Desarrollar una actitud saludable hacia el maestro

Al estudiar el sendero budista con maestros espirituales aprendemos las enseñanzas y los diversos métodos para aplicarlas a nuestra vida. Nos entrenamos en esos métodos para producir transformaciones personales positivas. El proceso del cambio nunca es lineal. El crecimiento emocional y espiritual sólo llega lentamente, en un patrón aparentemente caótico. Durante un tiempo podemos ver alguna mejora, pero luego una crisis o simplemente un mal humor pasajero pueden causar un deterioro temporal. Aunque los períodos breves contienen inevitablemente sus altibajos debido a la enorme diversidad de nuestros potenciales kármicos y las circunstancias fugaces que encontramos, los patrones de crecimiento emergen lentamente si perseveramos.

La inspiración de nuestros maestros espirituales nos ayuda a sostener y energizar nuestras prácticas mientras atravesamos las vicisitudes de la vida cotidiana. La meditación del gurú del nivel sútrico de la tradición kadam, proporciona un método accesible para obtener inspiración de todos los niveles de maestros, desde los profesores de budismo hasta los Maestros tántricos. Así como las enseñanzas kadam sobre lojong sirven de material común para las cuatro escuelas de budismo tibetano, de modo similar el estilo kadam de la meditación del gurú es apropiado para los practicantes de cualquier tradición y de todos los niveles de práctica. Para expresarlo más fácilmente hagamos un resumen de la práctica en función de la relación con un mentor espiritual.

Enfocarse en las buenas cualidades pero sin negar los defectos

El cuerpo principal de la meditación kadam del gurú empieza con recordar los beneficios de enfocarse en las buenas cualidades del mentor propio y en los inconvenientes de hacer hincapié en sus deficiencias. La suposición es que cualquier maestro que encontremos tendrá inevitablemente una mezcla de puntos fuertes y débiles. La voz de Pundarika no fue la única que manifestó este punto. El Buda mismo reconoció el hecho en El sutra de la nube de joyas. Al citar estas fuentes en sus análisis de mentores espirituales, Tsongkapa, Kongtrul y otros grandes Maestros tibetanos mostraron claramente que estaban de acuerdo.

Aunque todos tienen puntos fuertes y débiles, la inspiración proviene de enfocarse solamente en las cualidades positivas de alguien. Hacer hincapié en las deficiencias de una persona y quejarse de ellas, meramente nos enoja, entristece o desilusiona. No es una actividad edificante, ni produce alegría alguna. Por lo tanto, para obtener inspiración de los maestros espirituales, Sangwejin enseñó que necesitamos enfocarnos solamente en sus buenas cualidades, sin tener en cuenta cuántos defectos puedan tener.

Tsongkapa clarificó el proceso. Enfocarse sólo en las buenas cualidades de un mentor no significa que la persona tenga sólo buenas cualidades. La meditación no les pide a los discípulos que nieguen los defectos que realmente tienen sus mentores, sino que simplemente dejen de hacer hincapié en ellos. Por ejemplo, Serlingpa, el mentor de Atisha proveniente de Sumatra, aceptó como visión suprema de la vacuidad la explicación de la escuela de principios budistas Chitamatra (sólo mente). Atisha, por otro lado, consideró que la explicación prasánguika-madyámaka era la más exacta. El fundador kadam nunca negó esta diferencia en sus comprensiones de la realidad. No obstante, debido a que Serlingpa era el principal maestro responsable de su desarrollo de la bodichita, Atisha alabó repetidamente la compasión y la bondad de su mentor como fuentes continuas de inspiración.

La analogía con mirar a un transeúnte a través de una ventana

El proceso de enfocarse exclusivamente en las buenas cualidades de un mentor pero sin negar sus deficiencias, se asemeja al proceso de mirar por la ventana de la planta baja de una casa a una persona que pasa caminando. El observador ve sólo la parte superior de un cuerpo que pasa. Eso no significa que el transeúnte carezca del torso y las piernas de la mitad inferior. El estado incompleto de la visión del observador surge de una restricción en su punto de vista. De modo similar, cuando en la meditación nos enfocamos en las buenas cualidades de nuestro mentor, es como si fuésemos a una casa y mirásemos a través de una ventana: ya no percibimos los defectos de nuestro maestro. Las deficiencias siguen existiendo, pero el punto de vista restringido de nuestra mente en la meditación, nos impide ver las dos cosas simultáneamente.

