Resumen
Asentemos la motivación apropiada para escuchar estas enseñanzas, es decir, un corazón de la bodichita, dedicado a ayudar a otros y a alcanzar la iluminación para poder hacerlo. Estas enseñanzas se han presentado en términos de los tres niveles de motivación. En el nivel inicial, el principal aspecto que el Buda indicó es que necesitamos seguir la estricta autodisciplina ética de evitar los diez tipos de acciones destructivas y tratar de ser siempre constructivos en todos los sentidos. Lo hacemos para evitar un peor estado de renacimiento. En el segundo nivel, observamos la autodisciplina ética de mantener los diversos conjuntos de votos de restricción para la liberación individual, los votos pratimoksha. Mantenemos esta autodisciplina ética superior como base para desarrollar el entrenamiento en la consciencia discriminativa superior. Después de todo, comprendemos que, para desarrollar la consciencia discriminativa superior, necesitamos entrenarnos en la absorción meditativa superior, y la base o la raíz de tal absorción meditativa superior es el entrenamiento en la autodisciplina ética superior. Por lo tanto, mantener la autodisciplina ética de cierto conjunto de votos pratimoksha es la esencia de la práctica en este nivel intermedio.
Luego, en el tercer nivel o nivel avanzado, necesitamos pensar que no somos los únicos en la situación de desear ser felices y no sufrir, sino que todos los demás están en la misma situación. Por lo tanto, no es suficiente liberarnos sólo a nosotros mismos de nuestros problemas. Necesitamos trabajar para ayudar a todos a salir de sus problemas también. Para hacer esto, necesitamos alcanzar un estado de iluminación. Por ello, desarrollamos un corazón dedicado de la bodichita, con el que nos dedicamos a los demás, y con el que nos dedicamos también a alcanzar la iluminación para ser capaces de beneficiarlos y aliviarlos de todos sus problemas y sufrimientos, tanto como sea posible. Esta es la esencia de la práctica en el nivel avanzado.
Las dos etapas de un corazón dedicado de la bodichita
En función de su naturaleza, un corazón dedicado de la bodichita tiene dos etapas: la bodichita de aspiración y la bodichita de acción. El simple deseo o aspiración de ser capaz de alcanzar la iluminación para poder ayudar a todos se conoce como “corazón dedicado que aspira a la bodichita” (bodichita de aspiración). Cuando realmente nos comprometemos con las prácticas que nos llevarán a esa meta, se conoce como “corazón dedicado e involucrado” (bodichita involucrada).
Existen dos formas de entrenarnos y prepararnos para poder ser capaces de dedicar nuestro corazón de manera pura a la etapa de aspiración. Las dos son: (1) la enseñanza fundamental de las seis causas y un efecto e (2) igualar e intercambiar nuestras actitudes hacia nosotros y hacia los demás.
La enseñanza fundamental de las seis causas y un efecto para desarrollar un corazón dedicado que aspira
La enseñanza fundamental de las seis causas y un efecto para desarrollar un corazón dedicado de la bodichita, establece la compasión en el centro y considera los resultados que originará y las causas necesarias para generarla. Antes de que podamos desarrollar una gran compasión, necesitamos un amor afectuoso (el tipo de amor o deseo de que los otros sean felices) con el que automáticamente nos sentimos cercanos a todos los demás y los apreciamos, con el que estamos sinceramente preocupados por su bienestar, y con el que nos sentiríamos tristes si algo malo les pasara.
En lo que respecta a cómo desarrollar este amor afectuoso, no es algo que requiere una práctica separada. Surge automáticamente cuando tenemos las tres actitudes que desarrollamos previamente. Estas tres son: (1) reconocer que todos los seres han sido nuestras madres, (2) recordar la bondad del amor materno, y (3) sentir gratitud por esa bondad y deseos de retribuirla.
Todos estos estados positivos de la mente surgen de habernos entrenado para darnos cuenta de que todos los seres han sido, en algún momento, nuestra madre. Cuando pensamos en esto, la persona que más nos ha ayudado, además de todos nuestros amigos es, de hecho, nuestra madre. Cuando éramos niños muy pequeños, no éramos mejores que un pequeño insecto. No teníamos la habilidad de cuidarnos a nosotros mismos. No sabíamos caminar y no teníamos dientes. Estábamos completamente desnudos. El hecho de que hayamos sobrevivido a ese estado de indefensión se debe enteramente a la bondad de nuestra madre, quien cuidó de nosotros. Por ello, nos corresponde tratar de recordar la bondad de alguien que nos ha ayudado tanto. Por ejemplo, si estamos mortalmente enfermos y un médico muy hábil nos da un tratamiento especial, y esa medicina nos cura y salva nuestra vida, estaríamos sumamente felices y agradecidos. Si pensamos de esa forma, cuando éramos niños pequeños nuestra madre nos salvó la vida todo el tiempo.
