“Entrenamiento mental” se refiere a los métodos que se utilizan para cambiar la forma en que consideramos a una persona o situación. Sin embargo, necesitamos ser cuidadosos con el término “entrenamiento mental”, dado que suena como si incluyera entrenarse en la concentración y la memoria. Realmente no se refiere a eso. En el término tibetano que se utiliza para entrenamiento mental, blo-sbyong, la palabra blo no se refiere sólo a “mente”. La palabra tiene más la connotación de una “actitud”. La palabra “entrenamiento”, sbyong en tibetano, tiene dos significados: “limpiar”, en el sentido de que limpiamos una actitud negativa, y “entrenar”, que se refiere a entrenarse en una actitud más positiva. Así, algunas veces es más fácil entender el entrenamiento mental como “entrenamiento de actitudes”.
La principal actitud negativa a limpiar es nuestra actitud autocentrada, la cual incluye ser egocéntricos y egoístas, que pensemos sólo en nosotros mismos. La actitud positiva a entrenar es la actitud de apreciar a los demás, la cual incluye pensar principalmente en el bienestar de los demás con amor y compasión. El método utilizado en todas las técnicas de entrenamiento mental se ajusta bien a la aproximación general del Buda, conocida como “Las Cuatro Verdades Nobles”.
Las Cuatro Verdades Nobles
El Buda enseñó en un nivel muy práctico cómo superar los problemas de nuestra vida. De hecho, todo lo que enseñó estaba dirigido hacia ese propósito. Todos tenemos muchos niveles y tipos diferentes de problemas. Algunos son burdos y duelen mucho; nos causan una enorme cantidad de dolor, sea físico, mental, o ambos. Otros son un poco más sutiles, pero aun así son muy dolorosos. Por ejemplo, disfrutamos de diversas cosas en la vida, pero nos sentimos frustrados porque no nos satisfacemos plenamente: no duran para siempre; cambian. Las cosas en nuestra vida nunca son estables; tienen altibajos. Algunas veces las cosas van bien, algunas veces no, y lo que es realmente inestable es cómo nos sentimos. Algunas veces nos sentimos felices, algunas veces nos sentimos infelices; algunas veces nos parece que no sentimos nada y no tenemos la menor idea de cómo nos sentiremos en el siguiente momento. No parece depender tanto de la gente con la que estamos o de lo que estemos haciendo; simplemente, de manera repentina, nuestro estado de ánimo cambia.
Asimismo, todos tenemos problemas emocionales y éstos nos causan diferentes problemas en la vida. Lo que es realmente frustrante es que parece que se repiten. Pareciera que nos creamos cada vez más problemas a nosotros mismos, aunque algunas veces nos da la impresión de que provienen de los demás. Pero si examinamos más de cerca y con mayor honestidad, veremos que la fuente de muchos de nuestros problemas somos nosotros mismos y, específicamente, nuestras actitudes autocentradas hacia lo que sucede en la vida.
El Buda observó todo esto. Se dio cuenta de ello en su propia vida; lo vio en la vida de los demás. Se dio cuenta de que todos estaban en el mismo predicamento. En un nivel burdo, todos tenemos dificultades tan solo con los sucesos normales de la vida (nacer, crecer, enfermar, envejecer y morir), así como con los altibajos incontrolables de nuestros sentimientos. Pero él dijo que los problemas que tenemos con estas cosas surgen de causas; no surgen de la nada. No provienen de algún súper poder externo que nos los envíe, sea que llamemos a ese poder externo “Dios”, o lo hagamos más impersonal y le llamemos destino o suerte. Esa realmente no es la fuente de nuestros problemas.
La verdadera fuente de nuestros problemas yace dentro, y cuando decimos que yace dentro no significa que seamos inherentemente malos o culpables. El Buda no decía que nacimos siendo malos, con pecados; en lugar de ello, el Buda dijo que la fuente de nuestros problemas es nuestra confusión acerca de la realidad. No es que seamos tontos, es sólo que en, nuestra experiencia cotidiana, nos parece que las cosas existen de formas imposibles que no corresponden en absoluto con la realidad. Este es el caso particularmente en términos de cómo nos vemos a nosotros mismos y a los demás, lo cual, por supuesto, moldea nuestras actitudes hacia ellos y hacia nosotros. Debido a nuestra actitud autocentrada y a nuestro excesivo interés por nosotros mismos, nos parece que somos la persona más importante, que las cosas siempre deberían salir como nosotros queremos, y que lo que experimenten los demás no importa en absoluto. Es como si lo que sintieran los demás no contara y ni siquiera existiera. Pienso que podemos entenderlo en términos de cuánto de lo que experimentamos está basado en nuestras proyecciones y expectativas no realistas, y no en las situaciones mismas que realmente enfrentamos.
Pero el Buda dijo que es posible terminar con esta situación, dejar de tener estos problemas de tal forma que nunca regresen. No estamos condenados a sufrir estos problemas para siempre. No se trata de que nuestra única solución sea consumir drogas o emborracharnos para que deje de dolernos y para sentir, al menos por un momento, que hemos escapado de nuestros problemas. Y tampoco se trata de que sólo necesitemos sumergirnos en un profundo estado meditativo para no pensar en nada, y creer que eso resolverá nuestros problemas. Tales soluciones son sólo temporales y realmente no nos liberan de nuestros problemas en absoluto. Si queremos deshacernos de nuestros problemas, necesitamos deshacernos de su causa. Necesitamos deshacernos de la confusión. Necesitamos reemplazar la confusión con entendimiento correcto. Todos somos iguales en el sentido de que todos queremos ser felices y nadie quiere ser infeliz, y nadie tiene un mayor derecho a la felicidad que los demás. Más aún, cada uno de nosotros somos sólo una persona y los demás son incontables. Si vemos esta realidad y cambiamos nuestras actitudes acorde con ella, entonces lentamente, muy lentamente, conforme nuestro entendimiento sea cada vez más profundo, también nuestros estados emocionales cambiarán.
