Lam-rim 28: ¿Qué es el karma? Análisis de la motivación y la intención

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Repaso

Avanzamos a través de las etapas graduales del camino espiritual hacia la iluminación, hablando de los diversos conocimientos o caminos de la mente que necesitamos desarrollar para alcanzar los tres objetivos espirituales de (1) un mejor renacimiento, específicamente un preciado renacimiento humano, (2) la liberación, y (3) el estado iluminado de un buda. 

El preciado renacimiento humano

Comenzamos con el preciado renacimiento humano, valorando que tenemos libertades temporales de los peores estados de renacimiento en los que no tendríamos oportunidad de seguir ningún tipo de camino espiritual, trabajar en la superación de emociones perturbadoras, etc. En cambio, nuestra vida se enriquece con todo tipo de oportunidades maravillosas que hacen posible este trabajo y progreso espiritual. 

Muerte e impermanencia

Hemos examinado las causas de ese renacimiento y hemos visto lo raro y difícil que es encontrarlo y lo fácil que es perderlo. La muerte llegará con toda seguridad y nunca sabemos cuándo. Como aquí se da por sentado el hecho del renacimiento, pensamos en que nada nos va a ayudar en el momento de la muerte, excepto las medidas preventivas del Dharma, es decir, haber desarrollado los hábitos positivos y demás que nos permiten obtener mejores renacimientos, especialmente los preciados renacimientos humanos, de nuevo. Todo el dinero, los amigos, la fama, etc. que hemos acumulado en nuestra vida tendrán que quedar atrás. Esto refuerza el hecho de que realmente tenemos que aprovechar esta preciada vida humana y desarrollar hábitos cada vez más beneficiosos. Nos motivamos aún más a hacerlo cuando pensamos en lo que podría suceder si no lo hacemos.  

Tener cautela de los peores estados de renacimiento

Lo que podría suceder fácilmente después de que muramos es que renazcamos en uno de los peores estados de renacimiento. Eso nos llevó a observar los sufrimientos de (1) los seres atrapados en los reinos sin alegría, las llamadas criaturas del infierno, (2) los fantasmas o espíritus aferrados (a menudo traducidos como "espíritus hambrientos"); y (3) los animales del reino animal, las criaturas que se arrastran y se cazan entre sí, se comen vivos, etc. Si realmente tomamos en serio la posibilidad de renacer en cualquiera de estos reinos, sin duda desarrollaríamos una tremenda sensación de cautela, no de miedo. El miedo implica que no hay salida, que estamos indefensos y que la situación es desesperada. En cambio, vemos que hay una manera de evitar esos tipos de renacimiento, que es ir en la dirección segura del Buda, Dharma y Sangha. 

Dirección segura 

Eso nos llevó al tema del refugio. Observamos con mucho cuidado lo que realmente significan Buda, Dharma y Sangha. Para obtener confianza en que son fuentes últimas de dirección segura, tenemos que reconocer lo que realmente son. En el nivel inicial, o alcance inicial, obtenemos confianza en las Tres Joyas – Buda, Dharma y Sangha – basándonos en pensar en todas sus buenas cualidades. Sin embargo, en un nivel más avanzado, obtenemos confianza al pensar en aquello a lo que las Joyas del Buda, el Dharma y la Sangha se refieren en el nivel más profundo, que son las verdaderas detenciones y las verdaderas mentes que son el camino – en otras palabras, la tercera y cuarta verdades nobles – en los continuos mentales de los aryas, incluidos los budas. Las verdaderas detenciones y las verdaderas mentes que son el camino en los continuos mentales de todos los aryas, incluidos los budas, constituyen la Joya del Dharma más profunda. Solo las verdaderas detenciones y las verdaderas mentes que son el camino en la mente de un buda constituyen la Joya del Buda más profunda. Aquellos que están en la mente de, nuevamente, todos los aryas, incluidos los budas, constituyen la Joya más profunda de la Sangha. 

Obtener confianza en que las verdaderas detenciones y las verdaderas mentes que son el camino son posibles

Luego vimos que tomar una dirección segura en este nivel más profundo significa que necesitamos comprender y tener confianza en el hecho de que es realmente posible lograr una verdadera detención del no darse cuenta, las emociones perturbadoras y sus tendencias, etc. Esa confianza depende, a su vez, de tener una comprensión de cómo las verdaderas mentes que son el camino –en otras palabras, la comprensión de la vacuidad– producen esas verdaderas detenciones. Por lo tanto, este es un tema bastante profundo. También es muy difícil obtener confianza en el nivel más profundo de las Joyas del Buda, el Dharma y la Sangha.

Los entrenamientos de tomar una dirección segura

Luego, analizamos los entrenamientos que nos permitirían dar a nuestra vida esa dirección de Buda, Dharma y Sangha (es decir, la dirección de trabajar para lograr por nosotros mismos esas verdaderas detenciones y verdaderas mentes que son el camino) y hacer que sea segura. Al haber terminado eso la última vez, estamos listos para pasar al siguiente tema importante, que es el karma. Esto encaja con los entrenamientos en el sentido de que nos ayuda a entender lo que significa ir en la dirección de trabajar para lograr verdaderas detenciones y verdaderas mentes que son el camino. 

El primer paso que debemos dar es evitar peores renacimientos. Así, con la motivación inicial, analizamos el karma principalmente para aprender a evitar las causas de los peores renacimientos, siendo la principal la conducta destructiva. Lo que queremos hacer en cambio es adoptar una conducta constructiva, que es la que nos permitirá tener mejores renacimientos, en concreto, preciados renacimientos humanos, para que podamos seguir trabajando por la liberación y la iluminación y por la realización de las verdaderas y más profundas Joyas del Buda, el Dharma y la Sangha que hay en nuestro interior. 

Las cuatro leyes del karma (causa y efecto conductual)

Así pues, entramos en el debate sobre el karma, la causa y el efecto del comportamiento. El primer tema que se trata en este debate tiene que ver con las cuatro leyes del karma. Estas son: 

  1. La certeza del karma – (1) si experimentamos sufrimiento, infelicidad, es certero que esa infelicidad es el resultado de un comportamiento destructivo, y (2) si experimentamos una felicidad manchada, que es el sufrimiento del cambio, es certero que esa felicidad es el resultado de un comportamiento constructivo realizado sin la comprensión de la vacuidad.
  2. El aumento de los resultados kármicos – de una pequeña causa pueden derivarse enormes resultados. 
  3. No experimentar resultados kármicos sin haber acumulado sus causas – en otras palabras, lo que experimentamos no proviene de ninguna causa en absoluto. 
  4. No hay pérdida de resultados kármicos una vez que hemos construido sus causas – si hemos construido las causas, experimentaremos los resultados. 

