Introducción al karma

Las Cuatro Verdades Nobles en lenguaje cotidiano

Estoy feliz de estar en Xalapa una vez más; el tema que se me ha pedido que aborde esta noche es el del karma. Obviamente, cuando estudiamos algún tema en el budismo es muy importante tener cierta idea de por qué queremos estudiarlo, cuál es su importancia y cómo encaja dentro de todo el contexto budista. El Buda, básicamente habló acerca de la experiencia de todo el mundo, lo que experimentamos en la vida, lo que nos pasa. ¿Qué es lo más fundamental que todas las personas experimentamos? Que algunas veces somos infelices y otras veces somos felices. Así es como experimentamos nuestra vida, ¿no es así?

Cuando examinamos el hecho de que algunas veces somos infelices y algunas veces felices, descubrimos que hay muchos problemas asociados a ello. Cuando somos infelices, obviamente sufrimos. A nadie le gusta ser infeliz, ¿o sí? Podemos ser infelices al ver algo, como a un amigo que se aleja; o al escuchar algo, como palabras desagradables; también podemos ser infelices al tener pensamientos con diferentes emociones. Pero algunas veces nos sentimos infelices sin ninguna relación aparente con lo que estamos viendo o escuchando, o con lo que pasa alrededor nuestro. Esto es un problema, ¿no?

¿Y qué hay acerca de la felicidad? Algunas veces nos sentimos felices, ¿no es así? Nos sentimos felices viendo o escuchando algo, escuchando a quienes amamos y también podemos sentirnos felices pensando algo, como cuando recordamos momentos hermosos que pasamos al lado de alguien. Pero cuando observamos más profundamente, encontramos que esta felicidad que experimentamos también tiene algunos problemas asociados a ella. Primero que nada, nunca dura y nunca sabemos cuánto durará. Nunca nos parece suficiente. Podemos sentirnos felices comiendo una cucharada de comida, pero no es suficiente, queremos comer más y más y más. De hecho, esa es una pregunta muy interesante. ¿Cuánto tienes que comer de algo para realmente disfrutarlo? Piensen en ello. Otra falla, otro defecto de esta felicidad es que no sabemos qué vendrá después. Al momento siguiente podríamos estar felices o infelices. Podría haber cambios, así que no hay ninguna seguridad en esta felicidad.

Este tipo de introspección o de análisis en la felicidad y la infelicidad no es, de hecho, algo único del budismo; muchos grandes pensadores en el mundo han observado y pensado sobre esto también. Pero lo que el Buda enseñó, lo que el Buda entendió, fue un tipo de problema o sufrimiento más profundo. Observó más profundamente esta situación de los altibajos que se presentan en la vida de todos, que la felicidad y la infelicidad suben y bajan, suben y bajan, y lo que él entendió es que la causa de que eso ocurra en realidad forma parte de cada momento que experimentamos. En otras palabras, la forma en la que experimentamos los eventos, con altibajos de felicidad e infelicidad, perpetúa esa situación insatisfactoria.

Así que el Buda observó y se dio cuenta de cuál era la causa que estaba presente a cada momento y que perpetuaba tal situación insatisfactoria; observó que se trataba de la confusión acerca de la realidad. En otras palabras, confusión acerca de cómo existimos, cómo existen todos alrededor nuestro, cómo existe el mundo.

Esto es muy diferente de lo que muchos otros han dicho. Algunos otros han dicho, por ejemplo, que los altibajos de felicidad e infelicidad que experimentamos son básicamente recompensas o castigos, por seguir o no seguir las leyes. La clave para sentirse feliz o infeliz era la obediencia, de acuerdo a muchos maestros. Pero el Buda dijo que no, que ese no era el caso. La verdadera causa es nuestra confusión, no un asunto de ser obediente o desobediente; es el estar confundidos acerca de la vida. Después, el Buda dijo que la confusión no es una parte integral y necesaria de la vida, de cómo experimentamos las cosas; no es un ingrediente necesario, es algo que puede quitarse y puede quitarse por completo, de tal forma que nunca vuelva. Después dijo que la verdadera forma de hacerlo es cambiando nuestra forma de experimentar las cosas.

Liberarnos de esa confusión no es un asunto de pedirle a alguien más que nos libere, sino básicamente es un asunto de cambiar nuestras propias actitudes, nuestro propio entendimiento de la realidad. Si podemos reemplazar confusión por entendimiento y después conservar este entendimiento todo el tiempo, descubriremos que no tenemos más estos constantes altibajos de felicidad e infelicidad, y así no perpetuamos este sube y baja de felicidad e infelicidad. Esta es una enseñanza del Buda muy básica, puesta en un lenguaje muy cotidiano.

El karma trata con la causa y el efecto del comportamiento

Cuando hablamos de karma, karma es la explicación básica de cómo y de por qué nuestras experiencias de felicidad e infelicidad suben y bajan; esto es de lo que se trata el karma. En otras palabras, ¿cómo es que nuestra confusión produce estos altibajos de felicidad e infelicidad, estas experiencias de placer y desagrado? En otras palabras, se trata de la causa y el efecto, y en este punto, la causa y el efecto es un tema extremadamente complejo. Como el Buda dijo, un balde de agua no se llena con la primera gota ni con la última gota; se llena con toda una colección de gotas. De igual forma, lo que experimentamos en la vida no es sólo resultado de una causa, la causa no es solamente lo que hicimos inmediatamente antes o lo que hicimos hace eones. Es el resultado de una enorme cantidad de condiciones y factores causales.

