Para sobreponerse a la fascinación, repugnancia o aturdimiento acerca del deslumbrante conjunto de figuras búdicas (yidams, deidades tántricas) usadas en el tantra, y de sus formas extravagantes, los occidentales necesitan entender su lugar y propósito en el sendero budista. También necesitan diferenciarlos de los conceptos occidentales de auto-imágenes, arquetipos y objetos de oración. Si no lo hacen, pueden confundir la práctica del tantra con alguna forma de psicoterapia o con una religión politeísta y así privarse de los beneficios completos de la práctica con figuras búdicas.
El uso de figuras búdicas en prácticas compartidas por el sutra y el tantra mahayana
Para desarrollar atención y concentración, uno debe enfocarse en la conciencia sensorial, por ejemplo en la sensación física de la respiración entrando y saliendo a través de la nariz. Sin embargo, en la práctica mahayana del sutra y del tantra, las figuras búdicas visualizadas sirven más comúnmente como objetos o focos para obtener una concentración unipuntual. Tal práctica concuerda con Antología de temas especiales del conocimiento, en la que Asangha define la concentración como el factor mental que mantiene la conciencia mental enfocada en objetos constructivos o en estados mentales constructivos. El maestro mahayana indio definió la concentración de esta manera debido a las muchas ventajas que se obtienen si se desarrolla específicamente con conciencia mental.
Por ejemplo, convertirse en un Buda requiere de una absorción meditativa en el amor, en la compasión y en el correcto entendimiento de cómo existen las cosas realmente. Si uno ya ha desarrollado la concentración con conciencia mental, la puede aplicar a estos estados mentales y emocionales más fácilmente que si uno ha desarrollado la concentración a través de la conciencia sensorial. Además, ya que las figuras búdicas, especialmente la de Shakyamuni, representan la iluminación, el enfocarse en ellas ayuda al practicante a mantenerse en la dirección segura del refugio. También le ayuda a mantener atención sobre la motivación de la bodichita, para alcanzar la iluminación para poder beneficiar a los demás tanto como le sea posible.
Tanto las prácticas mahayana del sutra como las del tantra incluyen la visualización de figuras búdicas enfrente de uno, sobre la cabeza, o en el corazón. Sin embargo, la práctica del tantra es única en su entrenamiento para auto-visualizarse como una figura búdica. Imaginarse a uno mismo poseyendo las facultades iluminadoras de una figura búdica, tanto físicas como comunicativas y mentales, actúa como una causa poderosa para obtener y actualizar dichas cualidades.
Figuras búdicas y auto-imágenes
La mayoría de la gente tiene una o más auto-imágenes con las que se identifica. Las imágenes pueden ser positivas, negativas o neutrales, e incluso pueden reflejar la realidad o ser infladas. Por otro lado, las figuras búdicas son imágenes que representan sólo cualidades positivas exactas. Al entender la naturaleza búdica, los practicantes del tantra las utilizan para reemplazar su auto-imagen ordinaria como una parte integral del camino a la iluminación.
Las figuras búdicas representan la totalidad de los potenciales de la naturaleza búdica: en el nivel básico cuando no son refinadas, en el nivel del camino cuando son parcialmente refinadas, y en el nivel resultante cuando son totalmente refinadas. Además, la mayoría de las figuras también representan un aspecto específico de la naturaleza búdica, en el nivel de la base, del camino o en el resultante. Por ejemplo, Avalokiteshvara representa la compasión basada en la calidez natural del corazón, y Manjushri, la sabiduría basada en la claridad innata de la mente. Identificarse con la figura ayuda a realzar la cualidad específica que ésta personifica.
Sin embargo, al identificarse con figuras búdicas, los practicantes del tantra no se “inflan” a sí mismos con pensamientos mágicos. Basan dicha identificación en los potenciales de su propia naturaleza búdica, lo que les permite realizar completamente estas cualidades para el beneficio de todos. Alternativamente, entienden que las figuras búdicas y las cualidades que incorporan, son niveles cuánticos refinados, en los que sus propias apariencias y cualidades resuenan válidamente.
