El temor a una “transgresión a la devoción al gurú”
Casi todos los textos clásicos sobre la relación discípulo-mentor incluyen una sección sobre el sufrimiento infernal que resulta de aquello que se traduce usualmente como “una transgresión a la devoción al gurú”. El material proviene principalmente de la vívida descripción de Ashvagosha de los horrores que a su vez resumen algunos pasajes de los tantras. Aunque el punto pertenece específicamente a las relaciones con Maestros tántricos, la mayoría de los autores tibetanos consideran que tiene un significado compartido que se aplica también a las relaciones con maestros sútricos.
El estudio de estas enseñanzas hace que muchos occidentales le inyecten un devastador elemento de temor a las relaciones con sus maestros espirituales. El temor al infierno conduce fácilmente a la mentalidad de culto y los puede dejar expuestos al abuso de maestros sin escrúpulos. Tienen miedo de protestar contra el comportamiento incorrecto o de abandonar a sus maestros por temor a quemarse en el infierno. Para evitar este tipo de relación malsana, necesitan investigar cuidadosamente la enseñanza.
Primero, necesitan saber exactamente cuáles son los tipos de actitudes y comportamientos que se describen en los textos como conducentes al infierno. Porque si el término traducido como devoción al gurú ya los ha desorientado, la frase dudosa “una transgresión a la devoción-al-gurú” puede haberlos confundido más aún. Luego, necesitan entender el concepto budista del infierno. Por último, necesitan apreciar la implicancia psicológica del temor en un escenario cultural occidental.
Acciones auto destructivas con respecto a un mentor espiritual
Las acciones auto destructivas desastrosas con respecto a un maestro espiritual se subdividen en tres categorías: (1) construir una relación discípulo-mentor con un maestro deshonesto, (2) no creer en las buenas cualidades que el mentor personal realmente tiene y pensar con una actitud antagonista, distorsionada, acerca de ellas, y (3) relacionarse de manera distorsionada con el mentor personal correctamente cualificado. Relacionarse de manera distorsionada significa violar el primer voto tántrico: evitar desdeñar o ridiculizar al maestro tántrico personal. También incluye violar cualquiera de los dos primeros votos tántricos indicados en El tantra de kalachakra: perturbar la mente del Maestro tántrico personal o transgredir una instrucción que ha dado.
En el contexto de una transgresión a la devoción al gurú, ambas cosas, pensar con una actitud antagonista, distorsionada, y relacionarse de manera distorsionada, se refieren a los cambios en la forma que tienen los discípulos de relacionarse con sus mentores cualificados, después de haber establecido relaciones discípulo-mentor sanas con ellos. Estos dos puntos no se refieren a que los discípulos piensen o actúen con hostilidad hacia mentores espirituales que no son sus mentores, ni se refiere a que otras personas piensen o actúen con hostilidad hacia los mentores de los discípulos – aunque el pensamiento o el comportamiento hostil dirigido por cualquier persona hacia otra son, por supuesto, destructivos –. Tanto el agente como el objeto de una transgresión a la devoción al gurú son específicos.
Además, un maestro deshonesto es alguien que está gobernado por emociones perturbadoras, tales como codicia, apego, ira o ingenuidad; que pretende tener cualidades de las que carece; o que oculta sus verdaderas deficiencias. Es más, una persona semejante tiene un sentido de la ética endeble, enseña sólo por una ganancia personal, o da información e instrucción incorrectas. Los buscadores espirituales ingenuos pueden considerar incorrectamente alguno de los defectos como una cualidad valiosa, o atribuirle a la persona cualidades de las que carece. Consecuentemente, construyen relaciones distorsionadas basadas en el engaño y las mentiras.
Pensar con una actitud antagonista, distorsionada, es una de las diez acciones fundamentalmente destructivas descritas en el budismo, y constituye una violación a uno de los votos de bodisatva. Significa repudiar o negar lo que es verídico acerca de alguien o algo, e implica abrigar la intención de difundir las opiniones personales prejuiciosas ante otros. Aquí, se refiere a la negación o el repudio por parte de los discípulos de las cualidades que realmente tienen sus mentores espirituales, y a tener la intención de difundir información falsa sobre ellos. La forma destructiva de pensar va mucho más allá de la mera incredulidad en las cualidades que tienen sus mentores.