Esto es en realidad muy concordante con el punto de vista científico, porque lo que afirma es que los eventos no ocurren en forma aislada, sino que todo está interconectado. Por usar un ejemplo muy simple, de ninguna manera estaríamos en este cuarto escuchando esta conferencia si los españoles no hubieran llegado a América, ¿o sí? Esa es una de las causas de que estemos aquí. Como en este ejemplo, hay muchas causas diferentes, directas e indirectas que contribuyen a lo que experimentamos justo ahora, o en cualquier otro momento.

El karma, sin embargo, explica las causas que están específicamente conectadas con nuestra propia mente. Pero hay muchas otras causas que contribuyen a lo que experimentamos (causas físicas, por ejemplo, el clima y similares). Muchas cosas que nos afectan provienen no sólo de nuestra mente, sino de la mente de otros. Digamos por ejemplo, los políticos que deciden diversas políticas que nos afectan a nosotros y esto puede mezclarse con algo de confusión también, ¿no?

El karma no se refiere a la fe, no se refiere al destino y a la predestinación o cosas por el estilo, se refiere más bien a la forma en que experimentamos las cosas y a cómo nuestras actitudes afectan lo que experimentamos en la vida. La palabra karma se usa en un sentido muy general para referirse a todo aquello que está involucrado en términos de causa y efecto conductual; en otras palabras, la relación causa y efecto que se deriva de nuestro comportamiento y de nuestras actitudes. “Karma” puede referirse a todo el tema de causa y efecto del comportamiento en general o a un aspecto muy específico del proceso entero. Así que, si queremos entender el mecanismo del karma, es preciso observarlo con mayor precisión, más detalladamente.

Video: Dr. Alexander Berzin — “¿Por qué entender el karma?”
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Varios sistemas de explicación del karma

Cuando empezamos a observar explicaciones más precisas dentro del budismo, descubrimos muy rápidamente que no hay una sola explicación Algunos occidentales se sienten incómodos con esto, pero si tenemos un problema o cualquier otra situación, podemos explicarla de muy diferentes maneras, dependiendo del punto de vista. En Occidente hacemos eso, podemos explicar las cosas desde un punto de vista social, desde un punto de vista psicológico o desde un punto de vista económico, no es nada sorprendente. Estas explicaciones diversas en realidad nos ayudan a entender más completamente lo que está pasando. Y cada una de esas explicaciones de lo que está pasando se basa en un cierto sistema de pensamiento (un sistema psicológico, político, económico, etc.). Algo similar ocurre en el budismo, por lo tanto, encontramos que hay muchas explicaciones desde diferentes sistemas de principios filosóficos para explicar cómo opera el karma. En Occidente también tenemos eso incluso dentro de una misma disciplina (puede haber una explicación desde la perspectiva de la psicología freudiana, una explicación del punto de vista de la psicología junguiana; se pueden explicar cosas de una forma socialista o capitalista). Encontramos que en el budismo de hecho es muy útil conocer estos sistemas porque nos ofrecen diferentes entendimientos profundos acerca del funcionamiento del karma. Para nuestro objetivo no es necesario entrar en detalle sobre las diferencias entre los sistemas, sin embargo, es útil estar enterados de que existen varios sistemas.

Esto significa, implícitamente, que también podemos tener en Occidente sistemas que expliquen qué ocurre con lo que experimentamos. Esto no necesariamente contradice lo que expone el budismo sobre el karma.

El karma como el factor mental del impulso

En sí mismo el karma, cuando hablamos de él como un tema específico, como una cosa específica, se refiere a (si seguimos un sistema de explicación) un factor mental. ¿Qué queremos decir con “factor mental”? Un factor mental es una forma de darse cuenta de algo. Pongamos un ejemplo: vemos a alguien y caminamos hacia él o ella. Hay muchos factores mentales involucrados en esta experiencia. Son diferentes aspectos de cómo nos damos cuenta de esa persona. Algunos son muy básicos, como distinguir a esta persona de otras, o de la pared. El interés (esta es una forma de darse cuenta de la persona que acompaña al hecho de verla). La concentración puede estar presente, diversas emociones también. Todos estos son factores mentales y funcionan en red en el momento en que vemos a la persona y caminamos hacia ella.

¿Cuál de los factores mentales es el karma? El karma es el factor mental que nos arrastra hacia esa persona; es el impulso que acompaña al ver a la persona y dirigirse hacia ella. Esta es la razón por la que en algunas teorías se explica el karma como una fuerza física. Por supuesto que puede haber otros factores mentales, como la intención. ¿Qué pretendemos hacer con esta persona? Podemos intentar abrazarla o darle un puñetazo en la cara. Hay muchos otros factores mentales que están involucrados, el karma es simplemente este factor mental del impulso que nos arroja a la acción de abrazar o golpear al tiempo que vemos al otro y nos dirigimos a él. También es importante recordar que el impulso mental no es sólo para acciones físicas como abrazar o golpear. Podría haber también un impulso mental que nos condujera a pensar algo en particular; no es sólo en términos decir o hacer algo físicamente. Sea que pensemos algo, sea que digamos algo, sea que hagamos algo físicamente, todo esto involucra algún tipo de impulso mental.