Entrenamiento mental
Dado que vivimos una gran parte de nuestra vida en nuestro mundo fantasioso de proyecciones, nuestra confusión moldea las actitudes hacia todo lo que experimentamos. Con una actitud autocentrada, consideramos lo que nos pasa en formas egocéntricas, las cuales nos causan aún más infelicidad y problemas a nosotros mismos y a los demás. Pero con un cambio de actitud, nuestra experiencia de los sucesos de la vida cambia dramáticamente.
Por ejemplo, en lugar de considerar un retraso en nuestro vuelo como un desastre personal, podemos ver que la realidad simplemente es que ahora nosotros y los demás pasajeros tendremos más tiempo en la sala de espera. Así, podemos cambiar la forma en que consideramos la situación y, con una actitud que ahora se interesa por cómo los demás enfrentan el retraso, podemos verla como una oportunidad para iniciar una conversación con algún otro pasajero; al estar tranquilos y no molestos, ayudamos a la otra persona a calmarse y no estar perturbada. Así como podemos entrenar nuestro cuerpo con el ejercicio físico para que se fortalezca y tenga mayor resistencia, podemos entrenar a nuestra mente y sus actitudes con la meditación para fortalecerla, volverla más positiva y con mayor resistencia ante las situaciones potencialmente perturbadoras, para que no sufra alteraciones emocionales.
Desarrollar fortaleza emocional
Algunas veces podemos entender cuáles son nuestros problemas. Entendemos que estamos experimentando algún tipo particular de alteración emocional porque nuestra mente está limitada y estrecha, pensando sólo en nosotros mismos, pero eso no parece cambiar nuestras emociones. Sentimos que nuestro entendimiento realmente no puede afectar cómo nos sentimos, pero el problema es que el entendimiento no es lo suficientemente profundo. No sólo no es lo suficientemente profundo, sino que no ha penetrado durante el tiempo suficiente como para modificar nuestras actitudes.
Utilicemos nuevamente el ejemplo de la salud física para ilustrar esto. Supongamos que nos sentimos físicamente débiles, cansados y pesados todo el tiempo, de tal forma que empezamos a ir al gimnasio o a un club deportivo y comenzamos a ejercitarnos de forma regular. Sin embargo, haber iniciado un programa de ejercicios no cambia de forma instantánea cómo nos sentimos físicamente. Toma bastante tiempo, por lo general varios meses, que empecemos a sentir el efecto en términos de nuestra salud. Sin embargo, entre más nos ejercitamos y conforme se vuelve una parte regular de nuestra rutina, después de un tiempo realmente cambia la forma en que nos sentimos: empezamos a sentirnos muy bien. Nos sentimos mejor acerca de nosotros mismos y eso nos ayuda a sentirnos mejor en términos de cómo nos relacionamos con los demás.
Algo similar sucede cuando tenemos cierto entendimiento de lo que está sucediendo en nuestra mente, en nuestras emociones y en nuestras actitudes. Si conservamos un entendimiento durante más tiempo y nos lo recordamos constantemente a nosotros mismos, más profundo se volverá. Así, aunque el cambio emocional no sea inmediato, empezamos a desarrollar más equilibro emocional y fortaleza conforme transformamos nuestras actitudes.
Niveles de motivación para trabajar con nosotros mismos
Ir al club deportivo requiere, no solo disciplina, sino también presencia mental, lo cual significa recordar que tenemos que ir y no olvidarlo. Debajo de todo eso está lo que llamamos “actitud considerada”: nos interesamos por nosotros mismos, por cómo nos vemos, por cómo nos sentimos, etc. Nos tomamos en serio y respetamos, en cierto sentido, el “derecho” que tenemos de ser felices y sentirnos bien. Lo mismo es cierto en términos de entendernos a nosotros mismos, entender cómo funciona nuestra vida emocional. Eso también depende de interesarnos por nosotros mismos y sentir que sí, también tenemos derecho a una mejor salud emocional.
Esta actitud de consideración hacia nosotros mismos es muy diferente de una actitud autocentrada. Con la actitud autocentrada solo pensamos en nosotros e ignoramos el bienestar de los demás; no nos importa cómo nuestras actitudes o nuestra conducta afectan a las personas con las que interactuamos o, simplemente, con aquellas que nos encontramos. Por otro lado, con una actitud considerada nos damos cuenta de que nuestra infelicidad y problemas en la vida provienen de nuestro egocentrismo y de nuestra actitud egoísta y, dado que queremos ser felices, nos preocupamos por nosotros al grado de que queremos hacer algo para cambiar esa situación. Trabajamos para cambiar nuestras actitudes y conducta, y en el futuro procuraremos poner en práctica aquello en lo que nos estamos entrenando.
Ahora, por supuesto que existen muchos diferentes niveles de motivación para trabajar con nosotros mismos de esta manera. Cuando analizamos lo que queremos decir por motivación, estamos hablando de cuál es nuestra meta al trabajar con nosotros y cuál es la fuerza emocional que nos conduce hacia esa meta. Las enseñanzas budistas señalan muchos niveles progresivos de meditación conforme avanzamos en el camino. Podemos trabajar simplemente para mejorar la calidad de nuestra vida, porque ahora mismo no es satisfactoria, y no solo queremos que deje de ser insatisfactoria sino que también sería muy bueno que no empeorara. De hecho, ¡sería maravilloso que mejorara! Estamos realmente insatisfechos y hemos llegado al punto en que estamos hartos y queremos hacer algo al respecto.
