Repaso
Hemos pasado por estas etapas graduales del camino. Quizás pueda resumirlo muy rápidamente. Empezamos apreciando el preciado renacimiento humano, luego apreciamos cómo se perderá en el momento de la muerte y cómo nada será de ayuda en el momento de la muerte excepto las medidas del Dharma que hayamos tomado. Observamos los renacimientos que podrían seguir si no hubiéramos tomado estas medidas del Dharma: como una de las llamadas criaturas del infierno, como un fantasma errante, hambriento o aferrado (como queramos traducirlo), o como una criatura rastrera, un animal. Qué horrible sería eso. Temiendo eso, no queriendo que eso suceda, y viendo que hay una manera de evitarlo –para que no estemos simplemente paralizados por el miedo– damos la dirección segura del Buda, el Dharma y la Sangha a nuestra vida -lo que se conoce como "refugio". Esto lo hacemos trabajando para lograr una verdadera cesación de todo nuestro sufrimiento y sus causas y para realizar todas las mentes que son el camino, las comprensiones, que producen esa verdadera cesación y que resultan de la consecución de esa cesación de la manera en que los budas lo han hecho en su totalidad y la Sangha Arya lo ha hecho en parte. Luego vimos que el primer paso para ir en esa dirección es evitar la conducta destructiva. Eso nos llevó a la discusión sobre el karma. Hemos estado analizando muchos puntos diferentes sobre el karma. No es necesario repasarlos todos.
Lo que estamos abordando es la discusión de cómo limpiar nuestro continuo mental de las repercusiones kármicas. En este contexto de la motivación del nivel inicial, eso significa que estamos tratando con las repercusiones kármicas de las acciones destructivas: repercusiones kármicas en términos de potenciales y tendencias kármicas, no hábitos kármicos. Los hábitos kármicos se afirman solo en el sistema Mahayana. Lo que se enseña en el nivel inicial tiene que ser compartido en común por el Hinayana y el Mahayana.
También hablamos de que solo podemos deshacernos completamente de las repercusiones kármicas cuando hemos tenido una cognición no conceptual de la vacuidad. Eso es lo que nos permite deshacernos de, o lograr una verdadera detención de aquellos factores que actúan como condiciones para la maduración de las repercusiones kármicas.
Continuos degenerativos y no degenerativos y sus condiciones de apoyo
Un punto interesante es que hay muchos tipos diferentes de continuos. Hay algunos continuos que se degeneran. Estos continuos tienen una causa, es decir, tienen un comienzo, como el cuerpo, y momento a momento se van acercando cada vez más a su final. Se degeneran. Se desintegran. Hay otros que no se degeneran. Algunos no tienen comienzo, pero tienen un final, algunos tienen comienzo, pero no final, y otros no tienen comienzo ni final.
¿Qué causa que un continuo se degenere? Tiene que ver con las condiciones que lo sustentan. Por ejemplo, la condición que sustentó la creación de este cuerpo fue la unión de un continuo mental con un espermatozoide y un óvulo. Esa condición inicial ya no está presente a medida que sigue el continuo físico. Debido a que el continuo no se regenera continuamente mediante su condición de apoyo, se degenera. Se vuelve cada vez más débil y se desintegra. En un continuo que sigue sin degenerarse, la condición de apoyo está presente momento a momento.
En el caso del samsara, estamos hablando de las condiciones de apoyo que activan un potencial kármico para el renacimiento y, por lo tanto, perpetúan el samsara, y esto está en el contexto de los doce eslabones de surgimiento dependiente. Las condiciones inmediatas que activan el potencial kármico para el renacimiento son los eslabones del aferramiento y una actitud obtentora. Pero subyacente a ellos está el no darse cuenta de cómo existimos nosotros y los demás. Nuestro continuo de no darse cuenta no tiene principio, pero puede tener un final. Dado que vamos a tener ese no darse cuenta en cada momento hasta que alcancemos una verdadera detención de él, ese no darse cuenta va a perpetuar la continuidad del renacimiento samsárico y la experiencia del sufrimiento.
El continuo del no darse cuenta ha estado ocurriendo sin principio y sin degenerarse. “Sin degenerarse” significa que no llega gradualmente a su fin por sí solo; no se desintegra gradualmente, como lo hace el cuerpo, por ejemplo. Y aunque los resultados a los que da surgimiento el continuo suben y bajan –a veces mejores renacimientos, a veces peores– el continuo del no darse cuenta no se degenera, ni sube ni baja.
Un ejemplo de un continuo que tiene un principio, pero no un fin es la muerte de una vida en particular. El continuo del final de esa vida sigue para siempre; nunca vuelve a ocurrir. El final de esa vida sigue siendo el mismo sin degenerar jamás. Esto se debe a que cada momento del ya no acontecer de esa vida perpetúa el siguiente momento de ese ya no acontecer para siempre.
Un continuo mental es un ejemplo de un continuo que no tiene principio ni fin. Continúa eternamente sin degenerarse porque se apoya continuamente en sus propias condiciones, que son los momentos inmediatamente precedentes. Esa condición inmediatamente anterior es la que lo sigue perpetuando para siempre.
Así pues, tenemos este tipo de posibilidades. Ese es el objetivo de cómo podemos deshacernos del continuo del renacimiento. El fenómeno del renacimiento no tiene principio, pero puede tener un final. Desde tiempos sin principio, hemos acumulado los potenciales kármicos para el renacimiento y los hemos activado con el aferramiento y una actitud obtentora derivados del no darse cuenta sin principio. Si alcanzamos una verdadera detención de todo el no darse cuenta, de toda ignorancia, entonces ya no proporcionamos la causa para perpetuar el surgimiento de los impulsos kármicos y para perpetuar el aferramiento y las actitudes obtentoras que activan sus potenciales kármicos. Con el fin del continuo del no darse cuenta, el continuo del renacimiento llega a su fin.
Por supuesto, desde la mente que es el camino del ver hasta la liberación y la iluminación, se van construyendo niveles y fortalezas cada vez más profundos de no darse cuenta. La verdadera detención de todo esto no se produce de golpe, pero este proceso gradual no es una degeneración natural.
Piensen en ello, por favor. Es algo que creo que tenemos que entender a un nivel más profundo que el que explicamos la semana pasada.
Participante: ¿Qué significa “madurar”?
