Repaso del primer eslabón: No darse cuenta
Hemos comenzado nuestra discusión sobre los 12 eslabones, y vimos que describen el mecanismo de cómo generamos nuestros agregados incontrolablemente recurrentes (el cuerpo, la mente y demás) de cada vida, y específicamente nuestros agregados manchados. Estos son los factores agregados que son generados por el no darse cuenta – específicamente el no darse cuenta de la realidad de cómo existen las personas. Estos 12 eslabones describen cómo estos agregados constituyen entonces la base sobre la cual experimentamos los dos primeros tipos de sufrimiento: infelicidad y felicidad ordinaria. Estos factores agregados contienen más no darse cuenta y emociones y actitudes perturbadoras que se derivan de ese no darse cuenta, así como diversas tendencias kármicas que se acumulan por actuar sobre la base del no darse cuenta.
Debido a que estos factores agregados contienen estas “manchas” diversas, como se les llama, generamos más agregados manchados en el futuro con futuros renacimientos. Así que todo el asunto simplemente recurre una y otra y otra vez, casi como un sistema que se perpetúa a sí mismo. Y si no hacemos nada al respecto, continúa incontrolablemente. Pero si tomamos el control, por así decirlo, pero no sobre la base de un “yo” sólido: “tendré el control de todo”, entonces podemos detener esta cadena. Podemos romperla en su punto más débil que es nuestro no darnos cuenta, y obtener la liberación del ciclo de renacimientos incontrolablemente recurrentes.
Empezamos a revisar los 12 y el primero fue el no darse cuenta, específicamente el no darse cuenta de cómo existen las personas, tanto nosotros mismos como los demás. Incluye tanto el no darse cuenta basado en la doctrina que nos han enseñado, que tuvimos que aprender de uno de estos sistemas de principios filosóficos indios no budistas: una de estas teorías es la del atman que encontramos en las diversas escuelas hinduistas y jainistas, que tiene que ver básicamente con lo que en Occidente llamaríamos un “alma”. Porque no creeríamos automáticamente que tenemos un alma ni nos identificaríamos con ella, con que esta alma soy “yo”. Esto es algo que tuvimos que aprender; los animales no creen que tengan un alma, por ejemplo.
Este eslabón de no darse cuenta también contiene la que es más sutil, que subyace este tipo de no darse cuenta basado en la doctrina, concretamente la que se conoce como “no darse cuenta que surge automáticamente”, y esto puede entenderse en muchos niveles. El nivel que se sostiene en común, o que afirman en común todas las escuelas filosóficas budistas, es la creencia de que yo existo como un “yo” que puede conocerse en forma autosuficiente, que puede conocerse completamente por sí mismo, como en el ejemplo que utilizamos ayer de: “quiero que me ames a mí por mí mismo, no por mi dinero, ni por mi buena apariencia, ni por mi inteligencia ni nada de eso”. Los animales también la tienen. Cuando el perro ve a su amo piensa “veo al amo”. Ciertamente no piensa “estoy viendo un cuerpo y sobre la base del cuerpo está imputado mi amo”.
Bien. Ahora, en un nivel más profundo que se afirma solamente, por ejemplo, por la interpretación guelug del prasánguika, la cual es una de las escuelas filosóficas, es más profunda la sensación o creencia que surge automáticamente de que hay algo especial adentro de mí, algo especial adentro de ti que me hace a mí ser “yo” y a ti ser “tú”. Y el hábito de este no darse cuenta, en otras palabras, de creer que existimos en estas formas imposibles, causa que nuestra mente proyecte la apariencia y la sensación de que así es como existimos; entonces, con el no darse cuenta creemos que corresponde con la realidad, pero no es así. Sin embargo, sí existimos; no se trata de que no existamos en absoluto.
¿Pero cómo establecemos que existimos? ¿Cómo probamos que existimos? ¿Cómo probamos que cualquier otra persona existe? ¿Qué lo establece? Este es el asunto relacionado con la discusión de lo que usualmente se llama “existencia”. Cómo existen las cosas. Pero no se está hablando realmente de cómo existen las cosas. Se está hablando de cómo establecemos que algo existe. ¿Qué lo establece? Esa es una palabra que es importante entender. Es la misma palabra que en sánscrito (siddha) y en tibetano (grub) se utiliza para probar algo. ¿Cómo lo pruebas? No está hablando de qué es lo que te crea a ti o a mí. No estamos hablando de qué lo crea. Estamos hablando de qué lo prueba. Así que esta es la palabra “establecer”, como usualmente se le traduce. ¿Qué lo establece?
