El Dharma es para lidiar con los problemas de la vida
Lo primero que necesitamos hacer para involucrarnos en la práctica del Dharma es reconocer los diferentes tipos de problemas o dificultades que tenemos en la vida. Lo siguiente es darnos cuenta de que la práctica del Dharma busca ayudarnos a liberarnos de tales problemas.
La práctica del Dharma no es solamente para sentirnos bien, o para tener un lindo pasatiempo, o para estar a la moda, ni nada parecido. La práctica del Dharma pretende ayudarnos a liberarnos de nuestros problemas. Esto significa que para practicar el Dharma en forma realista tenemos que darnos cuenta de que no será un proceso placentero. Se trata de encarar los aspectos no placenteros de nuestra vida, las dificultades que se nos presentan. Se trata de enfrentarlas con la actitud de que trataremos de lidiar con ellas, en lugar de huir.
Nuestros problemas pueden tomar diversas formas. Todos estamos familiarizados con la mayoría de ellos: somos inseguros, tenemos problemas en nuestras relaciones con otros: nos sentimos aislados, tenemos dificultades con nuestras emociones y sentimientos; estos son el tipo de problemas que todos tenemos. Tenemos dificultades para lidiar con nuestra familia y nuestros padres; ellos enferman y envejecen. Tenemos dificultades para lidiar con nuestra propia enfermedad y envejecimiento. Y si somos jóvenes, tenemos dificultades para decidir qué hacer de nuestra vida, cómo ganarnos el sustento, en qué dirección ir, y ese tipo de cosas. Necesitamos observar todos estos aspectos.
Confusión
Uno de los puntos más importantes en el budismo es el darnos cuenta de que todos estos problemas que experimentamos surgen de causas. No es que surjan de la nada. La fuente de estos problemas está dentro de nosotros mismos. Este es un gran entendimiento profundo y no es fácil para muchas personas aceptarlo, ya que la mayoría de nosotros tendemos a culpar de nuestros problemas a los demás o a causas externas. Sentimos: “Soy infeliz por lo que hiciste, no me llamaste, me abandonaste, no me amas. Todo es tu culpa”. O culpamos a nuestros padres, por lo que hicieron o dejaron de hacer cuando éramos niños. O culpamos a la situación económica, política o social en la que nos encontramos. Por supuesto que todos estos factores juegan un rol en nuestra experiencia de vida. El budismo no niega esto. Pero la causa principal, la causa más profunda de nuestros problemas está dentro de nosotros mismos: son nuestras propias actitudes, especialmente nuestra confusión.
Si queremos encontrar un factor que defina claramente la actitud budista respecto a qué significa practicar el budismo en la vida diaria, yo diría que es éste. Cuando tenemos dificultades, buscamos dentro de nosotros para tratar de encontrar el origen y, una vez que lo identificamos, tratamos de cambiar la situación desde adentro. Cuando hablamos de buscar dentro de nosotros y encontrar la fuente de nuestros problemas, no nos referimos a hacer un juicio moral y pensar que soy malo y que tengo que cambiar y ser bueno. El budismo no emite juicios morales. Tratamos de localizar adentro de nosotros la fuente de nuestros problemas simplemente porque nos hace sufrir y porque queremos liberarnos de ellos y de nuestra infelicidad, y la fuente principal de ambos está en nuestras actitudes. Específicamente, el Buda dijo que la causa más profunda de nuestros problemas y de nuestro sufrimiento es nuestra confusión. Así que lo que tenemos que hacer es descubrir en qué radica nuestra confusión y cómo podemos corregirla a través de adquirir un entendimiento correcto.
¿Acerca de qué estamos confundidos? Acerca de varias cosas. Una de ellas tiene que ver con las causas y los efectos de nuestro comportamiento. Creemos que si actuamos de cierta manera, esto no tendrá ningún efecto. Por ejemplo, pensamos: “Puedo llegar tarde, ignorarte, y eso no importa”. Eso es incorrecto; es un estado de confusión. O pensamos que algo que hacemos o que la forma en la que nos comportamos tendrá un efecto que es absurdo e imposible. Por ejemplo, “Fui bueno contigo así que debes amarme. Te compré este lindo regalo, ¿por qué no me amas ahora?”. Con pensamientos como estos nos imaginamos que nuestras acciones tendrán efectos imposibles, o pensamos que esos efectos serán mayores de lo que en realidad pueden ser. También podemos pensar que ciertas acciones nos traerán cierto tipo de efecto, pero en realidad nos traen el efecto totalmente opuesto. Por ejemplo, queremos ser felices y pensamos que para lograrlo hay que estar borrachos todo el tiempo. Pero esto produce más problemas que felicidad.
