Las implicaciones de tomar refugio

La toma de refugio como la orientación básica en nuestra vida

Hemos estado hablando acerca de varios problemas que algunas veces enfrentamos en el budismo, nos hemos enfocado en la dificultad que muchos de nosotros tenemos en aplicar las enseñanzas budistas en nuestra vida. El tema del refugio es otra área importante a observar al tratar este problema. Durante las primeras etapas del camino budista, hay muchos asuntos que frecuentemente trivializamos y tan sólo obviamos. Para muchas personas, el tomar refugio es una de ellas. Esto es muy triste porque, cuando el refugio se convierte en algo trivial y sin significado para nosotros, nos estamos privando del fundamento mismo de toda la práctica budista.

Video: Gueshe Tashi Tsering — “¿Qué es el refugio?”
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La toma de refugio no es sólo la repetición de una fórmula, el corte de un mechón de cabello y quizá el recibir un nombre budista como se hace en algunas tradiciones, esa no es la esencia de la toma de refugio. Más bien es un cambio total de actitud elemental hacia la vida. Es un estado mental con el que le damos, activamente, una dirección segura a nuestra vida, que es la dirección de trabajar con nosotros mismos, tratando de desarrollarnos para mejorar un poco nuestro samsara, como hemos platicado, o para alcanzar la liberación o la iluminación para poder ser del mayor beneficio posible a otros. No es que con el refugio, nos estemos comprometiendo a ser leales a cierto tipo de culto. Y por culto, no me refiero tan sólo a un culto organizado; puede ser también el culto a la personalidad de algún maestro. Más bien, el tomar refugio conlleva una orientación completamente nueva en nuestra vida para que cuando esta orientación llegue a ser estable en nosotros, sepamos qué estamos haciendo con nuestra vida, hacia dónde vamos, y cuál es propósito en nuestra vida. El propósito es crecer.

Cuando tenemos idea de qué estamos haciendo con nuestra vida y a dónde vamos, entonces, todas las enseñanzas se basan en este fundamento. Específicamente, estamos viendo las enseñanzas del Buda y su ejemplo que nos da esa dirección positiva y segura. No es necesario entrar en una enseñanza detallada del refugio, más bien pienso que lo más útil es la actitud que desarrollemos hacia las enseñanzas basándonos en esta dirección segura de refugio en nuestra vida. Lo que significa es que veamos todas las enseñanzas como relevantes para disminuir o eliminar el sufrimiento y para ser capaces de ayudar a otros. Tomamos a las enseñanzas muy en serio y tenemos la confianza de que el Buda las enseñó, o algún discípulo posterior, con el único propósito de ayudarnos a eliminar el sufrimiento y de llegar a ser de mejor ayuda para los demás. Ese es el único propósito de cualquier enseñanza. Tratamos de entender qué hay en esta enseñanza, que nos ayude a cumplir con tales objetivos.

Observar el propósito más profundo de la práctica ritual

Vamos a usar el ejemplo de los diferentes rituales que usualmente llamamos nuestra práctica budista. Todas estas prácticas con deidades, los rituales, las puyas, etc., son enseñanzas del Buda. Esto significa que tienen el propósito de ayudarnos a eliminar problemas y de ayudar a otros. ¿Cómo lo hacen? Tomar refugio significa que tomamos estos rituales seriamente y realmente los analizamos para tratar de entender cómo cumplen con los objetivos mencionados, y entonces los aplicamos con tal propósito. Tratamos de aproximarnos a estas prácticas rituales en esta forma.

