Repaso
Hemos revisado las diferentes etapas para desarrollar ecuanimidad, específicamente hacia nosotros mismos. Es un tipo de ecuanimidad con la que tenemos una actitud equilibrada hacia nosotros mismos: libre de aversión (una actitud negativa); libre de atracción (hacer demasiado énfasis en nosotros mismos); y libre de ingenuidad, (ignorarnos a nosotros mismos). Hemos observado nuestras actitudes hacia nosotros mismos en términos de diversos eventos, de lo que hemos hecho en nuestra vida o lo que nos ha sucedido, y después en términos de cómo nos hemos considerado y tratado. La última variable que me gustaría explorar es en términos de diferentes aspectos de nuestro cuerpo y nuestra personalidad.
Desarrollar ecuanimidad hacia diferentes aspectos de nuestro cuerpo y nuestra personalidad
Me parece que a la mayoría de nosotros nos disgustan ciertos aspectos de nuestra personalidad; quizás incluso los odiemos. Me parece que en inglés (y en español) usamos la palabra “odiar” de forma un poco más libre de como la usan ustedes en ruso. Algunas personas dicen en inglés: “odio mis pies, son horribles”; esto quizás suena extraño en ruso. Pero, en cualquier caso, es posible que realmente nos desagraden u odiemos ciertas partes de nuestro cuerpo, por ejemplo, que somos de baja estatura o gordos, o que algunas partes de nuestra anatomía son pequeñas.
También es posible que haya aspectos de nuestra personalidad que realmente no nos gusten, por ejemplo, ser tímidos. Por supuesto, es saludable que deseemos trabajar con nuestros defectos, pero aquí estamos hablando de realmente tener una actitud muy negativa acerca de nosotros mismos por algo que consideramos un defecto de nuestra personalidad.
Asimismo, hay otros aspectos que realmente nos gustan de nosotros y a los que estamos muy apegados; podría ser nuestra buena apariencia o nuestra inteligencia. Y también hay otros aspectos de nosotros que ignoramos y que no encontramos en absoluto significativos, por ejemplo, que se nos facilita hablar con cualquier persona.
Tratemos de obtener ecuanimidad hacia todos esos aspectos de nuestro cuerpo y nuestra personalidad.
Pensar en aspectos que no nos gustan
Primero, piensen en aspectos de ustedes mismos que no les gusten o, incluso con más fuerza, hacia los que tengan sentimientos muy negativos. “Soy débil; no soy lo suficientemente fuerte”, “estoy muy gordo”, “tengo muy mal genio”, “no soy muy inteligente”, “soy flojo”, o lo que sea. Estamos pensando particularmente en cosas por las que nos menospreciamos, aquellas por las que sentimos que no somos buenos. Pero recuerden, como dije, podemos tener una actitud saludable en términos de querer mejorar esos defectos; eso es diferente.
Pensamos: “¿Por qué me siento tan mal conmigo mismo debido a estos defectos?”. Tengan presente que algunos de ellos pueden ser reales o imaginarios. En cualquier caso, estamos exagerando su importancia, ¿no es así?
Y pensamos: “Todos tenemos puntos débiles, pero también tenemos puntos fuertes. Yo tengo algunos puntos fuertes; no es cierto que todo en mí sea terrible. De hecho, si pensamos en ello, sólo un buda es alguien que únicamente tiene buenas cualidades. Todos los demás tienen algunos puntos débiles, así que ¿qué puedo esperar de mí? Y todos tienen algunos puntos positivos. No existe nadie que no tenga ni un solo punto positivo. Así que no es la gran cosa, no es nada especial que tengamos puntos débiles. Por lo tanto, no voy a odiarme a mí mismo y a menospreciarme sólo debido a las cualidades débiles. Tendré una actitud equilibrada hacia ellas y trabajaré en el nivel que me sea posible para tratar de superarlas. Pero no soy inherentemente una mala persona sólo porque no puedo jugar bien al fútbol”, o lo que sea. En realidad, cuando empezamos a pensar en ello nos damos cuenta de lo tonto que resulta. Es absurdo pensar: “Soy una mala persona porque no soy bueno para las matemáticas”.
Así, tratamos de considerar nuestros puntos débiles con ecuanimidad, sin sentirnos muy negativos o mal acerca de ellos. Sobre esa base, podemos ser más objetivos hacia nuestros defectos, sin exagerarlos y sin negarlos o trivializarlos.
“Estos son los puntos en los que necesito trabajar. Todos tienen puntos en los que necesitan trabajar y estos son los míos en este momento de mi vida. En otro momento de mi vida quizás sea diferente”.
