específicos. Un ejemplo de esto último son los monásticos abandonando las vestimentas laicas para usar túnicas, y así reducir el apego. Aún antes de desarrollar el deseo de una liberación completa, los discípulos suelen tomar votos laicos o monásticos.

Los clientes de terapistas, por otro lado, acuerdan en seguir ciertas reglas de procedimientos como parte del método terapéutico, tales como mantener un itinerario de citas de cincuenta minutos. No obstante, estas reglas, son pertinentes únicamente durante el tratamiento. No se aplican fuera del ambiente terapéutico, no se vinculan abstinencias de comportamientos de naturaleza destructiva y no son para la vida.

(5) La actitud hacia el maestro o terapista. Los discípulos ven a sus mentores espirituales como ejemplos vivientes de lo que ellos se esfuerzan en lograr. Ellos los consideran de esta manera basados en el reconocimiento adecuado de las buenas cualidades del mentor; y mantienen y refuerzan esta visión a lo largo del camino gradual a la iluminación. Los clientes, sin embargo, pueden concebir a sus terapistas como modelos para una salud emocional, pero ellos no requieren corregir la conciencia de las buenas cualidades del terapista. Ser como un terapista no es el objetivo de la relación. Durante el curso del tratamiento, los terapistas dirigen a sus clientes más allá de la proyección de ideales.

Video: Dr. Alexander Berzin — “Maestro espiritual vs. Terapeuta”
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El uso equivocado del término discípulo

Algunas veces, las personas se llaman a sí mismas discípulos de mentores espirituales a pesar del hecho de que ellas, el maestro, o ambos se quedan cortos cumpliendo el significado correcto de los términos. Su ingenuidad frecuentemente los guía hacia esperanzas irreales, desavenencias, sentimientos de dolor y hasta de abuso. Ser objeto de abuso, en este contexto, significa ser explotado sexual, emocional o financieramente; o siendo manipulado por alguien en una muestra de poder. Examinemos tres tipos comunes de seudo-discípulos encontrados en Occidente, quienes son especialmente susceptibles a problemas con maestros espirituales.

(1) Algunas personas vienen a los centros de Dharma buscando complacer sus fantasías. Han leído o escuchado algo sobre el “misterioso Oriente” o sobre hurís súper-estrellas, y desean trascender sus aparentes vidas aburridas al tener una experiencia exótica o mística. Estas personas al conocer maestros espirituales se declaran instantáneamente como discípulos, especialmente si los maestros son asiáticos, visten túnicas, o ambas cosas. Están propensas a conductas similares con maestros Occidentales quienes portan títulos o nombres asiáticos, aun cuando no vistan túnicas. 

La búsqueda de lo oculto suele desestabilizar las relaciones que dichos buscadores establecen con maestros espirituales. Más si ellos se declaran discípulos de mentores propiamente calificados, con frecuencia abandonan a éstos cuando se dan cuenta que nada sobrenatural está ocurriendo, excepto quizás en su imaginación. Además, las actitudes irreales y las altas expectativas de “ discípulos instantáneos” suelen nublar sus facultades críticas. Tales personas están particularmente abiertas a la decepción por charlatanes espirituales hábiles en vestirse de buenos actos.

2) Otros pueden recurrir a los centros, desesperados por ayudar a sobreponerse del dolor físico o emocional. Pueden haber intentado distintas formas de terapia, pero no aprovecharlas. Ahora, buscan la cura milagrosa de un Sanador Mágico. Se declaran a sí mismos discípulos de alguno que pudiera darles una píldora sagrada, darles la oración especial o mantra para repetir o hasta la penitencia a cumplir – como el hacer cien mil postraciones – que resolverá automáticamente todos sus problemas. Ellos se inclinan especialmente a los mismos tipos de maestros que le fascina a la gente que está en búsqueda de lo oculto. La mentalidad de “solución instantánea” de los buscadores de milagros suelen llevar al chasco y la desesperación, aun cuando el seguir el consejo de mentores calificados no resulte en curas milagrosas. Una mentalidad de “solución instantánea” también atrae el abuso de un charlatán espiritual.

(3) Aún otros, especialmente desencantados, jóvenes desempleados, vienen a los centros de Dharma de cultos a sectas con la esperanza de obtener un repotenciamiento existencial. Los megalomaníacos carismáticos se caracterizan por el uso de términos “fascistas espirituales”. Prometen a sus llamados “discípulos” fuerza en números si ellos ofrecen total lealtad a sus sectas. Ellos más allá de seducir a sus discípulos con descripciones dramáticas de protectores feroces quienes aplastarán a sus enemigos, especialmente a los seguidores de tradiciones budistas inferiores o impuras. Con historias grandiosas de poderes sobre-humanos de los padres fundadores de sus movimientos, intentan colmar los sueños de los discípulos con un líder poderoso quien los alzará a posiciones de autorización espiritual. Respondiendo a estas promesas, tales personas rápidamente se auto-declaran discípulos y ciegamente siguen cualquier instrucción u orden que maestros autoritarios les dé. Los resultados generalmente son desastrosos.

Conclusión

En resumen, así como no todos los que enseñan en un centro budista son auténticos maestros espirituales, de manera similar, no todos los que estudian en un centro son auténticos discípulos espirituales. Necesitamos hacer uso preciso de ambos términos, maestro y discípulo, lo cual requiere honestidad espiritual y carencia de pretensiones.

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