Dr. Berzin: “Madurar” significa literalmente que algo “da su fruto”. El fruto ha estado allí en el árbol y ahora se cae. Así que ahora, en realidad, se obtiene el fruto, el resultado.
En realidad, la palabra “madurar” (smin-pa), en el contexto budista, tiene dos significados diferentes y se le dan dos usos diferentes. Uno de ellos es que algo se llena, se vuelve maduro, como una fruta verde que madura. El otro significado es que algo se agota y termina a medida que produce su fruto: la fruta se cae del árbol. La maduración de la que estamos hablando aquí es la fruta que cae del árbol.
[meditación]
Sin embargo, existen formas temporales de limpiar nuestro continuo mental de estos potenciales y tendencias kármicos. No logran una limpieza total, solo una parcial, pero ayudan. Esto es lo que podemos hacer inicialmente. Y esto es de lo que hablábamos la última vez: cómo las cuatro fuerzas oponentes debilitan mucho los potenciales negativos, pero no se deshacen de ellos por completo.
Admitir abiertamente nuestros errores
Antes de aplicar las cuatro fuerzas oponentes, tenemos que admitir nuestras acciones equivocadas, nuestras acciones negativas. Creo que es importante entender que las identificamos como errores. Las cometimos porque estábamos confundidos; no las cometimos porque fuéramos malos. No las cometimos por el pecado original o algo así: estábamos confundidos. Nos equivocamos. Pensamos que robar algo, lastimar a alguien o gritarle a alguien nos beneficiaría. De hecho, no fue así. Así que estábamos confundidos. Nos equivocamos. Entonces lo admitimos. La palabra que a veces se traduce como "confesión", yo la traduzco como "admitir abiertamente". Admitimos que cometimos un error, que lo que hicimos fue negativo, destructivo.
Lo que discutimos la última vez fue si realmente necesitábamos admitir esto ante alguien. Al principio, estaba un poco confundido al respecto, pero es cierto que la mayoría de las veces invocamos a los budas y bodisatvas y admitimos nuestros errores frente a ellos. Sin embargo, no les estamos pidiendo perdón. El perdón implica que somos malos y que ellos, simplemente a través de su propio poder, pueden absolvernos de nuestros supuestos pecados. Eso proviene de un tipo diferente de religión, de un trasfondo filosófico diferente. Aquí, simplemente los estamos invocando para que sean testigos de nuestra confesión abierta.
El papel del testigo
Luego comenzamos a explorar la importancia de tener un testigo, algo que me gustaría analizar un poco más antes de continuar. Hay dos formas de ver esto y ambas son bastante similares.
Una de ellas es que verbalizar nuestros errores, admitirlos delante de alguien, hace que nuestras admisiones sean más honestas, más verdaderas. Sin embargo, no tiene por qué ser otra persona. Por lo general, no es así, porque es muy difícil para otra persona ser completamente neutral. Pero los budas y bodisatvas tienen una ecuanimidad completa y demás, y podemos pedirles que sean pacientes con nosotros. Pedirles que sean pacientes no significa que pensemos que puedan estar enojados con nosotros, dado que lo opuesto a la paciencia es la ira. Los budas no se enojarían con nosotros. No son capaces de enojarse. Sin embargo, hay muchos tipos diferentes de paciencia. Un tipo de paciencia es soportar las dificultades de ayudar a otra persona, lo que en realidad es todo un desafío. Por ejemplo, cuando tratamos de ayudar a otros y les damos un buen consejo, –como los budas nos dan un buen consejo–, ¡no lo siguen! De todos modos, les pedimos a los budas y bodisatvas su paciencia, pero no les pedimos perdón. Por lo tanto, si nos lo tomamos en serio, abrirnos ante ellos puede ayudarnos a ser más honestos. ¡No queremos engañar a los budas y bodisatvas! Sin embargo, si estamos solos, podemos engañarnos a nosotros mismos. Entonces, es algo que resulta muy útil.
La otra, que es una visión extrema que debemos tratar de evitar, es que verbalizar nuestros errores hace que nuestra admisión de ellos sea más real, les da una existencia verdadera; como en el ejemplo que usamos de que, a menos que verbalicemos realmente “te amo”, pensamos que nuestro amor no es real. Obviamente, eso no funciona porque entonces solo tendríamos que decirlo una vez. Y una vez nunca es suficiente. A veces nos sentimos obligados a expresar nuestro amor a alguien diciéndole siempre “te amo”, o tocándolo siempre o algo así para demostrar de alguna manera la verdadera existencia de nuestro amor. Eso tampoco funciona; nunca satisface. No hay una existencia verdadera que establecer. Así que, al tratar de establecerlo, en cierto sentido, solo nos estamos dando cabezazos contra la pared.
Sin embargo, estos dos son bastante similares entre sí, ¿no? O bien la verbalización lo hace más honesto, o bien lo hace más real. ¿Hay alguna diferencia?
Participante: Para mí es más que ser más honesto. Cuando verbalizo mi error, tengo que ser más consciente de él.
Dr. Berzin: Es muy cierto. Es un principio básico de la psicología: verbalizar nos hace más conscientes de lo que sentimos. Entonces, ¿por qué tendríamos que verbalizar nuestros errores delante de un testigo?
Participante: Me ayuda a aclarar.
Dr. Berzin: Ayuda a aclarar las cosas, incluso si el testigo no dice nada. Me refiero a ese tipo de psicoterapia en la que el terapeuta no dice casi nada.
Pero no es solo el acto de verbalizar lo que es significativo. Creo que también lo es el entorno en el que lo hacemos. Ir al consultorio de un terapeuta, sentarse allí, pagar dinero, etc., crea un entorno en el que seremos más conscientes. Ahora bien, en el contexto budista, ciertamente no pagamos dinero para hacer una confesión abierta, pero sí le damos a la confesión una estructura formal. Así que tal vez eso ayude. Sin embargo, hacer que el acto sea más consciente no lo hace necesariamente más real. Sin embargo, se puede ver lo fácil que sería confundir ambos. Y también, como dije, uno no sería capaz de engañar a los budas y bodisatvas, mientras que es posible engañar a un amigo.
Lidiar con los sentimientos de vergüenza, bochorno y culpa
Eso nos lleva al otro tema, que es el de sentirse avergonzado o incómodo. ¿Dónde entra eso? “Me da mucha vergüenza, demasiada vergüenza como para contárselo a alguien” sobre algo horrible que hicimos cuando éramos jóvenes. Estoy seguro de que muchos de nosotros hemos hecho cosas bastante horribles y estúpidas cuando éramos adolescentes. ¿A qué se debe ese factor de sentirse avergonzado o incómodo por contárselo a alguien ahora?
