La autodisciplina ética es una parte fundamental del camino budista. Pero la ética es algo que encontramos en todas las tradiciones espirituales; y no solo en las tradiciones espirituales, la ética también se encuentra en todos los sistemas sociales. Para determinar qué es lo que hace que la ética budista sea “budista”, necesitamos examinarla dentro del contexto de las Cuatro Verdades Nobles, la enseñanza básica que el Buda dio.
Comportamiento ético en el contexto de las Cuatro Verdades Nobles
La primera verdad noble: todos enfrentamos sufrimiento
La primera verdad en la vida es que todos enfrentamos sufrimiento verdadero. Primero, está el sufrimiento ordinario del dolor y de la infelicidad. Luego, están los problemas asociados a nuestro tipo ordinario de felicidad, tales como el hecho de que la felicidad nunca dura y nunca satisface. Nunca sabemos qué es lo que sucederá después, y cuando realmente alcanzamos la felicidad, usualmente cambia a infelicidad. Por ejemplo, comer mucho helado resultará en un dolor de estómago. Finalmente, está el sufrimiento que todo lo impregna, que es la base para los dos primeros tipos de sufrimiento. El sufrimiento que todo lo impregna es nuestro renacimiento incontrolablemente recurrente (sct. samsara), el cual ha sido causado por nuestras acciones kármicas compulsivas, las cuales, a su vez, han sido motivadas por emociones y actitudes perturbadoras. Estas emociones y actitudes perturbadoras suceden debido a nuestra falta de darnos cuenta -o ignorancia- de la causa y efecto conductual, y de cómo existen las cosas. Este no darnos cuenta causa que continuemos teniendo el tipo de renacimientos que serán la base para experimentar los dos primeros tipos de sufrimiento. Así, el no darnos cuenta causa que tengamos emociones y actitudes perturbadoras que, por su parte, causan que actuemos compulsivamente, lo cual crea potencial kármico que causa que tengamos renacimientos incontrolablemente recurrentes. El renacimiento incontrolable es la base para experimentar los altibajos de los dos primeros tipos de sufrimiento: infelicidad y nuestra felicidad ordinaria que nunca dura y/o que nunca satisface.
La segunda verdad noble: las causas del sufrimiento
La segunda verdad noble son las causas verdaderas del sufrimiento. La verdadera causa del sufrimiento es nuestro no darnos cuenta (no darnos cuenta de la causa y efecto conductuales y no darnos cuenta de la realidad), las emociones perturbadoras (avaricia, lujuria, ira, ingenuidad) causadas por ese no darnos cuenta, y las acciones kármicas compulsivas que están motivadas por el no darnos cuenta.
La tercera verdad noble: es posible detener el sufrimiento
La tercera verdad noble es que es posible alcanzar una verdadera cesación de ese no darnos cuenta, de modo que ninguno de los tres tipos de sufrimiento jamás vuelva a suceder.
La cuarta verdad noble: el camino a la cesación del sufrimiento
La cuarta verdad noble es la verdadera mente que es el camino o forma de entender que producirá la cesación del sufrimiento. El camino verdadero es un entendimiento correcto de la causa y efecto conductual, y de la realidad. Si desarrollamos este entendimiento correcto, con una firme determinación de liberarnos de este renacimiento incontrolablemente recurrente, entonces estamos libres de las dos primeras verdades nobles (sufrimiento verdadero y su causa), y logramos lo que se conoce como liberación. Pero, para poder ayudar de la mejor manera a otros, necesitamos profundizar más; necesitamos superar las obstrucciones que impiden que nuestra mente entienda la interrelación de todo.
Si entendemos cómo todo está conectado, entonces entenderemos la causa y efecto conductual completamente, lo que significa que sabremos cómo ayudar a los otros de la mejor manera; sabremos qué efecto tendrá cualquier cosa que les enseñemos. Basándonos en el amor (el deseo de que otros sean felices y tengan las causas para la felicidad) y en la compasión (el deseo de que los otros estén libres del sufrimiento y de sus causas), desarrollamos la resolución excepcional con la cual asumimos la responsabilidad de guiar a todos hacia la liberación y hacia la iluminación. Pero, al darnos cuenta de que no somos capaces de realizar esto en nuestro estado presente, desarrollamos la bodichita. Con la bodichita fijamos nuestro objetivo de alcanzar la iluminación para poder realmente ser capaces de lograr la meta de llevar a los demás a un estado similar. Si combinamos nuestro entendimiento de la realidad con esta motivación de la bodichita, entonces alcanzamos la iluminación—nos convertimos en un buda.
