Introducción
Contamos con una preciada vida humana que con todas sus calmas y prosperidades nos permite andar por el camino del Dharma. Sin embargo, estas libertades y oportunidades no duran para siempre, por lo tanto es necesario que aprovechemos plenamente las ventajas y oportunidades que tengamos.
La mejor manera de aprovechar nuestra preciada vida humana es usarla para desarrollar el objetivo de la bodichita. La aspiración a la bodichita es una mente y un corazón enfocados en la futura iluminación, que será el logro alcanzado más adelante en nuestro continuo mental, y tal que va acompañada de dos intenciones: lograr esta iluminación tan pronto como sea posible y beneficiar a todos los seres por medio de la misma.
Al desarrollar la bodichita, desarrollamos estas dos intenciones, pero en orden inverso. Primero nuestra intención es beneficiar a todos los seres limitados, no sólo a los seres humanos. Esto se logrará a través de nuestro amor, compasión y una resolución excepcional, que abordaremos más adelante en esta plática. Después, para poder beneficiarlos de la manera más efectiva, intentaremos plenamente lograr la iluminación y llegar a ser un Buda. Necesitamos obtener la iluminación para poder deshacernos de todas nuestras limitaciones y defectos, puesto que nos damos cuenta que son estos los que nos impiden realmente poder ayudar a otros. Por ejemplo, si nos enojamos con otros, ¿cómo podríamos entonces ayudarles? Así mismo, necesitamos lograr la iluminación para poder desarrollar todos nuestros potenciales. Necesitamos actualizarlos plenamente para poder utilizarlos en beneficio de otros, así cuando desarrollar la bodichita se convierte en nuestro objetivo, no es que primero queramos convertirnos en un Buda porque sea el estado más alto que podemos lograr, y que después necesitemos ayudar a otros como si tuviéramos que pagar algún impuesto desagradable.
Existen dos métodos principales para el desarrollo de la bodichita. Uno es a través del guion en siete partes sobre la causa y el efecto (rgyu-‘bras man-ngag bdun), y el otro es igualar e intercambiar nuestras actitudes hacia nosotros mismos y hacia los otros (bdag-gzhan mnyam-brje). Aquí discutiremos el primero de estos dos métodos.
El desarrollo de la ecuanimidad
El guion en siete partes sobre la causa y el efecto contiene seis pasos que actúan como causa para la séptima que es precisamente el desarrollo de la determinación de la bodichita. Inicia con un paso preliminar que no se encuentra incluido en este conteo de siete y es el desarrollo de la ecuanimidad (btang-snyoms) con la que superamos el sentirnos atraídos o estar apegados hacia algunos seres, rechazar a otros y ser indiferentes hacia otros más. El objetivo de este paso preliminar es el estar igualmente abiertos hacia todo mundo.
El entendimiento de que todos los seres son iguales, que resulta un requisito para estar igualmente abierto a todos, viene del darse cuenta que el continuo o flujo mental no tiene principio ni final, por lo tanto: todo mundo ha sido en algún momento nuestro amigo, todo mundo en algún momento ha sido nuestro enemigo, todo mundo en algún momento ha sido un extraño para nosotros; el estatus está continuamente cambiando y es en este sentido, que todo mundo es igual.
El punto principal que necesitamos entender y que subyace a esta manera de pensar es la mente sin principio. Esta es una suposición básica del budismo. El renacimiento conlleva una continuidad de la experiencia. Los flujos mentales son continuidades de experiencia. Son individuales y no presuponen una identidad inherente como humano, animal, masculino o femenino. El tipo de vida y el género que se manifiesta en un determinado flujo mental, en un renacimiento particular, es dependiente de acciones previas o karma.