Participante: Se trata de sentir arrepentimiento y culpa.
Dr. Berzin: Son dos cosas diferentes: arrepentimiento y culpa.
Participante: Se trata de sentirse culpable.
Dr. Berzin: Exacto. Entonces, cuando nos sentimos avergonzados o apenados, nos sentimos culpables. Analicemos esto un poco más. ¿Qué implica sentirse culpable? Sentirse culpable implica una fuerte identificación con una imagen del “yo” como una “mala” persona y con la cosa “mala” que hicimos. Nos aferramos a esa identidad y no la soltamos. Esa identidad, “soy tan terrible, y lo que hice fue tan terrible”, es culpa, ¿no es así?
Participante: También tuve la idea de que, para no sentirse culpable, es importante separar el hecho del hacedor.
Dr. Berzin: Exacto. Eso se suele utilizar en el caso de alguien como Hitler, por poner un ejemplo extremo.
Participante: Ese es un ejemplo muy extremo.
Dr. Berzin: Lo es. Pero si es válido, debería funcionar también en casos extremos. No podemos decir que, por naturaleza, alguien sea una mala persona. Lo que es terrible es lo que hizo.
Participante: Preferiría poner un ejemplo más ligero. Por ejemplo, si digo algo estúpido, eso no me convierte en una persona estúpida. Pero muchas veces lo olvidamos.
Dr. Berzin: Eso es porque nos identificamos con lo que hicimos. Identificamos al “yo” como una mala persona, o una persona estúpida, o un idiota, o lo que sea. Por lo general, tenemos palabras más fuertes para nosotros mismos.
Pero ¿es lo mismo que sentirse avergonzado por contárselo a otra persona? ¿Puede uno sentirse avergonzado por sí solo? ¿O sentirse avergonzado tiene que ver con estar frente a otra persona?
Participante: Te preocupa cómo la otra persona pueda pensar de ti en ese momento. Es un juicio que haces sobre ti mismo.
Dr. Berzin: Es un sentimiento que se basa en un juicio: “Me siento avergonzado. Me avergüenzo de lo que hice”.
Participante: Pero vergüenza y bochorno no son lo mismo en alemán: peinlich sein oder sich zu schämen.
Participante: Schämen, en alemán, podría dirigirse tanto a mí como a otras personas.
Dr. Berzin: Exacto. Podemos sentir vergüenza de nosotros mismos o de los demás, como en “me avergüenzo de lo que hicieron mis hijos”. También podríamos decir: “Me da pena lo que hicieron mis hijos”. Ese también podría ser un uso. Y también: “Me avergüenzo delante de otra persona”. Creo que “avergonzado” se usa más con relación a otras personas. Diríamos: “Me da pena lo que hice, pero me da vergüenza contárselo a alguien”. Creo que esa es la distinción en inglés –y en español.
Pero, en cualquier caso, no discutamos sobre las palabras. Abordemos el concepto. En primer lugar, ¿qué nos impediría admitir nuestros errores y acciones estúpidas ante otra persona? Si nos sintiéramos demasiado avergonzados, no se lo diríamos a nadie, ¿no? Por lo tanto, tendríamos que superar nuestra vergüenza y nuestro sentido de la vergüenza para contárselo a alguien, ¿no es así? ¿Están de acuerdo?
Participante: Para lograr eso, tendría que renunciar a la imagen que quiero que los demás tengan de mí.
Dr. Berzin: Exacto, la imagen de “soy una buena persona”. Por supuesto, también puede ser que queramos ser aceptados por una banda de rufianes, por lo que alardeamos de todas las cosas terribles que hemos hecho. Pero dejemos ese ejemplo de lado.
Participante: Entonces no nos avergonzamos.
Dr. Berzin: Así es. En cambio, estamos orgullosos.
Por lo tanto, superar la sensación de vergüenza y bochorno o pena requiere mucho. Tenemos que superar una autoimagen, una falsa autoimagen. En realidad, para ir más a fondo, tenemos que separar al que hace el hecho, como dijiste, y no proyectar ninguna imagen. Por ejemplo, tampoco queremos proyectar la imagen de “soy la persona buena y arrepentida”, el “buen budista” o lo que sea. Eso también podría ser una autoimagen: “soy tan maravilloso y tan honesto por haberte admitido esto”; en otras palabras, sentirme orgulloso de eso.
Ahora bien, ¿existe alguna diferencia entre sentirse orgulloso y sentirse aliviado por haberlo hecho? ¿Cuál es la diferencia? En ambos casos nos sentimos felices. “Oh, me saqué eso del pecho”, es la expresión que usamos en inglés. Creo que es muy importante investigar la psicología o la emoción que hay detrás de abrirnos y admitir nuestros errores.
Participante: Creo que lo importante no es llevar al extremo la asociación de la persona y el hecho.
Dr. Berzin: Correcto. ¡Ah! Es un punto excelente. La persona y el acto no son idénticos, ni totalmente diferentes, ni totalmente separados. Si llegamos al extremo de hacerlos totalmente separados, renunciamos a toda responsabilidad. Por lo tanto, obviamente hay un camino intermedio. Es muy parecido al Madyámaka: no son ni uno ni totalmente diferentes ni separados. Por lo tanto, tenemos que refutar ambos extremos.
Participante: Entonces, estaría bien que yo dijera: “Lo que hice no estuvo bien, pero fundamentalmente no soy una mala persona”.
Dr. Berzin: Exacto. “Lo que hice fue un error. Estaba confundido”. Pensar así nos permite sentir compasión por nosotros mismos, que queremos liberarnos de esa confusión.
Participante: Estoy de acuerdo con las implicaciones filosóficas, pero en la práctica diaria realmente mantendría separadas la persona y el hecho.
Dr. Berzin: Por lo tanto, no deberíamos disociarnos demasiado del hecho, porque entonces renunciaríamos a la responsabilidad. Pero en la práctica diaria, sobre todo si estamos profundamente arraigados en la culpa, yo añadiría que es mejor hacer esta diferenciación entre la persona y el hecho.
Participante: Yo simplemente diría: “Hice algo negativo, pero eso no me convierte en una persona negativa”.
