Lam-rim 21: El reino animal; sus sufrimientos y sus causas

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Estamos recorriendo las etapas graduales del camino. Las etapas graduales se presentan de muchas maneras diferentes, sin embargo, se trata de un material común que encontramos en todas las tradiciones del budismo tibetano que se derivan de la tradición india. Aquí tenemos una forma gradual de organizar este material, que describe cómo nos desarrollamos espiritualmente a través de una comprensión o realización tras otra, hasta llegar al punto de la iluminación. 

Desarrollarnos espiritualmente según los tres niveles de la motivación

La forma en que se organiza ese desarrollo espiritual se basa en tres etapas de motivación; esto se deriva de las enseñanzas de Atisha (sct. Atīśa), uno de los grandes maestros indios, que trajo el budismo de la India al Tíbet por segunda vez. Lo que queremos hacer es ampliar el alcance de nuestro objetivo. Cuando hablamos de motivación (kun-slong, anhelo motivador), nos referimos a (1) lo que anhelamos y (2) la emoción que nos impulsa hacia ese objetivo. 

El nivel inicial

En primer lugar, queremos asegurarnos de seguir teniendo mejores renacimientos en todas nuestras vidas. Esa es la motivación inicial. Lo que nos impulsa en esa dirección es la cautela de no poder tener la oportunidad de seguir trabajando en el camino espiritual. En realidad, cada uno de estos niveles de motivación se encuentra dentro del contexto de la motivación más amplia, Mahayana, con la que anhelamos la iluminación. 

En este nivel inicial, queremos asegurarnos de seguir teniendo preciados renacimientos humanos porque, dentro del contexto del sutra, se necesitarán tres tropecientos eones de acumulación de fuerza positiva para poder superar los oscurecimientos y los obstáculos que impiden, no solo nuestra liberación, sino también nuestra iluminación. Se requerirá una enorme cantidad de fuerza positiva para despejar estos obstáculos y construir suficiente energía positiva para que todo nuestro sistema dé algo así como un salto cuántico a un nivel en el que podamos operar libremente, sin las diversas limitaciones que estos oscurecimientos crean, ya sea que estemos hablando de las emociones perturbadoras o que estemos hablando del tipo de comprensión limitada y periscópica que tenemos, que se basa en que nuestra mente crea apariencias de existencia verdaderamente establecida como si las cosas existieran independientemente, en cajas, y que nos impiden ver la interrelación de todo. 

Así pues, en este nivel inicial, queremos construir suficiente fuerza positiva dando una dirección segura a nuestras vidas y, además, absteniéndonos de conductas negativas y destructivas, para que podamos seguir avanzando en la dirección de la liberación y la iluminación, la dirección indicada por el Buda, el Dharma y la Sangha. Ir en esa dirección es lo que nos permitirá seguir teniendo preciados renacimientos humanos, construir más fuerza positiva y alcanzar estas metas.

El nivel intermedio

En el nivel intermedio, trabajamos para liberarnos de los renacimientos que se repiten sin control: el samsara (sct. saṃsāra). Esto significa superar los oscurecimientos que impiden la liberación. Esto se refiere a los oscurecimientos emocionales (las emociones perturbadoras y el no darse cuenta que se encuentra detrás de estas emociones perturbadoras) y al comportamiento kármico, ya sea constructivo o destructivo, que se construye en el contexto de este no darse cuenta o ingenuidad. Queremos superarlos para estar en una mejor posición (más capaces) de seguir trabajando hacia la iluminación. 

No hay manera de que podamos beneficiar a los demás tanto como sea posible si todavía estamos bajo el control de la ingenuidad, la codicia, el apego, el egoísmo, la ira, la hostilidad, los celos, la arrogancia, la vacilación indecisa y demás. Tenemos que deshacernos de ese no darse cuenta. También tenemos que deshacernos de actuar bajo la influencia de ese no darse cuenta; de lo contrario, seguiremos actuando compulsivamente debido al karma, construyendo así más repercusiones kármicas y luego activándolas, lo que nos hará seguir teniendo renacimientos incontrolablemente recurrentes. Tenemos que deshacernos de todo eso para estar en una mejor posición para ayudar a otros a trabajar más para alcanzar la iluminación. 

Este nivel intermedio también está dentro del contexto del nivel más avanzado de motivación y anhelo, el del Mahayana.

El nivel avanzado

Luego nos esforzamos por alcanzar la iluminación. Ese es el nivel avanzado de motivación, el nivel más vasto de motivación, en el que aspiramos a deshacernos de los oscurecimientos que impiden la omnisciencia, que son los hábitos de aferrarnos a una existencia verdaderamente establecida. Los hábitos de este no darse cuenta hacen que nuestra mente haga que las cosas aparezcan de maneras imposibles, como si existieran verdaderamente establecidas por sí mismas, encapsuladas en plástico. 