Los efectos del comportamiento kármico

El budismo, como ciencia, enseña mucho en términos de causa y efecto. Así que si somos arrastrados por el karma (este impulso) hacemos algo, decimos algo, pensamos algo, entonces habrá un resultado. El karma no se refiere tanto a los efectos de nuestro comportamiento sobre otros; aunque, por supuesto, tiene un efecto en otros. Esto es porque, en realidad, el efecto en otros de lo que les hacemos, hasta cierto punto, depende de ellos. Algunos efectos de lo que hacemos a otras personas responden a factores físicos: golpeamos a alguien y le sale un moretón. Eso es sólo causa y efecto físico; no nos referimos a eso con el karma. Pero el efecto que tiene en la otra persona en términos de cómo experimentan lo que decimos o hacemos, depende de ellos, ¿no es así? Podríamos decir algo muy cruel a alguien, por ejemplo, y sus sentimientos podrían verse muy lastimados; podrían molestarse mucho. Pero también podrían pensar que somos unos completos idiotas, por lo que no nos creerían ni nos tomarían en serio. O podrían ni siquiera escucharnos, o escucharnos incorrectamente. Podrían tener, por ejemplo, la mente ocupada en otras cosas. De manera que, incluso si tuviéramos terribles intenciones de realmente lastimar los sentimientos de esa persona, no hay garantía alguna de que lo hagamos (aunque obviamente el budismo enseña que tratemos de no lastimar a nadie). Pero esto no involucra al karma.

Si hablamos de los resultados kármicos de algo, son los resultados kármicos que nosotros mismos experimentaremos como resultado de actuar de forma compulsiva, con estos impulsos kármicos.

¿Cuáles son los efectos dentro de nosotros? Uno de los efectos (y es algo muy similar a lo que diría la ciencia occidental) es que nos condicionamos a nosotros mismos a pensar de cierta forma, a hablar de cierta manera, a actuar en cierta forma, de tal manera que esto construye una tendencia a repetir esa forma de comportamiento. Y como resultado de esa tendencia a repetir la acción y también como resultado del potencial para repetir la acción (también hacemos algunas diferencias entre potenciales y tendencias, aunque no es necesario entrar en detalle por el momento) como resultado de ello, desearemos repetir esa acción.

¿Qué es lo que esta tendencia o potencial realmente produce? Esta tendencia produce una sensación (la sensación de querer acercarme a ti y darte un abrazo, por ejemplo, o la sensación de querer dirigirme a ti y decirte algo desagradable). Después, cuando sentimos que deseamos hacerlo, por supuesto que podemos elegir si hacerlo o no hacerlo. Este es un punto muy importante, darnos cuenta de que podemos elegir llevar a cabo lo que sentimos ganas de hacer o no llevarlo a cabo. Pero si decidimos que lo vamos a hacer o si ni siquiera consideramos lo que haremos o no, simplemente actuamos, entonces el siguiente momento es donde entra el karma. El karma es el impulso, la propulsión, la compulsión con la que en realidad lo hacemos.

Hay muchas otras cosas que maduran de estas tendencias. Una cosa es también, básicamente, el contenido de lo que experimentamos. “Contenido” es un concepto muy amplio; supongo que hay que ser un poco más específicos. Tiene que ver, en este contexto, por ejemplo, con conocer a esta persona en lugar de aquella persona. También incluye la forma en la que la gente se comporta con nosotros. Tenemos que ser muy cautelosos en cómo decimos esto, para ser más precisos. No es nuestro karma lo que causa que la otra persona nos grite; la otra persona nos grita como resultado de las tendencias que tiene de gritarle a la gente. Pero nuestro propio karma es el responsable de que experimentemos que otras personas nos griten.

Esto no es muy fácil de entender, por supuesto, pero creo que una forma de aproximarnos a entenderlo es con un ejemplo. Si un bebé usa pañales y los ensucia, el bebé tiene que vivir con eso; el bebé tiene que vivir con el desastre que produce. Dejemos de lado todo el asunto de si alguien le cambia o no le cambia el pañal al bebé, el punto es que tú creas un desastre y, por lo tanto, tienes que experimentar ese desastre. Creamos desastres en la vida y conforme transcurre la vida, nos metemos en más y más desastres; básicamente, funciona de esa forma. Más específicamente, tratamos de cierta manera a otros, y experimentaremos un trato similar de otros hacia nosotros. Pero otro principio muy importante en el karma es que no hay un funcionamiento instantáneo. Podemos hablarle a alguien muy amable y gentilmente, y aun así tal persona podría gritarnos enojada.

Esta es la razón por la que, para realmente entender el karma, es preciso traer a cuento toda la discusión del renacimiento, y que las acciones toman un muy largo tiempo antes de producir un efecto, y el que probablemente no produzcan efecto en esta misma vida. De hecho, la mayoría de las veces, no maduran durante la misma vida en que se producen. Es algo nada fácil de aceptar para nosotros como occidentales. Para algunas personas es como si el budismo dijera: “Sé bueno en esta vida, y en la vida posterior experimentarás el paraíso; sé malo y en la vida siguiente experimentarás los resultados en el infierno”.

Realmente es preciso examinar esto con mucho cuidado: ¿Está diciendo el budismo esto o algo distinto? No es un tema sencillo, de hecho es muy complicado porque para realmente entender la causa y el efecto kármicos, necesitamos entender el renacimiento: el concepto budista de renacimiento, no cualquier concepto no budista de renacimiento. ¿Quién comete una causa kármica y quién experimenta su resultado? ¿Hay un “yo” que pueda ser premiado o castigado?

Dejando a un lado el tema del renacimiento y de quién experimenta los resultados, como mencioné al principio, el budismo no habla acerca de un sistema de recompensas y castigos basado en la obediencia a leyes. El budismo no dice que esta vida es una especie de prueba, ni que obtendremos los resultados de esta prueba en la próxima vida. Simplemente dice que las cosas toman mucho tiempo para producir efecto. Podemos verlo en términos del medio ambiente. Actuamos de cierta forma y esto produce algunos efectos en esta vida, pero producirá muchos más efectos en la vida de generaciones futuras. Es algo similar a eso.