Por supuesto, tenemos que añadir la condición de que, en el caso de los potenciales negativos, podríamos –aunque no es muy fácil– purificarnos de esos potenciales, en cuyo caso no experimentaríamos los resultados. Por eso, esta primera ley del karma no está formulada para decir que, si cometemos acciones destructivas, es seguro que esas acciones darán como resultado infelicidad y sufrimiento. Es posible purificar los potenciales negativos. Por otro lado, si realizamos acciones constructivas, es seguro que esas acciones conducirán a la felicidad –pero eso también se podría matizar.

Participante: ¿No quema esos potenciales?

Dr. Berzin: Hemos leído que la ira “quema” los potenciales positivos. La palabra que se utiliza en sánscrito y tibetano significa “devastar” (bcom), lo que significa debilitar en extremo. Sin embargo, no significa que esos potenciales se eliminen realmente del continuo mental.

Participante: ¿Qué pasa con la purificación de los negativos?

Dr. Berzin: La purificación puede eliminar los potenciales negativos del continuo mental. Existe toda una discusión sobre por qué. Tiene que ver con los potenciales negativos que se acumulan sobre la base del no darse cuenta, la falta de comprensión de la realidad. La comprensión de la realidad, o de la vacuidad, se opone completamente a ese no darse cuenta. Sin embargo, es solo la cognición no conceptual de la vacuidad lo que realmente puede eliminar los potenciales negativos imputados sobre el continuo mental. La purificación realizada con la meditación de Vajrasatva no elimina los potenciales negativos. Aunque estos potenciales nunca madurarán en sufrimiento, retrasarán la consecución de la cognición no conceptual de la vacuidad. Lo mismo es cierto de los potenciales negativos que han terminado de dar surgimiento al sufrimiento como resultado. También permanecen como una imputación sobre el continuo mental, retrasando la consecución de la cognición no conceptual de la vacuidad hasta que la consecución de esa cognición no conceptual los elimine por completo.

La otra cosa que quería mencionar es el comportamiento constructivo que se basa en el no darse cuenta, es decir, en no comprender la vacuidad. No es absolutamente seguro que ese tipo de comportamiento resulte en una felicidad manchada porque los potenciales que se construyen a partir de él podrían en algún momento dedicarse y, por lo tanto, en cierto sentido, convertirse en el tipo de potenciales positivos que conducen a la liberación y la iluminación. Por lo tanto, ese tipo de comportamiento constructivo no conduciría necesariamente al sufrimiento del cambio, a una felicidad manchada. 

Así pues, por estas diversas razones, la primera ley, la certeza del karma, siempre se enuncia en términos de “si”: si estamos experimentando una felicidad manchada, es certero que esa felicidad es el resultado de un comportamiento kármico constructivo; y si estamos experimentando el sufrimiento del sufrimiento –infelicidad, dolor, etc.– es certero que esa infelicidad es el resultado de un comportamiento destructivo. ¿De acuerdo?

Lo que yo propondría que hiciéramos es proceder con mucho cuidado y profundizar en estas cuatro leyes del karma, porque creo que lo que realmente nos falta a muchos de nosotros es tener una confianza total en el karma, en la causa y el efecto. Si realmente estuviéramos seguros de que actuar destructivamente conduce a la infelicidad y al sufrimiento, dejaríamos de actuar destructivamente. Pero no lo hacemos. ¿Por qué no lo hacemos? Bueno, podríamos decir que es por hábito, por pereza, etc. Pero lo que necesitamos desarrollar es una fuerte convicción en estas leyes de causa y efecto del comportamiento. Por eso me gustaría profundizar un poco más en ellas e indicar algunas de las cosas que tenemos que tener en cuenta. Para comprender la certeza de la ley del karma, necesitamos entender qué es el karma. Así que miremos un poco más profundamente qué es realmente el karma y, en nuestras meditaciones, tratemos de reconocerlo en nosotros mismos, en nuestra experiencia. 

Dos presentaciones diferentes del karma en la tradición indo-tibetana

En las enseñanzas budistas encontramos dos presentaciones diferentes del karma. Aquí, estamos hablando de las enseñanzas budistas de la tradición indo-tibetana. 

  • Un sistema se deriva de la “Antología de Temas Especiales de Conocimiento” de Asanga (Chos mngon-pa kun-las btus-pa, sct. Abhidharmasamuccaya). Se presenta en el contexto de las afirmaciones del sistema de principios Chitamatra. El Sautrántika y todas las escuelas Madyámaka, excepto la versión Gelugpa del Prasánguika, siguen esta presentación en general. Sin embargo, rechazan ciertos puntos específicos del Chitamatra, como el de que todos los elementos en un momento de cognición –el objeto focal, la conciencia y todos los factores mentales, incluido el karma– están desprovistos de provenir de fuentes natales separadas (rdzas). El Chitamatra afirma que todos maduran de la misma fuente natal, es decir, una “semilla” kármica (tendencia kármica). La presentación Teravada concuerda con algunas de las afirmaciones de Asanga, como que el karma es exclusivamente un factor mental, aunque muchos otros aspectos de su presentación son diferentes. 
  • El otro sistema se deriva del Tesoro de Temas Especiales de Conocimiento de Vasubandhu (Chos-mngon-pa'i mdzod, sct. Abhidharmakosha). Vasubandhu explica el karma en el contexto de las afirmaciones del sistema de principios Vaibáshika. La versión Gelug del Prasánguika acepta la presentación de Vasubandhu en general, pero rechaza su visión de la realidad. Explica el karma en el contexto de su propia presentación única de la vacuidad. 

El segundo sistema es mucho más complicado. Dado que el sistema de Asanga es más extendido y más simple, analicémoslo. 

Según la presentación general, el karma es el factor mental de un impulso mental

En una forma más simple, el karma (las) es exclusivamente un impulso mental (sems-pa, impulso). Es un factor mental (sems-byung, darse cuenta secundario). Cada momento de actividad mental incluye un impulso mental; es un factor mental siempre presente. Un impulso mental es lo que atrae la conciencia primaria (sems-byung, darse cuenta secundario), junto con los factores mentales que la acompañan, hacia un objeto y hace que se involucre cognitivamente en algo constructivo, destructivo o neutro.