Además, de acuerdo con la explicación prasánguika-madyámaka, pensar con una actitud antagonista, distorsionada, también puede incluir interpolar algo falso. Aquí, el pensamiento destructivo sería que los discípulos inventen y les proyecten cualidades negativas a sus mentores, de las que objetivamente carecen.
Además, de acuerdo con Gran presentación de las etapas graduales del camino, de Tsongkapa, es necesario que la motivación detrás del pensamiento que tiene una actitud antagonista, distorsionada, incluya otras cinco emociones y actitudes perturbadas: (1) uno necesita ser obstinadamente ciego a las cualidades reales de alguien; (2) uno necesita ser pendenciero al tener un sentido perverso de disfrutar del comportamiento negativo; (3) uno necesita estar convencido de la distorsión, basado en la consideración y el análisis incorrectos; (4) uno necesita ser perverso, reacio a aceptar que otros tienen buenas cualidades; (5) uno necesita estar empecinado en hacer caer a la persona, sin sentir una pizca de vergüenza y sin pensar que es incorrecto.
Por lo tanto, el pensamiento antagonista, distorsionado, sobre el mentor espiritual personal, no incluye todos los pensamientos sobre sus limitaciones o deficiencias reales. Que los discípulos piensen que sus mentores no son seres completamente iluminados que pueden hablar todos los idiomas del mundo cae fuera de la esfera de esta forma destructiva de pensar. También lo hace el pensamiento de que los defectos o errores reales de sus mentores son, de hecho, defectos y errores convencionales. De modo similar, la acción destructiva no incluye el desacuerdo de los discípulos con las opiniones tradicionales de sus mentores de que las mujeres carecen de la habilidad espiritual de los hombres. Ni incluye la decisión de mantener una distancia respetuosa de mentores espirituales abusivos.
Por otro lado, consideremos el caso de discípulos que hacen hincapié en los defectos o errores reales de sus mentores y, con actitudes antagonistas, desean hacerlos públicos. La forma de pensar no repudia las buenas cualidades reales ni inventa cualidades negativas ficticias. Por lo tanto, el acto mental no constituye un pensamiento antagonista, distorsionado. Sin embargo, si el pensamiento está acompañado por alguna de las cinco emociones y actitudes perturbadoras descritas por Tsongkapa, el acto es negativo y crea sufrimiento.
Transgredir los votos tántricos concernientes a la interacción con un mentor
Que los discípulos ridiculicen o desdeñen a sus mentores quiere decir que rechazan sus anteriores actitudes respetuosas y de aprecio hacia sus maestros y que les muestran desprecio. La acción auto destructiva puede incluir reprochar o ridiculizar a los mentores, ser intencionalmente irrespetuoso o descortés, o pensar o decir que sus enseñanzas son inútiles. En Una lámpara iluminadora, Chandrakirti dio el ejemplo de un discípulo que obtuvo una comprensión intelectual de la vacuidad por haber recibido una instrucción de su mentor y por pensar cuidadosamente en ella. A lo largo de todo el proceso el discípulo tuvo convicción de las cualificaciones del mentor y aprecio por su bondad al enseñar el tema. Luego el discípulo llegó a despreciar al maestro y a pensar que las enseñanzas no eran nada especial. En tanto el discípulo sostuviese estas actitudes negativas, no tenía ninguna posibilidad de obtener, en meditación, una comprensión profunda de la vacuidad. En Oro refinado, el tercer Dalái Lama señaló que denigrar al mentor personal proviene usualmente de hacer hincapié en las deficiencias del maestro, ya sean reales o imaginarias.
Que los discípulos perturben la mente de sus mentores quiere decir que insulten a sus maestros actuando o hablando destructivamente debido a emociones o actitudes perturbadoras, sin siquiera pensar en refrenarse de hacerlo en ningún momento durante el acto. Las acciones destructivas incluyen matar, causar daño físicamente, robar, o actuar sexualmente de manera inapropiada. El lenguaje destructivo incluye mentir, hablar de manera divisoria, hablar ruda o abusivamente, e interrumpir con charla ociosa. Ya sea que los discípulos dirijan las acciones destructivas a sus mentores o a otros seres, la acción insultaría y desagradaría a sus mentores.