Felicidad e infelicidad

Una dimensión completamente distinta en la que madura el karma (en otras palabras, otra dimensión en la que se dan los resultados que provienen de las acciones kármicas) tiene que ver con lo que comentábamos al inicio de esta conferencia, que es la dimensión de felicidad e infelicidad. Al repetir ciertas acciones, experimentamos ciertos acontecimientos (personas que nos tratan de cierta forma, o podría ser una piedra que nos cae en la cabeza desde lo alto de un precipicio). Experimentamos estos eventos con felicidad o infelicidad. Pensemos en ello. Algunas personas se sienten felices cuando pisan una cucaracha: “¡Atrapé a esta cosa espantosa!”, otras, se sienten asqueadas y muy infelices. Algunas personas, se sienten muy infelices y muy tristes cuando alguien las golpea o les grita y otros se sienten felices: “Sí, soy un pecador, no soy bueno; soy malo. Merezco que me griten y me peguen”.

Conocen este dicho, me parece que proviene de aquí de México, o quizás sólo alguien inventó esta historia y yo la creí, pero dice: “Si mi marido me pega es porque realmente me ama; si no me pega significa que no le importo”.

Este asunto de ser feliz o infeliz casi parece ser una dimensión totalmente distinta, ¿no es así? Lo que nos pasa en términos de una dimensión es lo que hacemos compulsivamente, por repetición, y lo que experimentamos, las cosas que nos pasan, esa es una dimensión; y la otra dimensión es cómo en realidad experimentamos eso que nos pasa, con felicidad o infelicidad. Estas cosas que experimentamos, estas dos dimensiones, son la maduración de acciones kármicas en el pasado, pero de distintas acciones. Si vemos sólo la dimensión de felicidad e infelicidad, es una dimensión muy general. Proviene de si actuamos de forma destructiva o constructiva. Si actuamos destructivamente, el resultado es experimentar infelicidad; si actuamos constructivamente, el resultado de ello es experimentar felicidad.

Comportamiento constructivo y destructivo

Esto se torna muy interesante al investigar a qué se refiere el budismo cuando habla de constructivo y destructivo. Naturalmente, existe una gran cantidad de explicaciones al respecto. Pero, como vimos antes, no podemos especificar la naturaleza de una acción en términos de lo que provoca en alguien más, porque quién sabe cuál será el efecto ya que hay muchos otros factores que estarán involucrados. Así que constructivo y destructivo tiene que ver con el estado mental con el que actuamos. Si nuestra acción se basa en la codicia, en el apego, en el enojo, o es sólo una acción totalmente ingenua, es destructiva. Por otro lado, si nuestra acción está basada en el no enojo, la no codicia, el no apego y la no ingenuidad, entonces es constructiva. Obviamente si es más que eso, si se basa en el amor y la compasión, en la generosidad, etc., también es constructiva.

También hay otros factores. Es muy interesante examinar estos otros factores que hacen que una acción sea constructiva o destructiva. Uno de ellos es la dignidad personal ética, o dignidad personal moral. Esto tiene que ver con nuestra auto imagen y el respeto hacia nosotros mismos. Si no tenemos ningún respeto por nosotros mismos, entonces no nos importa el efecto que nuestro comportamiento pueda tener en nosotros. Es la actitud de “me da igual”. Con una baja autoestima de ese tipo, actuamos destructivamente. En otras palabras, si tengo una imagen positiva de mí mismo, si me respeto como persona, entonces no actuaré como un tonto. No actuaré de forma cruel y estúpida, porque no quiero rebajarme a actuar de esa forma, tengo una opinión mucho más elevada de mí mismo y de lo que puedo hacer. Este es el factor del que estamos hablando: de tener un sentido de dignidad personal ética o de no tenerlo. Este es un factor crucial que determina si actuamos en forma constructiva o destructiva.

Otro factor es preocuparnos acerca de cómo repercute nuestro comportamiento en otros. ¿A qué nos referimos con esto? ¿Si actúo de forma terrible, cómo repercute eso en mi familia? ¿Cómo repercute en mi país? Si actúo en forma terrible, ¿que pensará la gente de los mexicanos? Si somos budistas, y salimos a emborracharnos y a liarnos a golpes, ¿cómo repercute eso en el budismo y en los budistas? Porque tenemos suficiente respeto por nuestra familia, por nuestro grupo, cualquiera que éste sea (religión, país, ciudad), con este sentido de preocupación por el efecto de nuestro comportamiento, con el interés acerca de cómo nuestro comportamiento repercute en otros. Si tenemos eso, evitaremos actuar destructivamente, si no lo tenemos, actuaremos destructivamente. Este es un entendimiento extraordinariamente profundo en el budismo. ¿Cuál es el factor más importante? La autoestima, la dignidad propia y el sentido de estima hacia nuestra comunidad.

Esto nos brinda un importante entendimiento profundo sobre algunos de los factores que necesitan ser tomados en consideración en términos de lidiar con el terrorismo. Si privas a una persona y a su comunidad de todo sentido de dignidad propia, haciendo que sus vidas sean miserables y pensando cosas terribles sobre ellos, ellos sentirán que no hay nada que hacer para cambiar eso. Si no tienen ningún sentido de valía personal, o de la valía de su comunidad, ¿por qué entonces no salir y ser destructivo? Sienten que no tienen nada que perder. Pienso que es muy importante recordar esto en términos del trato a los demás particularmente en situaciones problemáticas en el mundo. Es vital nunca privar a alguien de su sentido de dignidad propia o de un sentimiento de valía de su comunidad.