En un nivel más avanzado, también podemos pensar en términos, no solo de esta vida, sino también de vidas futuras. No queremos que las cosas empeoren tampoco en vidas futuras. Nos sentimos motivados por la misma fuerza emocional que cuando queremos mejorar las cosas en esta misma vida, solo que consideramos un periodo más largo. Podemos incluso tener un paso intermedio entre los dos anteriores, el cual consiste en pensar en términos de no querer tener los diversos problemas que tenemos en nuestra familia, o heredar a las futuras generaciones nuestra manera de enfrentar las cosas.
Más allá de pensar en las vidas futuras, podríamos estar motivados por querer salir completamente de todo el ciclo de renacimiento frustrante e insatisfactorio. O, movidos por la compasión, podríamos pensar en términos de ayudar a los demás a superar todos los niveles de problemas. Si hacemos eso, entonces estamos trabajando para convertirnos en un buda.
Para ser realmente una persona con estos niveles más avanzados de motivación, requerimos una enorme cantidad de entrenamiento. Sin embargo, cualquiera que sea nuestro nivel, en las enseñanzas del Buda encontramos muchos métodos que pueden ser útiles. Por ejemplo, aunque solo pensemos en términos de esta vida, seríamos movidos, no solo por pensamientos de nosotros mismos y de nuestros problemas, sino también por la compasión, al pensar en los demás. En otras palabras, no solo queremos superar nuestros problemas porque nos causan dificultades y eso es muy doloroso para nosotros, sino también porque nos impiden ser de la mejor ayuda para los demás. Esto funciona en nosotros como un entrenamiento mental.
Por ejemplo, supongamos que somos alcohólicos. Desde una perspectiva, podríamos sentirnos motivados a superar nuestra dependencia al alcohol porque es algo muy perjudicial para nosotros, para nuestra salud, para todo en general. Tener una resaca en la mañana nos hace sentir muy mal. Sin embargo, podríamos estar aún más fuertemente motivados si pensamos en nuestra familia. Podríamos pensar cómo nuestra forma de beber nos impide ser buenos padres, por ejemplo; o cómo el alcohol nos hace actuar de forma irracional y eso realmente daña a nuestra familia, a nuestros amigos, etc. Cuando nos damos cuenta de que nuestra familia nos necesita y que nuestro problema de alcoholismo en verdad nos impide satisfacer sus necesidades reales, tenemos mayor fortaleza para tratar de superar la dependencia.
Así que, aun si estamos practicando los métodos budistas en el contexto de tratar de mejorar esta misma vida, la motivación del amor y la compasión por los demás es muy importante. Eso se enfatiza en estas enseñanzas del entrenamiento mental para tener consideración por los demás: aunque podríamos aplicar muchos de estos métodos solo por nuestro propio beneficio de sentirnos mejor, ciertamente es bastante superior aplicar estos métodos de tal forma que podamos ser de mejor ayuda a los demás.
Las ocho cosas transitorias en la vida (las ocho preocupaciones mundanas)
En nuestra vida enfrentamos diversas situaciones difíciles. Quizás sean difíciles en el sentido de que son dolorosas. No tienen que ser dolorosas en un sentido físico, también pueden serlo a un nivel mental. Estas situaciones difíciles pueden ser, por ejemplo, enfrentar circunstancias que causan que nuestras emociones perturbadoras surjan con fuerza. Estas emociones perturbadoras podrían ser, por un lado, el enojo, pero por otro lado, un fuerte apego. Todos sabemos lo incómodos que nos sentimos cuando nuestra mente está llena de enojo u hostilidad, o cuando está llena de gran apego y deseo anhelante.
Algunas situaciones son particularmente difíciles y se enumeran en un listado budista como las llamadas ocho “cosas transitorias de la vida”. Algunas veces se les traduce como "las ocho preocupaciones mundanas" o “los ocho dharmas mundanos”, pero están hablando de cosas que suceden en nuestra vida y que son transitorias, que no son estables, que pasan. Suceden en cuatro pares:
- Recibir alabanza o crítica – si recibimos halagos, nos sentimos eufóricos y nos apegamos a ello; y cuando nos critican, nos sentimos alterados y enojados.
- Recibir buenas o malas noticias – cuando recibimos buenas noticias nos emocionamos mucho y por supuesto que nos apegamos a ello, queremos que dure, lo cual nunca sucede. Cuando escuchamos malas noticias nos alteramos mucho, y con frecuencia nos deprimimos o nos enojamos.
- Experimentar ganancias o pérdidas – cuando ganamos algo, por ejemplo, cuando alguien nos da algo, nos sentimos felices y emocionados, y pensamos: “qué maravilloso”. Cuando perdemos cosas o la gente nos las quita o las rompe, nos alteramos mucho. Las ganancias y las pérdidas también pueden ser en términos de las personas que llegan o se van de nuestra vida. Ganamos un amigo o perdemos un ser amado; obviamente, también puede ser en términos financieros.
- Que las cosas nos salgan bien o mal – nos emocionamos y nos apegamos en el primer caso, o nos deprimimos y nos enojamos en el segundo.
Nos alteramos por estos ocho sucesos transitorios debido a nuestro egocentrismo. Solo pensamos en nosotros mismos y en lo que nos sucede a nosotros, y sentimos que somos maravillosos o pensamos “pobre de mí”.
Aplicar fuerzas oponentes provisionales
El Buda enseñó muchos métodos diferentes para superar las emociones perturbadoras que, por lo general, surgen en respuesta a estas ocho cosas transitorias de la vida. Cada una de ellas implica entrenarnos a nosotros mismos a ver lo que estamos experimentando con una actitud más beneficiosa de consideración por los demás. Un método es ver una situación a través de los lentes de una fuerza oponente provisional. No nos va a liberar de la emoción perturbadora para siempre; no es lo suficientemente profunda, pero es muy útil.
