Igualar e intercambiarse uno mismo con los demás
Hemos estado discutiendo el Entrenamiento mental en siete puntos del Gueshe Kadam Chekawa que vivió en el siglo XII. Hasta ahora, hemos cubierto los dos primeros puntos: los preliminares y el entrenamiento real en la bodichita más profunda. Ahora, estamos listos para discutir el entrenamiento en la bodichita relativa.
El verso del texto comienza con la práctica de dar y tomar llamada “tonglen” en tibetano:
Entrenarse tanto en dar como en tomar alternadamente, montando ambos en la respiración.
Esta sección del texto aborda lo que haríamos tanto en la meditación formal como en las sesiones posteriores a la meditación. Esta primera línea se refiere a lo que haríamos en la meditación formal. Como dije anteriormente, este texto es bastante avanzado, al igual que la práctica del tonglen. Se asume que ya hemos trabajado en las etapas necesarias para poder realizar esta práctica. El tonglen también encaja bien con las prácticas para desarrollar el anhelo de la bodichita: el deseo de alcanzar la iluminación para beneficiar a todos y tratar de ayudar a los demás tanto como sea posible a lo largo del camino.
Hay dos métodos generales para desarrollar la bodichita. El que suele formar parte de la práctica del tonglen es igualar e intercambiarse uno mismo con los demás. Comienza con el desarrollo de la ecuanimidad, el tipo desarrollado en común con el entrenamiento Hinayana. Este tipo de ecuanimidad es aquel en el que limpiamos a nuestra mente y corazón de cualquier tipo de emociones perturbadoras hacia cualquier ser. Lo que intentamos hacer es deshacernos de la atracción y el apego por algunos, la repulsión, el rechazo o la ira hacia otros, así como la ingenuidad y la cerrazón mental con la que ignoramos a otros.
En general, la forma en que desarrollamos la ecuanimidad es reconocer que, a lo largo de los renacimientos sin principio, que en el budismo se toma como un axioma dado, todos han cambiado de relación con nosotros. A veces hemos sido amigos, a veces hemos sido enemigos y, a veces hemos sido extraños con todos. Entonces, nunca ha habido un tipo fijo de relación con nadie. Los cambios en las relaciones ocurren todo el tiempo. Al desarrollar la ecuanimidad, podemos limpiarnos de sentirnos atraídos, repelidos o indiferentes hacia cualquier persona. La ecuanimidad es la base, la base de la bodichita, pero también es una práctica que comparte con el Hinayana.
El siguiente paso es desarrollar el tipo de ecuanimidad Mahayana, que se llama tener una actitud igualitaria hacia todos o igualar nuestra actitud hacia todos, incluidos, por supuesto, nosotros mismos. En esta práctica, no solo tratamos de reconocer que todos somos iguales, sino que también pensamos en las razones por las que todos somos iguales. Si contemplamos esto con bastante amplitud, hay muchas razones. En realidad, hay nueve, pero no tenemos tiempo para revisarlas todas individualmente. Sin embargo, lo básico es comprender que todos quieren ser felices y nadie quiere ser infeliz. En este sentido, todos somos iguales.
La ecuanimidad forma la base no solo para el primer paso, que es liberar a nuestra mente de las emociones perturbadoras que nos impiden involucrarnos realmente con los demás. También es una práctica que se enfoca en desarrollar las emociones positivas que nos ayudan a hacer realmente algo útil para los demás. Es por eso que este enfoque se llama la forma especial Mahayana de desarrollar la ecuanimidad.
Comenzamos pensando en las desventajas de solo valorarnos a nosotros mismos. Por ejemplo, pensamos en todos los problemas y dificultades que surgen cuando estamos totalmente preocupados por nosotros mismos. Es como cuando estamos deprimidos y pensamos: “pobre de mí”. O vamos a algún lugar y alguien nos prepara una comida que no nos gusta especialmente y, como resultado, nos sentimos muy infelices. Tendemos a no pensar en términos de la intención de la otra persona, que no era hacer algo que no nos gustara. Hay una discusión muy amplia sobre este enfoque, pero realmente no tenemos mucho tiempo para profundizar en él. Es un punto muy profundo que es importante considerar cuando nos sentimos miserables e infelices: identificar cuál es la fuente de esa miseria e infelicidad. Por lo general, descubriremos que se puede atribuir a pensar “pobre de mí” y tener una actitud egocéntrica.