Recuerden, los factores mentales son los que acompañan a la conciencia primaria; son conciencias secundarias. La conciencia primaria es básicamente en qué canal estamos, en otras palabras, ver, oír, oler, saborear, sentir una sensación física o participar en algún tipo de proceso de pensamiento. Básicamente, la conciencia primaria es lo que reconoce la naturaleza esencial de un fenómeno. Es como una computadora que reconoce sus datos como datos escritos, datos de audio o datos gráficos. Los factores mentales acompañan a esta conciencia primaria. Incluyen todas las emociones y todas las llamadas cosas mecánicas, como distinguir, atención, concentración, recordación, etc., que nos permiten concentrarnos en algo y conocerlo. 

Entonces, el karma es este factor mental que, como un imán, atrae a la conciencia primaria, junto con los factores mentales que la acompañan, hacia un objeto y hace que se involucre en algo constructivo, destructivo o neutro. 

Ahora, ¿tienen alguna idea de a qué se refiere eso realmente en términos de su experiencia?

Participante: Entonces, determina en qué forma uno se involucra.

Dr. Berzin: No es que determine nada; eso sería un factor mental diferente. Eso entra en la intención, y llegaremos a eso en un momento. El karma, el impulso mental, no es lo mismo que la intención; más bien, es como un imán que te atrae. El proceso de toma de decisiones es otra cosa.

Participante: Entonces, todavía no es la dirección.

Dr. Berzin: Es lo que te atrae en la dirección; no elige la dirección.

Participante: ¿No determina al objeto que le atrae?

Dr. Berzin: No. Esa es la intención.

Participante: ¿Qué tan fácil es darse cuenta de eso? ¿Es algo muy inconsciente?

Dr. Berzin: No es fácil notarlo. Es algo muy, muy sutil. 

Cuando lleguemos a la discusión sobre la intención, todo se aclarará un poco más. La intención también incluye el término “motivación”, que es otro factor mental importante. Todas estas cosas están definidas de manera muy específica. Tener todos estos factores mentales definidos de manera específica nos ayuda –siempre que podamos reconocerlos– a identificar en qué debemos trabajar dentro de nosotros mismos. Es como tener un aparato complejo. Si conocemos todas las pequeñas piezas, entonces, si algo sale mal, tendremos una idea de cómo solucionarlo. 

Dos tipos de impulso kármico 

Vasubandhu y Asanga identifican dos tipos de impulso kármico. 

Según Asanga: (1) impulsos kármicos incitadores (2) impulsos kármicos apremiantes

Hay un impulso kármico incitador (sems-pa'i las, sct. cetana karma) y un impulso kármico apremiante (bsam-pa'i las, sct. cetayitva karma). Gyaltsabje, en su comentario sobre el Tesoro de Temas Especiales de Conocimiento de Asanga, define un impulso kármico incitador como el impulso kármico para una acción mental (es decir, pensar) que genera un impulso kármico para una acción física, y presumiblemente también genera el impulso kármico para una acción verbal. Los impulsos kármicos apremiantes son simplemente los impulsos kármicos que generan acciones físicas, verbales o mentales. 

Para aclarar, hay dos tipos de impulsos kármicos con relación a las acciones mentales: (1) impulsos kármicos incitadores para acciones mentales que conducen a una acción física o verbal – por ejemplo, pensar en pisar las hormigas que vemos caminado por el suelo y tomar la decisión de hacerlo, lo que luego genera un impulso kármico apremiante de realmente pisarlas; e (2) impulsos kármicos apremiantes para acciones mentales únicamente – por ejemplo, meditar, recordar, soñar despierto, etc.

Por lo tanto, un impulso kármico para una acción mental puede ser (a) tanto un impulso kármico incitador como apremiante, en cuyo caso la acción mental que incita el impulso genera un impulso kármico apremiante para una acción física o verbal, o (b) simplemente un impulso kármico apremiante, en cuyo caso la acción mental que incita no genera un impulso kármico apremiante para una acción física o verbal. Solo existen estas dos posibilidades. No hay (c) impulsos kármicos para una acción mental que sean impulsos kármicos incitadores, pero no impulsos kármicos apremiantes, y (d) no hay impulsos kármicos para una acción mental que no sean impulsos kármicos incitadores ni apremiantes. Por lo tanto, un impulso kármico incitador es una subcategoría de un impulso kármico apremiante para una acción mental.

En cuanto a los impulsos kármicos para acciones físicas o verbales, también hay dos posibilidades: (1) aquellos que son provocados por una acción mental, es decir, aquellos que se derivan de un impulso kármico incitador – por ejemplo, el impulso de pisar las hormigas después de haber tomado la decisión de matarlas; (2) aquellos que no son provocados por una acción mental, es decir, aquellos que no se derivan de un impulso kármico incitador – por ejemplo, el impulso de hacer algo que uno no ha pensado o decidido hacer, como soltar una palabrota cuando se corta al afeitarse. 

Según Vasubandhu: (1) Ímpetu motivador causal (2) Ímpetu motivadores contemporáneos

En la mayoría de los debates sobre el karma, encontramos que la palabra “motivación” se utiliza en un sentido muy general. Pero si queremos analizar más a fondo, tenemos que hablar de los impulsos motivadores, que son un compuesto de varios factores mentales.

Cuando hablamos de ímpetus motivadores, debemos diferenciar el ímpetu motivador causal (rgyu'i kun-slong) del ímpetu motivador contemporáneo (dus-kyi kun-slong). El ímpetu motivador causal es el que te lleva a pensar en hacer algo: "Creo que diré algo desagradable" o "creo que diré algo agradable". El ímpetu motivador contemporáneo es el que te lleva a hacerlo o decirlo realmente. Por lo tanto, aquí hay dos pasos para la motivación: causal y contemporáneo.

Entre los componentes de los dos tipos de ímpetus motivadores, lo que Asanga llama un impulso kármico incitador es lo que Vasubandhu llama el impulso motivador que es parte del ímpetu motivador causal, y lo que él llama un impulso kármico apremiante, Vasubandhu lo llama el impulso motivador que es parte del ímpetu motivador contemporáneo. 

Por supuesto, como mencioné, hay otros componentes del ímpetu motivador, como la emoción motivadora, que están involucrados en cada uno de esos pasos. Por ejemplo, podríamos, por compasión, pensar en regañar a nuestro hijo; pero, luego, cuando realmente lo estamos regañando, podríamos sentir mucha ira. Por lo tanto, la emoción que acompaña a estas dos fases puede ser bastante diferente.

Participante: Uno también podría tener un impulso kármico de pensar en decir algo sin que ese pensamiento conduzca realmente a un impulso kármico apremiante para la acción verbal.

Dr. Berzin: Exacto. Uno podría pensar en decir algo, pero luego decidir no hacerlo. 

