Si queremos entender de qué se trata el budismo y cómo se aplica a nuestra vida diaria, podemos acudir a la connotación del término tradicional utilizado en las enseñanzas y prácticas budistas: Dharma. “Dharma” es una palabra sánscrita que significa literalmente “medida preventiva”. Es algo que hacemos para evitar problemas. Si entendemos eso, entendemos la intención que hay detrás de todo lo que el Buda enseñó.
Para adquirir cierto interés en las medidas preventivas, necesitamos ver que en la vida hay problemas, lo cual implica una gran valentía. Muchas personas no se toman en serio a sí mismas o a su vida. Trabajan arduamente todo el día y en las noches se distraen con entretenimientos diversos porque se sienten exhaustas. Realmente no observan en su interior los problemas que padecen. Y aun si los observan, realmente no quieren reconocer que su vida no es satisfactoria porque eso sería demasiado deprimente. Revisar realmente la calidad de nuestra vida y admitir con honestidad cuando encontramos algo insatisfactorio, requiere valentía.
Las situaciones insatisfactorias y sus causas
Desde luego, existen muchos niveles de insatisfacción. Podríamos decir: “a veces estoy de mal humor y a veces las cosas salen como esperaba, pero está bien, así es la vida”. Si estamos satisfechos con eso, está bien, pero si tenemos la esperanza de hacer algo más de nuestra vida necesitamos buscar métodos que nos permitan lograrlo. Para encontrar estos métodos, necesitamos explorar y descubrir cuál es el origen de nuestros problemas. La mayoría de las personas busca externamente la fuente de sus problemas: “tengo problemas en mi relación contigo por tu culpa. No estás actuando de la forma en la que me gustaría que actuaras”. También podemos decir que los problemas que nos aquejan se deben a la situación política o económica. De acuerdo con algunas escuelas psicológicas, podemos ver ciertas experiencias traumáticas de nuestra infancia como aquello que nos conduce a tener determinados problemas. Es muy fácil culpar a otros de nuestra infelicidad, pero responsabilizar de nuestros problemas a otros o a nuestra situación social o económica, en realidad no nos conduce a ninguna solución. Si tenemos este marco conceptual, es posible que hayamos perdonado y que esto nos haya sido de algún beneficio, pero la mayoría de las personas encuentran que eso no es suficiente para aliviar sus problemas psicológicos y su infelicidad.
El budismo dice que, aunque otras personas, la sociedad y demás contribuyan a nuestros problemas, realmente no son su causa más profunda. Para poder descubrir la fuente más profunda de nuestras dificultades necesitamos ver hacia adentro. Después de todo, sentirnos infelices en la vida es una respuesta a nuestra situación. Podemos observar que diferentes personas responden de manera distinta ante la misma situación. Incluso con respecto a nosotros mismos, encontramos que respondemos de manera diferente de un día a otro ante las dificultades. Si el origen del problema radicara únicamente en las situaciones externas, deberíamos responder ante la misma situación siempre de la misma manera, pero es obvio que no es así.
Hay factores que afectan la forma en que respondemos, como tener un buen día en el trabajo, pero estos son sólo factores contribuyentes superficiales, no son suficientemente profundos.
Si observamos, empezaremos a ver que nuestras actitudes hacia la vida, hacia nosotros mismos y hacia nuestras situaciones contribuyen mucho en cómo nos sentimos. Por ejemplo, no sentimos lástima por nosotros mismos todo el tiempo, no la sentimos cuando estamos pasando un buen rato, por ejemplo, pero el sentimiento de autoconmiseración resurge cuando tenemos un mal día. Las actitudes básicas que tenemos hacia la vida moldean en gran medida la forma en que la experimentamos. Si examinamos con mayor profundidad encontraremos que nuestras actitudes están basadas en la confusión.