La siguiente etapa es pensar en los beneficios de valorar a los demás, que en realidad son la fuente de toda nuestra felicidad. En otras palabras, cuando nos sentimos deprimidos, si podemos pensar en los demás o involucrarnos en ayudarlos, alejamos nuestros pensamientos de nuestros propios problemas. En realidad, estamos recibiendo algo de ellos en el sentido de que hacer algo por los demás aumenta nuestro sentido de autovalía. Este método incluso está reconocido en la psicología occidental. Obviamente, a otras personas no les agradamos si somos egoístas y les agradamos mucho más si pensamos en ellas. Por ejemplo, si hablamos con alguien por teléfono y hablamos solo de nosotros mismos y ni siquiera le preguntamos a la otra persona cómo está, se sentirá muy incómoda. Pero si de forma sincera y no solo siendo corteses, nos interesamos por lo que les está sucediendo, entonces los demás no solo se sentirán más felices, sino que también les agradaremos.
De nuevo, hay puntos mucho más profundos que pueden plantearse en términos de valorar a los demás como fuente de felicidad. Vemos esto muy claramente con Su Santidad el Dalái Lama, por ejemplo. Recientemente dijo en una entrevista que nunca se había sentido deprimido, y se siente un poco triste porque le resulta difícil empatizar con la gente sobre esto, porque nunca ha experimentado esa emoción. Cuando podemos verlo, especialmente si podemos pasar mucho tiempo con él, siempre está feliz.
Cuando pensamos en todos los problemas que Su Santidad tiene con los chinos, internamente dentro de la comunidad tibetana y la increíble agenda de viajes alrededor del mundo, es asombroso que nunca esté deprimido, nunca siente: “No quiero reunirme hoy con un millón de personas; solo quiero tener tiempo y espacio para mí”. Lo que le da la mayor alegría es simplemente encontrarse con otra persona. Cuando Su Santidad se encuentra con otras personas, es la cosa más maravillosa del mundo. Está tan feliz de verte y es así con absolutamente todo el mundo, siempre pensando en los demás.
Una vez, Su Santidad dijo que los bodisatvas son los mejores egoístas porque conocen los métodos para hacerse más felices todo el tiempo: simplemente hacer felices a los demás. Hubo una discusión muy interesante en la primera reunión de la Red de maestros budistas occidentales, en 1993. Alguien le preguntó a Su Santidad: “¿Qué hacemos cuando tenemos esta sensación de simplemente querer tomar un tiempo libre y descansar?”, y cuando: “Es realmente bastante difícil ser siempre el maestro, estar siempre en esa situación”. Hubo toda una discusión sobre cómo lidiar con el tema de tomarnos un tiempo libre y llevar lo que se conoce como una vida “normal”. Su Santidad dijo que los bodisatvas nunca querrían descanso ni tiempo libre. Este sentimiento sería imposible, una contradicción, que quisiéramos tener un tiempo libre de ser bodisatvas. Si fuéramos realmente sinceros, nos regocijaríamos en ser un bodisatva todo el tiempo. Eso es lo que pasa con el egocentrismo versus valorar a los demás. El egocentrismo piensa: “Quiero tiempo libre para mí”.
Por supuesto, necesitamos algo de equilibrio en nuestra vida, especialmente si no hemos llegado al punto en el que podamos simplemente disfrutar de ayudar a los demás. A veces, cuando tratamos de ayudar a los demás y pensamos solo en “mí”, nos sentimos resentidos y nos frustramos mucho. Entonces, ciertamente existe una necesidad de equilibrio. Incluso Shantideva señaló que, si nos esforzamos por ser un bodisatva y tratamos de actuar como tal, ciertamente necesitamos cuidar nuestras propias necesidades. Así como necesitamos alimentar a un sirviente o alguien que trabaja para nosotros, también necesitamos cuidarnos a nosotros mismos para poder seguir trabajando para los demás. No podemos simplemente llevarnos hasta el punto en que ya no podamos lidiar con personas o situaciones. Cuidarnos a nosotros mismos, como tomarnos un descanso cuando lo necesitamos para “recargar las pilas”, como diríamos, no es una forma de egocentrismo. De hecho, nos ayuda a apoyar más a los demás.