El acto de transgredir las instrucciones que han dado los mentores es cometer de un modo oculto cualquiera de las diez acciones destructivas o violar cualquiera de los votos, después de haber recibido instrucciones específicas de evitar tal comportamiento. Las diez acciones destructivas incluyen los actos físicos y verbales recién mencionados, así como pensar codiciosamente, con malicia o con una actitud antagonista, distorsionada. La motivación necesita ser una emoción o actitud perturbadora. Además, los discípulos necesitan reconocer que el comportamiento destructivo desagrada a sus mentores y pensar en involucrarse en él a pesar de todo.
A diferencia del caso de perturbar la mente del mentor, aquí el maestro no necesita enterarse necesariamente de la conducta indebida o mostrar desagrado. Transgredir una instrucción, entonces, no incluye que los discípulos se nieguen cortésmente a actuar destructivamente o a transgredir sus votos si sus mentores insisten, ni incluye excusarse respetuosamente de hacer algo que está más allá de su capacidad o medios.
Los pensamientos y acciones auto destructivas con respecto al mentor personal, entonces, son totalmente específicos y, para cometerlos en su pleno sentido, requieren una mente extremadamente negativa. Además, pensar distorsionada y antagonistamente acerca del mentor personal, desprestigiar a la persona, perturbar su mente o transgredir una instrucción que ha dado, requiere cuatro factores de vinculación adicionales antes de que puedan producirse resultados desastrosos: (1) los discípulos necesitan considerar que las acciones negativas están libres de perjuicio, ver sólo provecho en ellas y asumir las acciones sin arrepentimiento; (2) al haber tenido anteriormente el hábito negativo, necesitan carecer de cualquier intención de refrenarse, ahora o en el futuro, de repetir los actos; (3) necesitan deleitarse en las acciones negativas y asumirlas con un gusto perverso; y (4) necesitan carecer de cualquier sentido de honor propio o preocupación por deshonrar a sus familias o maestros, y necesitan carecer de cualquier intención de reparar el daño personal que están causando.
Además, incluso si los discípulos han actuado en cualquiera de las formas contraproducentes con respecto a sus mentores – ya sea con los cuatro factores presentes o sólo con algunos – Ashvagosha indicó claramente cómo evitar experimentar las consecuencias desastrosas. Los discípulos necesitan admitir su comportamiento o pensamiento destructivo ante sus mentores, reconocerlo como un error, y disculparse. Al disculparse necesitan sentir arrepentimiento y no culpa por la acción negativa, prometer que tratarán de evitar su repetición, y reafirmar su dirección segura en la vida y la motivación de la bodichita. Para fortalecer el potencial positivo que surge de la relación y para confirmar el vínculo estrecho, también necesitan hacer pequeñas ofrendas a sus mentores como muestras de aprecio y respeto. Aunque sus mentores hayan fallecido, los discípulos pueden seguir el procedimiento delante de imágenes de sus maestros o mientras imaginan que están presentes. Sin embargo, los discípulos occidentales necesitan un cuidado especial para evitar la interpretación errónea de que hacer ofrendas a sus mentores es una manera de comprar la dispensa de sus pecados.
Estados mentales infernales
La connotación de la palabra sánscrita para infierno, naraka, es un estado carente de alegría. El equivalente tibetano, nyalwa (dmyal-ba), connota un estado del que es difícil salir. El concepto budista de infierno, entonces, es un estado mental y físico atormentado, torturado, que carece de alegría alguna y en el cual uno se siente atrapado e incapaz de escapar. Aunque los textos clásicos contienen descripciones vívidas, el punto importante es el estado mental y los sentimiento físicos acompañantes que se describen.
Seguir a un maestro deshonesto puede producir los desastres de una práctica defectuosa o un abuso espiritual que puede acabar con el entusiasmo por el sendero espiritual. Puede convertir a buscadores de mente abierta en cínicos amargos, completamente cerrados a dar más pasos hacia la liberación y la iluminación. El estado mental desilusionado, carente de alegría, de tales personas es difícil de quebrar. Es un infierno viviente. Podemos entender este punto si consideramos la analogía de quedar herido en una relación malsana con una pareja o un amigo, aparentemente recto, que ha traicionado nuestra confianza. Podemos quedar tan devastados por la desastrosa experiencia que nos cerramos emocionalmente y tenemos miedo de entrar en otra relación. Podemos llegar incluso a repudiar el valor de absolutamente cualquier relación.