Dr. Berzin: Entonces, lo importante es no negar que lo hice.
Participante: “Tengo hábitos negativos”.
Dr. Berzin: “Tengo que trabajar en ello y no aceptar que soy así”. Mucha gente dice: “Bueno, soy así. Tengo estos hábitos negativos, así que aprendan a vivir con ello. Soy una persona con mal carácter. Acepten eso”. Les decimos a todos los demás que lo afronten.
Participante: “Ese es mi carácter”.
Dr. Berzin: Exacto. Desde un punto de vista budista, no estamos de acuerdo con eso. Se puede cambiar un carácter o una personalidad, por muy fuerte que sea. Cambiarlo todo depende de la motivación y la inspiración, por supuesto, y de tener buenos métodos, perseverar en ellos, ser paciente, etc. Y no es fácil.
Así pues, desde un punto de vista occidental, para abrirnos a alguien –en este caso, a los budas y bodisatvas– tendríamos que superar el sentimiento de vergüenza y de bochorno, lo que, de nuevo, desde nuestro punto de vista occidental, tiene que ver, creo, con una fuerte identificación con una determinada imagen de nosotros mismos. “Me avergüenzo de lo que hice y me da demasiada vergüenza contárselo a alguien. ¿Qué pensarán ellos de mí?”. Es algo muy centrado en el yo.
No valorar lo positivo y no ejercer el autocontrol
Ahora bien, si lo analizamos desde el punto de vista budista, Vasubandhu dice que hay dos factores que necesariamente intervienen en todo comportamiento destructivo. Uno es no respetar ni valorar las cualidades positivas ni a las personas que poseen esas cualidades. El otro es no tener ningún tipo de autocontrol, no tener ningún sentido de la necesidad de abstenerse de actuar negativamente. Por lo tanto, estas son cosas que nos gustaría superar, de las que nos gustaría deshacernos. “Ya no quiero ser así. Sí respeto y valoro lo que es positivo y a las personas que son positivas, y ejerceré cierto autocontrol y no haré simplemente cualquier cosa negativa que me venga a la cabeza”. Por lo tanto, ahora no estamos realmente lidiando con las variables de sentirse avergonzado o sentirse incómodo.
Piénsenlo. “Actué negativamente porque no valoré el hecho de ser positivo. No vi el valor de eso. No tuve ningún respeto por eso y no ejercí ningún autocontrol”. Probablemente, ni siquiera reconocimos lo que era positivo y lo que era negativo.
[meditación]
¿Recuerdan la frase de la Plegaria de las siete ramas: “Abrumado por el engaño de la ignorancia, he cometido muchas acciones negativas”? Estaba abrumado por mi no darme cuenta. No sabía qué era positivo y qué era negativo, qué era útil y qué era dañino. Eso subraya el hecho de que estaba confundido, que estaba equivocado. Estaba engañado. No es que alguien más me engañara: me engañé a mí mismo. Debido a eso, no podía reconocer las cosas positivas, y mucho menos valorarlas. Además, debido a eso, no ejercía ningún autocontrol. No sabía de qué abstenerme.
¿Recuerdan una discusión que tuvimos hace algunas semanas sobre por qué somos honestos, por qué no engañamos? Esto es suponiendo que no engañamos. En algunas sociedades es endémico. Pero estoy hablando de personas aquí que están tratando de seguir una vida espiritual. Pregunté si era porque tememos el sufrimiento de peores reinos. Para la mayoría de nosotros, ese no es el caso. Entonces, me abrí y dije que la razón por la que no engaño ni miento a los demás es porque simplemente no me parece correcto. Ahora bien, si analizamos, podemos ver que, cuando no nos parece correcto engañar o mentir a los demás, ser deshonesto, es porque tenemos algún sentido de lo que es positivo y lo que es negativo. Y como valoramos lo que es positivo, nos abstenemos de hacer lo que es negativo. Además, cuando mentimos o engañamos, podemos -si somos sensibles a nuestras energías corporales- sentir una perturbación de nuestras energías. Nos sentimos un poco nerviosos. Eso es un indicio de una emoción perturbadora, de confusión. ¿Lo notan? Podría haber miedo a ser atrapado, a ser descubierto o lo que sea.
Estos son los dos factores mentales que, según Vasubandhu, acompañan a todas las acciones destructivas: no tener sentido de los valores (ngo-tsha med-pa, sct. ahrikya), lo que significa no respetar las cualidades positivas ni a las personas que las poseen, y no tener escrúpulos (khrel med-pa, sct. anapatrapya), lo que significa carecer de cualquier restricción cuando se trata de actuar negativamente.
No tener autodignidad ética y que no nos importen los efectos de nuestras acciones en los demás
¿Y qué pasa con Asanga? Asanga define estos dos términos de manera diferente y no dice que estén necesariamente presentes en cada acción destructiva. No obstante, es interesante observar lo que dice sobre estos dos términos. Define el primero como la falta de autodignidad ética, es decir, no preocuparse por cómo nuestras acciones destructivas se reflejan en nosotros mismos. Por lo tanto, como no tenemos autodignidad ética, actuamos de manera destructiva. En cierto sentido, eso es no tener vergüenza, ¿no es así? El segundo es no preocuparse por cómo nuestras acciones se reflejan en los demás, como nuestra familia, nuestra religión o algún otro grupo al que podamos pertenecer.
Nunca se menciona que no nos importe cómo podemos herir a los demás. Eso se debe a que no sabemos cómo afectarán nuestras acciones a los demás, ni cuáles serán las consecuencias. Obviamente, si matamos a alguien, eso es una cosa. El ejemplo que utilizaste hoy en el almuerzo, que es un ejemplo clásico, es muy bueno: un granjero compró un caballo para su hijo. Todos dijeron: “Qué maravilloso”, y él dijo: “Bueno, podría ser bueno o malo”. Entonces el muchacho se cayó del caballo y se rompió la pierna. Todos dijeron: “Oh, eso es terrible”, y el granjero dijo: “Bueno, podría ser bueno o malo”. Luego estalló una guerra y todos los jóvenes tuvieron que ir a la guerra, pero su hijo fue excusado porque se había roto la pierna y no podía caminar bien; nuevamente, eso podría ser bueno o malo. Por lo tanto, no sabemos cuáles serán las consecuencias para otra persona. Es un buen ejemplo, aunque de lo que estamos hablando es, en cierto sentido, de no tener sentido del honor familiar, si queremos decirlo en otros términos.