Continuando con esta secuencia, tenemos a continuación la práctica real de tonglen, dar y tomar, que se realiza junto con la compasión y el amor. Normalmente, pensamos que el orden es primero amor y luego compasión: el deseo de que los demás sean felices, y luego el deseo de eliminar el sufrimiento de los demás, pero en la práctica es al revés. Las personas no podrán valorar o disfrutar la felicidad o cualquier cosa que necesiten si no las aliviamos primero de su sufrimiento. Entonces, con compasión, el deseo de que los demás se liberen del sufrimiento y de las causas del sufrimiento, imaginamos que tomamos sus sufrimientos en nosotros mismos, quitándoselos a los demás y asumiéndolos en nosotros. Y no se trata solo de eliminar su sufrimiento y sus causas sin lidiar con ellos, sino que la práctica del tonglen también implica experimentar empáticamente su sufrimiento. Luego, con amor, el deseo de que sean felices y tengan las causas de la felicidad, nos imaginamos dándoles cualquier cosa que los haga felices, tanto a corto como a largo plazo. Además, si tenemos la capacidad, en realidad les damos lo que necesitan, no simplemente lo imaginamos.
Finalmente, llegamos a lo que se llama la “determinación excepcional” o el “deseo extraordinario”, que es la determinación de tratar definitivamente de beneficiar a todos, no solo a las personas en nuestro entorno inmediato. Sin embargo, incluso si nos imaginamos haciendo esto a una escala muy amplia, se trata de desarrollar la determinación real, que Su Santidad llama “responsabilidad universal”. Al tomar en serio nuestro sentido de responsabilidad, realmente tratamos de beneficiar absolutamente a todos, a todos los seres. Hacemos todo lo posible para beneficiarlos al máximo nivel. Es este tipo de determinación excepcional la que realmente conduce a la bodichita, y es debido a esta poderosa determinación que buscamos la iluminación en primer lugar. Reconocemos que alcanzar la iluminación es verdaderamente la única forma en que podremos beneficiar a los demás tanto como sea posible.
Ahora hemos cubierto la primera secuencia para desarrollar la bodichita, igualar e intercambiarse uno mismo con los demás, y es en este contexto que se enseña el tonglen.
La meditación en siete partes sobre la causa y el efecto
La otra secuencia para desarrollar la bodichita se llama causa y efecto en siete partes. Seis son causas y la séptima es el desarrollo de la bodichita. Aunque el tonglen no aparece en esta secuencia, existe lo que se conoce como la meditación de la bodichita en once partes, que combina los dos métodos de igualar e intercambiarse uno mismo con los demás y la meditación en siete partes sobre la causa y el efecto, y es allí donde aparece el tonglen. Por lo tanto, es posible incorporar esa meditación en siete partes sobre la causa y el efecto en nuestra práctica de tonglen.
La práctica comienza con la ecuanimidad, del tipo que es común con el Hinayana. La primera etapa consiste en quitar la atracción, la repulsión y la indiferencia. Es la primera etapa de práctica y se comparte con ambos métodos para desarrollar la bodichita. Luego, como segunda etapa, tenemos la primera del conjunto de siete partes. Basándonos en el entendimiento de que todos hemos sido amigos, enemigos y extraños, reconocemos además que todos en algún momento han sido nuestra madre.
En mi clase de Shantideva obtuvimos la prueba de que todo el mundo ha sido nuestra madre. Hicimos este ejercicio porque los tibetanos nunca piensan en probarlo, simplemente lo dan por hecho. Las premisas principales aquí son que el tiempo no tiene principio, el número de seres sintientes es finito y todos son iguales. La línea de razonamiento es que, si un ser ha sido nuestra madre en esta vida, entonces todos han sido nuestra madre en algún momento u otro, porque todos somos iguales. Si este no fuera el caso, entonces si un ser sensible nunca fue nuestra madre, se seguiría la absurda conclusión de que ningún ser sensible ha sido nunca nuestra madre, porque todos somos iguales. Y, por lo tanto, seguiría absurdamente que no tuvimos una madre en esta vida.
Este es un ejemplo perfecto de una prueba prasánguika, que utiliza una conclusión absurda. Menciono esto porque cuando estuve recientemente en la iniciación Kalachakra en Toronto, conocí a un Gueshe que era uno de los maestros de la Escuela de Dialéctica en Dharamsala. Le hablé de la prueba que se nos ocurrió y le pregunté si, desde el punto de vista de un experto, esto sería aceptable para los tibetanos. Estaba muy complacido y dijo: “Sí, es una muy buena prueba”. Luego, cuando estaba enseñando en México, hablé con un matemático allí y me dijo que resolvería la lógica matemática para la prueba. También pensó que, dada la premisa del tiempo infinito, un número finito de seres y que todos sean iguales, podía demostrar matemáticamente que todos en algún momento habían sido nuestra madre, pero nunca me envió su prueba.