De un modo similar están torturados los discípulos que primero tienen una convicción de las cualidades reales de sus mentores y aprecio por la bondad real que mostraron, pero que después, por alguna razón perturbadora, cambian de opinión. Cuando esto sucede se obsesionan con la negación de las cualidades y la bondad de sus mentores, proyectando defectos inventados o haciendo hincapié morbosamente en las deficiencias reales que tienen sus mentores. Pueden sentir desdén por sus mentores y actuar destructivamente, o violar sus votos por resentimiento, esperando que eso desagrade o hiera a sus maestros.
Un fenómeno similar puede suceder con nuestros verdaderos amigos o parejas cariñosas y bondadosas. Un cambio de opinión puede provenir de factores psicológicos profundos tales como la baja autoestima y la paranoia. Al sentir que no somos dignos de recibir bondad o amor, podemos negar el afecto y la atención que realmente hemos recibido. Por temor al abandono, podemos rechazar a la pareja para evitar el dolor de ser rechazados más tarde. Podemos incluso tratar de herir a nuestra pareja o tratar de forzar el abandono actuando terriblemente con ella o teniendo un amorío. Un cambio de opinión también puede provenir de la influencia de amigos deshonestos.
Un estado mental semejante es claramente atormentado y torturado. Crea un infierno personal que carece de cualquier alegría y del cual es difícil escapar. Puede incluso debilitar el sistema inmunológico y producir o agravar una enfermedad. De acuerdo con la explicación budista del karma, la mayoría de las acciones negativas producen sus resultados en vidas futuras. No obstante, cuando una persona dirige una acción extremadamente destructiva contra alguien que tiene notablemente buenas cualidades y que ha sido especialmente bondadoso, los resultados pueden madurar en esta vida. Las consecuencias infernales de pensar o actuar distorsionada y antagónicamente hacia nuestros mentores ocurren frecuentemente poco después del acto.
El temor dentro de un contexto occidental
Debido a que muchos buscadores espirituales occidentales carecen de claridad acerca de qué pensamientos y acciones con respecto a sus mentores producen resultados infernales, temen pensar o hacer algo que de hecho no conduce a desastre alguno. Por ejemplo, temen ver acertadamente como errores los defectos reales de sus mentores, tales como los juicios erróneos, la conducta abusiva o la participación en políticas de poder espiritual. Pueden pensar que seguramente todas las acciones de sus mentores son perfectas, porque los mentores son budas completamente iluminados.
Malinterpretar el concepto de la devoción al gurú y el de considerar que el mentor es un buda, puede lavarles el cerebro para hacerles sentir que deben negar la verdad. El conflicto conduce inevitablemente a la ansiedad y la tensión. Pueden temer la crítica de compañeros estudiantes de Dharma si plantean, en sus Centros, algo que los perturba o no les parece correcto acerca de los maestros. Se refrenan de hablar sobre los errores que ven por temor a ser tildados de malos discípulos y herejes que se quemarán en el infierno.
Además, algunos discípulos pueden sentir culpa por dudar incluso por un momento que sus mentores sean literalmente seres iluminados. Típicamente, los buscadores occidentales sienten que cuestionar la omnisciencia de sus mentores indica que algo está mal con ellos. De esta manera, el temor al castigo alimenta un sentido occidental de culpa e incompetencia inherentes, y baja autoestima. Es más, un sentimiento de desamparo exacerba el temor porque, en el pensamiento bíblico, el infierno es eterno, no tiene salida.
De acuerdo con las enseñanzas budistas, sólo pensamientos y acciones específicas extremadamente negativas hacia un mentor resultan en un estado mental infernal; y a pesar de lo terrible, ningún estado infernal dura para siempre. Mediante el arrepentimiento, la franca admisión de sus errores, etcétera, los discípulos pueden evitar o recobrarse de la torturada devastación espiritual. No obstante, muchos discípulos occidentales cuestionan el beneficio de contemplar las consecuencias infernales que tiene relacionarse de manera distorsionada con un mentor, incluidas comúnmente como uno de los pasos preliminares en la meditación del gurú del nivel sútrico.
La razón de la descripción de los infiernos
Como se explicó antes, la ética occidental deriva de una creencia en leyes promulgadas legislativa o divinamente. La obediencia a la ley define a alguien como un buen ciudadano o persona digna de recompensa, mientras que la desobediencia la convierte en mala y merecedora de castigo. Por lo tanto, muchos buscadores espirituales occidentales consideran inconscientemente que el análisis de los infiernos describe el castigo por desobedecer las reglas de la devoción incuestionable al gurú.