Además, las restricciones impuestas por la ventana hacen que lo que el observador ve parezca existir de una manera imposible. El transeúnte parece existir como una persona con sólo la parte superior de un cuerpo, aunque por supuesto el observador sabe que eso es absurdo. De modo similar, debido a que está restringida, nuestra mente genera apariencias engañosas. Si nos enfocáramos solamente en los defectos de nuestros mentores, en ese momento aparecerían engañosamente como las únicas cualidades que tienen. Sabemos que eso es cierto por lo que ocurre en la vida ordinaria. Cuando estamos enojados con el comportamiento de un amigo y hacemos hincapié en los errores de la persona, perdemos completamente de vista las buenas cualidades de nuestro amigo. Por lo tanto, para evitar hacer hincapié en los defectos de nuestros mentores, en la meditación nos enfocamos sólo en sus buenas cualidades. Aunque el alcance restringido de nuestra mente en la meditación hace que las buenas cualidades aparezcan como si fueran las únicas cualidades que tiene nuestro mentor, sabemos, no obstante, que la apariencia engañosa proviene de enfocarse solamente en las buenas cualidades.

Además, aunque mirar a un transeúnte a través de una ventana requiere perder la visión de la parte inferior de su cuerpo, la situación es temporal. Al salir, el observador vuelve a ver el cuerpo entero de cualquier transeúnte. De modo similar, aunque enfocarse durante la meditación sólo en las buenas cualidades de nuestros mentores requiere ignorar temporalmente los defectos, sus deficiencias vuelven a aparecer cuando salimos de la meditación. Ahora, sin embargo, vemos a nuestros mentores como personas enteras, tanto con puntos fuertes como débiles. Ver ambos lados de nuestros mentores nos impide exagerar cualquiera de los dos.

Cómo meditar en las buenas cualidades de un mentor

La meditación kadam del gurú le pide a los discípulos que se enfoquen en cultivar y hacer un hábito de dos acciones mentales: sentirse profundamente convencidos de las buenas cualidades de sus mentores y apreciar su bondad. Sentirse conscientemente de esta manera sobre las cualidades y la bondad de sus mentores crea estados mentales conducentes para la obtención de inspiración. Sin embargo, el proceso funciona sólo si los discípulos meditan correctamente.

En Una gran presentación de las etapas graduales del camino, Tsongkapa explicó que la meditación correcta requiere claridad sobre dos puntos: en qué enfocarse específicamente y cómo considerar al objeto del enfoque. De otro modo, para usar un ejemplo occidental, si alguien deseara pintar un cuadro de una naranja, la persona se podría enfocar equivocadamente en una manzana en vez de en una naranja. Es más, podría considerar que la naranja es un refrigerio para comer en vez de un objeto para pintar.

Por lo tanto, después de recordarnos los beneficios de enfocarse en las buenas cualidades de nuestros mentores y en los inconvenientes de hacer hincapié en sus deficiencias, continuamos nuestra meditación del gurú imaginando a nuestros mentores o mirando fotografías de ellos y distinguiendo sus puntos fuertes, del modo en que los entendamos. Distinguir (dushey, ’du-shes; sct. samjna), usualmente traducido como reconocimiento, es uno de los cinco factores agregados (sct. skanda) que comprenden cada momento de nuestra experiencia. Se refiere a la acción mental de diferenciar ciertos elementos del resto dentro de un campo de darse cuenta, de tal forma que podamos enfocarnos específicamente en ellos. Para enfocar visualmente una naranja, por ejemplo, dentro de nuestro campo visual, necesitamos distinguir la forma y el color de la fruta de todo lo demás que aparece. Por consiguiente, todo lo demás se desvanece en el fondo excepto la naranja, y la fruta parece destacar. De modo similar, aquí distinguimos las buenas cualidades de nuestros mentores de todo lo demás acerca de ellos. Al hacer eso, las cualidades sobresalen y las deficiencias de nuestros mentores desaparecen en el trasfondo.

El objeto focal de la meditación, entonces, son las buenas cualidades de los mentores. El modo en que nos enfocamos en ellas es mediante la creencia de que estas cualidades están allí y que la persona realmente las tiene. El término c reer (daypa, dad-pa), traducido usualmente como fe, tiene significados diferentes para distintas personas de culturas diversas. Examinemos la definición budista clásica con la esperanza de producir una rectificación de los términos. Usaremos como base los análisis de Vasubandu y Asangha, como los presentó Yeshey-gyeltsen, el tutor del séptimo Dalái Lama, en Clara indicación de las mentes primarias y los factores mentales.

