El mecanismo del karma

Explicaciones del karma

Si vamos a trabajar para superar el karma, para deshacernos de esta compulsión en nuestro comportamiento, necesitamos saber cómo funciona. Podemos encontrar muchas explicaciones detalladas al respecto en la literatura budista. En general, está la explicación que se encuentra en la tradición pali y las que se encuentran en las tradiciones sánscritas. El pali y el sánscrito son dos idiomas de la antigua India. La tradición teravada sigue la versión pali. La que voy a explicar proviene de la tradición sánscrita, la cual, a su vez, tiene dos versiones. Voy a tratar de presentar las variaciones entre ambas, pero sin hacer demasiado hincapié en las diferencias porque comparten muchas cosas en común.

Pero antes de hacer eso, les daré un consejo. Cuando encontramos muchas explicaciones diferentes de los fenómenos en el budismo, como en el caso del karma, es importante no enfrentarlo con la actitud que es posible que hayamos heredado del pensamiento bíblico: un solo Dios, una sola verdad: “solo una manera es correcta y todas las demás están equivocadas”. Por el contrario, cada una de estas explicaciones contempla el karma desde un ángulo diferente y nos ayuda a entenderlo mediante las distintas explicaciones que provee. Todas son útiles para ayudarnos a superar el sufrimiento, y ese es el único propósito.

“Tener ganas de hacer o decir algo” como primer paso de la operación del karma

En sánscrito, el abhidharma es el tipo de literatura que aborda el karma. En la tradición del abhidharma, se empieza con la palabra “sensación” en términos de explicar lo que experimentamos. Esta es una palabra muy difícil porque en nuestros idiomas occidentales tiene muchísimos significados. En este contexto, no estoy usando “sensación” en el sentido de sentirse feliz o infeliz, o sentir alguna emoción o intuición. Estoy usándola en el sentido de tener ganas de hacer, decir o pensar algo. La palabra en tibetano significa un deseo de hacer algo.

En la vida diaria, cuando tenemos ganas de hacer, decir o pensar algo, ¿por qué lo sentimos así? Puede ser debido a las circunstancias en las que nos encontramos, por ejemplo, el clima, la gente con la que estamos o la hora del día. También puede verse afectado por el hecho de que nos sintamos felices o infelices. “Me siento infeliz, así que quiero hacer otra cosa”. Puede ser también debido a las tendencias pasadas de hacer, decir o pensar algo de una determinada manera. También estará presente alguna emoción motivante. “Tengo ganas de gritarte porque estoy enojado”. Quizás me acabas de decir algo feo y me siento enojado e infeliz por ello. Siempre que alguien me dice algo desagradable mi tendencia es gritar, por lo que eso le sirve de soporte a esta sensación que tengo. Luego, está también el aferramiento a un “yo” sólido. Yo, yo, yo. “Me dijiste algo desagradable a ” o “¿cómo te atreves a decirme eso a ?”. Todos estos factores se entrelazan cuando tenemos ganas de hacer, decir o pensar algo. Pensar algo podría ser, por ejemplo, maquinar: “¿Qué podría decir que realmente te lastime?”. Ese tipo de pensamientos.

Karma mental

Sobre la base de dicha sensación, surge el karma mental, en otras palabras, una compulsión. En este contexto, la compulsión es una urgencia mental que nos lleva a pensar (pensar en hacer lo que previamente teníamos ganas de hacer). Nos lleva al acto de pensar acerca de ello, que después puede o no conducirnos a realmente llevar a cabo lo que habíamos pensado decir o hacer. Una emoción motivante, intención o aferramiento al “yo”, siempre acompaña esta urgencia mental de pensar en hacer o decir algo.