Este es un entendimiento necesario y fundamental para ser capaz de desarrollar la bodichita, puesto que es con base en este entendimiento que resulta posible desarrollar una compasión amorosa por absolutamente todo el mundo. Por ejemplo, no vemos a otros seres como meramente un mosquito, más bien vemos a este ser, como un continuo mental individual e infinitamente largo, que en esta vida resulta que ha obtenido forma de mosquito debido a su karma, pero no es inherentemente un mosquito. Esto permite a nuestros corazones estar tan abiertos hacia el mosquito como hacia un ser humano. El poder de la bodichita deriva del hecho de que con ella pretendemos beneficiar a absolutamente todo el mundo. Por supuesto, esto no es fácil.
El reconocimiento de todos como nuestras madres en otras vidas
Una vez que con ecuanimidad somos capaces de ver a todos los seres como flujos mentales individuales, lo que no niega su forma de existencia en esta vida, estamos listos para dar el primer paso en esta meditación de siete pasos sobre la causa y el efecto. Es para reconocer que, en determinado momento, cada ser ha sido nuestra madre (mar-shes). La línea de razonamiento es que, así como en esta vida tenemos una madre, de la misma manera en cada una de las vidas anteriores en las que nacimos ya sea de una matriz o de un huevo, hemos tenido una madre. De acuerdo a la lógica de los renacimientos sin principio todo mundo ha sido nuestra madre en algún momento del tiempo sin principio, así como también hemos sido sus madres, como también han sido nuestros padres, nuestros amigos cercanos etc.
Al ver a todo mundo como habiendo sido nuestra madre, necesitamos ser cuidadosos y no ver a cada ser con la identidad inherente de nuestra madre, porque esto también se puede tornar un poco problemático. Necesitamos nunca perder de vista al vacío, la falta de identidades inherentes.
El reconocer a todo mundo como habiendo sido nuestra madre, cambia radicalmente la forma en que nos relacionamos con otros y vamos más allá de lograr ecuanimidad hacia todos; nos percatamos de que hemos tenido, y podemos seguir teniendo, una relación muy cercana, cálida y amorosa con todo mundo.
Recordar la bondad del amor materno
El segundo de los siete pasos es recordar la bondad del amor maternal. Para muchos occidentales éste representa un paso problemático en la meditación porque tanto los indios como los tibetanos, siempre toman como ejemplo su propia madre de la vida presente. Tal parece que en esas sociedades la mayoría de la gente tiene relaciones menos difíciles o neuróticas con sus madres que en las sociedades occidentales. Sea esto cierto o no, siempre depende de cada caso. Pero yo diría, basado en mis observaciones, habiendo vivido dentro de las sociedades tibetana e india por veintinueve años, que las relaciones entre los hijos adultos y sus madres parecen ser mucho menos neuróticas en ellas que en occidente.
En este paso durante la meditación hemos de recordar lo bondadosa que es nuestra madre, o lo bondadosa que fue si es que ya murió, remontándonos a cuando nos llevó en su vientre. A continuación, extendemos esto pensando en cómo todos de manera similar nos trataron amable y bondadosamente en vidas anteriores.
Muchas personas, cuando presentan estas enseñanzas a occidentales, dicen: “Está bien, si tienes problemas con tu madre, piensa en tu padre o en un amigo cercano o en cualquiera que te haya tratado amablemente. Así no te quedarás atorado al tratar de hacer esta meditación”, y me parece que éste es un acercamiento útil. Sin embargo, también me parece que es muy importante que, si tenemos algún problema en la relación con nuestra madre, lo trabajemos y no solamente lo descartemos. Si no somos capaces de lograr una relación saludable con nuestra madre, nos será muy difícil lograr tener relaciones amorosas y saludables con cualquier otra persona. Siempre habrá algún problema, por lo tanto, considero que es muy importante revisar nuestra verdadera relación con nuestra madre e intentar reconocer su gentileza sin importar qué tan difícil sea nuestra relación presente o lo haya sido en el pasado.