La definición de creer

El análisis budista de creer no se refiere ni a las creencias como objetos mentales que alguien sostiene pasivamente, ni a la creencia o fe como un estado mental general que caracteriza a un “creyente”. En cambio, como explicó Asangha, creer es la acción mental constructiva de enfocarse en algo existente y conocible, y considerarlo existente o verdadero, o considerar verdadero un hecho acerca de ello. Así, no incluye creer que un Dios o Papá Noel incognoscibles existen o que la luna está hecha de queso verde. Además, creer en un hecho ocurre sólo mientras se lo conoce válidamente e implica certeza. Por lo tanto, creer excluye también la suposición y la fe ciega, tal como creer que la bolsa de valores subirá.

Hay tres formas de creer que un hecho es verdadero. (1) Creer lúcidamente en un hecho acerca de algo es una acción mental que tiene claridad acerca de un hecho y que, como un purificador de agua, despeja constructivamente la mente. Vasubandu especificó que despeja la mente de emociones y actitudes perturbadoras hacia su objeto. (2) Creer en un hecho basándose en la razón es la acción mental de considerar que un hecho acerca de algo es verdadero sobre la base de pensar en razones para probarlo. (3) Creer en un hecho con una aspiración concerniente a él, es la acción mental de considerar verdadero, tanto un hecho acerca de algo, como la aspiración que uno por consiguiente sostiene acerca del objeto.

Asangha explicó, además, que creer que un hecho es verdadero actúa como base para estimular la intención. La intención, a su vez, sirve de base para el entusiasmo positivo que permite alcanzar un objetivo.

Las tres formas de creer que un mentor tiene buenas cualidades

Al explicar la meditación del gurú del nivel sutra, Tsongkapa especificó que los discípulos necesitan enfocarse en las buenas cualidades que realmente tienen sus mentores, mientras creen lúcidamente que los mentores ciertamente las tienen. Al delinear sólo una manera de creer que esas cualidades son un hecho, siguió la presentación de Vasubandu de la acción mental constructiva de creer. Sangwejin, sin embargo, mencionó las tres formas de creer como parte del análisis general del camino espiritual. Por lo tanto, aplicar las tres formas de creer en las cualidades de un mentor para la meditación del gurú, parece una elaboración apropiada para obtener más inspiración, una intención más fuerte y un entusiasmo mayor. Seguiremos el orden que usó Yeshé gyaltsen para las tres, porque forman una progresión lógica.

(1) Después de distinguir las buenas cualidades de nuestro mentor, nos enfocamos en ellas mientras creemos lúcidamente que el mentor realmente las tiene. En otras palabras, estas cualidades nos resultan evidentes por haber examinado el comportamiento y el carácter de nuestro mentor. Cuanto más nos enfocamos en las cualidades y más lúcidamente creemos que son un hecho, más limpiamos nuestra mente de emociones y actitudes perturbadoras hacia nuestro mentor, tales como la arrogancia o las dudas sobre la persona.

(2) Una vez que somos capaces de enfocarnos lúcidamente en las buenas cualidades reales de nuestro mentor, y nos resulta evidente que las tiene, recordamos qué significa “tener buenas cualidades”. El término sánscrito para buenas cualidades, guna, aparece también en la escuela Samkya de filosofía no budista, como el nombre para los tres constituyentes universales – inteligencia, energía y masa (sct. sattva, rajas y tamas) – que forman una parte intrínseca de todo fenómeno. En el budismo, sin embargo, el término se refiere a las buenas cualidades que, como aspectos de la naturaleza búdica, son los potenciales intrínsecos o propiedades de la mente de luz clara. La traducción tibetana, yonten (yon-tan), significa literalmente la corrección de una deficiencia. Lo que implica es que, aun cuando todos tienen los mismos potenciales, su realización se produce mediante el fortalecimiento de las propias capacidades naturales para poder superar las deficiencias.

Recordarnos las connotaciones del término tibetano yonten, nos permite pensar acerca de cómo nuestros mentores obtuvieron sus cualidades a través de seguir un proceso de causa y efecto conductual. Nuestros mentores se convirtieron en maestros espirituales cualificados como resultado de un entrenamiento intensivo en el Dharma. Además, sabemos que nuestros mentores tienen definitivamente buenas cualidades basados en una evidencia irrefutable -nuestra experiencia personal de los efectos positivos que han tenido nuestros maestros en otros y en nosotros-. Así, nos enfocamos en las buenas cualidades de nuestros mentores mientras creemos incluso con más fuerza, basados en razones bien establecidas, que su posesión de estas cualidades es un hecho. Nuestra mente está totalmente libre de arrogancia o dudas.

