El significado tradicional de un maestro espiritual

La rectificación de los términos

Los títulos, particularmente aquellos en idiomas extranjeros, desconciertan a menudo a los occidentales, quienes frecuentemente evocan imágenes románticas que son inapropiadas. Esto sucede especialmente con los diversos títulos para maestros espirituales, tales como -en la tradición de budismo tibetano- gurú, lama, tulku, rinpoche, gueshe y kenpo. Cuando se los aplica a los maestros asiáticos tradicionales estos títulos son bastante desconcertantes. Se tornan incluso mucho más enigmáticos cuando los occidentales convertidos se rigen por ellos.

La filosofía clásica china enseña que las dificultades aparecen a menudo debido a la confusión sobre los términos. Este entendimiento se aplica acertadamente a las cuestiones de traducción. Los términos traducidos de manera imprecisa con frecuencia dan a las personas ideas equivocadas, especialmente cuando los dos idiomas implicados son de culturas ampliamente divergentes. Si los términos transmiten verdaderamente sus significados deseados, entonces las personas que tratan de encarnar los principios representados por las palabras pueden esforzarse para actuar de las maneras deseadas. Por lo tanto, Confucio demandó una “rectificación de los términos”. Si las personas saben cómo necesitan actuar y cuál es la relación apropiada entre un gobernante y un súbdito, o entre un padre y un hijo, pueden tratar de seguir ese modelo. El éxito de sus esfuerzos producirá la armonía en la sociedad. Por otro lado, si los roles sociales se tornan confusos y la gente no sigue pautas apropiadas, el caos y el desastre sucederán fácilmente. Podemos extender este principio a un maestro espiritual y un buscador espiritual. Si somos negligentes con nuestro uso de los términos y dejamos que cualquiera se llame a sí mismo un gurú o un discípulo, abriremos la puerta a relaciones desafortunadas.

Necesitamos parámetros. Así como las agrupaciones de consumidores vigilan atentamente la calidad de los productos, necesitamos una estrategia similar con respecto a los maestros espirituales. La estructura jerárquica del budismo tibetano difiere enormemente de la de una iglesia organizada. Ni el Dalái Lama ni los superiores de las cuatro tradiciones tienen la autoridad para dictar quiénes son maestros calificados o para declarar incompetentes a las personas. Además, hoy en día, debido a posibles pleitos judiciales en Occidente, no podemos esperar que los individuos o los consejos jerárquicos tomen la responsabilidad de garantizar la conducta ética de otras personas.

En su libro, Guía de instrucciones de mi totalmente excelente maestro espiritual, el maestro nyingma Peltrul indicó con franqueza el único método razonable: los buscadores espirituales necesitan asumir la responsabilidad ellos mismos. Los charlatanes y los sinvergüenzas se pueden presentar como grandes maestros. Incluso pueden tener profesionales que lancen efectivas campañas publicitarias para sus libros y giras de conferencias. No obstante, depende del público elegir si se convierten en sus seguidores o no. Si conocemos las normas, no dejaremos que las imitaciones nos engañen. Sólo estaremos satisfechos con Maestros 1 auténticos.

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