El otro aspecto en el que estamos confundidos es en la forma en la que existimos, la forma en la que los otros existen y la forma en la que el mundo existe. Por ejemplo, sufrimos y somos infelices por envejecer y por enfermarnos. ¿Pero qué otra cosa podríamos esperar como seres humanos? Los seres humanos enfermamos y envejecemos (a menos que muramos jóvenes), esto no es una gran novedad. Cuando nos entristecemos y nos sorprendemos porque aparecen canas en nuestro cabello estamos siendo irreales y confusos acerca de cómo es que el mundo existe, cómo es que existimos nosotros.
Digamos que tenemos problemas con el envejecimiento. Debido a nuestra confusión al respecto (no aceptar la realidad de envejecer) actuamos en formas destructivas bajo la influencia de emociones y actitudes perturbadas. Por ejemplo, al tratar compulsivamente de lucir jóvenes y atractivos, nos mostramos deseosos de adquirir cosas que esperamos nos hagan sentir seguros (como la atención y el amor de otros, especialmente de gente más joven que nos parece atractiva). Detrás de este síndrome generalmente se encuentra la confusión de creernos la persona más importante del mundo, el centro del universo. Por ello pensamos “todos deberían ponerme atención a mí. Sin importar cómo luzca, todos deberían pensar que soy atractivo y agradable”. Nos volvemos locos si alguien no piensa que somos atractivos o si no le gustamos. Nos vuelve aún más locos que alguien nos ignore (que no nos preste atención cuando nosotros quisiéramos que nos considerara atractivos, si no físicamente, al menos de alguna otra manera). Pero no a todo el mundo le gustaba el Buda Shakyamuni; ¡qué esperanza podemos tener nosotros de gustarle a todo el mundo!
Nuestro deseo de gustarle a todo el mundo es una expectativa irreal. No corresponde a la realidad. Está basado en la confusión, en el deseo añorante y en el apego a que todos nos encuentren atractivos y que todos nos pongan atención. Subyacente está la actitud perturbada de la ingenuidad. Pensamos que somos tan importantes y adorables que deberíamos gustarle a todos, y si no le gustamos a alguien pensamos que algo está mal con esa persona. O pero aún, empezamos a dudar de nosotros mismos: “Debe haber algo malo en mí porque no le gusto a esa persona”, y entonces nos sentimos mal o culpables. Esto es ingenuidad pura.
El punto principal es trabajar con nosotros mismos. Esto es a lo que se refiere la práctica del Dharma. No importa lo que pase, si tenemos dificultades, si nos sentimos inseguros, o lo que sea, necesitamos mirar adentro de nosotros y ver qué es lo que está pasando. ¿Dónde está la confusión detrás de la emoción perturbada que siento? Sin embargo, si analizamos una relación problemática en la que estamos involucrados, es preciso darnos cuenta de que no somos los únicos confundidos. Obviamente la otra persona también tiene confusión. El punto es que no decimos simplemente: “Tú tienes que cambiar; todo lo que yo hago está bien, tú eres el que tiene que cambiar”. Por otro lado, necesitamos tener cuidado en no pensar: “Sólo soy yo quien tiene que cambiar”, porque entonces esto puede degenerar en un complejo de mártir. De lo que se trata es de discutir las cosas abiertamente con la otra persona aunque, claro, la otra persona necesita también ser receptiva. Necesitamos aceptar que ambos estamos confundidos. Ambos tenemos el problema de la confusión en términos de cómo entendemos lo que pasa en nuestra relación, así que es preciso que ambos aclaremos esa confusión. Esa es la forma más realista y acorde con el Dharma en la que podemos proceder.