Ahora bien, por supuesto, todo el proceso podría transcurrir tan rápido que no te dieras cuenta de que, primero, piensas en hacer algo y luego, en realidad, lo haces. Simplemente sucede. Pero si pudieras ralentizar el proceso en micromomentos, notarías estas fases. Eso es mucho de lo que se hace en ciertos tipos de meditación. Ralentizas el proceso tanto que realmente te das cuenta de lo que está sucediendo. Este es un método que se utiliza en los tipos de meditación vipashyana. 

En resumen, entonces, si juntamos las respectivas discusiones generales de Asanga y Vasubandhu, podemos identificar el impulso kármico incitador con el ímpetu motivador causal y el impulso kármico apremiante con el ímpetu motivador contemporáneo. 

Tres formas diferentes en las que se utiliza la palabra “motivación” 

Entonces, ¿qué es la motivación? La palabra “motivación” en sánscrito (samutthana) significa “incitador a la acción”. Es lo que nos incita o nos mueve a actuar. Hay tres formas en las que se utiliza la palabra:

  • Puede referirse a la emoción motivadora que nos mueve a hacer algo. 
  • Puede referirse al impulso kármico de hacer algo, lo que yo traduzco como el “impulso motivador”. Cuando Vasubandhu lo identifica como parte de los ímpetus motivadores causales y contemporáneos y Asanga lo identifica como los impulsos kármicos incitadores y apremiantes, lo están utilizando en este sentido. 

Asanga utiliza la palabra de otra manera. Aquí es donde entramos en las complejidades. 

  • Puede referirse a la intención motivadora, que también es un componente del ímpetu motivador. Asanga a veces también utiliza el término “actitud motivadora” (kun-slong-gi blo, anhelo motivador) como equivalente de intención motivadora. Así como podemos distinguir los ímpetus y emociones motivadores causales y contemporáneos, también podemos a veces diferenciar las intenciones motivadoras causales y contemporáneas.

Además, para hacerlo aún más complicado, existe el término bsam-pa, que traduzco como “estado mental motivador”. Este se refiere al compuesto de una distinción (‘du-shes) de una meta o un objeto a alcanzar, una intención motivadora y una emoción motivadora.

Gyaltsabje, en sus comentarios, explica que el karma –el impulso mental que mueve la mente y hace que se involucre en algo constructivo, destructivo o neutro– “mueve la mente hacia un objeto por su propio poder, como un imán, sin necesidad de depender de una intención motivadora”. Por lo tanto, el karma se asocia con y va acompañado de una intención motivadora, pero no es lo mismo que la intención. Esto nos da la estructura para analizar más a fondo. 

La definición de intención

Según Asanga, una intención ('dun-pa) es “el deseo de poseer un fenómeno deseado. Sirve como base para emprender algo con perseverancia”. “Fenómeno deseado” puede referirse a un objeto, estado mental o acción. Es uno de los cinco factores mentales determinantes que permiten que nuestra actividad mental tome a su objeto con certeza. Asanga especifica estos cinco solo en el contexto de las cogniciones constructivas que acompañan. Vasubandhu, por otro lado, habla de estos cinco en el sentido más amplio. Según Vasubandhu, la intención es “el deseo de realizar una acción”. La acción podría referirse a obtener cualquier objeto, a lograr cualquier objetivo o a hacer algo con cualquier objeto u objetivo.

Al comentar la presentación de Asanga, Gyaltsabje añade que se trata de “un factor mental que es una conciencia diferenciadora que está dirigida a un fenómeno que ha sido previamente pensado y en el que se tiene un profundo interés (don-du gnyer)”. A continuación, explica: “La intención puede ser el deseo de encontrarse (con dicho fenómeno), el deseo de no separarse (de dicho fenómeno) o tener un profundo interés (en encontrarse con dicho fenómeno o visión filosófica en el futuro). Indica certeza acerca de objetos específicos por los que uno no tiene intención, al no haber pensado en ellos”. Para aclarar la frase “objetos específicos” en el comentario de Gyaltsabje: la intención de hacer algo que queremos hacer implica haber rechazado todos los demás objetos, estados mentales o acciones alternativas. No tenemos intención de hacer nada más que lo que queremos hacer. Hemos tomado una decisión. 

La intención, entonces, permite que nuestra actividad mental tome a su objeto o se involucre en una actividad con certeza. La palabra tibetana que estoy traduciendo como “deseo” aquí es ‘dod-pa, que también significa desear hacer algo o querer hacerlo. Pero necesitamos diferenciar (1) desear hacer algo, ya sea que pensemos en hacerlo realmente o no, y (2) querer hacer algo que hemos pensado hacer y de lo que estamos seguros. Por lo tanto, en nuestra discusión, usemos “querer hacer algo” como sinónimo de tener la intención de hacerlo. Hemos tomado una decisión al respecto: tenemos la intención de hacer algo que queremos hacer. 

Por supuesto, podemos tener la intención de hacer algo que en realidad no queremos hacer; por ejemplo, puede que no queramos ir a trabajar, pero tengamos la intención de ir de todos modos. O puede que no tengamos la intención de hacer algo que, de todas formas, querríamos hacer, como querer perder peso, pero en realidad no tengamos la intención de ponernos a dieta o hacer más ejercicio. Pero aquí, Gyaltsabje limita la intención a querer hacer algo y tener la intención de hacerlo, es decir, hacer algo a propósito, intencionalmente.

La sensación de que nos guste realizar la acción surge antes del impulso kármico y la intención acompañante de realizarla

Ahora bien, hay otro factor mental que debemos considerar aquí, el del gusto (dga'-ba, sct. priti) por hacer algo. Incluso antes de que surja un impulso kármico, existe una sensación de gusto por hacer algo. Tenemos ganas de hacer algo y luego tenemos el impulso de hacerlo. Por lo tanto, tener ganas de hacerlo surge primero. Esto es así tanto con los impulsos kármicos incitadores como con los impulsos kármicos apremiantes. 

El karma (las) es solo el impulso, el factor mental que mueve a la mente y hace que se involucre en la acción. Ese impulso va acompañado de una intención: queremos hacerlo. Por lo tanto, “que nos guste hacer algo” es equivalente a nuestro término ‘dod-pa, el deseo de hacer algo, en su primer sentido, de desear hacer algo, en lugar de en el segundo sentido, de querer hacerlo. 

Entonces, aquí tenemos una secuencia. Primero, está la sensación de que nos guste hacer algo: “Me gustaría volver a verte”. Luego surge el impulso kármico de pensar en levantarnos de nuestro asiento para ir a verte. Ese impulso mental está acompañado por la intención: “Definitivamente quiero verte”. De lo contrario, no pensaríamos en ir a hacerlo. Y, por supuesto, todavía está la sensación de que nos gusta verte. La intención de querer verte se basa en saber quién eres y estar seguro de lo que quiero hacer: quiero verte. Además, podría haber una emoción motivadora en todo esto, que podría ser: “Me gustas; estoy apegado a ti” o “estoy enojado contigo”.  