Para continuar la progresión de los pasos de meditación basados en la premisa de que todos han sido nuestra madre, recordamos la amabilidad que hemos recibido de todos cuando han sido nuestras madres o amigos más cercanos. También recordamos que incluso cuando no han sido nuestras madres, han sido muy amables con nosotros. Además, sentimos una enorme valoración y gratitud por la amabilidad que nos han mostrado y, por lo tanto, queremos devolver esa amabilidad. Nos sentimos así porque, además, valoramos que todo aquello de lo que hacemos uso -lo que comemos o usamos en nuestros hogares- proviene del trabajo de otros.
“Devolver la bondad de los demás” es la forma en que yo -y muchos otros- siempre hemos traducido el término para este paso. Pero, la idea de “devolución” viene con mucho equipaje cultural - implica que estamos endeudados, y si lo devolvemos entonces ya no tendremos que lidiar con la persona; de alguna manera, hemos pagado nuestra deuda y ahora somos libres, ya no necesitamos sentirnos culpables por no devolverlo. Creo que ciertamente esa no es la connotación aquí. En cambio, podemos imaginar la práctica como un reemplazo temporal, como un empaste temporal en el dentista, antes de colocar el empaste adecuado. Creo que puede ser más útil pensar en “reciprocar” esa amabilidad, en lugar de “devolverla” hasta que hayamos pagado lo suficiente. “Reciprocar” significa que es mutuo: “Tú me agradeces, yo te agradezco”.
En la meditación en siete partes sobre la causa y el efecto pasamos inmediatamente de reciprocar la bondad a desarrollar el amor y la compasión, pero aquí, en la práctica de once etapas, insertamos algunos pasos del método de igualar e intercambiarse uno mismo con los demás. Antes de esto, sin embargo, hay otro paso de la secuencia en siete partes sobre la causa y el efecto, que es parte del desarrollo del amor por los demás. Nunca se cuenta como un paso separado. Como lo traduzco, este paso se llama “el desarrollo del amor reconfortante”. Se basa en este sentimiento de saber que todos han sido nuestra madre y han sido amables con nosotros, y por eso queremos compensarlos, porque sentimos una gran gratitud. Entonces, dado que todos somos iguales, cada vez que nos encontramos con alguien, nos sentimos tan agradecidos por su amabilidad que eso nos calienta el corazón. Nos sentimos cercanos a todos y nos sentiríamos terriblemente si algo malo le sucediera a alguno de ellos. Es sobre esta base que, en esta práctica de siete partes, desarrollaríamos el amor: el deseo de que sean felices y no infelices.
Pero aquí, en la meditación de la bodichita de once partes, sobre la base de este amor reconfortante, luego introducimos la secuencia igualar nuestra actitud hacia todos. Hacemos esto enfocándonos en el hecho de que todos somos iguales en el deseo de ser felices y nadie quiere ser infeliz. Luego, nos enfocamos en las desventajas del egocentrismo, y luego meditamos en las ventajas de valorar a los demás. Esto conduce a la práctica del tonglen, en la que invertimos la secuencia que se encuentra en la práctica de siete partes, al primero tomar el sufrimiento de los demás con compasión y luego darles felicidad con amor. Luego reanudamos la secuencia de la práctica de siete partes con el desarrollo de una determinación excepcional, seguida de la generación de un anhelo de la bodichita. Esa es la meditación de la bodichita en once partes.
La práctica del tonglen
Dentro del contexto de lo que hemos estado discutiendo hasta ahora, tenemos la práctica que se menciona en el texto, de hacer tonglen, montándolo en la respiración. Como dije antes, el tonglen es increíblemente avanzado y no es en absoluto un tema trivial. En realidad, hay dos formas de aplicarlo. Una se centra en el sufrimiento de los demás y la otra trabaja con nuestro propio sufrimiento. Es importante establecer que, cuando imaginamos que asumimos el sufrimiento de los demás, debemos estar totalmente dispuestos a experimentarlo directamente. En el nivel más simple, pensamos: “Voy a lidiar con tus problemas y voy a tratar de encontrar una solución para ti”. Hacemos esto sobre la base de la igualdad entre nosotros y los demás, sintiendo verdaderamente como si fuera nuestro propio problema.
