Me han pedido que esta noche hable sobre la renuncia (la determinación de liberarnos de nuestros problemas) y, en particular, de cómo podemos entenderla en el contexto del estrés de vivir en una gran ciudad, como aquí en Moscú. Pero creo que cuando empezamos a analizar este tema, nos damos cuenta de que la mayoría de los problemas a los que nos enfrentamos en el mundo moderno no se restringen únicamente al hecho de vivir en una gran ciudad.
La sobreestimulación como fuente de estrés
Por supuesto, en una gran ciudad tenemos cosas como la contaminación, el tráfico y todo eso, las cuales no se encontrarían en un pueblo, pero estos no son los únicos factores que contribuyen a incrementar nuestro estrés. Cuando lo observamos más profundamente, encontramos problemas a los que se enfrenta la mayoría de las personas en el mundo moderno, independientemente de dónde vivan, y pienso que esto puede atribuirse al hecho de que tenemos más y más cosas disponibles, más y más variedad, más información, más canales de televisión, más películas y más productos entre los cuales elegir. La mayoría de las personas lleva teléfonos móviles, y así nos llegan correos electrónicos, mensajes y charlas constantes, etc. Por ello, existe el estrés de sentir que tenemos que revisar todas las cosas, tenemos que responder al instante, porque las demás personas esperan que respondamos de inmediato. Y aunque estos aspectos tengan ciertos beneficios, en términos de mantenernos conectados con los demás cuando sea importante estar conectados, a veces también se vuelve un poco excesivo; es constante y nos volvemos muy inseguros porque, si lo pensamos, la mentalidad detrás de esto es la de “no quiero perderme algo que podría ser importante. No quiero quedarme al margen”.
Y por esto nos sentimos obligados a revisar continuamente lo que está sucediendo, pero, por supuesto, esto nunca nos hace sentir seguros, porque siempre sucede algo nuevo, y entra un nuevo mensaje, una nueva charla o chat. Si elegimos mirar alguna cosa, por ejemplo, en YouTube, o por la televisión, bueno, no sé cuántos canales tengan disponibles aquí en Moscú, pero en Europa y América hay cientos de ellos y, por lo tanto, no te sientes cómodo mirando algo porque piensas: “bueno, quizás haya algo mejor”, y siempre está esa compulsión de revisar: “quizás haya algo mejor que me estoy perdiendo”.
La búsqueda de aprobación y aceptación en nuestros mundos virtuales
Pienso que este tipo de cosas realmente incrementan nuestro estrés, sin importar dónde vivamos (ya sea una gran ciudad o un pueblo) especialmente en nuestro mundo moderno. Queremos pertenecer a algún tipo de sociedad, algún tipo de grupo de amigos; por tanto, queremos “me gusta” en nuestra página de Facebook para todas las cosas que publicamos, para sentirnos de alguna forma aceptados y reconocidos, pero no nos sentimos tranquilos al respecto. Nunca estamos satisfechos con el número de “me gusta” que recibimos, siempre queremos más, o nos preguntamos: “¿lo pensarán de verdad?”. Simplemente están apretando un botón, o quizás una máquina está apretando un botón (puedes pagar para tener un montón de “me gusta”). Y nos sentimos excitados con anticipación, cuando nuestro teléfono indica que hemos recibido un mensaje; quizás sea algo especial.
Y tenemos esta emoción de la anticipación cuando abrimos nuestro Facebook y comprobamos: “¿he recibido más ‘me gusta’?”. O nos volvemos, como a menudo me describo, un yonqui de las noticias, y entonces siempre revisamos las noticias para ver si está sucediendo algo nuevo, algo interesante, porque no queremos perdernos nada.
Por supuesto, si analizamos este tema más profundamente, encontramos que lo subyace un sentimiento de “soy tan importante que tengo que saber todo lo que está sucediendo. Y tengo que gustarle a todo el mundo”. Podríamos hacer un análisis bastante profundo desde un punto de vista budista sobre el por qué nos sentimos tan importantes, por qué tenemos que saberlo todo y ser tan reconocidos, sobre la causa de que estemos tan preocupados por nosotros mismos, pero no quiero profundizar en esa dirección esta noche.
Escapar de la realidad de nuestra situación
Por otro lado, a menudo nos sentimos abrumados por la situación que nos rodea y tratamos de escapar revisando nuestro dispositivo móvil, o escuchando música mientras estamos en el metro o mientras caminamos. Siempre llevamos los auriculares puestos, con el iPod, lo cual es una contradicción muy interesante, si pensamos en ello. Por un lado, queremos ser aceptados en un grupo social, pero por el otro, cuando de verdad estamos en la sociedad, dejamos de lado a todo el mundo, jugando con nuestro teléfono o escuchando música a un volumen muy, muy alto.
¿Qué significa eso? Significa soledad, ¿o no? Queremos ese reconocimiento social; estamos solos, porque nunca nos sentimos verdaderamente aceptados; pero, por otro lado, nos hacemos a un lado al escapar a nuestros mundos virtuales, lo cual también es muy solitario, ¿no es así?
Sentimos de forma compulsiva que necesitamos ser entretenidos; no puede haber ni un momento en el que no suceda algo. Esto, de nuevo, es una contradicción porque, por un lado, anhelamos paz y tranquilidad, pero, por el otro, tenemos miedo del vacío, la ausencia de información o la ausencia de música.
