En el año 671 e.c., el peregrino chino Yijing (I-Tsing) dejó el puerto de Cantón en una embarcación persa para visitar la India y estudiar budismo. El recuerdo de Xuanzang (Hsüan-Tsang), el famoso monje y traductor que había muerto unos años antes, le dio el valor para aventurarse en ese viaje peligroso, pero a diferencia de su compatriota, Yijing no viajó por la famosa Ruta de la Seda continental. La demanda de seda china había decaído, debido al éxito de los bizantinos al desarrollar la sericultura desde el año 551. Además, la Ruta de la Seda continental se había tornado más peligrosa: desde el siglo VII, las campañas militares árabes bloqueaban la ruta terrestre que atravesaba Persia. El comercio entre China y Sindh (actualmente una provincia de Pakistán) fue interrumpido debido a las incesantes guerras en Asia Central entre la dinastía árabe Umayyad, la dinastía china Tang, los tibetanos y los turcos del Este. Debido a ello, bienes y peregrinos chinos ahora viajaban por el mar a través del Estrecho de Malaca, que ya era una de las líneas principales de comercio internacional.
Yijing se erguirá como el primer historiador de esta nueva ruta marítima, la cual también será la del budismo. En su crónica de viaje traducida al inglés en 1896 por Junjiro Takakusu, bajo el título: Una crónica de la religión budista tal como se practica en la India y el archipiélago malayo, 671-695 e.c., Takakusu reporta que, después de veinte días en el mar, Yijing se detuvo en una ciudad amurallada desconocida, localizada en una isla que él llama "Fo-Che".
En la ciudad fortificada de Fo-Che, (vivían) aproximadamente más de 1,000 monjes budistas, cuyas mentes tienden al aprendizaje y la buena práctica.
Después de nueve años en Nalanda, una ciudad que albergaba la mayor universidad monástica de budismo mahayana, hoy en día el estado de Bihar en la India, Yijing regresó dos veces a este reino de la isla misteriosa de Fo-Che, a la cual también llama "San-fo-ts'i" o "Mo-lo-yeu". Yijing escribe:
Ellos (los monjes de Fo-Che) investigan y estudian todas las materias que existen como en el Reino Medio (Madhya-desa, India).
Esto indica que materias como la lógica, gramática y filología, medicina, artes, así como metafísica y filosofía, eran enseñadas en Fo-Che. Según sus crónicas, él copió ahí cientos de manuscritos sánscritos, antes de regresar finalmente a China en el año 694.
¿Dónde estaba este misterioso reino de Fo-Che? El rompecabezas permanecerá sin solución durante más de doce siglos. En 1918, el epigrafista francés George Cœdès finalmente identificó Fo-Che o San-fo-ts'i como el reino de Srivijaya localizado en Palmebang, Sumatra. En la década de 1980, excavaciones arqueológicas confirmaron que el puerto fluvial de Palembang era verdaderamente la capital política y militar de este reino poderoso encarado hacia el estrecho de Malaca, en la confluencia del comercio marítimo entre India, China y el Oriente Medio. A pesar del descubrimiento de una estatua colosal de un Buda en una colina de Palembang, no había ninguna evidencia probada de la existencia de un gran centro de aprendizaje budista, que Yijing comparaba con Nalanda.
En el siglo XVIII, oficiales holandeses de la Compañía de las Indias Orientales (VOC) habían tomado nota, en el norte de Palembang, en el corazón de un bosque frondoso sumergido en la neblina cálida del ecuador, a unos treinta kilómetros de la desembocadura del Batanghari, el río más largo de Sumatra, de un enorme sitio arqueológico que abarcaba ambas laderas: Muara Jambi (Muaro Jambi). Excavaciones empezadas en la década de 1970 por parte del gobierno indonesio han establecido que este lugar extraordinario, el cual se extiende por más de 2,000 hectáreas, comprende 84 "complejos de templos" de ladrillo rojo (que los locales llaman "menapo") conectados por un ingenioso sistema de canales. Ocho de estos "complejos de templos" han sido excavados y se han encontrado varias estatuas y muchas piezas de alfarería china y cerámica de los siglos IX al XII. Pero debido a que hasta ahora muy pocos epígrafes pueden avalar que se haya encontrado una transmisión escrita de conocimiento, los arqueólogos todavía no se atreven a hablar abiertamente de una "universidad". Sin embargo, admiten que estos complejos no eran templos, sino centros de estudio con dos, tres o hasta seis podios cada uno, alguna vez protegidos del sol y la lluvia por un techo de tejas sostenido por pilares de madera. Los monjes estudiantes se sentarían con las piernas cruzadas alrededor del podio en el pavimento de ladrillos.
De hecho, todo el diseño y la disposición del complejo de Muara Jambi es muy similar al de Nalanda, donde los monjes vivían en grupos de edificios que eran fortificados o amurallados según las reglas monásticas o vinaya. Por lo tanto, la "ciudad fortificada" mencionada por Yijing, muy probablemente se refería al complejo de Muara Jambi.