Cuando profundicemos en esta discusión, veremos que la sensación de que nos guste hacer algo es uno de los resultados del karma, es decir, el resultado que corresponde a su causa en nuestra conducta (byed-pa rgyu-mthun-gyi 'bras-bu). En concreto, tenemos ganas de realizar una acción, en un momento determinado, similar a lo que hemos hecho en el pasado. En otras palabras, tenemos ganas de repetir la acción. De manera similar, querer hacerlo y, por lo tanto, tener la intención de hacerlo, tanto en el contexto de pensar en hacerlo como de hacerlo realmente, también es el resultado del karma que corresponde a su causa en nuestra conducta. Por lo tanto, lo que madura del karma es tanto tener ganas de hacer algo como tener la intención de hacerlo porque queremos hacerlo. Pero el impulso en sí, que es lo que realmente nos mueve a involucrarnos en la acción, no es una maduración del karma. El karma no madura del karma. 

Analicémoslo con más detalle. Primero, tenemos la sensación de que nos gustaría hacer algo. ¿De acuerdo? Luego viene el impulso kármico incitador que nos atrae como un imán a pensar en hacerlo, acompañado por la intención de pensar en ello porque queremos hacerlo, así como una emoción motivadora. Luego viene la acción mental de pensar realmente en hacerlo y tomar la decisión de hacerlo. Luego viene la sensación de querer actuar ahora según nuestra decisión. Ese proceso de toma de decisiones, más esa sensación, provocan el impulso kármico apremiante para la acción física. Ese impulso kármico apremiante nos empuja como un imán a hacerlo realmente. Está acompañado por la intención ahora de hacerlo, nuevamente porque realmente queremos hacerlo.

Tratemos de identificar dentro de nosotros al menos esta diferencia entre (1) sentir ganas de hacer algo, por ejemplo, rascarnos la cabeza (por lo tanto, podría ser algo neutral) – “tengo ganas de rascarme la cabeza”, (2) la intención de rascarnos la cabeza porque realmente queremos hacerlo – “definitivamente tengo ganas de rascarme la cabeza”; y (3) el apremio, o impulso, que realmente nos lleva a rascarnos.

Ahora bien, muchas cosas pueden pasar por nuestra mente, cosas que nos gustaría hacer o que tenemos ganas de hacer, pero si somos capaces de ralentizar el proceso, podemos decidir si actuar esa sensación o no. Si hay un proceso de toma de decisiones, entonces nuestra acción física está precedida por la acción mental de pensar en ello para decidir si hacerlo o no. Ese proceso de toma de decisiones consciente puede que no esté funcionando muy bien. Lo ideal sería que implicara un darse cuenta que discrimina, el factor mental de discriminar si sería útil hacerlo. Por ejemplo, tengo ganas de gritarte: “¿Por qué no me prestas más atención?”, pero sé que eso solo te alejará aún más. Así que decido que eso no sería de mucha ayuda. Eso es darse cuenta que discrimina.

Participante: Pero no hay ningún apremio implicado en esto, ningún impulso kármico.

Dr. Berzin: Si vas a pensar si gritar o no, primero tienes la sensación de querer pensarlo. Eso genera un impulso kármico que te lleva a la acción mental de pensar si gritar o no. Decidir gritar generaría otro impulso kármico para el acto de gritar. Por supuesto, también podrías gritar sin pensarlo primero. En ese caso, solo existe la sensación de que te guste gritar y luego un impulso kármico apremiante de gritar. 

Sin embargo, gritar no es inevitable. Puedes detener la secuencia que conduce al grito en cualquier momento. Puedes detenerte justo cuando te dan ganas de pensar en ello, en cuyo caso ni siquiera consideras la posibilidad. Puedes detenerte durante el proceso de pensamiento mismo o incluso después de haber tomado la decisión de gritar. También puedes detenerte justo cuando estás a punto de empezar a gritar.

He aquí otro ejemplo: estoy intentando hacer dieta. Ciertamente tengo ganas de comer algo, pero realmente no pienso en ir al refrigerador a buscar algo. En este caso, he evitado ir al refrigerador incluso antes de que surja un apremio de considerar ir, mucho menos un apremio realmente de ir al refrigerador. 

El impulso no es el pensamiento. El impulso, acompañado de la intención, es lo que te lleva a la acción mental de pensar en ir al refrigerador, planear lo que vas a comer y lo que vas a sacar del refrigerador. Esa planificación y demás es la acción mental. Pero de lo que estamos hablando aquí es de ese impulso sutil que te lleva a pensar en hacerlo. Es muy sutil.

Participante: En ese caso, parece que el impulso está ahí antes que el deseo. Primero, está la sensación sutil de “me gustaría comer algo”. Luego viene el deseo: “deseo comer algo”.

Dr. Berzin: No, no, no. Estás diferenciando entre tener ganas de comer y desear comer. No utilicemos entonces la palabra “desear”, ya que se puede utilizar tanto para tener ganas de comer como para querer comer. Tener ganas de comer es lo que va primero. “Tengo ganas de comer”. Es el deseo de comer algo; el deseo es un factor mental. Eso genera el impulso de comer, acompañado de la intención de pensar en comer porque queremos hacerlo. Esa intención se basa en el hecho de que ya has comido antes, por lo que es algo que reconoces. “Tengo ganas” o “me gustaría” es una cosa, pero luego la intención es más fuerte: “Quiero”. 

Recuerden la definición. La intención es un deseo decidido de hacer algo. Es la palabra “dunba” ('dun-pa) – querer hacer algo. El impulso, por otro lado, es el imán que te atrae. Gyaltsabje lo dice muy claramente: “El impulso es el imán que, por su propio poder, te atrae hacia el objeto sin necesidad de depender de la intención motivadora”. En otras palabras, el impulso te lleva compulsivamente a hacer algo. Y esto puede ocurrir tanto si conscientemente quieres o tienes intención de hacerlo como si no.

Participante: Entonces el impulso no es consciente.

Dr. Berzin: Así es. La intención es consciente, el impulso no lo es.

Participante: Yo seguiría sugiriendo que el impulso viene antes del deseo porque, de lo contrario, no se podría formular un deseo.

