El manejo de situaciones problemáticas
Hemos estado hablando de toda esta cuestión del “qué debo hacer y qué no debo hacer”, y del temor que surge de ello. Vimos que todo este asunto gira alrededor de una concepción errada de nosotros mismos. Necesitamos hacer una distinción clara entre la existencia convencional, usual, de nosotros y de todo lo que nos rodea, y la existencia sólida, que realmente no existe en absoluto. Recuerden, cuando hablamos de vacuidad, estamos hablando de la ausencia de modos imposibles de existencia, que no existen de ninguna manera.
Pero, ¿cómo existen las cosas realmente? En el budismo, decimos que todo existe en términos de su surgimiento dependiente de muchos, muchos factores (causas, partes, las etiquetas mentales y conceptos para ellas, etc.) Analicémoslo desde el nivel en que las cosas surgen y existen dependiendo de causas y condiciones. Desde este punto de vista, podemos decir que las cosas no son sólidas (sólidas en el sentido de que surgen sólidamente de una sola causa) sino más bien, que todo es complejo y entonces surge de interacciones muy complejas.
Por ejemplo, cuando nos enfrentamos a situaciones, las cosas no son blanco y negro: “Deberías hacer esto y no deberías hacer lo otro” y, debido a esto, hay una sola manera correcta de actuar y la otra manera es incorrecta. Realmente, cualquier situación problemática en la que podríamos estar involucrados es muy compleja y la solución que encontremos dependerá de muchos, muchos factores. Así que decidir qué hacer requiere de mucha sensibilidad y darse cuenta. Cuando empezamos a sobreponernos a este síndrome del “debería” o “no debería” y a seguir leyes indiscriminadamente, no significa que no importe lo que decidamos o lo que hagamos, porque está todo en nuestra imaginación. Lo que significa es que más que ser rígidos en nuestra habilidad para resolver situaciones problemáticas con un: “Aquí está el reglamento así que déjenme buscar la regla para cumplirla”, que sería la manera rígida, sólida, de reaccionar en términos del “ debería” o “no debería”, usamos nuestra discriminación, nuestra sabiduría y toda nuestra experiencia para encontrar la solución apropiada a la situación. Esto requiere de una buena dosis de flexibilidad. A mayor número de factores tomados en consideración para tratar de resolver un problema, mayores oportunidades para resolverlo con sabiduría. Cuando no consideramos muchos factores, obtenemos una solución que realmente no resuelve el problema.
Así que, cuando decimos que las cosas no son blancas o negras, esto no niega el hecho de que podamos tener una solución efectiva o no efectiva a un problema. Esto es importante de tener en cuenta. También, necesitamos recordar que no somos Dios. No podemos resolver cada problema con el chasquido de nuestros dedos.
¿Hay preguntas sobre estos puntos antes de proseguir?
Acumular la fuerza positiva para la realización de la vacuidad
¿Es posible alcanzar la realización de la vacuidad por uno mismo durante una sesión de meditación y cómo puedo lograrlo? ¿O sólo es posible si un maestro nos presenta la vacuidad?
Tsongkapa no era un hombre tonto. Él trabajó mucho y tuvo, ciertamente, un entendimiento mucho más exacto de la vacuidad que la mayoría de nosotros. Sin embargo, él se percató de que para obtener un entendimiento correcto no-conceptual de la vacuidad, lo que tenía que hacer era acumular mayor potencial positivo, lo cual es usualmente traducido como “mérito”. En un estadio avanzado del camino, decidió que era necesario hacer tres y medio millones de postraciones y, he olvidado el número exacto, pero también millones de ofrendas del mandala. Después de hacer todo esto, fue capaz de entender la vacuidad correcta y no conceptualmente. Pienso que esta es una enseñanza muy importante. Si no tenemos el potencial positivo o el así llamado “mérito”, estemos sentados por nuestra cuenta, tratando de entender la vacuidad o bien si viene un maestro y nos dice: “Alex, esta es la vacuidad; vacuidad, este es Alex, permítanme presentarlos”, nada va a suceder.
Siempre oímos acerca de la necesidad de acrecentar las dos colecciones de mérito y de entendimiento profundo, o yo prefiero llamarles “almacenes” o “redes” de “potencial positivo” o “ fuerza positiva” y “un profundo darse cuenta”. Pienso que, independientemente de cómo los llamemos, construir ambos es extremadamente importante y, por experiencia propia, sé que es algo muy cierto. Cuando estamos tratando de entender algo o lograr algo o lo que sea, tanto si es en meditación como escribiendo un libro o lo que sea que fuere, resolviendo un problema, a veces llegamos a un punto en que tenemos cierto tipo de bloqueo mental. No podemos avanzar. Llegamos a un callejón sin salida o nos estancamos. El problema es que ahora nuestra energía es demasiado débil para avanzar más. Necesitamos un poco de energía positiva, alguna fuerza o potencial positivo para seguir adelante. Esto es de lo que se trata el mérito. No es que tengamos que conseguir más puntos como si necesitáramos más puntos para ganar un juego. En tales situaciones en que estamos bloqueados, lo que ayuda es poner a un lado lo que estábamos haciendo e ir a hacer algo positivo, por ejemplo, ir a ayudar a otros.