La respuesta de cómo nos ayudan a obtener la liberación y la iluminación puede no ser tan obvia. Sin embargo, eso sólo significa que es un reto mayor. Si no tenemos tal actitud por la dirección segura del refugio, entonces todas estas prácticas rituales son irrelevantes en nuestra vida, no nos involucramos realmente en ellas y por lo tanto tienen poco o ningún efecto en nosotros. De hecho, tener el tipo de actitud hacia las prácticas que nos hace pensar: “Sólo son rituales exóticos orientales, puede ser divertido hacerlos en nuestros buenos ratos, pero en otros momentos son como una obligación y una carga”, hace que nada se obtenga de ellos, que no tengan ningún efecto positivo. Y lo que esto indica, es que el fondo de esta falta de efecto positivo, es el hecho de que no les estamos dando a las enseñanzas seriedad alguna. No tenemos realmente esa actitud de apertura y respeto al Buda o al hecho de que enseñó prácticas que nos van a ser útiles. No solamente dio enseñanzas divertidas o terriblemente aburridas, las cuales tenemos que practicar por ser responsables o para no sentirnos culpables, con el objetivo de ser “buenos”.

Estos puntos se aplican no sólo a este tipo de prácticas rituales, sino a todas las enseñanzas. Escuchamos toda clase de cosas extrañas en las enseñanzas budistas. Algunas veces son extrañas debido a problemas de traducción. Existen muchos ejemplos en los que la palabra que usamos para traducir al lenguaje occidental nos da una interpretación totalmente errónea. Mis ejemplos favoritos son: virtuoso y no virtuoso, mérito, pecado, etc. Todo ello es terminología cristiana; no budista. Todo ello está girando alrededor de la idea del DEBER: “Debo hacer esto y no debo hacer aquello; si hago eso, soy bueno, y si no lo hago, soy malo”. Todo está conectado con el antecedente de ser juzgado, con Dios como juez. Esto no es, en lo absoluto, el contexto del budismo.

Cuando nos sentimos confundidos y tenemos dificultades con las enseñanzas, lo que necesitamos verificar primero es un posible problema proveniente de la traducción. Este es un paso muy necesario. Pero como ya mencioné, hay muchas cosas extrañas en las enseñanzas, como por ejemplo, las enseñanzas acerca de los reinos infernales o acerca del monte Meru y ese tipo de cosas. Podemos verlas y decir: “Esto es tonto y no me gusta”, o podemos tratar de entender la intención que las hace una herramienta para ayudarnos a obtener un mejor renacimiento, la liberación o la iluminación. Si tenemos la firme dirección del refugio en nuestra vida, trataremos de entender este tipo de enseñanzas y no sólo desecharlas.

Historias que nos dan lecciones

Recuerdo las enseñanzas acerca del karma. Serkong Rimpoché solía enseñar acerca del karma con ejemplos clásicos, como el ejemplo de la persona que tenía un elefante que defecaba oro. Siempre que trataba de deshacerse de este elefante, ya que atraía tanta gente y confusión, no podía deshacerse de él. El elefante siempre regresaba. Como personas occidentales, oímos una historia así y decimos: “¡Vamos! Esto es ridículo” Y también nos da un poco de vergüenza. No querríamos mostrar a nuestros padres un libro que estuviéramos estudiando que contuviera algo como esto. Ellos pensarían que nos estamos volviendo locos. Cuando solía señalarle esto a Serkong Rimpoché, su respuesta era muy interesante. El decía: “Si el Buda hubiera querido hacer una buena historia, hubiera inventado una mejor que ésta”.

Podemos entender lo que Rimpoché dijo de dos formas. Una, es tomar la historia totalmente literal, y estoy seguro que habrá mucha gente de las culturas asiáticas tradicionales que toma estas historias al pie de la letra. Sin embargo, no creo que ése sea el único significado que podamos derivar de la respuesta de Serkong Rimpoché. La otra forma de entenderlo es que la historia no es sólo entretenimiento, puesto que el Buda podría entretenernos mucho mejor que eso. Sino que la historia tiene la intención de darnos una lección. Tenemos una tradición oral similar en occidente, hay un tipo de historias llamadas fábulas, leyendas, mitos y cuentos de hadas que son contadas a las personas de todas las edades. Hay una lección a aprender de cada cuento, generalmente acerca de la causa y el efecto, y ésta es una forma de enseñanza válida y efectiva. No necesitamos enseñar sólo concisamente con puntos en un listado. También podemos enseñar a través de este tipo de historias.

