Las astro-ciencias tibetanas

El alcance de las astro-ciencias tibetanas

Las ciencias astrológicas relacionadas con la elaboración de calendarios, la astronomía, la astrología y las matemáticas tocan muchos aspectos de la vida tibetana. Su tradición se extendió desde el Tíbet hasta lo que se conoce como Mongolia Interior y Exterior, Manchuria, Turquestán Oriental, las repúblicas rusas de Buriatia, Kalmukia y Tuvá, y todas las demás áreas de influencia cultural tibetana en el Himalaya, Asia Central y la actual China. Estas ciencias juegan un papel importante en la tradición médica tibetana. Todos los estudiantes de medicina deben estudiar hasta un determinado nivel las ciencias astrológicas, aunque los estudiantes de astrología no están obligados a estudiar medicina.

Este tema de conocimiento presenta los cálculos de las efemérides para determinar la posición de los planetas, así como aquellos para hacer el calendario y predecir los eclipses. También incluye los cálculos astrológicos para los horóscopos personales y para la información que se encuentra en el almanaque anual sobre qué días son o no propicios para el inicio de diversas actividades, tales como la siembra de cultivos. Es un campo de estudio muy amplio.

Hay dos divisiones: cálculos blancos y negros. El blanco y el negro representan los materiales derivados de la India y China de acuerdo con el color predominante de la ropa que se usa tradicionalmente en cada país —blanco en India y negro en China—. Como en el caso de la medicina tibetana, la astrología tibetana comparte aspectos similares a los que se encuentran en la India hindú y China. Sin embargo, se modifican y mezclan, y se utilizan de diferentes maneras para constituir el sistema tibetano único.

Contexto filosófico

Los contextos filosóficos de las ciencias astrológicas son muy diferentes en los mundos hindúes, budistas tibetanos y confucianos chinos. El contexto tibetano procede del Tantra de Kalachakra. Kalachakra significa «ciclos de tiempo». En este tantra, el Buda presentó un sistema de ciclos externos, internos y alternativos. Los externos se ocupan del movimiento de los planetas a través de los cielos y de varios ciclos o divisiones de tiempo medidos por ellos en términos de años, meses, días, y así sucesivamente. Los internos se ocupan de los ciclos de las energías y los vientos a través del cuerpo. Los ciclos alternativos consisten en las diversas prácticas de meditación del sistema de tantra que involucran a la figura búdica llamada Kalachakra, utilizada para controlar o purificar los dos ciclos anteriores.

Los ciclos externos e internos del tiempo son paralelos entre sí y se producen debido a los impulsos colectivos de energía (karma) externos e individuales internos. En otras palabras, hay ciertos impulsos de energía conectados con todos nosotros que impulsan, tanto los ciclos planetarios, como los ciclos corporales humanos. Puesto que la energía y los estados mentales están estrechamente relacionados, podemos experimentar los ciclos de una manera perturbadora o de una manera no perturbadora. Con las prácticas de Kalachakra, trabajamos para dejar de estar bajo la influencia de las situaciones externas e internas incontrolablemente recurrentes (samsara) de modo que, cuando ya no estemos limitados o perturbados por ellas, podamos hacer realidad todo nuestro potencial para beneficiar a todo el mundo tanto como sea posible.

A menudo, las personas están bajo la influencia de sus horóscopos personales o se ven afectadas de manera incontrolable por los cambios de las estaciones, el clima, las fases de la luna, o por el punto en el que se encuentran en sus propios ciclos de vida de la infancia, la adultez, la vejez, etcétera. A menudo, también se encuentran bajo la influencia de los ciclos de energía de sus cuerpos, por ejemplo, el ciclo menstrual o el ciclo de la pubertad hasta la menopausia. Tales cosas pueden provocar grandes limitaciones en las personas. El sistema Kalachakra proporciona un marco de meditación dentro del cual podemos superar estar bajo el control de estas influencias y las limitaciones que nos imponen, y entonces poder ayudar a los demás de la mejor manera posible. El sistema budista tibetano presenta la astronomía y la astrología dentro de este marco filosófico general. Es muy diferente del contexto védico hindú, en el cual los estudiantes aprenden estas ciencias para calcular el tiempo exacto para realizar los rituales védicos.