[Pausa para práctica]
Pensar en aspectos a los que estamos apegados
Después pensamos en aspectos de nosotros mismos que nos encantan, aspectos a los que estamos muy apegados y que nos hacen pensar que somos maravillosos, si es que tenemos alguno que seamos capaces de reconocer.
Algunas personas que tienen una profunda baja autoestima ni siquiera pueden reconocer alguna cualidad positiva que tengan, menos aún sentir que son maravillosos debido a ella. Si tal es nuestro caso, necesitamos ser más objetivos. Mientras más trabajamos en este primer paso de no exagerar nuestros puntos débiles (todos tienen puntos débiles) sino ver que nadie tiene solamente puntos débiles, en otras palabras, mientras más seamos capaces de desarrollar ecuanimidad hacia nuestros puntos débiles, más fácil será que reconozcamos nuestros puntos fuertes.
Una vez que identificamos algunos de nuestros puntos fuertes, examinamos nuestra actitud hacia ellos. ¿Nos vuelven presuntuosos? “Presuntuoso” significa que pensamos que somos maravillosos por tener esa cualidad, que somos mejores que todos los demás. Podría ser nuestra apariencia; podría ser que soy una persona tan amorosa, compasiva y maravillosa; podría ser nuestra inteligencia, nuestra situación financiera. Podría ser cualquier cosa por la que nos sintamos presuntuosos.
Pero si pensamos en ello, por supuesto que también tenemos puntos débiles. Así que ¿qué tienen de especial esos puntos buenos? ¿Qué los hacer ser más reales que los puntos débiles? Y así, nos determinamos a no sentirnos arrogantes ni presuntuosos por esos puntos fuertes o buenos que tenemos. “No son nada especial; simplemente los acepto”.
[Pausa para práctica]
Así como necesitamos aceptar nuestros puntos débiles como cosas en las que necesitamos trabajar, de manera similar, necesitamos aceptar nuestros puntos fuertes como el material que podemos utilizar, las habilidades con las que contamos para superar nuestros defectos. En lugar de sentir: “Oh, soy tan maravilloso” debido a los puntos fuertes, mejor los utilizamos. Usémoslos para mejorarnos a nosotros mismos. Usémoslos para ayudar a otros. Qué sentido tienen esos puntos positivos si no los utilizamos de una forma beneficiosa, pero sin pensar “soy maravilloso” debido a ellos.
Pensar en los aspectos que ignoramos
En tercer lugar, nos enfocamos en los aspectos de nosotros mismos que tendemos a ignorar, que tendemos a olvidar, porque realmente no los consideramos significativos, cualesquiera que sean. “Soy bueno cuidando mi casa. La mantengo limpia y ordenada”. Podemos pensar que esto es trivial (“¿Y qué?”). O “soy un buen conductor”. O “tengo mucho entusiasmo, mucha energía”.
Cuando empezamos a examinarnos con todas nuestras diversas cualidades y aspectos, puede ser muy útil hacer una lista: ¿cuáles son mis puntos fuertes? ¿Cuáles son mis puntos débiles? ¿Cuáles son los puntos que realmente nunca considero importantes acerca de mí? Hagan un sondeo, escríbanlo. Puede ser muy interesante. “Soy muy cuidadoso” o “soy muy educado”, son cosas que podemos trivializar.
Tomen en cuenta que estas cosas que tendemos a ignorar o considerar insignificantes no tienen que ser buenas cualidades; también podrían ser defectos. “Como demasiado rápidamente. Eso hace que las otras personas con las que estoy comiendo se sientan incómodas porque termino antes que ellas, mucho antes que ellas”. O “como muy lentamente. Todos los demás terminan y yo aún estoy jugando con mi comida; todos se impacientan y se molestan porque consideran una falta de educación levantarse de la mesa y sólo se quedan a esperarme a mí, mientras piensan: “vamos, termina de comer”. Algunas personas de hecho dejan sobre la mesa su tenedor o su cuchara mientras mastican cada bocado, y pensamos: “Por Dios, ¿cuándo agarrará nuevamente sus cubiertos para comer el siguiente bocado?”. Quizás somos así. Ni siquiera nos damos cuenta de que esto molesta a las personas con las que comemos. Si comemos solos, no importa qué tan lento o rápido comamos; me refiero a cuando comemos con otras personas.
Existen estas pequeñas cosas que algunas veces, de hecho, se vuelven bastante significativas en términos de nuestra interacción con los demás, pero es posible que nosotros las ignoremos. Se me ocurren muchos ejemplos de cosas que solemos no tomar realmente en consideración. Pienso en personas que no hablan lo suficientemente fuerte. Debido a que tú no hablas lo suficientemente fuerte las personas no te toman muy en serio. Realmente no pueden escuchar lo que estás diciendo, tienen que esforzarse para escuchar lo que dices y, por lo tanto, ni siquiera se molestan en prestarte atención. O hay personas que hablan en voz muy alta.