La ética budista, por otra parte, no implica obediencia o juicio moral. Las personas se causan daño a sí mismas al actuar destructivamente, motivadas por la codicia, el apego, la ira o la ingenuidad. Si toman conciencia de los efectos del comportamiento negativo y desean evitar la experiencia de sufrimiento, es necesario que traten de refrenarse de actuar de esas formas. Así, la descripción de los infiernos en los textos budistas no tiene la intención de hacer sentir culpables o asustar a las personas con baja autoestima para tornarlas obedientes. La descripción está contemplada para educar a la gente sobre las consecuencias del comportamiento autodestructivo.
Consideremos el caso de los tibetanos tradicionales. Debido a que la mayoría no sufre típicamente de baja autoestima, enterarse del sufrimiento infernal no hace que se sientan culpables o que sientan terror de desobedecer leyes sagradas. Sin embargo, el conocimiento puede ayudar a los tibetanos a disminuir su comportamiento arrogante e irrefrenable. Los occidentales pueden aprender de este ejemplo.
Los modernos buscadores espirituales occidentales rechazan a menudo la idea del castigo divino, pero a pesar de eso muchos pueden estar sujetos a la culpa y la baja autoestima. Si no se encogen de miedo ante una posible transgresión a la devoción al gurú, pueden compensar la pobre opinión personal actuando con una arrogancia irrestricta. Por ejemplo, como parte de un proceso inconsciente de transferencia y regresión degenerativa, pueden acusar descaradamente a un maestro de tener pensamientos retrógrados cuando les enseña algo que les desagrada, tal como el sufrimiento infernal. Como niños que se sienten superiores a sus padres, pueden sentir altaneramente que las creencias científicas occidentales son mejores que las supersticiones tibetanas primitivas que meramente le agregan combustible a los sentimientos de culpa y baja autoestima.
Si pensamos de esta manera, nos convendría examinar la verdad psicológica de los estados mentales infernales que crean las distorsiones de la relación discípulo-mentor. Si deseamos evitar esos estados torturados necesitamos obtener una comprensión correcta de las enseñanzas concernientes a una relación sana con un mentor espiritual.
El temor relacionado con cuestiones concernientes a los protectores del Dharma y a los candidatos a tulku
Hoy en día reina mucha confusión acerca de los protectores del Dharma y los candidatos a tulku. Un gran maestro sostiene una opinión y otro afirma lo opuesto. Muchos de los problemas que enfrentan los discípulos occidentales como consecuencia de las controversias, surgen de su falta de claridad sobre las enseñanzas y de las relaciones malsanas con sus mentores espirituales que se desarrollaron desde esa falta de claridad. Por ejemplo, muchos discípulos sienten que deben sostener lealmente las opiniones de sus maestros porque temen que si no lo hacen estarán cometiendo una transgresión a la devoción al gurú. Ya no considerarán que sus mentores sean budas y, por lo tanto, se quemarán en el infierno.
Sin embargo, es necesario recordar que en toda la relación con nuestro mentor espiritual necesitamos mantener un darse cuenta que discrimina y sentido común. Es más, disentir con nuestros mentores acerca de ciertos puntos no significa una falta de creencia en las buenas cualidades básicas de nuestros mentores. Tampoco significa que hemos rechazado la enseñanza de que el mentor es tanto un humano común como un buda desde diferentes puntos de vista válidos. Sin embargo, en lo que respecta a ciertas cuestiones debatibles, debemos sacar nuestras propias conclusiones. La cuestión, por supuesto, es cómo decidir.
En los casos concernientes a la experiencia de meditación, más de un solo punto de vista puede ser correcto. Por ejemplo, Kedrubje, Gyaltsabje y Kedrub Norzang Gyatso, tres Maestros guelug de igual eminencia, diferían en sus comentarios del kalachakra concernientes a cuántas gotas de energía sutil es necesario apilar en el canal de energía central para alcanzar el camino del ver – l a etapa en la cual se obtiene la realización no conceptual de la vacuidad-. Cada descripción es válida, basada en la experiencia de un practicante realizado. Los discípulos pueden decidir cuál de las descripciones es válida para ellos basándose sólo en la experiencia personal de meditación. Ciertamente no todos los discípulos de cada uno de los tres Maestros tuvieron la misma experiencia de meditación que tuvo su maestro.