En el pensamiento clásico chino, se consulta la astronomía y la astrología para mantener la legitimidad y el dominio político. La filosofía confuciana concibe al emperador como el intermediario entre los cielos y la tierra. Si el emperador, la corte imperial y el gobierno actúan de acuerdo con las estaciones y el calendario, y en armonía con los principios generales de cambio en las fuerzas del universo, todo va bien en el imperio. Obviamente tienen el «mandato del cielo». Si actúan de forma desfasada respecto a los factores astrológicos, se producen desastres naturales que indican que las clases dominantes han perdido su legitimidad política. Por lo tanto, para mantener la armonía y conservar el poder político, es esencial conocer los tiempos exactos de las estaciones y el flujo de las fuerzas astrológicas universales.

Por lo tanto, el contexto filosófico chino para la astronomía y la astrología también difería mucho del marco budista tibetano. Su propósito principal era político. Los horóscopos personales no aparecieron en China sino hasta alrededor del siglo VIII, y eso se debió muy probablemente a la influencia budista.

Los cálculos blancos

El material proveniente de la India en las ciencias astrológicas tibetanas procede principalmente de dos fuentes, el Kalachakra o Tantra de los ciclos del tiempo, que es específicamente budista, y el Svarodaya o Tantra que surge de las vocales, que contiene material aceptado tanto por los hindúes como por los budistas.

En relación con la discusión de los ciclos externos del tiempo, el Tantra de Kalachakra presenta las leyes del movimiento del universo y los cálculos para las efemérides, el calendario y el almanaque. Dos conjuntos de formulaciones matemáticas se desarrollaron a partir de él: el siddhanta o sistema de principios completos, que se perdió antes de que pudiera llegar al Tíbet, y el sistema karana o sistema de precisión.

Entre los siglos XV y XVII, varios maestros tibetanos reconstruyeron todo el sistema doctrinal. Así, las escuelas de astrología tibetana actualmente enseñan ambos sistemas de cálculo. Aunque algunos linajes tibetanos favorecen el sistema doctrinal completo, todavía utilizan el sistema de precisión para calcular los eclipses solares y lunares, ya que da mejores resultados.

La otra fuente de material astrológico procedente de la India, el Tantra que surge de las vocales, también conocido como Yuddhajaya o el Tantra de la victoria en las batallas, es el único tantra hindú shaivita traducido al tibetano e incluido en el Tengyur, la colección de comentarios indios. La característica principal que resulta de esto es la elaboración de horóscopos personales predictivos. En la astrología occidental, el énfasis principal de un horóscopo individual es revisar la situación natal y, a partir de ahí, analizar y describir la personalidad. Esto no es de gran interés en los sistemas indios, ni los hindúes ni los budistas, aunque se aborda. Lo que es de mayor interés es trazar el desarrollo de la vida de una persona.

Los horóscopos predictivos

Todas las tradiciones astrológicas indias calculan y analizan el curso de la vida en términos de períodos gobernados por nueve cuerpos celestes sucesivos. El sistema budista calcula la duración de la vida desde el momento del nacimiento y la posición de la luna natal, y luego la divide en nueve períodos de acuerdo con ciertas fórmulas. La versión hindú no considera la longitud de la vida. Divide los períodos según otra regla. Tanto en un caso como en otro, los astrólogos interpretan cada período en relación con su planeta gobernante, la carta natal y la época en la que ocurre.

Aunque la astrología budista contiene un cálculo de la duración de la vida de las personas, no es un sistema fatalista de predeterminación. También proporciona cálculos de hasta dónde podemos extender nuestras vidas si realizamos muchas acciones positivas y constructivas. El sistema Kalachakra original en la India calculó la vida útil con un máximo de 108, mientras que los sistemas hindúes afirman que el máximo es de 120. En el Tíbet, 108 se redujeron a 80 ya que, según las enseñanzas budistas, la esperanza de vida media está disminuyendo en la edad degenerada. En el siglo XIX, el maestro Nyingma, Mipam, revisó el cálculo de la duración de la vida de tal forma que el máximo es de 100. Además, independientemente de la edad máxima que se afirme, el sistema tibetano contiene cuatro formas diferentes de calcular la esperanza de vida. Por lo tanto, cada persona tiene varias esperanzas de vida diferentes. Nacemos con muchos karmas diferentes que podrían madurar.