Repito, si nuestro refugio es fuerte, entonces podemos leer historias fantásticas en textos tales como: “Existen millones de budas en millones de campos búdicos, y en cada minúsculo poro de cada buda, existen otros millones de campos búdicos”, y tratamos de entender el punto. “No es por ayudar a algún ingenuo que crea en estas cosas, sin duda se trata de ayudarme a mí. El punto es ayudarme a superar mis problemas en la vida, ayudarme a ser de mayor beneficio a otros. ¿Cómo lo logra? ¿Cuál es la lección a aprender?”. Con esta actitud, podemos empezar a relacionarnos de forma personal con todas las enseñanzas mucho más fácilmente.

Armar las piezas del rompecabezas

Es muy importante entender el método básico de enseñanza en el budismo. El método básico es dar a los estudiantes las piezas del rompecabezas. Depende del estudiante armar estas piezas. Y un maestro hábil no nos da todas las piezas del rompecabezas al mismo tiempo. Necesitamos pedir más. Si no pedimos más, significa que no estamos realmente interesados, que no estamos realmente motivados. Y entonces si el maestro nos hubiera dado más, hubiera sido un desperdicio.

Al presentar las enseñanzas de esta forma, se ayuda al estudiante a desarrollar entusiasmo, paciencia, esfuerzo, todos los elementos que permiten a las enseñanzas enraizar en nosotros. El proceso de enseñanza budista no es sólo copiar un archivo de la computadora y transferirlo a un disco nuevo. No es sólo transferir información de un maestro a un discípulo. Todo el proceso de enseñanza está intencionado para desarrollar nuestra personalidad como estudiantes.

Necesitamos, entonces, acercarnos a las enseñanzas de esta forma y no ser impacientes y quejumbrosos: “Usted no explicó todo”, o “No está claro”, etc. Necesitamos reunir las diferentes piezas y entonces trabajar con ellas para armar el rompecabezas. Descubrir lo que realmente significan, cómo se relacionan con mi vida. El refugio nos ayuda a abrirnos a desarrollar esta actitud hacia el proceso de aprendizaje. Es un aspecto del refugio.

Fuentes temporales y definitivas de refugio

La otra cuestión acerca del refugio es: ¿hacia dónde volteamos cuando la vida es difícil y las cosas van mal? Algunas personas, cuando algo desagradable les pasa o empiezan a sentirse nerviosos, acuden al refrigerador. O voltean hacia el alcohol, las drogas, el sexo o los deportes. Hay tantas cosas en las que las personas se refugian. Este aspecto del refugio es muy interesante de examinar en nosotros mismos. Cuando las cosas se ponen realmente difíciles, ¿hacia qué o hacia quién volteamos? ¿Acudimos a un amigo? ¿A las bebidas alcohólicas? Podríamos decir “DEBO voltear hacia el Buda, el Dharma y la sangha”. Aunque esto es un poco incómodo, porque esta actitud fácilmente se convierte en “Dios ayúdame, Buda ayúdame”.

Las enseñanzas hablan acerca de una toma de refugio temporal y de un refugio definitivo. Permítanme usar mi propio ejemplo. Cuando estoy nervioso o molesto acerca de algo, mi tendencia es ir al refrigerador. Como algo que me gusta, y eso me ayuda un poco, de cierta manera. Recuerden que hablamos de la primera noble verdad: La vida es difícil. Es necesario aceptar esto de cierto modo. Sé por mi mismo que cuando mis energías del viento se ponen un poco nerviosas o fuera de balance, si como algo, especialmente pan integral, va a calmar esos vientos y me va a dar algo más de estabilidad. Es como tomar una aspirina cuando uno no se siente bien, sé que no es la solución final a mis problemas. Lo sé, es bastante claro. Me digo a mí mismo, “Bueno, sé que sólo me va a ayudar en un nivel superficial, pero tengo una dirección más profunda hacia la cual estoy dirigiéndome y que realmente me va a ayudar con el problema”.