Después consideramos: “¿Por qué ignoro esos aspectos? ¿Por qué pienso que no son parte de mí? Son aspectos míos tanto como los puntos fuertes o los puntos débiles, aquellos que noto, así que no hay razón para ignorarlos”.
[Pausa para práctica]
Pensar en ejemplos de los tres aspectos
Al final, necesitamos pensar en todos estos aspectos de nosotros mismos -nuestra personalidad, nuestro cuerpo, nuestros hábitos y demás- y tener un sentimiento objetivo hacia todos ellos, sin sentirnos repelidos por algunos aspectos, atraídos por otros, y sin hacer caso omiso de un tercer conjunto. La forma en que lo hacemos es elegir algunos aspectos representativos: un punto con el que nos sintamos terriblemente, uno con el que nos sintamos maravillosamente y uno que ignoremos. Después observamos estos tres aspectos y tratamos de verlos sin atracción, repulsión o indiferencia; simplemente estemos abiertos a los tres.
[Pausa para práctica]
Tratamos de ver estas tres cualidades de nosotros mismos con ecuanimidad, con una mente calmada, con la misma actitud hacia las tres. Nos aceptamos a nosotros mismos. Eso no significa que seamos autocomplacientes y que no hagamos nada para mejorar. Aceptamos que, objetivamente, esto es en lo que tenemos que trabajar y con lo que contamos para trabajar, como dije antes, pero sin pensar que existe algún otro poder en algún lugar arriba que nos ha proporcionado estas cartas –como en un juego de baraja- y que son con las que tenemos que jugar la partida. Eso es convertir nuestra vida en un viaje extraño: que nos han dado cartas para jugar, que alguien más controla el juego y que la vida es sólo un juego. No es así. “Me han dado una mala mano en la baraja, pero aun así voy a tratar de ganar con estas cartas”. Debo decir que esa es una forma muy rara de ver nuestra vida, pues deposita la responsabilidad en alguien más. No tenemos que inventar toda una historia al respecto, de alguien que reparte las cartas con las que estamos jugando. En lugar de ello, de forma más simple, “esta es la realidad; esto es lo que tengo”.
El problema con esta analogía del juego de baraja es que nos hace imaginar que yo soy una entidad separada que está en un lado, que todos los aspectos de mi vida son cartas separadas de mí, y que algo más –un poder superior o un destino impersonal- nos repartió las cartas. Esa es una forma muy alienada de ver nuestra vida. Si tenemos esa visión y seguimos el camino budista, tenemos un gran problema de distorsión en términos de lo que queremos decir con renuncia, porque entonces lo vemos como un “yo” real y sólido que dice: “Ya no quiero jugar este juego de cartas, es estúpido”, como si pudiéramos tirar las cartas y seguir siendo un “yo” sólido, y pensar: “Oh, soy tan maravilloso, ahora no tengo que jugar ese estúpido juego”. Aún nos quedamos con la fuente del problema: este concepto de un “yo” falso que ahora es independiente de un tonto juego de cartas.
Regresemos y tratemos de ver todos estos diferentes aspectos, no como algo separado de nosotros, no como una mano de baraja, sino con el entendimiento de que el “yo” está basado en todos ellos. Lo que también me parece muy importante es no ver estos diversos aspectos de nosotros mismos –esta base para nosotros mismos- como si estuvieran fragmentados, como si cada uno estuviera encapsulado en plástico, o en un libro de colorear para niños, con una enorme línea sólida alrededor de cada uno de ellos, de tal forma que podemos colorear uno de verde y otro de amarillo. Si tenemos esa actitud acerca de los diferentes aspectos de nuestra personalidad, entonces estamos realmente en problemas en términos de tener personalidades divididas y no estar integrados en absoluto. Lo que necesitamos hacer es ver que todos esos diferentes aspectos interactúan entre sí; estamos integrados como un todo. No somos cachitos fragmentados, pedazos diminutos, como en un libro de colorear, con el “yo” separado del libro de colorear.
[Pausa para práctica]
Es posible que estas imágenes, estas analogías, no sean del todo exactas, pero son muy útiles para recordarnos lo tonto que es que actuemos como si tuviéramos una mano de cartas y estuviéramos jugando, o como si tuviéramos un libro para colorear. La forma en la que describiríamos esto en la terminología budista es que podemos aislar conceptualmente diferentes aspectos de nosotros mismos; es un proceso conceptual. Pero en realidad todo está interrelacionado. Eso es realmente algo muy profundo, si en verdad piensan profundamente en ello y lo comprenden.
