Hay tres estados emocionales que debemos desarrollar como nuestra motivación para refugiarnos, para ir en esta dirección segura. Suelen denominarse miedo, creencia o confianza y compasión. El problema principal es aprender a unirlos de manera que signifiquen algo y tengan sentido para nosotros.
Miedo
En nuestra discusión anterior, vimos que el miedo que buscamos usar para motivar nuestra dirección segura es nuestro horror ante la idea de continuar en estos patrones negativos. Entrar en peleas y discusiones, gente que no confía en nosotros, que no quiere estar con nosotros, que nos rechaza o ignora, estar separados de los demás, estar solos y deprimidos: ¿tenemos miedo de que sucedan esas cosas? ¿Son cosas que realmente no queremos que sucedan? ¿Pensamos: “¡Me horrorizaría si esas cosas continuaran por el resto de mi vida!”. Este tipo de preocupación es la primera parte de la emoción que queremos generar aquí. Si esto está sucediendo, nos horroriza que vaya a continuar; pensamos que eso sería terrible. Y nos horroriza la idea de que simplemente lo estamos repitiendo, una y otra vez. ¿Es eso realmente lo que queremos ser: un anciano o una mujer amargados con los que nadie quiere estar, y que solo nos quejamos cuando alguien nos visita? Como resultado, todo el mundo está ansioso por alejarse de nosotros y nos quedamos solos, por nuestra cuenta. ¿Es esa la dirección que queremos tomar en nuestra vida? No hay necesidad de pensar en los infiernos, ¡esta idea es lo suficientemente horrible!
Hay dos tipos de miedo. Primero, está el miedo que nos hace sentir que es desesperanzador. Inflamos un “yo indefenso” y lo que tememos, y el miedo mismo, lo convertimos en algo sólido, permanente. “No hay nada que pueda hacer, pobre de mí, es desesperanzador”. No hay flexibilidad cuando hacemos esto. Ese no es el tipo de miedo del que hablamos aquí, ya que simplemente nos paraliza. Lo que queremos, en cambio, es saber: necesitamos desarrollar la confianza de que hay una manera de evitar las cosas que nos horrorizan.
Solo en un nivel muy simple: cuando tenemos ganas de actuar de manera destructiva, hay un espacio entre cuando tenemos ganas de hacerlo (por ejemplo, cuando tenemos ganas de gritarle a alguien) y cuando lo hacemos compulsivamente. Si podemos reducir la velocidad, entonces podemos usar nuestro darse cuenta que discrimina y decidir: “¿De verdad voy a gritar, aunque tenga ganas de gritar, o no?”. No es inevitable que gritemos solo porque tenemos ganas de gritar. Si tenemos este patrón de siempre perder los estribos, bueno, hay un espacio entre el momento en que sentimos que estamos enojados y el momento en que se manifiesta en acción que afecta lo que hacemos y decimos. Entonces, ¡hay esperanza!
Confianza basada en la razón
Sin embargo, no es que estemos indefensos. Tenemos la capacidad de cambiar la forma en que respondemos a las cosas. Este es el segundo aspecto del estado mental que usamos con el refugio: la confianza de que es posible cambiar. No tenemos que continuar con estos horribles patrones que tenemos. Y confiamos en ello con base en la razón, como en el ejemplo de la neuroplasticidad cerebral. No está predeterminado que automáticamente, siempre, actuemos de cierta manera. Podemos reprogramarnos a nosotros mismos; depurar el programa de cómo funciona la mente y luego reiniciar nuestra mente.
Como hemos comentado, el hecho de que nuestro comportamiento destructivo, nuestras emociones perturbadoras, nuestro comportamiento constructivo compulsivo y nuestras actitudes perturbadoras se centren en nuestra preocupación por nosotros mismos, además de repetirse incontrolablemente, una y otra vez, indica que los hábitos para eso están profundamente arraigados. Son vías neuronales fuertemente reforzadas en nuestro cerebro, que son como vías mentales que indican la forma en que funciona nuestra mente. Además, al haber aprendido sobre neuroplasticidad cerebral, sabemos -como el ejemplo en el que nos paralizamos nuestro lado derecho y podemos aprender a usar nuestro lado izquierdo- que, debido a la flexibilidad cerebral, es posible forjar nuevas vías neuronales y nuevas vías de pensamiento.
Esto es algo en lo que pensar, que es posible cambiar la forma en que pensamos, para formar nuevos caminos y nuevos hábitos. ¿Hemos hecho esto alguna vez en nuestra vida? ¿Es esto algo que podemos hacer? Y si lo hiciéramos, para anular de alguna manera y, con el tiempo, borrar los hábitos negativos y las vías negativas, ¿eso nos haría más felices?