Por supuesto, necesitamos practicar cierta discriminación, porque si la única variable involucrada fuera la ayuda temporal al manejar un problema, podríamos decir, “Si me inyecto heroína, eso también es mi aspirina provisional, y sé cuál es la solución profunda”. Existe una diferencia entre comer una barra de chocolate e inyectarse heroína. Necesitamos asegurarnos de que cualquier refugio provisional que tomemos no sea algo dañino para nosotros ni para los demás. No puede ser como: “Me hace sentir bien salir y matar un conejo, entonces si me siento nervioso, salgo y mato algo”.

Entonces, necesitamos trabajar un poco en términos de “¿A qué realmente acudo en momentos de necesidad?” y nada de “DEBO de voltear hacia el Buda, el Dharma y la sangha, así que debo de sentarme aquí y meditar, y si como algunas galletas en lugar de hacerlo significa que soy una mala persona o un mal budista”. Está bien tomar esa aspirina, o esas galletas o ese chocolate o lo que sea, hablar con alguien por teléfono, está bien, siempre y cuando tengamos claro que no es la solución definitiva. Si lo vemos como la solución más profunda, entonces nos decepcionaremos cuando veamos que no funciona. Cualquier alivio que proporcione no puede durar. Es superficial. Después de todo, la vida es difícil. Estos son algunos aspectos acerca del refugio.

Video: Gueshe Tashi Tsering — “Los beneficios de tomar refugio”
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Ética bíblica

Si ella tuviera el deseo de matar un conejo, también habría la idea de: “no debo de matar conejos “. Ahí está otra vez la idea del “deber”.

Posiblemente necesitemos dejar de pintar sólo pequeñas pinceladas en esta parte de la pintura de qué es el “deber” y el “no deber” y profundizar más en el tema.

La discusión sobre el “deber” y el “no deber” involucra a varios elementos: a la ética y a toda la visión acerca de la ética, así como a las enseñanzas sobre la vacuidad.

Por ejemplo, la ética bíblica es un sistema basado en una autoridad superior que ha dictado ciertas reglas y leyes, así que la ética en este sistema implica básicamente ser obediente. Una persona ética en este contexto es una persona obediente que se alinea a dichas reglas supremas. Si las obedecemos, somos buenos, si las desobedecemos somos malos y seremos castigados. Esta autoridad superior tiene cierta reacción emocional hacia nosotros, así que si la obedecemos, le agradaremos y nos recompensará. Si desobedecemos, le desagradaremos, nos dejará de amar y nos castigará. Esta es la calidad emocional en este tipo de ética.

Podemos hablar acerca de ello en términos de Dios, o podemos hablarlo en términos de nuestros padres. Proyectamos este tipo de autoridad en nuestros padres también, quienes constantemente nos están diciendo: “Sé una buena niña, sé un buen niño; no seas malo”. Si desobedecemos, entonces somos malos y sentimos que nos van a dejar de amar así que queremos complacerlos. Nuestra conducta ética está basada en desear agradar a esta autoridad superior que ha establecido las reglas.

Así que, para la mayoría de nosotros que hemos crecido en culturas que siguen la Biblia, toda nuestra ética está basada en el “deber” y el “no deber”. Queremos saber, qué debemos hacer para agradar, ser recompensados y que las cosas vayan bien. Aunque, a cierto nivel, posiblemente lo que estoy explicando suene un poco simplista, es sorprendente la influencia que esto tiene en nuestro comportamiento. Cuando nos encontramos en una situación nueva, queremos saber qué DEBEMOS hacer. Queremos que alguien nos diga cuáles son las reglas. Siempre y cuando sepamos cuáles son las reglas sabremos qué obedecer y entonces nos sentimos bien y cómodos. Así todo está en orden y estamos en control de la situación.

El tema de estar en control

Este punto toca el asunto de “estar en control”. Cuando conocemos todas las leyes y sabemos que debemos seguirlas, entonces sentimos que si en verdad las seguimos, vamos a estar “en control” de la situación. Sentimos que sabemos lo que va a pasar, así que conocer todas las reglas nos hace sentir más seguros. Cuando contemplamos la vida en estos términos de tomar el control, esta actitud de obediencia, estas reglas y todo estando en orden, entonces, en cierto sentido, estamos basando nuestra conducta en la emoción de desear ser buenos y de complacer.