Práctica conclusiva para la ecuanimidad
Al final de este primer paso relativo a la ecuanimidad, el cual es probablemente el paso más largo, dado que tiene la mayor cantidad de partes, llegamos a la siguiente conclusión: tenemos una base muy amplia para etiquetar nuestro “yo” convencional. Tenemos todos los diferentes eventos y cosas que hemos hecho en nuestra vida o que nos han sucedido: algunas veces fracasos, algunas veces éxitos, algunas veces errores, algunas veces aciertos, algunas veces nada especial. Hemos tenido muchos periodos diferentes en los que nos hemos sentido felices e infelices. Hemos estado en diversos estados de ánimo. Y tenemos diversos aspectos de nosotros mismos, de nuestra personalidad, de nuestro cuerpo, todo tipo de cosas que constituyen nuestra vida. El “yo” es imputado sobre todo eso, esa es la base para el “yo”. Todos estos aspectos están interrelacionados, y eso que ni siquiera hemos traído a colación las otras cosas que están involucradas: nuestras relaciones con los demás, etc. Pero, en cualquier caso, esta es la base para el “yo”, que cambia momento a momento. No podemos elegir aspectos de nuestra vida que consideremos que son “yo” y desechar los demás; “esto es lo que realmente me gusta, esto es lo que realmente odio y esto no tiene importancia”, como si estuviéramos comprando repollos. Vemos un montón de repollos y decimos: “¡este no está bueno!” y lo desechamos. Al ver otro pensamos: “¡Oh, este realmente se ve bien!”. E ignoramos los demás.
Así pues, tratemos de considerar todos estos aspectos de nuestra vida con ecuanimidad: ni atraídos, ni repelidos, ni ignorándolos, como si estuviéramos comprando repollos. Esto significa estar calmados, abiertos, en paz y aceptantes de todos ellos, lo cual es la base para hacer algo constructivo. No es la base para simplemente recostarnos y no hacer nada.
[Pausa para práctica]
Lo que es importante, aunque quizás sea un paso un poco más avanzado, es superar esta sensación de dualidad de que “yo” estoy en paz “conmigo mismo”: “yo” me acepto “a mí mismo”, como si hubiera dos “yos”. Aunque puede ser un poco útil pensar temporalmente de esa forma dualista para lidiar con este tipo de problemas, si es que estamos demasiado inmersos en un estado mental infeliz, con el tiempo necesitamos superar esa forma de pensar dualista acerca de nosotros mismos y sólo, en cierto sentido, estar en paz en términos del “yo” convencional y de la base para el “yo” convencional. El “yo” es imputado sobre esa base, no está separado. No hay un “yo” separado de mi vida, ¿o sí? Aunque a veces nos sentimos así, ¿no es cierto? “No me gusta mi vida”, como si hubiera un “yo” separado de mi vida. Es difícil de entender, pero si al menos empezamos con la sensación de “esto es muy extraño, pensar que hay un ‘yo’ separado de mi vida”, entonces empezamos a encaminarnos en la dirección adecuada de un entendimiento correcto.
Es lo mismo, una falacia similar, sentir “mi vida está fuera de control”, como si hubiera un “yo” separado de mi vida que pudiera controlarla; eso también es muy extraño. Sólo son todos los eventos en secuencia, uno tras otro, y en la base de eso está el “yo”, pero no como algo separado, moviéndose de un espacio a otro, como en un juego de mesa en el que tiramos los dados y después movemos la pequeña pieza unos cuantos pasos adelante. ¡Por favor, la vida no es así! Piensen en ello.
[Pausa para práctica]
Preguntas
Ahora algunas preguntas. Es mejor ir despacio con estos ejercicios porque realizarlos produce muchas emociones, muchas reacciones, así que es bueno no tratar de hacer mucho a la vez en una sola sesión.
Ser considerados con los demás
Me parece que con el ejemplo de la comida tocaste un punto muy sutil. Es posible que algunas personas no se sientan cómodas con mi forma de comer, pero no puedo satisfacer los deseos de otras personas. Si pensamos que no deberíamos molestar a los demás, entonces ¿la solución es ya no salir a comer con ellos? ¿Qué significa prestar atención a la comodidad e incomodidad de otras personas con respecto a nuestros hábitos?