(3) Con claridad respecto de las buenas cualidades de nuestros mentores y sabiendo que las han obtenido a través de un proceso de causa y efecto conductual, nos enfocamos luego en estas características mientras creemos algo sobre ellas que involucra nuestras aspiraciones. Creemos que estas cualidades son algo que nosotros también somos capaces de alcanzar, basados en nuestra naturaleza búdica y en un esfuerzo apropiado. Además, al ver todo lo que nuestros mentores nos han ayudado a nosotros y a otros debido a estas cualidades, creemos que son algo que necesitamos alcanzar y que nos esforzaremos por alcanzar para ayudar a otros también. La acción mental constructiva de creer eso sobre las buenas cualidades de nuestros mentores, fortalece nuestro desarrollo de la bodichita – la acción mental de enfocarse en la iluminación con la fuerte intención de alcanzarla para beneficio de todos. Esta intención, a su vez, sirve como la base para un entusiasmo positivo por alcanzar las mismas buenas cualidades que tienen nuestros mentores.

El estado mental constructivo que resulta de creer en un hecho

Como una acción mental constructiva, la creencia en un hecho está libre de emociones perturbadoras tales como ingenuidad, duda, apego, resentimiento, orgullo y celos. Así, al creer lúcidamente, basados en buenas razones, que nuestros mentores tienen buenas cualidades como resultado de sus esfuerzos, con la aspiración de que nosotros podemos alcanzarlas y que lo haremos, nuestra mente está libre de ingenuidad (sct. moha) acerca de nuestros potenciales y de lo que necesitamos hacer para poder desarrollarlos. Nuestra mente también está libre de indecisión sobre el tema. Mientras nos enfocamos en las buenas cualidades, ni anhelamos desesperadamente poseer a nuestros maestros como exclusivamente nuestros, ni anhelamos obsesivamente ser parte de sus círculos interiores. No resentimos el hecho de que tienen estas cualidades, ni nos odiamos por ser comparativamente inadecuados. No sentimos arrogantemente que carecemos de deficiencias que necesitan corrección, ni sentimos depresivamente que nuestros defectos son tan numerosos que no tenemos probabilidades de éxito. Más aún, la acción mental de creer que nuestros mentores tienen buenas cualidades y que nosotros las alcanzaremos, carece de cualquier tipo de celos hacia nuestros maestros o hacia nuestros compañeros discípulos. Nuestra mente está sobria y lúcida, libre de obstáculos emocionales que nos impedirían alcanzar las características positivas de nuestros mentores. Vasubandu agregó, además, que la actividad mental constructiva siempre está acompañada por un sentido de los valores (ngotsa sheypa, ngo-tsha shes-pa) y de los escrúpulos (trelyo, ’khrel-yod). Así, al creer como un hecho en las cualidades de nuestros mentores y en nuestra capacidad para alcanzar estas características, tenemos un sentido de los valores que incluye el aprecio y la estima por las cualidades positivas y por las personas que las poseen. Nuestro sentido de los valores implica también que sentimos un sobrecogimiento respetuoso (jigpa, ’jigs-pa) hacia nuestros mentores. Eso no significa que nuestros maestros nos aterrorizan o que nos sentimos ceremoniosos, incómodos y solemnes cuando estamos con ellos. Nuestro sobrecogimiento respetuoso, en cambio, hace que en su presencia seamos naturalmente mansos y reservados.

Además, tenemos un sentido de los escrúpulos que hace que nos horroricemos ante la idea de comportarnos de un modo que las personas espirituales condenarían. Sin embargo, el horror que sentimos no es perturbador. Difiere mucho de sentirse aterrado por la posibilidad de actuar incorrectamente y ser rechazado como una “mala persona”, lo que sólo nos cohibiría y llenaría de ansiedad. Nuestro horror ante la idea de actuar incorrectamente, más bien nos estimula hacia un comportamiento constructivo.

Asangha explicó ngotsa shepa como un sentido del honor, y trelyo como un sentido de la vergüenza. Creer lúcidamente que las buenas cualidades de nuestros mentores son un hecho, contiene un sentido del honor o auto orgullo que nos impide denigrarnos o actuar como tontos. Contiene, además, un sentido de la vergüenza que nos impide actuar de formas negativas o ridículas que nos deshonrarían o avergonzarían, o que desilusionarían a aquellos a quienes más respetamos – nuestras familias, nuestros maestros, nuestros amigos –. Nos refrenamos de actuar de esas formas vergonzosas en general y específicamente en las relaciones con nuestros mentores.