Si desaceleramos un poco las cosas en la meditación como para volvernos lo suficientemente sensibles para distinguir lo que está pasando en nuestra mente, seremos capaces de diferenciar los pasos, aunque normalmente éstos suceden de manera muy veloz. Por ejemplo: tengo ganas de gritarte, porque estoy enojado. Un impulso compulsivo me lleva a pensar en gritar, y al final de ello decidiré si realmente digo algo o no. Si decido gritar, entonces continuamos con el siguiente paso.

La explicación simple del karma físico y verbal

Luego viene el karma físico o verbal, y para esto tenemos dos explicaciones debido a dos versiones o tradiciones sánscritas diferentes. Empecemos con la más simple. Según esta explicación, los karmas físicos y verbales, como el karma mental, también son impulsos mentales, impulsos compulsivos que nos llevan a empezar una acción, continuar la acción y, posteriormente, detener la acción. El impulso mental de pensar en hacer o decir algo es conocido como “impulso motivante”, y el impulso mental que nos lleva a realmente hacer o decir algo es conocido como “impulso causal”. Tengamos en cuenta que, aun si pensamos en hacer o decir algo, podríamos hacerlo o decirlo, o no; y si hacemos o decimos algo, podemos o no haberlo pensado de manera consciente de antemano. Las cuatro causas son posibles.

Las emociones que acompañan cada paso de una acción pueden cambiar y ser bastante diferentes. Por ejemplo, mi bebé está durmiendo. Hay muchos mosquitos en la habitación. Si estamos en una zona de malaria, me preocupa que vayan a picar a mi bebé y lo contagien de malaria. La “emoción motivante” que acompaña el impulso motivante que me lleva a pensar en aplastar un mosquito, podría ser la compasión hacia mi bebé. Si, después de pensar en matarlo, decido realmente hacerlo, entonces lo más probable es que mi emoción haya cambiado. La “emoción causal” que acompaña el impulso causal que me lleva a realmente aplastar al mosquito, ahora es la hostilidad y el enojo. Necesito tener hostilidad hacia los mosquitos, de lo contrario, realmente no trataría de matarlos. No solo quiero espantarlos o ahuyentarlos, quiero darles lo suficientemente fuerte como para matarlos. Mi emoción ha cambiado.

Es muy interesante disminuir la velocidad de las cosas un poco para ver cómo puede cambiar nuestro estado emocional. Por ejemplo, si vemos una cucaracha, originalmente podríamos pensar con compasión hacia nuestro bebé: “No quiero que esa cucaracha camine por la cara de mi bebé”. Luego, con enojo: “Realmente quiero matar a esa cucaracha, ¡aplastarla hasta muera!”. Pero cuando la pisamos y escuchamos crujir su cuerpo bajo nuestro pie, la emoción ahora se convierte en repulsión. Para cuando surge el impulso de terminar la acción de pisarla al levantar nuestro zapato, nuestra emoción es de disgusto total cuando vemos el desastre que se ha derramado en torno a ella. Así que nuestra emoción cambia muchísimo durante todo el proceso y eso afecta la fuerza de la compulsión con la que actuamos y afectará los resultados que se producirán.

Esta es la explicación más simple del karma: ya sea karma mental, verbal o físico, todos los karmas son factores mentales. Son impulsos mentales, simplemente tipos diferentes de compulsión mental que se diferencian según el tipo de acción al que nos conducen (un acto físico, verbal o mental).

Es muy importante no confundir el karma (la compulsión) con la emoción positiva o negativa que lo acompaña. No son lo mismo. No hay nada que sea ambas cosas: un impulso kármico y una emoción. El karma es como un imán que nos lleva a pensar en actuar, seguir actuando y luego parar. Y a menos que hagamos algo para escapar de su poder imperioso, está fuera de control.

La explicación más compleja del karma físico y mental

De acuerdo con la segunda explicación, el karma mental (impulsos mentales compulsivos) nos lleva a los tres tipos de acciones: pensar, decir o hacer algo. Los karmas físicos y verbales, por otro lado, no son factores mentales, sino formas de fenómenos físicos. De hecho, cada uno implica dos tipos de forma: una forma reveladora y una forma no reveladora, dependiendo de si revelan la motivación o no. En cualquier caso, el karma no es lo mismo que la acción misma. No se trata de que dejemos de hacer o decir cosas para deshacernos del karma físico y verbal.