Entender el Dharma antes de llevarlo a la práctica
Hay muchos tipos diferentes de práctica budista. No es suficiente sólo recibir instrucciones de cómo llevarlas a cabo, como si aprendiéramos a realizar una especie de truco. Con cualquier práctica que realicemos es muy importante entender cómo es que nos ayudará a superar nuestras dificultades. Necesitamos aprender, no sólo cómo y cuándo aplicar la práctica, sino también cuáles son los razonamientos que están detrás de ella. Esto significa que no empezamos con prácticas avanzadas. Comenzamos por el principio y construimos una base, de tal forma que, a partir de la secuencia de las enseñanzas del Dharma, sepamos de qué se trata cada práctica.
Ahora bien, es cierto que algunas veces leemos enseñanzas que dicen: “Si alguien te da una medicina, no preguntes cómo funciona, ¡sólo tómala!”. Aunque este es un buen consejo, necesitamos entender que nos está previniendo de caer en un extremo. El extremo del que nos habla, es el de solamente estudiar y tratar de entender las enseñanzas pero nunca llevar nada a la práctica. Queremos evitar ese extremo. Existe también el otro extremo que igualmente necesitamos evitar. Se refiere a cuando escuchamos instrucciones de Dharma relativas a alguna práctica y las llevamos a cabo con fe ciega, sin ningún entendimiento de qué o por qué estamos haciendo tal cosa. El principal problema de este extremo es que, en realidad, nunca entendemos cómo aplicar tal práctica en nuestra vida diaria. Si entendemos el sentido detrás de cada práctica (si entendemos cómo funciona y cuál es su intención) no necesitaremos que alguien más nos diga cómo aplicarla en nuestra vida cotidiana. Entenderemos y sabremos cómo hacerlo por nosotros mismos.
Cuando hablamos de eliminar nuestros problemas, no estamos hablando solamente de eliminar nuestros problemas personales, también nos referimos a deshacernos de las dificultades que tenemos para ayudar a otros. “Tengo problemas para ayudar a otros por flojera o egoísmo, o por estar muy ocupado”. O “simplemente no entiendo cuál es tu problema y no tengo idea de qué hacer para ayudarte”. Este es el gran problema que tenemos, ¿no es así? Todas estas dificultades para ayudar a otros se originan también en nuestra confusión. Por ejemplo, la confusión de pensar que yo debería ser como Dios todopoderoso y tener el poder para resolver todos tus problemas con sólo hacer una simple cosa; y si no resuelvo todos tus problemas es porque algo está mal contigo. No lo hiciste bien, entonces eres culpable. O yo soy el culpable porque debería ser capaz de ayudarte a resolver tus problemas y no lo hice, así que no soy bueno. De nuevo, es confusión relativa a la causa y al efecto.
Convicción en el Dharma
Otro punto es que, para ser capaces de aplicar efectivamente el Dharma en la vida cotidiana de una manera no neurótica, necesitamos tener la convicción de que en verdad es posible deshacernos de nuestros problemas. Necesitamos estar convencidos de que es posible deshacernos de nuestra confusión siguiendo la aproximación budista básica: para deshacernos de algo necesitamos eliminar las causas que lo provocan. Por supuesto, es muy difícil obtener una profunda y firme convicción de que es posible eliminar toda nuestra confusión al grado de que nunca más se presente, así como es difícil también tener una convicción firme respecto a que es posible alcanzar la liberación y la iluminación. Esto es especialmente difícil cuando ni siquiera entendemos qué son en realidad la liberación y la iluminación. ¿Cómo podemos considerar seriamente si es posible alcanzarlas o no, si ni siquiera las entendemos? ¿No es un poco hipócrita desear alcanzar algo si ni siquiera creemos que esto exista? De ser así, esto se vuelve una suerte de juego desquiciado; nuestra práctica del Dharma no es algo real.
