Milarepa tenía una hermana, quien le insistía en que encontrara una esposa y tuviera un hogar e hijos, pero en vez de eso Milarepa dejó el hogar y conoció a su maestro, Marpa. Cuando su hermana supo que Marpa estaba casado y tenía una casa y una familia, le insistió en esto a Milarepa.
“¿Por qué no haces como hace tu maestro?”, le preguntó.
“Si un zorro ladra donde un león ruge, eso es un error”.
Milarepa visitó más tarde la casa de una pareja que, a pesar de todos sus esfuerzos, no podía tener hijos. Ellos querían adoptar a Milarepa, pero él se negó. “No existe posibilidad de que pueda quedarme con ustedes como su hijo adoptivo. Pero díganme, ¿qué los perturba?”. La pareja se quejó de que no tendrían a nadie que los cuidara en su vejez.
Milarepa lo consideró; después respondió:
“Cuando un chico y una chica se conocen, son tan bellos el uno para el otro como dioses, y tienen deseo insaciable de verse en el rostro del otro. Luego, después de que se han conocido por un tiempo, empiezan a intercambiar miradas molestas. Pronto, si uno dice dos palabras, el otro contesta tres. Entonces, eventualmente, comienzan a pelear. Si uno toca el cabello del otro, el otro le agarra el cuello. Luego uno amenaza al otro con aplastarlo con un palo, y el otro toma una cuchara de madera para bofetear al otro”.
“Mi estudiante, Rechungpa, tuvo una experiencia similar. Rechungpa dejó a su maestro y renunció a sus votos para casarse con una mujer muy dominante. Un día, se cruzó con un mendigo en la calle, quien le rogó por su collar de turquesa. Rechungpa se lo dio, pero cuando llegó a casa, su esposa le preguntó qué había ocurrido con la turquesa. Cuando Rechungpa le contó, ella se molestó tanto que lo aporreó con la cuchara de la sopa de fideos tugpa. Rechungpa se quejó: “¡He recibido muchas iniciaciones en mi vida, pero nunca la iniciación del cucharón. Y he utilizado muchos adornos, pero nunca la sopa de fideos tugpa!”.
“Algún tiempo después de eso, di una iniciación a la cual vino Rechungpa. Agité un cordel con turquesas y dije: ‘Si quieres recibir la iniciación, debes dar esto’, ¡sabiendo bien que Rechungpa había regalado su turquesa! Como ven, las parejas pelean entre ellas. Cuando se hacen viejas y pierden sus dientes, parecen toros y vacas. Eventualmente, ¡se ven como demonios y fantasmas! Así que, no gracias, no aceptaré su oferta de adoptarme”.
El esposo continuó insistiendo en que tenía que tener un hijo para que cuidara de él y de su esposa, y les diera seguridad. “Si fueras nuestro hijo, prepararíamos un matrimonio para ti, y podrás tener a tus hijos para que te cuiden”. Sin embargo, Milarepa declinó.
“Es tan agradable tener hijos. Cuando tienes hijos por primera vez son tan bellos -¡como hijos de los dioses!- ¡Y traen tanta felicidad! Pero lentamente, conforme crecen, te lo exigen todo. Actúan como si les hubieras pedido algo prestado, constantemente hostigando y recordándote que les pagues. Eventualmente, los hijos traerán extranjeros al hogar, amigos, amigas, para que sus padres los alimenten. Entonces, se harán cargo de la casa y lentamente echan a los padres de su propio hogar.
“Si les pides algo de buena manera, te contestarán con rudeza. Te harán menos cuando seas viejo y se sentirán avergonzados de ti -aún de su propia madre-. Después cambian completamente de la forma en que antes eran -dulces principitos-. Nunca te traerán paz mental, nunca corresponderán a tu bondad. Harán siempre lo contrario de lo que quieres que hagan -cabello desaliñado, ropas extrañas, zapatos raros-”.
“Si un hijo da tantos problemas, nos gustaría una hija”, sugiere la esposa, aún no lista para rendirse.