Por ejemplo, alguien puede tener la auto-imagen de ser emocionalmente rígido o mentalmente lento. De hecho, puede estar tenso o aburrido, pero identificarse con estas cualidades como su auto-imagen puede fácilmente llevarlo a una depresión y con esto disminuir sus esfuerzos para beneficiar a los demás. Si por otro lado, se imagina a sí mismo como figura búdica, cuyo corazón es cálido y su mente lúcida, no se sigue preocupando acerca de ser inadecuado. La visualización le ayuda a acceder a cualidades positivas innatas, especialmente en los momentos en que más lo necesita.
Además, la gente usualmente piensa que su auto-imagen es su identidad verdadera e inherente, es lo que creen que realmente son, sin importar las circunstancias. Por otro lado, los practicantes del tantra no conciben las figuras búdicas como algo que les da una identidad inherente por su propio poder, independientemente de la práctica que se requiere para alcanzar y actualizar las cualidades que representan.
Sentirse muy unido y transformarse imaginariamente en una figura búdica, difiere de muchas otras maneras a mejorar una auto-imagen, casual o sistemáticamente. Al recibir iniciaciones antes de emprender la auto-transformación por medio del tantra, los practicantes formalmente activan y refuerzan los potenciales innatos que los habilitan para convertirse en esas figuras. Obtienen experiencias conscientes de que las figuras y sus cualidades existen inseparablemente de ellos mismos y que el vacío de su continuum mental permite que ocurra la transformación. Los votos tomados durante la ceremonia establecen, estructuran y aseguran una unión cercana. Más aun, la relación que se establece con el maestro tántrico que da la iniciación, les provee de inspiración continua que nutre y estimula sus potenciales a lo largo del camino.
Figuras búdicas y arquetipos
De acuerdo a la psicología jungiana, los arquetipos son símbolos de patrones fundamentales de pensamiento y comportamiento que están presentes en la parte colectiva del inconsciente de cada persona. Se derivan de la experiencia colectiva, ya sea de la humanidad en general o de una cultura o era histórica en particular, y explican el por qué la gente responde a diferentes situaciones de manera similar a sus ancestros. Los símbolos arquetípicos, tales como los padres amorosos, el anciano sabio, el héroe valiente o la malvada bruja, encuentran expresión en mitos y fantasías. Sus formas pueden variar de una sociedad o época a otra, pero los patrones de pensamiento o comportamiento que simbolizan permanecen iguales. La madurez sicológica viene de ser conscientes del conocimiento intuitivo, simbolizado por el espectro total de los arquetipos, y de incorporarlo armónicamente a la propia vida.
Los símbolos difieren de las representaciones. Los símbolos conllevan significados que son evidentes para la gente de cualquier cultura, ya sea a primera vista o por medio de una simple explicación. Por ejemplo, una madre alimentando a un infante simboliza universalmente el amor nutriente. Las representaciones, por otro lado, no sugieren claramente lo que significan. Por ejemplo, la figura de cuatro brazos de Avalokiteshvara no sugiere compasión de manera obvia para la gente de culturas no budistas. Los arquetipos son símbolos, mientras que las figuras búdicas son representaciones.
Además, los arquetipos son rasgos universales del inconsciente colectivo de todos, mientras que las figuras búdicas son rasgos asociados con el continuum de luz clara de todos. El continuum de luz clara no es un equivalente del inconsciente colectivo. Aunque ambas facultades mentales tienen características de las cuales uno no está usualmente consciente, el continuum de luz clara es el nivel más sutil del continuum mental y provee a un individuo de continuidad de una vida a otra. El inconsciente colectivo, por otro lado, explica la continuidad de los patrones míticos a través de generaciones sucesivas. Se manifiesta en cada persona, pero sólo en humanos, y no se pasa por un proceso de renacimiento.
Más aun, las figuras búdicas no son representaciones ni concretas ni abstractas que se puedan encontrar en un continuum de luz clara. Tampoco se pueden encontrar en ningún otro lugar. Más bien, las figuras búdicas representan los potenciales innatos del continuum de luz clara de cada uno, que dan surgimiento a patrones de pensamiento y comportamiento, ya sea que los potenciales sean no realizados, parcialmente realizados o completamente realizados. Ellos representan potenciales de cualidades positivas generales, tales como la compasión o la sabiduría, en vez del pensamiento y el comportamiento en el rol de una familia, sociedad, o en un rol mítico. Las figuras búdicas asociadas con las emociones conflictivas tales como el enojo, representan sólo la transformación y el uso constructivo de la energía que subyace a las emociones, más que a las emociones destructivas y negativas en sí mismas.