Necesitamos estar realmente convencidos, y esto requiere mucho estudio y entendimiento, así como profunda reflexión y meditación. Necesitamos estar convencidos de que, no sólo la liberación y la iluminación son posibles, sino que también están a nuestro alcance. No pensar que sólo fue posible para Shakyamuni, y que no es algo para mí, sino que es posible que yo alcance la iluminación y la liberación, y es posible que todos los demás las alcancen también. Necesitamos entender qué es preciso hacer para liberarnos de nuestra confusión. ¿Qué es en realidad lo que nos ayudará a deshacernos de ella? Lo que en realidad nos ayudará a deshacernos de la confusión es el correcto entendimiento; es preciso entender cómo el correcto entendimiento puede ayudarnos a superar la confusión y eliminarla para que nunca regrese. Como resultado de todo esto, vemos que el verdadero lugar de trabajo de la práctica del Dharma es la vida diaria; es lidiar con nuestros problemas, con nuestra confusión, con nuestras dificultades de la vida momento a momento.
La práctica del Dharma requiere introspección
La práctica del Dharma no es simplemente “tiempo fuera” de la vida, no se refiere a irnos a una linda y silenciosa cueva, o incluso encerrarnos en nuestro cuarto y sentarnos en un cojín para no tener que lidiar con nuestra vida. La práctica del Dharma no se trata de escapar. Cuando vamos a un lugar silencioso para meditar, lo hacemos con la intención de construir las habilidades que nos permitan lidiar con nuestros problemas en la vida. El punto de atención es la vida. ¡No se trata de ganar una medalla olímpica en sentarse a meditar! La práctica del Dharma se refiere por completo a aplicar el Dharma a nuestra vida.
Más aún, la práctica del Dharma es introspectiva. Con la introspección tratamos de estar atentos a nuestros estados emocionales, nuestras motivaciones, nuestras actitudes, nuestros patrones compulsivos de comportamiento. Necesitamos poner especial atención en nuestras emociones perturbadas. La característica que define a una emoción o actitud perturbada es que, cuando surge, nos hace sentir incómodos a nosotros y/o a los demás. Perdemos la paz mental y no somos capaces de controlarnos. Esta es una definición muy útil porque nos ayuda a reconocer cuando estamos actuando bajo la influencia de una emoción perturbada. Podemos saber que algo perturbado está ocurriendo en nuestra mente si nos sentimos incómodos. En tales ocasiones, necesitamos revisar qué está pasando dentro de nosotros y aplicar los antídotos para corregirlo.
Esto requiere que nos volvamos muy sensibles a lo que ocurre dentro de nosotros. Para poder cambiar nuestro estado emocional perturbado se requiere que nos demos cuenta de que si actuamos de una forma perturbada y perturbadora generaremos mucha infelicidad tanto para nosotros como para los demás. No queremos eso; ya hemos tenido más que suficiente de eso. Y si estamos alterados ¿cómo podremos ayudar a los demás?
Flexibilidad
La práctica del Dharma también requiere que nos familiaricemos con muchas fuerzas de oposición diferentes, no sólo con una o dos. Nuestra vida es muy compleja y un sólo antídoto en particular no siempre funcionará. Una práctica específica no será la más efectiva para cada una de las situaciones. Para realmente ser capaces de aplicar las prácticas en la vida diaria se requiere de una gran flexibilidad y de muchos métodos diferentes. Si uno no funciona, intentamos con otro; si este otro tampoco funciona, probamos algo más.
Mi maestro Tsenshap Serkong Rimpoché solía decir que si estás tratando de hacer algo en la vida, siempre es importante tener uno o dos planes alternativos. Así, si el plan A no funciona, no te darás por vencido porque tendrás los planes B o C de respaldo. Eventualmente, alguno funcionará. Me he dado cuenta de que este es un consejo muy útil. Lo mismo ocurre con el Dharma: si el método A no funciona para cierta situación, siempre tendremos un plan de respaldo. Hay otras cosas que podemos tratar. Obviamente, todo esto se basa en el estudio, en aprender diferentes métodos y meditaciones que después practicamos y preparamos, tal como hacemos con el entrenamiento físico. Nos entrenamos para familiarizarnos con estos métodos, de tal forma que realmente podamos aplicarlos en la vida diaria cuando los necesitemos. Esto requiere que veamos al Dharma, no como un entretenimiento, sino como un compromiso de tiempo completo.