No pienso que debamos evitar ir a restaurantes con otras personas debido a nuestros hábitos alimenticios. Por otro lado, me parece que es muy importante ser considerados cuando estamos en la compañía de otros, porque la forma en que nos comportamos los afecta; no deberíamos pensar que no los afecta. Estoy pensado en algunos ejemplos de personas que conozco que son comedores muy lentos, pero que han sido muy considerados con los demás. Un grupo de amigos nos vemos para comer y esta persona nos dice a todos: “Miren, yo como muy muy lento. No tienen que esperarme hasta que termine; si necesitan volver al trabajo o lo que sea que estén haciendo, está bien”. Eso es muy considerado; nuestra amiga puede comer tan lento como quiera y el resto de nosotros no nos sentimos obligados a quedarnos sentados ahí a esperar a que termine. O si comes demasiado rápido, puedes decir a los demás: “Miren, yo como súper rápido; no se sientan incómodos por ello, tómense su tiempo. No es que tenga prisa, es sólo que esa es mi forma de comer”.
En otras palabras, hay formas de ser considerados sin tener necesariamente que modificar algunos de nuestros hábitos. El verdadero problema es la falta de consideración. O si estás viajando con un grupo y todos tienen que irse para alcanzar el tren, o si estás con tu familia y ya están todos listos en el auto y no has terminado de comer, puedes decir: “no puedo terminar mi plato; lo guardaré para comerlo después”. Existen métodos para ser considerados.
Otro ejemplo: A algunos de mis familiares no les gusta que me involucre con el budismo y que esté aquí, por lo que no puedo satisfacerlos. O a alguien no le gusta la forma en la que me visto o arreglo mi cabello. ¿Qué se puede hacer entonces?
En este tipo de situaciones es muy útil recordar: “El Buda no le caía bien a todo el mundo cuando estaba vivo. Así que ¿qué puedo esperar de mí: que les agradaré todos y que les gustará la forma en que hago las cosas? Por supuesto que no podemos complacer a todos. Así que, a los familiares a los que no les agrada que acudas a eventos budistas, no se los digas. No necesitas decirles lo que estás haciendo. No tienes que mentir, pero puedes decir: “Me voy a ver con unos amigos”. Nosotros somos amigos, así que es verdad que te estás reuniendo con amigos. Existen formas de evitar ofender a otros, pero nunca tendremos la aprobación de todos. El Buda mismo no la tuvo, ¿por qué nosotros sí?
El “yo” que toma decisiones por nosotros
¿Podrías explicar por favor qué significa que no haya un “yo” que mueva las piezas de un lugar a otro en un juego de mesa? Si estoy planeando qué hacer en la noche y puedo elegir entre una cosa u otra, hay una cierta sensación de que alguien está tomando la decisión. Se puede decir que es la fuerza de voluntad.
Sí, definitivamente hay fuerza de voluntad y toma de decisiones, eso sin duda, el problema es cómo conceptualizamos eso. No es que haya un “yo” separado que se mantenga alejado de nuestra vida y que tome la decisión.
El asunto aquí es: ¿hay una entidad (“yo”) separada del “yo” que de hecho esté involucrado en hacer cosas? Con frecuencia tenemos un aspecto juzgador, de que hay un “yo” que está recostado, juzgando y manipulando lo que hacemos, como si hubiera otro “yo” que es la pieza en el tablero que está siendo movida a lo largo de la vida. En el proceso de atravesar la vida, por supuesto que hay decisiones que tomar; hay fuerza de voluntad, hay intención. Todo ello es parte de cada momento. Si preguntamos: “¿quién está tomando la decisión?” Yo estoy tomando la decisión, nadie más. Pero lo que queremos evitar es la sensación de separación o alienación de la vida y esos eventos, como si fuéramos una cosa separada de ella, que está jugando un juego. No es un juego. Dicho de forma muy sencilla, simplemente lo haces. Simplemente recorres la vida y haces cosas. Tomas decisiones y demás sin la sensación de “oh, ¿qué debería hacer ahora?” y “oh, ¡fui realmente terrible!” y “oh, eso estuvo muy bien, me faltan dos espacios. Me saqué un doce; avancé doce espacios. ¡Genial, maravilloso!”. Simplemente vivimos nuestra vida sin tales pensamientos y sensaciones.
Es una distinción muy sutil. Es muy sutil, pero me parece que es, como dije, como si una parte de mí fuera el juez o el controlador y otra parte de mí fuera la víctima, el juzgado, el que tiene que ser manipulado y controlado: “tengo que controlarme a mí mismo, de otra forma, realmente cometeré un error”, como si hubiera dos “yos”. Simplemente ejerces el autocontrol sin hacer esta dicotomía. Solo eres decidido y lo actúas. Sólo lo haces.