Primero, necesitamos considerar el amor maternal ideal. Los textos clásicos están llenos de descripciones de ello. Se puede observar, por ejemplo, en muchos animales: un ave madre se posará sobre sus huevos sin importarle el frío o la humedad a la que se encuentre sometida; cuando el huevo rompe, ella se afanará en atrapar y moler los insectos, pero sin comerlos, para darlos de alimento a sus polluelos. Esto es realmente extraordinario.
Por supuesto, existen ejemplos tanto del reino animal como de los insectos en donde las madres se comen a sus crías, pero aun así, se sometieron a grandes dificultades para darles nacimiento. Y ya sea que haya sido nuestra madre biológica, o una madre sustituta, alguien nos llevó dentro de su vientre, a menos que hubiéramos nacido de un tubo de ensayo. Pero aun así, alguien tuvo que haber vigilado ese tubo, manteniéndolo a la temperatura adecuada. Ya sea que nuestra madre nos haya llevado en su vientre con gusto o sin él, esto resulta irrelevante ante el hecho de que nos mantuvo dentro de su matriz sin habernos abortado. Para ella no fue nada cómodo y tuvo que someterse a grandes dolores al momento de nuestro nacimiento. Durante nuestra primera infancia alguien tuvo que levantarse a media noche para alimentarnos y cuidarnos, de otra forma, no habríamos sobrevivido. Este tipo de cosas son las que se enfatizan en los textos clásicos.
Si hemos tenido dificultades con nuestra madre, me parece que podemos seguir la pauta de cómo proceder a partir de las meditaciones del gurú, contenidas en el texto de lamrim del quinto Dalái Lama. Una gran cantidad de textos tempranos hablan de la casi imposibilidad de encontrar un maestro espiritual que sustente tan sólo buenas cualidades. Ningún maestro espiritual será el ideal, siempre habrá una mezcla de aspectos fuertes y débiles. Lo que queremos hacer en la meditación sobre el maestro espiritual es, concentrarnos en sus buenas cualidades y su bondad, con el propósito de desarrollar gran respeto, inspiración y aprecio hacia éste. De tal forma, que esto nos motive a desarrollar esas buenas cualidades y gentiliza en nosotros mismos.
El quinto Dalái Lama explica que, en este proceso, no necesitamos negar los defectos y fallas del maestro, eso sería ingenuo. Reconocemos la existencia de tales defectos, pero los apartamos de nuestra atención por el momento, puesto que pensar en las fallas del maestro sólo nos llevará a la queja y a tener actitudes negativas. Esto no resultaría para nada inspirador. Es por medio de enfocarnos en las buenas cualidades y la gentileza, que obtenemos inspiración.
Así pues, primero reconocemos sus errores, pero necesitamos examinar de manera honesta si en realidad son defectos suyos y no proyecciones nuestras. También necesitamos examinar si esos defectos son actuales en nuestro maestro, o si se trata de una historia pasada que no queremos soltar. Una vez que tenemos claro cuáles son las fallas que realmente tiene, decimos: “Está bien, esas son sus fallas”. Entonces las dejamos de lado y nos enfocamos en sus cualidades.
Me parece que este mismo proceder puede ser apropiado y funcionar muy bien cuando nos enfocamos en la bondad de nuestras madres. No hay madre ideal. Si nosotros mismos somos padres, sabemos que es increíblemente difícil ser el padre ideal, así que tampoco deberíamos esperar que nuestros propios padres fueran perfectos. Entonces nos percatamos de las fallas y defectos que nuestra madre tiene o tuvo y tratar de entender las causas y condiciones que la llevaron a tenerlas. No es una mala persona inherentemente, de la misma manera en que un flujo mental no es inherentemente un mosquito (que tampoco es inherentemente fastidioso). Nos aseguramos de no estar proyectando errores en nuestra madre ni regodeándonos en historias pasadas, de tal forma que podamos hacerlas a un lado por el momento. Nos decimos: “Está bien, ella ha tenido o tiene tales fallas, pero es una persona como muchas otras. Todos tenemos fallas”. Entonces nos enfocamos en sus cualidades y en la bondad que nos ha otorgado.