Este tipo de perspectiva está basado en el concepto de un YO sólido y de un TÚ sólido que dicta las reglas. De esta forma, estamos siempre preocupados acerca de este YO que va a ser rechazado o abandonado (expulsado del Paraíso), si es malo. Debido a esta preocupación con el YO sólido, surgen todo este miedo y los aspectos del control, toda esta preocupación de estar en control. Sentimos que la única alternativa es el caos absoluto y eso es similar al miedo que sentimos si quitamos las paredes, todo será un caos y no tendremos defensa. Tendemos a tener esto como nuestra fuerte herencia cultural en occidente, este tipo de actitud hacia la ética basada en el “deber” y el “no deber” y el seguir las reglas.

Así que, si tenemos esta actitud, tendemos a ver las enseñanzas budistas y acercarnos a ellas de la misma forma. Vemos la ética budista también en términos de reglas que “debo” y que “no debo” seguir. “No debo matar. Debo hacer mi práctica de recitar todos los días. Si no la hago, seré malo y mis gurús ya no me van a querer. Se van a disgustar y ya no me van a amar”.

Alguien mencionó durante el almuerzo que a veces es muy difícil seguir las enseñanzas que nos da nuestro gurú. Pero que aun así, queremos ser buenos discípulos; queremos que nos quieran y complacer a nuestro maestro. Entonces, en lugar de seguir lo que nuestro gurú nos ha enseñado, adoptamos una especie de mentalidad de culto hacia ese maestro, basándonos en la idea de: “Mi maestro es mejor que todos”. Sentimos, posiblemente inconscientemente, que esto va a agradar a nuestro maestro. En lugar de ser leal a nuestro maestro poniendo las enseñanzas en práctica, pensamos que ser leal significa rendirle culto. Así que sobreponemos la idea del “deber” y del “no deber” a la veneración a nuestro maestro, como si rindiéramos culto a un ídolo. Hacemos esto porque es muy difícil seguir el Dharma que nuestro maestro nos está enseñando.

La ética budista

De hecho, la ética en occidente es una combinación del punto de vista bíblico y el de la Grecia antigua. En la versión griega, en lugar de que leyes fueran dictadas por una autoridad superior desde el cielo, las leyes eran establecidas por una legislatura de ciudadanos. Los ciudadanos se reunían y hacían las leyes para el bien de la sociedad. Nuevamente es una cuestión de: “obedece y las cosas irán bien, desobedece y serás puesto en la cárcel y castigado como un mal miembro de la sociedad”.

De esta manera, la sociedad occidental combina la ética bíblica y la civil de una forma interesante, pero ninguna de ellas es relevante a la ética budista. En la ética budista, el punto primordial no es encontrar cuáles son las leyes y tan sólo seguirlas al tenerlas claras. Esa no es la orientación, de ninguna manera. El Buda no dijo qué “deberíamos” o qué “no deberíamos” hacer. El Buda dijo: “Si actúas de esta manera, éste va a ser el resultado. Si tu actúas de esa otra forma, ese otro resultado se obtiene”. En otras palabras, depende de nosotros qué queremos hacer. Lo que hagamos es nuestra elección. Si continuamos golpeando nuestras cabezas contra la pared, vamos a continuar haciéndonos daño. Si dejamos de golpearnos contra la pared, vamos a estar más felices. Él no dijo: “Deben dejar de golpearse la cabeza contra la pared”. Simplemente decía qué pasaba cuando te golpeas y cuando no te golpeas.

Entonces, depende de nosotros, como individuos, discriminar y elegir. Si queremos dejar de sufrir y dejar de crearnos problemas a nosotros mismos, entonces modificaremos nuestra conducta de una u otra forma. Si no nos importa… bueno ya está. No cambiemos. No es una cuestión de bueno o malo. Es sólo: “si quieren continuar sufriendo, es su elección, es su privilegio. Si quieren dejar de sufrir, necesitan modificar su conducta”. Eso no niega la necesidad de tener ciertas leyes sociales. Necesitamos poner a los criminales en prisión para que no continúen matando personas. La ética budista no contradice eso.