Dr. Berzin : No. Esto solo sería así si entendiéramos que la palabra “deseo” significa un proceso de pensamiento. No estamos hablando de un proceso de pensamiento, de la acción mental de desear hacer algo, como “quiero levantarme e ir al refrigerador”. De lo que estamos hablando es de una sensación sutil: “tengo ganas de ir al refrigerador”. Esa sensación surge primero y genera el impulso de pensar en hacerlo. La confusión aquí es que “desear” podría significar sentir ganas de hacerlo, querer hacerlo (la intención) o la acción mental de pensar en querer hacerlo.

Es algo muy, muy sutil, por lo que debemos tomarnos un tiempo para reflexionar sobre ello e intentar reconocerlo. Pensemos en un ejemplo sencillo. Para mí, es tener ganas de ir al refrigerador, pero podría ser tener ganas de hacer cualquier cosa, o no hacer nada: “Tengo ganas de ya no trabajar”.

Participante: Estabas etiquetando “intención” como “impulso”. 

Dr. Berzin: No, lo que yo decía es que la palabra “motivación”, lo que nos incita a actuar, se utiliza de tres maneras diferentes. Por eso la palabra “motivación” suele ser muy confusa. Puede referirse a la emoción, al impulso o a la intención que nos motiva.

Una tendencia o potencial para realizar una acción similar a la que hemos realizado en el pasado madura primero como una sensación de gusto por realizar esa acción. No madura en el impulso de realizarla. Un potencial kármico no madura en otro karma; no madura en otro impulso. 

El ejemplo de las ganas de tomar una cerveza

Participante: Solía beber mucha cerveza, pero aunque ya no bebo más, cada vez que veo a gente bebiendo cerveza o veo un anuncio de cerveza en la televisión, me dan ganas de tomar una cerveza. Y una vez que surge el impulso de beber cerveza, ya no hay vuelta atrás.

Dr. Berzin: Entonces, aquí tenemos una circunstancia para que madure un potencial kármico: la compañía de otros, la influencia de otros. Necesitamos circunstancias para que las cosas maduren. Ve a otras personas bebiendo cerveza y tiene la sensación de: "Me gustaría tomar una cerveza". 

Participante: Se basa en experiencias pasadas.

Dr. Berzin: Exacto. Así que ya lo has pensado y experimentado antes. Entonces, al estar en compañía de otras personas que están bebiendo cerveza, sientes ganas de tomar una cerveza. Eso provoca el impulso de pensar en tomarla, lo que, a su vez, conduce a la acción mental de pensar en tomarla. Pero entonces llegas a un punto en el que tienes que decidir: "¿Voy a tomar la cerveza o no?". Por lo tanto, hay un proceso de toma de decisiones que ocurre aquí. Ese proceso de toma de decisiones es la acción de pensar, y esa acción llega a su conclusión cuando tomas la decisión de ir a buscar la cerveza. Dijiste que una vez que surge ese impulso de ir a tomar la cerveza, no hay vuelta atrás: realmente lo haces. Sin embargo, lo que no diferenciaste fueron los dos pasos.

Aquí intervienen dos impulsos diferentes. En primer lugar, está el impulso kármico incitador, el impulso motivador que forma parte del ímpetu motivador causal, que te lleva a pensar (la acción mental), “voy a tomar una cerveza”, y a pensar en cómo la vas a conseguir, “tengo que levantarme e ir al refrigerador”. Ese pensamiento genera otro impulso, el impulso kármico apremiante de la acción física de alcanzar la botella y llevártela a la boca. Ese es el ímpetu motivador contemporáneo. 

¿Ves el proceso que se está llevando a cabo aquí? Por favor, pensemos en ello. 

[meditación]

Ahora bien, el impulso es como un imán. Hay tres fases del ímpetu motivador contemporáneo para cualquier acción, física, verbal o mental: (1) lo que te lleva a la acción, (2) lo que sostiene la acción y (3) lo que la detiene cuando decides parar la acción, ponerle fin. 

Por ejemplo, aunque tengas la intención de hacer algo y, por lo tanto, un interés en hacerlo, una vez que realmente comiences a hacerlo, es posible que ya no tengas ese interés. Estoy pensando en el ejemplo de comer. Estoy comiendo algo. Había preparado tres rebanadas de pan que tenía la intención de comer, y ahora las estoy comiendo. Después de la segunda rebanada de pan, realmente no tengo ganas de comer más, pero simplemente sigo comiendo. Entonces, hay un impulso, un segundo impulso, que te mantiene en marcha, aunque es posible que ya no tengas un gran interés en hacerlo. Es por eso que Gyaltsabje explicó: "El impulso es el imán que, por su propio poder, te atrae hacia el objeto sin necesidad de depender de la intención motivadora". 

¿Ven las diferencias sutiles que estamos trazando aquí? El impulso es el imán. Hay un impulso inicial que te lleva a la acción, y luego hay un segundo impulso que sostiene la acción. Es por eso que, en los otros sistemas, el impulso kármico apremiante se identifica con la energía. Asanga identifica tanto los impulsos kármicos incitadores para las acciones mentales como los impulsos kármicos apremiantes para acciones físicas, verbales o mentales como impulsos mentales, factores mentales. Pero Vasubandhu, en sus textos Vaibáshika, y el Prasánguika, identifican los impulsos kármicos apremiantes para las acciones físicas y verbales -aunque no mentales- como, en términos muy generales, una forma de energía, que es una forma de fenómeno físico. 

Participante: ¿Qué pasa con el impulso de no levantarse de la cama?

Dr. Berzin: ¿Pero existe la intención de levantarse?

Participante: La intención es quedarse acostado en la cama. 

Dr. Berzin: Pero en algún momento, tienes la intención de levantarte. Sin la intención de levantarte, no te levantarías, aunque la intención de levantarte no estuviera ahí antes. Por lo tanto, hay dos acciones aquí, con dos intenciones diferentes. Primero está la acción de permanecer en la cama, acompañada por la intención de permanecer allí y no levantarnos porque no queremos levantarnos y también el impulso que nos lleva a simplemente quedarnos allí acostados y no levantarnos. Cuando finalmente nos levantamos, es porque primero sentimos que queríamos levantarnos después de todo y no seguir acostados en la cama, lo que luego provocó el impulso y la intención acompañante de levantarnos.  

Preguntas

¿Somos kármicamente responsables de las consecuencias no intencionales de nuestras acciones?

¿Y qué pasa con las acciones no intencionales? “No tenía intención de atropellar a ese insecto en la carretera. No tenía intención de matarlo”. Siempre tenemos la intención de hacer algo. La intención es una de las cinco conciencias secundarias determinantes.

Participante: Pero tengo la intención de conducir el coche.