Un maestro occidental de Dharma, olvido exactamente quien fue, ha sugerido un método de meditación que me parece muy útil. En este punto, después de haber puesto a un lado las características negativas de nuestra madre, hacemos un recorrido de nuestra vida en unidades de cinco o diez años. Nos tomamos cinco minutos, media hora, una hora, o tanto tiempo como queramos, recolectando y recordando todas aquellas cosas amorosas que nuestras madres hicieron por nosotros en cada uno de estos periodos de cinco o diez años. Primero, desde el momento en que estuvimos en su vientre hasta los cinco años, recordamos como se ocupó de cambiarnos los pañales, nos alimentó, nos bañó y todas esas cosas. Después recordamos de los cinco a los diez años y así sucesivamente. Nos llevó a la escuela, quizá no nos ayudó con las tareas, o quizá si lo hizo, pero probablemente cocinó para nosotros y nos lavó la ropa. Más tarde, cuando fuimos adolescentes, quizá nos haya dado dinero. No importa que tan mala pueda haber sido nuestra madre, sin lugar a dudas recibimos grandes gentilizas en cada periodo de nuestras vidas.
Después podemos hacer lo mismo con nuestro padre, y con otros parientes, amigos y demás. Es de gran beneficio para la meditación, además de ser un antídoto especialmente fuerte contra la depresión que sentimos cuando pensamos: “Nadie me ama”. De tal forma si podemos percatarnos de la bondad que recibimos de nuestras madres en esta vida, nos ayudará a reconocer que todo mundo ha sido similarmente bondadoso hacia nosotros. Nadie ha sido la madre ideal, claro, hasta es posible que nos haya lastimado de alguna manera, pero siempre nos han mostrado su bondad.
La retribución de la bondad del amor maternal
El tercer paso de este guion en siete partes consta en desarrollar el deseo de retribuir la bondad del amor maternal que hemos recibido (drin-gso) Para esto, podemos continuar con la adaptación a la meditación que acabamos de perfilar recordando el amor maternal del cual hemos sido objeto. De la misma manera, vamos por periodos de cinco o diez años en nuestras vidas, examinando cómo hemos demostrado nuestro amor y gentilizas a nuestra madre, extendiéndolo hacia nuestro padre, amigos, familiares y demás.
Si comparamos todo el amor y la ayuda que hemos recibido con la que hemos dado, la mayoría de nosotros descubriremos que hemos recibido mucho más de lo que hemos dado. El objetivo de esto no es generar un sentimiento de culpa, que sería una típica reacción neurótica occidental. El objetivo es el ayudarnos con el siguiente punto en la meditación de la bodichita, que es desarrollar el deseo de retribuir la gentileza, una vez que reconocimos el haberla recibido.
Encuentro que esta adaptación a la meditación es realmente benéfica para realmente lograr conmover nuestros corazones de tal forma que verdaderamente sintamos algo y me parece que esto es muy importante. Me he topado con muchos budistas occidentales que practican todas estas meditaciones sobre el amor y la compasión y hasta salen a ayudar a otros, pero que tienen muy malas relaciones con sus padres y están atorados en eso. Me parece que es de verdadera utilidad trabajar con esas relaciones y no limitarnos a evadirlas sólo porque resulte difícil abordarlas.
Método sugerido para aplicar la práctica
Un punto importante en cada uno de estos pasos es el tratar de mantenernos abiertos y expandir el enfoque de nuestra práctica a todos los seres. Por supuesto, en cada paso podemos empezar con algo pequeño, pero necesitamos ir expandiendo este enfoque gradualmente. Hacemos esto basándonos en la ecuanimidad, viendo a todos como flujos mentales individuales. He encontrado que una forma efectiva de lograrlo, es no sólo sentarte a meditar con los ojos cerrados y pensar de manera abstracta en “todos los seres sintientes”, sino que resulta más efectivo hacer la práctica de forma similar a como lo sugiero en el entrenamiento de la sensibilidad.