Así que, en unos cuantos enunciados, este es el sendero budista. Con la autodisciplina ética, nos abstenemos de actuar destructivamente de modo que evitamos peores estados de renacimiento y, en lugar de ello, obtenemos estados de renacimiento más felices. Muchas otras tradiciones espirituales, sin embargo, enseñan disciplina ética para alcanzar un renacimiento superior en el paraíso; el objetivo de alcanzar un renacimiento superior no es exclusivamente budista. En el budismo, ese nivel de práctica ética (abstenerse del comportamiento destructivo y negativo para alcanzar un mejor renacimiento) sería un peldaño en el camino para alcanzar la liberación y la iluminación. Necesitamos tener muchos renacimientos superiores para poder hacer el trabajo necesario para alcanzar la iluminación, así que es un propósito muy positivo para la práctica de la conducta ética. Lo que hace que este nivel de práctica sea budista es, entonces, que estamos practicando la disciplina ética con la motivación de la bodichita para, finalmente, obtener la liberación y la iluminación.
Los tres entrenamientos superiores
En el budismo, hablamos de los tres entrenamientos superiores, que pueden ser practicados, ya sea con una motivación para alcanzar la liberación individual, o con una motivación para alcanzar la iluminación. El entrenamiento superior es el entrenamiento en el darse cuenta que discrimina. Esta es la habilidad de diferenciar entre lo que es realidad y lo que es fantasía o ilusión. Entonces, el darse cuenta que discrimina es como un hacha afilada para cortar a través de la confusión o de la ignorancia.
La base para poder aplicar este darse cuenta que discrimina superior se llama concentración superior o concentración absorta superior. “Concentración” significa ser capaz de concentrarse en un objeto, particularmente en la realidad de las cosas, sin que nuestra atención vuele a algo más o se vuelva opaca —ser capaz de mantenerse así de concentrados por tanto tiempo como lo deseemos. Esta habilidad de concentrarse es análoga a tener buena puntería con el hacha; necesitamos ser capaces de siempre pegarle a la marca con el hacha, para realmente dar en el punto en donde queremos cortar la confusión.
La base para la concentración superior es la autodisciplina ética superior, y aquí es en donde entra nuestro tema de ética y disciplina. Para poder ser capaces de concentrarnos, necesitamos tener la disciplina para corregir nuestra atención cuando se extravíe, y necesitamos poder corregir nuestra atención cuando estamos muy soporosos y adormilados. Para eso necesitamos disciplina, que es análoga a tener la fuerza para poder usar el hacha. Así que, la autodisciplina ética es la base o prerrequisito para la concentración, la cual es, por su parte, la base para el darse cuenta que discrimina superior.
Concentrarse no aplica únicamente cuando estamos meditando en la vacuidad o meditando en otro objeto. Significa enfocarse de un modo productivo en todas las situaciones. Por ejemplo, si estás intentando ayudar a alguien, necesitas concentrarte en lo que la otra persona está diciendo. Necesitas escuchar; tu mente no puede vagar hacia otra cosa, tal como: ¿cuándo está listo el almuerzo? Y necesitas poner atención para poder mantenerte alerta y no quedar en blanco. Necesitas poder concentrarte para discriminar (este es otro significado del darse cuenta que discrimina) entre lo que sería apropiado decir, lo que sería útil decir, y lo que sería inapropiado o inútil. Así que, de nuevo, necesitas disciplina para poder dejar de pensar qué es lo que tú quieres hacer (que puede ser ir a almorzar), y, en cambio, pensar qué sería lo mejor para la otra persona.
Así que, hay una gran necesidad de autodisciplina ética; y, en el contexto budista, esto significa poder tener la concentración para enfocarse con darse cuenta que discrimina en la realidad, y en ayudar a otros.