El simplemente darle a alguien alimento, bebida o algo de dinero y posesiones para retribuir su bondad no es nada excepcional, a pesar de que en cierta forma es un modo de retribución. Las personas han renacido innumerables veces y en esas diversas ocasiones sin duda han sido sumamente ricas y se han encontrado en situaciones muy prósperas, y eso no les fue de gran ayuda. Si pudiéramos superar y solucionar todos nuestros problemas personales, liberarnos completamente de ellos, y después alcanzar nuestro máximo potencial y convertirnos en un buda iluminado, entonces tendríamos la habilidad de ayudar a nuestra madre a salir de todos sus problemas y sufrimientos incontrolablemente recurrentes. Esa sería una forma realmente significativa de retribuir su bondad.
La forma de comenzar esta línea de pensamiento que conduce a dedicar nuestro corazón con la bodichita es recordar a nuestra propia madre y lo bondadosa que fue con nosotros. Tratamos de recordar todas las cosas bondadosas que ha hecho por nosotros a lo largo de los años, y después pensamos que no sólo ha sido bondadosa con nosotros en esta vida, sino también en incontables vidas pasadas. Después extendemos, por etapas, el alcance de esta forma de pensar. Pensamos en nuestro padre y en que también él ha sido nuestra madre en alguna vida previa. Luego, seguimos extendiendo esta idea, y finalmente pensamos así con respecto a nuestros enemigos. Pensamos en las personas que odiamos: de hecho, ellos también han sido nuestra madre en vidas pasadas y fueron muy bondadosos con nosotros. Finalmente, extendemos esta idea de forma tal que pensamos que todos los seres limitados han sido nuestra madre y han sido muy bondadosos con nosotros en el pasado.
Desarrollar la ecuanimidad
Es sumamente difícil desarrollar una “consciencia de la madre” como un hábito beneficioso de la mente. La razón es que carecemos de ecuanimidad. Tenemos varios amigos y personas con las que estamos encaprichados y apegados. Tenemos intensos sentimientos pegajosos hacia ellos. Existen otros que nos aturden y a quienes no soportamos. Los consideramos nuestros enemigos, sentimos mucha hostilidad y repulsión hacia ellos. En este sentido, no tenemos ecuanimidad hacia nadie. El tipo de ecuanimidad de la que estamos hablando en este contexto es la ecuanimidad con la que podemos superar y detener todos los pensamientos de atracción y repulsión. Si podemos desarrollar adecuadamente y con sinceridad este tipo de ecuanimidad, entonces todas las otras actitudes que resultan de ella llegarán más fácilmente.
La forma de desarrollar este tipo de ecuanimidad es imaginar a tres personas delante de nosotros: en primer lugar, alguien que nos haya ayudado mucho, después una persona que nos haya herido profundamente, luego una tercera persona que no nos ha ayudado ni nos ha herido, simplemente un completo extraño. Pensamos en estos tres tipos de personas y observamos las actitudes y sensaciones que surgen cuando pensamos en cada una de ellas. Hacia la persona que nos ha ayudado mucho, el tipo de actitud que surge es de atracción, apego y deseos de ayudarla. La razón por la que tenemos estos fuertes sentimientos positivos hacia esa persona, sentimientos de atracción, es simplemente porque ha sido amable con nosotros y nos ha ayudado. Pero esa no es una razón estable en absoluto. Aunque haya podido ayudarnos y esa sea la razón por la que la consideramos amiga y estamos apegados a ella, aún así es muy probable que también pueda lastimarnos y causarnos mucho daño. Así que no es seguro en absoluto que esta persona siempre nos ayudará.
Además, si observamos el estado mental de desear y estar apegado a alguien, vemos que es un estado de encaprichamiento. Este deseo encaprichado sobrestima a la persona. Es un estado mental muy perturbador. Debido a que es una emoción perturbadora, conduce a un peor tipo de renacimiento, así que de hecho estar tan encaprichado con alguien tiene muchas desventajas. Si pensamos en todo eso, trataríamos de ponerle fin a nuestro apego. Por ejemplo, hay cierto tipo de espíritus caníbales masculinos y femeninos que son como sirenas en el sentido de que aparecen en formas muy encantadoras y atractivas. Pueden emanarse en todo tipo de formas milagrosas. Engañan a las personas para que se encaprichen con ellos, para que se sientan atraídas hacia ellos y después, cuando las personas se acercan, regresan a su forma original y se las engullen. Si estamos muy encaprichados con alguien que parece tan tentador, necesitamos pensar en el ejemplo de las sirenas y los tritones, y en cómo tales personajes podrían simplemente engullirnos. De esa forma podemos tratar de bloquear nuestro encaprichamiento y nuestro apego.