Además, esta es la razón por la que, cuando hablamos de renuncia y compasión, las tratamos básicamente como la misma emoción. La renuncia se basa en el deseo de estar libres de nuestros propios problemas, y la compasión es tener esa misma intensidad para que los demás también sean libres. Si nosotros mismos hemos experimentado los tipos de sufrimientos que tienen los demás, tendremos mucha más empatía y seremos mucho más capaces de comprender y valorar el dolor de otras personas. Como he dicho, al hacer esta práctica realmente necesitamos estar dispuestos a asumir el sufrimiento de los demás. Es como si estuviéramos ayudando a alguien que tiene un resfriado. En lugar de poner defensas, lo que por lo general hace que nos contagiemos más fácilmente, tratamos de no tenerle miedo. Ahora, por supuesto, si al ser hombres nunca hemos experimentado el dolor que implica el parto, obviamente eso es muy difícil de imaginar para nosotros, pero hacemos todo lo posible. Obviamente, hay ciertas cosas con las que será muy difícil empatizar.
Naturalmente, en la mayoría de los casos no va a funcionar que realmente eliminemos el sufrimiento de los demás. Sin embargo, si pensamos en términos del ejemplo de nuestro propio hijo enfermo, obviamente la energía detrás del deseo de liberarlo del sufrimiento es mucho más fuerte que si simplemente nosotros estuviéramos enfermos. Pero, como dije, en la mayoría de los casos no podemos tomar el sufrimiento de los demás, porque obviamente proviene de sus propias causas kármicas. No obstante, lo que podemos hacer es proporcionar las circunstancias para que maduren sus potenciales kármicos positivos, digamos que se recuperen del resfriado más rápidamente o algo así. Es como hacer aspiraciones o plegarias por una larga vida o al Buda de la Medicina. Este tipo de prácticas construyen las circunstancias que pueden actuar como condiciones para que madure un potencial kármico más positivo.
De la misma manera, en términos de nosotros mismos, cuando pensamos: “Que podamos realmente experimentar el sufrimiento de los demás”, es esta disposición de experimentar el sufrimiento sin miedo de que pueda activar o hacer que maduren nuestros potenciales kármicos negativos. Sin embargo, debido a nuestra intención de la bodichita, el sufrimiento que experimentaríamos sería menor que si madurara sin tal intención. Aun así, necesitamos estar dispuestos a morir. Serkong Rinpoche, mi maestro, siempre enseñó esta práctica de esa manera. Como pueden leer en este sitio web, su biografía, “Un retrato de Serkong Rinpoche”, en realidad hizo esta práctica y murió para entregar su vida a Su Santidad el Dalái Lama.
Dicho esto, este tipo de práctica avanzada solo funciona realmente si hay una relación kármica muy cercana y especial con la otra persona; normalmente no funciona. Es por eso que nunca le decimos a nadie que estamos haciendo esto, y nunca hacemos un gran escándalo al respecto, porque en la mayoría de los casos no funcionará. No solo decepcionamos a la otra persona, sino que piensan que somos un absoluto idiota; nunca más volverán a confiar en nosotros. De hecho, en el Entrenamiento mental en ocho versos se dice que siempre se haga esta práctica en secreto. Incluso si realmente no ayuda a la otra persona, el otro propósito principal de hacerlo es destruir nuestro egocentrismo, desarrollar una fuerte valentía para poder seguir realmente el camino del bodisatva, lidiar con el sufrimiento de todos y ayudar a aliviarlo. Es por eso que hay algunas visualizaciones muy fuertes que se realizan junto con esta práctica.
Visualizaciones avanzadas de tonglen
Como dice el texto, hacemos tonglen en conexión con la respiración. En la meditación imaginamos, mientras inhalamos, que tomamos los problemas de los demás al visualizar que sus problemas los dejan y entran en nosotros en ciertas formas. Mientras exhalamos, imaginamos que le damos a la otra persona no solo felicidad, sino también lo que sea que necesite. Practicar esto en conjunción con la respiración nos ayuda a conservar recordación de las visualizaciones. Cuando tomamos o asumimos los problemas de los demás, simplemente imaginamos que los problemas entran en forma de luz negra, lo cual, por supuesto, desde el punto de vista de la física occidental es una contradicción, ya que la luz no puede ser negra. De cualquier manera, imaginamos que una luz de color muy oscuro entra en nosotros y luego una luz blanca sale con nuestra respiración.