En otras palabras: intentar desarrollar estas actitudes positivas primero hacia diferentes personas enfocados en sus fotos (amigos, personas que no nos son gratas y desconocidos). Después intentar desarrollarlas mientras se observa a personas presentes sentadas en un círculo con nosotros en un grupo de meditación. Después intentar hacerlo mientras se viaja en metro o en autobús con la gente que se encuentran ahí. De esta forma, en realidad estamos aplicando en otros, las actitudes positivas que estamos tratando desarrollar.
De la misma forma practicamos esto hacia animales, insectos etc., y no sólo de una manera teórica en nuestra mente, sino de hecho mientras los estamos viendo. Al hacer esto, necesitamos tratar de evitar irnos a los extremos, como se puede ver por ejemplo entre los tibetanos, que les resulta más fácil ser amables hacia un insecto que hacia un ser humano. Si se encuentra una hormiga en medio del templo, todos extreman precauciones para asegurar que no sea lastimada, sin embargo no muestran el mismo tipo de deferencia y gentiliza hacia los seres humanos, por ejemplo, para con indios o extranjeros que llegan a visitar sus templos y les gustaría saber algo respecto a lo que están viendo. Necesitamos mantener en esto una perspectiva apropiada.
Algunos pueden argumentar que es más fácil ayudar a una hormiga que a un ser humano porque la hormiga no te va a responder y a hacértela difícil, mientras que la gente suele hacerlo. A una hormiga simplemente la levantas y la sacas mientras que no se puede hacer lo mismo con las personas que se están poniendo insolentes. En cualquier caso, mi punto es que muchas personas hacen este tipo de meditaciones de una forma muy abstracta: “Todos los seres sintientes” y en realidad nunca lo aplican a gente real, en “el mundo ordinario”, esto genera un gran problema para lograr progresar en el camino.
El gran amor
Una vez que hemos reconocido a todos como habiendo sido nuestras madres, que hemos recordado su gentileza y su amor maternal, y deseado retribuir tal amor, naturalmente surge una sensación acogedora y cálida de amor (yid-‘ong byams-pa). Este es un sentimiento de cercanía y calidez que surge de forma automática hacia cualquiera que conocemos. No hay pues necesidad de desarrollar un paso extra en la meditación para lograr esto. También se le llama amor afectuoso o acogedor (gcer-zhing pham-pa’i byams-pa). Es el amor con el que acogemos a alguien y nos preocupamos por su bienestar de tal forma que nos sentiríamos muy tristes si algo malo le sucediera.
Basándonos en este amor cálido, seguimos hacia el cuarto paso, la meditación en el gran amor (byams-pa chen-po). Amor es el deseo de que el otro sea feliz, generalmente alguien que nos agrada. Sin embargo, el gran amor es el deseo de que todos sean felices y que tengan las causas para la felicidad. Es verdaderamente importante que sean tanto el deseo de su felicidad como el de sus causas. Esto significa que es de nuestro total entendimiento que la felicidad proviene de causas, y no tan sólo del favor de los dioses o por buena suerte y la causa no soy yo.
Las causas para la felicidad son presentadas en las enseñanzas sobre el karma: si la gente actúa de forma constructiva, sin apego, sin enojo y demás, entonces experimentará la felicidad. Por lo tanto, necesitamos formular el pensamiento: “Que tengas felicidad y las causas de la felicidad, que realmente puedas actuar de maneras saludables y constructivas para que puedas experimentar la felicidad.”
Resulta claro que ya desde aquí con estas meditaciones sobre la bodichita, nos estamos esforzando por ser Budas para ayudar a todos, pero sin inflar el papel que jugamos en ayudarlos. Podemos señalarles el camino, pero ellos mismos necesitan ir construyendo sus propias causas de felicidad.