La confusión como origen de los problemas
Si exploramos la confusión, veremos que un aspecto de ella es la confusión acerca de la causa y el efecto conductual. Estamos confundidos acerca de qué hacer o decir y acerca de lo que sucederá como resultado. Podemos estar muy confundidos acerca del tipo de trabajo que queremos tener, si queremos casarnos, tener hijos, etc. Si nos involucramos en una relación con una persona, ¿cuál será el resultado? No lo sabemos. Nuestras ideas acerca de lo que vendrá después realmente son sólo fantasías, basadas en ilusiones, en el miedo o en la paranoia. Podemos pensar que si nos involucramos en una relación profunda con cierta persona viviremos felices para siempre, como en un cuento de hadas. O podemos tener miedo de que la otra persona nos abandone y por ello conservar una distancia emocional. Si nos sentimos molestos en una situación, pensamos que gritar mejorará las cosas. Tenemos una idea muy confusa acerca de cómo responderá la persona a lo que nosotros le hacemos. Pensamos que si gritamos y decimos lo que pensamos nos sentiremos mejor y todo estará bien, pero no será así. Queremos saber lo que sucederá. Buscamos desesperadamente una respuesta en la astrología o lanzamos monedas de El libro de los cambios, el I Ching. ¿Por qué hacemos cosas así? Porque queremos tener el control de lo que sucede.
El budismo dice que un nivel más profundo de confusión es la confusión acerca de cómo existimos nosotros y los demás y acerca de cómo existe el mundo. Estamos confundidos acerca de todo el asunto del control. Pensamos que es posible tener el control total de lo que nos sucede. Por ejemplo, podemos pensar que si no dejamos que nadie use nuestra computadora, nunca se descompondrá. Debido a ello, nos frustramos cuando las cosas no salen como esperábamos. No es posible tener siempre el control. Esa no es la realidad. La realidad es muy compleja. Muchas cosas influencian lo que sucede, no sólo lo que nosotros hacemos. Esto no quiere decir que estemos totalmente fuera de control y a merced de factores externos; nosotros contribuimos en lo que acontece, pero no somos el único factor que determina lo que sucede.
Debido a nuestra confusión e inseguridad, con frecuencia actuamos de manera destructiva sin siquiera saber que se trata de una conducta destructiva. Esto es porque estamos bajo la influencia de emociones y actitudes perturbadoras y de la compulsión de nuestra conducta habitual. No sólo actuamos de maneras destructivas hacia otros sino que principalmente actuamos de manera autodestructiva; en otras palabras, nos creamos más problemas a nosotros mismos. Si deseamos disminuir nuestros problemas o liberarnos por completo de ellos o, aún más, si deseamos estar en una posición en la que podamos ayudar a otros a liberarse de sus problemas, necesitamos reconocer los orígenes de nuestras limitaciones.
Deshacernos de la confusión
Digamos que podemos reconocer que la fuente de nuestros problemas es la confusión. Esto no es tan difícil, muchas personas llegan al punto de decir: “estoy realmente confundido, hecho un desastre”. ¿Qué sigue después? Antes de gastar dinero en un curso o en un retiro necesitamos considerar muy seriamente si realmente estamos convencidos de que es posible deshacernos de nuestra confusión. Si no pensamos que es posible deshacernos de nuestra confusión ¿qué estamos tratando de hacer? Si vamos sólo con la esperanza de que quizás sea posible deshacernos de nuestra confusión, eso no es muy estable, es una ilusión.
Podemos pensar que la libertad puede llegar de varias maneras. Quizás pensemos que alguien nos salvará, como una figura divina, superior, como Dios, y entonces nos convertimos nuevamente en creyentes. De forma alternativa, podemos buscar que un maestro espiritual, una pareja o alguien más nos salve de nuestra confusión. En tales situaciones, es muy fácil volverse dependiente de la otra persona y actuar de forma inmadura. A veces estamos tan desesperados de encontrar a alguien que nos salve que no discriminamos hacia quién nos dirigimos. Podemos elegir a alguien que no se ha liberado de su propia confusión y que, debido a sus propias emociones y actitudes conflictivas, se aprovecha de nuestra ingenua dependencia. Esa no es una forma estable de proceder. No podemos esperar que un maestro espiritual o una relación despejen nuestra confusión, necesitamos deshacernos de nuestra confusión nosotros mismos.
La relación con un maestro espiritual o con una pareja puede proveer circunstancias útiles, pero sólo cuando la relación es saludable. Cuando no lo es, sólo empeora las cosas, pues conduce a mayor confusión. En un principio podemos estar en un estado de profunda negación en la que creemos que nuestra pareja o nuestro maestro son perfectos, pero con el tiempo nuestra ingenuidad desaparece. Cuando empezamos a ver la debilidad en la otra persona y nos damos cuenta de que no puede salvarnos de nuestra confusión, nos desmoronamos. Nos sentimos traicionados. Nuestra fe y nuestra confianza han sido traicionadas. ¡Ese es un sentimiento terrible! Es muy importante que tratemos de evitar eso desde el principio. Necesitamos tomar medidas preventivas. Necesitamos entender qué es posible y qué no. ¿Qué puede hacer un maestro espiritual y qué no puede hacer? Tomamos medidas preventivas para evitar derrumbarnos.