Además, el budismo aclara el significado de por qué las figuras búdicas son colectivas. El budismo acepta la existencia de figuras universales y particulares. Las universales son abstracciones metafísicas imputadas sobre conjuntos de temas similares para organizarlos en categorías delineadas por palabras y conceptos. Por ejemplo, toda la gente tiene características similares en la cara a través de las cuales respira. La nariz universal es una imputación de dichas características, que les permite compartir a todas el nombre nariz. Sin embargo, la nariz de cada persona es individual y la nariz de una persona no puede ser de otra. No existe una nariz universal en algún lugar por sí misma como un modelo ideal, separada de las narices particulares, ni la gente alcanza la nariz universal por medio de la contemplación de su propia nariz. Lo mismo aplica para las figuras búdicas y los potenciales de la naturaleza búdica que representan. Las figuras búdicas universales no existen como seres individuales separados del continuum de luz clara de los individuos. Ni la gente obtiene acceso a las figuras búdicas universales a través de la figura búdica de su continuum de luz clara, como sería alcanzar a Dios a través del espíritu de la divinidad dentro del alma.
Además, a diferencia de los arquetipos, las figuras búdicas no llegan de manera espontánea a la conciencia en sueños, fantasías o visiones, a menos de que la persona se haya familiarizado profundamente con sus formas durante su vida o en sus vidas pasadas recientes. Esto es cierto también para el b ardo, los períodos entre la muerte y el renacimiento. El libro tibetano de los muertos describe las figuras búdicas que aparecen durante el bardo, e instruye a aquellos que están en el estado intermedio a reconocer las figuras como meras apariencias producidas por su continuum de luz clara. Sin embargo, la instrucción está dirigida a personas que han practicado el tantra durante toda su vida. Aquellos sin una práctica previa del tantra, normalmente experimentan a sus continuum dando surgimiento a otras apariencias durante el bardo, no a figuras búdicas.
Las figuras búdicas como emanaciones de los Budas
Aunque las figuras búdicas representan tanto la totalidad y los aspectos específicos de la base, del sendero y de la naturaleza búdica resultante, las figuras búdicas no son meras representaciones. En Explicación extensa de “Una lámpara iluminadora” de Chandrakirti, Sherab Sengge, el fundador gelug de la Escuela Inferior del Tantra, explica que las figuras búdicas tienen el mismo continuum mental que los Budas. Esto es porque son emanaciones del continuum de luz clara iluminadora de los Budas. Por ejemplo, aunque Shakyamuni alcanzó la iluminación eones atrás, él mismo emanó como el príncipe Sidarta y dio la apariencia de haberse convertido en un Buda durante su vida. Hizo esto para ayudar a los principiantes a obtener confianza en que la práctica de las enseñanzas da resultado. Similarmente, Shakyamuni asumió la forma de Vajradara cuando impartió el Tantra de Guhyasamaja y simultáneamente emanó como Vajrapani, el compilador de las enseñanzas. El Buda meramente dio la apariencia de que la figura búdica de Vajrapani era algo distinto de Vajradara para inspirar también a los principiantes a escuchar atentamente las enseñanzas, a recordarlas y practicarlas conscientemente. Shakyamuni, Vajradara, y Vajrapani eran todos, de hecho, la misma persona.
Los Budas emanan figuras búdicas de su continuum de luz clara para beneficiar a los seres de muchas maneras, particularmente al servirles como representaciones de los varios factores de la naturaleza búdica. Al comprender la inseparabilidad entre las figuras búdicas y el continuum de luz clara de los Budas y de los maestros tántricos, los practicantes entienden que tanto las figuras imaginadas como las figuras búdicas reales con las que se funden en la meditación, son emanaciones de su propio continuum de luz clara. Así como cada continuum de luz clara puede emanar la apariencia de una nariz, sin ser su nariz la de otra persona, similarmente cada continuum de luz clara puede emanar figuras búdicas, aun cuando las figuras búdicas de un continuum de luz clara no son las figuras búdicas de otro. El entendimiento de la inseparabilidad de las figuras búdicas y su propio continuum de luz clara ayuda a los practicantes a actualizar los factores de la naturaleza búdica que representan las figuras.