Incluso si hablamos de una persona que tiene una esperanza de vida específica, pueden surgir circunstancias extraordinarias para alargarla o disminuirla. Si alguien tiene una enfermedad terminal, puede que no tenga el potencial kármico para recuperarse. Sin embargo, las oraciones y ceremonias rituales de un gran lama pueden actuar como una circunstancia para que madure el potencial positivo profundamente enterrado de una larga vida, que normalmente no habría surgido en esta vida. Asimismo, un evento externo como un terremoto o una guerra puede proporcionar la circunstancia de que un potencial negativo profundamente enterrado madure en una vida corta que normalmente no habría sido efectivo en esta vida. En tal caso, podríamos morir de la llamada «muerte prematura». De cualquier manera, si no tenemos esos potenciales profundamente enterrados, ni siquiera una circunstancia dramática en esta vida producirá algún efecto. Los rituales especiales no benefician a algunas personas, mientras que otras logran sobrevivir a un terremoto.

Un horóscopo tibetano, entonces, es una predicción general de una posibilidad que podría suceder en una vida. No hay garantía de que nuestras vidas se desarrollarán de esa manera. También hay otras posibilidades, ya que la astrología puede predecir otras vidas también. Cada posibilidad se asemeja a un nivel cuántico. Todas ellas son viables, dependiendo de nuestras acciones y prácticas, así como de las circunstancias externas extraordinarias. Lo que sucede en nuestras vidas depende de los potenciales kármicos que hemos acumulado a partir de acciones previas en esta vida y en vidas pasadas. De lo contrario, un humano y un perro nacidos en el mismo momento y en el mismo lugar experimentarían vidas idénticas.

El propósito principal de un horóscopo tibetano es alertarnos sobre los posibles rumbos de la vida que podríamos experimentar. Que terminen haciéndose realidad o no depende de nosotros. Aunque tenemos muchos potenciales, incluso conocer un conjunto de ellos a partir de un horóscopo puede inspirarnos a aprovechar nuestras preciosas vidas humanas para alcanzar una meta espiritual. En el contexto del Kalachakra, nos esforzamos por superar todas las limitaciones kármicas que nos impedirían ser plenamente capaces de ayudar a todo el mundo. La meditación sobre nuestro sufrimiento nos ayuda a desarrollar la determinación de ser libres (renuncia), así como la compasión por los demás. De la misma manera, contemplar el sufrimiento que podríamos experimentar en la vida, tal como lo describe el horóscopo, puede ayudarnos a lo largo de nuestros caminos espirituales. Un horóscopo tibetano, entonces, puede ser un medio hábil para ayudar a aquellos que están interesados en la astrología a progresar a lo largo del camino. Un horóscopo tibetano nunca es un pronóstico de un futuro predeterminado e inherentemente verdadero.

Comparación con otros sistemas astrológicos

El sistema blanco de cálculo, a través de su base paníndica, comparte ciertas características en común con los antiguos sistemas astrológicos griegos. El ejemplo más prominente es la división del zodíaco en doce signos y casas, con los mismos nombres para los signos que utiliza el sistema occidental moderno, pero en la traducción tibetana, por lo que los horóscopos natales organizan los planetas en signos y casas, como en una carta occidental. Sin embargo, la forma de interpretación es muy diferente. Como en el esquema hindú, se usa un sistema de casas iguales, los ángulos entre los planetas no se consideran, y el ascendente no es una cuestión que merezca la pena considerar.

El zodíaco es el cinturón a través del cual el sol, la luna y los planetas giran alrededor de la tierra en un esquema geocéntrico. Para la mayoría de los cálculos, este cinturón se divide en veintisiete mansiones o constelaciones lunares en lugar de en doce signos. Este esquema no se encuentra en los sistemas griegos antiguos ni en los sistemas occidentales modernos, sino que fue compartido con los sistemas hindúes clásicos. Algunas veces se especifican veintiocho constelaciones, pero mientras que el sistema hindú dividiría el zodíaco en veintiocho porciones iguales, el sistema tibetano dividiría una de las veintisiete porciones iguales en dos.