Queremos escapar de alguna forma del estrés del mundo externo, ya sea en el metro o lo que sea, y por esta razón escapamos a nuestro pequeño mundo de realidad virtual del teléfono, el internet. Sin embargo, incluso ahí estamos buscando la aprobación de nuestros amigos y todo eso, y nunca nos sentimos seguros. Esto es algo en lo que de verdad tenemos que pensar: ¿el hecho de retirarnos a nuestro dispositivo móvil es realmente la solución a nuestros problemas con el estrés? Ya sea que vivamos en una gran ciudad o en otro lugar, ¿es esa la solución?
Reconocer rutinas negativas habituales y desarrollar la determinación de liberarnos de ellas
Lo que necesitamos hacer es reconocer la infelicidad que experimentamos cuando estamos atrapados en esas rutinas habituales e identificar sus fuentes. ¿Por qué estamos atrapados en esos hábitos?
Después de eso, desarrollamos la determinación de liberarnos de esa infelicidad, con base en conocer los métodos para deshacernos de sus fuentes, y tener confianza en que esos métodos funcionan. Pero no es que queramos simplemente eliminar esa infelicidad y después volvernos un zombi y no sentir nada, deambulando por la ciudad como un muerto viviente. La felicidad no es solamente la ausencia de infelicidad; es algo más que una sensación de neutralidad y calma. No queremos ser insensibles, ése tampoco es el tema.
Necesitamos reconocer, entonces, que los objetos externos y las situaciones no son verdaderamente la fuente de la infelicidad, el sufrimiento y el estrés que experimentamos. Si lo fueran, todo el mundo lo experimentaría de la misma forma.
Y el problema no es el Internet, ni tampoco nuestros dispositivos móviles. Cuando se usan adecuadamente, pueden ser extremadamente útiles en nuestra vida, por supuesto. El problema es nuestra actitud hacia ellos y la emoción que despiertan y refuerzan, y cómo gestionamos en realidad este maravilloso mundo del Internet, y cómo gestionamos nuestras situaciones en la vida.
Tenemos muchos, muchos hábitos autodestructivos, y todos ellos son provocados por un estado mental perturbador, ya sea la inseguridad, el miedo de no ser aceptados, de ser dejados de lado, la compulsividad, este tipo de cosas. Pero las estrategias que tratamos de adoptar para superar esos estados mentales perturbadores, mediante el escape a las redes sociales y demás, solamente nos hace estar más estresados, y entonces la situación se vuelve un círculo vicioso. Solo hace que la ansiedad de “¿voy a gustarle a la gente?” y demás, sea incluso más fuerte.
Y esto es incluso peor cuando pensamos en los adolescentes y el acoso a través del Internet. No se trata solamente de recibir “me gusta” y de que todo el mundo vea cuántos “me gusta” tenemos, sino que, si somos acosados (“no me gusta”), entonces todo el mundo ve eso también. Es terrible, ¿verdad?
Las personas publican fotografías en las redes sociales, fotografías de sí mismas pasando un buen rato, ¿no es así? No publican fotografías de cuando la están pasando mal. Así que ves a todos tus amigos pasándola increíble, y pobre de mí, estoy sentado en mi habitación revisando mi teléfono, solo o sola. Ese no es un estado mental muy feliz, ¿o sí?
Necesitamos tener una actitud realista sobre lo que está sucediendo con todas estas redes sociales y demás. Tenemos que darnos cuenta de que tener un montón de “me gusta” en la página de Facebook no va a hacernos sentir seguros, no tiene esa habilidad. Es justamente lo contrario. Somos ingenuos porque pensamos que va a marcar una gran diferencia, y lo que provoca es, en realidad, un deseo anhelante de obtener más “me gusta” (codicia, nunca tenemos suficiente), y la inseguridad de revisarlo continuamente para ver si tenemos más “me gusta”.
Admito que a mí me pasa eso con mi sitio web; estoy constantemente revisando las estadísticas para ver cuánta gente lo ha revisado hoy. Es exactamente lo mismo. O revisar cada día el tipo de cambio de divisa, para ver cuánto dinero has perdido hoy. Nunca tenemos paz mental (risas). O pensamos ingenuamente que podemos escaparnos al mundo virtual de un juego de computadora, y que así, de alguna forma, nuestros problemas desaparecerán. No es muy diferente de beber un montón de vodka y pensar que los problemas desaparecerán, ¿verdad?
Si evaluamos este síndrome, veremos que es muy autodestructivo y que nuestras formas de lidiar con la presión y el estrés de la vida solamente producen más problemas.
La necesidad del darse cuenta que discrimina para manejar de forma efectiva nuestra situación
Para lidiar con estos síndromes, necesitamos darse cuenta que discrimina acerca de las situaciones en las que nos encontramos. Por ejemplo, un trabajo exigente: tenemos que lidiar con ello, esa es la realidad. Tenemos que aceptar esa realidad. Y la realidad también es que solo podemos hacer las cosas lo mejor que podemos. Aceptar esa realidad nos ayuda a dejar de proyectar sobre nuestro trabajo la idea de que es una tortura terrible, y sobre nosotros mismos la idea de que “yo no soy lo suficientemente bueno”.