Tres siglos y medio después, otra crónica de viaje corrobora la de Yijing: Una crónica del encuentro con el maestro Serlingpa Chokyi Dakpa. Está escrita en tibetano en primera persona por Atisha, un prominente maestro indio budista. Atisha nació en la tierra de Zahor (hoy en día cerca de Dhaka, Bangladesh) en el año 980, como hijo del rey Kalyana, y se le llamó Príncipe Chandragarbha. En sus años de adolescencia, Atisha dejó su reino y vagó por bosques y montañas buscando conocimiento de maestros que vivían en lugares desolados o en las universidades monásticas de Nalanda y Odantapuri. Cuando tenía 29 años, recibió la ordenación monástica y se le dio el nombre de Dipamkara Jnana, "Aquél cuyo profundo darse cuenta actúa como una lámpara".
El canto 132 de la biografía tibetana de Atisha (rNam-thar rgyas-pa, escrita alrededor del año 1355) dice:
El maestro más importante de Atisha fue Serlingpa, también conocido como Dharmakirti, cuya fama era extensa. Atisha ya había oído acerca de las enseñanzas de Serlingpa sobre la compasión y la bodichita, y estaba seguro de que Serlingpa había sido su más preciado maestro durante infinitas vidas.
Con 125 estudiantes y un grupo de mercaderes buscadores de oro, Atisha se hizo a la mar. Tal y como dicen las crónicas de Atisha:
¡Rindo homenaje a Maitreya y Avalokiteshvara! Yo, el bhikshu Dipamkarashrijana viajé en barco durante trece meses y fui hasta donde estaba Lama Serlingpa. Después de que hubieran pasado cinco meses, el hijo del dios Indra envió grandes tormentas para detener mi misión de la bodichita. También se apareció en la forma de un makara gigante para detenerme y enviar relámpagos. En ese momento, hice una meditación intensa sobre el amor y la compasión. Como resultado, la tormenta amainó y seis relámpagos enormes fueron vistos paralizados en el cielo, incapaces de caer. Sin embargo, el makara se las apañó para detener nuestro camino. Al mismo tiempo, el viento impetuoso hizo que nuestro barco se volviera muy inestable, así como sucede con las banderas a merced de vientos violentos: meneándose, agitándose, balanceándose en el aire y sumergiéndose en el océano. Los cuatro mástiles de las cuatro esquinas fueron derribados, y las cuatro enormes piedras fueron bajadas para anclar el barco. Pero la atmósfera se volvió incluso más temible; sonidos terribles retumbaban desde los cuatro costados y eran seguidos por relámpagos.
Tras catorce meses en el mar, Atisha atravesó el Estrecho de Malaca. Desembarcó en la famosa "isla dorada," Suvarnadvipa, como se dice en sánscrito. George Cœdès identificó la isla como la de Sumatra. Más tarde, muchos historiadores y arqueólogos confirmaron la tesis del epigrafista francés. Las regiones occidentales de Sumatra eran de hecho conocidas en esa época por ser muy ricas en oro.
Hoy en día, la desembocadura del río Bantaghari, Muara Sabak, es de hecho solo un embarcadero. El océano todavía queda lejos, al menos a dos horas en barco, pero la tierra acaba ahí, donde el río se divide en dos bifurcaciones. Los dos brazos rodean una isla que mira hacia el estrecho de Malaca protegiendo la entrada del río. Esta isla fluvial alberga un parque nacional con muchos cocodrilos y manglares. Tal y como dice la crónica de Atisha:
Tan pronto como cruzamos el océano, yo (Atisha) fui directo a la estupa dorada que el emperador tibetano había construido una vez. Fue ahí que los seis discípulos de Lama Serlingpa entraron en samadhi. Esta estupa estaba localizada al oeste del bosque de Suvarnadvipa, al sur de los lotos gozosos, al norte de las peligrosas ciénagas, y al este del cocodrilo Kekeru. Estuve ahí durante catorce días, preguntando sobre la vida de Lama Serlingpa.
Varias descripciones en las crónicas de su viaje sugieren que es en Muara Jambi donde Atisha conoce a Serlingpa y donde estudia con su maestro más querido, al igual que el gran número de monjes que vivía ahí; se relata también la excelencia de textos budistas que se enseñaban en ese lugar:
Entonces yo (Atisha) vi a bhikshus que venían a lo lejos en procesión siguiendo a su maestro. Iban bien vestidos con sus tres hábitos. Cada uno de los monjes sostenía un contenedor para el agua y un bastón. Había quinientos treinta y cinco y parecían tan gentiles como arhats. El maestro era atendido por sesenta y dos sramaneras. En total había ahí quinientos setenta y dos monjes. Tan pronto como vi [esta imagen], sentí como si estuviera viendo al Buda rodeado por arhats. ¡Que escena tan agradable! ...
Luego fuimos a la residencia del Lama, el Palacio del Parasol de Plata, y nos sentamos. Después de acomodarnos, el Lama, con el fin de introducirme en las características del "surgimiento dependiente" empezó sus enseñanzas del "Abhisamayalamkara" en cinco sesiones. Mientras estaba en el Palacio del Parasol de Plata, continué mis prácticas de escucha, concentración y meditación. El Lama Serlingpa me guió a lo largo de este proceso de práctica.