La relación entre creer que un hecho es verdadero y que a uno le agrade

Vasubandu explicó que creer que un hecho es verdadero no implica necesariamente que a uno le agrade. Por ejemplo, creer que la vida es difícil no significa que el hecho nos agrada. Por otro lado, creer en el hecho de que nuestros mentores tienen buenas cualidades puede deleitarnos y ellos nos pueden gustar. Sin embargo, gustar de alguien y deleitarse en sus cualidades puede ocurrir junto con una emoción o una actitud perturbadora, o puede estar libre de ambas. Por ejemplo, podemos deleitarnos en la belleza de nuestros recién nacidos, pero debido a nuestro apego, no podemos evitar mostrar sus fotografías a todos los que encontramos. Sin embargo, es necesario que el tipo de placer que nos producen las cualidades de nuestros mentores esté libre de cualquier emoción o actitud perturbadora, así como es necesario que nuestra creencia de que su posesión de estas cualidades es un hecho, esté libre de ambas.

Asangha indicó otra razón de por qué gustar de una persona y creer lúcidamente en los hechos acerca de la persona no necesariamente coinciden. Por ejemplo, podemos conocer charlatanes que alegan ser maestros espirituales. Podemos pensar que están muy cualificados, cuando de hecho son fraudes pretenciosos. Aunque podemos sentir agrado por los charlatanes, confiar en ellos como nuestros maestros e incluso encontrarlos inspiradores, nuestras creencias sobre sus cualidades son falsas. Esto no es algo inusual. En el mundo de los negocios, personas deshonestas con frecuencia estafan a otros, quienes las encuentran agradables y dignas de confianza. Que a uno le agrade alguien no garantiza que consideremos correctamente las cualidades de la persona.

La meditación del gurú, entonces, no nos pide que creamos verdadero algo falso acerca de un maestro. La meditación está libre tanto de ingenuidad como de consideraciones incorrectas. Incluso si un maestro nos agrada, es necesario que consideremos sus cualidades correctamente, sin interpolar características o capacidades de las que carece la persona, o exagerar, menospreciar o negar aquellas que de hecho posee. Por ejemplo, no imaginaríamos que nuestros mentores tienen el poder omnipotente de liberarnos de todos nuestros problemas. Aunque considerar que nuestros mentores tienen verdaderamente esa capacidad nos puede reconfortar y alegrar, la felicidad que sentimos es perturbadora porque la subyacen la ingenuidad y las falsas esperanzas. Inevitablemente, la destruyen el desengaño y la desilusión.

Estar firmemente convencido de un hecho

Creer firmemente en el hecho de que el mentor propio tiene buenas cualidades – lúcidamente, basado en la razón y con aspiración – lleva de manera natural a la actividad mental principal a la que tiende esta fase de la meditación del gurú. La actividad es enfocarse en las cualidades del mentor propio con la firme convicción (mopa, mos-pa) de que son un hecho. Examinemos más profundamente este término técnico. Aparece como el primer componente del compuesto tibetano mogu (mos-gus), el sentimiento o actitud principal que se necesita para relacionarse con un mentor espiritual de una manera sana a través de los pensamientos propios.

Vasubandu definió mopa como la acción mental de captar un objeto de atención como teniendo una buena cualidad. La buena cualidad a la que se refirió era que el objeto es lo suficientemente interesante como para que uno quiera permanecer enfocado en él. Como una acción mental general, acompaña el enfocarse en cualquier cosa y su fuerza puede variar desde fuerte a débil. Así, la acción mental corresponde a interesarse en un objeto mientras uno se enfoca en él.

Por otro lado, en su definición, Asangha interpretó buenas cualidades con el significado de ser verdaderas. Así, restringió el alcance de mopa y lo definió como una acción mental que ocurre mientras se cree en un hecho acerca de su objeto de atención. De esta manera, Asangha explicó la firme convicción de algo como una acción mental que se enfoca en un hecho que uno ha verificado válidamente que es como esto y no como aquello. Su función es hacer que la creencia propia sea tan firme que las opiniones o los argumentos de otros no nos disuadirán. Shantideva agregó que la firme convicción en un hecho se origina por la familiaridad de largo plazo con las consecuencias que resultan invariablemente de ello.

La firme convicción en un hecho, entonces, no surge de la fe ciega. Requiere de cognición válida. En Un suplemento para el camino medio, Chandrakirti dio tres criterios para validar la cognición de un hecho.

(1) La convención apropiada debe aceptar que el hecho es lo que uno considera que es. Aquí, las características de los mentores en las cuales nos enfocamos, deben ser aquellas en que la literatura budista concuerda que son cualidades necesarias de los mentores espirituales. Si la gente de negocios considera estas características como recursos valiosos que deben poseer los maestros para poder atraer grandes audiencias – por ejemplo, que sean entretenidos y hábiles para contar buenos chistes – su convención no valida nuestra consideración de las características como buenas cualidades. La convención de la gente interesada en la fama y la ganancia es inapropiada para la situación.