Lo que subyace en el camino hacia esta nueva forma de pensar es la confianza y la creencia de que es posible ser flexible, cambiar nuestros hábitos. Esta convicción es increíblemente importante: estar convencidos de que es posible hacerlo. Este es el segundo estado mental que debemos desarrollar como la causa motivadora para darle una dirección segura a nuestra vida. Cuando tenemos la actitud de: “Bueno, yo nunca puedo cambiar, así soy”, eso nos encierra en patrones muy infelices.
Consideren el siguiente ejemplo: usamos nuestra mano derecha normalmente para escribir, pero tenemos un derrame cerebral y nos paralizamos de nuestro lado derecho. Si es posible, que definitivamente lo es, que nuestro cerebro se reconfigure de tal forma que podamos escribir con la mano izquierda, ¿es también posible reconfigurar nuestra forma de responder a las cosas: de enojarnos y perder la paciencia, a tener paciencia y comprensión? Esa es una pregunta importante. Si es posible tener esa flexibilidad y recableado a nivel físico, necesitamos desarrollar la confianza de que es posible tenerlo en términos de otro comportamiento, de nuestras emociones, etc. Este es el segundo aspecto del refugio: la confianza de que es posible ir en esta dirección positiva.
Entonces, llegamos a la conclusión de que es posible cambiar, crecer, hacer las cosas de formas nuevas y mejores. Hacemos esto todo el tiempo de todos modos. Cuando el software de nuestra computadora y teléfono celular se actualizan, es posible que al principio tengamos cierta resistencia, pero aprendemos a usarlos, ¿no es así? Nunca somos demasiado viejos para aprender y adaptarnos a algo nuevo. De hecho, es divertido y emocionante hacer algo nuevo y diferente, ¿cierto? Realmente no hay necesidad de alterarse.
Además, el hecho de que no podamos percibir la interconexión e interdependencia de todo, especialmente en términos de causa y efecto, indica que nuestra mente es limitada. No vemos cuáles serán los resultados de cualquier cosa que hagamos a largo plazo, como dar un consejo a alguien, lo que indica que nuestra mente es limitada. Lo que es responsable de esta limitación es que nuestra mente tiende a compartimentar todo y a todos. No podemos ver la imagen completa. Solo consideramos una pequeña parte de la imagen, un pequeño número de variables; por ejemplo, pensamos que si hacemos esto, aquello va a suceder. No nos damos cuenta de que muchos otros factores afectan lo que va a suceder.
Sin embargo, si nuestra mente no está tan cerrada -solo viendo una pequeña parte de la imagen, como si observáramos a través del periscopio de un submarino-, podemos abrirnos más y más y comenzar a ver la imagen más grande. Es como cuando tenemos un problema y queremos encontrar una solución. Podríamos simplemente mirar el problema en sí y decir: “Bueno, eso lo va a resolver”, pero solo estamos, por ejemplo, viendo dos pasos. En su lugar, debemos preguntarnos: “Bueno, si utilizo esta solución, ¿creará más problemas?”. Tenemos que mirar más allá del primer paso de la solución.
Por ejemplo, nuestro hijo va a la escuela y le decimos: “Debes hacer esto y debes vestirte así” y demás. Bueno, no pensamos en cómo sus compañeros de escuela podrían reaccionar ante eso, y cómo podría crear aún más problemas para nuestro hijo. Entonces, si podemos pensar en grande, y sí somos capaces de eso, veremos un panorama más amplio para comprender y asesorar un poco mejor. Nuevamente, necesitamos convencernos de que podemos abrir nuestra mente, que nuestra mente es capaz de pensar de una manera más amplia y holística, considerando cada vez más variables. Sin embargo, aún tenemos que preguntarnos si eso nos haría más felices. ¿Somos capaces de esto? ¿Sería beneficioso intentarlo?
Para dar un buen ejemplo: tenemos mucho trabajo por hacer, así que pensamos: “Bueno, si trabajo 12 horas al día, terminaré ese trabajo”. Sin embargo, no pensamos más allá que, si trabajamos esas 12 horas al día y nunca nos tomamos un descanso, nos vamos a agotar. Eso creará más problemas y no resolverá realmente el problema de tener una gran cantidad de trabajo. Este pensamiento de visión estrecha es de lo que estoy hablando.