Participante: Eso es muy asiático.
Dr. Berzin: Es muy asiático tener sentido del honor. ¿Es lo mismo que sentirse avergonzado?
Participante: No lo sé. ¿En qué sentido no tenemos sentido del honor?
Dr. Berzin: No tenemos sentido del honor, no honramos a nuestra familia, cuando no nos importa cómo nuestras acciones se reflejan en nuestra familia. No nos importa que, si engañamos o cometemos un delito, esto se refleje mal en nuestros padres y en cómo nos criaron o que esto se refleje mal en nuestra religión. Si soy budista y salgo y cometo un delito, vas a pensar que todos los budistas son criminales, este tipo de cosas. Así que, sin duda, ese es un valor importante, incluso si no venimos de una sociedad asiática tradicional. Nuestras acciones sí se reflejan en los demás. No estamos solos. No vivimos en el vacío.
Pero la vergüenza no aparece ahí, ¿no? Así que es interesante.
Participante: Bueno, ¿la vergüenza no es perder el respeto, la imagen pública?
Dr. Berzin: Ese es un término chino, “perder el respeto”. ¿Es equivalente a estos términos sánscritos? Perder el respecto frente a los demás tiene que ver con lo que los demás piensan de nosotros. Aquí no estamos hablando de lo que los demás piensan de nosotros, sino de lo que los demás piensan de nuestra familia.
Participante: Pero la persona que avergüenza a la familia es un miembro de la familia.
Dr. Berzin: En otras palabras, el todo incluye todas las partes. Eso es cierto.
Participante: Supongo que, en estas culturas asiáticas, tus acciones se reflejan aún peor en tu familia.
Dr. Berzin: Exacto. En algunas dinastías imperiales chinas, cuando alguien cometía un delito grave, era costumbre matar a siete generaciones de su familia. Toda la familia era castigada.
En cualquier caso, creo que a la hora de abrirnos a los demás, de admitir abiertamente que hemos hecho algo mal, es importante entender qué es lo que tenemos que superar. Hablamos de sentirnos demasiado avergonzados y apenados como para contárselo a otra persona, lo que analizamos como algo que tiene que ver con pensar demasiado en el “yo”, en nuestra autoimagen. Y, sin duda, eso es válido. Deberíamos superarlo.
Además, tendríamos que superar el hecho de dejarnos abrumar por el “engaño de la ignorancia”, del no darse cuenta. Tendríamos que admitir que nos equivocamos. “Me equivoqué al no valorar las cosas que son positivas y a quienes son positivos. Me equivoqué al no ejercer ningún autocontrol. Realmente no tenía ninguna dignidad personal, ningún sentido de autovalía”, lo que en términos occidentales tiene que ver con pensar: “Soy malo. No sirvo para nada”. Después de todo, ¿qué significa tener autodignidad ética? Significa: “Pienso lo suficientemente bien de mí mismo”, lo que puede basarse en la naturaleza búdica, etc., “como para no actuar como un completo idiota”.
Esto es lo maravilloso de la relación con el maestro espiritual y por qué se supone que siempre debemos imaginar a nuestro maestro como un testigo sentado en nuestra cabeza, en nuestro hombro o en nuestro corazón todo el día. “Tengo tanto respeto por mi maestro, ¿cómo podría actuar como un idiota frente a él?”. Así que, nuevamente, este es el valor de respetar las cualidades positivas y a quienes las poseen.
Por lo tanto, como tenemos tanto respeto por los budas y los bodisatvas, nos importa. Valoramos lo que es positivo y ejerceremos restricciones. Y tenemos cierto sentido de autovalía. Reconocemos nuestra naturaleza búdica. Verán, este es el problema: si decimos: "Soy originalmente o inherentemente malo" (pecado original y todo eso), entonces es difícil tener un sentido de autovalía. Por lo tanto, esto es algo con lo que tenemos que tener cuidado.
También tenemos que darnos cuenta de que no existimos en el vacío. Hay un contexto más amplio. Hay otras personas que se ven afectadas por nuestra conducta o por lo que otros piensan de nuestra conducta. Por lo tanto, el énfasis no está en yo, yo, yo, sino en lo que piensan de mí. Esa sería una orientación muy egoísta. “No quiero que la gente piense mal de mí. Quiero que la gente piense bien de mí, así que voy a admitir que hice algo mal”. Eso es muy diferente a estar preocupado por nuestra familia, pensando: “No me importa que me afecte tanto, pero sí me importa que afecte a mis hijos, a mi familia. Y lo que se refleje en mí se refleja también en mi familia”.
Fíjense en los refugiados tibetanos que llegan a la India. Muchos de ellos regresan porque no quieren que sus familias sufran represalias. En muchas de estas sociedades, especialmente en los antiguos países comunistas, cuando alguien hacía algo malo, todos los demás miembros de la familia se veían afectados. Podían perder su trabajo, etc., ¿no es cierto? Esto actúa como una fuerte motivación: tener este sentido de responsabilidad, en cierto sentido, hacia la familia.
Participante: También es posible hacer más grande el borde alrededor de tu “yo”.
Dr. Berzin: Es cierto. Podríamos tener un “yo” más grande. También debemos evitar identificarnos con un solo grupo. Sin embargo, es un poco menos egoísta que pensar solo en nosotros mismos, porque podríamos pensar: “No me importa lo que me pase, pero no quiero que maten a mis hijos o que se vean en desventaja”. Esto empieza a adquirir un tono mucho más Mahayana.
Participante: Me imagino que, para reducir este sentimiento de vergüenza, puedes observar el sufrimiento que le causas a los demás y sentir compasión por ellos. Esto desvía un poco la atención de ese sentimiento de “soy tan malo, me siento tan avergonzado”. Sigues teniendo ese sentimiento, pero ves más las consecuencias de tus acciones en los demás. “Fue mi culpa que esa otra persona sufriera”.
Dr. Berzin: Entonces, si ponemos más énfasis en la otra persona al pensar: “Lamento mucho que tú hayas sufrido como consecuencia” –ahora estamos hablando de la víctima en lugar de la familia, aunque la familia de la víctima también podría estar incluida–, entonces quitamos el énfasis del “yo” que se siente tan avergonzado. Sin embargo, podría hacer que uno se sienta aún más avergonzado.