(2) Una mente que conoce válidamente el fenómeno convencional en el cual uno se enfoca, no debe contradecir lo que uno considera verdadero acerca de él. Supongamos que personas objetivas que nos conocen bien, ven de forma correcta que cierta cualidad de uno de nuestros maestros, tal como un modo de ser feudal, autoritario, tiene un efecto negativo en nosotros. Su percepción válida invalidaría nuestra consideración de que esa característica es confianza en sí mismo y nuestra creencia de que es una cualidad positiva.

(3) Una mente que conoce válidamente de la manera más profunda cómo existen las cosas, tampoco debe contradecir lo que uno considera verdadero. Considerar las capacidades de nuestros mentores como inherentemente existentes en ellos, como si nuestros maestros fueran dioses todopoderosos, es una cognición inválida. Una mente que ve correctamente cómo existen las cosas, sabe que las buenas cualidades no existen de esa manera. Las buenas cualidades surgen a través de la causa y efecto conductual, mediante la corrección de las deficiencias.

Apreciar la bondad de un mentor

Después de enfocarse en las buenas cualidades reales del mentor propio, con la firme convicción de que son un hecho, la meditación del gurú del nivel sútrico continúa con la acción mental de “apreciar” (gupa, gus-pa). Como la segunda parte del compuesto mogu, apreciar requiere enfocarse con una atención continua en la bondad de nuestros mentores, por ejemplo, en su bondad al enseñarnos métodos para superar nuestro sufrimiento. Apreciar esta bondad, según Vasubandu, significa considerarla con un sentido de los valores, en otras palabras, valorarla con un sentido de sobrecogimiento respetuoso. Yeshé Gyaltsen amplió el significado: la acción mental también implica valorar y estimar la bondad. Como en el caso de creer en un hecho, apreciar la bondad de alguien está libre de emociones y actitudes perturbadoras tales como orgullo, apego, o la culpa de sentir que no merecemos la bondad.

Apreciar la bondad del mentor propio, entonces, contiene un aspecto emocional positivo. El aprecio implica sentir desde lo profundo de nuestro corazón, respeto y amor intensos por nuestros mentores debido a su bondad. Aquí, el término amor no acarrea su significado budista usual de desear que alguien sea feliz. Tampoco implica sentir afecto. En cambio, amor por el mentor propio es un sentimiento serenamente alegre, edificante, reconfortante, que uno tiene por la persona, basado en la admiración y el respeto. Ni exagera las cualidades o la bondad del mentor, ni perturba la mente del discípulo.

Por ejemplo, en la meditación del gurú, podemos pensar en la buena cualidad de la generosidad desinteresada de nuestro mentor para ayudarnos, meramente para que nos convirtamos en personas más felices. Firmemente convencidos de este hecho, nos enfocamos en su bondad desinteresada al enseñarnos con esa motivación pura. El aprecio que sentimos está imbuido de gratitud, respeto y amor. Los textos tibetanos describen el sentimiento como tan intenso que hace que se paren los pelos del cuerpo.

Vasubandu señaló que apreciar a alguien por ser bondadoso no significa necesariamente que a uno le guste la persona o que nos deleitemos en ella. Podemos apreciar la bondad del mentor espiritual de otra persona, sin que nos agrade particularmente ese maestro o nos encante su compañía. Sin embargo, en el caso de nuestros propios mentores, los apreciaríamos y nos deleitaremos en ellos. Que nos guste como mentor espiritual implica no sólo creer que la persona tiene las buenas cualidades que de hecho posee, sino creer también que la persona es el mentor correcto para nosotros, basados en la razón.

Solicitar inspiración

En Océano de citas que explican bien “La esencia de las enseñanzas mahayana” de Drigungpa, Ngojé Repa, el discípulo del fundador drigung kagyu, explicó la necesidad de solicitar inspiración. Si los discípulos están firmemente convencidos de las buenas cualidades de sus mentores y aprecian profundamente su bondad, pueden desarrollar esas cualidades hasta un grado limitado. Sin embargo, sin solicitar conscientemente la inspiración para tener siempre esas cualidades sin que declinen, carecen de la energía inspiradora para seguir mejorándolas. De esta manera, como paso final en la meditación del gurú del estilo sútrico, los discípulos necesitan solicitar inspiración y tratar de sentir que la reciben.