Figuras búdicas como objetos de plegarias
Los practicantes mahayana del sutra y del tantra a menudo hacen plegarias a figuras búdicas, tales como Tara. Las dos verdades o hechos acerca de las cosas que el maestro indio Nagarjuna elaboró en Los versos raíz acerca del camino medio , dieron luz sobre el fenómeno. De acuerdo a la interpretación en común para el sutra y el tantra, la verdad convencional acerca de algo es la manera como aparece ese algo a los seres cotidianos. La verdad más profunda es cómo existe realmente; un hecho acerca del objeto, que su apariencia oculta.
Desde el punto de vista convencional de los seres cotidianos, las figuras búdicas, tales como Tara, aparecen como siendo seres que existen independientemente, y con poderes para cumplir los deseos de la gente. En un hecho más profundo sin embargo, no hay tal Tara existiendo independientemente: todas las Taras son emanaciones del continuum de luz clara de los Budas, y de las gentes que hacen plegarias a Tara. Además, aun como emanaciones del continuum de luz clara, las figuras búdicas carecen de la habilidad para dar ciertos resultados, como conceder los deseos de la gente, por su propio poder, desde su propio lado e independientemente de cualquier cosa. El budismo argumenta que tales habilidades son imposibles. Sin embargo, ofrecer plegarias a Tara podría ayudar a obtener ciertos resultados, aunque uno reconozca o no a Tara como una emanación del Buda o como una emanación del propio continuum de luz clara, que representa sus potenciales. Esto es porque el fuerte deseo de la plegaria actúa como circunstancia para activar los propios potenciales innatos.
Por ejemplo, los devotos usualmente hacen plegarias a Tara como un ser externo, para protección del temor. Tara puede inspirar a la gente a tener valor, pero la principal causa de que se sobrepongan al temor son los potenciales de su continuum de luz clara para entender cómo existen las cosas realmente, y el valor que esto proporciona de manera natural. Sin embargo, se requiere la inspiración (byin-rlabs; sct. adhishthana, bendición) para que los devotos activen y utilicen sus potenciales, y la inspiración puede venir de fuentes externas o internas. Un factor importante de la naturaleza búdica, de hecho, es la habilidad del continuum de luz clara de ser inspirado o elevado.
Emanaciones burdas y sutiles de las figuras búdicas
Para beneficiar a los demás, los Budas emanan múltiples apariencias de sí mismos en una variedad de formas, tanto burdas como sutiles. Asumen una gama de cuerpos sutiles (sct. sambogakaya) para enseñar a los arya bodisatvas, los únicos capaces de ver tales formas. Los aryas (los nobles), son seres altamente desarrollados, con una percepción y entendimiento directo, no conceptual de cómo existen las cosas. Los Budas toman una variedad de formas más burdas (sct. nirmanakaya) para beneficiar a los seres ordinarios. Cualquier Buda puede emanar cuerpos burdos o sutiles, ya sea en la forma de figuras búdicas o de seres cotidianos, o incluso de otros Budas. Lo mismo aplica para las figuras búdicas cuando aparecen como si fueran seres iluminados individuales. Sin embargo, sólo aquellos que están preparados para recibir la ayuda o enseñanzas pueden encontrarse con los Budas, en cualquier forma, y derivar así el beneficio completo de ello.
Los Budas y sus emanaciones de figuras búdicas residen en sus propias tierras búdicas. Las tierras búdicas son reinos especiales separados de la confusión o de las existencias incontrolablemente recurrentes (sct. samsara). Son tierras puras donde los Budas y las figuras búdicas se manifiestan en formas sutiles y enseñan a los arya bodisatvas los últimos pasos a la iluminación. Ya que las tierras búdicas están más allá de la experiencia común de los budólogos y los seguidores del hinayana, a estos les sería naturalmente inaceptable su existencia literal. Sin embargo, los practicantes mahayana del sutra y del tantra las consideran realmente existentes, aun cuando no se puedan alcanzar sin las realizaciones prerrequeridas. Aun los grandes maestros no pueden llevar el continuum mental de gente recientemente fallecida a las tierras puras, a menos de que el fallecido hubiera construido los potenciales para ello desde su propia práctica.