Cuando la forma en que percibimos el mundo está limitada y coloreada por esta engañosa creación de apariencias, entonces no podemos ver la interconexión de todo, particularmente en términos de causa y efecto. Debido a eso, no podemos analizar con claridad todos los factores causales que influyen y han influido en la existencia de cada ser individual en su situación actual. Además, no podemos saber los efectos de nada de lo que les enseñamos en términos de cómo, no solo esta persona, sino también todos los demás con los que interactuamos serán influenciados en el futuro. Por lo tanto, necesitamos superar todo eso, lo que significa, en este nivel avanzado, tomar ese darse cuenta que discrimina basado en la concentración y la disciplina ética que ya hemos desarrollado y combinarla con la bodichita – el anhelo de alcanzar la iluminación para el beneficio de todos – que se basa en el amor, la compasión y la determinación excepcional de asumir la responsabilidad de llevarlos a la iluminación, incluso si tenemos que hacerlo solos. 

La relación con el maestro espiritual

Así pues, tenemos este camino gradual de desarrollo. Aunque normalmente se presenta sobre la base de la relación sana con el maestro espiritual, no lo hemos presentado de esa manera, ya que, a menudo, eso se entiende mal. Su Santidad el Dalái Lama y muchos otros que presentan este material sugieren que la explicación de la relación con el maestro debe venir al final. No obstante, esta relación es muy, muy fundamental: es la raíz del camino. Esto significa que es la relación de la que obtenemos la fuerza y la inspiración para seguir el camino; por tanto, no es solo guía, sino inspiración y fuerza. Eso se deriva de la relación especial con el maestro espiritual que realmente nos mueve, que nos inspira. Esa inspiración se basa en las cualidades del maestro, que hemos examinado muy, muy a fondo, que incluyen la forma del maestro de enseñar e interactuar. También incluye su bondad al guiarnos y cuidarnos, incluso si eso significa que tiene que ser muy duro y estricto con nosotros para que aprendamos. 

Sobre la base de tener una fuerte convicción en las buenas cualidades del maestro y una apreciación plena de su bondad (su manera de dedicarse a ayudar a los demás y a nosotros mismos), desarrollaremos un profundo respeto. Ese respeto es algo que mostramos no solo hacia el maestro; lo mostramos hacia nosotros mismos, hacia nuestro camino espiritual y hacia todo lo que hacemos para beneficiar a los demás. Eso significa mostrar respeto por la forma en que nos cuidamos a nosotros mismos, por la forma en que cuidamos nuestras instalaciones de meditación y por la forma en que cuidamos nuestras instalaciones de estudio (manteniéndolas limpias, ordenadas, etc.). 

El respeto suele traducirse en una expresión o gesto de respeto, que es la postración, pero el respeto es un estado mental mucho más amplio que no solo afecta a nuestra actitud: también afecta a nuestro comportamiento. Hay muchos criterios detallados sobre las formas en que uno muestra respeto por toda su práctica espiritual y, a menudo, el foco de ese respeto es el maestro espiritual. Sentir respeto por el maestro y por las enseñanzas se traduce entonces en tener respeto por nosotros mismos, por lo que estamos haciendo, etcétera, lo que, particularmente en un contexto occidental, creo que es muy importante para superar la baja autoestima, que básicamente significa no tomarnos en serio a nosotros mismos ni a lo que estamos haciendo. 

Así que tenemos esta presentación de las etapas graduales del camino, niveles graduales de la mente – o “caminos de la mente”, como me gusta explicarlos – que nos llevarán a través de estas diversas etapas de continuos mejores renacimientos y obtener la liberación hasta la meta final, la iluminación.

El preciado renacimiento humano

La forma en que hemos presentado esto primero ha sido en términos de los preciados renacimientos humanos que tenemos. Necesitamos reconocer las diversas cualidades de tales renacimientos y apreciar que realmente los tenemos. Necesitamos valorar lo raro que es un renacimiento de este tipo, lo difícil que es obtenerlo -especialmente considerando sus causas- así como valorar lo que podemos hacer con el preciado renacimiento humano, que es usarlo como fundamento o base para alcanzar estas metas espirituales para poder seguir adelante. Es el mejor medio, el mejor vehículo, para ayudar a otros hasta que seamos realmente seres iluminados. 

Llegamos a comprender el hecho –que no es muy fácil de tomar en serio– de que este preciado renacimiento humano va a terminar. La muerte llegará con seguridad, no sabemos cuándo, y nada va a ser de ayuda en el momento de la muerte, excepto las medidas preventivas que hayamos tomado para evitar que las cosas empeoren en el futuro. A menos que hayamos tomado medidas preventivas para tratar de disminuir al menos el estar bajo el efecto de los potenciales kármicos negativos, que se activan como karma negativo que arroja en el momento de la muerte, seremos arrojados a peores estados de renacimiento –una situación muy triste en la que no podríamos mejorarnos a nosotros mismos ni construir más fuerza positiva. Entonces solo tendríamos que esperar hasta que hayamos agotado la fuerza kármica negativa que ha hecho que nuestra energía más sutil, en cierto sentido, genere los cuerpos de este tipo de formas de vida que son fuentes de gran sufrimiento.