Dr. Berzin: Tienes la intención de conducir el coche, pero no tienes la intención de matar a los insectos que se estrellan contra el parabrisas, pero sucede de todos modos. Por lo tanto, hay una intención, pero es para hacer otra cosa. ¿Eres kármicamente responsable de matar a los insectos que se estrellan contra tu parabrisas, aunque no tuvieras la intención de matarlos? Bueno, si no condujeras tu coche, no los matarías. Entonces, casi se convierte en un argumento de tipo legal aquí. Siempre tienes la intención de hacer algo. 

Ahora bien, puede que no sepas qué es lo que tienes ganas de hacer. “Tengo ganas de hacer algo. No sé qué es lo que tengo ganas de hacer, pero tengo ganas de hacer algo”. ¿Alguna vez te ha pasado? “Tengo ganas de comer algo, pero no sé qué. Estoy inquieto. Tengo ganas de hacer algo”. Esto genera el impulso de hacer algo, acompañado de la intención de querer hacer algo y tener la intención de hacerlo. Esta intención excluye no hacer nada. Puede que no sepas exactamente qué es lo que quieres hacer, pero tienes la intención de hacer algo. En este caso, la inquietud y demás es la emoción motivadora. Siempre hay algún contenido emocional presente. 

Participante: La sensación o la intención de comer chocolate, por ejemplo, es algo que puede madurar una y otra vez.

Dr. Berzin: Creo que estás confundiendo las cosas. El karma no madura en una tendencia. Sentir ganas de comer chocolate, que es la maduración de una tendencia a hacer algo que ya has hecho antes, es algo que puede madurar una y otra vez, pero no necesariamente llevarías a cabo esa sensación. 

No hemos profundizado en lo que conecta el karma, el impulso, con la maduración del karma, pero hay tendencias. Las tendencias no maduran a partir del karma. Las tendencias y los potenciales son repercusiones kármicas de las acciones kármicas. El karma es el impulso. Es el imán que te lleva a una acción y te mantiene haciendo la acción; es el impulso.

Participante: ¿Puedes decir que cada pensamiento que tienes es provocado por un impulso kármico y tiene consecuencias kármicas?

Dr. Berzin: Eso nos lleva a una pregunta difícil. “Pienso en meditar sobre la bodichita”. “Pienso en meditar sobre la vacuidad”. Una vez más, depende de si el pensamiento es parte de la motivación y de hacia qué está dedicado. ¿Va a actuar simplemente como una causa para mejorar el samsara, como cuando acumulas karma positivo sin dedicarlo a la liberación o la iluminación? ¿Está dedicado a obtener la liberación? ¿Está dedicado a la iluminación? Algunos pensamientos pueden ser muy constructivos. Después de todo, es un proceso de pensamiento que te lleva hacia la liberación, aunque el pensamiento esté mezclado con el apego a la existencia verdadera. Así que eso se vuelve un poco técnico. Mucho depende de la dedicatoria. 

Pero volviendo a lo que decías, estamos hablando del karma, del impulso. En este sistema no estamos hablando de la acción en sí, sino de este factor mental que, en cierto sentido, conduce la acción. Por lo tanto, es más sutil, aunque, por supuesto, no puede haber una acción sin este impulso kármico que la conduce. Y, según este sistema, ese conducir la acción, una vez que la acción se ha detenido, dejará una tendencia y un potencial en el continuo mental. 

Las tendencias y los potenciales (más adelante, analizaremos la diferencia entre tendencias y potenciales) son lo que madura en tener ganas de repetir acciones que hemos realizado en el pasado o tener ganas de entrar en situaciones en las que nos sucede algo similar a lo que hemos hecho en el pasado. Esa sensación lleva a repetir realmente una acción que hemos realizado antes o a experimentar una situación en la que nos sucede algo similar porque nos lleva a pensar en hacer esa cosa y luego a hacerla. No es tanto que pensemos. No siempre tiene que haber un proceso de pensamiento consciente, es decir, con pensamientos verbales, involucrado. Sin embargo, sí está involucrado algún tipo de acción mental. 

Participante: ¿Tener ganas de hacer algo se convierte en una tendencia?

Dr. Berzin: No. El hecho de que tenga ganas de matar a alguien no significa que piense realmente en hacerlo, y mucho menos que actúe en consecuencia. Sentir ganas de hacer algo no es como un impulso kármico que nos atrae como un imán a cometer una acción física, verbal o mental. No necesariamente genera una acción ni consecuencias, a menos que pensemos en hacerlo. Pensar en hacerlo es una acción mental, pero el simple hecho de tener ganas de hacerlo es un factor mental y no una acción mental que implique una línea de pensamiento. 

Participante: En la meditación shámata, tratamos de debilitar el pegamento entre todos estos pasos.

Dr. Berzin: No es tanto en la meditación shámata que hacemos esto. Creo que es más en la meditación caminando: “Ahora tengo la intención de levantar la parte trasera de mi pie. Ahora estoy levantando la parte trasera de mi pie. Ahora tengo la intención de mover mi pie hacia adelante. Ahora lo estoy haciendo. Ahora tengo la intención de poner el talón de mi pie hacia abajo. Ahora lo estoy haciendo. Ahora tengo la intención de poner la parte delantera de…” Ahí es donde se reduce la velocidad para ver todos los pasos que están involucrados. Y hay diferentes métodos para hacerlo. Un método es comentar; otros métodos son no comentar. Hay muchas técnicas diferentes de shámata, vipashyana, meditación caminando, muchas variantes.

Participante: Entonces, se notan todos los pasos involucrados.

Dr. Berzin: Bueno, el resultado final sería ser más consciente de tus intenciones y actuar las constructivas. No se trata solo de notar: “Ahora te estoy gritando. Ahora te estoy matando. Ahora siento ira…”. Ese no es el punto. El punto, obviamente, es diferenciar y luego discriminar lo que es útil y lo que no, y luego actuar en función de las positivas. Reconocer que siento hostilidad y cosas así es ciertamente útil, pero eso es un poco diferente. Aquí no estamos hablando de acciones o emociones: estamos hablando de intenciones.

Participante: ¿Puede surgir un impulso sin que primero haya una sensación de que nos guste hacer algo?

Dr. Berzin: No lo creo. La cuestión es que tiene que haber una causa. Tiene que haber algún tipo de secuencia, algo que vincule causas y efectos. El impulso, como dice Gyaltsabje, es el imán que, por sí mismo, te atrae a una acción. Dice que no tiene que depender de la intención que lo acompaña para obtener su fuerza, aunque hay una intención de hacer algo. Por ejemplo, tenemos ganas de conducir nuestro coche a algún lugar. Existe la intención de conducir, porque queremos ir a algún lugar y un impulso que nos lleva a conducirlo. Mientras conducimos, nuestra acción de conducir se convierte en una acción de conducir sobre insectos y matarlos en la carretera. No teníamos ganas de salir a matar insectos y no teníamos intención de hacerlo. Sin embargo, el impulso que nos llevó a conducir el coche también nos llevó al acto de matar insectos. He aquí un ejemplo del impulso que nos lleva a matar que nos lleva a ese acto por sí mismo, sin depender de una intención de matar. 