Con respecto a la persona que no soportamos, la razón por la que nos sentimos tan hostiles y repelidos es quizás porque esta persona nos lastimó de alguna manera. Pero es necesario que tratemos de liberarnos de esa sensación al pensar que esta persona no necesariamente nos lastimará siempre. Es muy posible que pueda ayudarnos mucho en el futuro. Además, necesitamos considerar cómo, al apoyarnos en esta persona, podríamos ser capaces de superar el enojo y la hostilidad, y desarrollar tolerancia y paciencia. De hecho, podríamos ser capaces de perfeccionar la actitud de largo alcance de la paciencia y, a través de ello, ser capaces de adquirir la total claridad mental y el completo desarrollo de un buda. De modo que, de hecho, esta persona es muy amable por darnos la oportunidad de perfeccionar la actitud de largo alcance de la paciencia.
Más aún, si podemos permanecer tranquilos frente a alguien que nos hace enojar y además ayudarlo, esta sería una gran práctica espiritual. Pero si nos enojamos siempre, nuestro enojo y odio nos enviarán a uno de los peores estados de renacimiento. Por otro lado, si podemos superar y eliminar nuestro enojo y odio, no hay razón alguna para que renazcamos en uno de los peores estados.
Algunas personas pueden tener dudas y preguntas en este punto. En el reino de los dioses no existe tal cosa como el enojo y el odio. Si tal es el caso, si los dioses nunca se enojan, ¿cómo es que pueden renacer en uno de los peores estados de renacimiento? ¿No es una contradicción? Porque si vemos las etapas de la práctica, cuando nuestro enojo disminuye y alcanzamos la etapa de la práctica llamada etapa de la paciencia, en ese punto, dado que no tenemos más enojo en absoluto, nunca más nacemos en uno de los peores estados. ¿Entonces qué es lo que pasa? ¿Cuál es la diferencia entre alcanzar el estado mental de la paciencia y, consecuentemente, nunca renacer en uno de los peores reinos, y el hecho de que los dioses no experimenten ningún enojo?
La respuesta es que, en el caso de los dioses, es sólo que en su particular estado de renacimiento ya no tienen ningún enojo u odio manifiesto, pero no los han eliminado completamente. Pueden surgir nuevamente y, por lo tanto, los dioses pueden renacer una vez más en uno de los reinos inferiores.
Si tenemos una profunda hostilidad, enojo y odio hacia aquellos que nos provocan y nos lastiman, necesitamos pensar en que, si actuamos de esa forma, no somos diferentes de un escorpión o una serpiente. Lo único que necesitamos hacerles a esas criaturas es aguijonearlas para que ataquen inmediatamente. Si somos rápidos para tornamos hostiles y contraatacar, entonces no somos diferentes de un escorpión o una serpiente. De esta manera, aprendemos a controlar y superar el enojarnos tanto.
Cuando vemos a la tercera persona, la persona que es una completa extraña que no nos ha ayudado ni lastimado en ningún sentido, el sentimiento que desarrollamos es el de indiferencia. No queremos ayudarla ni queremos lastimarla; sólo sentimos deseos de ignorarla y dejarla sola. Esto tampoco servirá de gran cosa porque, de hecho, es muy posible que esta persona pueda ayudarnos mucho en el futuro. Sólo es cuestión de tiempo. Por lo tanto, no es correcto ni justo sólo permanecer enteramente indiferentes hacia ella.
Al pensar de esta forma desarrollamos una sensación de ecuanimidad hacia todos los seres. Sin importar si son amigos, enemigos o extraños, tendremos la misma sensación de desearles que sean felices y que no tengan problemas ni sufrimientos. Desarrollaremos un estado de ecuanimidad con el que ya no tendremos sentimientos caprichosos de intenso apego, hostilidad y odio, o indiferencia.
La manera de comenzar esta práctica es, en primer lugar, tratar de eliminar los sentimientos de encaprichamiento hacia aquellos que nos han ayudado y de hostilidad hacia quienes nos han lastimado. Tratamos de tener una actitud igualitaria y no perturbadora hacia todos, tal como la tendríamos hacia alguien que no nos ha hecho nada, ni bueno ni malo. Después, trabajamos para superar los sentimientos de indiferencia hacia todos ellos.
Los siguientes pasos en la enseñanza fundamental de las seis causas y un efecto
Lo que sigue es, entonces, darnos cuenta de que todos han sido nuestras madres, recordar la bondad de su amor maternal y desarrollar un sincero sentimiento de gratitud hacia ellos y deseos de retribuir su bondad. Si incluimos la ecuanimidad, entonces aquí hay cuatro puntos. Si no la incluimos y comenzamos desde el darnos cuenta de que todos han sido nuestras madres, sólo son tres, pero esto no hace ninguna diferencia.