Estos son algunos de los factores mentales que están involucrados en lo que hace que una acción sea constructiva o destructiva. También interviene el tomar en serio el hecho de que la forma en la que actuamos y nos comportamos hacia otros los afecta, o sea, tener cierto sentido de consideración o cuidado (lo llamo la “actitud cuidadosa”). Pero algunas veces somos muy ingenuos, pensamos que podemos decir al otro lo que sea y que no importa. No tomamos en serio los sentimientos de los demás, carecemos de una actitud cuidadosa.

Si actuamos con estos tipos de factores mentales (codicia, enojo, falta de sentido de auto valía, falta de consideración en la repercusión de nuestros actos en los demás, falta de cuidado, sin tomar en serio que lo que hacemos tendrá efecto en otros y en nosotros mismos) ¿cuál es el resultado? Infelicidad, sin embargo, tal infelicidad no es un castigo.

Necesitamos pensar profundamente acerca de esto. ¿Podría tal estado mental, con todos estos factores negativos, realmente ser un estado mental feliz, podría realmente producir una experiencia de felicidad en nosotros? ¿O podría, simplemente producir infelicidad? Si pensamos cada vez más en ello, realmente tiene sentido que tal estado mental, ese estado mental negativo, dará como resultado experimentar sufrimiento y si tenemos el estado mental opuesto, sin codicia, sin enojo y sin todas esas cosas, producirá felicidad. Por ello, tenemos estas categorías generales de comportamiento (constructivo y destructivo) que darán como resultado nuestra experiencia de felicidad e infelicidad.

Además, hay tipos específicos de acciones que cometemos como gritarle a alguien, o ser amable con alguien, etc. y éstas también producen efectos en términos de tendencias a repetir tales comportamientos y tendencias a involucrarnos en situaciones en las que otros actúen de esa manera hacia nosotros.

Otro resultado de nuestro comportamiento kármico (pero no hay necesidad de entrar en mucho detalle en esto) tiene que ver con el tipo de renacimiento que tenemos: renaceremos con el cuerpo y mente básicos de un perro, de una cucaracha o de un ser humano. Qué tipo de cuerpo y mente será nuestro contexto para experimentar ciertas cosas y para actuar de cierta forma. Hay muchos otros detalles en este punto, pero en esta conferencia introductoria sólo quiero cubrir los principios más generales.

Determinismo o libre albedrío

Así que, por un lado, experimentamos ciertos tipos de comportamientos que se repiten y cosas que nos pasan; por otro lado, experimentamos todo esto con altibajos de felicidad e infelicidad, que algunas veces concuerda con nuestro comportamiento y otras parece no concordar para nada. Y los altibajos, las subidas y bajadas se dan todo el tiempo y no sabemos qué nos espera. Por supuesto que lo que nos pasa no es solamente causado por nosotros y por nuestro karma. También se ve afectado por lo que pasa con todos los demás en el universo, con su karma y con lo que están haciendo, además de lo que pasa en el universo físico en sí mismo (los elementos del universo: el clima, los terremotos y ese tipo de cosas). Debido a ello, es muy difícil predecir lo que nos espera (los factores que lo afectan son muy, muy complejos y, de hecho, el Buda dijo que, entre todas las cosas, esto es lo más complicado de entender).

Tenemos que ser muy claros en este punto, porque muchas personas preguntan esto sobre el karma: ¿es determinismo o tenemos libre albedrío? Ninguna de estas dos posturas es correcta, ambas son extremas. El determinismo usualmente implica que alguien más ha determinado por nosotros lo que vamos a hacer o lo que vamos a experimentar; algún ser externo o superior, o lo que sea. El budismo afirma que ese no es el caso; no es que alguien más haya decidido lo que vamos a hacer y que seamos sólo marionetas, actuando una obra que alguien más ha escrito para nosotros.

El libre albedrío, por otro lado, es un poco como alguien sentado en un restaurante, sosteniendo un menú y decidiendo qué ordenar. La vida no es así. El budismo dice que imaginar que la vida es así es incorrecto, que es una confusión.Podría parecer y sentirse como si hubiera un “yo” separado (separado de la vida, separado de la experiencia; alguien fuera de todo lo que está pasando, que puede mirar a la vida cual un menú y elegir entre los diferentes platillos). No hay un “yo” separado de la vida, o separado de la experiencia y lo que nos va a pasar no existe como pequeños artículos a elegir en un menú, como si estuvieran colocados ahí de antemano, listos para salir como cuando presionamos el botón de una máquina expendedora, o algo así. Creo que ésta es una imagen muy útil para ver lo absurdo que resulta. Las experiencias no existen como dulces dentro de una máquina expendedora de la cual eliges los que quieres; presionas el botón, insertas la moneda y los obtienes. La vida no es así ¿o sí? No decidimos de antemano: “Hoy experimentaré felicidad y experimentaré el trato amable de todos conmigo”. Luego insertamos dinero en la máquina de la vida y saltan aquellos momentos que hemos elegido. Eso es libre albedrío ¿o no? Es libre albedrío para decidir qué es lo que nos pasará y qué es lo que vamos a hacer. Pero lo que nos acontece es mucho más sutil y sofisticado que estos dos extremos del determinismo o del libre albedrío total.