El significado ulterior no literal de las tierras búdicas es el continuum de luz clara de cada individuo. Dentro de la esfera del continuum de luz clara de cada individuo, más allá de la confusión de la existencia incontrolable, moran varios aspectos de la naturaleza búdica, representados por las figuras búdicas. Los arya bodisatvas en el camino del tantra más elevado, los únicos practicantes con acceso meditativo no conceptual a su continuum de luz clara, obtienen la realización final de su naturaleza búdica estando en dicho estado.
Algunas veces, las figuras búdicas vienen de sus tierras puras en las formas sutiles de un bodisatva y solicitan a Shakyamuni que imparta varios sutras y tantras, como cuando Vajrapani pidió Concierto de nombres de Manjushri (Alabanzas a los nombres de Manjushri). Como bodisatvas, pueden también atender y compilar los discursos del Buda, como Vajrapani hizo en El tantra de Guyasamya, o dar enseñanzas en lugar de Shakyamuni, como lo hizo Avalokiteshvara en El sutra del corazón. En tales casos, como expliqué antes, las figuras búdicas y Shakyamuni comparten el mismo continuum mental.
Algunos de los cuerpos burdos que los Budas o las figuras búdicas emanan de sus tierras puras, fueron personas históricas reales, como Padmasambava, el maestro indio responsable de la primera difusión del budismo en Tibet. Desde el punto de vista de la verdad convencional, estos grandes seres parecían tener un continuum mental individual y aparecieron como tales a los seres ordinarios, quienes sólo podían entender esta verdad acerca de ellos. Una verdad más profunda acerca de ellos era que su continuum mental era uno con los Budas y las figuras búdicas de las que eran emanaciones. Para los budólogos y seguidores hinayana, sólo la primera afirmación acerca de estas figuras históricas es cierta. Para los practicantes mahayana, ambas afirmaciones son un hecho.
La práctica del tantra incluye visualizarse a uno mismo en la forma de cierta figura histórica considerada como emanación de una figura búdica, tales como Padmasambava, su pareja femenina Yeshe Tsogyal, o el segundo Karmapa, Karma Pakshi. Sin embargo, no todos los maestros considerados como emanaciones de figuras búdicas sirven como formas tántricas de auto visualización, por ejemplo los Dalái Lamas como Avalokiteshvaras. Aun más, es posible que motivados por razones políticas, los tibetanos se dirijan con honores a ciertos gobernantes como emanaciones de figuras búdicas, tales como los emperadores Manchu de China como Manjushris y los zares rusos como Taras. La práctica del tantra no incluye a tales personas. Sin embargo, considerarlos como emanaciones concuerda con el consejo general del mahayana de evitar hablar mal de nadie, ya que uno nunca sabe quién podría ser la emanación de un bodisatva.
Sería difícil confirmar, mediante estándares occidentales, algunas emanaciones burdas de figuras búdicas, que los tibetanos consideran que fueron figuras históricas. Un ejemplo importante es Tara. Tara apareció como un ser individual que, durante una vida como mujer desarrolló la bodichita y se convirtió en bodisatva. Ella tomó votos para continuar teniendo renacimientos siempre como mujer y alcanzar la iluminación en una forma femenina para alentar a las mujeres a seguir el camino.
Las figuras búdicas como contenedores para la práctica
Las figuras búdicas son más que emanaciones que representan varios factores de la naturaleza búdica; también sirven como contenedores multipropósito. La motivación para la práctica mahayana es la de convertirse en un Buda para el beneficio de todos. Convertirse en un Buda requiere actualizar las facultades iluminadoras, tanto físicas como comunicativas y mentales. Tales facultades necesitan un contenedor de forma física. Visualizarse a uno mismo como una figura búdica actúa como una causa para alcanzar un contenedor físico: el cuerpo iluminador de un Buda. También sirve como un contenedor apropiado para las diversas prácticas del tantra para alcanzar la iluminación, tales como visualizar los chakras y canales del cuerpo sutil.