“Al principio”, Milarepa respondió pacientemente, “una hija es exactamente como un pequeño muchacho, bien portada y obediente. Pero ellas también, eventualmente, se volverán poderosas y posesivas -tienen ilimitados deseos y demandas-. En vez de traer riqueza a la casa, piden todo el dinero que les puedan dar para gastar. Engatusan a su padre y roban a su madre, tomando sin permiso. Nunca tienen ninguna gratitud -dando por sentado que es obligación de sus padres darles lo que ellas quieran-”.
“Ellas provocan a sus padres frustración mental y preocupación interminables, saliendo con los chicos equivocados, regresando tarde a casa… Su forma de corresponder a la bondad de sus padres es haciéndoles malas caras, como un yeti furioso. Después, se irán para hacer un nuevo hogar, y tomarán de la casa de sus padres tanto como puedan. Regresarán a visitar solamente si están en problemas.
“Entonces”, dijo Milarepa, “he abandonado permanentemente todo este innecesario sufrimiento. No quiero ninguna hija o hijos”.
La pareja continuó, aún sin convencerse. “¿Qué hay de tener amigos? ¡Es tan triste y patético no tener a nadie de quien seas cercano -pariente o amigo-!”.
“¡Son lo mismo! Cuando los conoces, al principio, son todo sonrisas, tan agradables, te hacen sentir tan feliz. Luego vierten historias y hablan y platican, te invitan aquí y allá, y nunca tienes un momento para ti. Después tienes que regresar a casa a visitar a todos sus parientes -quienes te cuentan todas las novedades, y no tienes paz en absoluto-. Después de eso, intercambian regalos y alimentos, se preparan comidas unos a otros. Eventualmente empiezan a competir unos con otros. Cada uno necesita saber qué ha estado haciendo el otro, se ponen celosos y las rivalidades brotan”.
“Si nunca has sido cercano de nadie, no hay desacuerdos. Pero cuando haces amigos, estás atado a tener argumentos. Cuando las personas chismean, chismean sobre las personas más cercanas a ellas. Si vives cerca de alguien, siempre encontrarás faltas. Aquellos que no son amigos te dejarán solo, pero los amigos que te visitan luego se irán y chismearán acerca de las faltas que encuentren en ti. Yo no quiero tales amigos y parientes que quieren tomar ventaja de mis momentos felices y no quieren compartir mis momentos infelices”, dijo Milarepa.
Sin inmutarse, el esposo y la esposa hicieron su apuesta final. “Comprendemos, no quieres amigos, hijos o familia. Pero nosotros poseemos gran riqueza. Si te quedas con nosotros, puedes heredarla cuando muramos”.
Milarepa agitó su cabeza. “Esto también es inútil. No sacrificaré mi meta de alcanzar la iluminación para todos los seres sintientes por la riqueza que ustedes me ofrecen”.
“La riqueza no es permanente o duradera. El deseo por la riqueza es como beber agua salada -nunca tienes suficiente-. Mientras más tienes, más quieres. Cuando al principio acumulas riqueza, te da alegría y pone celosos a otros. Más tarde, mientras más riqueza posees, más tacaño, más reacio a compartirla te haces. Es tu propia acumulación de riqueza lo que atrae enemigos. Familia y amigos se aglomerarán en torno a ti para obtener algo, y aún así se convertirán en tus enemigos porque están tan celosos de ti”.
“Finalmente, cuando envejeces, otros terminan consumiendo lo que has acumulado. Las personas han sido asesinadas a manos de ladrones por sus riquezas. Tu riqueza puede matarte. La acumulación de riqueza es como un peldaño a renacimientos inferiores. Así que no gracias, debo rechazar la generosa oferta de su riqueza. Es un señuelo, como el juego de demonios. Pero nuestro encuentro ha sido beneficioso, y en el futuro ciertamente les ayudaré a alcanzar un campo búdico. Rezaré por ustedes, ya que me han ofrecido tanto”.
Así, al final, la pareja se convenció de las desventajas de todas estas cosas. Se hicieron devotos de Milarepa, y utilizaron su riqueza para hacer ofrendas. Recibieron enseñanzas de él, y en última instancia, lograron un estado de confianza e introspección antes de morir.
Así pues, estas son las enseñanzas que Milarepa dio sobre el desapego a los hijos, amigos, parientes y riqueza; y acerca de vivir cómodamente con el Dharma.