Los reinos sin alegría

Comenzamos a analizar los peores tipos de renacimientos que podrían seguir a esta vida si no hemos tomado estas medidas preventivas. Hemos analizado los renacimientos del infierno, por así decirlo (renacimientos en los reinos sin alegría como seres atrapados) y hemos repasado los diversos tipos de sufrimientos que existen allí. Vimos que las principales causas de estos infiernos calientes y fríos, infiernos ocasionales e infiernos circundantes son un tipo de mente gobernada por la ira, el odio y la estrechez mental, y un tipo de comportamiento motivado por esa mente, que causa una enorme cantidad de daño y crueldad que se inflige a los demás de diversas formas. Como resultado de generar todo eso, nacemos en situaciones en las que nos sentimos abrumados por un miedo y una ira intensos (ira por estar allí, ira por lo que nos está sucediendo, etc.), que es lo que caracteriza a este tipo de renacimiento infernal. Por lo tanto, el nivel de infelicidad y dolor que experimentamos es el extremo de lo que se puede experimentar, más extremo de lo que pueden experimentar los humanos, por ejemplo.

Los fantasmas aferrados

La última vez, analizamos la situación de renacer como un fantasma aferrado, a veces llamado “espíritu hambriento”, que es la traducción china de la palabra sánscrita (preta). Este es un tipo de renacimiento en el que, básicamente, siempre estamos frustrados. Nunca somos capaces de disfrutar de nada, de hacer uso de nada. No somos capaces de disfrutar del calor del sol; no somos capaces de disfrutar del frescor del viento. Todo nos causa un dolor tremendo. No somos capaces de disfrutar de la comida o la bebida. Estamos constreñidos, nos aferramos. Siempre estamos tratando de conseguir algo –tratando de conseguir comida, tratando de conseguir algún tipo de consuelo– pero, sea lo que sea, simplemente se convierte en una experiencia de dolor extremo y frustración, por ejemplo, comer algo que luego se convierte en ácido en nuestro estómago. 

Hemos visto que este tipo de renacimiento –el estado mental, el tipo de cuerpo y el estado de renacimiento en sí mismo que sustenta ese estado mental y ese tipo de cuerpo– es el resultado de ser muy tacaño, avaro; de no querer compartir, de no querer dar a los demás; de querer aferrarnos a las cosas que tenemos y no estar dispuestos ni siquiera a usarlas nosotros mismos; de ser muy tacaños –querer siempre tener lo más barato y de peor calidad porque no queremos gastar el dinero–. Esto también podría ser aferrarse a nuestro conocimiento –no querer compartirlo–. Como resultado, estamos extremadamente carentes, incluso más que cuando nos privábamos de algo mientras estábamos vivos. 

Luego revisamos los diversos sufrimientos de ese estado de renacimiento.

Hoy vamos a abordar el renacimiento animal. A veces me gusta traducir las palabras tibetanas y sánscritas para los seres de este reino, que normalmente se traducen como “animales” (dud-'gro, sct. tiryak), de forma mucho más literal. La traducción literal es “cosas que se mueven encorvadas”, lo que significa cosas que se arrastran. Por eso a veces me gusta llamarlas “criaturas rastreras”. Así que, en lugar de imaginar un lindo cachorrito o un ciervo –Bambi, o algo así– deberíamos imaginar algo como un escarabajo o una cucaracha, algún tipo de cosa que se arrastra por el suelo. Obviamente, este tipo de renacimiento también incluye a los pájaros y a los peces, que no se arrastran; sin embargo, la imagen mental que queremos tener cuando empezamos a pensar en este tipo de renacimiento debería ser algo bastante horrible, no algo lindo y tierno. 

Los sufrimientos de los animales

Existen muchas descripciones del sufrimiento de los animales. Los problemas generales son que son estúpidos e ignorantes; tienen problemas con el calor y el frío, con el hambre y la sed; se los comen unos a otros y son explotados y utilizados como trabajo por otros. Podemos pensar en estos problemas uno por uno. 

Devorarse unos a otros

Estos animales se comen entre sí. No importa si los humanos se los comen o no. No estamos hablando de vegetarianismo en este contexto. Incluso si todos los seres humanos fueran vegetarianos, eso no impediría que los animales se comieran entre sí. Eso es lo que ocurre en la naturaleza. Ya se trate de insectos, peces o mamíferos, los animales se comen entre sí y, en muchos casos, se los comen vivos. Esto es realmente horrible. 

Los seres humanos no solo cazamos y criamos animales para comer, sino que también los matamos por diversión: los cazamos y pescamos por deporte. También tenemos exterminadores, gente que va por ahí matando insectos porque se comen nuestros cultivos, infestan nuestras casas y cosas así. Hay que darse cuenta de que estos insectos, por muy molestos que puedan resultar para nuestro sustento, no tienen intención de hacernos daño. No están motivados por el deseo de hacernos daño. Solo hacen lo que hacen, que es tratar de comer y vivir. Eso es descriptivo de esta situación: aunque solo están tratando de sobrevivir, son castigados y exterminados. Es una situación realmente terrible, ¿cierto?  

Creo que, tal vez, los sufrimientos de los animales son un poco más fáciles de entender que los sufrimientos de las criaturas del infierno o los fantasmas aferrados. Entonces, ¿por qué no pensamos en sus sufrimientos en términos de lo terrible que debe ser, por ejemplo, ser perseguido? Mientras caminamos, una criatura más grande se acerca sigilosamente por detrás de nosotros y nos muerde la mitad del cuerpo y luego nos mastica, como sucede con los peces pequeños en el mar cuando son devorados por peces más grandes. ¿Pueden imaginar vivir así? Eso sería bastante horrible. O simplemente vamos por ahí tratando de vivir, pero como las criaturas más grandes nos ven como plagas, intentan pisotearnos o aplastarnos cada vez que nos ven. Piensen en cómo sería ese estado de vida. Piensen en cómo realmente no querríamos que eso sucediera y cómo haríamos cualquier cosa para evitarlo. Ese es el punto: queremos evitarlo. Entonces, pensemos en eso.