Esto se puede hacer de varias maneras, la manera más simple, que yo uso todo el tiempo cuando no puedo entender algo y quiero ser capaz de entenderlo y tener mi mente clara rápidamente (digamos, cuando estoy escribiendo y no viene a mi mente la palabra apropiada o la manera de expresar algo claramente) es detenerme y repetir el mantra de Manjushri con las visualizaciones apropiadas. Esto es muy útil para mí. Si nos presionamos y nos decimos: “¡Tengo que entender, tengo que entender!”, sin hacer algo como repetir un mantra, entonces, perdonen la imagen, pero es un como estar estreñido e intentar defecar sentado en el inodoro. Nada va a salir. Sólo nos sentiremos más incómodos.
Lo que realmente es importante entonces, es relajarse de manera que podamos tener mucha más claridad, y este tipo de práctica de mantra es muy efectivo para ello. Especialmente cuando quiero tener la mente muy aguda y clara, establezco una intención y un anhelo muy fuertes para que así sea, entonces el mantra se vuelve aún más efectivo. Y se vuelve todavía más efectivo, cuando acompaño mi recitación con visualizaciones que ayudan a enfocar mi mente de una manera aguda. En tal situación, lo que estamos haciendo es añadir algo a la fórmula original. Estamos agregando la fuerza positiva y el potencial de esta recitación de un mantra para ayudar a sobreponernos a un bloqueo mental. Yo encuentro que funciona. Es bastante efectivo en la mayoría de los casos. Entonces, si estamos muy abiertos, como que la solución llega, sin forzarla.
Esta es una situación donde necesitamos algún tipo de solución inmediata, como cuando no encuentro la palabra correcta para una traducción. Hay otras situaciones en las que nuestra energía simplemente se opaca un poco. Lo que yo he descubierto de mi propia experiencia es que cuando viajo impartiendo enseñanzas, aprecio la situación como un tipo de retiro de bodichita, y eso ayuda. Podría considerarlo como: “Esto es una terrible distracción de mi escritura” y en cierto sentido, estar de malas por el tiempo que paso lejos de mi escritorio y mi computadora. O puedo verlo como algo muy positivo que me va a ayudar a escribir más claramente.
Estoy usando estos ejemplos de mi propia vida, pero esta aproximación puede ser aplicada a la vida de cualquier persona, por ejemplo, si estamos trabajando con alguna situación en casa, en la familia, en alguna relación y tenemos cierto bloqueo. Si salimos y hacemos algún trabajo positivo de voluntarios en un hospital o algo así, lo que sea que pueda ser apropiado a nuestra situación, eso hará una gran diferencia en construir algo de fuerza y potencial positivos.
Este enfoque de acopiar potencial positivo no sólo se limita a cuando tenemos un bloqueo mental. Por ejemplo, mi escritura iba bastante bien antes de que saliera a esta gira de clases. No había ningún bloqueo. Pero, en cierto sentido, yo quiero que vaya aún mejor; quisiera tener aún más energía. No creo que Tsongkapa haya tenido un bloqueo y que no pudiera entender nada. Más bien, pienso que se dio cuenta de que para experimentar algo realmente brillante, para realmente tener una cognición correcta no conceptual de la vacuidad, necesitaría aún más energía positiva.
Nuestra construcción de potencial positivo no requiere necesariamente un retiro de bodichita en el que salimos, como lo hago yo cuando dejo mi escritura y viajo para dar enseñanzas. Podemos mezclar ambas prácticas, meditar y ayudar a otros. Esto no quiere decir que dejemos de meditar en la vacuidad porque tenemos un bloqueo, sino que tenemos que añadir cierto tipo de energía más positiva y podemos hacerlo entre meditación y meditación. Pienso que esto es realmente muy importante. No es suficiente nada más sentarse y meditar, realmente no es suficiente. Tenemos también que ser activos, y de verdad construir cada vez más fuerza positiva, y efectivamente hacer cosas para ayudar a otros.
La importancia de tener un maestro espiritual
Esto nos trae de lleno al tema del maestro espiritual. ¿Cuál es el papel del maestro en este proceso? Por supuesto, tenemos el ejemplo de los pratyekabudas. No olvidemos a los pratyekabudas. Su sendero es un tipo de sendero enseñado por el Buda. Ellos están ahí arriba en el árbol del refugio. Los pratyekabudas son aquellos practicantes que viven en tiempos oscuros cuando no hay budas alrededor y no hay maestros disponibles. Para meditar y progresar, ellos tienen que depender puramente de sus instintos concernientes al Dharma, los cuales han acumulado en vidas previas en las que tuvieron encuentros con las enseñanzas de los budas.