En otros casos, una de las partes del desacuerdo puede estar objetivamente equivocada, a pesar del punto de vista o la experiencia personal de meditación. Sin embargo, los discípulos pueden llegar a esta conclusión sólo en base a una profundización de sus estudios y a su habilidad en la lógica. No obstante, ya sea válido o no afirmar que un protector controvertido es un buda, o que un candidato específico es la encarnación de cierto lama, no hay necesidad de menospreciar a ninguna de las partes.
Decidir cuestiones extremadamente oscuras
La experiencia de meditación válida y la lógica pueden decidir ciertas cuestiones, tales como si el punto de vista chitamatra de la vacuidad puede eliminar todos los obstáculos que impiden la liberación y la iluminación. Sin embargo, son inadecuadas para decidir cuestiones extremadamente oscuras, tales como el karma y el renacimiento. En tales casos, en Comentario al “Compendio, de Dignaga sobre cognición válida”, Dharmakirti recomendó que es necesario que uno confíe en fuentes de información válidas. La experiencia y la lógica pueden validar lo que el Buda explicó sobre fenómenos obvios y oscuros, tales como la concentración y la vacuidad. Además, dado que la única motivación del Buda para enseñar era la compasión por los demás, para que pudieran evitar el sufrimiento, y dado que esta motivación era lo suficientemente sincera y fuerte como para permitirle superar incluso los instintos de la confusión, Dharmakirti argumentó que uno puede tener la confianza de que el Buda es una fuente válida de información. Por lo tanto, lo que el Buda explicó acerca de los fenómenos extremadamente oscuros también es válido.
Sin embargo, si los discípulos confían solamente en las fuentes válidas de información para dirimir cuestiones controversiales, en las escrituras budistas y en las obras compiladas de grandes Maestros, pueden encontrar pasajes para justificar casi cualquier cosa. Además, si los discípulos han recibido iniciaciones de Maestros tántricos de ambos lados de una polémica, y los han estado considerando literalmente a ambos como budas omniscientes, y por lo tanto, como fuentes válidas de información, los discípulos siguen sin poder decidir cuál es la correcta.
En Una lámpara para el significado definitivo, Kongtrul declaró que si los Maestros tántricos tienen la transmisión de su linaje, no requieren que se les investigue más. Los buscadores pueden confiar en su validez como mentores cualificados, porque sostener la transmisión de un linaje significa realizar y encarnar sus enseñanzas auténticas. Sin embargo, en algunos casos los lamas de ambos lados de la controversia pueden ser por igual sostenedores de linajes. Usar el criterio de Kongtrul es aún insuficiente.
El Buda enseñó cuatro pautas respecto en qué confiar: (1) no confíes en la fama o en la reputación de un maestro, sino en lo que tiene para decir; (2) no confíes en la elocuencia de sus palabras, sino en su significado; (3) no confíes en las palabras de significado interpretable pensadas para conducir más profundamente, sino en aquellas de significado definitivo al cual conducen; y 4) para penetrar en el significado definitivo no confíes en los niveles mentales comunes, que hacen que las cosas parezcan diferentes de la forma en que existen, sino en el darse cuenta profundo, que no fabrica apariencias distorsionadas.
Eso no quiere decir confiar en el darse cuenta profundo acerca de qué es verdadero en forma última para determinar la exactitud de una declaración concerniente a qué es convencionalmente verdadero. Una mente que conoce válidamente la verdad más profunda acerca de algo, sólo puede determinar la validez de cómo existe un fenómeno convencional. Uno necesita usar una mente que conoce válidamente la verdad convencional acerca de algo para determinar la validez de lo que algo es convencionalmente.
La verdad última más profunda acerca de algo es cómo existe en función de la vacuidad o de la mente de luz clara. Todos los fenómenos existen como manifestaciones de la mente de luz clara dentro del contexto de la vacuidad. De esta forma, si uno lo explica desde el punto de vista resultante de un buda, entonces un protector específico o un candidato específico a tulku no sólo es una emanación de una mente de luz clara iluminada, sino que todos los seres existen de esa manera. Por lo tanto, argumentar desde un punto de vista último o más profundo no decide la cuestión concerniente a la identidad convencional de un protector o candidato.