Considerando estos puntos, podemos obtener un poco de confianza en que, si fuéramos más flexibles en nuestro pensamiento y en nuestra forma de comportarnos, entonces podríamos mejorar la calidad de nuestra vida. Esta sería una dirección en la que nos gustaría ir, y es posible hacerlo.
Confianza lúcida
Entonces, ese es el primer tipo de confianza; es decir, confianza basada en la razón de que es posible cambiar los patrones negativos que nos horrorizan. Es posible tener una mente más abierta.
El segundo tipo de confianza que se explica en el budismo se llama “confianza lúcida”. Es el tipo de confianza en nuestra capacidad para cambiar lo que aclara nuestra mente. Limpia nuestra mente de sentirnos frustrados, molestos o resentidos por esta nueva táctica de tener que refrenarnos de actuar lo que tenemos ganas de hacer o decir, basándonos en nuestros patrones negativos. Por ejemplo, tenemos ganas de gritarle a alguien y decirle algo realmente desagradable. Sin embargo, tenemos la confianza de que podemos callarnos y no decirlo porque, si decimos algo, nos vamos a enojar y vamos a entrar en una gran discusión y conflicto; va a ser una escena muy fea. Por lo tanto, no siempre tenemos que decir lo que tenemos ganas de decir. Ahora, podríamos sentirnos muy frustrados, molestos y resentidos en términos de: “Simplemente me lo estoy guardando, tengo muchas ganas de decirlo”, este tipo de cosas. Este es un estado mental perturbador. Sin embargo, si tenemos confianza de que es posible y razonable refrenarse de decir estas cosas desagradables, y nos horrorizan las consecuencias de no hacerlo, entonces no sentimos resentimiento ni frustración por tener que refrenarnos de decirlo. Es importante desarrollar este aspecto lúcido de confianza, de creencia.
Confianza que aspira
El tercer tipo de confianza es la confianza con la que aspiramos a poder evitar actuar y hacer escenas feas. Veamos, usando un ejemplo, que si te grito y te digo cosas desagradables en respuesta a lo que dijiste, se creará una gran escena desagradable. Eso me horroriza, ya hemos tenido suficientes escenas feas. No nos lleva a ninguna parte; nos hace infelices a los dos, y estoy seguro de que es posible refrenarse, y eso no me frustra porque sé que es lo mejor. Esta confianza que aspira se desarrolla a partir de la confianza basada en la razón y la confianza lúcida, y nos mueve en la dirección de tenerlas arraigadas en nosotros y que sean espontáneas. Básicamente, se trata de ver que estar horrorizados y tener confianza van de la mano. Entonces, sentimos que esta es la dirección en la que queremos ir: trabajar en nosotros mismos de modo que no respondamos automáticamente de una manera negativa, como un perro al que pinchan, y luego simplemente gruñimos.
Apliquemos estar horrorizados y tener confianza a algunos ejemplos relevantes en nuestra propia vida. Por ejemplo, podríamos analizar: “Tengo el patrón de que, cada vez que alguien viene a verme, me quejo todo el tiempo de lo horrible que es todo, lo horrible que es el mundo, lo horrible que es mi vida, etc.” y nadie realmente quiere estar conmigo. El resultado es que me siento solo y deprimido. Estoy horrorizado por eso; no quiero que continúe. Entonces, cuando estoy con alguien y surge ese impulso, ese sentimiento de comenzar a quejarme, no lo actuaré”.
Decidimos que esto es en lo que vamos a empezar a trabajar, y estamos seguros de que, si lo hacemos, realmente mejorará nuestras relaciones con la gente. Reconocemos que nadie quiere escuchar nuestras quejas. Esa es la dirección en la que queremos o anhelamos ir: dejar de quejarnos todo el tiempo, ya que realmente no ayuda. Simplemente empeora las cosas y aleja a otras personas. Si hacemos esto de manera adecuada, tenemos la mente lúcida y no nos sentimos frustrados - ya saben, “yo, yo, yo, tengo que decir mis quejas porque son muy importantes”.
Recuerden, si algo nos molesta, no hay nada de malo en explicárselo a alguien. Hay una gran diferencia entre explicar lo que nos molesta y quejarse con la actitud de “pobre de mí”. Una gran diferencia. Analicen así en términos de su propia experiencia.