Después de desarrollar estas tres o cuatro actitudes basadas secuencialmente una en la otra, lo que sigue es tener un amor afectuoso hacia todos. Esto es algo para lo que no tenemos que hacer prácticas adicionales. Es algo que surgirá indirecta y automáticamente como resultado del entrenamiento previo.
El siguiente punto es desarrollar la compasión con la que deseamos que todos estén libres de sus sufrimientos y dificultades. Necesitamos desarrollar un estado mental compasivo que sea completamente sincero y nada falso. Desarrollar tal compasión es extremadamente importante; es la base para poder purificarnos totalmente y lograr el máximo nivel de crecimiento. Es la raíz y la base de todos los diversos vehículos de la mente, de modo que es extremadamente importante entrenarnos para tener tal compasión.
El gran maestro indio Aryashura dijo: “Todos los seres ambulantes están atados por sus emociones y actitudes perturbadoras. Pero tú, el Buda, tienes el deseo de liberarlos a todos de eso. De hecho, has atado a todos los seres con tu compasión”. Después hizo la pregunta: “¿Ante quién entonces debería postrarme primero: ante la compasión en la corriente mental del Buda o ante ti mismo, oh, Buda?”. En su verso de salutación a su Suplemento al camino medio (comentario a los Versos raíz acerca del camino medio de Nagáryuna), el gran Chandrakirti respondió esa pregunta. Ahí, dijo: “Me postro primero ante la gran compasión, dado que, de los tres vehículos de la mente, esta es la raíz de todas las cosas positivas y constructivas”. Por lo tanto, necesitamos escuchar y estudiar muy bien los textos relativos al tema de la compasión, y tratar de practicar de acuerdo con ellos.
Esa es la tradición de la enseñanza fundamental de las seis causas y un efecto; seis partes son causas y la parte final, un corazón dedicado de la bodichita, es el efecto o resultado.
Los pasos iniciales para igualar e intercambiar nuestras actitudes hacia nosotros y hacia los demás
La segunda tradición para desarrollar un corazón dedicado de la bodichita es igualar e intercambiar nuestras actitudes hacia nosotros y hacia los demás. Este método comienza con el desarrollo del mismo estado de ecuanimidad, darnos cuenta de que otros han sido nuestras madres, recordar su bondad y sentir gratitud y deseos de retribuirla, como lo hicimos antes. Todas estas etapas hasta el amor afectuoso son exactamente las mismas, excepto que en esta última tradición hay una forma especial de recordar la bondad de los demás.
En la tradición anterior, recordamos la bondad de los demás dentro del contexto de haber sido nuestras madres. Aquí, la bondad de los demás se recuerda aun cuando no hayan sido nuestras madres porque, de hecho, no hay nada que sea más bondadoso con nosotros que los demás. Pensamos acerca de cómo dependemos totalmente de la bondad de otros seres para las diversas cosas que disfrutamos. Por ejemplo, cuando hace frío y usamos bonitos suéteres de lana, ¿de dónde proviene la lana? Proviene de una oveja. Sin oveja, no tendríamos lana. Es lo mismo, por ejemplo, con respecto a cuando estamos enfermos y muy débiles y comemos carne; esta carne proviene del cuerpo de los animales. Proviene de la bondad de los animales. De la misma forma, cuando disfrutamos la miel, ésta proviene del trabajo de muchas abejas: volar y juntar polen es mucho trabajo. Dependemos mucho del trabajo de estas pequeñas criaturas. Es lo mismo con respecto a otro tipo de productos animales que disfrutamos, como la leche y demás.
Al pensar de esta forma, seremos más conscientes de lo bondadosas que han sido con nosotros todas las criaturas que nos rodean. De hecho, no hay nada más bondadoso que eso. Pensemos en un enemigo, alguien a quien no soportamos. Esta persona nos da la oportunidad de desarrollar la paciencia y la tolerancia. Al desarrollar la actitud de largo alcance de la paciencia y la tolerancia, podemos adquirir la total claridad mental y el completo desarrollo de un buda iluminado. Por lo que, de hecho, esta persona que no soportamos y a quien consideramos nuestro enemigo es extremadamente bondadosa al ofrecernos oportunidades tan maravillosas para desarrollarnos.