El problema es que pensamos que tenemos que ser perfectos y, a menos que seamos un buda, nadie es perfecto. Incluso si nuestro jefe piensa que deberíamos ser perfectos y nos presiona para que seamos perfectos, la realidad es que eso es imposible. Y dado que es imposible, ¿por qué nos damos cabezazos contra la pared y nos sentimos culpables, por no ser capaces de hacer algo que es imposible?
Por lo tanto, simplemente hacemos las cosas lo mejor que podemos, priorizamos y aceptamos la realidad de la situación. Después, intentamos mantener la concentración; siendo conscientes de la realidad de la situación a la que nos enfrentamos, sin sobrestimarla (“eso es imposible”) o subestimarla (“puedo escapar a mi teléfono celular, jugar y navegar en Internet para escapar de la realidad”).
Tenemos que lidiar con ello. Tenemos que lidiar con el trabajo. Si lo subestimamos, pensaremos que es algo con lo que en realidad no tenemos que lidiar. Es como, por ejemplo, cuando tenemos alguna tarea que hacer en el trabajo y no se nos antoja hacerla, ¿qué hacemos? ¿Tenemos la disciplina de simplemente hacerla o empezamos a navegar por el internet, o de inmediato tenemos esa urgencia de revisar nuestro teléfono y ver: “bueno, quizás haya un nuevo mensaje, a lo mejor alguien publicó algo más interesante que esto”?
Eso es subestimar la realidad del hecho de que tenemos que hacer esa tarea. Todo esto tiene que ver con la determinación de ser libres. Tratar de reconocer qué es lo que nos está causando el problema.
¿Cómo lidiamos con esto?
Entender cómo las acciones influencian nuestras respuestas hormonales
Empezamos por la autodisciplina y comenzamos con cosas pequeñas. Podremos entender cómo funciona la forma en la que lidiamos con nuestro estrés, incluso desde un punto de vista científico, si lo observamos en términos de hormonas. Nos proporciona un entendimiento totalmente diferente, y además nos da una base bastante científica de lo que dice el budismo.
Las hormonas cortisol y dopamina
Te sientes estresado, así que lo que sucede desde la perspectiva hormonal es que nuestro nivel de cortisol ha aumentado. El cortisol es la hormona del estrés, así que buscamos cierto alivio. ¿Cuál es nuestra estrategia? ¿Qué pensamos que nos va a proporcionar felicidad, para deshacernos de ese cortisol que recorre nuestro cuerpo? Pensamos “me fumaré un cigarrillo, eso me ayudará”. O navegamos por internet, o revisamos las redes sociales en busca de algo interesante que alivie ese estrés. Lo que sucede es que tenemos la excitación y la felicidad de la anticipación de que eso nos va a hacer sentir mejor y, por consiguiente, nuestra dopamina aumenta. La dopamina es la hormona de la anticipación de una recompensa. Es lo que un animal siente cuando persigue a otro animal; existe esta anticipación. Es fácil de reconocer cuando vamos a encontrarnos con un ser querido, algo así. La dopamina se eleva mucho con la anticipación de cuán maravilloso será. Cuando realmente estamos con la persona, quizás no resulte tan agradable en absoluto, pero es esa anticipación lo que aumenta nuestro nivel de felicidad en función de la dopamina, esta hormona.
Somos seres biológicos. Pero, después de un cigarrillo o de revisar el Internet, no nos sentimos satisfechos, así que nuestro estrés regresa. No es, por lo tanto, una estrategia terriblemente buena.
Necesitamos discriminar las desventajas de creer en nuestra falsa idea de que el cigarrillo solucionará el problema. O que encontrar algo interesante en las noticias o en nuestra página de Facebook va a solucionar nuestro problema de estrés.
Y cuando entendamos las desventajas de pensar que esta es la mejor estrategia a seguir, entonces podremos desarrollar la determinación de liberarnos de esta clase de hábito; el hábito no funciona.
Abstenerse de seguir respuestas negativas habituales
Dejamos de refugiarnos en los cigarrillos. Y fumar cigarrillos es un asunto aparte, en términos de: “¿Fumar un cigarrillo tiene algún beneficio?”. No, no lo tiene. En cambio, en términos del uso del Internet y el uso de las redes sociales, y de revisar nuestros mensajes todo el tiempo, bueno, eso necesitamos regularlo, no tenerlo abierto todo el tiempo. En otras palabras, necesitamos dejar de utilizarlos como nuestro refugio, como nuestro escape. Utilizarlos por sus propósitos beneficiosos, no por un propósito que no pueden cumplir.
Por supuesto, esto es muy, muy difícil cuando estamos aburridos, cuando nos encontramos con algo que no nos gusta hacer particularmente, en el trabajo o en casa, hay un impulso compulsivo de revisar tu teléfono, ¿no es así? Pero, de la misma forma que necesitamos ponernos a dieta para deshacernos de una obesidad física, también necesitamos hacer una dieta de información, para poder deshacernos de la obesidad mental. Necesitamos restringir nuestra ingesta de información, mensajes, música, etc. de la misma forma que restringimos la ingesta de nuestro alimento.