Como todos los Budas, las figuras búdicas aparecen en una vasta red de formas diversas para beneficiar a otros de distintas maneras. Por ejemplo, el tantra comprende seis clases de práctica, de acuerdo al sistema nyingma, y cuatro de acuerdo a las escuelas kagyu, sakya y gelug. Además, cada tradición tibetana transmite varios estilos de práctica para cada clase de tantra. Cualquier figura búdica puede servir como un contenedor para cualquier número de prácticas de cualquiera de las tradiciones tibetanas y cualquier clase de tantra. En cualquiera de estas prácticas, la misma figura búdica puede aparecer en diferentes formas, posturas, con diferentes colores y número de caras y extremidades. Los detalles de la apariencia dependen del número de aspectos de la naturaleza búdica o iluminación que representa la figura y sus características. Por ejemplo, Avalokiteshvara aparece en todas las clases de tantra, en todas las tradiciones, solo o como parte de una pareja, sentado o parado, blanco o rojo, con una o con once cabezas, y con dos, cuatro o mil brazos. Sin embargo, independientemente de la forma o la práctica, Avalokiteshvara sigue sirviendo como un contenedor para enfocarse en la compasión.
Diversidad cultural en las figuras búdicas
Algunos occidentales sienten que las figuras búdicas son demasiado extrañas como para cubrir las necesidades de los practicantes occidentales del tantra. Quisieran tener modificaciones en sus formas. Antes de actuar apresuradamente, podrían beneficiarse de estudiar los antecedentes históricos.
Conforme la práctica del tantra se extendió de la India al este de Asia y Tibet, algunas figuras búdicas sufrieron desde luego alteraciones en sus formas. Sin embargo, la mayoría de los cambios fueron menores. Por ejemplo, las características faciales se parecieron a aquellas de las razas locales, y en el caso de China, también correspondieron la ropa, posturas y peinados. La alteración más radical fue en Avalokiteshvara, transformándose de hombre a mujer en el centro y este de Asia. Una explicación tradicional mahayana de este fenómeno es que los Budas son maestros de medios hábiles y por esto se manifiestan de diferentes formas para ajustarse a varias sociedades. Los chinos asocian la compasión más confortablemente con la mujer que con el hombre. Los budólogos afirman que los mismos maestros tántricos hicieron los cambios, utilizando sus medios hábiles para adaptar las formas a los gustos culturales. La réplica mahayana es que los maestros recibieron inspiración y guía para realizar los cambios de las figuras búdicas mismas, en visiones puras y otras revelaciones. En cualquier caso, el punto en común es que el principio budista de los medios hábiles requiere la modificación de las formas para adaptarse y así beneficiar a distintas culturas.
Los cambios que ocurrieron en las figuras búdicas concuerdan con el estilo de creatividad asiático. Le dieron nueva vida a las formas estándar y las armonizaron con diferentes antecedentes culturales. Consistentemente con esta tendencia, las figuras búdicas en occidente podrían tomar razonablemente la musculatura y características faciales occidentales. Sin embargo, ya que los occidentales están acostumbrados a la diversidad cultural, probablemente será innecesario que las figuras búdicas cambien su ropa para estar a la moda local. Además, a la luz de la aceptación occidental de la igualdad de los sexos, tampoco parece necesario que se den cambios en el sexo de las figuras.
Independientemente de las modificaciones, ciertas características de las figuras búdicas permanecieron intocadas conforme el tantra se expandió de una cultura asiática a otra. La más notoria, es la conservación de los múltiples brazos. Avalokiteshvara se manifiesta todavía con mil brazos, ya sea con un cuerpo masculino en India o uno femenino en China. Personas con mil brazos resultan extraños para la experiencia común de cualquier cultura. Sin embargo, el significado de los mil brazos es comprensible para todos, como un símbolo de compasión para ayudar a los demás de mil maneras.
Además, las caras y brazos múltiples se refieren a varios aspectos y realizaciones de la naturaleza búdica a lo largo del camino. Por ejemplo, es difícil mantener atención simultánea de una manera abstracta, en las veinticuatro cualidades y realizaciones. Al representarlas gráficamente con veinticuatro brazos y visualizarse a uno mismo con ese conjunto de brazos, es más fácil mantenerlas todas juntas en mente. Si los occidentales eliminaran las características de los brazos múltiples de las figuras búdicas para poder realizar visualizaciones más cómodas, sacrificarían esta faceta esencial de la práctica del tantra: el entretejido de los temas del sutra.