¿Hay algo del lado del objeto, de una persona, que hace que puedas conocer a la persona por sí misma? Bueno, no. ¿Hay alguna característica especial que pueda encontrarse dentro de la persona que me haga a mí ser yo o que haga a los demás ser tú? No, no se puede encontrar nada similar. ¿Hay un código de barras del lado de la persona o un código genético especial? Bueno, aparte del hecho de que sólo está ahí por una vida, podríamos pensar que: “bueno, esto es lo que me hace especial”, una huella digital o algo así. Porque, después de todo, ésta se vuelve una pregunta muy seria. Nos observamos a nosotros mismos, fotografías de nosotros mismos cuando éramos bebés, cuando teníamos cinco años, quince años, treinta años… dependiendo de qué tan viejos seamos, en diferentes etapas de nuestra vida, digamos, a los sesenta años, y ciertamente no hay ninguna célula en el cuerpo que haya permanecido igual en cada una de esas fotografías, en cada uno de esos cuerpos. Y aun así decimos: “¡ese soy yo!”, ¿no es así? Así que, ¿qué me hace ser “yo”?
Podríamos decir que el código de ADN ha permanecido igual. Pero, por supuesto, el ADN en una célula no está conformado exactamente por los mismos átomos ni las mismas moléculas que las del ADN de otra célula que ahora la reemplaza, así que ha estado cambiando a cada momento. Así que podrían decir que el patrón del ADN es el mismo. Bueno, ¿qué es el patrón? ¿Qué establece que haya un patrón? ¿Hay pequeñas líneas uniendo cada una de las moléculas del lado del ADN? No. La mente ha construido mentalmente un patrón basada en todas estas pequeñas piezas. A eso es a lo que llamamos “etiquetado mental” o “imputación”. Todos los patrones y demás son imputaciones, como fórmulas matemáticas, y así es con cada átomo, cada molécula del ADN, cada átomo de la molécula, cada parte del átomo… y así sucesivamente. No hay nada sólido que pueda encontrarse. Todos los conjuntos son imputados sobre sus partes.
Así que ¿qué establece que sea yo en todas esas fotografías? Bueno, la única cosa que lo establece es que existe la palabra o convención “yo”, la cual es etiquetada sobre ello y es válida. ¿Por qué es válida? Bueno, otras personas que me conocieron estuvieron de acuerdo y dijeron: “sí, así es como te veías cuando eras un bebé”. Existe la convención “yo”. Así que existe una convención establecida de que esta es una palabra que tiene un significado en una lengua que entendemos. Existe un nombre. Todo el mundo ha acordado que mi nombre es “Alex” en esta vida. Así que eso es algo que lo establece: que realmente existe una convención.
Y, como dije, todos los que me conocieron, pues yo no sé cómo me veía cuando era bebé, pero todos los demás que me conocieron y que lo recuerdan correctamente, lo identifican correctamente y dicen: “sí, eras tú”. Así que eso establece que ese soy yo. No está en contradicción con la gente que de hecho me recuerda y me vio entonces. No es que mi madre diga: “oh, ese no eras tú, ese era tu hermano”. Y no está en contradicción con una mente que ve válidamente la verdad más profunda. En otras palabras, si alguien piensa en un “yo que existe permanente y sólidamente” eso es erróneo porque obviamente hemos cambiado a lo largo de nuestra vida. Cualquiera que entienda cómo existen las cosas vería: “sí, eres tú, pero has cambiado a lo largo de tu vida, has crecido, has aprendido cosas y demás. Ya no mojas tus pañales”.
Es sólo esta convención o palabra “yo” lo que establece que ese soy yo cuando se aplica válidamente, ¿no es así? E incluso los criterios válidos están del lado de la mente, no están del lado del objeto. Yo no soy creado por la palabra “yo”; si nadie dijera “yo”, “yo”, “yo” o “tú”, “tú”, “tú” ¿entonces no existiríamos? Eso es absurdo. Si fuera por la vida sin pensar “yo”, “yo”, “yo” ¿eso haría que no existiera? No. Así que la etiqueta mental, la palabra no crea al objeto. Y yo no soy sólo una palabra. Después de todo, una palabra es sólo una combinación de sonidos sin sentido que alguien decidió que es una palabra y le dio un significado.
¿Qué es “yo? Yo. ¿Qué soy yo? Bueno… lo único que podemos decir es que yo soy a lo que la palabra “yo” se refiere, es un objeto de referencia (ese es el término técnico), es a lo que el “yo” se refiere sobre la base de un flujo siempre cambiante de agregados, cuerpo, mente, emociones, etc. Y funcionamos sobre la base de ese tipo de “yo”, esto es lo que de hecho existe, ¿no es así? Experimentamos cosas. Hacemos cosas. Entonces, lo que es imposible es imaginar que la palabra “yo” o cualquier otra palabra que se utilice tenga una cosa referente que corresponda a ella y que podemos encontrar.
