Apego a nuestro maestro espiritual

Algunas personas, cuando estudian con un maestro espiritual, desarrollan apego a él o ella. Pero, como explica Su Santidad el Dalái Lama, si tenemos apego al maestro espiritual, apego a la iluminación, apego a nuestra práctica o a la meditación o algo así, no se puede decir que todo sea negativo, porque tiene un cierto beneficio: nos mantiene enfocados en cosas que son muy positivas. Y, por lo tanto, no es algo que tengamos que atacar con mucha contundencia como atacaríamos, por ejemplo, el apego a la caza —algo negativo—, o el apego a comer helado —que es neutral—, o el apego a nuestro esposo o esposa —que es ligeramente diferente—.

El apego es una emoción perturbadora que exagera las cualidades positivas y luego no quiere soltar. Por lo tanto, si no queremos dejar de seguir al maestro —por supuesto, esa persona necesita ser un maestro calificado— ni dejar de meditar, ni de practicar ni de querer iluminarnos, y nos esforzamos por todas estas cosas: eso está perfectamente bien. Lo que necesitamos modificar aquí es la exageración. Bueno, quieres enfocarte en las cualidades positivas del maestro, así que ese no es un problema, pero exagerar que el maestro es literalmente un buda y que puede leer la mente de todas las personas y sabe el número de teléfono de todos en el universo, eso es una exageración. Debemos tener cuidado con eso.

En particular, necesitamos ser muy cuidadosos con el maestro espiritual, porque a menudo lo que sucede es que, al enfocarnos en las buenas cualidades, especialmente si las exageramos, a la par exageramos nuestras propias cualidades débiles. Como resultado, nos volvemos dependientes del maestro. Eso es muy diferente a confiar en el consejo y en la inspiración del maestro. La dependencia (es decir, pensar «no puedo vivir sin ti y no puedo hacer nada sin ti») es algo en lo que tenemos que trabajar. Un maestro espiritual adecuado es aquel que nos enseña a valernos por nosotros mismos y convertirnos en un buda por nosotros mismos; no es aquel que quiere que nos volvamos dependientes de él o de ella. Marpa, al fin y a cabo, le dijo a Milarepa después de haberle enseñado: «Ahora, vete. Vete a las montañas, vete a las cuevas. Ahora tienes que hacerlo por ti mismo». Milarepa confiaba totalmente en Marpa, apreciaba totalmente todo lo que le había dado, pero no dependía de él.

Si también tenemos una relación con un maestro no budista, entonces podemos aprender mucho de ese maestro —siempre que la persona sea un maestro calificado para lo que está enseñando—. Podemos obtener una gran cantidad de inspiración; podemos aprender mucho. Si sentimos un gran respeto por ese maestro y nos enfocamos en sus buenas cualidades, eso es muy útil. El budismo dice que debemos considerar a todas las personas como nuestro maestro, aprender de ellos.

Pero de nuevo, a lo que tenemos que estar atentos, que surge con el apego, es a la exageración de las buenas cualidades, en particular a pensar que este maestro no budista puede llevarnos a la meta budista de la iluminación. No están tratando de llevarnos allí, así que no debemos exagerar y pensar que nos van a conducir a ese lugar. Pueden enseñarnos algo que nos ayude a lo largo del camino; eso es muy posible. Aprender de ellos, confiar en ellos, no querer renunciar a ellos porque pensamos: «Estudiar con este maestro no es una pérdida de tiempo». Eso está bien. Lo importante es que no exageremos y que seamos conscientes de que, incluso en el caso de nuestro maestro budista, como en el ejemplo de Milarepa y Marpa, en algún momento tenemos que continuar y valernos por nosotros mismos. Por supuesto, está bien e incluso es necesario volver cuando necesitamos que el maestro aclare ciertas cosas, pero no de forma dependiente, en el sentido de necesitar quedarnos junto al maestro como si fuéramos un cachorrito.

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