En el año 1025, encomendado con las preciosas enseñanzas de Serlingpa, Atisha navegó de vuelta a la India, justo antes de que el reino Chola de la India meridional atacara Srivajaya. Se estableció en el monasterio de Vikramashila. En el 1041, el rey del Tíbet Occidental, Yeshe-wo (Ye-shes 'od), lo invitó a reintegrar todos los aspectos de las enseñanzas del Buda (teravada, mahayana y vajrayana) como complementarias. Atisha residió trece años en el Tíbet y murió ahí mismo en el año 1054. Su enseñanza más famosa es Una lámpara en el camino hacia la iluminación (Byang-chub lam-gyi sgron-ma. sct. Bodhipathapradīpa), la cual sirvió más tarde en el Tíbet como base para el género de las etapas graduales lam-rim, una forma textual que, como una lámpara de mantequilla que ilumina en la tormenta de la vida, resume los puntos principales de todas las enseñanzas de los sutras en un orden progresivo. Atisha tuvo muchos maestros, pero todas sus biografías cuentan que, con la sola mención de Serlingpa, sus ojos se llenaban de lágrimas. Dijo que todo lo bueno que tenía, se lo debía a su maestro de la Isla Dorada.
Uno aún se pregunta por qué Muara Jambi se hundió en el olvido después del siglo XIII. Algunos académicos mencionan el ataque del reino hindú Chola de la India meridional, que quería tomar el control del lucrativo y estratégico Estrecho de Malaca. Pero este ataque, el cual pondría fin al poder de Srivijaya, ocurrió en el 1025. Sin embargo, una de las estatuas más bellas descubiertas en Muara Jambi es una de Prajnaparamita, fechada en el siglo XIII o XIV. Otros académicos sugieren que el reino de Mo-lo-yeu, documentado por Yijig y donde se localizaba Muara Jambi, era un vasallo, un competidor o "una matriz" de los Cholas, y como tal fue salvado del ataque de los Cholas y se desarrolló tras la caída de Srivajaya. A diferencia de los grandes monasterios indios de Bihar que fueron derribados hasta las ruinas por los ataques turcos y afganos, Sumatra y todo el archipiélago indonesio no experimentó invasiones musulmanas. El saqueo de Muara Jambi (si sucedió alguna vez) no puede ser atribuido al islam, que es la religión dominante en la región hoy en día.
En el mismo lugar donde se ubicaba Muara Jambi se encuentra un pueblo cuyos habitantes son todos musulmanes. Sus casas están hechas de madera y construidas sobre soportes a lo largo del río Batanghari. Sus huertos de cacao y durianes se extienden en las ruinas de los templos. Ocasionalmente, varios jóvenes habitantes de la aldea trabajan en las excavaciones bajo la supervisión de los arqueólogos. Pueden identificar cada piedra, cada montón de tierra roja, cada árbol del bosque donde sus padres tenían pequeñas cabañas para observar la caída de los durianes durante la noche. Pueden identificar varias especies endémicas de árboles del subcontinente indio que no crecen en otra parte de Sumatra, excepto en el bosque de Muara Jambi. Por ejemplo, el árbol kampung o kembang parang (tib. metog dzambaka) cuyos pétalos, similares a una película blanca en el interior de su corteza, se usan en la India y el Tíbet como flores de ofrenda en las iniciaciones tántricas.
Los arqueólogos no han sido capaces todavía de resolver el misterio de estos ochenta y cuatro complejos de templos misteriosos, rodeados de muros y canales, muchos de los cuales son todavía montones de ruinas y montículos de tierra en medio de los huertos y plantaciones de cacao de los aldeanos, que han adoptado el término local "menapo" para referirse a ellos. En el idioma de Muara Jambi, “napo” significa "ciervo", y "me" significa "lugar." Durante las inundaciones anuales del río Batanghari, el cual sumerge la aldea bajo más de un metro de agua, el menapo es el lugar elevado donde los animales salvajes del bosque se refugian, como en el Arca de Noé. Los jóvenes aldeanos mismos están convencidos de que los 84 complejos de templos son de hecho facultades, y que Muara Jambi fue la primera universidad verde del budismo mahayana en Indonesia. En el cruce entre la India y China, su campus comprendía el bosque pluvial que era usado como huerto, librería, farmacia viviente y paraíso para la meditación:
"Entendemos que la esencia del budismo es poner a los demás antes que uno mismo", dicen los jóvenes aldeanos.
Han encontrado un centro comunitario y una escuela verde, Saramuja, para excavar a su manera la historia antigua de su lugar olvidado y transmitir a los niños de la aldea la cultura local y el sentido de respeto por el entorno. Más recientemente, se han auto-organizado en un centro comunitario mayor, la fundación Padmasana, para profesionalizar su investigación y compartirla más ampliamente. Su símbolo es el Dvarapala, el cancerbero de los templos hindús y budistas que es tradicionalmente presentado con una apariencia atemorizante. Pero la estatua de Dvarapala descubierta en un templo de Muara Jambi, si bien está armada con un pequeño escudo y un mazo roto, está sonriendo y lleva una flor en la oreja.