Ahora, si hablamos sobre concentración, estamos hablando de una actividad mental y necesitamos disciplina—principalmente, disciplina de la mente. Obviamente, necesitamos la disciplina para poder sentarnos en meditación, para superar la flojera y para superar las distracciones. Sin embargo, disciplinar nuestra mente es mucho más difícil que disciplinar el comportamiento de nuestro cuerpo y de nuestra habla. Así, ¿cómo obtenemos la fuerza para poder disciplinar el comportamiento de nuestra mente? Lo conseguimos habiendo disciplinado primero nuestro cuerpo y nuestra habla.
La ética en un contexto occidental
Es importante entender la diferencia entre la aproximación budista de la ética y otras aproximaciones. La mayoría de nosotros hemos crecido en una cultura occidental o del Medio Oriente, y en la cultura occidental y en el Medio Oriente, la ética es básicamente un asunto de leyes. Hay leyes divinas que son dadas por Dios o por Alá, y en la esfera civil hay leyes que están hechas, ya sea por un rey o un gobierno legislativo. En la cultura occidental, toda la idea de la ética está realmente basada en la obediencia — obedecer, ya sea leyes divinas, leyes civiles, o ambas. Si obedecemos, entonces somos considerados una buena persona o un buen ciudadano; si desobedecemos, entonces somos considerados malas personas o malos ciudadanos. En la esfera religiosa, la persona es etiquetada como pecadora, y en la esfera civil, la persona es etiquetada como criminal.
Así que, en un contexto occidental o del Medio Oriente, las personas transgresoras son consideradas moralmente malas, y la cultura enfatiza el fenómeno de la culpa. Somos juzgados culpables — culpables en un sentido legal y en un sentido psicológico. En Occidente, mucha de nuestra ética se basa en esta idea de la obediencia a la ley. Algunos miembros de la sociedad pueden evitar el castigo; si son muy ingeniosos y tienen suficiente dinero, contratan a un abogado para encontrar vacíos legales que les permitan esquivar las leyes.
La ética en un contexto budista
La actitud occidental o del Medio Oriente con respecto a la ética es muy diferente desde el punto de vista budista. La ética en el budismo no está basada en la obediencia; más bien, está basada en lo que se llama “darse cuenta que discrimina” (tib. she-rab). Hemos visto este término antes, en términos de discriminar entre realidad y fantasía. Pero aquí se refiere principalmente a diferenciar o discriminar entre lo que es útil y lo que es dañino. Es muy diferente de discriminar entre lo que es legal y lo que es ilegal en un contexto judicial. Recuerden, todo el contexto budista es que queremos salirnos de o deshacernos del sufrimiento Y el modo para hacer esto es eliminar la causa del sufrimiento. Esto significa que debemos discriminar correctamente cuál es la causa del sufrimiento. Y, entonces, necesitamos una motivación para deshacernos de esa causa o para superar esa causa. Por supuesto, todos quieren ser felices; ese es un impulso natural que está asociado con el instinto de supervivencia, y es un instinto muy básico. Pero, la mayoría del tiempo, no entendemos realmente qué es lo que nos ayudará a lograr la ausencia de sufrimiento, o ayudarnos a lograr la felicidad.
Así que, el darse cuenta que discrimina va unido a la autodisciplina ética. Discriminamos correctamente que: “si actúo de este modo, eso me causará problemas — quizá problemas para otros, pero, principalmente, problemas para mí. Y, si actúo de un modo constructivo, eso será de ayuda para mí y quizá también será de ayuda para otros”. Así, que evitemos el comportamiento destructivo o no es realmente nuestra propia decisión; depende de qué tan seriamente nos tomamos a nosotros mismos, y qué tanto nos preocupamos sobre el sufrimiento que podemos experimentar en el futuro. Podría suceder que alguien simplemente no sepa qué sería útil, así que, si nos encontramos con alguien que está actuando destructivamente simplemente porque no sabe qué es lo mejor, entonces podemos intentar ayudarle a entender.