Para desarrollar paciencia y tolerancia, necesitamos tener alguien que nos moleste, alguien a quien no soportemos. Es solamente hacia una persona semejante que podemos desarrollar la paciencia. La paciencia no es algo que desarrollamos hacia los budas y bodisatvas; la desarrollamos sólo hacia un enemigo, alguien a quien odiamos. Por lo tanto, tales personas son muy bondadosas al ofrecernos esta oportunidad para desarrollarnos y alcanzar la iluminación. Observen mi propia situación como refugiado tibetano. Perdimos nuestro país en manos de personas a quienes consideramos nuestras enemigas. Como resultado de ello, nos hemos aventurado en esta parte del mundo. Podemos viajar y ver países maravillosos como éste y conocerlos a todos ustedes. Todo esto debido a la bondad de nuestros enemigos nacionales.
De modo que si pensamos de esta forma, cuando veamos todo lo que los seres limitados han hecho por nosotros, nos daremos cuenta de que han sido sumamente bondadosos. Cuando comparamos la bondad de todos los seres limitados con la bondad de los budas mismos, nos damos cuenta de que, de hecho, ambos son igualmente bondadosos. Esto es algo que ha sido comprobado por el gran Shantideva. Al pensar de esta forma, desarrollamos un estado mental con el que apreciamos a los demás y con el que nos sentiríamos muy alterados si algo malo les pasara. Esto es lo que se conoce como “amor afectuoso”, la actitud de apreciar a los demás y preocuparnos si algo malo les sucede.
Una vez, un gran maestro de la tradición kadam le preguntó a su discípulo en qué meditaba siempre, en otras palabras, qué era lo que siempre trataba de acumular como un buen hábito mental. El discípulo respondió: “Siempre trato de desarrollar el amor como un buen hábito mental. En eso es en lo que medito todo el tiempo”. El maestro se quitó el sombrero en señal de respeto y le dijo al discípulo: “Realmente estás haciendo el más excelente tipo de práctica”.
Igualar nuestra actitud hacia nosotros y hacia los demás
Ahora, además de esto, necesitamos igualar nuestra actitud hacia nosotros y hacia los demás. Si nos examinamos honestamente a nosotros mismos, veremos que todos estamos en la situación de ser extremadamente egoístas: nos valoramos a nosotros mismos e ignoramos a los demás. Asimismo, tenemos favoritismos; elegimos favoritos. Existen algunos de quienes nos sentimos muy cercanos y hay otros de quienes nos sentimos muy lejanos. Aquellas personas que nos han ayudado y a quienes por lo tanto apreciamos, son de quienes nos sentimos cercanos y a quienes queremos ayudar. Existen otros que no han hecho nada por nosotros y de quienes nos sentimos distantes. Ni siquiera se nos ocurre tratar de hacer algo por ellos. Lo importante aquí es desarrollar un segundo tipo de ecuanimidad: una ecuanimidad con la que no tengamos favoritos.
Para desarrollar este tipo de ecuanimidad primero pensamos en cómo todos los seres – y eso significa todos – han sido igualmente bondadosos con nosotros en todo tipo de situaciones diferentes. En el pasado hemos tenido que confiar en otros para diversas cosas, y también en el futuro tendremos que confiar en ellos.
Cuando pensamos en cómo los demás han sido igualmente bondadosos con nosotros y nos han ayudado en tantas situaciones diferentes, puede surgir este pensamiento en nuestra cabeza: “Pero no todos nos han ayudado todo el tiempo. Algunas veces, los demás han sido nefastos con nosotros y nos han lastimado. ¿Qué hay con eso?”. Si pensamos eso necesitamos considerar que todo individuo ha sido nuestro enemigo y nos ha lastimado sólo en algunas raras ocasiones. Pero la cantidad de ayuda que nos han brindado a lo largo del tiempo sobrepasa por mucho cualquier tipo menor de daño o molestia que hayan creado. De esta manera, necesitamos pensar en los grandes beneficios que los demás nos han dado, particularmente nuestros enemigos. Y, de esta forma, hacer aspiraciones para igualar nuestras actitudes hacia nosotros y hacia los demás.
El siguiente punto a considerar es la impermanencia. Ninguna situación permanece estática jamás. Si pensamos en un enemigo y en que ese enemigo va a ser ejecutado por la noche, herirlo en la mañana sería absurdo; si va a morir esa noche no tendría sentido herirlo. De la misma forma, si nosotros fuéramos a morir en la noche, no valdría la pena lastimar gente en la mañana. Pensar de esta manera acerca de la muerte y la impermanencia también nos permitirá superar sentimientos de hostilidad y falta de ecuanimidad.