La acción mental de hacer una petición (solwadeb, gsol-ba ’debs) involucra no sólo el deseo ferviente de obtener alguna cosa de alguien, sino también ofrecer a la persona una apertura total para recibir y sostener lo que uno desea. Por lo tanto, muchos factores contribuyen a la obtención de inspiración de nuestros mentores espirituales. Primero, creemos lúcidamente, basados en la razón, que las buenas cualidades que vemos en nuestros mentores son un hecho. Además, creemos, con aspiración, que nosotros podemos y alcanzaremos esas cualidades, y nos enfocamos con una firme convicción en eso como un hecho incuestionable. Valoramos, estimamos y apreciamos a nuestros mentores por su bondad y sentimos gratitud, amor y alegría cuando nos enfocamos en ellos y en sus cualidades y bondad. Estas acciones mentales, más nuestro fuerte deseo de ser edificados, nos hacen abiertos y receptivos para recibir la inspiración. El hecho de que, como una faceta de nuestra naturaleza búdica, varios objetos puedan conmover nuestra mente, completa el complejo de causas y circunstancias que permiten que ocurra el proceso de inspiración.

En Logro a través del propio gurú: el sol expansivo de la compasión, Tsangpa Gyaré, el fundador del linaje drugpa kagyu, explicó, como un prerrequisito para solicitar inspiración, la importancia de que los discípulos identifiquen sus faltas y deficiencias y se desprecien por poseerlas. Las personas orgullosas nunca piensan en desarrollar buenas cualidades o en mejorar las que ya tienen. Esta instrucción les viene bien a los tibetanos tradicionales, que como típicos montañeses, tienden a ser rudos, independientes, obstinados y orgullosos. Necesitan observar sus propios defectos. Los occidentales, por otro lado, tienen antecedentes culturales completamente diferentes. La mayoría de nosotros sufre de baja auto estima. Enfocarnos en nuestras deficiencias contrastadas con las buenas cualidades de nuestros mentores, simplemente nos puede hacer sentir peor acerca de nosotros mismos. Por lo tanto, quizás un prerrequisito más apropiado para los occidentales, antes de solicitar la inspiración para desarrollar y mejorar las buenas cualidades, podría ser reafirmar nuestros puntos y potenciales fuertes para el crecimiento.

La invocación de siete partes

En El camino profundo del yoga del gurú, Sakya Pandita explicó que un entramado de potenciales positivos extenso, fuerte, y un darse cuenta profundo, facilitan el desarrollo de una firme convicción en un mentor espiritual y en su aprecio. Así, para fortalecer los dos entramados, todas las formas de yoga del gurú toman como paso preliminar la ofrenda de una invocación de siete partes. La práctica tiene la mayor efectividad cuando invocamos y tomamos como objeto de atención a nuestro mentor espiritual como representación de la Triple Joya.

Como se mencionó antes, las siete partes de la práctica son: hacer postraciones, hacer ofrendas, admitir los errores, alegrarse por las virtudes de otros, solicitar enseñanzas, suplicar a los gurús que no mueran, y dedicar el potencial positivo acumulado por la práctica. La postración es un signo de respeto, no un acto auto humillante de adoración. Debido a la firme convicción en las buenas cualidades de nuestros mentores y al aprecio profundo de su bondad, el acto de postrarse ante nuestros maestros es sincero. El respeto y el homenaje que les rendimos a través de la postración, proceden de la experiencia personal con relación a un individuo vivo. Por consiguiente, son más sinceros que aquellos que podríamos sentir con respecto a budas y bodisatvas, incluso si conocemos sus biografías iluminadoras (namtar, rnam-thar). De modo similar, cuando les hacemos ofrendas a nuestros mentores, lo hacemos debido al amor y respeto totales hacia ellos. Podemos ser tacaños con otros, pero nunca con nuestros propios hijos o parejas bien amadas. Lo mismo es cierto con respecto a ofrecerles generosamente a nuestros mentores espirituales.

Admitir nuestros errores y hacer la promesa de tratar de evitar repetirlos, se torna más significativo cuando se la hacemos a nuestros mentores espirituales en vez de a cualquier otro. La promesa nos produce una impresión más profunda porque estamos trabajando con nuestros mentores en nuestro propio desarrollo personal. Además, cuando nos alegramos por las virtudes de otros, si nos enfocamos específicamente en las cualidades y acciones de nuestros mentores, la felicidad que sentimos es mayor que cuando nos enfocamos en las virtudes de alguien con quien no tenemos contacto personal alguno. Conocemos las cualidades de nuestros mentores por experiencia personal y, debido a nuestras relaciones estrechas, sentimos naturalmente orgullo y nos alegramos.

Solicitarles a los gurús que enseñen y rogarles que no dejen este mundo, toma una relevancia personal y se torna más conmovedor cuando se dirige a nuestros propios mentores. Por último, cuando dedicamos el potencial positivo reunido por la práctica a la obtención de las buenas cualidades que vemos en nuestros mentores, apuntamos naturalmente a convertirnos en budas para ayudar a otros tan eficazmente como lo hacen nuestros mentores. Así, nuestras prácticas mejoran nuestro desarrollo de la bodichita.