Para un desarrollo personal, entonces, crecemos al desarrollar lo que se conoce como “conciencia discriminatoria” o “sabiduría”. Necesitamos discriminar entre lo que nos ayuda y lo que nos daña a nosotros mismos y a los demás. Es más difícil saber qué va a dañar a los otros, así que el énfasis está en evitar lo que nos daña a nosotros mismos. Por ejemplo, podemos dar una rosa a alguien con la intención de hacerle feliz y resulta que le causa un ataque alérgico. Es muy difícil saber qué es lo que realmente va a ayudar a alguien más. Así que el énfasis aquí está en discriminar entre lo que es benéfico y dañino para nosotros, esto es más fácil de diferenciar. No es un asunto de “debo hacer esto o no debo hacer aquello”. Pero, en lugar de darnos cuenta de esto, a menudo nos acercamos a nuestros maestros en términos de: “Dígame ¿qué debo hacer? ¿Cómo debo practicar? ¿Qué debo hacer?”. Esto no es útil.

Como manejar el miedo al castigo

Pero una vez que he descubierto este aspecto acerca de la verdad kármica de la causa y el efecto, todavía tengo una sensación de miedo cuando hago alguna acción dañina, tengo miedo al castigo. Quisiera ser capaz de tener realmente la libre elección acerca de lo que hago, libre de miedo. Quisiera elegir de una forma saludable y no tratar de evitar las conductas dañinas debido al miedo. Es infantil y no me gusta hacer esto. Así que ¿cómo puedo ejercitarme, entrenarme, para liberarme de este miedo y sentimiento de culpa?

El miedo está basado en el apego al YO sólido. Pensamos que existe un yo sólido y queremos aprobación para ese yo sólido y tenemos miedo a la descalificación y al castigo. Tenemos miedo. Podemos tener tal concepción errónea por sí misma, sólo concerniente al “yo” o podemos complicarlo aun más teniendo una creencia en la existencia de una figura de autoridad sólida a la que este yo sólido quiere agradar y de quien busca aprobación. Eso lo complica aun más, debido a que tenemos miedo de ser abandonados por esa figura de autoridad de existencia sólida.

Sé que no es justa, realmente, la manera en que estoy explicando esto, porque necesitaríamos comentar mucho más a fondo el asunto de la vacuidad, para no reaccionar a esta enseñanza profunda del budismo pensando de nuevo: “Soy malo, soy tonto por no entenderlo”, o irnos al otro extremo y decir: “No existo”. Así que, déjenme explicar esto un poco más.

Apariencias engañosas

Básicamente, la mente hace aparecer las cosas de una forma que no corresponde a la realidad. Esto pasa automáticamente. Todos experimentamos una voz hablando dentro de nuestra cabeza y nuestra mente hace aparecer esto como si fuera alguien dentro de nosotros hablando. Pareciera que hay un autor de la voz que está hablando ahí y diciendo: “¿Qué debo de hacer ahora?, Oh no, esto va a pasar”. Aparece de esa forma y pensamos que el autor de esa voz soy YO, un sólido y existente YO.

Cuando hablamos acerca de las así llamadas “apariencias engañosas”, estamos hablando de las apariencias normales que todos tenemos, como ésta. Nuestra mente hace que aparezca como si existiera una personita, un “yo”, sentado adentro en la cabina de control en nuestra cabeza. Toda esta información viene a los ojos y a los oídos, y entonces ese pequeño yo dice: “Oh ¿qué debo hacer?, quizá debería hacer esto, o quizá deba hacer aquello. Oh, haré esto…” y entonces oprime un botón que hace que el cuerpo diga esto o aquello.