Además, así como nosotros queremos ser felices, los demás también lo desean. Más aun, a nadie le gusta ser infeliz o tener problemas ni sufrimientos. Esto es algo en lo que tenemos que pensar mucho. Si fuéramos un doctor y tuviéramos diez pacientes desesperadamente enfermos con la misma terrible enfermedad, sería completamente inapropiado atender solamente a uno o dos y olvidar al resto. Las diez personas enfermas tienen el mismo derecho a ser atendidas; no hay lugar para favoritismo alguno de parte del doctor. De la misma forma, necesitamos tratar de desarrollar el mismo tipo de actitud con respecto a desear ayudar y beneficiar a todos, sin favoritismo alguno. Este ejemplo del doctor que se enfrenta a diez pacientes es muy útil para desarrollar este tipo de actitud.
Asimismo, si diez personas hambrientas y sedientas tocan a nuestra puerta, las diez tienen el mismo sufrimiento y el mismo problema de estar hambrientas y sedientas. Nuevamente, es completamente injusto e inapropiado dar comida y bebida sólo a una o dos personas, y abandonar a las demás. No es justo en absoluto tener favoritismos. Todas ellas tienen el mismo derecho y es nuestra obligación ayudarlas equitativamente. Todos estos puntos están implícitos en la estrofa de cuatro líneas El Lama Chopa (Una ceremonia de ofrenda a los maestros espirituales, La puya del gurú): “Inspíranos a incrementar la comodidad y el gozo de los demás, al pensar que los demás y nosotros no somos diferentes: nadie desea ni el más mínimo sufrimiento, nadie está nunca satisfecho con la felicidad que tiene”. Necesitamos pensar en estos puntos cuando recitemos ese texto.
Además, si existiera tal cosa como esas categorías verdaderas de “amigos” y “enemigos”, entonces el Buda mismo habría visto individuos diferentes a la luz de esas categorías. Pero, de hecho, el Buda nunca consideró a los demás en esas categorías exclusivas y tajantes de amigos o enemigos. Si preguntamos cómo es que el Buda vio a todos sin esas categorías, necesitamos considerar el ejemplo del primo del Buda, Devadatta.
Devadatta siempre trataba de asesinar al Buda lanzándole rocas y demás. Una vez, un médico le ofreció al Buda una cantidad muy grande de una medicina muy potente. Devadatta, quien siempre estaba tratando de competir con el Buda, insistió para que el médico le diera la misma dosis de la misma medicina. El médico dijo: “Esto no es para ti; no tienes la fuerza corporal del Buda”. Pero Devadatta siguió insistiendo y molestando al médico. Así que el doctor le dio una dosis muy grande y, como era de esperarse, Devadatta se enfermó gravemente, cayó en un terrible estado. El Buda acudió a él y, colocando su mano sobre la cabeza de Devadatta, dijo: “Si es que no tengo un favorito entre tú, que siempre tratas de lastimarme, y mi propio hijo Rahula, que te cures por el poder de la verdad de esta declaración”, y Devadatta se curó. Pero en lugar de agradecerle, Devadatta meramente miró al Buda y gruñó: “¡Quita tu sucia mano de mi cabeza!”.
Con este ejemplo, el Buda ilustró que nunca consideró a su hijo como su bien amado, más cercano a él que nadie, y a los otros como distantes e incluso como enemigos. Siempre sintió la misma actitud hacia todos, sin favoritismos. Necesitamos pensar cómo, sobre la base de ese tipo de actitud, fue capaz de alcanzar el máximo potencial y convertirse en un ser iluminado, un buda. Necesitamos reflexionar cómo siempre parece que pensamos en términos de esos dos factores: hay algunas personas que son nuestras amigas y seres amados, que siempre nos ayudan, y hay otras a quienes consideramos simplemente gente mala que no nos gusta para nada. Son nuestros enemigos. Pero necesitamos recordar que, de hecho, no hay absolutamente ninguna certeza del rango en la existencia compulsiva. Este es un punto que surgió cuando nos entrenábamos en el nivel intermedio de motivación – que no hay certeza alguna en las situaciones incontrolablemente recurrentes del samsara – . Necesitamos aplicar ese punto aquí para ver que no hay tal cosa como esas categorías definitivas y concretas de algunas personas como amigas y otras como enemigas.
Además, necesitamos pensar que todos esos términos y categorías son sólo relativos. Tendemos a pensar en categorías concretas de “yo” y “otros”, de “amigos” y “enemigos”, como si fueran categorías establecidas y existentes por sí mismas en algún lugar “allá afuera”, desde su propio lado. De hecho, no hay tal cosa como categorías fijas establecidas y existentes desde su propio lado, con diversos objetos colocados firmemente sobre ellas. Consideren el ejemplo de la montaña lejana y la montaña cercana. Nos parece que la montaña lejana es algo que existe allá afuera, frente a nosotros, y que viene hacia nosotros desde su propio lado, como la verdadera “montaña lejana” de allá. Si cruzamos el valle y nos paramos en la llamada montaña lejana, ya no sería la “montaña lejana”. Donde estábamos parados antes sería ahora “la montaña lejana”. En este sentido, necesitamos ver que todas las categorías “amigo”, “enemigo”, “cerca”, “lejos”, etcétera, son todos términos relativos. Nada existe inherentemente en estas categorías desde su propio lado, como cosas definitivas y concretas en algún lugar allá afuera, ni siquiera las categorías mismas existen en estas formas imposibles.