Una cosa referente es como un tipo de cosa en una caja, la caja “yo” o la caja “tú” o la caja “mesa” o la caja “bueno” o la caja “malo”, que corresponden a una búsqueda en el diccionario en que la palabra se encuentra por sí misma en su propia cajita, que hay una cosa referente del lado de la realidad que está en cajas, como en el diccionario. Y está en esta caja, no está en esa caja. Eso es lo que es imposible. Las palabras se refieren a algo, pero no a alguna cosa que se pueda encontrar dentro de una caja. Si yo existiera, si el “yo” existiera como un cierto tipo de cosa adentro de una caja que pudiera conocerse por sí misma, etc., nunca cambiaría. Nunca podría hacer nada, nunca podría interactuar con nada, podría encapsularse en plástico, quedarse ahí. Eso es imposible, no existimos de esa forma, aunque se siente como si existiéramos así. Ese es el problema. Y simplemente no lo sabemos, es no darse cuenta.
Tú, caja. Tú, cosa. Tú no me aprecias, tú no me amas. Tú eres malo, permanente, nunca cambiante, en una caja. Ese eres tú. Y entonces obviamente nos sentimos muy molestos, ¿no es así? Y nos “aferramos”, esa es la palabra que se utiliza, percibimos que la otra persona existe de esa forma porque nuestra mente proyecta ese sinsentido y nos lo creemos, creemos que se refiere a una cosa referente que es realmente quien esta persona es. Entonces nos enojamos, le gritamos, eso acumula karma y pone en movimiento todo el proceso samsárico. Pero fuiste tú, esa es una etiqueta válida. Tú me ignoraste o no hiciste esto o hiciste aquello. “Tú” es sólo a lo que la palabra se refiere, pero no es algo en una caja. “Tú” es simplemente etiquetado sobre la base del cuerpo, mente, palabra, emociones, lo que sea que haya estado involucrado en ese momento en que me dijiste algo desagradable o en que hiciste algo que no me gustó.
Pero todos esos factores agregados, emociones, mente, cuerpo y salud y todo ese tipo de cosas que sucedieron en ese momento, bueno, ninguna de ellas existe en cajitas tampoco. Fueron afectadas por millones y millones de causas y condiciones, no solamente por las que estaban ocurriendo en el presente, sino por las que sucedieron en el pasado en la familia y por lo que estábamos haciendo antes y todas esas cosas. No existimos solamente como una fotografía fija. Quiero decir, con frecuencia esa es realmente la forma en la que vemos a la gente, a nosotros mismos y a las cosas en el mundo, como una fotografía fija. Ni siquiera a colores, sino en blanco y negro. Ni siquiera tenemos todas las dimensiones y ¡lo congelamos! El mundo no existe como una fotografía fija, es una película, si queremos usar esta analogía con un filme. Pero lo congelamos. “¡Aaah! ¡Dijiste eso! Ese eres tú. Eres desagradable. Tú no me quieres”. La película continúa y en todos los momentos siguientes cuando estás haciendo otras cosas e interactuando de otras formas, bueno, aún eres tú ¿no es así?
Y es solamente cuando congelamos algo en una fotografía y después la establecemos desde su propio lado como si esa fuera la forma en la que realmente somos, cuando realmente nos enojamos mucho. Y si vemos la continuidad, cada momento influenciado por millones y millones de cosas, puedo etiquetar “tú” sobre ello, puedo etiquetar “yo” sobre todo el flujo de esta continuidad de los agregados, entonces eso difumina todo el asunto. No hay razón para enojarse. ¿De qué nos enojamos?
Con el no darse cuenta, el primer eslabón, creemos que se refiere a personas, a mí, a ti. Creemos que existimos en esas formas imposibles, que hay algo como una fotografía fija, algo de nuestro propio lado que está ahí estableciendo esa característica especial de desagradable o algo parecido que me hace a mí ser “yo”. O incluso simplemente una línea alrededor de nosotros que hace al “yo” una cosa que puede conocerse. Tenemos este no darse cuenta, estamos confundidos al respecto. Sobre la base de ello, obtenemos emociones perturbadoras. Sobre la base de las emociones perturbadoras actuamos de una forma que crea karma, ya sea constructiva o destructivamente, basados en esta idea falsa y en la creencia en un “yo” imposible.