El ejemplo más común es el de los niños. Los niños no saben que, por ejemplo, no hay que romper los juguetes de otros niños, ni quitárselos; necesitamos enseñarles. Nuestro adoctrinamiento occidental puede llevarnos a etiquetar a ese niño travieso como una “mala niña” o un “mal niño”, pero, de hecho, simplemente no saben cómo comportarse de un mejor modo. Así que, no hay necesidad de hacer que el niño se sienta culpable — no es un asunto de culpa para nada —, es un asunto de educación. Si le enseñamos a los niños que sufrirán como resultado de su comportamiento, si podemos ayudarles a entender que, cuando se comportan mal, no les agradarán a otros niños, entonces aprenderán.
Si vemos que alguien actúa de un modo destructivo porque está confundido, esta persona es un objeto apropiado de compasión — no un objeto apropiado de ira o castigo. La forma que puede tomar la compasión incluye poner a la persona en prisión, si están haciendo daño a otras personas. Pero la acción tiene que ser tomada desde la compasión — ponemos a la persona en prisión para impedir que siga haciendo daño o matando a otras personas, e impedir que se cause más problemas a sí misma. El acercamiento budista implica una actitud muy diferente hacia el desorden civil, comparado con el contexto judicial de culpa y castigo.
No proyectar la ética occidental sobre el budismo
Es muy importante, cuando estamos practicando el budismo, no proyectar nuestras ideas occidentales de la ética sobre el budismo. Muchos problemas surgen en nuestra práctica del budismo porque nosotros, en tanto occidentales, proyectamos de manera inapropiada nuestras ideas occidentales de ética sobre nuestra práctica budista. Algunas personas pueden sentir que deben hacer esta meditación para así poder ser “buenos” budistas. Algunas personas occidentales quizá sientan que deberían obedecer a su maestro, lo cual es un concepto muy extraño desde un punto de vista budista. De hecho, deberíamos tomar el consejo de nuestro maestro, pero deberíamos también usar nuestro darse cuenta que discrimina. Algunas veces, el maestro nos dirá cosas absolutamente extravagantes para incentivarnos a usar nuestra propia inteligencia.
Hay una historia de una vida previa del Buda, cuando él era un estudiante entre varios que tenía un maestro en particular. El maestro les dijo a todos los estudiantes que fueran al pueblo local y robaran algo para él. Todos los estudiantes fueron a robar algo y se lo trajeron de vuelta, excepto la encarnación previa del Buda — él se quedó en su habitación. El maestro fue a su habitación y le preguntó: “¿Por qué no fuiste y robaste para mí? ¿No quieres complacerme y hacerme feliz?”. Y la encarnación previa del Buda dijo: “¿Cómo robar podría hacer feliz a alguien?”. Así que la lección de este cuento es que obedecer ciegamente al maestro, como si el maestro fuera un policía o un oficial del ejército, no es el modo budista. Más bien, el maestro nos da consejo y nos da pautas. El maestro nos está ayudando a aprender a usar nuestro propio darse cuenta que discrimina, de modo que nos convirtamos en budas nosotros mismos. Nuestro objetivo no es convertirnos en sirvientes de un buda; nuestro objetivo es convertirnos en un buda.
El concepto occidental de que las leyes son inmutables
Otra diferencia entre la ética occidental y la ética budista es la creencia en Occidente de que las leyes son sagradas — que casi tienen vida propia. Las personas sienten que una ley divina, que es dada por Dios, no puede ser cambiada. Y las leyes civiles, mientras están vigentes, también son consideradas bastante sagradas, aun cuando puedan ser modificadas a través del proceso legislativo. Lo que necesitamos reconocer aquí es similar a lo que hacemos con la meditación en la vacuidad. La “vacuidad” se refiere a una ausencia de modos imposibles de existencia. En nuestro entendimiento de la vacuidad necesitamos identificar modos imposibles de existencia, y darnos cuenta de que no se refieren a nada real. Y uno de los más importantes modos imposibles de existencia es que no hay nada dentro de un objeto (en este caso, una ley) que lo establezca, o que lo haga existir por su propio poder, independientemente de cualquier otra cosa. En el contexto de las leyes civiles, es imposible pensar esto: “Esta es la ley. No importa cuáles sean las circunstancias, no importa cuál sea la situación específica, o cuál sea el contexto. Esta ley está establecida por sí misma y se mantiene por sí misma”.