Si nos resulta difícil relacionarnos con eso, podemos imaginarnos a un judío durante la Segunda Guerra Mundial o a un hutu o un tutsi durante la guerra civil de Ruanda, perseguido y exterminado simplemente por su raza o tribu. Pero podría ocurrir lo mismo en lo que respecta a nuestra forma de vida, ¿no es así?

[meditación]

Lo que hace que estas meditaciones sean aún más fuertes es pensar en las causas de un renacimiento animal. Hay varias causas, pero la principal es actuar bajo la fuerte influencia de los instintos animales. Así, por ejemplo, si algo nos molesta, simplemente gruñimos y mordemos como un perro. O en términos de deseo: cada vez que tenemos algún tipo de deseo, en particular el deseo sexual, simplemente saltamos y tratamos de satisfacerlo. 

Como remedio para eso, podemos imaginarnos a una perra en celo en las calles de la India, constantemente atacada y asaltada; en cierto sentido, continuamente violada por todos los perros machos del vecindario. No se ve esto tanto en Occidente, pero en la India, se ve mucho. Las pobres perras en celo son atacadas constantemente. ¿Es nuestro comportamiento similar al de estos perros que van por ahí husmeándose el trasero y demás? ¿Es ese realmente el tipo de cosas que queremos: que nuestro comportamiento nos haga experimentar algo similar en el futuro? Pensar en este tipo de cosas hace que estos renacimientos animales sean un poco más relevantes.

Ser estúpido e ignorante

El siguiente problema general es la estupidez y la ignorancia. Como criaturas que se arrastran por el suelo, nuestra capacidad de beneficiarnos a nosotros mismos de cualquier manera, salvo de la manera más primitiva, es muy, muy limitada. “Incluso si nacemos como monos o loros y se nos puede entrenar para realizar algunos trucos divertidos, nunca se nos podrá enseñar a meditar sobre la compasión. Por supuesto, los estudios han demostrado que muchos animales tienen un cierto nivel de compasión instintivamente, pero el punto es que no son capaces de fortalecer esa compasión mediante el entrenamiento. 

Piensen en ello. ¿Qué puede hacer un animal? Como los delfines o las focas, podemos aprender a saltar a través de aros o a mantener el equilibrio sobre una pelota en la cabeza. Luego, nos lanzarán un pez o algo así. ¿Para qué estamos utilizando nuestros preciados renacimientos humanos? ¿Solo para aprender a hacer algunos trucos? Podemos patear una pelota hacia una red. Podemos hacer un buen truco. ¿Eso es todo? ¿Es ese el mejor uso de un preciado renacimiento humano? ¿Qué ganamos con eso? Podemos ganar dinero, fama, etc., pero ¿qué es, al final, lo que hemos aprendido a hacer? Es algo que básicamente no es diferente de una foca que aprende a mantener el equilibrio sobre una pelota en su nariz. Entonces, como dice la cita, tendríamos una capacidad muy limitada para desarrollar nuestra amabilidad, compasión, etc. y, por lo tanto, beneficiarnos a nosotros mismos a largo plazo. 

Así que, pensemos en esto. ¿Estoy usando mi preciado renacimiento humano solo para aprender a hacer algunos trucos divertidos? ¿Estoy haciendo algo que valga la pena con él? Y no piensen que los trucos divertidos son solo cosas atléticas. Pueden ser trucos divertidos con la computadora o en nuestro trabajo. ¿Es esto diferente de aprender a hacer un truco animal?

[meditación]

¿Pueden los animales desarrollar fuerza positiva? 

Participante: Estaba pensando en los perros que guían a personas ciegas, buscan bombas y cosas así.

Dr. Berzin: Claro que hay algunas posibilidades de que el renacimiento de un animal produzca algún resultado positivo, pero son muy raras. 

Pero recuerden, la fuerza del potencial positivo que se crea a partir de una acción de este tipo depende de la motivación. En este caso, la motivación es conseguir un hueso, algún tipo de recompensa de comida. No es necesariamente que un perro tenga la idea de beneficiar a la otra persona. El perro lazarillo, tal vez, sea un caso diferente. Un perro lazarillo ciertamente desarrolla un vínculo con la persona. Los perros tienen un sentido de cuidar a los demás; son leales, etc. Así que, tal vez, un perro lazarillo sea una excepción. Pero un perro detector de bombas, creo, lo hace por la recompensa que obtiene.

Participante: No creo que hiciera su trabajo si supiera que está buscando bombas.

Dr. Berzin: Exacto. El perro no lo haría si supiera que, si comete un pequeño error, explotará.

Participante: Los pájaros realmente hacen mucho para criar a sus crías.

Dra. Berzin: Sí, los animales ciertamente muestran amor maternal. Tienen ese aspecto de cuidar a los demás. Es algo instintivo. Sin duda, nos enfocamos en el amor maternal cuando meditamos sobre la bondad de los demás.