Los pratyekabudas son muy valientes, si nos ponemos a pensar en ello. Son bien merecedores de respeto. No es recomendable pensar: “Oh, son personas terriblemente egoístas que se alejan a solas a las cuevas”. Pero ahora, que tenemos budas y maestros a nuestro alrededor, la pregunta que surge es: “¿Necesitamos depender de ellos o no, y qué significa realmente depender de ellos?” Me parece que este tema del maestro espiritual es algo muy difícil de entender.
Hay mucho que puede decirse sobre la relación maestro-discípulo desde varios puntos de vista diferentes y ésta no es, necesariamente, la ocasión para abordarlos todos. Pienso que a un nivel muy práctico, uno de los puntos importantes sobre un maestro espiritual, en el contexto de que el maestro esté apropiadamente calificado y no sea un charlatán que ande por ahí diciendo que es un maestro, es que el maestro hace las enseñanzas humanas (“reales” es una palabra demasiado cargada). El maestro humaniza el Dharma. Si no tenemos maestro y sólo aprendemos de libros, entonces la imagen o la idea que tenemos de lo que significa entender tales enseñanzas y traducirlas a la vida es algo que está basado totalmente en nuestra imaginación. En otras palabras, no tenemos un ejemplo viviente de lo que significa no sólo realmente entender las enseñanzas, sino hacerlas vida. Ver un ejemplo viviente es lo que nos dará la mayor inspiración para tratar de entender e internalizar las enseñanzas nosotros mismos.
Hay dos factores involucrados en el aprendizaje de las enseñanzas. Uno es obtener un entendimiento técnico preciso de una enseñanza específica, como la vacuidad. Esto por un lado, y el maestro puede contestar preguntas, cosa que un libro no puede hacer. Pero además de tener exactitud técnica en el entendimiento, el maestro nos da un ejemplo viviente de la traducción de ese entendimiento a la vida. Pienso que eso es real y verdaderamente importante.
Vemos a alguien como Su Santidad el Dalái Lama y definitivamente podemos decir que tiene un entendimiento altamente desarrollado de la vacuidad y la realización de la bodichita. Desde cualquier punto de vista, estaríamos de acuerdo en eso. Tratar de examinar y determinar si está en tal o cual nivel del bodisatva, es infantil. ¿A quién le importa? Pero podemos percatarnos por la manera en que actúa que el entendimiento del Dharma no se traduce en ser una suerte de persona que flota con la cabeza en las nubes, que no funciona en la vida cotidiana. Gracias al ejemplo de Su Santidad el Dalái Lama, nos queda muy claro lo que realmente significa tener esa combinación de sabiduría y compasión. Ciertamente, este es un aspecto muy importante cuando hablamos de ser presentados al Dharma o, específicamente, a la vacuidad.
Ser presentado al Dharma
Hay muchos niveles de ser presentado al Dharma. Un nivel es en el que un maestro construye cierta situación que nos conmueve emocionalmente, de tal manera, que nos sacude y nos saca fuera de balance para así obtener una realización. Este es cierto estilo zen que tienen algunos maestros tibetanos, pero no muchos. Geshe Wangyal, fue un maestro mongol kalmyk en los Estados Unidos que usaba este método muy hábilmente. Murió hace muchos años, pero solía poner a sus estudiantes a hacer construcciones como una casa y un templo para él y para ellos. Una vez, uno de sus estudiantes estaba trabajando muy duro construyendo una casa para Geshe-la y estaba trabajando en el techo. Un día Geshe-la trepó sobre el techo, se acercó al estudiante y le dijo: “¡¿Qué estás haciendo?! ¡Lo estás haciendo completamente mal! ¡Lo estas arruinando! ¡Vete de aquí!” Y el estudiante contestó: “¡¿Qué quiere decir con que lo estoy haciendo mal?! Lo estoy haciendo exactamente de la manera en que me dijo que lo hiciera y llevo haciéndolo así meses y meses!” Geshe Wangyal inmediatamente contestó: “¡Ajá! Ese es el ‘yo’ a ser refutado”.
El maestro puede provocar una situación como esa para presentarnos la vacuidad en el sentido de montar una situación en la cual podemos ver emocionalmente y obtener una intuición profunda. Sin embargo, se requiere de una gran habilidad para ser capaz de hacerlo bien. Así que este es un nivel de ser presentados a algún punto en el Dharma. Un libro no puede hacer esto.
La segunda manera de ser presentados es a través de recibir una explicación muy clara. Esto sí lo puede hacer un libro. La explicación muy clara de un maestro puede ser escrita en un libro. Pero sin importar cuán claro sea algo, si tenemos algún tipo de bloqueo mental, no seremos capaces de entenderlo. Así que hay otro método: un maestro que al darnos una pieza a la vez, nos permite armar el rompecabezas del Dharma por nosotros mismos, en lugar de sólo darnos el Dharma a cucharadas como alimentando a un bebé.