El amor como oponente del enojo
Digamos, por ejemplo, que las cosas nos están saliendo mal. Tenemos en nuestra vida a una persona que siempre nos trata de forma muy grosera y desagradable, y siempre nos enojamos con ella. Al pensar solo en nosotros mismos, nos obsesionamos con “no me gusta como tú me estás tratando a mí”. Lo que en este caso aplicaríamos como un oponente provisional para el enojo es el amor. Ahora, no estamos simplemente diciendo: “bueno, no te enojes con esa persona, ámala”. Obviamente, para la mayoría de nosotros no es tan fácil hacer ese cambio, pero a continuación expongo un buen ejemplo de utilizar el entendimiento para ser capaces de cambiar nuestro estado emocional y nuestra actitud, basados en tener consideración por los demás.
Esta persona está actuando de forma terrible hacia nosotros y, ¿por qué lo está haciendo? Porque algo le molesta. Estoy seguro de que todos conocen alguna persona que, por ejemplo, siempre se está quejando; su conversación gira en torno a quejarse de esto y aquello. Siempre están hablando de sí mismos y estar a su lado es una experiencia completamente deprimente. Si lo analizamos, obviamente la persona actúa de esa manera porque es extremadamente infeliz. Una forma productiva de cambiar nuestra actitud sería pensar: “si esta persona fuera feliz, dejaría de quejarse todo el tiempo y de hacerme la vida difícil”. La definición de amor en el budismo es el deseo de que la otra persona sea feliz y tenga las causas de la felicidad. Así, nos sentiremos menos alterados si en lugar de desear que la otra persona se vaya y no nos moleste, desarrollamos el deseo de que sea feliz, que cualquier cosa que la esté molestando desaparezca. Practicar en la meditación la puesta en práctica de semejante cambio de actitud es “entrenamiento mental”.
Disminuir la atracción sexual obsesiva
De manera similar, si nos sentimos muy atraídos hacia alguien, aplicamos oponentes provisionales que hagan uso de nuestra imaginación. En lugar de ser egocéntricos y pensar en la persona sólo en términos de su apariencia externa, como si fuera meramente un objeto para que yo lo consuma para mi placer, podemos imaginar cómo luce por dentro (su estómago, intestinos, cerebro y demás). Resulta especialmente útil imaginar el esqueleto de su cráneo cuando vemos su cara. Y, por supuesto, lo que nos imaginamos es verdadero, eso es lo que hay debajo de la piel de la persona.
Otro método efectivo es imaginarla como un bebé y después como una persona muy anciana. De esta forma, disminuimos nuestro apego, especialmente si se trata de atracción sexual, al darnos cuenta de que lo que vemos es sólo apariencia superficial, la cual, ciertamente, no va a durar. Si la otra persona tuviera una terrible enfermedad de la piel, o estuviera cubierta por un terrible acné, ¿aun así la encontraríamos tan atractiva? Mientras más comprendamos que, de hecho, dentro de la persona hay intestinos y esqueleto, más cambiará nuestra actitud y nuestra inquietud emocional se calmará. Nos volveremos más estables.
Después podemos aplicar métodos para desarrollar una actitud de consideración. Con relación a la persona por quien sentimos una fuerte atracción sexual, podríamos ver que, cuando sentimos un apego y una atracción tan fuertes, por lo general nos enfocamos solamente en el cuerpo. Perdemos de vista que se trata de un ser humano que quiere ser feliz, que no quiere ser infeliz y que no quiere ser tratado solamente como un objeto sexual. Esta persona tiene sus propias inseguridades y problemas emocionales; de esta manera, tales formas de considerarla son poderes oponentes para el hecho de sólo verla como un objeto sexual. Realmente la vemos como un ser humano y empezamos a desarrollar un interés sincero por su felicidad y su bienestar.
Evitar la repulsión o la indiferencia hacia mendigos o personas con discapacidad
Aplicar un oponente provisional también es extremadamente efectivo cuando vemos a alguien que nos parece feo o repulsivo. Esto es particularmente útil cuando nos encontramos con mendigos o con personas extremadamente pobres, en posiciones muy bajas, en países como aquí en México o en la India, en donde nos encontramos con este tipo de personas con más frecuencia que en otros países. También podemos usarlo hacia las personas con discapacidad, sean ciegos, sordos o paralizados, con quienes a menudo nos sentimos muy extraños e incómodos.
Recuerdo que una vez en Berlín hubo una exposición sobre personas discapacitadas. Una de las secciones incluía una serie de videos con entrevistas a personas con parálisis. Sus miembros se sacudían incontrolablemente, su boca estaba totalmente torcida y su discurso estaba mal articulado. Estas personas hablaban sobre su vida sexual y relataban que tienen exactamente los mismos tipos de emociones, exactamente los mismos tipos de necesidades sexuales y deseos de relacionarse que todos los demás. Después describieron el tipo de relaciones amorosas que mantienen. Todas las escuelas tenían que asistir a la exposición, lo cual me pareció maravilloso: mostrar que estas personas son reales, como todos los demás. Es una forma muy útil de superar nuestra repulsión egoísta, nuestra indiferencia o nuestra mera incomodidad cuando estamos con quienes son diferentes.
Otro método útil es pensar que la persona mayor que está mendigando en la calle es nuestra madre, sin hogar y pidiendo limosna, o pensar: “es mi padre”. O si vemos a un joven mendigando en la calle, podemos pensar: “mi hijo” o “mi hija”, como si realmente estuvieran en esa situación. Este cambio de actitud, de cómo consideramos a la persona, modifica completamente nuestra respuesta emocional.
Debo admitir que yo nunca lo he hecho, pero conozco a un maestro zen occidental que vive en Nueva York, que lleva a sus estudiantes a vivir en las calles, si así lo desean, sin nada de dinero, ni tarjetas de crédito o débito ni nada por el estilo, para que durante una semana experimenten lo que es ser un indigente y mendigar.