Recientemente hubo un caso en Suiza, en donde el director de películas Roman Polanski fue arrestado, por solicitud del gobierno de los Estados Unidos, de modo que pudiera ser extraditado por un crimen de abuso sexual que él presuntamente cometió hace más de 30 años. Este es un buen ejemplo de la mentalidad de: “no importa que las acusaciones se hayan hecho hace más de 30 años. No importa que la mujer involucrada quiera dejar los cargos legales contra él. La ley es la ley. Nadie está por encima de la ley. Él debe ser castigado”. Este es un muy buen ejemplo de la idea de que la ley tiene vida por sí misma, que, independientemente de otros factores, la ley es la ley y debe ser obedecida. Esta es una creencia falsa, desde el punto de vista budista.
La ética budista como pautas
El Buda dio varias pautas con respecto a las acciones que naturalmente nos causarían sufrimiento o que serían perjudiciales para nuestro progreso espiritual. Por ejemplo, los monjes y las monjas tienen prohibido comer después de mediodía, porque eso les obnubila la mente para la meditación de la tarde. Mientras que el Buda enseñó muchas pautas para el comportamiento, el precepto budista o la pauta ética (por ejemplo, el precepto de evitar matar) no es una ley que sea un mandamiento, grabado en piedra. No significa que las pautas sean sagradas y completamente independientes de la situación, contexto, o cualquier factor mitigante. Más bien, las pautas éticas budistas son fenómenos “de surgimiento dependiente”. Estas han surgido, o han llegado a ser, dependiendo de causas y condiciones, y en el contexto de las situaciones y las circunstancias.
Podemos ver esto claramente en la evolución de los votos monásticos. En los primeros días de la comunidad budista, no había votos. Pero surgieron diversas situaciones en la comunidad budista que causaron problemas — ya sea problemas entre los miembros de la comunidad monástica, o problemas entre los monásticos y la comunidad laica, la cual apoyaba a los monásticos. Así que, el Buda dijo: “para evitar este problema, no hagan esta acción”, y de allí surgieron los votos. Cuando se estudia el Vinaya (los votos y reglas de disciplina), encontramos que, para cada regla, el texto relata cómo surgió ese voto: cuál fue la situación que causó que el Buda declarase ese voto. Sin embargo, con todos estos votos, siempre está la disposición de que, cuando otros factores invaliden la pauta, es posible que el voto necesite ser violado.
Como ejemplo, el Vinaya dice que un monje no debería tocar a una mujer para evitar la lujuria. Pero si la mujer se está ahogando, el monje no se queda simplemente parado allí mirando — el monje debe ayudarla. Es muy claro que algunas veces la necesidad invalida la prohibición, y eso está específicamente permitido en el Vinaya. En el budismo, la ética y las pautas son relativas — son relativas a la situación específica. Si hay necesidad de actuar de un modo destructivo, y esta acción traerá sufrimiento, entonces procedemos muy conscientemente. Nos damos cuenta: “aceptaré en mí el sufrimiento que será causado por esta acción, para poder beneficiar a otros”.
Otra historia de una vida anterior del Buda ilustra este punto. Una encarnación previa del Buda Shakyamuni fue navegante en un barco, y el barco llevaba 500 mercaderes. Había un remero que iba a matar a todos los mercaderes para robarles; el Buda pudo ver esto a través de su clarividencia. El Buda supo que no había modo de detener este asesinato, excepto matando él mismo al remero. Así que él, voluntaria y conscientemente, asumió las consecuencias kármicas de matar al remero para poder salvar 500 vidas, y también para impedir que el remero incurriera en las consecuencias terribles de tal comportamiento.
La ética y los votos del bodisatva
Los votos del bodisatva incluyen los votos raíz y los votos (secundarios) auxiliares. La mayoría de los votos secundarios están organizados de acuerdo con las categorías de las seis actitudes de gran alcance, que también son conocidas como las seis perfecciones (sct. paramitas). (Las seis perfecciones son: generosidad, autodisciplina ética, paciencia, perseverancia gozosa, estabilidad meditativa y darse cuenta que discrimina). Los votos del bodisatva son compromisos de abstenerse de una acción defectuosa que podría ser perjudicial para el desarrollo de la bodichita. Dos de los votos son relevantes en términos del desarrollo de la autodisciplina ética. Primero, evitaremos tener una mente mezquina o estrecha cuando se refiere al bienestar de los demás. Una actitud mezquina podría causar que pensemos: esta persona no es digna de mi ayuda, tiene tantas fallas — ¿por qué debería siquiera molestarme en ayudarla? O: es tiempo de hacer mi meditación, para así poder ayudarte; de acuerdo a mi horario, debería estar meditando y no puedo hacer una excepción por ti — quizás en otro momento. Esto es ser mezquino.