Otro método más de ser presentado al Dharma es a través del ejemplo que obtenemos al ver a un maestro que lo entiende. De cualquier manera, aunque leamos una clara explicación en un libro, alguien tuvo que haberla escrito, así que allí hubo un maestro, lo conozcamos o no. En cierto sentido, sí conocemos al maestro, aún cuando haya fallecido hace mucho tiempo, porque tenemos un encuentro con las palabras del maestro al leer el libro. A menos que seamos un pratyekabuda, no tenemos que inventar la rueda otra vez; no tenemos que llegar a este entendimiento solos. Viene de alguien, de algún maestro.
Un maestro es muy importante en este sentido. Nosotros necesitamos una combinación de todos estos métodos en el maestro. Necesitamos un maestro que nos pueda dar información clara y correcta, y que sea realmente un ejemplo vivo de lo que estamos tratando de aprender y nos pueda inspirar. También necesitamos un maestro que pueda crear ciertas circunstancias que nos conduzcan a obtener nuevos entendimientos repentinos profundos y que nos dé una pieza del rompecabezas del Dharma a la vez, justo en la manera correcta.
Relaciones personales impersonales
Hay muchos aspectos concernientes a la relación maestro espiritual-alumno, de los que podemos hablar, pero una cuestión que siempre surge con los occidentales es que queremos atención personal. Tenemos un fuerte sentido de la individualidad. Todos pensamos: “Yo soy especial y debo tener atención especial”. El modelo, por supuesto, es que vamos con un psicólogo o alguien así, le pagamos y obtenemos tratamiento individual. Bueno, esto no siempre está disponible en el contexto budista. Es gracioso, estamos buscando a: “MI maestro que va a ser especial para MÍ” y además tenemos, de alguna manera, una imagen tipo Hollywood de lo que será esa relación. No queremos que sea como la de Milarepa con Marpa, no queremos un maestro que nos vaya a hacer trabajar demasiado duro.
Les daré un ejemplo de la relación entre Serkong Rimpoché y yo. Tuve el increíble privilegio de estar cerca de él y de servirle por alrededor de nueve años como intérprete, secretario para el inglés, encargado de sus giras en el extranjero, etc., y de ser su discípulo personal. Tuve este tipo de relación con él hasta que falleció en 1983. Sin embargo, yo diría que la relación era una “ relación personal impersonal”. El nunca me preguntó algo acerca de mi vida personal, jamás. Nunca me preguntó sobre mi familia o nada por el estilo. Y yo nunca sentí la necesidad de decirle nada sobre mi vida personal. No obstante, tuvimos una relación muy íntima en términos de tratar con el momento presente en cada momento.
Así que trabajamos juntos, pero de una manera muy especial. Fue lo que yo llamaría “impersonalmente personal”, en el sentido que no fue con dos grandes egos que dicen: “Trabajemos juntos YO y TÚ”. Y no fue una relación personal del tipo de: “compartamos nuestros cepillos de dientes”, en la que yo te digo todo sobre mí y tú me dices todo sobre ti. Eso es como mostrarle a alguien nuestra ropa interior sucia. En ese sentido, la relación era impersonal. Pero también era personal en el sentido que él entendía mi carácter y mi personalidad, y trabajamos juntos sobre una base de respeto a eso. Yo también entendía su edad, sus necesidades y requerimientos, así que en dicho sentido era personal, pero impersonal.
Pienso que una de las bases fundamentales del éxito de esa relación fue que era de gran respeto de ambos lados y con ambos lados trabajando juntos como adultos maduros. Como adulto, no me acercaba a él de una manera infantil buscando aprobación o queriendo que fuera responsable de todo en mi vida, dándole el control. Pero esto no significa que me fuera al otro extremo, que hubiera sido: “Yo quiero tener control y tú no puedes decirme que hacer”. Lo consulté al tomar decisiones difíciles en mi vida, pero aún habiéndolo consultado, tomé mis propias decisiones. Es como, en lugar de ser un niño y preguntar: “¿Qué debo hacer?” (lo cual nos regresa a la cuestión del “deber”), yo preguntaba qué resultaba más benéfico, si hacer esto o hacer aquello.
Por ejemplo, al final de de nuestra segunda gira mundial, juntos, le pregunté: “¿Qué sería de mayor beneficio? ¿Quedarme en EEUU y pasar algún tiempo con mi familia o regresar a India con él y asistir al primer festival de plegarias Monlam que Su Santidad el Dalái Lama estaba llevando a cabo en el Sur de India? ¿Qué sería de mayor beneficio?” Le preguntaba ese tipo de cuestiones en ocasiones en las que se me dificultaba tomar la decisión por mí mismo. Rimpoché me recomendó que fuera al festival de plegarias, ya que sería un evento histórico muy significativo y seguí su consejo. Pero no me lo ordenó, ni yo me cuadré diciendo: “¡Si, señor!”. Yo no les estaba pidiendo órdenes. El me presentaba la situación con un poco más de claridad y una perspectiva más amplia, de manera que yo pudiera tomar la decisión con mi propia sabiduría. En otras situaciones, en las que yo tenía idea de qué sería lo mejor a hacer, aún así, le preguntaba si veía algún problema en ello.