Este es el concepto de un yo sólido que creemos verdadero. Es sólo la forma en la que la mente está haciendo las cosas aparecer falazmente y esa es la base del miedo en todo este síndrome de: “ Yo debo de hacer esto y ¿Qué es lo que debo de hacer?” y también “Quiero ser bueno” y “No quiero ser malo”. Pero, la verdad es que no hay tal figura pequeña y sólida dentro de nuestra cabeza. Aquél que está tan preocupado acerca de qué debo hacer y que tiene tanto miedo de hacer algo equivocado, ¿Dónde está? Cuando nos aferramos a nosotros mismos existiendo como tal “yo”, (y este término aferramiento no es tan fácil de entender) entonces es cuando surge el miedo.

El aferramiento

Vamos a examinar esta palabra: aferramiento. La imagen que siempre llega a mi mente es la de una rata ahogándose en un estanque que se va a aferrar a cualquier cosa que pase flotando cerca de ella, para evitar ahogarse. Cuando hablamos de aferramiento, existe una situación desesperada y tenemos una gran cantidad de inseguridad y confusión. Así que nos aferramos a lo que sea, como esa rata a punto de ahogarse, con tal de estabilizar la situación. Por ejemplo, cuando estamos en una situación difícil con alguien, nos aferramos a cualquier cosa que haga y pensamos: “Ah! Eso significa que realmente no me amas” o “Eso significa que no me amas en absoluto”.

O cuando estamos en una relación difícil y la otra persona constantemente nos tira su basura mental y nos hace cosas muy negativas y ridículas. Pero realmente no queremos admitirlo y tenemos miedo de ser abandonados, así que nos aferramos a algo. Por ejemplo, tenemos sexo con esa persona, y aunque dicha persona sólo nos use para su propia gratificación sexual, nos aferramos y pensamos: “ Si tiene sexo conmigo por lo menos quiere decir que esta persona realmente me ama”. Y nos sujetamos a ello, como la rata en el agua, porque si lo dejamos ir, nos da miedo ahogarnos, nos da miedo ser abandonados.

La vida es similar a esto, es aterradora, no sabemos que hacer, es confusa. Queremos algo estable así que nos aferramos a algún mito que proyectamos. Nos aferramos a algo que creemos nos va hacer sentir más estables y seguros, algo que nos dé un sentido de verdadera existencia sólida. Por ejemplo, nos aferramos a la voz dentro de nuestra cabeza, y pensamos: “¡Ese soy yo!”. O podemos aferrarnos a cualquier cosa: a nuestro cuerpo, a nuestra profesión, a nuestro coche, a nuestro perro, a lo que sea. Es un proceso muy complejo; no tenemos tiempo para tratarlo en detalle. Sin embargo, el sentimiento de que si no me agarro de algo me voy a hundir, está allí, ya sea consciente o inconscientemente.

Tenemos una actitud similar hacia las leyes; nos aferramos a lo que debemos hacer y a lo que no debemos hacer, porque sentimos que si no tenemos esa estructura y no tenemos el control, entonces nos hundiremos. La realidad es que podemos nadar; la opción es estar abiertos a la posibilidad de nadar y podemos nadar. No necesitamos sujetarnos a nada. Podemos manejar la vida de una forma espontánea y abierta. Por supuesto, esto es con sabiduría, discriminando lo útil de lo dañino. Pero ese discernimiento entre lo que es útil y dañino no es el conocimiento de un conjunto de reglas sólidas grabadas en piedra.

Pensamiento conceptual verbal

La mente funciona conceptualmente y para algunas personas con el sonido de palabras, está bien, así es, no es nada espectacular, no se va a acabar el mundo por ello. Aunque parezca que hay una pequeña persona diciendo esas palabras, no hay nadie allí. El sonido de las palabras dentro de nuestra cabeza es tan sólo la forma en que funciona nuestra mente. Funciona con conceptos que normalmente tienen el sonido de las palabras, asociados a ellos.