Estas son “medicinas” muy poderosas para superar nuestra indiferencia hacia quienes atraviesan situaciones difíciles. Estoy pensando con cuánta frecuencia, cuando nos encontramos con personas en esas condiciones, no queremos ni mirarlos. Nos hacen sentir incómodos. Imaginen que se encuentran del otro lado de la situación. Ahí están ustedes, luchando, y nadie quiere ni siquiera mirarlos ni reconocer que existen, o los ahuyentan como si fueran un mosquito. En fin, estos son métodos para aplicar fuerzas oponentes, pero son provisionales, no llegan a la raíz del problema.
Aplicar el oponente de acción más profundo
Un segundo método de entrenamiento mental es aplicar un oponente que no sea meramente un remedio provisional, sino uno que realmente vaya a la raíz del problema y lo elimine. Esto se refiere a aplicar un estado mental que sea mutuamente excluyente, el opuesto exacto de uno erróneo o confuso. Se refiere a un entendimiento de la vacuidad (vacío), es decir, una forma equivocada de considerar a una persona o situación, que no corresponde en absoluto con la realidad. En otras palabras, debajo de nuestro apego o nuestro enojo se encuentra básicamente nuestra confusión acerca de cómo existen las cosas.
Este no es el momento de entrar en una discusión profunda sobre la vacuidad, así que nos quedaremos en un nivel muy básico. Supongamos, por ejemplo, que van a visitar a su abuelo enfermo o a un familiar anciano en un asilo. A medida que bajan por el pasillo hacia su habitación, pasan al lado de una mujer vieja y arrugada, desplomada en una silla de ruedas, que murmura cosas para sí misma, salivando y picoteando una toalla que tiene en el regazo. Cuando vemos una persona así nos sentimos muy incómodos. Solemos pensar que siempre fue así. Y si ella levanta su mano y trata de agarrar la nuestra o sólo tocarnos, nos asustamos. Sólo pensamos en nosotros mismos.
Por supuesto, en este caso podríamos aplicar la fuerza oponente provisional de recordar que es un ser humano. Tuvo una vida, una familia, una profesión y alguna vez fue joven; no siempre se vio así. Está tratando de agarrarnos porque quiere contacto humano. Pensar eso sería efectivo, pero podemos usar un método más profundo, que sería reconocer que la forma en que nos imaginamos que ella existe, tan sólo como aparece, vieja y decrépita, sin haber sido nunca nada más, es imposible. Nadie puede existir de esa manera, como si estuvieran congelados en el tiempo en una fotografía. Después podríamos enfocarnos en: “no existe tal cosa, es imposible”. Esa es una forma mucho más fuerte de detener nuestra confusión, de tal manera que podamos tener una actitud más realista y compasiva hacia ella.
Relajar nuestras emociones perturbadoras para descubrir el darse cuenta profundo subyacente
Otro método es uno que se utiliza en un tipo de meditación avanzada llamado “mahamudra”, a saber, “ver el darse cuenta profundo subyacente, en el que la emoción perturbadora automáticamente se libera a sí misma”. Este método hace uso de los mecanismos básicos con los que nuestra mente percibe la realidad, “la forma en que trabaja nuestra mente”, por decirlo en términos sencillos.
Veamos un ejemplo. Supongamos que tenemos una fuerte atracción y deseo anhelante por alguien. Si podemos relajar la tensión en ese estado emocional, lo que encontramos debajo es lo que se llama “conciencia de individualidades”. En otras palabras, lo único que está sucediendo en términos de nuestro darnos cuenta de esta persona, es que estamos especificándola como un individuo, opuesto a todos los demás. De hecho, eso es lo único que está sucediendo en términos de la estructura básica de la mente. Después, proyectamos sobre eso: “esta persona es realmente especial”. Exageramos ciertas cualidades y después experimentamos atracción y deseo anhelante, o apego.
El deseo anhelante es cuando no tenemos el objeto, queremos obtenerlo; apego es cuando ya lo tenemos y no queremos soltarlo. Obviamente, ambos son completamente egocéntricos. Si relajamos la tensa energía de la exageración y el aferramiento de este estado mental, lo único que queda es la estructura básica de lo que la mente hace con el objeto, que es sólo especificarlo. Eso es todo.
Este es un método muy avanzado, pero muy efectivo si realmente podemos utilizarlo, pero no dejarnos llevar por nuestras emociones requiere un poco de madurez. Necesitamos ser capaces de ver qué sucede debajo de nuestra forma emocional de lidiar con algo y después calmarnos. Mientras más veamos la estructura cognitiva básica que la subyace, nos daremos cuenta de que la emoción simplemente se libera a sí misma de forma automática.
Cambiar las circunstancias negativas en positivas: cómo vemos a los demás
El siguiente método, cambiar las situaciones que pensamos que no son conducentes para nuestra práctica en circunstancias que sí lo son, es el que principalmente se enseña en los textos tradicionales de entrenamiento mental, específicamente en el Entrenamiento mental en ocho versos, de Langri-tangpa. Un verso de un gran maestro indio, Shantideva, en Involucrarse en el comportamiento del bodisatva, indica este tipo de aproximación. Él escribió:
(VI.10) Si puede solucionarse, ¿por qué tener un estado de ánimo desagradable? Y si no puede solucionarse, ¿en qué ayuda tener un estado de ánimo desagradable?
Si podemos hacer algo para cambiar la situación, ¿por qué nos preocupamos? Solo cambiémosla. Y si no podemos hacer nada, ¿por qué nos alteramos? No será de ayuda. Así que si estamos en una circunstancia que nos parece muy perjudicial, muy difícil, como la crítica o que las cosas nos salgan mal, y realmente no podemos cambiarla, ¿qué sentido tiene enojarnos y alterarnos? Simplemente cambiemos nuestra actitud hacia ello.