Un sistema de veintiocho constelaciones lunares también se encuentra en la antigua astronomía china. Allí, el énfasis se pone en Polaris —la estrella polar— como el centro de los cielos, como el emperador chino. Las mansiones, al igual que los ministros, giran alrededor de ella a lo largo del ecuador estelar y, por lo tanto, están formadas por cúmulos de estrellas ligeramente diferentes a los de las mansiones paníndicas. Además, las veintiocho constelaciones chinas no dividen el cielo en partes iguales.

El sistema Kalachakra trata diez cuerpos celestes, a todos los cuales les llama «planetas». Los primeros ocho son el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno y un cometa. Este último no se utiliza en el caso de los horóscopos. Los dos cuerpos celestes restantes pueden denominarse los planetas de los nodos norte y sur de la Luna.

Aunque las órbitas solar y lunar están en el cinturón del zodíaco, se entrecruzan entre sí. Los dos puntos de su intersección son conocidos como los nodos norte y sur de la Luna. En cada luna nueva, el Sol y la Luna están más o menos unidos, en otras palabras, en el mismo punto. Es sólo cuando se da esta conjunción—ya sea en el nodo norte o el sur, en el punto en que sus órbitas se cruzan—, que la conjunción es exacta y ocurre un eclipse solar. Cuando hay luna llena, el sol y la luna se oponen. Cuando esto coincide con que uno de los dos astros está en conjunción con el nodo norte y el otro con el sur, la oposición es exacta y se produce un eclipse lunar.

Tanto el sistema clásico hindú como el de Kalachakra conciben los nodos norte y sur de la Luna como planetas, mientras que el antiguo sistema griego no lo hace. Ambos sistemas indios explican los eclipses como conjunciones del Sol y la Luna con los planetas nodales.

El sistema Kalachakra llama al planeta nodo norte Rahu, literalmente «gruñidor», o planeta cabeza del dragón, y al planeta nodo sur Kalagni, que significa «fuego del tiempo», o el planeta cola del dragón. Aunque los sistemas hindúes también llaman al primero Rahu, llaman al segundo Ketu, literalmente «cola larga», refiriéndose también a que es la cola del dragón. Según la mitología paníndica, este supuesto «dragón» consume al Sol o a la Luna durante un eclipse. En Kalachakra, sin embargo, Ketu es el nombre dado al décimo planeta, el cometa, que no está incluido en los sistemas clásico hindú o griego, que incluyen sólo nueve o siete cuerpos celestes, respectivamente.

El sistema chino clásico no hacía mención alguna de los nodos norte y sur de la Luna. Los chinos sólo hablan del Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. En épocas posteriores, cuando el concepto de los nodos norte y sur de la Luna apareció en la astronomía china, se los denominó cabeza y cola del dragón, lo que indica claramente su origen indio. Sin embargo, no fueron aceptados como planetas.

Otra característica común con los antiguos sistemas griego e hindú es la denominación de los días de la semana según los planetas: domingo por el Sol, lunes por la Luna, martes por Marte, miércoles por Mercurio, jueves por Júpiter, viernes por Venus y sábado por Saturno. Debido a esto, la palabra tibetana para día de la semana es la misma que para planeta.

Los chinos tradicionalmente tenían una semana de diez días y sólo empezaron a utilizar una de siete días en el siglo VII de la era común, debido a la influencia de las comunidades de mercaderes cristianos nestorianos de persas y sogdianos que vivían en China. Sin embargo, los chinos se refieren a los días de la semana por su número, y no por los nombres de los planetas.

Una de las mayores diferencias entre los antiguos sistemas griego e hindú se refiere al tipo de zodíaco empleado. Al igual que el sistema occidental moderno, los antiguos griegos utilizaban un zodíaco tropical, mientras que los sistemas hindúes utilizan zodíaco de estrella fija o zodíaco sideral. La diferencia entre estos dos zodíacos se refiere a la posición de cero grados Aries. En un zodíaco tropical, siempre que el sol está en el equinoccio vernal en el hemisferio norte, esta posición se llama cero grados Aries, independientemente de la posición del sol en relación con la constelación Aries en ese momento. Los zodíacos de estrella fija sostienen que el Sol está situado a cero grados Aries cuando el Sol está en conjunción con el comienzo de esa constelación.