Este es el tipo de visualización que haríamos en un nivel muy inicial. Sin embargo, si no somos emocionalmente maduros, si somos inestables de alguna manera, no deberíamos en absoluto intentar practicar las visualizaciones más avanzadas, porque nos asustarán por completo. Sin embargo, para aquellos que tienen más estabilidad y una práctica más antigua, solo los mencionaré brevemente. El punto principal es que queremos destruir el egocentrismo que nos hace renuentes a lidiar con las dificultades de los demás, por ejemplo, el pensamiento: “Prefiero ignorarlo. Es demasiado horrible tratar con ello; es demasiado para mí”.
El primer nivel de visualización es imaginar que los problemas de la otra persona nos llegan en forma de sustancias sucias, como grasa, aceite de automóvil y mugre, por ejemplo. Son este tipo de sustancias realmente sucias las que afectarán la actitud que podamos tener de: “no quiero ensuciarme las manos al lidiar con esta situación”. Pero queremos ser capaces de poner “manos a la obra”, como decimos en español, con estas situaciones.
El segundo nivel implica imaginar que los problemas vienen en forma de vómitos, diarrea, pus, mocos u orina, todos los tipos de sustancias que realmente no queremos tener cerca, especialmente de otras personas. No queremos tener que lidiar con sus excrementos, limpiar su vómito o este tipo de cosas, o que nos vomiten encima. Entonces, en nuestra imaginación, nos imaginamos tomando y lidiando de forma dispuesta con los problemas de los demás, sin importar cuán repulsivos nos parezcan.
El tercer paso, el realmente avanzado, es imaginar que el sufrimiento, los problemas de los demás, nos llegan en forma de lo que más nos aterroriza, ya sean cucarachas, arañas, serpientes o lo que sea. Algunas personas no les temen a los insectos ni a los reptiles, pero debe haber algo que los aterrorice por completo. Entonces, nos enfocamos en lo que sea más aterrador para nosotros, algo de lo que realmente queremos huir a toda costa, como la violencia. Lo que sentimos cuando hacemos esto es probablemente resistencia, esta resistencia endurecida, y eso es lo que realmente queremos combatir. Porque para ser un verdadero bodisatva, debemos tener el coraje de lidiar con los problemas más horribles del mundo.
Estas son las visualizaciones más avanzadas para tomar el sufrimiento y los problemas de los demás y, como he dicho, es muy importante hacerlas solo cuando tenemos estabilidad emocional, de lo contrario, realmente es demasiado. Pero esta es la forma en que Su Santidad el Dalái Lama y Serkong Rinpoche siempre enseñaron, no la versión “Dharma-light”. Finalmente, en la última etapa, cuando exhalamos, visualizamos no solo luz blanca, sino felicidad, paz mental o lo que sea que la otra persona pueda necesitar en ese momento, como comida o seguridad.
Cómo manejar el hecho de tomar el sufrimiento de los demás
Es muy importante, al realizar este tipo de prácticas avanzadas, no aferrarse a nada de este sufrimiento interno. Si estamos imaginando, por ejemplo, ratas entrando en nosotros y devorando nuestro egocentrismo, no es que ahora estemos llenos de ratas, o que estemos llenos de vómito. En realidad, no guardamos todo ese sufrimiento dentro. Es muy importante poder disolver ese sufrimiento. Sí, estamos dispuestos a experimentarlo, pero pasa a través de nosotros.
La versión más simple, la que menciono a las personas que realmente no tienen experiencia en el budismo, es que todo lo que imaginamos se va por el desagüe, como en un fregadero en nuestro corazón. Pero también realmente necesitamos tener una comprensión de la vacuidad, que estos problemas surgen de causas y condiciones, no tienen una existencia verdadera que se pueda encontrar, y así sucesivamente. Es dentro de la comprensión de la vacuidad que las cosas realmente pueden disolverse, y es esta comprensión la que nos permite dar felicidad y demás a los otros.
También podemos pensar en términos del tipo de aproximación mahamudra, que estos problemas y apariencias horribles son olas en el océano de la mente, que naturalmente se asientan en la naturaleza pura de la mente. O podemos reflexionar que no estamos experimentando la naturaleza más profunda de la mente, que la verdadera naturaleza de la mente es la felicidad, las buenas cualidades, etc. Además, podemos adoptar este enfoque en un nivel superior del tantra yoga, el nivel del tantra anutarayoga. Podemos reconocer que todo lo que estamos imaginando se está disolviendo en la mente de luz clara, la mente de luz clara y la comprensión dichosa de la vacuidad, que es la fuente de todas las apariencias.