En resumen, hasta ahora hemos sido muy egoístas, preocupados solamente por nosotros mismos y hemos ignorado la preocupación por los demás. Lo que necesitamos hacer es igualar nuestras actitudes: no tener sólo una preocupación exclusiva por nosotros mismos, sino tener la misma actitud igualitaria hacia todos.
Las desventajas de la actitud autocentrada
Cuando hablamos de este egoísmo, nos referimos a algo que es extremadamente destructivo. Si observamos las diversas enfermedades de los tiempos modernos, el cáncer, por ejemplo, es considerado la enfermedad más terrible. Pero más terrible aún es la enfermedad del egoísmo. El egoísmo es peor porque nos valoramos en exceso a nosotros mismos y queremos estar por encima de todos los demás. Como resultado, es posible que salgamos a robar, asesinar y cometer todo tipo de acciones destructivas. Esas acciones después nos arruinarán, no solamente ahora sino en las vidas futuras, conduciéndonos a peores estados de renacimiento. Cuando vemos todos los problemas y discordias que surgen en otros grupos, en familias o países, la raíz de todo es el egoísmo. Todos los problemas y discordias surgen porque los grupos son egoístas, preocupados solamente por sí mismos y por sus propios puntos de vista.
Cuando observamos la situación de los seres liberados, los arhats, ellos han superado todos sus enemigos internos – sus oscurecimientos emocionales – y han alcanzado un gran estado; eso es real. Pero son incapaces de alcanzar un estado de iluminación. No son capaces de superar los oscurecimientos cognitivos que impiden su omnisciencia. La razón de ello es su preocupación autocentrada; sólo están interesados en poder superar sus propios problemas y no en conocer todos los métodos y detalles que les permitirían ayudar a los demás a liberarse también. De igual manera, nadie considera muy bueno a un político o funcionario que es muy egoísta y que está muy preocupado por su propia superación personal. Sólo se les considera políticos o funcionarios muy egoístas y ambiciosos. Es lo mismo con respecto a un grupo de personas que viven juntas. Digamos que cinco o seis personas viven juntas y en el grupo hay una que es muy egoísta y que sólo piensa en hacer las cosas que a ella le gustan, sin consideración alguna por los demás. A todos los demás, naturalmente, no les agradará.
Por lo tanto, es necesario pensar en los puntos señalados en la siguiente estrofa de La puya del gurú y acumularlos como un estado mental beneficioso: “Inspíranos para ver que esta enfermedad crónica de la actitud autocentrada es la causa que da surgimiento a nuestro sufrimiento no deseado, y entonces, al repudiarlo por ser el responsable, destruir el demonio monstruoso del egoísmo”.
Los beneficios de valorar a los demás
Es más, preocuparse por todos los demás, la actitud de valorar a los demás, es la raíz de todas las buenas cualidades. El hecho de que hayamos renacido como seres humanos es el resultado de haber valorado a los demás, en el sentido de que hemos evitado matar a otros. Fuimos extremadamente éticos en nuestras acciones hacia los demás y, como resultado, hemos nacido como seres humanos. Ese fue el resultado de valorar a los demás. El Buda mismo valoró a los demás y, como resultado, alcanzó una total claridad mental y una plena evolución. A todos los integrantes de un país les agradaría un político que se preocupara por los demás y que valorara el bienestar de todos. Si ese político muriera, la gente sentiría mucha pena por la pérdida. Con ese mismo ejemplo podemos ver cómo una actitud de valoración por los demás es la raíz de que todo vaya bien y de todas las cosas buenas.
Eso se aborda en la siguiente estrofa de La puya del gurú: “Inspíranos para ver que la mente que valora a nuestras madres y que les garantizaría la dicha es el portal hacia las virtudes infinitas, y entonces así valorar a estos seres ambulantes más que a nuestra vida, aun cuando ellos aparezcan amenazadoramente como nuestros enemigos”.
De nuevo, dado que recitamos con frecuencia esta Puya del gurú, necesitamos ser conscientes de lo que decimos y tratar de acumularlo como un buen hábito mental.