El sistema Kalachakra criticó a los hindúes y abogó por un zodíaco tropical. Los tibetanos, sin embargo, descartaron esta característica de la astrología de Kalachakra y volvieron a un sistema de estrella fija. Sin embargo, el zodíaco tropical Kalachakra y el griego antiguo y el occidental moderno no son iguales entre sí y, de manera similar, los sistemas de estrella fija hindúes y tibetanos tampoco se corresponden entre sí. Los detalles de estas diferencias son bastante complejos. Para simplificar la discusión, dejemos de lado la consideración del antiguo sistema griego.

En el año 290 EC aproximadamente, el punto de equinoccio de primavera estaba ubicado al principio de la constelación de Aries, tal como se observa en el cielo. Desde entonces, ha ido retrocediendo lentamente, a un ritmo de aproximadamente un grado cada setenta y dos años. Este fenómeno se conoce como la «precesión del equinoccio», es decir, el movimiento hacia atrás de la posición del sol en el equinoccio. La discrepancia entre la posición observada de cero grados Aries y la posición de cero grados Aries definida en términos del equinoccio de primavera, se debe a que el eje polar de la Tierra rota gradualmente en su orientación hacia las estrellas «fijas», con un período de rotación de 26.000 años.

El punto de equinoccio de primavera ahora se encuentra entre veintitrés y veinticuatro grados de vuelta a Piscis, el signo inmediatamente anterior a Aries. Así, el sistema occidental moderno considera actualmente como cero grados Aries algún punto entre seis y siete grados en Piscis, como se observa en el cielo —en otras palabras, la posición tropical menos entre veintitrés y veinticuatro grados—.

La situación es un poco más compleja. En la antigüedad había cinco sistemas hindúes clásicos diferentes de cálculos astrológicos. El más popular, todavía utilizado en la India, es el del Surya Siddhanta (El sistema de cálculos del Sol). Este sistema considera que la posición del punto de equinoccio de primavera en aproximadamente el año 500 EC era de cero grados Aries, cuando en realidad esta posición ya era unos pocos grados dentro de Piscis, como se observa en el cielo. El Surya Siddhanta luego construye un zodíaco de estrella fija basado en esta posición del equinoccio de primavera como el comienzo de Aries.

Los sistemas hindúes indios eran conscientes de la precesión del equinoccio y dieron fórmulas matemáticas para calcular su valor. Sin embargo, aunque la discrepancia entre la posición observada de Aries y el punto de equinoccio vernal aumenta linealmente hasta que ambos convergen después de aproximadamente cada 26,000 años, el Surya Siddhanta explica que esa discrepancia oscila. Primero, el punto de equinoccio de primavera retrocede progresivamente hasta alcanzar veintisiete grados detrás de la posición originalmente fija de cero grados Aries. Luego invierte la dirección y se mueve hacia adelante hasta que se ubica veintisiete grados por delante de la posición establecida, con lo cual invierte la dirección una vez más hasta que alcanza de nuevo la posición originalmente fija de Aries. La oscilación se repite. Este patrón de oscilación, por lo tanto, no coincide con la posición cambiante real del Sol en el equinoccio de primavera en relación con la posición de cero grados Aries fijada originalmente por el Surya Siddhanta, ni con la posición realmente observada del comienzo de la constelación de Aries en el cielo.

El sistema de astrología Kalachakra criticó los sistemas zodiacales de estrella fija usados por el Surya Siddhanta y los otros cuatro sistemas hindúes indios y el concepto de una precesión oscilante del equinoccio. En lugar de eso, abogó por un zodíaco tropical modificado. Según el sistema Kalachakra, el punto de equinoccio de primavera debe medirse mediante observación una vez cada sesenta años. Ese punto del equinoccio se definiría por la posición de cero grados Aries para un período entero de sesenta años, y luego tendría que ser corregido al comienzo del siguiente período de sesenta años. Además, al igual que en el sistema occidental moderno, describe la precesión del equinoccio como un aumento lineal a medida que se mueve lentamente hacia atrás alrededor del zodíaco, sin ninguna oscilación.

Sin embargo, cuando el sistema Kalachakra llegó al Tíbet a principios del siglo XI, los tibetanos dejaron de hacer la corrección periódica del punto de equinoccio de primavera. En consecuencia, el sistema zodiacal tibetano se convirtió en un sistema de estrellas fijas, pero en el que la discrepancia entre su posición fija de cero grados Aries y la posición real observada de cero grados Aries difiere de las discrepancias en cualquiera de los sistemas hindúes de la India. Actualmente es de aproximadamente treinta y cuatro grados.