Hay muchas maneras diferentes de transformar una situación adversa en una positiva. Una cierta cantidad de formas de cambiar nuestra actitud tiene que ver con cómo vemos a los demás de manera diferente cuando nos causan problemas, y otras tienen que ver con cómo nos vemos a nosotros mismos en tales situaciones difíciles. Revisemos primero las que tienen que ver con nuestras actitudes hacia los demás.
Ver a las personas difíciles como una joya que concede los deseos
Una forma de cambiar nuestra actitud hacia personas que nos causan problemas es verlas como “una joya que concede los deseos”. Por ejemplo, podemos pensar: “esta persona está ofreciéndome un desafío, una oportunidad de crecer, de probar cuánto me he desarrollado. Es maravilloso”. O “esta persona me ha invitado a desayunar y siempre se está quejando, es totalmente deprimente estar con ella, ¡es maravilloso!. Es maravilloso que esta persona me haya invitado porque ahora tengo una oportunidad de realmente practicar la paciencia y la comprensión”. Así que son como una joya que concede los deseos. “Qué maravilla que mi vecino me haya pedido que cuide al bebé que sé que se la pasará llorando y gritando toda la noche. Es grandioso”.
Shantideva lo dijo de forma muy hermosa:
(VI.107) Por lo tanto, estaré encantado con el enemigo que aparece en mi casa como un tesoro, sin que haya tenido que adquirirlo con fatiga, dado que se vuelve mi ayudante en la conducta del bodisatva.
Lo que le produce más gozo a un bodisatva, a alguien que se dedica a alcanzar la iluminación en beneficio de los demás, es que una persona le pida que haga algo por ella. Si nadie le pide que haga nada se siente muy triste, se siente inútil. Tengo una página de internet y recibo muchos correos electrónicos con preguntas o solicitándome que haga cosas, y es muy fácil sentirse abrumado por la cantidad de correos que llegan. Pero si realmente pudiera practicar esto, me sentiría encantado. Mientras más correos lleguen, más oportunidad tengo de ayudar a la gente. Si hacemos aspiraciones desde una perspectiva budista, “que pueda ayudar a todos los seres”, y cada vez acuden más seres a nosotros para que los ayudemos, ¿no es acaso que nuestras aspiraciones se han vuelto realidad?
Como escribió Shantideva:
(VII. 64) Aunque las personas llevan a cabo acciones con el fin de ser felices, no es claro si lo serán o no; pero para (un bodisatva) cuyas acciones realmente producen felicidad, ¿cómo puede ser feliz sin hacer tales acciones?
Considerar a las personas difíciles como nuestro hijo enfermo
Otro cambio de actitud es considerar que esta persona que nos causa tantos problemas y con quien es tan desagradable estar, es como nuestro hijo enfermo. Cuando nuestro hijo está enfermo, de mal humor y lloroso, puede hacernos pasar un rato terrible, pero básicamente seguimos sintiendo mucho amor por él porque entendemos que está enfermo. Quizás necesita que lo llevemos a la cama o lo que sea. Y si nuestro hijo exhausto nos dice: “te odio y no quiero ir a dormir”, no lo tomamos en serio porque está enfermo. De esta forma, es un asunto solo de cambiar nuestra actitud hacia la persona con la que es desagradable estar, considerándola como un niño enfermo, en lugar de considerarla una peste insoportable. De esta forma, nos interesamos por la otra persona y no sólo por nosotros mismos.
Considerar a las personas difíciles como nuestras maestras
Una tercera forma es considerarlas como nuestras maestras. Hay una historia famosa que cuenta que, cuando Atisha fue al Tíbet, llevó consigo a un cocinero indio que nunca seguía instrucciones y siempre estaba discutiendo. Los tibetanos le dijeron a Atisha: “¿Por qué no lo envía de vuelta a la India? Podemos cocinar para usted”, y Atisha dijo: “¡No, no! No sólo es mi cocinero, es mi maestro de paciencia”. Así que si tenemos un familiar irritante en nuestra vida con quien de todas formas tengamos que lidiar, es muy útil considerarlo como nuestro maestro de paciencia.
De hecho, las personas pueden enseñarnos muchas, muchas cosas. Por ejemplo, al actuar mal nos enseñan a no actuar así. Incluso nuestro perro puede ser nuestro maestro. ¿Alguna vez han notado que, si llevan a su perro con ustedes todo el día, puede simplemente acostarse en cualquier lado y relajarse, incluso dormirse donde quiera que lo necesite? En cambio, nosotros pensamos: “oh, tiene que ser una cama especial, tiene que tener sábanas especiales, tiene que ser suave” o “tiene que ser dura”, o esto o aquello. El perro no se queja, puede sencillamente acostarse en cualquier parte. Esa es una gran enseñanza. Hay maneras de ver a los demás de forma diferente cuando nos causan problemas: verlos como una joya que concede los deseos, como nuestro hijo enfermo o como un maestro.
Cambiar las circunstancias negativas en positivas: cómo nos consideramos a nosotros mismos
Dar la victoria a los demás
También existen métodos con respecto a cómo podemos vernos de manera diferente y cambiar nuestra actitud hacia nosotros mismos. El primero es “da la victoria a los demás y acepta la derrota”. En otras palabras, con una actitud autocentrada tendemos a pensar en nosotros mismos en términos de: “tengo que ganar, tengo que salirme con la mía y la otra persona tiene que ceder”; mientras que, si aceptamos la derrota, la discusión se termina. Por ejemplo, estamos con un amigo o con nuestra pareja y tenemos que decidir a cuál restaurante ir. Si nuestro amigo quiere ir a cierto lugar y nosotros a otro, entonces empezamos a discutir sin sentido. Pero en última instancia, ¿cuál es la diferencia? Si nosotros simplemente aceptamos y decimos: “Muy bien, vayamos al restaurante que tú quieres”, ponemos fin a la discusión. En otras palabras, la discusión se termina si valoramos a la otra persona más que a nosotros mismos y le damos la victoria.