La forma reveladora

  • En el caso del karma físico, la forma reveladora es la forma compulsiva que toman nuestras acciones. En cierto sentido, es la compulsión que da forma a las acciones físicas que hacemos y, de esta manera, da forma a nuestro cuerpo cuando llevamos a cabo las acciones. La forma compulsiva revela la motivación que hay detrás de las acciones, lo cual significa, tanto nuestra intención, como la emoción que la acompaña. Por ejemplo, cuando tenemos ganas de darle una palmada en el hombro a alguien para que nos preste atención, podríamos golpearla compulsivamente con fuerza o tocarla suavemente. El karma físico es la compulsión de esta forma que toma nuestra acción. Revela la intención (captar la atención de alguien) y la emoción que hay detrás (molestia o afecto).
  • En el caso del karma verbal, la forma reveladora es el sonido compulsivo que toma nuestra voz cuando decimos algo, en términos, tanto de las palabras que elegimos, como del tono de voz que usamos. Esto también revela la motivación subyacente, tanto la intención como la emoción. Por ejemplo, cuando tenemos ganas de decir el nombre de alguien para captar su atención, podríamos gritar compulsivamente su nombre en un tono agresivo o decirlo con un tono amable, suave. El karma verbal es la compulsión del sonido de nuestra voz. Revela la intención (captar su atención) y la emoción que hay detrás de ello (molestia o afecto).

La forma no reveladora

La forma no reveladora es más sutil. No es algo visible ni audible y no revela nuestra motivación subyacente. Lo más cercano que tenemos en nuestra manera de pensar occidental es una vibración subyacente. Mientras que la forma reveladora de nuestras acciones físicas y verbales cesan cuando las acciones finalizan, la forma no reveladora ocurre mientras estamos haciendo o diciendo algo, y continúa como parte de nuestra continuidad mental después de que nuestra acción concluye.

Cuando decimos que alguien actúa compulsivamente de una forma enérgica o que habla compulsivamente con un tono agresivo (en otras palabras, que tiene la cualidad de la compulsión en la manera característica, habitual, en la cual esta persona actúa o habla), esto se refiere a la forma no reveladora de sus karmas físico o verbal. Incluso cuando no está haciendo nada o diciendo nada, aun podemos decir que sigue siendo una persona compulsiva.

Tengamos en cuenta que ser compulsivo no es lo mismo que ser impulsivo. Ser impulsivo simplemente significa hacer lo que se nos ocurre, sin reflexionarlo. Ser compulsivo significa que no tenemos control sobre lo que decimos y hacemos, ni sobre cómo lo decimos o hacemos. Seguimos ciertos patrones de comportamiento de forma irresistible, una y otra vez, como golpear los dedos sobre la mesa o hablar agresivamente, sin calidez en la voz.

Impresiones en la continuidad mental: potenciales y tendencias

Según las dos explicaciones del karma, después de que la acción finaliza (ya sea física, verbal o mental) deja ciertas repercusiones en nuestra continuidad mental. Éstas no son formas de fenómenos físicos (como las formas no reveladoras) ni tampoco son formas de darse cuenta de algo. Son más abstractas y son imputadas sobre nuestra continuidad mental como, por ejemplo, nuestra edad. Estas repercusiones kármicas incluyen los potenciales kármicos y las tendencias kármicas.