Necesitamos desarrollar un estado mental que esté libre de confusión. Lo opuesto de la confusión, el entendimiento, evitará que la confusión surja. En el budismo nuestro trabajo es ser introspectivos y estar atentos de nuestras actitudes, de nuestras emociones perturbadoras y de nuestras conductas neuróticas, compulsivas e impulsivas. Eso significa estar dispuestos a ver cosas de nosotros mismos que no son muy agradables, cosas que preferiríamos negar. Cuando notamos cosas que causan nuestros problemas o que son síntomas de nuestros problemas, necesitamos aplicar oponentes para superarlos. Todo esto se basa en el estudio y la meditación. Necesitamos aprender a identificar las emociones y actitudes perturbadoras y de dónde provienen.
Meditación
La meditación significa que practicamos la aplicación de los diversos factores oponentes en un ambiente controlado, de tal forma que nos familiaricemos con cómo aplicarlos para que podamos hacerlo en la vida cotidiana. Por ejemplo, si nos enojamos con los demás cuando no se comportan como a nosotros nos gustaría, durante la meditación pensamos en tales situaciones y tratamos de verlas desde un diferente punto de vista. La otra persona se comporta de forma desagradable por muchas razones diferentes, no necesariamente porque no nos ama. Durante la meditación tratamos de disolver tales actitudes: “esta persona ya no me quiere porque hoy no me habló por teléfono”.
Si podemos practicar hacer frente a este tipo de situaciones con un estado mental que sea más relajado, comprensivo y paciente, entonces no nos molestaremos si la otra persona no nos habla durante una semana. Y si empezamos a molestarnos recordaremos que probablemente la persona esté muy ocupada y que es muy egocéntrico pensar que somos la persona más importante de su vida; esto nos ayuda a calmar nuestra inquietud emocional.
La práctica budista es una actividad de tiempo completo
La práctica budista no es un pasatiempo, no es algo que hacemos como un deporte o para relajarnos. La práctica budista es un trabajo de tiempo completo. Nuestra tarea es trabajar con nuestras actitudes hacia todo en nuestra vida. Si estamos trabajando en desarrollar el amor por todos los seres, por ejemplo, necesitamos aplicarlo en nuestra familia. Muchas personas se sientan a meditar en el amor, pero no se pueden llevar bien con sus padres o su pareja. Eso es muy triste.
Evitar los extremos
Al intentar aplicar las enseñanzas budistas en situaciones de la vida real en nuestra casa o en el trabajo, necesitamos evitar los extremos. Un extremo es colocar toda la culpa en los demás. El otro extremo es depositar toda la culpa en nosotros mismos. Lo que sucede en la vida es muy complejo. Ambos lados contribuyen: los demás contribuyen, nosotros contribuimos. Podemos intentar que los demás cambien sus conductas y actitudes, pero todos sabemos por experiencia propia que eso no es muy sencillo, especialmente si lo hacemos desde una actitud moralista y santurrona, acusando a los otros de “pecadores”. Es mucho más fácil tratar de cambiarnos a nosotros mismos. Aunque podemos aconsejar a los demás si son receptivos y no responden de manera agresiva a nuestras sugerencias, el principal trabajo es con nosotros mismos.
Al trabajar con nosotros mismos, necesitamos vigilar otro par de extremos: estar totalmente preocupados por nuestros sentimientos o no prestarles atención en absoluto. La primera es una preocupación narcisista; sólo nos interesa lo que nosotros sentimos. Tendemos a ignorar lo que otros sienten. Tendemos a pensar que lo que nosotros sentimos es mucho más importante que lo que sienten otras personas. Por otro lado, podemos estar totalmente desconectados de nuestros sentimientos y no sentir nada, como si nuestras emociones hubieran recibido un disparo de novocaína. Para evitar estos extremos se requiere de un delicado balance. No es tan sencillo.