Ahora, no estamos hablando de situaciones realmente drásticas, en las que la otra persona sugiere algo muy negativo y destructivo; sin embargo, cuando realmente no implica una diferencia profunda, démosle la victoria al otro. Por supuesto, puede haber objeciones con respecto a esta táctica; si nosotros siempre cedemos y la otra persona se aprovecha de nosotros, entonces obviamente tenemos que saber cuándo utilizar este método. Pero hay muchas situaciones en las que esta es la mejor forma de abordar un problema.
Les daré un ejemplo de mi propia experiencia. Vivo en uno de los distritos de Berlín en lo que hay más restaurantes, en una transitada esquina. Es un edificio de apartamentos; en la planta baja solía haber una taberna muy silenciosa, pero luego abrió ahí un nuevo restaurante español muy popular. Este restaurant abre desde las siete de la mañana hasta las tres de la mañana, los siete días de la semana. Cuando el clima es cálido, colocan mesas afuera, a ambos lados del edificio. La gente se sienta y bebe cerveza o vino, conversa ruidosamente y se ríe hasta las tres de la mañana. Cuando abrieron el restaurante, con las mesas al aire libre justo debajo de las ventanas de mi habitación, solía quedarme acostado, incapaz de conciliar el sueño a causa del ruido. Frustrado, enojado y pensando solo en mí mismo y no en que ellos estaban pasando un buen rato, solía tener todo tipo de fantasías. Imaginaba que estábamos en un castillo medieval y que vertía una enorme tina de alquitrán ardiente sobre las personas. Pero no podía quedarme sólo como el viejo gruñón que siempre estaba llamando y diciendo: “¡dígale a las personas que se callen o llamaré a la policía!”. No iba a funcionar.
Así que decidí que la única forma de lidiar con este problema era darles la victoria a los demás y aceptar mi derrota. Que disfrutaran las noches veraniegas era más importante que el hecho de que yo pudiera dormir en mi habitación. El único cuarto de mi casa que no da a la calle es la cocina. Tengo una cocina muy grande con una plataforma elevada para desayunar. Hay suficiente espacio vacío, así que duermo ahí en los meses cálidos. Mantengo mi colchón contra la pared durante el día y en la noche lo coloco sobre el piso y duermo en la cocina. Es perfectamente silencioso y, de hecho, también es la habitación más fresca de la casa.
Estoy muy feliz durmiendo en la cocina. Les he dado la victoria y no me importa qué tan ruidosos sean, porque no los escucho. Esto también es muy bueno en los días previos a Año Nuevo, porque a los alemanes les gustan mucho los cohetes. Hay mucho ruido en la calle pero, nuevamente, si cambio mi actitud al respecto, les doy la victoria y duermo en la cocina, no hay ningún problema.
Las cosas negativas que me pasan queman mi karma negativo
Un segundo método es ver las cosas negativas que nos pasan como si “quemaran nuestro karma negativo”. Esto no significa que las aceptemos como si se tratara de un castigo, sino que pensamos que esta cosa difícil que nos pasa está quemando algún karma negativo de una forma menor y, al hacerlo, impide que madure de una forma más terrible en el futuro. Un ejemplo simple: estamos atrapados en el tráfico y no podemos movernos durante un largo rato. Así que pensamos: “¡Grandioso! Esto está quemando el karma de estar paralizado, de una situación en la que realmente no pueda moverme, por ejemplo, tener un derrame cerebral en el futuro”. Así, nos regocijamos en el hecho de que sucedan estas cosas negativas porque eso despeja el camino para que todo vaya mucho mejor en el futuro.
Los budistas tradicionales creen en los espíritus dañinos. Si nosotros también aceptamos su existencia, entonces podemos llevar este cambio de actitud incluso un poco más lejos y pedirles a los espíritus dañinos: “Mándenme más. Hagan más”. Recientemente tuve una muy buena experiencia al respecto. Esto empezó más o menos a mediados de julio; durante casi dos meses todo empezó a salir mal. Todo se descomponía. Tuve una infección en un extraño lunar que me salió en la espalda y no puede ir al club deportivo durante casi dos meses porque en algún momento, cuando la infección se quitó, tuvieron que removerlo. Después le entró un virus terrible a mi computadora que incluso destruyó el disco duro, por lo que pasé un mes sin mi computadora habitual. Después se descompuso la impresora y también dos reproductores de video. Soy un gran aficionado a la astrología; por alguna razón inexplicable, desapareció la base de datos de todos los horóscopos que conservaba de diferentes personas. No me fue posible recuperar esa información. Después rompí mi taza favorita y después –en medio de todo esto- viajé a Francia para asistir a unas enseñanzas del Dalái Lama y la aerolínea perdió mi equipaje.
Eso fue lo último que pasó. Cuando mi equipaje se perdió, simplemente me reí; era absolutamente ridículo. Después empecé a pensar: “¡tomen más, espíritus dañinos! ¿Qué más harán que salga mal?”. Esto me hizo sentir mucho mejor. En lugar de poner barreras emocionales para alejar las interferencias, las acepté abiertamente e incluso le di la bienvenida a más.
Hace algunos años, tuve una infección en mi mandíbula debajo de un diente en el que previamente me habían realizado una endodoncia, por lo que me tuve que someter a una cirugía para que me retiraran un fragmento de quijada. Poco después de ese viaje a Francia fui al dentista, quien me dio la maravillosa noticia de que la infección había vuelto en el tejido cicatrizal, por lo que tendría que someterme a una segunda cirugía para retirar una parte más del hueso. Pude transformar esta noticia en algo positivo con la actitud: “¡Genial! Esto está quemando los obstáculos para echar a andar las nuevas secciones en otros idiomas de mi página web”.