Potenciales kármicos

Los potenciales kármicos, los cuales -desde cierto punto de vista- pueden llamarse también “fuerzas kármicas”, son tanto constructivos como destructivos. Muchos traductores llaman “mérito” a los potenciales constructivos y “pecados” a los destructivos, pero me parece que esos términos -tomados de las religiones bíblicas- son inapropiados y confusos. Prefiero referirme a ellos como “potenciales kármicos negativos”, o “fuerzas kármicas negativas” y “fuerzas kármicas positivas”. En este contexto, llamémoslas simplemente “potenciales positivos” y “potenciales negativos”.

Es un poco complicado, porque las acciones destructivas y constructivas (acciones producidas por, o que implican karma destructivo o constructivo) también son potenciales negativos o positivos. Así que hay potenciales kármicos que son nuestras acciones mismas y potenciales kármicos que continúan imputados sobre nuestra continuidad mental.

Estos potenciales kármicos sirven como “causas de maduración”. De la misma manera que la fruta crece gradualmente en los árboles y, cuando está madura, cae del árbol y está lista para comerse, los potenciales kármicos se desarrollan juntos (están entrelazados) y cuando se acumulan lo suficiente, maduran en sus resultados kármicos. Sus resultados son siempre éticamente neutros; el Buda no especificó que fueran constructivos o destructivos, ya que pueden acompañar cualquier tipo de acción: constructiva, destructiva o neutra. Por ejemplo, los potenciales negativos maduran en infelicidad, mientras que los potenciales positivos maduran en felicidad. Podemos ser felices mientras ayudamos a alguien, mientras matamos a un mosquito o mientras lavamos los platos. También podemos ser infelices mientras llevamos a cabo cualquiera de esas acciones.

Tendencias kármicas

Las tendencias kármicas se dan solo como repercusiones de nuestro comportamiento kármico. Si una acción es neutra, como lavar los platos, la tendencia kármica posterior también será neutra. Si la acción es constructiva o destructiva, entonces el potencial positivo o negativo de ellas toma la naturaleza esencial de las tendencias kármicas. En otras palabras, funcionan como tendencias kármicas pero permanecen positivas o negativas. Dado que las tendencias kármicas (en el sentido más amplio de la palabra, si son entendidas como un todo) pueden ser positivas, negativas o neutras, a menudo nos referimos a ellas como neutras.

Las tendencias kármicas, literalmente las “semillas kármicas”, funcionan como las causas que se obtienen de sus resultados. En otras palabras, como una semilla para un brote, son aquello de lo cual surge el resultado. El resultado puede ser, por ejemplo, repetir un tipo previo de acción.

Reflexión sobre los potenciales y las tendencias kármicas

Las diferencias entre los diversos tipos de remanentes kármicos, incluyendo las formas no reveladoras, son muy sutiles y extremadamente complejas. Cuando apenas estamos aprendiendo sobre el karma, no es necesario diferenciarlas todas en detalle. Es más importante entender la idea general de las repercusiones kármicas y reconocer a qué se refieren.

Por ejemplo, supongamos que le gritamos a alguien. La acción misma de gritar ya indica un potencial para gritar de nuevo en el futuro. Una vez que este episodio de gritar ha terminado, podríamos decir que el potencial para gritar de nuevo todavía permanece en nuestra continuidad mental, y podríamos describirlo como el hecho de que tengamos una tendencia de gritarle a la gente.

Video: Dr. Chönyi Taylor — “¿Adicción y karma?”
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Tomemos un momento para reflexionar sobre esto, eligiendo un tipo de comportamiento típico que tengamos. Tratemos de discernirlo de la siguiente manera: “Hay cierto patrón en mi comportamiento, porque tiendo a repetir el mismo tipo de acciones una y otra vez. Debido a ese patrón, definitivamente tengo el potencial para repetir ese comportamiento nuevamente. Eso es porque tengo la tendencia a actuar de esa manera. De hecho, mi comportamiento es compulsivo porque actúo de esa manera una y otra vez, sin ningún control. Mientras más actúo de esa manera, más crece mi potencial para repetirlo. Así, cuanto más potente sea el potencial, más rápidamente lo haré otra vez, por ejemplo, gritarle a alguien”.