La gran compasión
Viene ahora el quinto paso, la gran compasión (snying-rje chen-po): el deseo de que todos estén libres del sufrimiento y de las causas del sufrimiento. De la misma manera, con el total entendimiento de que el sufrimiento proviene de causas y que éstas necesitan ser eliminadas para deshacerse del sufrimiento. Nuevamente, ésta es una perspectiva muy realista. El gran amor y la gran compasión no son solamente estados emocionales como decir: “Qué pena que todos sufran”. Sino que va acompañado del entendimiento de que el comportamiento obedece a tiene causas y efectos.
La gran compasión excede a la compasión ordinaria de muchas maneras. En primer lugar, va dirigida de manera equitativa a todos los seres limitados, no sólo a algunos. En segundo lugar, es el deseo de que se encuentren libres del sufrimiento que todo lo impregna (khyab-par ‘du-byed-kyi sdug-bsngal) de estar sujetos a los renacimientos incontrolables con sus agregados surgidos de la confusión, mezclados con confusión, que producen más confusión y por lo tanto perpetúan el sufrimiento. Así que no es simplemente el deseo de que los otros se encuentren libres del dolor o del sufrimiento del cambio. El sufrimiento del cambio es la felicidad ordinaria que no perdura y no satisface. La gran compasión no es el deseo de que todos los seres se vayan al paraíso para escapar del problema. Y en tercer lugar la gran compasión está basada en la firme convicción de que es posible para todos los seres limitados lograr la liberación del sufrimiento que todo lo impregna. No es solamente un bonito deseo.
La compasión frecuentemente se describe como una actitud similar a la renuncia. La renuncia es una actitud dirigida a nuestro propio sufrimiento, sus causas, y el deseo para vernos liberados de estos. Basados en la renuncia podemos desarrollar empatía hacia otros, dirigiendo esta misma actitud hacia otros, hacia su sufrimiento y hacia las causas de ese sufrimiento, y deseando que se liberen de ellos.
Siempre se ha dicho que es difícil para nosotros verdaderamente sentir empatía y compasión hacia otros a menos que hayamos pensado en nuestro propio sufrimiento y deseado la liberación para nosotros mismos. Necesitamos entender que los otros realmente experimentan dolor por su sufrimiento, y que su sufrimiento les duele tanto como nuestro sufrimiento nos duele a nosotros. Entender esto depende de reconocer que nuestro propio sufrimiento duele, de otra forma no tomaremos el sufrimiento de otros seriamente. Hay que recordar que estamos deseando a nuestras madres, que han sido tan amorosas hacia nosotros, que sean felices y estén libres del sufrimiento. Comenzamos esta meditación con nuestras madres y luego con otros para poder, de hecho, darle ese sentimiento.
Extender el método para ayudar a aliviar la baja autoestima
Tal como dicen los textos, que sólo se puede desarrollar la compasión sinceramente si empezamos con el deseo de vernos liberados del sufrimiento y de sus causas, me parece que podemos formular el mismo principio respecto al amor. Esto es particularmente relevante para aquellos que sufrimos de baja autoestima. La baja autoestima es un fenómeno particular en los occidentales y no tan frecuente entre los tibetanos, o entre los indios para tal caso. Antes de que sinceramente podamos desear la felicidad y las causas de la felicidad a otros, necesitamos sinceramente desear para nosotros mismos la felicidad y las causas de la felicidad. Si sentimos que no somos merecedores de la felicidad, ¿por qué sería cualquiera otro merecedor de la felicidad?
Así que, desear la felicidad para nosotros, es un paso en la meditación que pienso podemos agregar de forma segura si es que sufrimos de baja autoestima. Me parece que esto es muy importante. Para poder lograr generar el pensamiento de que todos merecen ser felices, ayuda que recordemos nuestra naturaleza búdica. No somos totalmente malos, nadie es totalmente malo, todos tenemos el potencial de ser Budas, de beneficiar a otros, de ser felices y demás.