Si nos estamos observando todo el tiempo mientras estamos con otros, eso crea una dualidad imaginada (nosotros y lo que estamos sintiendo o haciendo) y entonces realmente no nos estamos relacionando con alguien. El verdadero arte es relacionarnos y actuar de forma natural y sincera, mientras parte de nuestra atención se centra en nuestra motivación y en nuestra actitud. Sin embargo, necesitamos tratar de hacerlo de tal forma que no sea tan fracturada que no estemos presentes con la otra persona. Si revisamos nuestra motivación y nuestros sentimientos durante el proceso de relacionarnos con alguien, algunas veces es útil decírselo a la otra persona. Sin embargo, es muy narcisista pensar que tenemos que decírselo. Con frecuencia, los demás no están interesados en lo que nosotros sentimos. Es de una gran importancia personal sentir que desean saberlo. Cuando notemos que empezamos a actuar de forma egoísta podemos simplemente dejar de hacerlo, no tenemos que anunciarlo.
Otros dos extremos que es importante evitar tienen que ver con sentir que somos totalmente buenos o totalmente malos. Si ponemos demasiado énfasis en nuestras dificultades, problemas y emociones perturbadoras, podemos empezar a sentir que somos malas personas. Eso con facilidad degenera en culpa: “debería practicar; si no practico, soy una mala persona”. Tal es una base muy neurótica para sustentar nuestra práctica.
También es importante evitar el otro extremo que es el de poner demasiado énfasis en nuestros lados positivos. “Todos somos perfectos. Todos somos budas. Todo es maravilloso”, esto es muy peligroso porque puede implicar que no necesitamos renunciar a nada, no necesitamos detener ninguna de nuestras negatividades porque todo lo que necesitamos hacer es ver nuestras buenas cualidades básicas. “Soy maravilloso, soy perfecto, no tengo que detener mi conducta negativa. ¡Ya soy un buda!”. Necesitamos equilibrio. Si nos sentimos muy desanimados con nosotros mismos necesitamos recordarnos nuestra habilidad para deshacernos de todas nuestras limitaciones y convertirnos en un buda. Si nos sentimos ligeramente arrogantes, necesitamos enfatizar nuestros aspectos negativos.
Asumir la responsabilidad
Básicamente tenemos que tomar la responsabilidad nosotros mismos: de nuestro desarrollo y de liberarnos de nuestros problemas. Por supuesto, necesitamos ayuda, no es fácil hacerlo por nuestra cuenta. Podemos obtener ayuda de maestros espirituales o de nuestra comunidad espiritual: de personas que tienen la misma orientación que nosotros y que están trabajando consigo mismos y no culpando a los demás por sus problemas. Esa es la razón por la que en una pareja es importante compartir el mismo tipo de actitud, particularmente la de no culpar al otro por los problemas que surjan. Si ambos miembros de la relación se culpan el uno al otro, las cosas no funcionan. Si sólo un integrante de la relación trabaja consigo mismo y el otro sólo culpa, tampoco funciona. Si ya estamos en una relación en la que la otra persona hace acusaciones pero nosotros buscamos aquello en lo que podamos estar contribuyendo, no significa que tengamos que romper la relación, pero es más difícil. Tenemos que tratar de evitar ser el mártir de esa relación: “¡estoy soportando todo esto, es tan difícil!”, porque se puede convertir en algo muy neurótico.
Recibir inspiración
El camino budista no es fácil. Tiene que ver con trabajar con las partes desagradables de la vida. Necesitamos cierto tipo de fortaleza para seguir adelante, necesitamos fuentes estables de inspiración. Si la fuente de nuestra inspiración son los maestros que nos platican situaciones milagrosas, extraordinarias o exóticas, acerca de sí mismos o acerca de otros en la historia budista, ésta no será una fuente muy estable de inspiración. Puede ser muy emocionante pero tenemos que analizar cómo nos afecta. En muchas personas, eso refuerza un mundo fantástico en el que deseamos salvación a través de milagros. Pensamos que un mago maravilloso nos salvará con sus poderes milagrosos. O que súbitamente seremos capaces de desarrollar esos milagros por nosotros mismos. Tenemos que ser sumamente cautelosos con estas historias fantásticas. Es posible que inspiren nuestra confianza y eso puede ser útil, pero no es una base estable de inspiración. Necesitamos una base estable.