Pienso que eso es muy importante en la relación con un maestro. Si tuviéramos la expectativa de una relación muy individual y personal, entonces, en cierto sentido, nos estaríamos dando a nosotros mismos un poco más de importancia que la que podríamos merecer. Nos estamos dando gran importancia personal si estamos demandando tal atención personal. Además, si estamos siendo así de demandantes, es fácil caer en la trampa de vernos a nosotros mismos como al hijo y al maestro como al padre, o nosotros como el adolescente y al maestro como la estrella pop. También podría haber ahí cierto tipo de fantasía romántica.
La analogía de la abeja y las flores
Cómo aproximarnos a nuestra relación con un maestro espiritual de una manera personal impersonal, realmente no es tan fácil y la importancia de este tipo de aproximación no sólo se limita a la relación con nuestro maestro espiritual. Sería benéfico si esta actitud fuera característica de nuestras relaciones con todo el mundo. Shantideva escribió que, en nuestras relaciones con otros, lo más útil sería actuar como una abeja que va de flor en flor y sólo trata con la esencia de la flor, sin quedar atrapado con ninguna flor.
Otra vez, recurro al ejemplo de Serkong Rimpoché. No tuvo ningún mejor amigo. Más bien, su mejor amigo, de cada momento, era aquél con quien estuviera. Ser así es completamente en función de la apertura de la que hablábamos en la primera sesión: estar con todo el mundo como si fuera nuestro mejor amigo. Cuando estamos con alguien de esa manera, nuestros corazones están totalmente abiertos para tal persona. Somos completamente personales con ella en el sentido que realmente nos comunicamos de corazón a corazón. Pero no es necesario que yo le muestre mi ropa interior sucia ni que dicha persona me muestre su ropa interior sucia. No es necesario entrar en todos estos detalles personales que, en cierto sentido, compartimos para que alguien nos dé palmaditas en la espalda.
Si entramos en todos esos detalles, es como si enredáramos a la otra persona en nuestro desorden de manera que se quede atrapada también. Todos tenemos nuestro pequeño desorden personal con el que tenemos que lidiar en nuestra vida, pero eso no tendría que convertirse en una carga para otras personas y para nuestra relación con ellas. Nos podemos relacionar con una persona, siendo completamente abiertos; y tal persona es como nuestro mejor amigo. Podemos realmente entrar en contacto con el corazón de dicha persona, pero sin enredarnos de manera que podamos abrirnos de la misma manera a todo el mundo, como una abeja yendo de una flor a otra, íntimamente involucrados de corazón, sin atascarnos.
Este es el tipo de relación que también tendríamos con el maestro. Cuando estamos con el maestro, hay una apertura muy directa en la comunicación, y un momento después salimos nosotros y entra la siguiente persona. Si tenemos el tipo de actitud que dice: “¡YO QUIERO A MI GURÚ!”, nos volvemos muy celosos y posesivos, y es una absoluta tortura: “Hay un grupo muy cercano alrededor del maestro y yo no soy parte de ese grupo” y… ¡Oh, qué sufrimiento! Pero todos tenemos que lavar nuestra propia ropa interior sucia. Tenemos que lidiar con nuestro desorden. No hay necesidad de esperar que el maestro vaya a ocuparse ello.
Evitar el extremo de despersonalizar a otros
Cuando estamos ocupándonos o relacionándonos con alguien de esta manera, personal impersonal, sea con un maestro o con un amigo, existen dos niveles: el nivel más profundo y el nivel relativo, convencional. En el nivel más profundo, todo el mundo es igual y nadie es especial, así que esto apunta hacia el aspecto impersonal de cualquier relación. Sin embargo, en el nivel convencional, las personas son individuos, lo que nos lleva a manejar el aspecto personal.
Es muy importante no caer en el extremo de relacionarse con alguien sólo desde el nivel más profundo. Nunca hay que despreciar ver a la persona como individuo. En otras palabras, si me relaciono contigo de una manera demasiado impersonal, entonces, en cierto sentido, no me estoy relacionando en absoluto, aún si la relación es de corazón a corazón. Necesitamos evitar sentir: “Eres el flujo mental número 14762 y esta otra persona es el flujo mental 14763, y puedo ser igualmente abierto y emocionalmente íntimo con cualquier flujo mental de cualquier número de serie”. Eso sería un error, sería llevar la parte del Dharma sobre “todos los seres sintientes” al extremo de despersonalizar a todos. Necesitamos recordar siempre que la otra persona, desde su punto de vista, se considera de una manera muy personal. Necesitamos trabajar con esto.