Ahora, refrenarnos de nuestros viejos hábitos autodestructivos va a incrementar nuestro nivel de cortisol. Porque los viejos hábitos son muy, muy poderosos. Así que, de la misma forma que se tienen síntomas terribles de abstinencia cuando se deja de fumar, o cuando se deja el alcohol o las drogas (la hormona del estrés, el cortisol), cuando tomas un descanso del Internet, de los mensajes sociales o de la música, del mismo modo, también existe el estrés de esa abstinencia. Es como desintoxicarse; las personas han descrito el proceso de desintoxicación de la música, en especial cuando son adictas a tener siempre puestos los auriculares con el IPod: durante bastante tiempo después, están constantemente cantando en su cabeza. Eso tarda mucho tiempo en calmarse. Creo que esa es una muy buena imagen; ser obeso de música en tu cabeza… ups, ya sabes, ahí está.
No puedes funcionar porque no puedes pensar en nada, porque está toda esa música. Especialmente, cuando es la misma línea de música repitiéndose una y otra vez, te vuelve loco. Pero si perseveramos en ello, el nivel de estrés de abstinencia en algún momento disminuirá, y entonces experimentaremos una apacible tranquilidad mental. Así, estaremos en una mejor posición para sustituir nuestros hábitos negativos por unos positivos.
Aquí tenemos métodos budistas muy buenos, los cuales no están restringidos solamente a las personas que son budistas. Por ejemplo, podemos darnos cuenta de que somos parte de toda la humanidad, que estamos interrelacionados y que nuestro bienestar depende de todos los demás. Esta es una forma mucho más estable de obtener satisfacción para nuestra necesidad de sentirnos conectados y vinculados con los demás, algo que el hecho de ser parte de una red social no satisface.
La hormona oxitocina
Existe una hormona para eso, la oxitocina. La oxitocina es la hormona del vínculo; como las madres con los hijos, etc. Esta hormona es la que motiva la necesidad de unirnos entre nosotros, de sentirnos parte de algún grupo. Esa necesidad puede satisfacerse de una forma positiva, como, por ejemplo, sintiendo que somos parte de la humanidad, que todos somos iguales, todos queremos ser felices y nadie quiere ser infeliz. Este tipo de cosas son mucho más estables que tratar de satisfacer la necesidad siendo parte de una red social, lo cual depende de los “me gusta”.
Estoy aportando esta información sobre las hormonas por una razón específica. Su Santidad el Dalái Lama a menudo dice que necesitamos ser budistas del siglo XXI, y esto significa tender un puente entre las enseñanzas budistas y la ciencia, para demostrar que hay muchísimas cosas en las enseñanzas budistas que están en armonía con la ciencia. Por esta razón, Su Santidad el Dalái Lama acude muy a menudo a las conferencias “Mind and Life” (Mind and Life Institute) para reunirse con científicos, con el fin de ver dónde están los entendimientos comunes, y cómo ambas partes se ayudan mutuamente para tener una imagen más completa de la vida.
Si entendemos que, simplemente a un nivel muy físico-biológico, nos sentimos felices y nos sentimos mejor en función de ciertas hormonas de nuestro cuerpo, entonces podremos analizar cuáles son las estrategias que usamos en este momento para tratar de satisfacer esas hormonas. Si esas estrategias no funcionan, tratamos de buscar otras que puedan sacar ventaja de esas hormonas de una forma positiva y no autodestructiva.
La dopamina, la hormona de la anticipación, y establecer metas constructivas
Estábamos hablando sobre la dopamina, esa hormona de la anticipación de una recompensa. Te hace estar muy excitado, como un león que persigue a un antílope para comérselo. Así que tenemos algunas formas destructivas que no sirven para sacar ventaja de esa función de la dopamina, como la anticipación de obtener más “me gusta” en nuestra página de Facebook; eso no funciona.
O podríamos tener formas neutras para tratar de satisfacerla. Tengo un amigo que es levantador de pesas. Y entonces anticipa que ahora puede levantar 180 kilos y anticipa que será capaz de levantar 200 kilos. Está muy emocionado, le hacer estar muy feliz como anticipación de una recompensa. Pero incluso en ese caso, supongamos que puede levantar 200 kilos, como budistas, de forma muy cínica, diríamos: “¿eso va a proporcionarte un mejor renacimiento?”
Pero si aprovechamos esa función de la dopamina para trabajar, supongamos, hacia el logro del shámata, la concentración perfecta, o el logro de la paciencia, superar el enojo y demás, entonces se vuelve muy emocionante. En lugar de sentirnos frustrados: “no soy lo suficientemente bueno, no soy capaz de hacerlo”, podemos empezar a trabajar al respecto en términos de “aquí hay un desafío, estoy muy contento de intentar superarlo”.
Tenemos que intentarlo, como dicen las instrucciones de meditación, sin expectativas ni decepciones. Es cuando esperamos tener resultados instantáneos que, por supuesto, nos decepcionamos. Por lo tanto, sin expectativas, pero trabajando hacia una meta. Y el hecho de trabajar hacia una meta, especialmente si es una meta significativa, es en sí una fuente de felicidad. Esa felicidad que sentiríamos tiene una base biológica, así que es perfectamente consistente con el método científico: budismo del siglo XXI. En otras palabras, podemos explicarlo de una forma que los científicos pueden aceptar: cómo y por qué los métodos budistas son efectivos. Este es el propósito.