La confusión como el origen del karma

Dijimos anteriormente que lo que era realmente único en el budismo es que el Buda enseñó la causa de estos constantes altibajos en nuestra experiencia de felicidad e infelicidad y en todo tipo de cosas que nos ocurren, que realmente no queremos que ocurran, y sobre las cuales no tenemos control alguno. La causa es parte de cada momento de nuestra experiencia y perpetúa todo este síndrome; esta causa es la confusión. No solamente eso, sino que cuando actuamos con confusión (ya sea destructiva o constructivamente) se refuerza lo que se llama “hábito constante” (el hábito de constantemente actuar con confusión) de tal forma que continuamos actuando con confusión en cada momento.

¿Qué es esta confusión? Este es un tema muy profundo en el budismo. Si lo ponemos en términos muy simples, hablamos de la confusión acerca de cómo existo yo, cómo existes tú y cómo existimos todos. Por ejemplo, yo pienso que soy el centro del universo; soy la persona más importante; siempre debería salirme con la mía; siempre estoy en lo correcto; la gente siempre debería tener tiempo para mí. Podemos reconocer esta actitud en términos de nuestro teléfono celular: sentimos que podemos llamar a cualquier persona en cualquier momento e interrumpirlos sin importar lo que estén haciendo, y ellos deberían estar completamente disponibles para nosotros, porque lo que tenemos que decir es mucho más importante que cualquier cosa que ellos pudieran estar haciendo en ese momento. Basados en esta confusión, podemos actuar destructivamente hacia alguien (gritarle a otra persona o ser cruel con ella) y lo haríamos porque ellos no hacen lo que queremos que hagan o porque hacen algo que no nos gusta. Ellos deberían hacer lo que yo quiero porque, obviamente, lo que yo quiero es más importante que lo que ellos quieren. O, basados en la misma confusión, podríamos hacer algo lindo por alguien, ser amables porque queremos agradarles, queremos que sean felices con nosotros. Por ejemplo, quiero sentirme necesitado o necesitada haciendo algo que creo que alguien más necesita, así que le digo a mi hija cómo educar a sus hijos y cómo llevar su casa. ¿No es eso de gran ayuda? Y no importa si mi hija quiere o no esa ayuda y ese consejo, pienso que soy lo más importante, quiero ser necesitada, y obviamente sé mejor que mi hija cómo criar a sus hijos y ella obviamente necesita escucharlo de mí.

Ahí está la confusión, detrás de un comportamiento tanto destructivo como constructivo. Es por esta confusión que perpetuamos los altibajos, este ciclo de subidas y bajadas. Es preciso examinar cómo deshacernos de ella.

Video: Dr. Chönyi Taylor — “¿Qué son las adicciones?”
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Liberación de nuestra confusión

Cuando vemos el mecanismo de cómo maduran estas tendencias y hábitos kármicos, particularmente las tendencias, todo tiene que ver con nuestra actitud hacia estos altibajos de felicidad e infelicidad que experimentamos. Tenemos dos factores mentales que acompañan nuestra experiencia de felicidad e infelicidad y que son muy significativos. El primero se llama “ansia”. Cuando experimentamos felicidad, estamos ansiosos (lo que significa que tenemos un deseo muy fuerte) por no separarnos de ella. “No te vayas, quédate conmigo todo el tiempo, ¿no te puedes quedar más rato?” (este tipo de cosas que decimos cuando disfrutamos de la compañía de alguien). O disfrutamos y nos sentimos felices al comer pastel de chocolate y no queremos ser apartados de nuestra felicidad y por ello continuamos comiendo más y más y más y más, ¿no es así? Eso es el ansia. Después, cuando experimentamos infelicidad, nos sentimos ansiosos por alejarnos de eso tan pronto como sea posible. Subyacente a ambos está el segundo factor mental, una fuerte actitud de identificación con el “yo”, un “yo” sólido, con lo que estamos experimentando. Yo tengo que tener más y más de esta felicidad y de lo que sea que me la produce y no ser apartado de ella. Yo tengo que ser alejado de aquello que no me gusta. A no me gusta lo que estás diciendo, así que mejor cállate o te grito.

Cuando experimentamos en nuestra vida los altibajos de felicidad e infelicidad con esta ansiedad y la fuerte identificación de un “yo” sólido con lo que nos pasa (que finalmente está todo basado en la confusión) esto provoca la maduración de todas estas tendencias kármicas. De esta forma, perpetuamos nuestras subidas y bajadas de felicidad e infelicidad y repetimos todos nuestros comportamientos previos, porque esto es lo que madura de esas tendencias. Lo que es realmente terrible es que esta confusión está ahí en todos y cada uno de los momentos de felicidad e infelicidad y perpetúa más momentos de felicidad e infelicidad, que también serán con confusión. La confusión que experimentamos ahora es el resultado de nuestra confusión anterior, cuando experimentábamos felicidad e infelicidad.

Este ciclo incontrolablemente recurrente, este ciclo autoperpetuador, es lo que el budismo llama “samsara”. Si podemos liberarnos de esta confusión, entonces todo el sistema del karma se derrumba y nos liberamos del samsara. Si reemplazamos la confusión con un entendimiento correcto (y no entraré en detalles de qué significa eso, sólo quédense con la idea general) si reemplazamos la confusión con entendimiento correcto, no habrá base para este “yo” sólido, (no habrá base para: “Yo tengo que conseguir esto y deshacerme de aquello”). No hay ansiedad, así que no hay nada que active las tendencias ni los hábitos. Y si no hay nada que active las tendencias ni los hábitos, no se puede decir que aún se tienen tendencias y hábitos.