Otro punto: el amor y la compasión también se desarrollan en las escuelas theravada y otras escuelas hinayana. Sin embargo, ahí los métodos meditativos no siguen pasos graduados, como lo hacemos con estos siete que nos ayudan a ir construyendo el amor y la compasión en base a razonamientos tales como el recordar el amor materno. Sin embargo, no debemos pensar que las meditaciones en el amor y la compasión faltan en las tradiciones theravada. Sin embargo, no tienen los siguientes pasos en la meditación para la bodichita.
Resolución excepcional
Diferentes traductores presentan de maneras distintas el siguiente y sexto paso. Algunos lo llaman “el deseo puramente altruista”. Su Santidad el Dalái Lama utiliza el término “responsabilidad universal”. Aunque yo lo he traducido de diferentes maneras por el momento prefiero el término “resolución excepcional” (lhag-bsam). Esto se refiere a asumir la responsabilidad para realmente hacer algo con respecto al sufrimiento de otros. Si hay alguien ahogándose en un lago, no solamente nos paramos en la orilla y decimos: “Oh, oh, desearía que esto no estuviera pasando”. Necesitamos realmente saltar y tratar de ayudar a esta persona, de la misma forma en la meditación de la bodichita, pensamos en términos de asumir la responsabilidad de ayudar a otros tanto como sea posible.
La aspiración de la bodichita
Basándonos en esta línea de seis pasos de desarrollo como causa, el séptimo paso es, como su resultado, el desarrollo de la aspiración de la bodichita (sems-bskyed). Cuando examinamos cual es la forma en que mejor podemos beneficiar a otros, nos damos cuenta que con nuestras actuales limitaciones, emociones y actitudes perturbadas no vamos a poder ayudar mucho. Si soy egoísta, impaciente, me siento atraído hacia algunas personas y enojado con otras, si soy flojo y me canso todo el tiempo, si realmente no puedo entender a los demás y no me puedo comunicar de manera apropiada, si les tengo miedo a otros, o tengo miedo a ser rechazado o criticado; todas estas cosas lo único que van a lograr, es impedirme ayudar a otros tanto como sea posible. Así que como realmente quiero ser de ayuda, realmente necesito deshacerme de estas cosas. Verdaderamente necesito trabajar conmigo mismo y deshacerme de estas cosas para poder realmente utilizar mis talentos y habilidades y las cualidades de mi naturaleza búdica para beneficiar a otros. Siempre mantenemos en mente “tanto como sea posible” pues no nos convertiremos en dioses omnipotentes. Basados en esta línea de pensamiento determinamos nuestras mentes y corazones a convertirnos en un Buda para ayudar a todos tan plenamente como sea posible. Este es el desarrollo de la aspiración de la bodichita.
La conducta del bodisatva
Una vez que hemos desarrollado la bodichita, tratamos de ayudar a otros tanto como nos sea posible, a pesar de nuestras limitaciones. Esto es porque hemos generado la resolución excepcional de asumir la responsabilidad de ayudar a otros, sustentada en los pasos anteriores en la meditación en siete partes sobre la causa y el efecto para generar la bodichita.
Esto significa que en donde sea que nos encontremos con otros, y veamos que tienen problemas, por ejemplo: estar ante un indigente; no sólo lo vemos como una persona sin hogar, cuando los vemos no pensamos en ellos en términos de ser inherentemente pobres, flojos o cualquier valor o juicio que podamos proyectarles, más bien nos damos cuenta de que en esta vida y en este momento particular de su vida, son así. Sin embargo, sus flujos mentales no tienen principio, y en determinado momento pudieron haber sido nuestra madre y haber cuidado de nosotros bondadosamente. Nos llevaron en sus vientres, cambiaron nuestros pañales etc., y realmente quisiéramos retribuir su gentileza. Deseamos que puedan ser felices y que tengan las causas de la felicidad, y que se puedan ver liberados de sus problemas y de las causas de sus problemas. Asumimos la responsabilidad de tratar de hacer algo al respecto.