Un ejemplo perfecto es el Buda mismo. El Buda no trató de “inspirar” a las personas o de impresionarlas contándoles historias fantásticas. No se daba aires de grandeza bendiciendo a las personas y cosas por el estilo. La analogía que usó el Buda y que se utiliza a lo largo de las enseñanzas es que un buda es como el sol. El sol no intenta dar calidez a las personas. De manera natural, por la forma de ser del sol, espontáneamente da calor a quien lo recibe. Aunque podemos sentirnos inspirados por escuchar algunas historias fantásticas o por ser tocados en la cabeza con una estatua, o por recibir un cordón rojo para nuestro cuello, eso no es estable. Una fuente estable de inspiración es la forma de ser espontánea y natural del maestro como persona: su carácter, su forma de ser como resultado de practicar las enseñanzas budistas. Eso es lo que es inspirador y no un acto que la persona monta para impresionarnos; aunque no sea tan emocionante como una historia fantástica, nos brindará una fuente estable de inspiración.
A medida que progresamos en el camino podemos recibir inspiración de nuestro propio progreso, no por obtener poderes milagrosos, sino por observar cómo nuestra conducta cambia lentamente. Las enseñanzas siempre enfatizan la importancia de regocijarnos por nuestros propios actos positivos. Es muy importante recordar que el progreso nunca es lineal, no mejora cada día. Una de las características de la vida es que nuestro estado de ánimo tendrá altibajos hasta que nos liberemos completamente de los problemas incontrolablemente recurrentes, el cual es un estado increíblemente avanzado. Es preciso que esperemos a veces estar felices y a veces tristes. A veces seremos capaces de actuar de formas positivas y en otras ocasiones nuestros hábitos neuróticos serán abrumadores. El camino tendrá altibajos. Por lo general, no ocurren milagros.
En las enseñanzas acerca de evitar la incomodad por las ocho cosas transitorias de la vida se enfatiza el no enorgullecernos cuando las cosas van bien en nuestra vida ni deprimirnos cuando las cosas van mal. Así es la vida. Necesitamos observar los efectos a largo plazo, no los efectos a corto plazo. Por ejemplo, si hemos estado practicando durante cinco años, comparados con los cinco años anteriores, hemos progresado mucho. Aunque aún nos enojamos algunas veces, si nos damos cuenta de que somos capaces de manejar las situaciones con una mente más calmada y clara, eso indica que hemos progresado en cierta medida. Eso es inspirador. No es dramático, aunque nos gustaría que lo fuera porque nos encantan los espectáculos. Al contrario, es una fuente estable de inspiración.
Ser práctico
Necesitamos ser muy prácticos y poner los pies en la tierra. Por ejemplo, cuando hacemos prácticas de purificación es importante no pensar en ellas como si se tratara de una figura externa, un gran santo que nos perdonará nuestros pecados. En el budismo no existen santos que nos bendecirán y nos salvarán a través de la purificación. Ese no es el proceso en absoluto. Lo que nos purifica es el hecho de que nuestra mente es naturalmente pura, no está manchada de confusión de forma inherente, podemos quitar esa confusión. Es mediante reconocer la pureza natural de la mente a través de nuestros propios esfuerzos que podemos soltar la culpa, los potenciales negativos, etc. Eso permite que el proceso de purificación funcione. Además, al hacer todas estas prácticas y al tratar de aplicar las enseñanzas budistas en nuestra vida cotidiana, necesitamos reconocer y admitir el nivel en el que nos encontramos. Es de suma importancia que no seamos pretenciosos o que sintamos que deberíamos de estar en otro nivel.
Acercarse al budismo desde antecedentes católicos
Algunas personas que se interesan por el budismo, por ejemplo, provienen de antecedentes católicos. Si estás en esa situación, conforme te aproximes al budismo y comiences a estudiar, no sientas que tienes que renunciar al catolicismo y convertirte al budismo. Lo que es importante es no mezclar las dos prácticas. No hacemos tres postraciones frente al altar cuando vamos a la iglesia. De la misma forma, cuando realizamos prácticas budistas, visualizamos al Buda y no a la Virgen María. Practicamos de forma individual. Cuando vamos a la iglesia, simplemente vamos a la iglesia. Cuando hacemos una meditación budista, hacemos una meditación budista.