Participante: Es que, a menudo, cuando haces algo por enojo, te enojas tanto que ni siquiera piensas en las consecuencias. Entonces, aquí, estarías considerando las consecuencias.
Dr. Berzin: Por lo tanto, pensar en el efecto de nuestras acciones sobre los demás nos acerca a pensar en términos de las consecuencias de nuestros actos, en lugar de pensar solo en términos del “yo”, la causa y “lo terrible que fui”.
Participante: Entonces tienes la comprensión.
Dr. Berzin: Por lo tanto, nos ayuda a comprender la relación causa-efecto y, además, a desarrollar compasión por los demás. Definitivamente. Eso es verdad.
Es un punto interesante porque, aquí, estamos en el nivel inicial del lam-rim, y en el nivel inicial, todavía no estamos en el punto de refutar el “yo” sólido. Pero si recorremos toda la secuencia del lam-rim y luego volvemos a las etapas anteriores, como este nivel inicial, desde el punto de vista Mahayana –que es la forma en que se pretende: primero, recorremos las etapas paso a paso, y luego volvemos y reforzamos cada etapa una y otra vez desde un punto de vista más holístico– veríamos esto en un contexto mucho más amplio que el de yo, yo, yo.
En cualquier caso, es importante distinguir aquí entre admitir abiertamente nuestros errores ante los budas y bodisatvas y confesarlos a alguien en una iglesia y pedir perdón por nuestros pecados.
Preguntas
¿Hasta qué punto debería importarnos lo que piensa la sociedad?
Participante: Uno de los puntos de Asanga es que deberíamos preocuparnos por cómo nuestras acciones se reflejan en nuestra familia y el grupo al que pertenecemos. Pero ¿qué pasa con ser homosexual? Muchas sociedades piensan que la homosexualidad es incorrecta o enfermiza e incluso culpan a la familia. ¿Deberíamos preocuparnos por lo que piensa la sociedad?
Dr. Berzin: ¡Ah! Es un buen punto. Cuando una sociedad considera que la homosexualidad es mala y culpa a la familia por no corregir la orientación sexual de su hijo, ¿deberíamos nosotros, como ese hijo, preocuparnos por lo que piense la sociedad? ¿Deberíamos tomar ese juicio como correcto y, por lo tanto, considerar la homosexualidad como algo que hay que evitar? Bueno, esa es la pregunta. ¿Qué piensas tú?
Ahora, tomemos este ejemplo de la homosexualidad aún más en profundidad, porque es un problema en muchas sociedades, en muchas, muchas sociedades: el matrimonio. Digamos que eres homosexual y no te casas. Eso se refleja mal en la familia, y los amigos de tu madre y tu padre los van a molestar constantemente con preguntas: “¿Cuándo se va a casar tu hijo? ¿Cuándo va a tener nietos?”. Así que ahora es un problema real. No es algo en lo que estés pensando en abstracto. Ahora la gente realmente está haciendo que tus padres la pasen mal. ¿Qué haces?
Participante: Intentas minimizar el impacto en la familia y la sociedad al no llevar tu homosexualidad a la atención de todo el mundo y al punto de la confrontación.
Dr. Berzin: Así es. Pero aún no estás casado.
Participante: Además, creo que cuando confiesas delante del Buda las cosas equivocadas que hiciste y que pueden reflejarse mal en tu sociedad o lo que sea, también es importante confesar lo que está mal de acuerdo a tus propios valores.
Dr. Berzin: Eso es muy importante. ¿Qué admitimos abiertamente? En la ética sexual budista, sin duda hay preceptos relativos a la homosexualidad, la masturbación y ese tipo de cosas. Hay que evitarlos porque son contrarios al anhelo de alcanzar la liberación: se basan en el deseo. Es en ese sentido que provocan sufrimiento. ¿Son inherentemente malos? No. Pero sin duda se basan en alguna emoción perturbadora, por lo que no van a acercarnos a la liberación. Esa es la cuestión.
Participante: Sí, pero todos los tipos de sexualidad son así.
Dr. Berzin: Así es, excepto en lo que respecta a la procreación. Por lo tanto, la ética sexual para los laicos consiste en establecer límites. Necesitamos tener ciertos límites y darnos cuenta de que la sexualidad tiene sus limitaciones. No es un camino hacia la liberación, de ninguna manera. Y aunque uno podría ser muy, muy estricto, cuando observamos la historia de la ética sexual para los laicos, vemos que ciertos autores añadieron cosas diferentes en diferentes épocas y que otras cosas se dejaron fuera. Así que ciertas cosas parecen estar determinadas culturalmente. Por ejemplo, la prostitución para una persona casada está perfectamente bien siempre que uno pague por la prostituta. Esto es bastante extraño desde un punto de vista occidental. Así que creo que la cuestión es establecer límites, porque cualquier comportamiento sexual normalmente va a estar basado en el deseo.
Participante: En otras palabras, ¿es así como algo se refleja en los demás?
Dr. Berzin: Exacto. A eso me refiero: que sin duda querríamos admitir abiertamente haber cometido una violación o algo parecido. Eso es algo serio. El adulterio también es bastante serio. Normalmente rompe matrimonios. ¿Pero la masturbación? ¿La homosexualidad? Realmente no lo sé. Es interesante por qué la gente gay sale del clóset: “Quiero que la gente me acepte tal como soy”. Eso suena muy poco budista, ¿no? Pensar en términos de un “yo” sólido y una identidad sólida. Sin embargo, si no te vas a casar, ¿vas a mentir y decir: “Bueno, no he encontrado la pareja adecuada” –en cuyo caso tus padres siempre están tratando de emparejarte con alguien– o simplemente vas a ser honesto y decir: “Eso no es para mí”? Son preguntas difíciles. Pero tienes razón, tenemos que tener en cuenta no solo si los valores de la sociedad son correctos y apropiados, sino también si lo que estás afrontando es tan serio y cómo va a ser tratada tu familia por la sociedad.
Pongo otro ejemplo: las reglas de disciplina monástica que elaboró el Buda. Muchas de ellas se elaboraron teniendo en cuenta lo que la sociedad pensaría de la comunidad monástica. Por ejemplo, la gente podía perder el respeto por la comunidad monástica si un monje y una monja estaban juntos en una habitación y se sentaban en la misma cama o si una monja caminaba por la ciudad sin otra monja como compañera. La gente podía tener ideas equivocadas. Ahora bien, que un monje y una monja estén juntos en la misma habitación no es necesariamente un problema, pero por consideración a la sociedad, el Buda dijo que se abstuvieran de hacer eso. Puede parecer estúpido, puede parecer innecesario. Particularmente en nuestra era moderna, eso puede parecer innecesario. Pero así fue como el Buda elaboró muchas de las reglas de disciplina monástica.