Los tres entrenamientos superiores: autodisciplina, concentración y darse cuenta que discrimina
En resumen, necesitamos desarrollar la determinación de ser libres, lo que en el budismo llamamos renuncia. Entonces, para liberarnos de nuestros viejos hábitos negativos, necesitamos entrenarnos en la autodisciplina, la concentración y el darse cuenta que discrimina, los llamados tres entrenamientos: discriminar qué es útil, qué es dañino, qué funciona, qué no funciona, mantenernos enfocados en eso mediante la concentración, y tener la disciplina para modificar, en consecuencia, nuestro comportamiento.
El obstáculo para la autodisciplina: el arrepentimiento
Estos tres aspectos necesitan trabajar juntos en armonía, pero para desarrollarlos adecuadamente, necesitamos deshacernos de los factores que los obstaculizan. El arrepentimiento obstaculiza nuestra autodisciplina. Por ejemplo, nos arrepentimos de que no revisamos el Internet, o de que no respondimos al instante el mensaje o el correo electrónico. Dicho arrepentimiento daña nuestra autodisciplina de revisarlos solo a ciertas horas del día.
La estrategia útil es apagar la alarma de las notificaciones (“tienes un nuevo correo”) o el indicador de nuestra computadora o dispositivo móvil, y solo revisarlos en periodos determinados del día. Solo responderemos al instante los que sean importantes. Por consiguiente, necesitaremos autodisciplina para dejar para más tarde, para responder más tarde, las cuestiones que pueden esperar hasta que estemos menos ocupados. O los dejamos para un cierto momento del día que reservemos regularmente para ello.
Debo confesar que yo he tenido que lidiar bastante con esto, así que he adoptado una estrategia para intentar lidiar con el flujo de correos electrónicos que me llegan. No uso redes sociales y no me llegan ese tipo de mensajes, pero recibo por lo menos treinta correos al día. Lo que hago, en lugar de responder al instante de forma que no pueda terminar nada, es lo siguiente. Los reviso: aquellos que son de verdad importantes, los respondo; el resto, los marco. Y sé que, por la noche, cuando mi mente ya no está tan clara como para ser capaz de escribir o hacer cosas más importantes, los responderé. Así que reserven un cierto momento del día. De otra forma, estamos fuera de control.
Los obstáculos de la concentración: la somnolencia, el sopor mental y el vagabundeo mental
La somnolencia, el sopor mental y el vagabundeo mental obstaculizan nuestra concentración. Con cualquiera de ellos, perdemos nuestra presencia mental del hecho de que refrenarnos de revisar continuamente nuestros mensajes hará que nuestra vida sea menos complicada. Permanecer enfocados en eso, recordarlo, es lo que significa presencia mental.
Intenten recordar: “mi vida será mucho menos estresante, con mucha menos presión, si acepto el hecho de que responderé la mayoría de esos mensajes por la noche”, por decir algo. O en cualquier otro momento que reservemos para lidiar con esos mensajes. ¿Qué obstaculiza esa presencia mental? Estamos somnolientos, cansados, y por eso lo olvidamos; y es más fácil visitar la página de Facebook. O nos sentimos con la mente aturdida y, en lugar de levantarnos y tomar un sorbo de agua o algo así, navegamos por Internet. O el vagabundeo mental: nuestra mente deambula por todo el lugar, sucede eso y aquello y, sin pensar, respondemos el mensaje; simplemente lo leemos. “No quiero perderme algo”.
Los obstáculos del darse cuenta que discrimina: la vacilación y la duda
Por último, la vacilación obstaculiza nuestro darse cuenta que discrimina. Vamos de una opción a la otra en torno a revisar nuestros mensajes solo en ciertos momentos: “¿fue la decisión correcta?”. Sentirnos inseguros sobre nosotros mismos. La duda.
Tales dudas surgen porque es difícil y estresante abstenerse de revisar los mensajes. Para lidiar con esas dudas, necesitamos recordarnos las ventajas de cambiar nuestros hábitos: hará que mi vida sea menos fragmentada y que simplemente pueda estar en una sola cosa y ocuparme de los asuntos en un orden adecuado, una estructura adecuada. De otra forma, es un caos; y el caos es estresante.
La ecuanimidad y la compasión
Existen otras estrategias que también podemos adoptar para hacer que nuestras vidas sean más felices. Por ejemplo, ¿cómo gestionamos el hecho de estar en un metro lleno de gente? Cuanto más nos concentremos en nosotros mismos, tratando de protegernos, y escapemos a nuestro teléfono móvil, más cerrados nos sentiremos. No estoy hablando de usar tranquilamente tu tiempo en el metro para leer un libro, porque se tarda mucho en llegar a cualquier parte. Estoy hablando de cuando escapas a tu teléfono celular, a tu música o a un juego. Cuanto más nos enfocamos en nosotros mismos y en querer protegernos, y escapemos a nuestro teléfono móvil, más cerrados nos sentiremos, así que nuestra energía se contrae y nos sentimos más tensos. No estamos relajados porque nos sentimos amenazados por el peligro, especialmente aquí en Moscú, donde los metros están increíblemente llenos de gente. En Berlín no están tan llenos.