Evitando los extremos
Aplicamos la práctica del Dharma con nuestra familia. La aplicamos para lidiar con nuestros padres, con nuestros hijos, con la gente en el trabajo. Al hacer esto necesitamos evitar varios extremos. Ya hemos mencionado algo de esto antes. Necesitamos evitar el extremo de echar la culpa de nuestros problemas a los demás, así como de culparnos enteramente a nosotros mismos (ambos contribuimos). Podemos tratar de que los demás cambien, pero es más fácil que nosotros cambiemos.
El punto medular es el auto mejoramiento; pero, en este proceso, necesitamos evitar el extremo de la auto preocupación narcisista. Cuando estamos preocupados sólo por nosotros mismos no prestamos atención a nadie más. Esto puede reforzar la sensación de que somos el centro del universo y de que nuestros problemas son los más importantes del mundo. Nos parece que los problemas de los demás no son importantes ni dolorosos.
Otro extremo es pensar que somos, o completamente buenos, o completamente malos. Es cierto que necesitamos reconocer nuestras facetas difíciles, aquellas en las que tenemos que trabajar. Pero también tenemos que reconocer nuestras facetas positivas, nuestras cualidades, para que podamos desarrollarlas cada vez más. Muchos occidentales tenemos baja autoestima. Si nos enfocamos demasiado en nuestros problemas y en nuestra confusión fácilmente reforzaremos esta baja autoestima. No se trata de esto en absoluto.
Al mismo tiempo que observamos nuestras emociones perturbadas, necesitamos recordar nuestras cualidades positivas, para generar un equilibrio. Incluso las personas más crueles tienen alguna experiencia con cualidades positivas. Indudablemente han tenido la experiencia de sostener a un cachorro o a un gatito, acariciarlo y sentir un poco de calidez hacia él. Casi todos tienen al menos esa experiencia. Si reconocemos que somos capaces de dar este tipo de afecto podremos ver también nuestros aspectos positivos. La práctica del Dharma no se refiere solamente a trabajar con nuestro lado negativo; tiene que haber equilibrio. Necesitamos trabajar también para reforzar nuestras facetas positivas.
Al tratar de mantener el equilibrio entre nuestras fallas y nuestras cualidades, se necesita evitar otro conjunto de extremos. Un extremo es la culpa: “Soy malo. Debería practicar y como no practico soy aún peor.” La palabra “debo” necesita ser eliminada de nuestra forma de ver la práctica del Dharma. Nunca es un asunto de “deber ser”. Si queremos liberarnos de nuestros problemas y evitarlos en el futuro, la actitud más saludable es simplemente pensar: “Si quiero liberarme de mi problema esta práctica ayudará”. Hacer o no hacer la práctica es nuestra decisión. No hay nadie que diga: “Deberías hacer esto y si no lo haces eres malo”.
Pero también necesitamos evitar el otro extremo, el de: “Todos somos perfectos, sólo observa tu naturaleza búdica y todo estará perfecto”. Este es un extremo muy peligroso porque puede conducirnos a la actitud de creer que no necesitamos cambiar; podemos creer que como ya somos perfectos entonces no necesitamos detener o soltar ninguno de nuestros aspectos negativos. Necesitamos evitar ambos extremos, sentir que somos malos o sentir que somos perfectos. Básicamente, necesitamos tomar responsabilidad por nosotros mismos. Esta es la clave para integrar el Dharma en nuestra vida diaria. Tomar responsabilidad de nosotros mismos, hacer algo para mejorar la calidad de nuestra vida.
Inspiración
Mientras trabajamos con nosotros mismos, podemos obtener inspiración tanto de maestros espirituales, como de las otras personas que practican con nosotros. Para la mayoría las personas, las historias fantásticas sobre antiguos maestros que volaban por los aires no son una fuente estable de inspiración, porque estas son acciones con las que es muy difícil relacionarnos y tienden a conducirnos por un viaje fantástico. Es mejor tomar inspiración de ejemplos vivos con quienes en realidad tenemos contacto, aunque éste sea mínimo.