Al describir este mecanismo desde un punto de vista psicológico, se podría decir que nuestro comportamiento repetitivo forja una secuencia neuronal potente y, debido a esa secuencia, tenemos un gran potencial para repetir ese comportamiento.

Describamos nuestro comportamiento con mayor detalle. Por ejemplo, perdemos los estribos con mucha facilidad y le gritamos a la gente. Hay un aspecto de compulsión en esto, el cual es casi como una vibración a nuestro alrededor que las personas pueden percibir si son muy sensibles. Piensan: “tengo que tener cuidado cuando estoy con esta persona, porque pierde los estribos muy fácilmente”. Nos describirían como alguien con una fuerte tendencia a perder los estribos y a gritar. Siempre existe ese potencial de que gritemos, y cuando lo hacemos, hay un aspecto compulsivo en nuestra voz que es rudo y realmente desagradable. Si nos dicen algo que nos hiere, entonces indudablemente tendremos ganas de responder algo desagradable, y la compulsión de nuestro karma nos llevará a gritarle a la otra persona. Estamos fuera de control.

Por favor, traten de hacer esta reflexión introspectiva. Si podemos identificar nuestras tendencias y potenciales kármicos, podemos empezar a trabajar para deshacernos de ellos. Así que pregúntense: “¿cuáles son mis tendencias? ¿Cuáles son los patrones que tengo y que sigo compulsivamente?”. Recuerden que estos patrones compulsivos pueden ser tanto positivos como negativos, como gritar o ser perfeccionistas.

Resultados kármicos

Cuando las circunstancias están completas, diversos potenciales y tendencias kármicas producen nuestra experiencia de una o más cosas: felicidad, infelicidad, repetición de nuestro comportamiento, experimentar que nos suceden cosas similares a las que les hemos hecho a los demás, etc. Otra vez, es muy complicado. Pero es muy importante entender que no estamos hablando de que los potenciales y las tendencias produzcan las cosas que experimentamos. Producen nuestra experiencia de ellas. Por ejemplo, si me golpea un coche, mis potenciales y tendencias kármicas no crearon ese coche y no hicieron que el coche me chocara. El hecho de que el conductor me chocara es resultado de sus repercusiones kármicas. Mis repercusiones kármicas fueron solo responsables de que yo experimentara el choque.

¿Pueden ver la diferencia? Estamos hablando de lo que yo experimento. Experimento el clima, por ejemplo, pero mi potencial kármico no crea el clima. Mis potenciales kármicos dan surgimiento al hecho de que me moje cuando salgo sin un paraguas, pero no crean la lluvia. La lluvia, por supuesto, es lo que hace que me moje, pero eso no es karma. El hecho de que olvide compulsivamente mi paraguas cada vez que salgo cuando hay amenaza de lluvia, se debe a una tendencia y a un potencial kármico. Debido a ese potencial, como resultado experimento mojarme.

Diferentes tipos de resultados kármicos

Experimentamos muchas cosas dependiendo de las circunstancias. ¿Qué experimentamos?