La observación del cielo revela que cero grados Aries en el sistema occidental corresponde realmente a la posición observada del comienzo de la constelación Aries menos el factor de precesión de entre veintitrés y veinticuatro grados. Cuando cambie al siguiente signo hacia atrás, Acuario, en unos cuatro siglos a partir de ahora, comenzará técnicamente la llamada «Nueva Era de Acuario». En una conversación común, cuando las personas dicen que la Era de Acuario empezará muy pronto, quizás están confundiendo esto con la noción cristiana de que el cambio de milenio marca una nueva edad de oro.

Durante el período Mogol en la India, particularmente a partir del siglo XVIII, cuando las observaciones de las posiciones planetarias se generalizaron gracias a la influencia constante de la astrofísica árabe y al contacto con la astronomía occidental, muchos de los sistemas hindúes descartaron los modelos matemáticos tradicionales para calcular las posiciones, tanto del Sol, como de todos los planetas. Vieron que los modelos occidentales daban resultados más precisos que podían ser confirmados a través de telescopios y los diversos dispositivos de medición celestial que los mogoles construían en sus observatorios. También observaron que el concepto de una precesión oscilante del equinoccio era incorrecto. Por lo tanto, mientras mantenían un zodíaco de estrella fija, muchos adaptaron la nueva técnica de restar uniformemente un valor de precesión estándar de las posiciones del zodíaco tropical de todos los planetas —técnica proveniente de Occidente—con el fin de derivar sus posiciones en el zodíaco de estrella fija. Todos los linajes hindúes adaptaron un valor de precesión ligeramente diferente como su factor de conversión. La más comúnmente utilizada es entre veintitrés y veinticuatro grados, que es la discrepancia observada real.

Algunos astrólogos hindúes afirman, sin embargo, que las posiciones planetarias calculadas tradicionalmente proporcionan información astrológica más precisa. Este es un punto muy importante, porque la astrología tibetana se encuentra ahora en la etapa en la que la astrología hindú estaba en el siglo XVIII, cuando entró en contacto con la astronomía occidental. Las posiciones de los planetas según los modelos matemáticos del sistema Kalachakra tampoco corresponden exactamente a lo que se observa. Sin embargo, aún no se ha decidido si será necesario seguir el ejemplo hindú de descartar la tradición y utilizar los valores occidentales modificados por el factor de precesión observado.

Se podría argumentar que realmente no importa cuáles son las posiciones reales observadas de los planetas, porque el sistema astrológico budista tibetano nunca tuvo la intención de enviar un cohete a la luna o de navegar un barco. Los datos astronómicos se calculan con fines astrológicos y, si la información astrológica es empíricamente exacta y útil, eso es todo lo que importa.

La astrología tibetana tiene la intención de permitirnos conocer nuestras situaciones kármicas básicas en la vida para que podamos trabajar con ellas para superar todas nuestras limitaciones y realizar todos nuestros potenciales de manera que sean de mayor beneficio para los demás. Es en el marco de este contexto budista que los estudios astrológicos tibetanos deben considerarse. Parecería irrelevante juzgarla y alterarla en base a sus datos astronómicos que no corresponden a las posiciones planetarias observadas.

Para aprender y beneficiarse de los sistemas de los demás, tanto los occidentales como los tibetanos deben respetar la integridad de sus respectivos corpus de conocimiento y sabiduría. Se pueden compartir ideas e indicaciones para nuevas áreas de investigación, pero sería trágico descartar acríticamente los enfoques tradicionales y adoptar enfoques extranjeros. Como se puede ver en las historias de la medicina y de la astrología tibetanas, las ideas de culturas extranjeras no fueron copiadas sin pensar. Estimularon a los tibetanos para que elaboraran sus propios sistemas, basados en su propia investigación y experiencia, en los que las ideas extranjeras adoptaron nuevas formas. Esta es la manera en que se produce el progreso, en beneficio de todos.

Los cálculos negros

Los cálculos negros de origen chino, también llamados cálculos de elementos, añaden algunas características más al calendario tibetano, como las correlaciones con los ciclos de los animales y los elementos, como el año del caballo de hierro. También proporcionan otros conjuntos de variables a examinar, tanto para analizar la personalidad, como para hacer horóscopos personales predictivos generales. Dichas características se integran con la información del horóscopo derivada del sistema de cálculo blanco.