Trataré de poner un ejemplo. Si existe la tendencia a ver dinosaurios, cuando los dinosaurios se extinguen ya no hay tendencia a ver dinosaurios al caminar por la jungla, ¿no es así? Solía haber una tendencia: cuando caminaba por la jungla, siempre veía dinosaurios. Ahora ya no hay dinosaurios, así que ya no existe la tendencia a ver dinosaurios. Usando ese ejemplo, cuando no hay nada que cause la maduración de una tendencia (un dinosaurio caminando delante de ti, causando la maduración de la tendencia a ver dinosaurios), si no hay nada que active la tendencia ya no se posee más esa tendencia. Y si las tendencias kármicas ya no maduran porque no hay más tendencias, entonces ya no experimentamos los altibajos de felicidad e infelicidad, y por lo tanto tampoco experimentamos confusión alguna con ello; la confusión también ha desaparecido.

Esta es la forma en la que nos liberamos de toda esta situación samsárica. Ya no experimentamos estos insatisfactorios e inseguros altibajos de felicidad e infelicidad, en lugar de ello tenemos una experiencia muy estable de un tipo de felicidad muy diferente, de una calidad muy diferente (no el tipo de felicidad que está mezclada con confusión, ni el tipo de felicidad de: “Gané el juego y ésta es mi recompensa”). Es el tipo de felicidad que se experimenta al estar libre de una situación difícil. Se me ocurre un ejemplo simple, aunque no muy exacto, para aproximarnos a lo que esto se refiere, sería como lo que sentimos cuando nos quitamos los zapatos apretados al final del día, (es un alivio gozoso estar libres de ese sufrimiento.

Además, lo que experimentamos con la liberación es que nuestras acciones ya no son conducidas por estos impulsos compulsivos del karma con los que actuamos de cierta forma y experimentamos ciertas cosas. En lugar de ello, si estamos trabajando para ir más allá de la liberación, para convertirnos en buda, lo que gobierna a nuestras acciones es la compasión, el deseo de que otros se liberen de sus sufrimientos y de las causas de sus sufrimientos.

Conclusión

Esta es una introducción básica a algunos de los principios involucrados con el karma. Hay muchísimo más que se puede decir y explicar, Algo de ello se explica con ciertos principios generales, como cierto tipo de acciones que resultan de tal tipo de efectos, y si tal factor está presente el resultado será mayor, y si no está presente (si se hace algo por accidente en lugar de hacerse a propósito) el efecto será diferente, y demás. Hay una gran cantidad de detalles en esto.

También, en términos de qué es lo que en realidad madurará ahora mismo, es muy difícil generalizar con principios, porque se ve afectado por todo lo demás que está sucediendo a nuestro alrededor. Lo que nos sucede ahora no lo podemos generalizar con principios generales, porque lo que nos pasa ahora se ve afectado por todo lo demás que está pasando. Simplemente piensen si tienen un accidente en carretera, ¿qué lo provocó? Es el karma lo que llevó a todos los demás a esa carretera, a cada quién por su lado, las condiciones del tráfico, el clima y las condiciones del camino. Una gran cantidad de factores han producido ese hecho particular del accidente que ahora madura.

Si estamos interesados en este tema, hay mucho que explorar en una gran cantidad de aspectos. Pienso que mientras más aprendamos sobre el karma, más útil nos será para superar el hecho de estar bajo el control del karma, de tal forma que no sólo nos liberemos a nosotros mismos del sufrimiento samsárico, sino que también estemos en una mejor posición para ser capaces de ayudar a todos los demás.

¿Qué preguntas tienen?

Preguntas

En este contexto, ¿la culpa está fuera del tema? Esto no tiene nada que ver con la culpa ¿o sí?

Correcto. La explicación budista del karma no tiene nada que ver con la culpa. La culpa se basa en pensar en términos de un muy fuerte “yo” sólido como una entidad separada y en lo que hice como otra entidad separada, como dos pelotas de ping-pong o algo parecido. Y después creemos que esa entidad “yo” es muy mala y esa entidad “lo que hice” es muy mala también. Hay también un juicio de estas dos aparentes entidades sólidas y una actitud de no soltar; eso es la culpa. Es como nunca tirar la basura de tu casa, sino guardarla dentro y decir lo terrible que es eso, lo mal que huele, lo sucio que es, pero nunca deshacerte de ella.

Suena muy claro y muy lógico, y puedo entender todo el sistema, cómo liberarnos de la confusión y el impulso, las tendencias y todo. Pero pienso que entenderlo no es suficiente para liberarnos ahora mismo de la experiencia o del impulso de actuar compulsivamente.

Correcto. Sí, por ello es que lo primero que necesitamos ejercitar es el autocontrol ético. Recuerden que mencionamos que hay un ligero intervalo entre dos momentos: cuando queremos decirle a alguien “Qué horrible vestido traes puesto hoy”, y cuando en realidad se lo decimos. Si podemos atrapar ese espacio, podemos tener la habilidad de decidir qué efecto tendrá decirle a esa persona que está usando un vestido horrible. Si vemos que decirlo no será algo muy productivo, no lo decimos. Ahí es donde empezamos, con disciplina ética y autocontrol.

También podemos examinar qué emoción sentimos cuando hacemos algo. ¿Mi deseo de hacer algo está basado en una emoción destructiva, como la codicia? ¿Se basa en el enojo, se basa en la ingenuidad? ¿Acaso pienso que decirte que tu vestido es horrible no tendrá ningún efecto en ti? ¿O deseo hacer algo basado en la amabilidad y otras emociones positivas? Esta es la razón por la que la definición de una emoción o actitud perturbada es muy útil: es un estado mental que, cuando surge, nos provoca perder la paz mental y el autocontrol.