  • Experimentamos sentirnos felices o infelices. Eso es muy interesante porque podemos sentirnos infelices aun cuando estén sucediendo todo tipo de cosas bonitas a nuestro alrededor. Podemos hacer la misma cosa en dos momentos diferentes y en uno de ellos sentirnos felices y en otro, infelices. Esto sucede como resultado de los potenciales kármicos.
  • Experimentamos ciertas situaciones que son específicas para nosotros, como ver o escuchar algo. Por ejemplo, ¿por qué a menudo somos testigos de escenas violentas, de gente que pelea entre sí? Obviamente, nuestro karma no creó esas peleas; sin embargo, pareciera que siempre tenemos que presenciarlas y no tenemos control sobre eso. Nuestra experiencia de ver tales cosas es también el resultado de nuestros potenciales y tendencias kármicas.
  • En diferentes situaciones tenemos ganas de repetir nuestras acciones previas. Por ejemplo, tengo ganas de gritarte o de abrazarte. Lo que tenemos ganas de hacer o lo que nos gustaría hacer proviene de las consecuencias kármicas de haber actuado anteriormente de esa manera. Tengan en cuenta que el karma no madura del karma. Las repercusiones kármicas no maduran en la compulsión que nos lleva a repetir una acción; más bien, maduran en el deseo o las ganas de hacerlo. Tener ganas de hacer algo puede o no llevar a la compulsión con la cual llevemos a cabo la acción.
  • Experimentamos que nos suceden cosas similares a las que les hemos hecho a los demás anteriormente. Así, a partir de la tendencia de gritarle a los demás, experimentamos que los demás nos gritan a nosotros. Si engañamos a los demás, experimentamos que los demás nos engañan.

Esto no es siempre tan fácil de entender, ya que a menudo implica vidas previas. Pero es muy interesante analizar ciertos patrones dentro de nosotros. Consideremos el habla divisoria, por ejemplo, que significa decir cosas desagradables sobre alguien a los demás, para hacer que rompan su relación con esa persona. Como resultado kármico de las repercusiones de dicho comportamiento, experimentamos que nuestros amigos nos abandonan. Nuestras amistades o relaciones amorosas no duran; la gente se va de nuestra vida. Causamos que otros se separen y ahora experimentamos que nuestras propias relaciones no duren.

Podríamos entender eso a un nivel kármico, pero también a un nivel psicológico. Si siempre te estoy diciendo cosas desagradables sobre otras personas, a ti que eres mi amigo, especialmente si te digo cosas desagradables sobre otros amigos, ¿qué pensarías? Pensarías: “¿qué estará diciendo de mí a mis espaldas?”. Naturalmente, experimentaremos el fin de esa amistad.

Si pensamos más profundamente sobre estas relaciones causales kármicas, empiezan a tener sentido. Experimentamos que nos suceden cosas similares a las que les hemos hecho a los demás. Recuerden que estamos hablando de lo que experimentamos, no de lo que los demás nos hacen. Ellos tienen sus propias causas kármicas que los llevan a hacer lo que hacen.

Un quinto tipo de resultado de repercusiones kármicas es que experimentemos cosas junto a otros que también las experimentan, por ejemplo, vivir en cierto tipo de entornos o sociedades, y la manera en que somos tratados en ese contexto. Por ejemplo, nacer o vivir en un lugar que está muy contaminado, o en donde hay muy poca contaminación. O podríamos experimentar vivir en una sociedad donde hay mucha corrupción, o en un lugar donde la gente es honesta. Estas son cosas que experimentamos junto a otros en el mismo lugar o sociedad.

Reflexión sobre cómo funciona el karma

Estos son todos los tipos de cosas que experimentamos como resultado de las repercusiones kármicas. Experimentamos sentirnos felices o infelices, ver u oír diversas cosas, que nos sucedan ciertas cosas, y todas ellas actúan como circunstancias en las cuales también tenemos ganas de repetir nuestros patrones previos de comportamiento. Si actuamos motivados por ese deseo, hay una compulsión que nos lleva a hacer eso; a menudo sentimos que no tenemos otra opción. Una vez que tengo ganas de gritarte, por ejemplo, grito compulsivamente y repito ese patrón. Aunque podríamos tomar la decisión de no llevar a cabo esas ganas de gritar, las cosas suceden tan deprisa que gritamos de forma compulsiva. Repetimos el patrón y reforzamos el potencial de gritar una y otra vez, porque esa tendencia está presente, y hay una cierta compulsión acerca de cómo hablamos y una cierta compulsión acerca de la manera en que actuamos. Así es como funciona el karma.

Tomemos unos instantes para reflexionar sobre ello y permitir que se asiente en nosotros.

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