La invocación de siete partes también nos ayuda a fortalecer nuestro entramado de darse cuenta profundo. Cuando admitimos nuestros errores, los lamentamos y prometemos tratar de evitar repetirlos, cuando reafirmamos la dirección positiva que estamos tomando en la vida y dirigimos el potencial positivo que reunimos a contrarrestar nuestros defectos, empezamos a superar nuestros sentimientos de culpa. La culpa surge por identificarse como inherentemente malo por haber cometido errores y por creer que uno es permanentemente deficiente. También reafirmamos nuestro darnos cuenta profundo de la ausencia de modos imposibles de existencia y nuestra convicción en la causa y efecto conductual cuando nos alegramos por las buenas cualidades de nuestros mentores. Vemos que son el resultado de la corrección de incompetencias y que con un esfuerzo suficiente también podemos alcanzar esas cualidades.

Cuanto más nos enfocamos en la profunda convicción de las cualidades de nuestros mentores y en nuestro aprecio de su bondad, más efectiva se torna la invocación de siete partes dirigida hacia nuestro mentor. Cuanto más sincera es nuestra práctica de siete partes, más efectivamente mejora la convicción en nuestro mentor y el aprecio que sentimos. Así, practicar la invocación preliminar de siete partes, y entrenarse en el cuerpo principal de la meditación del gurú, forma un circuito de retroalimentación. Se refuerzan y fortalecen mutuamente.

Practicar la meditación del gurú antes de encontrar un mentor espiritual

Muchos buscadores espirituales no están preparados aún para convertirse en discípulos de mentores espirituales. Sus niveles actuales de compromiso pueden ser convenientes sólo para trabajar con profesores de budismo, instructores de Dharma, o entrenadores de meditación o de rituales. Incluso si están preparados para comprometerse con el sendero budista y con mentores espirituales, es posible que aún no hayan encontrado mentores correctamente cualificados. Alternativamente, los maestros espirituales disponibles pueden estar correctamente cualificados y pueden incluso haberles demostrado una gran bondad. No obstante, ninguno parece apropiado para ser su mentor. Sienten que sólo se pueden relacionar con ellos como sus profesores de budismo. No obstante, el estilo kadam de meditación del gurú puede ayudar a tales buscadores a obtener inspiración de esos maestros en la etapa actual de su sendero espiritual.

A menos que nuestros maestros sean charlatanes totales o completos sinvergüenzas, todos ellos tienen al menos algunas buenas cualidades y exhiben al menos algún nivel de bondad. Nuestros profesores de budismo, instructores de Dharma o entrenadores de meditación o de rituales, pueden carecer de las cualidades de grandes mentores espirituales. Aun así, tienen algún conocimiento del Dharma, algún entendimiento profundo para aplicar el Dharma a la vida, o alguna pericia técnica en la práctica. Nuestros maestros tienen la bondad de enseñarnos, incluso si su motivación contiene el deseo de ganarse la vida. Si discernimos correctamente y reconocemos cualquier cualidad y nivel de bondad que nuestros profesores, instructores o entrenadores, de hecho poseen, podemos obtener inspiración a través de la meditación del gurú, enfocándonos en ellos con convicción y aprecio.

De modo similar, podemos obtener inspiración leyendo las biografías iluminadoras de los grandes maestros anteriores y tomando luego esas figuras como objetos de atención para la meditación del gurú. Incluso cuando tenemos mentores, enfocarse en ellos en la forma de las figuras fundadoras de su linaje nos ayuda a obtener incluso más inspiración. Los practicantes del yoga del gurú karma kagyu o guelug, por ejemplo, usan regularmente la forma de Gampopa o Tsongkapa. Mediante tales métodos comprendemos mejor la cadena causal que da cuenta de las cualidades que obtuvieron los sucesivos mentores a lo largo de las generaciones. Con un esfuerzo apropiado, podemos forjar el siguiente eslabón de la cadena.

Meditar de esta manera es mucho más constructivo que lamentar el hecho de no haber encontrado aún un mentor espiritual. De hecho, la inspiración que obtenemos nos puede ayudar a encontrar y reconocer a mentores apropiados que concuerden con nuestras inclinaciones y necesidades. En la terminología budista, la meditación del gurú practicada antes de encontrar un mentor “acumula mérito”. Al tornarnos mentalmente más positivos, fortalecemos nuestros potenciales positivos para obtener felicidad y crecimiento constructivo.

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