Participante: Es algo altruista.

Dr. Berzin: ¿Es altruista? ¿Se trata de un comportamiento basado en una motivación consciente o en el instinto? Bueno, probablemente sea instintivo: supervivencia de la especie, etc. Pero eso no quita que sea un acto constructivo. Existe el deseo de proteger y beneficiar a los jóvenes, pero no va mucho más allá. Querer cuidar de los propios hijos no sería un criterio para querer renacer como animal.

Participante: Estaba pensando en lo que dijiste sobre hacer trucos. Llegué a la conclusión de que todo lo que hacemos es un truco para obtener algún tipo de recompensa. La excepción sería hacer cosas con una motivación consciente para beneficiar a algo más que esta vida.

Dr. Berzin: Eso es muy bueno. Si hacemos lo que hacemos solo para conseguir algún tipo de “pez”, algún tipo de recompensa –ya sea dinero, elogios, amor o fama– es como si estuviéramos haciendo un truco. Así que, desde este punto de vista, podemos decir que todo lo que se hace solo para esta vida es básicamente un truco. Hacer algo con una fuerte motivación para beneficiar a nuestras vidas futuras, para beneficiar a los demás, sin querer obtener nada a cambio, no es un truco. Sin embargo, si el objetivo es solo beneficiar a una vida futura, eso también es un truco. En ese caso, queremos obtener la recompensa no en esta vida sino en una vida futura. Recuerden, mejorar las vidas futuras es solo la base, el fundamento para poder trabajar más en el camino espiritual hacia la liberación y la iluminación. Esos son los objetivos reales.

Es interesante observar: ¿Lo que hacemos es solo un truco para obtener una recompensa? ¿Qué valor tiene? Bueno, podemos trabajar en una oficina, haciendo un trabajo burocrático. ¿Es eso un truco?

Participante: Es para realizar una función.

Dr. Berzin: Entonces, hay una diferencia si trabajamos solo para obtener la recompensa de un salario o si trabajamos para beneficiar a la sociedad de alguna manera, ¿no es así?

Participante: Pero hay animales que trabajan solo para el beneficio de su colonia, como las hormigas y las abejas. Trabajan solo para el grupo más grande, no para sí mismos.

Dr. Berzin: Eso es muy cierto. Hay animales sociales que forman parte de un enjambre o una colonia y que trabajan solo para su grupo. ¿Están construyendo fuerza positiva para renacer mejor al hacer eso?

Participante: Cuando me comparo con las abejas, me avergüenzo.

Dr. Berzin: Bueno, es muy interesante. Una actitud egoísta –trabajar solo para uno mismo y no en absoluto para el beneficio de los demás– se basa en tener un fuerte sentido de un “yo” y en aferrarse a un “yo” sólido. Lo que parece que estamos haciendo aquí, con este ejemplo, es etiquetar ese “yo” en el enjambre o la colonia en lugar de en el individuo. Las abejas ciertamente van a defender la colonia como si fuera un solo organismo, en cierto sentido. Creo que lo que tenemos aquí es un ejemplo de una base más amplia para etiquetar al “yo”. El individuo es solo una parte de un enjambre más grande. No creo que eso sea lo que generalmente llamaríamos una actitud de tipo altruista. Al menos, ese es el primer pensamiento que me viene a la mente. ¿Qué piensan ustedes?

Participante: Puede haber un grupo de humanos que se cuidan y hacen todo por los demás, pero cuando aparece otro grupo de humanos, se matan entre sí.

Dr. Berzin: Exacto. También existen las pandillas, por ejemplo. Las personas que forman parte de una pandilla, un grupo de jóvenes delincuentes, se apoyan entre sí, pero su actitud hacia cualquier persona ajena a la pandilla es muy hostil. Lo mismo ocurre con las familias, las naciones y los grupos étnicos.

Estamos hablando del instinto de supervivencia. El instinto de supervivencia no es realmente altruista, aunque ese instinto de supervivencia y protección se extienda más allá de la persona individual e incluya al grupo. No creo que sea eso de lo que estamos hablando cuando hablamos de motivación altruista desde un punto de vista budista. Eso no disminuye el valor de ser amable con las personas de tu familia, pero ese instinto en realidad no entra en el ámbito de una práctica espiritual.

Ecuanimidad y altruismo

Participante: Falta ecuanimidad.

Dr. Berzin: Necesitamos ecuanimidad. En la práctica budista, la actitud y el comportamiento altruistas se extienden más allá de aquellos por quienes sentimos apego. Por eso, creo que aquí tenemos que diferenciar entre lo que se hace por instinto básico de supervivencia, ya sea la supervivencia propia o la supervivencia de la especie, y lo que se hace por altruismo.

Participante: Es la supervivencia del yo.

Dr. Berzin: Es la supervivencia de un yo extendido. 

Participante: Pero beneficia a los demás.

Dr. Berzin: No niego que esto beneficie a otros dentro del grupo. Solo pregunto: ¿es eso realmente de lo que estamos hablando cuando hablamos de aprovechar al máximo un preciado renacimiento humano? Podemos hacer más que una hormiga: solo trabajar para la colonia de hormigas y cuidar los huevos. Podemos hacer mucho más que eso. Pero, sí, Su Santidad siempre señala los ejemplos de las hormigas y las abejas como criaturas sociales.