Hay muchas características en común entre el budismo y el catolicismo, tales como el énfasis en el amor y en ayudar a otros, no hay conflicto en el nivel básico. Si practicamos el amor, la caridad y el ayudar a los demás estamos siendo buenos practicantes católicos y también buenos practicantes budistas. Sin embargo, con el tiempo tendremos que elegir, pero eso sólo tendremos que hacerlo cuando estemos totalmente listos para esforzarnos completamente por lograr un increíble desarrollo espiritual. Si queremos llegar al último piso de un edificio, no podemos subir simultáneamente por dos escaleras diferentes; esta es una imagen muy útil. Si nos encontramos en el nivel básico, en el lobby, no hay problema, no tenemos que preocuparnos por ello porque podemos beneficiarnos de las dos.
Evitar el duelo de lealtades
Al aplicar el budismo a nuestra vida, necesitamos tener cuidado de no rechazar nuestra religión original por considerarla mala o inferior. Ese es un gran error. Si lo hacemos podríamos convertirnos en un fanático budista y en un fanático anti-católico, por ejemplo. Las personas hacen eso también con el comunismo y la democracia. De esta manera puede tener lugar un mecanismo psicológico llamado “duelo de lealtades”. Existe la tendencia a querer ser leales a nuestra familia, nuestros antecedentes y demás, por lo que queremos seguir siendo leales al catolicismo aunque lo hayamos rechazado. Si somos desleales hacia nuestros antecedentes y los rechazamos por completo como si fueran algo negativo, sentimos que somos completamente malos. Debido a que ésto es terriblemente incómodo, inconscientemente sentimos la necesidad de buscar algo en nuestros antecedentes a lo que podamos ser leales.
La tendencia es ser leales de forma inconsciente a ciertos aspectos menos beneficiosos de nuestros antecedentes. Por ejemplo, es posible que rechacemos el catolicismo, pero nos llevamos al budismo un intenso miedo a los infiernos. Una amiga mía fue una católica muy comprometida y luego se volvió una budista muy comprometida y esto le provocó una crisis existencial: “renuncié al catolicismo y por eso me voy a ir al infierno católico, pero si ahora renuncio al budismo y regreso al catolicismo, ¡me iré al infierno budista!”. Aunque suena muy gracioso, para ella era algo muy serio y angustiante.
Lo que sucede con mucha frecuencia es que inconscientemente traemos ciertas actitudes del catolicismo a nuestra práctica budista. Las más comunes son la culpa y buscar milagros y salvación por parte de otros. Si no practicamos sentimos que deberíamos de practicar, y si no lo hacemos nos sentimos culpables. Estas ideas no son útiles en absoluto. Es necesario que reconozcamos cuando hacemos esto. Necesitamos revisar nuestros antecedentes y reconocer los aspectos positivos, de tal forma que podamos ser leales a las características positivas en lugar de a las características negativas. En lugar de pensar: “he heredado la culpa y la búsqueda de milagros”, podemos pensar: “he heredado la tradición católica del amor, la caridad y la ayuda al necesitado”.
Podemos hacer lo mismo con respecto a nuestra familia. Podemos rechazarlos y ser leales inconscientemente a sus tradiciones negativas, en lugar de ser conscientemente leales a sus aspectos positivos. Si reconocemos, por ejemplo, que estamos profundamente agradecidos por los antecedentes católicos que nos brindaron, entonces podemos continuar con nuestro propio camino sin tener conflicto con nuestro pasado y sin sentimientos negativos que constantemente pongan en riesgo nuestro progreso.
Es muy importante entender la validez psicológica de esto. Si pensamos en nuestro pasado (nuestra familia, nuestra religión original, etc.) como algo negativo, solemos tener actitudes negativas hacia nosotros mismos. Por otro lado, si podemos reconocer las cosas positivas en nuestros antecedentes y en nuestro pasado, tendemos a tener más actitudes positivas hacia nosotros mismos. Eso nos ayuda a ser mucho más estables en nuestro camino espiritual.
Resumen
Necesitamos avanzar lentamente, paso a paso. Cuando escuchemos o leamos acerca de enseñanzas muy avanzadas, aunque los grandes maestros del pasado dijeron: “tan pronto como escuches una enseñanza ponla en práctica inmediatamente”, necesitamos determinar si algo es muy avanzado para nosotros o si es algo que ya podemos poner en práctica. Si es demasiado avanzada para nosotros, necesitamos discernir los pasos que habremos de tomar para prepararnos para ponerla en práctica, y después seguir esos pasos. En resumen, como dijo uno de mis maestros, Gueshe Ngawang Dhargyey: “Si practicamos métodos fantasiosos, obtendremos resultados imaginarios. Si practicamos métodos prácticos, obtendremos resultados prácticos”.