Así que, esta cuestión de si casarse o no por lo que la sociedad considera correcto es difícil de responder, especialmente si eso significa casarse bajo falsas pretensiones, que sería el caso de alguien que es gay. No sé cuál sería una respuesta clara para eso. Obviamente, la forma “poco valiente” de responder sería decir que depende de cada caso individual. Así que no lo sé. Podrías ser honesto con tus padres y sugerirles que les digan a sus amigos y familiares: “Todavía no ha encontrado la pareja adecuada”, si necesitan explicar a los demás por qué no estás casado.
Participante: Pero al final, cada uno tiene que afrontar el problema por sí mismo. Entonces, uno tiene que decir: “Está bien, me abstendré de ciertas actividades sexuales, pero no me abstendré de tal o cual actividad”.
Dr. Berzin: Exacto. Así es como uno aborda el comportamiento sexual inapropiado en general. Uno decide establecer ciertos límites. Pero con la homosexualidad, por ejemplo, uno decide: “Me abstendré de besar a otro hombre –mi novio– en público porque la gente podría atacarnos”. Así que simplemente no lo haces. No te tomas de la mano. No haces este tipo de cosas en público. Las haces en privado. Pero hay gente que se opondrá a eso, parejas homosexuales que se opondrán a eso y dirán: “No me importa lo que piense la sociedad”. Creo que eso es buscarse problemas. También creo que se basa en una sobreidentificación con la propia orientación sexual, en convertir la propia identidad sexual en algo sólido.
Participante: Pero también está el otro lado, que creo que era su punto original: que solo porque a algunas personas no les gusta algo y están disgustadas por todo tipo de cosas, no significa necesariamente que tienes algo que confesar.
Participante: Sí, ese era el punto.
Dr. Berzin: Exacto. El hecho de que otros no lo aprueben no significa que yo tenga que arrepentirme de ello. Gracias por aclararlo.
Participante: Y no quiero decir que lo hayas dicho con mala intención, pero lo cierto es que, hagas lo que hagas, alguien puede ofenderse.
Dr. Berzin: Es cierto. Mi forma de vestir puede resultar ofensiva para algunas personas, o también mi forma de llevar el pelo. Hay personas que llevan rastas o tienen muchos piercings en el cuerpo, etc., y muchas personas les lanzan miradas de desaprobación.
Participante: ¿Tengo que confesar eso?
Dr. Berzin: Correcto. ¿Es un error que tenemos que admitir o es simplemente la intolerancia de los demás? Pero incluso si es solo intolerancia, queremos que todos sean felices y no infelices. ¿Significa eso que tenemos que complacer a todo el mundo? Bueno, no podemos complacer a todo el mundo. Ni siquiera el Buda pudo complacer a todo el mundo. Y ahora se vuelve muy difícil, ¿no es así? Muy, muy difícil. Entonces, la gente, particularmente en Occidente, decía, citando a Shakespeare: “Sobre todo, sé fiel a ti mismo”. Sé fiel a ti mismo.
Participante: ¿De dónde viene eso?
Dr. Berzin: Creo que Hamlet. Pero no importa. El punto de “tengo que ser fiel a mí mismo” es que “este soy yo realmente, así que tengo que actuar como tal”. Esto es una sobreidentificación con una cierta autoimagen. De todos modos, tenemos que ser considerados y pensar en no causar ofensa, al menos una ofensa grave. Siempre habrá alguien que encuentre ofensivo lo que hacemos, así que, camino medio.
Participante: Pero podemos ver, especialmente con su ejemplo de los homosexuales que se toman de la mano en la calle, que las cosas pueden llegar a ser aceptadas. Debido a que algunos de ellos se tomaban de la mano en el pasado, eso se ha vuelto cada vez más aceptado. Los veo todo el tiempo y ya ni siquiera me doy cuenta. Y en algunas sociedades, el matrimonio entre homosexuales se está aceptando y la otra persona incluso se convierte en parte de la familia.
Dr. Berzin: Exacto. Hay algunos países en el mundo donde se acepta el matrimonio homosexual, aunque eso no significa necesariamente que se les acepte en la familia. Pero al menos es legal. Algunas familias siguen siendo muy conservadoras. Aun así, hay muchos lugares donde una persona puede ser encarcelada o incluso condenada a muerte. ¿Qué se puede hacer en un país así? Decir: “Bueno, el mundo entero tiene que cambiar” es bastante idealista, aunque estaría bien.
Participante: ¿Cómo podrían cambiar las cosas si nadie empieza a hacer un cambio?
Dr. Berzin: Entonces, ¿vas a ser un mártir?
Participante: Creo que el punto de Mark era que ninguna confrontación es una opción, pero que una pequeña confrontación puede hacer la diferencia.
Dr. Berzin: De nuevo, el camino medio. Mucha confrontación no es productiva, pero una pequeña confrontación no es tan mala. Por ejemplo, es mejor tomarse de la mano en lugar de besarse apasionadamente en la calle o en un restaurante.
Participante: Incluso puede ser un problema, en realidad, cuando un hombre y una mujer se besan en público.
Dr. Berzin: Exacto. Un hombre y una mujer que se besan apasionadamente en público avergüenzan a muchas personas. Las hacen sentir incómodas.
Participante: En la India, todos se toman de la mano y nadie es homosexual.
Dr. Berzin: No diría que nadie es gay, pero ciertamente la gran mayoría de los hombres que se dan la mano con otros hombres y las mujeres que se dan la mano con otras mujeres no son homosexuales. Un hombre y una mujer tomados de la mano es algo que ahora se está volviendo más aceptable en la India, aunque ciertamente no en los países musulmanes.
Pero tienes razón al preguntar: ¿qué admitimos abiertamente? ¿Son acciones que hemos realizado y que no le gustan a la sociedad? Recuerden, según Asanga, no tener autodignidad ética y no preocuparnos por cómo nuestras acciones se reflejan en nuestra familia, etc. –que es como él define estos dos factores mentales– no están necesariamente presentes en la conducta destructiva. Creo que lo hemos demostrado en nuestra discusión. Sin embargo, según Vasubandhu, no tener ningún respeto por lo que es positivo o por las personas que son positivas y no ejercer el autocontrol, que son sus definiciones de estos dos factores mentales, son omnipresentes en la conducta destructiva.