Permítanme darles el ejemplo del año pasado cuando mi madre falleció. Cuando acababa de morir, me puse a decir versos de aspiración y a hacer varias prácticas para ella, pero de una manera impersonal, viéndola como el flujo mental número tal. Para evitar el dolor del apego, la veía, no sólo como mi madre, sino como a alguien yendo de muchas vidas pasadas a muchas vidas futuras, como todos los demás. Después de todo, el budismo enseña que todo el mundo en cierto momento ha sido nuestra madre. Así que mi manera de relacionarme con ella en el estado intermedio del bardo era bastante abstracta.
Pero después de discutir mi experiencia con un amigo cercano, entendí que sería de mucha mayor ayuda observar la situación desde el punto de vista de mi madre en el bardo, más que desde mi propio punto de vista como practicante de Dharma con cierto entendimiento de las vidas pasadas y presente, de la identidad no sólida, etc. Desde el punto de vista de mi madre en el bardo, ella todavía estaría aferrada a su vieja identidad como Rose Berzin y estaría viéndome todavía como su hijo.
Cambié inmediatamente la práctica que estaba haciendo para tratar de ayudarla en ese período del bardo y me dirigí directamente a ella. En ese momento estaba yo dando enseñanzas en Chile y en Tahití así que la invité a venir conmigo a cada una de las sesiones. También dije el tipo de oraciones y cosas con las que ella se sentía cómoda. En otras palabras, yo estaba intentando sentir el miedo que ella estaría teniendo y estaba tratando de calmarla con algo apropiado para ella.
Por ejemplo, a mi madre le gustaban los cantos de mantras budistas, la hacían sentir muy calmada. Y aunque ese no era exactamente el tipo de cosas que yo hubiera encontrado útil para mí si yo estuviera en el bardo, empecé a cantar de una manera que sabía que la tranquilizaría, y sentí que me estaba conectando con ella haciéndolo. Adapté mi práctica para ella, tomé en serio su experiencia del nivel relativo de su propia realidad, esa es la idea. Si para mi madre los cantos de algún rezo cristiano o judío, o alguna otra cosa hubieran sido calmantes, eso es lo que hubiera yo cantado o recitado. Pero a mi madre le gustaba oír mantras, cantados muy despacio. Como ya dije, sentí un gran cambio cuando empecé a hacer lo que a ella le gustaba.
Antes de eso, cuando yo estaba siendo abstracto diciendo: “Que seas feliz y que estemos conectados en todas las vidas y que tengas siempre una preciada vida humana y pueda yo guiarte a la iluminación en todas las vidas” y todo este tipo de fórmulas y bellos deseos abstractos, no estaba realmente conectándome con ella como individuo. Pero de la otra manera, me di cuenta que era mucho más efectivo, sentí que realmente estaba funcionando para beneficiarla, aunque por supuesto seguí recitando mis versos de aspiración más generales. En pocas palabras, cuando nos relacionamos con alguien de una manera personal impersonal, como la que estaba describiendo, no significa que neguemos el hecho de relacionarnos con tal persona como individuo, respetando su propia experiencia individual de la persona que es.
Para ponerlo en términos más específicos: “Estoy totalmente abierto a ti de manera muy personal, pero sin aferrarme, sin meterme en mi desorden personal y en tu desorden personal. Pero en ese contexto general, soy sensible hacia tu individualidad y tu visión de ti mismo, de manera que me puedo relacionar contigo de una manera que permite la comunicación”. Eso, de hecho, nos adentra al tema de usar los cinco tipos de conciencias profundas para relacionarnos con la persona, pero dejemos eso para otro momento.
Señalo esto por muchas razones, pero particularmente por una gran dificultad que enfrentamos en la práctica budista mahayana cuando hacemos meditaciones sobre la bodichita, la compasión, etc. al nivel de: “Que puedan todos los seres sintientes ser felices”, mientras tratamos de pensar de manera abstracta en todos los seres sintientes. Es muy difícil de traducir hábilmente “todos los seres sintientes” al contexto individual de la persona que está directamente frente a nosotros, tú o tú. Si estamos sólo practicando en el nivel “todos los seres sintientes”, entonces a veces podemos usar eso como excusa para no involucrarnos personalmente con nadie.
Ahora, en cierto sentido, si involucramiento personal significa aferrarse y toda la basura que acompaña a eso, entonces sí necesitamos algún método que nos ayude a evitarlo. Pero una vez que hayamos resuelto, al menos en el nivel burdo, el apego, el enojo y todas estas otras cosas, que no es un logro tan fácil, necesitamos involucramiento personal, pero el tipo de involucramiento que es personal impersonal, en otras palabras, individual pero sin aferramiento.