El material de origen chino contiene cálculos relativos a cinco áreas principales. La primera es para las progresiones anuales básicas, para ver lo que sucederá durante cada año de una vida. La segunda se refiere a las enfermedades, que determinan si fueron causadas por espíritus dañinos y, en caso afirmativo, qué tipo de espíritu y qué rituales realizar para apaciguarlas, así como para predecir cuánto tiempo durarán las enfermedades. La tercera es para los muertos, particularmente para cuándo y en qué dirección sacar el cadáver de la casa, y qué ceremonias realizar para disipar las fuerzas dañinas. El cuarto es el cálculo de los obstáculos, cuándo ocurrirán en el calendario en general y durante la vida de una persona específica. El quinto se refiere al matrimonio, en particular a la armonía entre los futuros esposos. El cálculo de elementos, por lo tanto, se utiliza principalmente con fines astrológicos.

Al igual que el material derivado de la India y de los sistemas hindúes, el material derivado de China comparte muchas características en común con las escuelas astrológicas clásicas chinas. Sin embargo, presenta muchas diferencias con la forma en que los tibetanos los desarrollaron y utilizaron.

El sistema de cálculo de elementos correlaciona el calendario con ciclos de sesenta años, en los que cada año se rige sucesivamente por uno de los doce animales. El orden clásico chino comienza con la rata, mientras que la secuencia tibetana comienza con el cuarto animal chino, la liebre. Por lo tanto, el lugar en la secuencia en la que comienza el ciclo de sesenta años es diferente.

La lista de doce animales está entrelazada con un elemento de empoderamiento para el año, que es uno de los clásicos conjuntos chinos de cinco elementos —en este caso: madera, fuego, tierra, hierro y agua—. Cada elemento rige dos años seguidos, el primero es un año masculino y el segundo, un año femenino. Los tibetanos nunca usan el yang y el yin chinos. Por lo tanto, se necesitan sesenta años para que se repita una combinación específica, como por ejemplo el año de la rata macho de madera, el primero de la lista clásica china, o el año de la liebre hembra de fuego, el primero en el tibetano.

El sistema astrológico tibetano no emplea el sistema chino clásico de diez ramificaciones celestiales y doce ramificaciones terrenales. Los chinos asocian esa información con el ciclo de sesenta años y la enfatizan mucho más en su calendario y astrología que los animales y los elementos, como hacen los tibetanos.

A la combinación natal de animal y elemento para el año de nacimiento, se añade una combinación progresiva para cada año de edad, pero calculada de diferentes maneras para machos y hembras. De hecho, la mayoría de los cálculos de origen chino son diferentes para hombres y mujeres. Cabe señalar que nuestra edad, tanto en el sistema tibetano como en el chino, se refiere al número de años civiles durante los cuales hemos estado vivos, independientemente de lo corto que pueda ser ese período en un año en particular. Por ejemplo, si alguien nace en el décimo mes tibetano de un año en particular, la persona tiene un año hasta el Año Nuevo tibetano, y luego inmediatamente dos años. Esto se debe a que, aunque esta persona ha estado viva sólo tres meses, esto ha sucedido durante dos años en el calendario. Así, todos los tibetanos envejecen un año en el Año Nuevo Tibetano y no celebran ni cuentan los cumpleaños a la manera occidental. La edad tibetana, entonces, no es un concepto equivalente a la idea occidental de edad, que cuenta el número de años completos transcurridos desde el nacimiento.

Cada uno de los doce animales en sus diversas combinaciones con los cinco elementos dentro de un ciclo de sesenta años, tiene un conjunto de cinco elementos asociados que se utilizan para lo que se denomina cálculos de guijarros. Existen los elementos-guijarros- de la fuerza vital, el cuerpo, el poder o la capacidad, el valle de la fortuna y los espíritus de vida. Los primeros cuatro también se encuentran en la astrología clásica china, donde el poder se conoce como riqueza. El espíritu de vida o el principio organizador de la vida (tib. bla) es más bien un concepto tibetano, que también se encuentra en la tradición nativa del Bon.