Bueno, eso está muy bien. Hemos entendido algo.
Disculparse
Participante: Digamos que perdí los estribos con un colega. Podría admitirlo ante los budas y bodisatvas o ante un amigo espiritual que pudiera entender o ser testigo, pero no se lo confesaría al colega. Con mi colega, simplemente me disculparía.
Dr. Berzin: Pero una disculpa no es: “Lo siento. Te merecías que te gritaran. Fuiste estúpido, pero lamento haberte gritado”. No creo que sea así. Creo que una disculpa sincera tiene que ser: “Me equivoqué al hacer eso. Lo siento”. Este es un punto muy importante. Y es por eso que admitir abiertamente nuestros errores es solo el preludio de los cuatro oponentes. El último oponente es hacer algo para contrarrestar el comportamiento equivocado. Una cosa que definitivamente podemos hacer para contrarrestarlo es disculparnos. Además, uno de los votos del bodisatva es aceptar las disculpas de los demás cuando se disculpan. Es muy importante no guardar rencor cuando otros han actuado negativamente hacia nosotros. Siempre tenemos que aceptar las disculpas.
¿Tenemos que pedir perdón a los budas y bodisatvas? “Te he decepcionado. Lo siento. Prometí cumplir este juramento y no lo cumplí”. ¿Les estamos pidiendo perdón? Disculparse implica ser perdonado. ¿O no? ¿O disculparse significa “no te enojes conmigo, sé paciente”? ¿Y acaso el perdón no implica que quien perdona se encuentra en una posición superior, que por estar en una posición superior puede perdonar a la otra persona? ¿O perdonar significa simplemente no guardar rencor?
Participante: Creo que soy capaz de pedir perdón cuando tengo el deseo de que la otra persona me perdone. Pero hay cosas que no se perdonan tan fácilmente. Aun así, puedo pedir perdón.
Dr. Berzin: ¿Estás diciendo que hay ciertas cosas que no se pueden perdonar?
Participante: Hay cosas que no se perdonan fácilmente.
Dr. Berzin: Correcto. “Pido disculpas por haber atropellado a tu madre con mi auto y haberla matado”.
Participante: En ese caso, puedo decir: “Realmente lo siento”.
Dr. Berzin: Y la otra persona dice: “Eso no ayuda”.
Participante: Pero podría ayudarla a largo plazo.
Dr. Berzin: Podría ayudarla a largo plazo, pero aun así, sería difícil para ella perdonarte.
Participante: Puede que nunca me perdone.
Dr. Berzin: Sí, pero te hace sentir mejor a ti.
Participante: Me hace sentir mejor y podría ayudarla. Disculparse es mejor que decir que no me importa.
Dr. Berzin: Bueno, no le dirías que no te importa; simplemente no dirías nada.
Participante: Es un voto del bodisatva bastante duro tener que decir: “Está bien, acepto” cuando alguien se disculpa por haber asesinado a su ser querido.
Participante: Especialmente cuando los matan a propósito.
Dr. Berzin: Exacto. Suena terriblemente cristiano perdonar en este caso, ¿no? Pero, ¿es apropiado en un sentido budista? ¿Y qué significa? Significa aceptar la disculpa y no guardar rencor.
No guardar rencor: eso es interesante. ¿Dios nos guardaría rencor? ¿Es por eso que uno se confiesa ante Dios?
Participante: Él solo puede dar misericordia.
Dr. Berzin: Entonces, ¿por qué habría que confesarse? ¿Por qué habría que pedir perdón?
Participante: Lo haces para limpiar tus pecados.
Dr. Berzin: De todos modos, estos son puntos muy interesantes. ¿Qué implica disculparse? ¿Qué implica decir “lo siento”? Podemos analizarlo un poco más adelante, cuando apliquemos una fuerza oponente, una medida correctiva.
Participante: Hay algunas similitudes entre confesarse con Dios y confesarse con un sacerdote en una iglesia católica.
Dr. Berzin: Correcto. Sin embargo, lo que estábamos señalando es que no estamos pidiendo perdón. Pero cuando nos disculpamos con alguien, ¿estamos pidiendo perdón? ¿Y el perdón significa simplemente no guardar rencor y no estar enojado, es decir, ser paciente? ¿O el perdón implica ser limpiado de un pecado, de haber sido malos?
Participante: Creo que pedir perdón no implica necesariamente que estés pidiendo perdón. Puede que vea que a la otra persona le cuesta mucho perdonar lo que hice, pero aun así puedo decirle: “Lo siento mucho”.
Dr. Berzin: Es como el arrepentimiento. El arrepentimiento es la primera fuerza oponente.
Participante: Podrías disculparte incluso cuando, desde tu punto de vista, no tuviste culpa.
Dr. Berzin: Eso es parte del entrenamiento de actitudes: darle la victoria a los demás. Además, eso pone fin a la discusión. Si dices: “Yo estaba equivocado. Tú tenías razón”, eso pone fin a la discusión.
Participante: Y puede ayudar a la persona que resultó herida por lo que hice. Aunque no creo que sea mi culpa, le digo: “Lamento que te haya hecho daño. No era mi intención. Lo siento por eso”.
Dr. Berzin: Exacto. Digamos que has dicho algo totalmente inocente, pero la otra persona se ofende, que es algo que seguramente nos ha pasado a todos. Podrías decir: “Bueno, lamento que te sientas así. No era mi intención. Pero lo que sea que haya hecho que le haya ofendido, lo siento”. Sin embargo, eso plantea un punto interesante. La segunda fuerza oponente, es decir, la que sigue al arrepentimiento, que tiene mucho que ver con el arrepentimiento, es prometer no repetir la acción. A menos que sepamos qué fue lo que hicimos que resultó ofensivo, ¿cómo podemos decir que no lo vamos a repetir?
Pero ya nos estamos quedando atrás. La próxima vez nos ocuparemos de los cuatro oponentes. Espero que no haya problema en haberlo hecho con tanto detalle y análisis. Creo que, desde un punto de vista emocional, esto es muy importante, sobre todo porque estamos muy acostumbrados a la culpa en nuestra sociedad. Por eso, creo que la forma en que lidiamos con esto en el budismo es un punto importante.