Todo lo que hemos estado discutiendo hasta ahora en términos de la relación con el maestro espiritual, no depende del asunto de si estamos viendo al maestro como un buda o no. Aún si no estamos viendo al maestro como un buda, lo que he descrito es necesario para tener cualquier tipo de relación significativa, exitosa, con tal maestro. Ciertamente en el contexto de ver al maestro como un buda, necesitamos aproximarnos a esa relación como un adulto que ve al maestro como un adulto, no como a nuestro padre y no como a una estrella pop y no como todas esas cosas raras que nosotros tendemos a proyectar sobre ellos como alguien que debería tener una relación especial conmigo porque yo soy tan especial.
¿Qué preguntas tienen?
Temor de una relación profunda con un maestro
Trato de verme a mí mismo como una persona anónima en un gran grupo de alumnos teniendo muchos maestros. Yo prefiero decir que tengo muchos maestros que tener una relación uno a uno con algún maestro.
Aquí puede haber algunos problemas. Uno puede tener temor al compromiso y temor a la intimidad, con lo cual podemos pensar: “Yo realmente no me quiero abrir a ningún maestro, porque entonces él estaría al mando”. Obviamente, ser capaz de sobreponerse a este miedo exitosamente requiere cierto entendimiento de la vacuidad. No hay nada que temer al abrirnos a un maestro, porque cuando nos abrimos, no es que haya un pobre e indefenso “yo” que vaya a ser herido, o abandonado y desilusionado. Además, no es que me abra y no hay absolutamente nada allí así que estoy perdido y es un caos total. Abrirse a un maestro requiere cierta delicadeza en nuestro entendimiento de cómo existimos. Para que la relación con el maestro sea exitosa, tiene que ser madura, con un bien establecido sentido del “yo” convencional que pueda discriminar entre lo que ayuda y lo que daña, y entre lo apropiado y lo inapropiado. En cambio una relación inmadura puede ser bastante desastrosa.
Proceder lentamente en el establecimiento de la relación con un maestro espiritual
Antes de tomar refugio con un maestro específico, es recomendable investigarlo o investigarla apropiadamente, pero ella piensa que ahora con una mente impura, ¿cómo puede investigar apropiadamente a un maestro? ¿Y cómo puede saber si el maestro es un buda o no?
Cuando decimos que para que la relación con un maestro espiritual realmente funcione bien, necesitamos ser maduros, esto no significa que mientras somos todavía inmaduros, no sigamos a un maestro. No significa que tengamos que esperar hasta que seamos realmente maduros antes de relacionarnos con un maestro. Si ese fuera el caso, quizá tendríamos que esperar un tiempo muy largo. Un maestro hábil nos puede ayudar a volvernos más maduros. Por otro lado, un maestro sin habilidades, puede tomar ventaja de nuestra inmadurez y abusar de nosotros. Así que, al aproximarnos a un maestro potencial, es recomendable tomar en cuenta que no sabemos si tal persona está calificada o no. Necesitamos proceder muy lenta y cuidadosamente.
La relación con un maestro espiritual es algo que generalmente necesita desarrollarse lentamente lo largo del tiempo y pasar por diferentes etapas. Incluso ver al maestro como un buda, lo cual nunca sucede en las primeras etapas, se desarrolla en varias fases. No quiero entrar en este tema con demasiado detalle ahora, porque tomará bastante tiempo presentarlo. Pero ese tipo de relación, en la cual vemos a nuestro maestro como un buda, es realmente relevante sólo cuando estamos en una etapa muy avanzada de la clase más alta de la práctica del tantra, el anutarayoga.
En su Gran presentación de las etapas graduales del camino, lamrim chen mo, Tsongkapa escribió que una relación apropiada con un maestro espiritual es la raíz del sendero, y esquematizó dicha relación en términos de ver al gurú como un buda. Pero necesitamos entender el contexto en el cual escribió esto y por qué lo dijo. Claramente, Tsongkapa estaba escribiendo y presentando este punto a monjes que estaban involucrados en la práctica tántrica. Podemos inferir eso porque la toma de refugio viene más tarde en su presentación del sendero. ¿Cómo es posible que tengamos una relación con un maestro, viéndolo como un buda, si no hemos tomado refugio y ni siquiera sabemos lo que es un buda? Es claro que la instrucción de ver al gurú como un buda es para alguien que ya ha tomado refugio y está involucrado en el tantra, ya que todas las referencias que Tsongkapa usa para apoyar su visión del gurú como un buda vienen de los tantras. Entonces queda claro que éste es principalmente un tópico tántrico. Eso nos indica que para aquellos de nosotros que no tenemos el antecedente de ser un monje o una monja involucrados en la práctica más avanzada de tantra, no podemos tomar tales cosas, como el refugio, por dadas. Tenemos que empezar desde una etapa más temprana.
Cuando inicialmente estudiamos con un maestro, especialmente como occidentales, la cuestión de “ ¿Es éste maestro un buda o no?” nos es, para nada, relevante. Necesitamos ver primero si es un buen maestro. ¿Puede explicar claramente? ¿Qué es lo que explica? ¿Lo que explica concuerda con los textos clásicos? ¿Concuerda con mi vida? Así es como examinaríamos cualquier tipo de maestro, digamos por ejemplo, si vamos a aprender un idioma: ¿puede enseñárnoslo efectivamente?