El posible uso de íconos religiosos occidentales como figuras búdicas
Cuando las prácticas del tantra se vuelven tan ampliamente publicitadas y bien conocidas que se trivializan, dejan de ser inspiradoras para los practicantes. En esos momentos, los Budas revelan nuevas formas de la práctica a los maestros tántricos en visiones puras. Las revelaciones a menudo incluyen formas ligeramente diferentes de las figuras búdicas. Su Santidad el decimocuarto Dalái Lama ha explicado que el fenómeno continuará indudablemente en el futuro. Su predicción tiene sentido a la luz de la comercialización del budismo tibetano y la aparición de mercancías tales como las camisetas de Kalachakra. Las figuras búdicas y sus prácticas requieren mantenerse en formas privadas y especiales, para poder retener su calidad de sagradas. Si los practicantes ven a los bebés embarrando comida en sus camisetas de Kalachakra, podrían encontrar el visualizarse a sí mismos como Kalachakra menos que inspirador. Sin embargo, si surgen en el occidente nuevas formas de las figuras búdicas, ¿cuáles formas serán las más útiles e inspiradoras?
Algunos occidentales sienten que visualizarse a sí mismos como íconos religiosos familiares de occidente, como Jesús o María, en vez de como extrañas figuras indias, sería un medio hábil de adaptar el tantra al occidente. Argumentan, que después de todo, Jesús y María representan el amor y la compasión tanto como Avalokiteshvara o Tara. Además, si los Budas pueden emanar en cualquier forma, seguramente lo podrán hacer como Jesús o María para beneficiar a los occidentales. Nuevamente, es necesario mantener en mente los antecedentes históricos.
Los gobernantes manchu de China trataron de unificar a los mongoles y a los chinos han bajo sus reglas, mediante combinar el budismo tibetano con el confucionismo. Así, por puras razones políticas, llamaron a Confucio una emanación de Manjushri, comisionaron la composición de rituales tántricos para realizar ofrendas al bodisatva Confucio, y patrocinaron ceremonias en Beijing basados en estos textos. Sin embargo, los rituales no implicaban visualizarse a uno mismo como la figura búdica de Confucio/Manjushri.
En India, sin embargo, una cuantas deidades hindúes, como Ganesh con cabeza de elefante (el dios de la prosperidad) y Sarasvati (la diosa de la expresión artística y musical), aparecieron en la práctica del tantra como figuras búdicas para la auto visualización. Como se mencionó antes, los practicantes del tantra hinduista y budista se entremezclaron en la antigua India y compartieron varias características de la práctica. No sólo las deidades hindúes aparecieron como emanaciones de Budas en la práctica budista, sino que también, correspondientemente, el hinduismo incluyó al Buda como una de las diez manifestaciones (sct. avatar) de Vishnú, uno de sus principales dioses. Incluir a todos, es una característica compartida por la mayoría de religiones Indias.
Las religiones monoteístas, por otro lado, se consideran a sí mismas como poseedoras exclusivas de la verdad. Sus líderes se ofenderían, sin duda alguna, ante las religiones no teístas, como el budismo, si declarara a sus figuras más sagradas como emanaciones del Buda y las incorpora a sus prácticas, particularmente ante las prácticas que involucran imágenes sexuales. Uno de los votos del bodisatva es evitar hacer cualquier cosa que cause que otros menosprecien las enseñanzas del Buda. Entonces, adaptar a Jesús y a María para la auto visualización en el tantra, causaría daño a las relaciones interreligiosas.
Además, las características asociadas con la imagen de Jesús, tales como la cruz y la corona de espinas, tienen un significado profundo dentro del contexto cristiano. Aunque el budismo occidental fuera a adaptarlos como símbolos budistas, la mayoría de los practicantes occidentales encontraría difícil el divorciarlos de sus connotaciones cristianas. Ya que la mayoría de símbolos involucrados con las figuras búdicas, tales como el loto y las gemas, están libres de asociaciones para la mayoría de los occidentales, estos están abiertos para utilizarlos como pretenden sus significados y por tanto son más propicios para ser usados en la práctica del tantra. Por tanto, si en el futuro surgen nuevas formas de figuras búdicas para rejuvenecer las prácticas, probablemente seguirán los antecedentes y habrá menores variaciones en las figuras previas. Sin embargo, a diferencia de los productos en el mercado, no habrá necesidad de nuevos modelos mejorados cada año.