Los budas y los maestros verdaderamente calificados no tratan de impresionarnos ni de inspirarnos. Como ejemplo se dice que ellos son como el sol. El sol no trata de calentar a la gente; simplemente, por la forma en la que el sol naturalmente existe, calienta a los demás. Lo mismo aplica para los grandes maestros espirituales. Nos inspiran de manera espontánea y natural por la forma en la que ellos son en la vida, por su carácter y por su forma de lidiar con las diferentes situaciones. No se trata de trucos mágicos. Lo más realista y aterrizado es lo más inspirador.
Recuerdo a Dudjom Rimpoché. Murió hace muchos años. Era la cabeza del linaje nyingma y uno de mis maestros. Tenía un asma terrible. Yo también tengo asma, así que sé lo que se siente tener dificultades para respirar. Sé lo difícil que es enseñar cuando no puedes respirar normalmente, porque toda tu energía tiene que enfocarse en tener suficiente aire. Es muy difícil externar la energía en una situación así. Yo veía a Dudjom Rimpoché sufrir un asma terrible y aún así subir al estrado a impartir enseñanzas. No se dejaba perturbar en lo más mínimo por el asma y lidiaba con ello de una manera increíble mientras nos daba enseñanzas asombrosas. Esto fue increíblemente inspirador, un hecho muy aterrizado que nada tiene que ver con grandes trucos mágicos. Es lidiar con situaciones de la vida real y eso es muy inspirador.
También podemos obtener inspiración de nosotros mismos al ir avanzando y progresando en el camino espiritual. Esto es también una importante fuente de inspiración. Obtenemos inspiración de nuestro propio progreso. Pero tenemos que ser muy cuidadosos con esto. La mayoría de las personas no puede manejar este factor a nivel emocional, porque la tendencia es volverse arrogantes y orgullosos de los logros que se alcanzan. Así que tenemos que definir cuidadosamente qué se entiende por progreso.
Progreso en el camino
Primero que nada, tenemos que darnos cuenta de que el progreso nunca es lineal, sube y baja, sube y baja. Los constantes altibajos son de las principales características del samsara, no solamente en cuanto a obtener mejores o peores renacimientos sino también en cuanto a la vida diaria. En un momento me siento feliz y al siguiente me siento infeliz. Nuestro estado de ánimo sube y baja. Ahora tengo ganas de practicar, más tarde no tengo ganas de practicar (esto sube y baja todo el tiempo, no se sorprendan por ello). De hecho, seguirá siendo así hasta que nos convirtamos en un arhat, en un ser liberado, libre del samsara. Hasta que lleguemos a ese punto, que es increíblemente avanzado, en el samsara seguiremos estando en este sube y baja. Así que no se desanimen si después de practicar por mucho tiempo de pronto tienen dificultades en una relación romántica. De repente nos sentimos emocionalmente perturbados, ¡esto pasa! No significa que hayamos sido terribles practicantes. Es natural, dada la realidad de nuestra condición samsárica.
En la práctica del Dharma no suelen ocurrir milagros. Si queremos aplicar el Dharma en la vida diaria, no esperemos milagros y menos en nuestro progreso. ¿Cómo podemos medir nuestro progreso en forma realista? Su Santidad el Dalái Lama dice que no lo veamos en términos de practicar el Dharma un año o dos. Que lo observemos en términos de cinco o diez años de práctica para revisar: “¿Soy una persona más calmada de lo que era hace cinco o diez años? ¿Soy capaz de manejar situaciones más difíciles sin alterarme o sentirme dominado por ellas?” Si es así, hemos progresado y eso es inspirador. Aún tenemos problemas, pero esto nos fortalece para continuar en el camino. Ya no nos alteramos tanto en las situaciones difíciles cuando las cosas se ponen feas. Somos capaces de recuperarnos más rápidamente.
Cuando hablamos de nosotros mismos como fuente de inspiración, el punto principal es que esta inspiración nos da la fortaleza para continuar en el camino. Esto es porque estamos convencidos de que vamos en la dirección correcta. Y sólo estamos convencidos de que vamos en la dirección correcta si tenemos una idea realista de lo que significa ir en esa dirección (que mientras vamos en esa dirección general, continuamente experimentaremos altibajos).
Estas son algunas ideas generales sobre cómo integrar la práctica del Dharma a nuestra vida diaria. Espero que sean útiles. Gracias.