Resolución de los dilemas de los discípulos
Dharmakirti dio otro criterio para tener en cuenta, que puede resultar más útil para resolver los dilemas que enfrentan muchos discípulos sobre cuestiones debatibles, y de este modo más eficaz para disipar temores sobre posibles transgresiones a la devoción al gurú. Si el Buda declaró repetidamente un punto a lo largo de todas sus enseñanzas, entonces todos los discípulos necesitan tomarlo seriamente como la verdadera intención del Buda. Por otro lado, si un punto aparece sólo en textos oscuros, necesita una interpretación o es sólo para personas especiales y no para el público en general.
A lo largo de todas sus enseñanzas el Buda recomendó que los buscadores espirituales confíen en la dirección segura de la Triple Joya y en el karma constructivo que acumulan para protegerse del sufrimiento. El Buda no recomendó prácticamente en ningún lugar que los buscadores encomienden su vida a los protectores del Dharma, ni siquiera que se apoyen en ellos. Por lo tanto, en situaciones en las que uno no puede decidir una cuestión, tal como si un protector específico es un ser iluminado, la mejor solución es mantener distancia y no opinar. La cuestión de los protectores del Dharma no es crucial para la práctica de nadie para alcanzar la iluminación. Lo más importante es ceñirse a las enseñanzas principales del Buda sobre la dirección segura y el karma.
El mismo consejo concierne a aceptar a uno u otro candidato como la reencarnación de un gran maestro. El Buda habló repetidamente sobre la necesidad de que un mentor espiritual tenga instrucción, realización y un corazón bondadoso. Raramente mencionó la necesidad de un título o propiedades. La controversia sobre los candidatos a tulku ha ocurrido repetidamente a lo largo de la historia tibetana, por ejemplo, con el sexto Dalái Lama y la encarnación del Maestro drugpa kagyu Pema Karpo. No existe modo alguno de decidir la cuestión racionalmente. Es mejor mostrar un gran respeto por ambos candidatos, mantener la ecuanimidad con respecto a sus identidades y dejar que los lamas solucionen las cuestiones concernientes a la jerarquía y la propiedad monástica. La única preocupación apropiada de un discípulo es la de recibir enseñanzas de esos candidatos, si los candidatos resultan correctamente cualificados. El título y las propiedades que tiene cada nominado no afectan la calidad de sus enseñanzas.
Decidir cuestiones sensibles concernientes al karma y la disciplina
El Buda no creó las leyes del karma ni le prohibió a nadie que actuara destructivamente. Al enseñar sobre el karma y la disciplina ética, declaró meramente qué acciones producen resultados perjudiciales para uno mismo y, ya sea directa o indirectamente, daño a otros. Cada individuo necesita usar su darse cuenta que discrimina para decidir cómo actuar. Dentro de este contexto, el Buda diferenció las acciones que son naturalmente destructivas, tal como matar, de aquellas que recomendó que ciertos grupos evitaran, por un propósito específico. Un ejemplo de estas últimas es que los monásticos eviten comer después del mediodía, porque afecta la claridad de su mente para la meditación por las noches y las mañanas.
Examinemos dos ejemplos adicionales de acciones que no son naturalmente destructivas, pero que el Buda recomendó que ciertos grupos evitaran, por propósitos específicos. Las acciones son: (1) tratar a las monjas y a los monjes como iguales, en el caso de la comunidad budista monástica, e (2) involucrarse en actos homosexuales, en el caso de practicantes budistas con votos de refrenarse de un comportamiento sexual inapropiado. Cuando los mentores tradicionales sostienen las enseñanzas del Buda de que involucrarse en este tipo de acciones causa problemas para los miembros de estos grupos, los discípulos occidentales frecuentemente lo encuentran difícil de aceptar. Todavía se quedan perplejos acerca de qué hacer. Temen que discrepar con sus maestros e insistir en la igualdad de las mujeres o de los homosexuales constituye una transgresión a la devoción al gurú. Para resolver el conflicto necesitan comprender el propósito que se encuentra detrás del consejo del Buda.