Incluso si llegamos a estar absortos por el juego que estamos jugando en nuestro celular o la música alta que estamos escuchando en nuestro IPod, hemos alzado un muro a nuestro alrededor, no queremos ser molestados y, por tanto, estamos a la defensiva. Es una experiencia muy desagradable, de hecho, a pesar de que intentamos estar entretenidos. No estamos tranquilos.
Por otro lado, si nos vemos como una parte de todo el conjunto de personas que están en el metro, y desarrollamos interés y compasión por todos los que están en la misma situación que nosotros, nuestra mente y nuestro corazón se abren. Podemos, por supuesto, estar alertas al peligro, pero sin la paranoia de estar enfocados solamente en nosotros mismos. Queremos que todo el mundo esté seguro. No intentamos ahogar a todos los demás con la música ni escapar de todo el mundo con un juego. Eso solamente nos aísla. No queremos aislarnos.
Sentir una apertura hacia todo el mundo
Es mucho más útil sentir una apertura hacia todo el mundo; pero tener apertura también es muy delicado. Si nos aferramos a un yo sólido, que está en el interior, sería como “ahora yo me he abierto, ahora yo soy vulnerable, voy a ser herido”. No puede hacerse sobre este tipo de base. Tener la apertura de pensar en todo el mundo, por un lado, satisface ese instinto animal de ser parte de una manada. Nos sentimos más seguros cuando somos parte de la manada, en lugar de aislarnos de ella. Por lo tanto, a un nivel animal, funciona. Pero tenemos que tener cuidado también cuando deconstruimos ese yo sólido en nuestro interior que tiene sus muros derribados, porque podríamos sentir: “ahora todo el mundo va a atacarme”.
Es una operación delicada pero muy útil si podemos hacerla. Para hacerlo necesitamos combinar la autodisciplina, la concentración y el darse cuenta que discrimina.
Tomar descansos efectivos durante el trabajo intenso
Hay muchas otras estrategias que podemos adoptar para lidiar con el estrés en nuestra vida, incluso algunas muy simples. Por ejemplo, si necesitamos un descanso durante un trabajo intenso, en lugar de navegar por Internet, mejor nos levantamos, bebemos un poco de agua, miramos por la ventana; algo así. En otras palabras, buscamos menos estimulación en lugar de más estimulación. El estrés proviene de la sobreestimulación. No queremos solucionarlo trayendo aún más estimulación. Menos estimulación es mejor.
Gracias a esta determinación de ser libres, al aplicar estos tres entrenamientos (la autodisciplina, la concentración y el darse cuenta que discrimina) seremos capaces de disminuir el estrés que encontramos en nuestra vida diaria, así como los hábitos autodestructivos que tenemos. Estaremos en un estado mental mucho más calmado para ser capaces de lidiar con la presión del trabajo, la familia, la situación económica y los demás asuntos. Y será especialmente efectivo para enfrentar nuestra situación moderna, en la cual tenemos muchas más cosas disponibles, en términos de Internet, redes sociales, música y todo eso. No significa que necesitemos dejar el Internet, tirar nuestros dispositivos móviles o no escuchar música nunca más; no significa eso, sino desarrollar una estrategia mejor, mejores hábitos para usar esas cosas de una forma saludable y beneficiosa. Gracias.
Preguntas
El problema es que, en la vida moderna, tenemos que reaccionar a las cosas. Por ejemplo, si echamos un vistazo a las noticias, no lo hacemos sólo por preocuparnos por nosotros mismos, sino que también queremos saber lo que deberíamos hacer, cómo reaccionar ante las cosas. Por ejemplo, el tipo de cambio de divisas, a veces te muestran en línea cómo cambia, y quizás necesitemos reaccionar a eso. O alguien podría mandarte un mensaje diciendo que una persona está enferma y necesita ayuda. O nuestros compañeros pueden escribirnos porque quieren preguntarnos algo, y si no lo revisamos, no lo sabremos. O, por ejemplo, el informe meteorológico. Si no echamos un vistazo al informe meteorológico por la mañana y salimos, es posible que refresque; como no lo sabremos, podemos enfermarnos. En todos estos casos, seremos menos eficientes y quizás desperdiciemos nuestro tiempo, nuestra salud u otra cosa.
Esa es la razón por la que dije que necesitamos desarrollar una estrategia saludable, una estrategia inteligente sobre cómo usar el Internet. Si estamos físicamente obesos y nos ponemos a dieta, no significa que dejemos de comer. Restringimos la comida que comemos. De forma similar, si tenemos obesidad informativa, restringimos lo que vemos y solamente revisamos lo que sea necesario, lo que sea útil. Y otras cosas, como dije, por lo menos en mi programa de gestión de correos electrónicos, lo señalamos para saber que tenemos que revisarlo más tarde, lidiar con ello más tarde.
Pero esta estrategia implica que, en cualquier caso, recibimos toda la información y después elegimos qué respondemos, qué no respondemos, pero seguimos leyendo todos nuestros mensajes y leemos todas las noticias, etc.