A partir del análisis de la relación entre los elementos de los guijarros natales y los de cualquier año de tránsito, podemos deducir, a partir de los de fuerza vital, el posible peligro para la vida de ese año y, a partir de los corporales, el daño físico y para la salud. Según los del poder, podemos hablar del éxito, como en los negocios; los del valle de la fortuna informan sobre la fortuna en general y los viajes, y los del espíritu de vida, informan sobre el bienestar y la estabilidad de nuestros principios básicos de organización de la vida. Si durante ese año hay relaciones difíciles, se recomienda realizar unas determinadas ceremonias religiosas para contrarrestar esas situaciones discordantes.

Cada uno de los doce animales también se asocia con tres días de la semana —uno de fuerza vital, uno de espíritu de vida y uno mortal—. Para todos los que comparten el mismo signo animal natal, los dos primeros son días propicios de la semana, mientras que el último no lo es. Esto se utiliza particularmente en la astrología médica para elegir los días de tratamiento.

También se utilizan cuadrados mágicos, específicamente aquel en el que hay una cuadrícula de tres por tres, con los números del uno al nueve dispuestos, uno en cada caja, de tal forma que, sea que se sume horizontal, vertical o diagonalmente, la suma de cualquier línea siempre es quince. Los nueve números se combinan con el ciclo de sesenta años de modo que, cada 180 años, el mismo número cuadrado mágico corresponderá con el mismo elemento-animal del año en cuestión. La secuencia empieza con el número uno, y luego procede en orden inverso: nueve, ocho, siete, y así sucesivamente. Cada uno de los nueve números cuadrados mágicos se relaciona con un color y cada uno de ellos con uno de los cinco elementos chinos. A los números a menudo se le llama en conjunción con su color: es decir, uno-blanco hierro, dos-negro agua, tres-azul marino agua, cuatro-madera verde, cinco-amarillo tierra, seis-blanco hierro, siete-rojo fuego, ocho-blanco hierro, y nueve-granate —o a veces nueve-rojo— fuego. Cuando se imprime este cuadrado mágico, el color de cada caja se corresponde con este esquema.


A partir del número natal, se obtiene un número cuadrado mágico de progresión para cada año de edad. Al igual que con la combinación de elementos de progresión y los animales, el cálculo es diferente para machos y hembras. Cada número cuadrado natal tiene una interpretación, que incluye una descripción de las vidas pasadas, con sus propensiones residuales en esta vida, así como la probable vida futura junto con ceremonias religiosas y estatuas que se pueden encargar de mejorarla, y qué tipo de renacimiento podría ser entonces posible. Esta es la fuente, entonces, de información sobre las vidas pasadas y futuras dadas en los horóscopos tibetanos. También se pueden calcular y examinar los números cuadrados del cuerpo, la fuerza vital, el poder y el valle de la fortuna, tal como se hace con los elementos.

Los ocho trigramas del I Ching o El libro de los cambios —tres líneas, ininterrumpidas o quebradas, dispuestas horizontalmente— también se utilizan en los cálculos de elementos tibetanos o negros, aunque nunca se utilizan los sesenta y cuatro hexagramas. Un trigrama de progresión para cada año de edad se deriva de un determinado arreglo de los trigramas. El cálculo es diferente para los hombres y las mujeres. Todas las personas del mismo sexo tienen el mismo trigrama de progresión para la misma edad.

Con la excepción de la variación Bon de la astrología tibetana, no existen trigramas anuales en tránsito, lo que implicaría que, a cada año de calendario, se le asignaría una secuencia particular. El trigrama natal, por lo tanto, tanto para hombres como para mujeres, no se calcula a partir del año de nacimiento, sino que se calcula en función del trigrama de progresión de la madre para su edad en el año en que dio a luz a los hijos. La interpretación de los trigramas natal y de progresión proporciona más información para el horóscopo predictivo.

Además, también se pueden calcular los trigramas del cuerpo, de la fuerza vital, del poder y del valle de la fortuna, y estos se obtienen a partir de los cuatro tipos de números cuadrado mágicos estimados a partir del número natal. Estos cuatro trigramas, así como los guijarros del cuerpo, la fuerza vital, el poder y el valle de la fortuna de una posible pareja son los que se comparan en los cálculos matrimoniales para determinar la compatibilidad de sus miembros.

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