Participante: A mí me parece una actitud muy cerrada, incluso si uno está pensando en ayudar a toda la colonia de hormigas. Es como si mi colonia de hormigas fuera el universo y nada más en el mundo importara. Eso está bien porque uno está haciendo algo por los demás, pero en realidad es muy limitado.

Dr. Berzin: Exacto. Es limitado en cuanto a cuánto y qué tipo de beneficio puede aportar. Trabajar solo para el beneficio de nuestra familia, clan o pandilla callejera es igualmente limitado.

Participante: Pero en esos casos, estás trabajando principalmente en beneficio de los humanos.

Dr. Berzin: Pero pensar que los animales fueron creados solo para que los usemos y explotemos también es limitado. Por eso apuntamos al Mahayana, que requiere que primero tengamos ecuanimidad. Por eso la ecuanimidad se da como el primer paso para cualquiera de las meditaciones de la bodichita –en realidad, para cualquiera de las meditaciones sobre el amor, la compasión, etc. que hacemos en el entrenamiento budista. La ecuanimidad debe extenderse a todos, sin discriminación. Esa es la idea del Mahayana: ecuanimidad sin discriminación.

Ecuanimidad Hinayana y ecuanimidad Mahayana

La ecuanimidad que es común tanto al Hinayana (sct. Hīnayāna) como al Mahayana (btang-snyoms tsam, mera ecuanimidad) es una ecuanimidad que se extiende a todos al deshacerse de la atracción, la repulsión y la indiferencia, es decir, superar el ser impulsado por estas emociones perturbadoras. Es por eso que es común a todas las formas de budismo. En todas las tradiciones budistas, queremos deshacernos de las emociones perturbadoras. Con la ecuanimidad Mahayana (btang-snyoms, ecuanimidad), queremos superar los sentimientos de que algunos están cerca de nosotros y otros están lejos de nosotros. Esos sentimientos no surgen sobre la base de emociones perturbadoras; en cambio, surgen sobre la base de pensar: "Solo puedo ayudar a estos muchos y no al resto. Estos son los que están cerca de mí, así que los ayudaré; no ayudaré a los que no conozco". No es que seamos indiferentes a ellos o que queramos ignorarlos; es solo que no nos sentimos tan relacionados con ellos.

Participante: Entonces, ¿se refiere a personas?

Dr. Berzin: No se trata solo de personas, sino también de otros seres: “Puedo identificarme con perros y gatos, pero no con cucarachas y escarabajos”.

La ecuanimidad Mahayana se basa en comprender que todos son iguales en el sentido de que todos quieren ser felices y nadie quiere ser infeliz. Nadie está ni cerca ni lejos en ese sentido. La ecuanimidad que comparten el Hinayana y el Mahayana se basa en superar las emociones perturbadoras, en sentir que algunos seres son repulsivos, algunos son atractivos y algunos no valen nada, que “no son nada, así que puedo ignorarlos”. La ecuanimidad Mahayana se enfoca en que todos sean iguales en el sentido de que “todos quieren ser felices y nadie quiere ser infeliz; por lo tanto, todos merecen ser felices y, por lo tanto, todos son igualmente objetos adecuados de mi amor, mi compasión y mi ayuda”. La ecuanimidad Hinayana se basa en que “a veces has sido mi amigo, a veces has sido mi enemigo, a veces has sido un extraño; por lo tanto, no hay razón para sentir atracción por uno, repulsión hacia otro e indiferencia hacia otro más”. Así pues, el enfoque hacia la ecuanimidad es ligeramente diferente en estas dos formas de budismo.

Participante: Hemos reflexionado sobre todos estos puntos y hemos llegado a comprender que todo el mundo sufre y que todo el mundo quiere ser feliz. Entonces, en este contexto, también podemos entender que, aunque esta persona sea mi enemiga, no quiere sufrir.

Dr. Berzin: Exacto. Si pensamos en términos de ecuanimidad Mahayana, que es que todos quieren ser felices y nadie quiere ser infeliz, entonces ampliamos ese estado mental para incluir también a nuestros enemigos. Así, el enfoque se basa en ver a todos como iguales en el deseo de ser felices. Eso nos ayuda a superar los sentimientos de parcialidad con los que excluiríamos a nuestros enemigos de la esfera de aquellos a quienes ayudaremos. La forma de ecuanimidad Hinayana se basa en “¿por qué debería sentir repulsión por mis enemigos? En una vida diferente, podrían haber sido mis amigos”. Así, la ecuanimidad Hinayana tiene como objetivo superar la ira y el rechazo; la ecuanimidad Mahayana tiene como objetivo superar los sentimientos de parcialidad, que nos harían no incluir a ciertas personas dentro del ámbito de la igualdad de todos. Por lo tanto, son ligeramente diferentes.

Pero volvamos a nuestra discusión sobre los animales. El punto aquí –para volver a tu pregunta– es que lo que queremos poder hacer con el preciado renacimiento humano es más de lo que podríamos hacer con un renacimiento animal. Tampoco queremos simplemente crear las causas para un renacimiento animal, lo que sería actuar principalmente según nuestros instintos animales. Yo consideraría el instinto de preservar la especie, la propia familia, la propia colonia, la propia pandilla, etc., como básicamente un instinto animal. Eso no es algo que nos caracterice específicamente como seres humanos. Así que, aunque ese es un instinto animal más positivo que el instinto de gruñir y atacar a todo lo que no nos gusta o de saltar sobre cualquier persona que nos atrae sexualmente, aun así, es un instinto animal. 