De nuevo, tienes que adoptar estrategias diferentes. Hay bastante diferencia entre echar un vistazo al informe meteorológico cuando te levantas por la mañana, y revisar el número de “me gusta” que obtuviste por la noche. No tienes por qué revisar el número de “me gusta” que obtuviste. Y los mensajes que recibes, algunos serán anuncios, otros de personas que no son tan importantes en términos de tu trabajo, y cosas así con las que puedes lidiar más tarde. Tú ya sabes, dentro de tu directorio, qué es importante y qué es menos importante. Tengo un amigo al que le gusta tomar fotografías del desayuno que se prepara y mandarlas a sus amigos. Ciertamente, no tengo que ver eso.
¿Sabe él que no lo ves?
Lo veré después, pero ciertamente no interrumpiré mi trabajo para verlo.
Otras religiones también nos proporcionan métodos para tener ese sentido de “sentirse bien” hormonal. ¿Cuál es la diferencia entre ellas y el budismo, entonces?
Es cierto que otras religiones proporcionan eso, en términos de “Jesús me ama”, “Dios me ama” y demás, ser aceptados y trabajar hacia metas. Definitivamente existen, es verdad. Los métodos de los que he hablado no son sumamente específicos del budismo, pueden encontrarse sin ningún contexto religioso necesario; simplemente son estrategias generales que son útiles para todo el mundo. No hay nada específicamente budista en lo que he estado diciendo.
Cuando preguntamos qué es exclusivamente budista, es su visión de la realidad a un nivel muy sutil. Y lo que las conversaciones con los científicos están revelando es que ni siquiera eso es tan único del budismo, porque esa visión de la realidad es bastante consistente con la visión del universo cuántico. Si llevas la teoría cuántica a su conclusión lógica, en términos de la estructura del universo, obtendrás las enseñanzas budistas sobre el vacío y el surgimiento dependiente.
¿Qué debemos hacer si estamos preparados para ver a alguien en persona y vamos a reunirnos con ella pero, cuando en realidad nos encontramos con ella, sólo mira su teléfono móvil y no nos presta demasiada atención? En esta situación, ¿está bien decirle de forma expresa a esa persona que eso no es adecuado, porque estamos teniendo una reunión real?
Personalmente, pienso que sí. Creo que es apropiado decirle a esa persona: “¡hola! ¡Estoy aquí!”. Existe una cierta cosa llamada “etiqueta del teléfono móvil” que es muy importante, específicamente si eres un padre y tienes hijos adolescentes, para establecer la disciplina de no enviar mensajes de texto y no hablar por teléfono mientras se está sentado en la mesa. Sí, les dices que no está permitido y los haces guardar el teléfono. Tengo una amiga que enseña en una universidad americana y pide a sus estudiantes que dejen sus teléfonos móviles en una mesa durante la clase. No les permite tenerlos consigo. Creo que eso es algo totalmente apropiado. Lo que es muy interesante es que, no estoy seguro si son 45 minutos o una hora porque es una clase de tres horas, tiene que hacer un descanso para que los estudiantes revisen su teléfono. No es que tengan que ir al tocador, sino que están tan tensos por no poder revisar sus teléfonos, que necesitan apresurarse, agarrar sus teléfonos y revisarlos durante el descanso. Es algo muy interesante, desde el punto de vista sociológico.
Es realmente una adicción crónica que las personas tienen a sus teléfonos, y a menudo tenemos que ayudar a las personas para que desarrollen cierta forma de disciplina social. Pienso que es apropiado, si se hace de una forma educada. De nuevo, hay una diferencia entre que haya algún tipo de desastre del cual tengan que estar informados, o que simplemente estén mandando mensajes de texto sobre algo que no es para nada importante. Y seamos realistas, ¿con cuánta frecuencia recibimos llamadas sobre desastres? Y si nos reunimos con alguien y estamos esperando una llamada de teléfono para escuchar que nuestro hijo llegó a casa sano y salvo o algo parecido, se lo decimos a la otra persona. Somos educados: “estoy esperando una llamada. Espero la confirmación de que mi hijo llegó a casa sano y salvo”, entonces lo entenderán, todo estará claro.
Mientras voy en el metro, siempre escucho música, pero no lo hago con el fin de tener más estimulación, sino con el fin de disminuir la cantidad de estimulación negativa. Esto es porque a mi alrededor hay personas hablando sobre algo y, a veces, no quiero escuchar lo que dicen; hay mucha negatividad en esas conversaciones. También están los anuncios del metro, que te dicen algo que ya sabes de memoria. Por lo tanto, para mantenerme al margen de todos esos estimulantes negativos, simplemente escucho música. ¿Estoy escapando? O estoy cambiando estimulantes negativos y muy intensos por otros menos intensos y menos destructivos.
Es una pregunta muy interesante. Lo primero que me viene a la mente es la respuesta india, la cual quizás no sea la respuesta más apropiada: cuando viajas en un autobús nocturno con video en la India, un autobús con equipo de video que está encendido toda la noche, se transmite la misma película una y otra vez, con el volumen al máximo. Si le preguntas al conductor: “por favor, ¿podría bajar un poco el volumen?”, la respuesta india es: “no la escuches”.
En el metro, no tienes por qué escuchar lo que todo el mundo está diciendo. Es una cuestión de atención. ¿En qué te estás enfocando? Si tu atención está puesta en todas las personas y en ver, digamos, la expresión de sus caras, si no parecen muy felices, entonces les deseas, con compasión, que estén libres de su infelicidad, que sean felices; entonces, tu atención ya no está enfocada en lo que las personas están diciendo; no estás viendo los anuncios. Tu atención está haciendo otra cosa.