La intención siempre es consciente, pero las consecuencias de nuestras acciones previstas pueden ser distintas a las que pretendíamos. El concepto occidental de “no intencional” simplemente significa que no somos conscientes de una intención, que lo que hacemos no se hace a propósito; no es deliberado. En realidad, no queremos hacer una determinada cosa. “No tenía intención de hacer eso. No quería atropellar a esos insectos en la carretera; quería hacer otra cosa”. Entonces, ¿qué es lo que nos lleva a atropellar a los insectos en la carretera con nuestro coche? Es nuestra intención de conducir el coche. 

Participante: Pero no tengo intención de atropellar a los insectos.

Dr. Berzin: Bueno, no podemos garantizar cuál será el resultado de lo que hacemos. Estamos conduciendo el coche y, al mismo tiempo, estamos matando a los insectos. El hecho de que nuestra matanza no sea intencional afecta la fuerza de la tendencia kármica que se construye. 

Ingenuidad

Ahora bien, ahí hay ingenuidad: “Simplemente no lo sabía”, o “no quería pensar en el hecho de que, si conduzco, voy a atropellar insectos en la carretera”, “no quería pensar en el hecho de que estoy contaminando el medio ambiente”. Hay todo tipo de cosas en las que no pensamos. Sin embargo, las cosas suceden como resultado de lo que hacemos. Y, de nuevo, si lo hacemos conscientemente o no conscientemente es otra variable que afecta cuán grave será el resultado. Así que aquí se vuelve un poco más complicado. 

Siempre hay una intención. ¿Había una intención de atropellar a los insectos? No. ¿Teníamos ganas de atropellar a los insectos? No. Sin embargo, había un impulso, acompañado de una intención, que me llevó a la acción, que era conducir el coche para ir a algún lugar. Y había un segundo impulso kármico que me hacía seguir conduciendo el coche, que era lo que me hacía seguir atropellando a los insectos. Por eso creo que Gyaltsabje está diciendo que el impulso no necesita depender de una intención motivadora.  

Ahora se vuelve muy difícil de analizar, debo decir. Al conducir nuestro coche y matar insectos en el proceso, construimos una tendencia kármica a conducir de nuevo nuestro coche, y eso da como resultado tener ganas de conducirlo y la intención de hacerlo. Desde cierto punto de vista, podemos decir que también construimos una tendencia kármica a matar insectos atropellándolos. ¿En qué madura esta tendencia kármica? Tendríamos que decir que madura únicamente en la sensación de querer conducir nuestro coche y la intención de conducirlo. No podemos decir que madura en las ganas de querer atropellar insectos y la intención de hacerlo. El impulso que nos lleva al acto de matar insectos, entonces, está acompañado por la ingenuidad como emoción motivadora.  

La ingenuidad es una de las tres actitudes venenosas: el apego, el enojo y la ingenuidad. Simplemente somos ingenuos, no sabemos. No sabemos o no queremos pensar en el hecho de que cuando conducimos el coche, probablemente atropellaremos insectos o que cuando caminamos por cualquier lugar, probablemente pisaremos insectos en la calle.

Participante: Al ir a la cocina, probablemente pisarás algún insecto muy pequeño.

Dr. Berzin: Bueno, esto es parte del sufrimiento que todo lo impregna. Simplemente por el tipo de cuerpo que tenemos, inevitablemente mataremos cosas. No hay forma de evitarlo. Comemos, bebemos, caminamos... matamos cosas.

Participante: Alguien dijo que incluso cuando simplemente mueves el brazo en el aire, golpeas cosas, espíritus o lo que sea.

Dr. Berzin: Exacto. Por eso, para los jainistas, el paso final de la liberación es simplemente sentarse y no hacer nada: morirse de hambre, no moverse. Y el Buda rechazó eso. Lo rechazó cuando rechazó las prácticas ascéticas severas.

Participante: Dicen que, al aferrarse a la existencia verdadera, se activa el karma. ¿Es por eso que surge el deseo de tomar una cerveza cuando estás con gente que está bebiendo cerveza, que te aferras a la cerveza como si fuera algo que existe realmente ahí afuera? ¿Es entonces cuando surge el impulso? 

Dr. Berzin: Ah, ahora entramos en el tema muy complicado de qué es lo que activa el karma. No es solo aferrarse a la existencia verdadera lo que lo activa.

Participante: ¿No es tener ganas de hacer algo?

Dr. Berzin: Bueno, esto se vuelve muy complicado. Existe el deseo anhelante (la sed), hay una actitud obtentora, que podría ser este aferramiento a la existencia verdadera, y luego están los potenciales kármicos activados, todos los cuales, junto con otros factores, se interconectan para producir un resultado. Este es un proceso muy complejo, y realmente no tenemos tiempo para analizarlo. Además, entra en juego la tercera y cuarta leyes del karma (que analizaremos), que son las que determinan lo que madura. Por supuesto, existe este aferramiento a la existencia verdadera. Es parte de lo que activa el karma. Sin embargo, estamos aferrándonos a la existencia verdadera todo el tiempo. 

Así pues, hemos empezado con lo que el propio Buda admitió que es el tema más complicado, que es el karma. No queremos entrar en todas sus complicaciones, solo en lo que podemos trabajar en la meditación. Y lo que podemos hacer es, como has dicho, ralentizar el proceso para que podamos reconocer cómo entramos realmente en las diversas acciones que realizamos, de modo que podamos desarrollar un darse cuenta que discrimina y ser capaces de decir: "Esto es útil; esto no es útil", y no hacer lo que no es útil. E incluso no hacer algo: existe un impulso a no hacer algo que nos impide hacerlo. 

Por ejemplo, puede que tenga ganas de gritarte, pero eso no nos lleva a un impulso de hacerlo. Esto puede suceder de dos maneras. Una es que, con darse cuenta que discrimina, inmediatamente después de notar esa sensación y sin tener que pensarlo bien, decidamos no gritar. La otra es que la sensación de gritar nos lleve al impulso de pensar en gritar y lleguemos a la decisión, con darse cuenta que discrimina, de no gritar. En cualquier caso, tendremos una sensación sutil de no gritar y eso nos llevará a la intención de no gritar y al impulso de refrenarnos de gritar. Estos son los pasos involucrados en el acto constructivo de abstenerse de gritarle a alguien.

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