En resumen, el Buda alcanzó sus máximos potenciales y se iluminó como resultado de valorar a los demás, mientras que nosotros seguimos teniendo problemas y sufrimientos porque somos muy egoístas y sólo nos valoramos a nosotros mismos. Por lo tanto, necesitamos pensar que, a menos que nos liberemos de nuestro egoísmo, lo superemos y empecemos a valorar a los demás en lugar de sólo preocuparnos por nosotros mismos, no hay otro camino. La siguiente estrofa de La puya del gurú aborda ese punto: “En pocas palabras, inspíranos para desarrollar la mente que entiende las diferencias entre las fallas de los seres infantiles que trabajan como esclavos solamente por sus intereses egoístas, y las virtudes de los Reyes de los Sabios que trabajan únicamente por el bienestar de los demás, y de esta manera, ser capaces de igualar e intercambiar nuestras actitudes hacia los demás y hacia nosotros mismos”.
En este sentido, consideramos todas las fallas y desventajas de ser egoístas y de ignorar a los demás y pensamos en todos los beneficios y ventajas de valorar a los demás e ignorar nuestras propias preocupaciones egoístas.
Intercambiar nuestras actitudes hacia nosotros y hacia los demás
Basados en ese paso previo, ahora resolvemos firmemente cambiar nuestras actitudes: en lugar de pensar sólo en nosotros mismos, ahora pensaremos en los demás, y en lugar de ignorar a los otros, nos ignoraremos a nosotros mismos. Esto es lo que significa “intercambiar nuestras actitudes hacia nosotros y hacia los demás”.
Esto se menciona en la siguiente estrofa de La puya del gurú: “Dado que la actitud autocentrada es el portal de todos los tormentos, mientras que valorar a nuestras madres es la base de todo lo bueno, inspíranos para hacer que la yoga de intercambiarnos por los demás sea el corazón de nuestra práctica”.
Intercambiar nuestras actitudes hacia nosotros y hacia los demás no significa que ahora yo soy tú y tú eres yo. No es tan simple. Lo que significa es intercambiar la actitud que hemos tenido hacia nosotros mismos por la actitud que hemos tenido hacia los demás. Siempre hemos sido egoístas e ignorado a los otros, ahora daremos vuelta a esa actitud, ignoraremos nuestras propias necesidades egoístas y nuestra preocupación principal serán los demás. Esta es la raíz, el único método para alcanzar la iluminación. Si no queremos iluminarnos, eso es una cosa; pero si lo deseamos, no hay otra manera de lograrlo más que intercambiando nuestras actitudes hacia a nosotros mismos y hacia los demás. Es un prerrequisito necesario para desarrollar la compasión.
Los pasos restantes que conducen a desarrollar un corazón dedicado de la bodichita
La forma de desarrollar la compasión es observar a los pobres insectos y las criaturas que nos rodean. Pensamos en todos los problemas que tienen que enfrentar y lo horrible que debe ser existir como semejante criatura. Con respecto a nosotros, hemos acumulado el potencial para renacer así. De modo que necesitamos pensar qué horrible nos resultaría ser un pequeño insecto o algo parecido. Continuamos pensando así con respecto a nuestra madre y lo horrible que sería que ella tuviera que renacer así. Después lo extendemos a nuestro padre, nuestros amigos, nuestros enemigos y a todos los seres. De esta manera, desarrollamos un sentimiento de compasión sincero y afectuoso – un sincero deseo de que nadie tenga nunca problemas ni sufrimientos – .
Después pensamos en cómo todos desean ser felices y no quieren problemas, pero no saben cómo evitarlos. De hecho, se encuentran en situaciones incontrolablemente recurrentes llenas de problemas e infelicidad. Desarrollamos, no sólo un sincero sentimiento de compasión por ellos, sino también de amor – el deseo de que sean felices – y una determinación excepcional – el deseo de que seamos capaces de conducir a todos los demás al estado máximo de felicidad y liberarlos de todos sus problemas y sufrimientos – . Esto nos conduce a desarrollar un corazón dedicado de la bodichita.
Lo que necesitamos, de hecho, es desarrollar el sentimiento o actitud de: “Voy a dedicar sinceramente mi corazón a los demás y a alcanzar el estado de iluminación, y nunca renunciaré a ese anhelo hasta que realmente haya alcanzado ese estado”. Cuando tomamos el compromiso de: “¡Nunca me daré por vencido!”, eso se conoce como “corazón dedicado y comprometido que aspira”. Esto se describe en el texto de Tsongkapa:
(7) Así como yo he caído en el océano de la existencia compulsiva, así, también, todos los seres ambulantes – han sido mis madres. Al ver esto, solicito inspiración para crecer hacia la meta suprema de la bodichita para tomar responsabilidad de liberar a estos seres ambulantes.
Las siguientes estrofas abordan el tema sustancial de tener un corazón dedicado e involucrado y esto lo discutiré esta tarde.