Si no somos capaces de hacer eso, entonces, bueno, la música. Pero la música no debería ser una excusa para ignorar a las personas. Es una oportunidad perfecta para practicar la compasión.
Piensen en el principio del tonglen, esa práctica bastante avanzada de recibir y dar. Lo que intentaríamos hacer en esta situación es, en lugar de hacernos a un lado y alzar muros alrededor de lo que las demás personas estén diciendo, lo aceptamos. Tenemos apertura y aceptamos que están hablando de algo trivial o de algo negativo, y después les enviamos deseos amorosos de que puedan superar lo que sea que les está molestando, que puedan involucrase en cosas positivas, más significativas. Así que es una oportunidad fabulosa para la práctica del tonglen.
Muy a menudo, cuando tenemos por primera vez la determinación de ser libres, en algún momento disminuye y, quizás debido a la pereza u otras cosas, ya no tenemos esa determinación. ¿Qué hacemos si perdemos esa determinación, para restaurarla?
El consejo principal que se da a menudo es recordar las desventajas de aquello de lo que estemos determinados a liberarnos; cualquiera que sea la situación de sufrimiento, y los beneficios de liberarnos de ella. Recordarnos cuáles son los métodos para liberarnos de ella y reafirmar la confianza de que el método, no solamente funciona, sino que además somos capaces de conseguirlo. Todo esto es una parte muy importante de la determinación de ser libres. En otras palabras, recordar que “puedo liberarme de ello si trabajo lo suficientemente duro”. De lo contrario, solamente te sientes desanimado y entonces no haces nada, te rindes.
Si practicamos meditación, la meditación nos hace más estables, y esto es algo que conseguimos. Pero cuando tomamos medicamentos para volvernos más estables, esto es algo que, básicamente, conseguimos sin esfuerzo y que no nos cambia. Por supuesto, si una persona está enferma, es necesario tomar la medicación. Pero ¿qué sucede si alguien toma algo en la vida diaria con el fin de mejorar su propio estado, para reducir el estrés y otras influencias negativas de la mente?
Creo que tenemos que ser muy realistas acerca de los métodos budistas. Los métodos budistas son efectivos para las personas que ya han logrado un cierto nivel de madurez y estabilidad. Si estás seriamente perturbado, emocionalmente, mentalmente, no eres capaz de aplicar los métodos budistas todavía. Necesitas conseguir cierto tipo de estabilidad, y la medicación puede ser muy útil, ya sean tranquilizantes, antidepresivos, lo que sea. Necesitas algo que te ayude. Si solamente les dices: “bueno, pues medita”, esas personas todavía no son capaces. Pero una vez que te vuelves más estable, en ese momento estás en un estado mental en el que realmente puedes aplicar las prácticas de meditación. Antes de eso estarás demasiado perturbado o perturbada, así que no habría concentración.
En Myanmar (la antigua Birmania), había tres personas que estaban encarceladas por colgar el anuncio de un restaurante con una imagen del Buda llevando audífonos. ¿Cómo comentarías este hecho desde un punto de vista budista?
Devadatta, el primo celoso del Buda, siempre intentaba dañar al Buda, pero el Buda, por supuesto, no podía ser dañado y, ciertamente, no se molestaba por ello. Así que el Buda no se ofendería por una foto en la que lleva audífonos. Pero para los seguidores del budismo o los seguidores de cualquier religión resulta muy ofensivo que las personas sean irrespetuosas hacia su figura principal. Y no hay razón para ofender a las personas; es muy descortés. Enviarlos a la cárcel o hacerles pagar una multa de una cantidad elevadísima tal vez no sea apropiado en absoluto. Sin embargo, necesitan no hacer eso. La libertad de expresión no significa necesariamente tener la libertad para ofender a las personas; especialmente cuando sabes que eso va a enfurecer a la población. Después depende, por supuesto, de quién decide lo que es ofensivo y lo que no, y ese puede ser un asunto sensible al abuso. Pero cuando se trata del campo de la religión, si se hace algo irrespetuoso hacia Jesús, Mahoma o el Buda, es bastante claro que es inapropiado. ¿Cómo reaccionarían los cristianos a un anuncio de Jesús en la cruz llevando auriculares, escuchando su IPod como publicidad para un nuevo IPod? No creo que los creyentes cristianos fervientes apreciarían eso.
Podemos esforzarnos para lograr metas mundanas o metas espirituales. He llegado a la conclusión de que existen dos extremos. Uno es concentrarse más en las metas mundanas, pero en este caso es algo ilimitado porque consigues una meta y entonces quieres conseguir otra meta. En el otro extremo que veo en las comunidades budistas, por ejemplo, las personas tratan de conseguir metas espirituales, pero se olvidan de las metas mundanas. ¿Existen métodos o formas de solucionar este tema y encontrar un equilibrio?
Su Santidad el Dalái Lama siempre dice que 50/50. Tenemos que ver cuál es la realidad de nuestra vida, cuáles son nuestras responsabilidades: nuestra situación económica, si tenemos personas que dependen de nosotros. Por lo tanto, necesitamos ser realistas.