¿Qué necesitamos hacer? No es que necesitemos ir a casa a meditar para superar nuestros defectos, y evadirnos de hacer algo para ayudar a esta gente. Por supuesto que necesitamos meditar más, sin embargo, lo que esto nos motiva hacer en este momento es superar nuestra timidez, indecisión y mezquindad y en realidad darles algo, aunque sea una sonrisa, al menos hacer algo.
En otras palabras, utilizamos nuestra resolución excepcional para movernos justo en este momento a superar nuestras limitaciones tanto como podamos, y utilizar nuestros potenciales tanto como podamos para ayudar. Por supuesto, cuando lleguemos a casa necesitaremos trabajar más en nosotros mismos, pero no olvidemos a los desafortunados indigentes y sólo nos vayamos a la casa a meditar, si nuestra resolución es sincera, mantengámonos con presencia mental.
La motivación más fuerte para trabajar con nosotros mismos en cada momento surge de nuestro encuentro con otros seres que requieren ayuda. Vemos a una viejecita sentada en el piso frío durante el invierno, pidiendo limosna junto a la estación del metro y pensamos: “¿Y si fuera mi madre?”. Si ella fuera la madre que tenemos en esta vida, sentada ahí mendigando, ¿seguiríamos caminando de largo? O qué tal ese joven en el subterráneo cobijándose con periódicos porque no tiene hogar, ¿cómo nos sentiríamos si fuera nuestro hijo? Este muchacho tiene familiares. Esto es muy importante, en la India se ven a los leprosos y otras personas con enfermedades deformantes y nunca pensamos en que ellos tengan familiares. Pues sí tienen familias, hagámoslos humanos.
Por supuesto, necesitamos el darse cuenta que discrimina para distinguir la situación convencional de estas personas sin hogar. Algunas sólo están en las calles presionando a la gente para que les den dinero para comprar drogas o alcohol. En tales casos, necesitamos emplear lo que en el budismo se conoce como "medios hábiles". Tenemos el deseo de ayudar, tenemos cierta idea de cuál puede ser la causa de su sufrimiento, y cuáles podrían ser las causas para su felicidad. Y entonces tratamos de hacer lo que en realidad consideremos de beneficio. Quizá no sea del todo benéfico darles dinero, que utilizarían tan sólo para comprar más drogas o alcohol, así que no les damos dinero. Si tenemos algo de comida, les podemos dar eso. Pero en todo caso, les podemos dar nuestra actitud comprensiva y respeto con el hecho de no pensar en ellos como siendo terribles, repugnantes drogadictos o alcohólicos. Son seres humanos, seres humanos en sufrimiento.
No es fácil decidir cuál es la mejor forma de ayudar a otros. Nos damos cuenta que estamos limitados ahora, realmente no sabemos que podría ser lo mejor. Necesitamos ser Budas para realmente saberlo, por ahora tratamos de hacerlo lo mejor posible dándonos cuenta de que cometeremos algunos errores. Pero al menos lo intentamos.
Resumen
Cuando hemos desarrollado un anhelo de la bodichita mediante entrenarnos en el método en siete partes de la causa y el efecto, nuestro anhelo de alcanzar la budeidad para ser de la mejor ayuda a los demás, tiene como soporte un fuerte estado emocional que mezcla muchos sentimientos individuales. Estos incluyen un sentimiento de cercanía y conexión con todos de manera igualitaria, valorar la bondad que otros han mostrado, profundos sentimientos de gratitud, interés, amor y compasión, además de una firme determinación de asumir la responsabilidad de ayudar a todos los demás tanto como sea posible. Con semejante tipo de emoción subyacente, nuestro anhelo de la bodichita se vuelve fuerte, sincero y estable.