Aun así podemos tomar decisiones, y tomarlas con base en pensar con palabras, pero sin fundamentarlas en la idea de un yo sólido que está dentro de nuestra cabeza preocupándose acerca de: “¿Qué debo hacer?” temeroso de equivocarse. Sólo házlo. Sólo actúa en la vida con esta discriminación entre lo que es útil y lo que es dañino. Por supuesto que no queremos a hacer daño, pero debemos tratar de no sobre estimarnos y pensar: “Yo soy totalmente responsable de todo lo que pasa”. No lo somos, podemos contribuir a una situación, pero no somos la única causa. Nos puede desagradar la idea de hacer daño, pero no es necesario temerle.

Podemos desear vehemente no causar daño y eso es diferente al miedo. Es una fuerte intención: “ No quiero causar daño; Voy a tratar de no causar daño. No deseo causar daño a otros ni a mí mismo”. No hay una personita dentro de mí, temblando de miedo por todo esto. Pero al darnos cuenta de esto, necesitamos tener cuidado de no negar al yo convencional: “Yo estoy aquí y estoy haciendo esto y no quiero hacer aquello” y así sucesivamente. “No quiero experimentar sufrimiento”. El yo convencional existe meramente como aquello a lo que la palabra yo se refiere, etiquetado en la base de la continuidad de momentos de nuestra experiencia individual.

En resumen, aunque no es sencillo, la única forma de sobreponernos al miedo es a través del entendimiento de la vacuidad. Por un lado, no hay nada a que temer y nadie que tenga miedo. Por el otro, hay que tener cuidado de no negarnos a nosotros mismos completamente, como si no existiéramos en absoluto. Es muy necesario tener un camino medio que no nos lleve al extremo del temor o al extremo de decir: “No importa que haga, porque en realidad yo no existo”. Cuando estamos tan preocupados por el: “¿Qué debo hacer?” y el: “Quiero ser bueno, no quiero ser malo”, cuando estamos atravesando por esto, necesitamos reconocer que esa preocupación viene del concepto erróneo de pensar que existe una personita sólida dentro de nosotros, que es un pequeño niño gimiendo: “¿Qué debo hacer?”.

El método de enseñanza del Buda

Un ejemplo del método de enseñanza del Buda que se basa en este entendimiento del “yo” es el de una madre que una vez llegó al Buda con su bebé muerto. Ella le imploró diciendo: “Buda, por favor haz que mi bebé regrese a la vida”. El Buda contestó, “Primero tráeme una semilla de mostaza de la casa de una familia a la que la muerte nunca haya visitado y entonces hablaremos”. La madre visitó casa tras casa, y pronto se dio cuenta que la muerte llegaba a todos, a todas las familias. De esta forma, ella pudo estar en paz con la muerte de su hijo, lo entendió por sí misma. El Buda no le dijo: “No deberías de preguntarme algo así. Es tonto porque todo el mundo muere. Recuerda la impermanencia y la muerte. Eres mala por pedir algo así”. Tampoco le dijo: “Oh, está bien, porque tu bebé se ha ido al cielo o a algún campo búdico”. En su lugar El Buda facilitó las circunstancias para que la madre pudiera ser capaz de entender la muerte de su niño por ella misma.

De la misma forma, cuando armamos el rompecabezas del Dharma por nosotros mismos, nos deja una huella mucho más profunda. Si vamos al maestro preguntando: “¿Qué debo hacer?”. Déme la respuesta, para que no tenga que pensar por mí mismo o tomar ninguna decisión, porque tengo miedo de tomar una decisión equivocada”, tal actitud pone en riesgo todo el proceso de crecimiento espiritual que estamos buscando en el budismo. En lugar de ello, como he estado diciendo, necesitamos tener cuidado con lo que hacemos y asumir la responsabilidad de nuestras acciones y de entendernos a nosotros mismos. Cuidarnos y tener cuidado con lo que hacemos no son trabajo del miedo. Ser cuidadosos es trabajo del interés y de la preocupación por las consecuencias de nuestras acciones en los demás y en nosotros mismos. Tal cuidado está en la naturaleza de la compasión, el deseo de estar libres de sufrimiento. Tener cuidado es también una afirmación de la existencia del “yo” convencional, no del “yo” sólido, que va a experimentar los resultados de aquello que escojamos hacer.

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