Lo que caracteriza al renacimiento humano es el darse cuenta que discrimina (shes-rab). Podemos discriminar entre lo que es útil y lo que es dañino. No tenemos que actuar según nuestros instintos animales; tenemos opciones. Ahora bien, por supuesto, se puede entrenar a un animal para que mantenga en equilibrio un hueso sobre su nariz, y se lo puede entrenar para que no lo coma, en otras palabras, para que controle el instinto de comerlo. Pero ¿cómo se entrena a los animales para que hagan eso? ¿Están utilizando el tipo de darse cuenta que discrimina del que estamos hablando aquí, es decir, para entender lo que es útil y lo que es dañino? 

¿El karma negativo de matar es tan pesado para los animales como para los humanos?

Participante: Los animales se dejan llevar por los instintos, mientras que los seres humanos nos dejamos llevar por algo más que los instintos animales. Actuamos en función del ego, el darse cuenta que discrimina, la elección, etc. Entonces, cuando un animal mata a otro animal y un ser humano mata a otro ser humano, ¿el karma negativo que se crea es igualmente negativo?

Dr. Berzin: Bueno, matar es matar, por lo que la acción es la misma: quitarle la vida a otra persona. La diferencia debería analizarse en términos de la motivación: cuál es tanto el objetivo motivador como la emoción motivadora. Si el objetivo es poder alimentarse a sí mismo o a sus crías (por ejemplo, un león que mata a un antílope para alimentar a sus crías o incluso simplemente para comérselo), eso es una cosa. Sin duda, el león tendría que sentir hostilidad hacia el antílope para matarlo, pero no creo que sea tan fuerte como la ira que siente alguien que comete un asesinato o que mata a alguien en una guerra. Eso es ligeramente diferente. 

¿Y qué pasa con los humanos que cazaban animales en, digamos, la Edad de Piedra, antes de que existiera la agricultura? En ese caso, cazaban para comer. No es lo mismo que cazar a otro ser humano para comer, ¿verdad?

Participante: Algunas personas cazaban a otras personas para comérselas.

Dr. Berzin: Había algunas tribus que cazaban a otros humanos, pero no creo que eso se basara tanto en el hambre. Creo que se basaba más en la idea de que al matar a tus enemigos y comértelos (comiéndote sus corazones, por ejemplo) obtenías su valentía o algo así. No se basaba en no poder conseguir suficiente comida.

Participante: Pero se han librado guerras por los recursos. Eso no es muy diferente de lo que hacen los animales.

Participante: Creo que hay una diferencia porque los humanos tenemos la capacidad de elegir.

Dr. Berzin: Exacto. Los animales básicamente no tienen la capacidad de elegir. Creo que eso es parte de ello. Además, los humanos matan por diversión. Bueno, algunos animales también lo hacen. Un gato atrapa un ratón solo para torturarlo y matarlo, no necesariamente para comérselo. Los gatos torturan a criaturas más pequeñas. Así que hay algo instintivo en ello. 

Realmente es necesario examinar todas estas cuestiones. En cualquier caso, la conclusión es que realmente no querríamos renacer como animales. Esa es la cuestión, ¿no?

Participante: Si un humano mata una hormiga, ¿las consecuencias kármicas serán menos graves que si mata a otro humano?

Dr. Berzin: Sí. Las consecuencias kármicas de matar a una hormiga o a un animal son menos severas que las consecuencias kármicas de matar a un ser humano. Además, matar a un criminal es menos grave que matar a Mahatma Gandhi, por ejemplo. Eso tiene que ver con la cantidad de cosas positivas que un ser ha hecho. Dado el hecho de que un ser es un continuo mental sin principio, ha experimentado todas las formas de renacimiento. Sin embargo, cuando un ser renace en una vida particular como, por ejemplo, una hormiga, no puede hacer tanto bien como un ser humano. Eso no justifica matar a la hormiga, así como la pequeña cantidad de acciones positivas cometidas por un criminal no justifica matarlo. Estamos hablando simplemente de la gravedad de las consecuencias kármicas, las variables aquí son cuántas cosas positivas está haciendo un ser en general y cuántas cosas positivas ha hecho por ti. Así que matar a tus padres o a tu maestro es mucho más grave que matar a un extraño. Hay muchas variables que afectan a la gravedad de las consecuencias kármicas.

Tener calor, frío, hambre y sed

Volviendo al sufrimiento de los animales, también existe el sufrimiento por el calor y el frío. Cuando se trata del calor, podemos imaginarnos a un animal con un pelaje espeso y peludo –digamos, un oso polar– que está en una jaula al sol todo el día; o a un perro con un pelaje espeso que está atado a un árbol y dejado al sol; o a una lombriz de tierra que se seca sobre el cemento después de la lluvia, tostándose al sol.

