Asanga (Thogs-med, sct. Asaṅga) nació aproximadamente en el año 375 e.c. en Purushapura, la principal ciudad de Gandhara, actual norte de Pakistán. Su madre brahmán, Prakashashila (gSal-ba’i tshul-khrims, sct. Prakāśaśīla), en su vida anterior, había sido una erudita pandita budista, devota de Avalokiteshvara. En un debate con otro pandita, ella había llamado mujer a su oponente y, debido a ello, Avalokiteshvara dijo que renacería como mujer 500 veces, pero que él siempre la cuidaría.

Prakashashila era extremadamente erudita en todos los campos del conocimiento, pero, en esos días, la posición de las mujeres era bastante débil, por lo que prometió tener hijos que beneficiaran al Dharma y a todos los seres. Se hizo consorte de un príncipe de la casta guerrera kshatriya y dio a luz a Asanga. Ella misma lo educó extensamente. Años más tarde, después de que Asanga se convirtiera en monje, dio a luz a Vasubandhu, tras haberse asociado con un brahmán de la corte.

Después de convertirse en monje, Asanga estudió los sutras durante cinco años con su abad, Anandada, memorizando 100,000 versos cada año. Pero cuando llegó a los Prajnaparamita Sutras, Sutras sobre el darse cuenta que discrimina de largo alcance, los encontró tan vastos que se sintió confundido. Al haber recibido una iniciación de Anandada en el sistema de meditación de Mayajala (sGyu-’phrul dra-ba) y habiendo aprendido, durante el ritual, de su afiliación con Maitreya, Asanga decidió que solo Maitreya podría eliminar su oscurecimiento. Entonces, decidió ir a un retiro para tratar de tener una visión de Maitreya y recibir una aclaración de él.

Meditó en una cueva durante tres años, pero sin éxito. Harto, salió de la cueva y rápidamente notó algunas marcas en una roca cercana que habían sido dejadas por las alas de un pájaro mientras volaba dentro y fuera de su nido. Asanga pensó: “¡Si las suaves alas de un pájaro pueden dejar tales marcas en una roca, entonces tal vez debería perseverar para encontrarme con Maitreya!”. Con esto, regresó a su cueva. Según otra versión de este incidente, Asanga vio a un hombre que intentaba pulir con una pluma una roca que bloqueaba su ventana.

Meditó durante otros tres años, pero aún no tuvo éxito, no tuvo ni un solo sueño auspicioso. Harto de nuevo, salió de la cueva y se encontró con alguien que limaba una barra de hierro con un paño de seda para hacer una aguja. Asanga pensó: “Si alguien pone tanto esfuerzo en algo tan trivial, seguramente puedo continuar meditando para tener una visión de Maitreya”, y regresó a la cueva.

Asanga meditó durante otros tres años y todavía estaba descontento con su progreso. Maitreya no había aparecido, así que salió de la cueva, solo para notar los agujeros hechos en la dura roca por pequeñas gotas de agua que goteaban constantemente. Se dio cuenta: “¡Debo perseverar si quiero ver que algo cambie!”. Regresó una vez más a su cueva.

Meditó durante otros tres años, pero todavía no había nada. Realmente harto, tomó la decisión final de abandonar la cueva para siempre. Comenzó a caminar cuesta abajo y se encontró con un perro herido, cuya parte inferior del cuerpo estaba infestada de gusanos. Al sentir una intensa compasión por el perro y los gusanos, se preguntó cómo podría ayudarlos. Se dio cuenta de que, si quitaba los gusanos con las manos, podría aplastarlos y morirían. Además, necesitaban comida. Entonces, cortó un trozo de carne de su propia pierna y decidió quitar los gusanos suavemente con la lengua. Cerrando los ojos, intentó comenzar a mover los gusanos, solo para encontrar que el perro y los gusanos habían desaparecido y, en cambio, frente a él estaba Maitreya.

Asanga dijo: “¡He estado meditando durante tanto tiempo y nunca viniste a mí!”. Maitreya luego le explicó que había estado con él todo el tiempo, pero que los oscurecimientos kármicos significaban que no había sido capaz de percibirlo. La compasión que Asanga sentía por el perro y los gusanos había purificado todos los obstáculos y le había permitido ver a Maitreya directamente.

Asanga desfiló por la ciudad con Maitreya en su hombro, gritando: “Miren todos, aquí está Maitreya”, pero casi nadie vio nada allí y pensaron que estaba loco. Solo una anciana cervecera vio un perro allí.

Después de esto, Maitreya llevó a Asanga al Cielo de Tushita para recibir extensas enseñanzas Mahayana sobre la vacuidad y cómo ponerlas en práctica. Asanga estuvo allí durante una mañana de los dioses, pero que, de hecho, fueron cincuenta años humanos. Cuando Asanga regresó a la tierra, escribió de memoria las enseñanzas que había recibido de Maitreya en lo que se conoció como los Cinco textos de Dharma de Maitreya (Byams-chos sde-lnga). Estos son:

  • Filigrana de realizaciones (mNgon-rtogs rgyan, sct. Abhisamayālaṁkara);
  • Filigrana para los sutras Mahayana (Theg-pa chen-po mdo-sde’i rgyan, sct. Mahāyānasūtrālaṁkara);
  • Diferenciar el medio de los extremos (dBu-dang mtha’ rnam-par ’byed-pa, sct. Madhyāntavibhaṅga);
  • Diferenciar a los fenómenos y su verdadera naturaleza (sct. Dharmadharmatāvibhaṅga);
  • La continuidad interminable (rGyud bla-ma, sct. Uttaratantra).

Estos textos, así como sus propios trabajos siguientes, se convirtieron en la base del sistema de principios Chitamatra, también conocido como Yogachara y Vijnanavada:

  • Antología de temas especiales de conocimiento (Chos mngon-pa kun-las btus-pa, sct. Abhidharmasamuccaya);
  • La base de la conducta yóguica (rNal-’byor spyod-pa’i sa, sct. Yogācārabhūmi);
  • Compendio del Mahayana (Theg-pa chen-po bsdus-pa, sct. Mahāyānasaṃgraha).

Se dice que Asanga vivió hasta los 120 años y, después de servir como abad de Nalanda durante 12 años, falleció en Rajagriha.

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