De acuerdo con las enseñanzas budistas, mientras más positivo es aquello que tratamos de lograr, más obstáculos tratarán de impedir que lo consigamos. Así que consideré todos esos eventos como una situación maravillosa que estaba quemando todos los obstáculos, por lo que les pedí a los espíritus dañinos: “¡traigan más obstáculos; arrójenmelos!”. Al hacerlo de ese modo, no me sentí infeliz durante el tiempo en el que todo se descompuso. Así que si en verdad pueden aplicar este método de entrenamiento mental, realmente funciona. En lugar de ver una situación como algo sumamente difícil, horrible y deprimente, transforman su actitud y la ven como algo maravilloso.
Darle felicidad a los demás y tomar su sufrimiento (Tonglen)
El ultimo método que quiero mencionar es probablemente el más avanzado y difícil de todos. Es la práctica del tonglen, dar y tomar. Cuando estamos experimentando alguna situación difícil como, por ejemplo, un dolor de muelas, el método es pensar: “Que el dolor de muelas de todas las personas los abandone y madure en mí. Que por el hecho de yo tomar el dolor de muelas de todos los demás, nadie tenga que experimentar un dolor de muelas nunca más”. Al abrir nuestra mente y nuestro corazón a todos y estar dispuestos a aceptar el sufrimiento, superamos la rigidez, el miedo y la infelicidad de pensar solamente “pobre de mí”. Con el tonglen, vamos incluso más allá y pensamos: “disolveré todo su dolor y sufrimiento y después, tocando la felicidad básica de mi mente, les enviaré esa felicidad a ellos”.
Ahora, tenemos que ser muy cuidadosos de no adoptar una pose de mártir: “Yo sufriré por ti”, lo cual, en cierto sentido, es un engrandecimiento del ego. Debo confesar que no soy muy bueno en este método. Hacerlo requiere una enorme cantidad de valentía, pero ciertamente lo intenté hace poco.
Mencioné que tuve que someterme a una segunda cirugía en la mandíbula; estuve consciente durante todo el procedimiento. ¡Es realmente encantador! Cortan toda la encía de un lado de la boca, la remueven y luego toman algo parecido a una sierra eléctrica para cortar un pedazo del hueso de la mandíbula, un poco de la punta de la raíz del diente y algo de la carne que lo rodea. La forma en que lo hacen es casi medieval. La primera vez que me sometí a la cirugía, realmente sólo me pareció que lo que hacían era sumamente interesante. En realidad no era tan doloroso, porque la anestesia fue muy buena, aunque a medio procedimiento me aplicaron más. Pero la segunda vez que me sometí a la cirugía, la infección era mucho mayor y, cuando se tiene una infección de esa magnitud, la anestesia realmente no funciona, por lo que fue extremadamente doloroso.
Probé el método que también se utiliza en mahamudra: pensar que es solo una sensación, que no es la gran cosa. Sea que te hagas cosquillas en la mano, la pinches, la rasques o la cortes, es una sensación física, nada más, así que no hay por qué exagerar. Eso funcionó hasta cierto punto, pero después recordé el tonglen. Esto fue en el tiempo en el que había una cantidad especialmente grande de persecución y tortura en el Tíbet. Empecé a pensar en el increíble dolor que las personas estaban experimentando y, comparado con eso, yo no estaba sufriendo nada; era algo menor, duraría dos minutos y después habría terminado.
Así que en lugar de pensar: “pobrecito de mí, estoy sufriendo”, amplié mi actitud para incluir a todas esas personas del Tíbet y pensé: “la cantidad de sufrimiento que ellos tienen es mucho mayor que el pequeño sufrimiento que yo tengo ahora”, lo cual le dio al mío una perspectiva completamente diferente. Después pensé: “que todo su sufrimiento y su dolor pueda ser absorbido por este dolor en mi mandíbula y que, al yo permanecer calmado y feliz durante este procedimiento, pueda darles paz mental”.
Aunque ciertamente no lo hice bien al 100%, me ayudó mucho a enfrentar la situación. Hacerlo de forma apropiada, implica que realmente queremos sentir el dolor de los demás y que, por lo tanto, ello empeore nuestro propio dolor. Hablando de forma honesta, hacerlo con sinceridad es algo muy avanzado. Pueden decirlo con palabras, pero eso no significa nada. Querer realmente que suceda es otra cosa, pero al menos es posible hacerlo en el nivel de absorber su sufrimiento, y que ese sufrimiento baste por el que ellos tienen.
Sin embargo, no debemos confundirlo con la práctica auténtica. La práctica auténtica del tonglen es mucho más radical, porque el estado mental que se desarrolla, que se utiliza, es uno en el que, en lugar de combatir el dolor, lo aceptamos de forma voluntaria, con la autoconfianza de que podemos lidiar con él. Si lo hacemos en la gran escala del sufrimiento de todos los demás, por supuesto que tenemos la autoconfianza de aceptar y lidiar con nuestro propio sufrimiento, y no combatirlo ni vernos amedrentados por él. Así que no es un método mágico; si analizan lo que sucede con él, tiene un enorme sentido.
Resumen
Así pues, estos son algunos de los métodos que se utilizan en el entrenamiento mental, lojong, para superar el egocentrismo y para que nuestro principal interés sean los demás. Sin importar nuestro nivel de motivación, semejante cambio de actitud es muy útil. La auto-transformación que proviene de esto es la habilidad de pensar y sentir sinceramente: “sin importar qué situaciones adversas y difíciles surjan, no voy a pensar ‘pobrecito de mí’ ni voy a permitir que me lastimen. No dejaré que me depriman”. En lugar de ello, desarrollamos una actitud general en la vida de “sin importar lo que pase, puedo transformarlo. Puedo utilizarlo para desarrollar un mayor interés por los demás. No será un obstáculo”. Tener esa actitud nos brinda una enorme valentía en la vida.