Cuando el Buda estableció su comunidad monástica, al principio tuvo dudas sobre si aceptar monjas o no. Debido a que sentía una fuerte compasión por todos los seres, le preocupaba que la sociedad desacreditara y rechazara los métodos que enseñaba para eliminar el sufrimiento. Si su comunidad monástica se conformaba por monjes y monjas mezclándose juntos libremente y recibiendo un trato igualitario, la sociedad india de su época iba a sospechar un comportamiento sexual inapropiado. Además, muchos de los monjes carecían de la madurez para tratar con mujeres de un modo no sexista. Por lo tanto, para evitarle a su comunidad la falta de respeto, los problemas y el subsiguiente descrédito de sus enseñanzas, estableció la comunidad de monjas como una entidad separada y con una posición inferior a la de los monjes. Además, formuló votos adicionales para las monjas para garantizar que la conducta monástica estuviera por encima de toda sospecha. De allí en adelante la comunidad ha seguido estos procedimientos.
Similarmente, bajo el dominio kushán en Cachemira, en el siglo III, la sociedad india se encontró con la cultura iraní. Las costumbres de los iraníes de esa época diferían en gran medida de aquellas de la India, especialmente en lo referente al comportamiento sexual ampliamente aceptado. Siguiendo las pautas del Buda de que el respeto por su comunidad conduciría al respeto por sus enseñanzas, Vasubandu amplió la lista tradicional de formas inapropiadas de conducta sexual. Incluyó, para los budistas laicos, las prácticas sexuales que la sociedad india de esa época asociaba con costumbres extranjeras, “incivilizadas”, tales como el incesto y la homosexualidad.
El grado en que la sociedad india en general, y específicamente los budistas indios, se involucraban en estas prácticas sexuales antes del contacto con la cultura iraní, no es la cuestión. La cuestión es que al recomendar en contra de ellas, lo que le preocupaba a Vasubandu era realzar la respetabilidad de la comunidad y las enseñanzas budistas. Después de todo, mantener la ética budista significaba evitar las acciones que causaban problemas, y aprobar o seguir costumbres sexuales asociadas con personas a quienes la sociedad consideraba incultas, conduciría seguramente a la controversia y a los problemas. Dado que tanto el budismo chino como el tibetano basan su práctica de la autodisciplina ética en los textos de Vasubandu, sus linajes aún incluyen la homosexualidad en sus listas de conducta sexual inapropiada.
El Buda especificó que, en el futuro, su comunidad cambiaría reglas de disciplina de menor importancia, concernientes a acciones que se recomendaba que evitaran ciertos grupos, por razones específicas. Sin embargo, para cambiarlas es necesario que se congregue un concilio de monásticos mayores, que investigue cabalmente la cuestión, y que alcance un consenso. La sociedad occidental moderna mira con desprecio la discriminación contra las mujeres y los homosexuales. Si las costumbres budistas excusan tal prejuicio, la sociedad puede desacreditar a la comunidad budista y a las enseñanzas del Buda. Por consiguiente, para mantener la instrucción del Buda de evitar la controversia y los problemas, es posible que un concilio de mayores necesite reconsiderar estas cuestiones. Su Santidad el decimocuarto Dalái Lama, por ejemplo, ha apoyado la convocatoria a un concilio semejante, aunque admitió que obtener un consenso no sería fácil.
Antes de la resolución de estas cuestiones, la mayoría de los Maestros budistas que tienen la responsabilidad de mantener la pureza de su linaje, han sentido que necesitan preservar las enseñanzas tradicionales. Si no lo hicieran, serían irresponsables con su posición y sus deberes. Sin embargo, discrepar con un Maestro semejante, cuando es uno de nuestros mentores espirituales, no constituye una transgresión a la devoción al gurú. Una transgresión ocurre sólo cuando el desacuerdo se acalora para convertirse en pensamientos distorsionados, antagónicos, de que el mentor es un reaccionario intolerante.
Los seguidores y discípulos occidentales que están confundidos o que son impacientes con respecto a tales cuestiones necesitan entender que el budismo no es una religión autoritaria. Ninguna persona tiene la autoridad para modificar las enseñanzas por su propia cuenta, ni la cabeza de un linaje ni cualquier otro mentor espiritual. Por consiguiente, no es apropiado buscar la aprobación de un lama tibetano tradicional para las acciones personales como mujer o para las preferencias sexuales propias. Cada persona necesita tratar de entender los principios que subyacen la ética budista y usar su darse cuenta que discrimina para decidir el mejor modo de evitar los problemas y las dificultades.