También observamos el tipo de sensación general que tenemos cuando estamos con esta persona. Podemos tener sensibilidad a qué tipo de relación podemos tener con alguien, por la sensación que tenemos cuando estamos con esta persona. ¿Es alguien que nos inspira o es alguien que nada más nos deja perplejos? ¿Es alguien que realmente se comunica con nosotros o es alguien con quien no podemos relacionarnos? Es posible sentir eso, no se necesita clarividencia ni un gran nivel de madurez.
Entonces empezamos a examinar un poco más cuidadosamente cosas tales como la ética de la persona: ¿Es una persona ética? ¿Es alguien que fácilmente y a menudo se enoja o es muy posesivo con sus estudiantes y trata de controlar sus vidas? También podemos preguntar a otros, para descubrir la manera en que el maestro actúa con otros estudiantes. Estas son algunas de las maneras con las cuales podemos examinar a un maestro, aunque sólo sea para decidir si queremos o no estudiar con él.
Por lo tanto, el estar dispuestos a entrar en una relación con esta persona, en la cual la vemos como un buda, es algo diferente y muy avanzado y realmente no tan relevante a un nivel de principiante. Si somos alguien que ya ha tomado refugio y que ya ha pasado a través de las etapas básicas del sendero y que ya está involucrado en la clase más avanzada del tantra, si somos alguien así, y tenemos esta fuerte relación con el maestro, entonces podemos ver al maestro como un buda dentro de todo el contexto de lo que eso significa. Entonces, si regresamos de nuevo a través de todas las etapas graduales al mero principio del sendero, como en el caso de un monje revisando todo el camino gradual, cuando escucha el lamrim chen mo de Tsongkapa, en preparación para recibir una iniciación tántrica, entonces esa relación con el maestro como un buda será la raíz del éxito al seguir todo el camino. Entonces sí, marca una gran diferencia.
No perder nuestra facultad crítica
Necesitamos entender las cosas dentro de su propio contexto, no es fácil hacerlo. Pero, especialmente al principio, pienso que es esencial no perder una actitud crítica hacia el maestro. Más tarde, cuando nos relacionamos con el maestro como un buda, entonces tenemos un acuerdo especial con tal maestro que requiere una tremenda madurez emocional. Lo que estamos diciendo con este tipo de contrato es básicamente: “Tú eres un buda, lo cual significa que no importa lo que hagas, yo te veré como un buda que está tratando de enseñarme algo”. Recuerden, la existencia de las cosas no está establecida desde su propio lado, independientemente de todo lo demás. Así que la existencia de este tipo de relación con el maestro se establece en relación a la situación de “Me estás ayudando a crecer”.
Entonces, básicamente, estamos diciéndole a nuestro maestro, en nuestra mente, “No me importa cuál es tu motivación y no me importa si tú estás real y objetivamente iluminado o no, yo voy a usar la oportunidad de crecer y aprender constantemente, dentro de esta relación contigo. Si me dices que haga algo tonto, no te voy a responder: ‘Estás tonto’ y a enojarme contigo. Más bien, lo veré como: ‘Me dijiste que hiciera algo tonto de manera que yo aprenda la lección de usar mi propia discriminación y mi propia mente para no hacerlo’”. En otras palabras, cualquier cosa que haga el maestro, lo tomaremos como una enseñanza y trataremos de aprender algo de ello. No importa lo que esté sucediendo desde su lado.
Seguramente a esto se refieren cuando se dice que necesitamos ver a todo el mundo como budas. Entender todo como una lección. De tal manera podemos aprender de un niño. Cuando un niño actúa de una manera desagradable o tonta, podemos aprender a no actuar así. El niño es nuestro maestro. Un perro nos puede enseñar. Cualquiera nos puede enseñar. Sin embargo, poder hacerlo requiere un gran nivel de madurez emocional, ¿no es así? ¿Para no enojarnos y no juzgar a otros? Es una práctica muy avanzada. No es algo que podamos hacer como principiantes.
Obviamente, es necesario revisar muy bien si podemos o no entrar en este tipo de acuerdo con un maestro para ser capaces de relacionarnos en ese nivel. ¿Está el maestro calificado y estamos nosotros calificados para hacerlo? Podemos incluso tener dicho tipo de relación con un maestro con quien no se tiene mucho contacto personal. Cuando asistimos a enseñanzas generales que imparte un gran maestro a una multitud, podemos hacer lo mismo: “Voy a aprender de lo que sea que digas o hagas”. Pero recordemos, esto no es la relación entre un soldado y un general en la armada: “¡Sí mi general! ¿Qué debo hacer? Dígame. Deme una orden. ¡Sí señor! Yo lo haré”, no es para nada así.