Es sobre la base de esta comprensión dichosa de la vacuidad con la mente de luz clara que realmente podemos dar felicidad a los demás, también en términos de la respiración. La respiración está compuesta en gran medida por energía. El sufrimiento, las emociones perturbadoras y todos los problemas de los demás son tipos de energía perturbada. Cuando tomamos esta energía con la respiración y la experimentamos directamente, como lo hacemos en el tantra yoga superior, queremos disolver esas respiraciones, esas energías perturbadas, en el nivel más sutil de la mente. Es entonces, con un tipo de energía muy tranquila, que podemos crear emanaciones para poder beneficiar a los demás.
Hay muchos niveles de profundidad con los que podemos entender cómo lidiar con los problemas de los demás en la práctica del tonglen: cómo disolverlos una vez que los hemos tomado y luego dar soluciones y felicidad a los demás. Si tenemos los antecedentes, es útil tener todo esto en cuenta.
Si al comienzo de nuestra práctica no tenemos ecuanimidad e intentamos hacer estas prácticas de tonglen, entonces lo que sucede es que solo lo hacemos por nuestros amigos y esto tiende a aumentar nuestro apego a ellos. Eso sucede porque la base para hacerlo se basa en el apego a un amigo en particular y nuestro deseo de que supere su infelicidad. Entonces, como explica Su Santidad el Dalái Lama, es mejor comenzar nuestra práctica de tonglen con ejemplos más generales, pensando en asumir los sufrimientos de todos los seres en cada uno de los seis reinos de existencia samsárica, desde los reinos del infierno hasta los cielos. Esto ayudará a estabilizar y fortalecer nuestra ecuanimidad como base para el tonglen. Aunque Su Santidad no menciona esto, personalmente creo que, una vez que podamos practicar sobre la base de la ecuanimidad, para ir más allá de la etapa en la que podríamos estar, necesitamos practicar con personas específicas que encontremos. Cuando practicamos tonglen dirigido a los sufrimientos de todos los seres en un reino específico en general, es difícil desarrollar realmente un sentimiento sincero. La práctica tiende a ser demasiado vaga.
Cuando estamos más avanzados, intentamos hacer esta práctica con personas mucho más desafiantes, no solo con las que estamos familiarizados, sino que intentamos, por ejemplo, hacer tonglen para George Bush e imaginar que asumimos el sufrimiento que debe estar experimentando, o por Saddam Hussein. Realmente estamos bastante avanzados si podemos hacer esto, porque obviamente están sufriendo enormemente.
Una vez que hemos adquirido experiencia en tomar los problemas de los demás y darles felicidad, podemos aplicar el tonglen a la segunda situación en la que se practica comúnmente. Cuando nosotros mismos sufrimos un problema específico, digamos que estamos enfermos, entonces en lugar de sentir “pobre de mí” y deprimirnos, podemos imaginar que tomamos el sufrimiento de todos los que tienen ese mismo problema. Pensamos: “Que todo venga a mí, porque puedo lidiar con eso, puedo manejarlo”. Entonces, desarrollamos el coraje y la valentía para lidiar no solo con nuestros propios problemas, con los que a nuestro egocentrismo no le gustaría lidiar; en lugar de eso, pensamos: “Denme el problema de todos. Lo voy a hacer”, por lo que lidiamos con los problemas que todo el mundo experimenta, como una enfermedad en particular o una emoción perturbadora.
En general, esta es una manera extraordinaria de transformar circunstancias negativas en positivas; sin embargo, solo si podemos hacerlo con sinceridad y si recordamos hacerlo. Pero a menudo no queremos lidiar ni siquiera con nuestros propios problemas. Simplemente sentimos lástima por nosotros mismos y es nuestro egocentrismo lo que empeora nuestros problemas. Otro buen ejemplo es cuando nos sentimos solos. Podemos tomarnos el tiempo para simplemente reconocer que tenemos el mismo problema que todos los demás. Una vez que realmente nos damos cuenta de esto, podemos esforzarnos por realmente ser de beneficio para los demás y desear: “Que la soledad de todos los demás madure en mí”.