Cuando hace frío, podemos imaginarnos que somos, por ejemplo, una vaca: a menos que alguien nos meta en un establo, tenemos que quedarnos de pie bajo la nieve o la lluvia helada. No tenemos la capacidad de ponernos un abrigo cálido ni de hacer fuego.

En cuanto al hambre y la sed, solo algunos animales están bien alimentados y viven cómodamente en la casa de una persona bondadosa. La mayoría de las criaturas tienen que pasar todas sus horas de vigilia cazando para conseguir comida. Incluso si somos la mascota de alguien, si nos han dejado encerrados en la casa sin que nos hayan dado de comer ni de beber, ¿qué podemos hacer excepto sentarnos allí y llorar? Esa es una imagen muy dura, ¿no? No hay nada que podamos hacer excepto sentarnos allí y llorar y esperar que la gente vuelva pronto a casa.

Ser explotado y encerrado

También podemos ser explotados, explotados por nuestro trabajo, nuestra velocidad, nuestra fuerza –por ejemplo, para tirar de una carreta–. Podemos ser explotados por nuestros hábitos de entretenimiento y por nuestra apariencia. Podemos ser explotados por nuestra carne, explotados por nuestros huevos o explotados por nuestras pieles. Imaginemos ser una gallina encerrada en una de esas cárceles para gallinas, incapaz de moverse, alimentada a la fuerza y obligada a poner huevos. Al final, simplemente nos matan para hacer comida para perros. Imaginemos cómo es esa vida. También podemos imaginarnos tener que pasar toda nuestra vida confinados en una jaula como prisioneros para la diversión de alguien que nos tiene como mascotas y no poder estar nunca con otros de nuestra especie. Eso es bastante horrible, ¿no? 

Ninguno de estos es un tipo divertido de renacimiento y ciertamente querríamos evitarlos. 

Como se ha dicho, la causa de este tipo de renacimiento es que nos dejamos llevar por nuestros instintos animales, que nos dejamos llevar ciegamente por la mala conducta sexual, como por ejemplo, abalanzarnos sobre cualquiera y no ejercer ningún tipo de autocontrol. Básicamente, se trata de no tener ningún tipo de autocontrol en lo que respecta a nuestros instintos animales. 

La meditación final sobre el reino animal

Tal vez podamos hacer una última meditación sobre esto. Entonces podremos terminar con los peores estados de renacimiento y avanzar. Esta meditación es una que encontramos en algunos de los textos. Imaginemos la calidad de nuestras vidas si fuéramos ovejas (las ovejas se usan generalmente como ejemplos en los textos tibetanos, aunque también podríamos imaginarnos siendo gallinas) que han sido criadas básicamente para comer. Entonces nos vemos siendo llevados al matadero, mirando al matador que tiene el cuchillo en su mano y siendo degollados. Pasamos toda nuestra vida siendo alimentados para que alguien pudiera degollarnos y ponernos en una picadora de carne para convertirnos en comida para perros, la mitad de la cual será tirada si el perro no la quiere comer. Imaginemos haber entregado toda nuestra vida para convertirnos en comida para perros o en una hamburguesa que simplemente se tira porque se le dio a un niño al que no le gustó. Es un pensamiento hermoso, ¿no?

Participante: Creo que es aún más pesado que todo esto lo hagan los humanos.

Dr. Berzin: Esa es una meditación completamente separada para un punto diferente. El punto aquí es que no queremos construir causas para que sean esa oveja o vaca de la que está hecha esa hamburguesa. Verán, ese es un ejemplo de divagación mental: cuando hacemos una meditación destinada a obtener un tipo de comprensión y obtenemos otros tipos de comprensión en su lugar. No hay duda de que es beneficioso considerar a los humanos que lo hacen, etc., pero queremos mantenernos enfocados en el punto aquí, que es pensar en lo horrible que sería ser esa oveja o vaca y evitar las causas. Así que, tratemos de mantenernos enfocados en eso.

[meditación]

También podríamos enfocarnos en las causas y, como decías, en quienes crían y matan animales solo para convertirlos en comida para perros o quienes, en general, explotan a otros, utilizándolos como si fueran animales. Eso, en cierto sentido, crea las causas para que ellos mismos sean explotados y utilizados. Así que ese es otro punto de atención, un segundo paso.

Participante: Tratar muy mal a los animales y burlarse de ellos también podría ser un motivo para renacer como animal.

Dr. Berzin: Por supuesto. Dicen que incluso llamar a otros con el nombre de un animal puede ser motivo de renacimiento como ese tipo de animal. Ese es uno de los ejemplos clásicos que se dan. 

Pensemos si explotamos y utilizamos a los demás para cualquier cosa, para nuestro trabajo, nuestro entretenimiento, nuestra diversión. ¿Los utilizamos como lo haríamos con los animales? 

Es particularmente interesante pensar en esto en términos de relaciones. ¿Tratamos a nuestras parejas como mascotas, quedándonos con ellas básicamente para nuestra diversión? Podemos “acariciar al perro” cuando nos sentimos inseguros y solos, pero el resto del tiempo, simplemente las dejamos afuera, como si encerráramos al perro en la casa. Cuando llegamos a casa, queremos que jueguen con nosotros para divertirnos, y cuando estamos cansados de ellas, las dejamos afuera, en sentido figurado, por supuesto: las excluimos emocionalmente.

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