Podemos notar cuando perdemos la paz mental: nuestro corazón late un poco más rápido y nos sentimos inquietos. Así que tratamos de darnos cuenta, por ejemplo, de cosas sutiles, como si estoy diciendo algo como producto del orgullo. Por ejemplo, alguien dice: “No entendí eso”, y tú dices: “¡Ah, pues yo sí!”. Notarás un poco de inquietud, hay algo de orgullo detrás de esto, algo de arrogancia, y esto es lo que queremos notar.

Pero entender la realidad, lo cual significa tener el entendimiento de la vacuidad y demás, es muy, muy difícil, e incluso cuando lo tenemos, es preciso acostumbrarnos a ello, de tal forma que lo conservemos todo el tiempo. Por eso es que comenzamos con la autodisciplina ética, para evitar actuar destructivamente.

Me perdí un poco. Creo que mencionó que hay dos emociones que perpetúan esta felicidad e infelicidad, estas fluctuaciones. Dijo que una de ellas es la ansiedad y ¿cuál es la otra?

Lo que estaba explicando son los dos factores que activan a las tendencias kármicas (esto proviene de las enseñanzas de los doce eslabones de surgimiento dependiente). Uno de ello es el ansia, y el otro (estaba simplificándolo) realmente se llama “actitudes o emociones de obtención”, y es una lista de alrededor de cinco posibilidades. Esto es lo que obtendrá el resultado, y uno de los más prominentes es la identificación de un “yo” sólido con lo que se está experimentando, con lo que está pasando.

¿Se refiere a identificar un “yo” sólido con algo en particular? Me es claro que hay confusión, que tenemos que hacernos cargo para liberarnos de ella. ¿Pero qué es exactamente lo que estamos confundiendo y con qué lo estamos confundiendo?

No es una pregunta fácil que se pueda responder de forma simple. Confundimos que el “yo” que en realidad existe, el “yo” convencional, con el falso “yo” que no existe. Lo que hacemos es imaginar que el “yo” que en realidad existe lo hace en una forma imposible, es una exageración. Estamos añadiendo algo que no está ahí. Por ejemplo: estoy feliz o infeliz. No es que estés infeliz; Yo estoy infeliz. Cuando hay una experiencia de felicidad o infelicidad, nos referimos a ella en términos de yo estoy feliz. No es que tú o alguien más esté feliz, yo estoy feliz. Ese “yo” es el “yo” convencional, que sí existe.

Permítanme usar un ejemplo para este “yo” convencional. Digamos que vemos una película como “Lo que el viento se llevó”. En ella, hay una escena feliz, después una escena infeliz, y después otra escena feliz. Bueno, ¿qué está pasando ahí? Esta escena feliz es una escena de “Lo que el viento se llevó” y la escena infeliz es otra escena de “Lo que el viento se llevó”. “Lo que el viento se llevó” es como convencionalmente etiquetaríamos a todo el evento, tanto las escenas felices como las infelices. Sin embargo, “Lo que el viento se llevó” es sólo un título, un nombre. Pero cuando hablamos de “Lo que el viento se llevó”, no estamos hablando sólo del título. Estamos hablando de la película en sí, a la cual se refiere el título. Esa es la película convencionalmente existente: sí existe. La película no es algo separado de cada una de las escenas, una película separada e independiente de esas escenas sería una película falsa, no existe. La película convencionalmente existente es solamente lo que puede ser etiquetado o a lo que puede imputarse algo sobre la base de las escenas.

Similarmente, tenemos momentos felices en la vida, tenemos momentos infelices y demás, ¿y cómo nos referimos a todo ello? Nos referimos a ello como “yo” (el “yo” convencional que existe: no eres tú, soy “yo”). De igual forma, la película “Lo que el viento se llevó” no es “La guerra de las galaxias”. Pero no hay un “yo” separado de los momentos de felicidad e infelicidad el cual experimente dichos momentos. Ese sería un “yo” falso, un “yo” que no existe. Y “yo” es sólo una palabra, así que “yo” es solamente a lo que se refiere la palabra basada en todos los momentos de experiencia de una vida.

La confusión, entonces, sería pensar que hay un “yo” separado dentro de este cuerpo, habitándolo, conectado a él de alguna manera, apretando botones, y cuando el “yo” experimenta dolor en el pie, me siento muy infeliz y no me gusta. Es como si hubiera un “yo” separado de toda esa experiencia interior de esa cosa extraña llamada cuerpo. Entonces, sobre la base de confundir este “yo” separado (este falso “yo”) con el “yo” convencional e identificarnos con el falso “yo”, sentimos ansiosamente, “Yo tengo que alejarme de esta infelicidad, de este dolor, de esta infelicidad que experimento con el dolor físico”. Por supuesto que cuando no tenemos este malentendido del “yo” sólido, no significa que simplemente nos sentemos a seguir sintiendo dolor. Si nuestro pie se quema, por supuesto que lo sacamos del fuego, pero el concepto del “yo” que está detrás de todo es muy diferente. No hay pánico.

Pero este concepto de un falso “yo” contra un “yo” convencional es muy complejo y avanzado. Dejémoslo aquí por ahora. Terminemos esta velada con una dedicatoria. Pensemos: que el entendimiento que hayamos obtenido y la fuerza positiva que hayamos generado con esto, puedan penetrar cada vez más y fortalecerse más y más, y actuar como causa para alcanzar la iluminación en beneficio de todos los seres.

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