[Meditación]
Compasión
Luego, combinamos la confianza con la compasión, la tercera causa para darle una dirección segura a nuestra vida. Usaremos el ejemplo de quejarse con esta actitud de “pobre de mí”. Si pensamos en lo que sucederá si seguimos actuando así, nos horroriza nuestro comportamiento. Simplemente aleja a la gente, y luego nos sentimos solos y deprimidos. Realmente no queremos que eso suceda. En cambio, adquirimos la confianza de que es posible superar esto; podemos crear nuevos hábitos. Por ejemplo, si algo nos molesta, podemos simplemente explicarlo sin esta actitud de “pobre de mí”. El aspecto de la compasión es que no queremos tirar toda nuestra basura sobre los demás, en términos de quejarnos y arrojarles todas nuestras quejas, lo cual simplemente los aleja. Entonces, tenemos compasión por los demás, que no queremos contaminar su cabeza con toda nuestra basura. Como he dicho, los tres van de la mano: miedo, confianza y compasión. Entonces, realmente queremos ir en esta dirección de trabajar en nosotros mismos para forjar mejores hábitos.
Observaciones finales
De esto se trata el refugio: darle esta dirección positiva y segura a nuestra vida. Trabajar para prevenir y evitar cada vez más infelicidades y problemas. Lo tomamos paso a paso, hasta el último paso de ir en la dirección de trabajar para convertirnos en un buda. Incluso dar unos pocos pasos en esa dirección valdría la pena. Y si hiciéramos eso, realmente haría un cambio significativo en nuestra vida. Es ese cambio en nuestra vida de lo que se trata el refugio. Nos da significado, un sentido de propósito.
Como dije anteriormente, sin esta base de un refugio muy firme, esta dirección segura en la vida, entonces cuando tenemos la aspiración: “Oh, quiero hacer tantra avanzado, quiero hacer Kalachakra, o quiero practicar dzogchen”, necesitamos reconocer que no hay una base sobre la cual construir esa práctica. ¿Para qué lo estamos haciendo? ¿Por qué? Tiene que tener una base sólida. Entonces, todo tendrá una base estable. Es parte del panorama general de ir en una dirección segura. Hacemos esta práctica para evitar el sufrimiento y ayudar más a los demás, a un nivel real y sincero. No solo palabras “bla, bla, bla”. Estas son las preguntas que debemos hacernos cuando estamos tan emocionados por realizar estas prácticas avanzadas. “¿Realmente tomo refugio correctamente?”.
Es interesante, cuando vemos el ngondro, las prácticas preliminares -ya saben, estas cosas desagradables que tenemos que repetir cien mil veces- si las hacemos prematuramente, sin ningún significado detrás, simplemente recitando un verso y haciendo postraciones, tienen muy poco efecto.
¿Qué hacemos realmente cuando practicamos ngondro, estas 100.000 repeticiones de conjuntos de prácticas preliminares, preparatorias, que siempre incluyen tomar refugio? Creamos nuevas vías neuronales al generar los estados mentales correctos y sinceros de ir en esta dirección, de darle esta dirección a nuestra vida. Esto significa comprender realmente cada práctica ngondro: cuál es el estado mental que necesitamos generar y cuál es su propósito. Y luego, cuando realmente hayamos trabajado en cómo generar estos estados mentales, generarlos mientras recitamos un verso o nos postramos cien mil veces. Cuando hacemos esto con concentración y recordación, eso comienza a construir nuevas vías neuronales. Ese es todo el propósito del ngondro. Es bastante científico el enfoque. Y, por supuesto, cien mil no son suficientes para anular las vías negativas sin principio, por lo que debemos continuar a lo largo de nuestro curso de práctica. Y recuerden, cada práctica que hacemos a lo largo de todo el camino tiene que empezar con el refugio. Tenemos que asegurarnos de que no sea solo “bla, bla, bla”.
Es por eso que Su Santidad el Dalái Lama llama a la práctica budista una ciencia de la mente. Reconfiguramos nuestra mente para desarrollar hábitos más beneficiosos de una manera muy científica. Eso significa repetir nuestras prácticas una y otra vez. Esto es lo que hacemos en la meditación diaria: repetimos una y otra vez. También es lo que hacemos con ngondro: repetir. Estamos construyendo nuevos patrones, nuevos hábitos y nuevas vías neuronales, no solo en la meditación, sino también en la vida diaria.
Por supuesto, cada uno de nosotros tiene diferentes responsabilidades en la vida. Hay diferentes cosas de las que tenemos que ocuparnos. No todos podemos dedicar el 100% de nuestro tiempo a esto, obviamente. No obstante, es la dirección en la que queremos ir y hacemos lo que podemos.
Creo que tenemos mucho en qué pensar. Por favor, reflexionen sobre todo esto y continuaremos en la próxima sesión.
[Meditación]