Otro ejemplo de una actitud estrecha es: quizá hay un monje en tu centro de Dharma que necesita ayuda para cargar algo pesado, pero él no está usando su túnica de manera correcta. La actitud de mente estrecha es: no voy a ayudarlo hasta que ajuste su túnica de manera exactamente correcta. Esto es ser mezquino con respecto a cosas no importantes, en vez de poner atención en lo que es más importante, en este caso, ayudar al monje a cargar el objeto. En otro ejemplo, digamos que un voluntario está traduciendo mi clase de inglés a alemán. Sería muy mezquino de mi parte comenzar a corregir su gramática o pronunciación. Esta forma de crítica no contribuye a lograr la meta real, que es ayudar a que el público entienda lo que estoy diciendo.
El segundo voto relevante del bodisatva es no abstenerse de cometer una acción destructiva cuando el amor y la compasión demandan que la acción sea cometida. Si mi hijo está enfermo con parásitos intestinales, podría decidir no darle la medicina que mata a los parásitos, porque una de las diez acciones destructivas en el budismo es quitar la vida de otros; podría creer que es importante seguir las reglas sin ninguna excepción. Pero, claramente, debería tener amor y compasión por el niño; debería llevarlo al doctor y debería darle la medicina para matar los parásitos. Por supuesto, es verdad que el gusano ha sido mi madre en vidas pasadas anteriores, y es verdad que debería tratar a los gusanos con ecuanimidad. Pero tomar una decisión extrema de no tratar la enfermedad del niño es ser un idiota con el Dharma, es ser un fanático. Es bastante obvio que, en la vida presente, el niño puede ser de mucho más beneficio a otras personas de lo que puede serlo el gusano en su estómago. Así que, no matamos al gusano con odio e ira (“¡Tú, mal gusano!”); tenemos compasión por el gusano, le deseamos bien al gusano y no nos alegramos de matarlo. Pero, incluso así, a veces necesitamos llevar a cabo acciones destructivas por amor y compasión.
La desventaja de ser inflexible
Este es el tipo de problema en el que nos involucramos si tenemos la idea de que las leyes son leyes, la ética budista está basada en leyes, y si está escrito entonces es sagrado e inflexible. Siempre se nos enseña a analizar la situación y a determinar el verdadero problema. Si analizamos esta situación, la de aferrarnos ferozmente al pie de la letra, ¿cuál es el problema real o la causa raíz de la creencia fanática en la ley? El problema es el aferramiento a un “yo” falso. Tenemos una visión dualista de nosotros mismos. Hay un “yo” sólido, que es travieso y que debe ser disciplinado; y hay, entonces, otro “yo” que es el disciplinador. Pensamos: “debo detenerme a mí mismo de hacer eso”, como si hubiese un “yo”, de un lado, que va a detenerme “a mí”, del otro lado, de hacer algo estúpido. Cuando tenemos esta mentalidad, tenemos una fuerte creencia en dos “yo” sólidos — el criminal y el policía, ambos en potencia. Y esta alerta que ponemos para este “yo” se vuelve realmente como un agente KGB verdaderamente existente en nuestra mente, que está espiando nuestro propio comportamiento. También creemos que la ley existe de manera sólida. Y ¿cuál es el resultado de esta creencia en el “yo” que existe de manera sólida como espía? El resultado es que somos sumamente rígidos e inflexibles.
Este entendimiento incorrecto de la disciplina podría estar reforzado por un mal entendimiento de algunos versos del texto de Shantideva, Involucrarse en la conducta del bodisatva. Si vas a hacer algo estúpido o si vas a decir algo destructivo (hay una larga lista de comportamientos negativos en el texto), el texto dice: “mantente como un bloque de madera”. Podríamos malentender esto como si significara: sé rígido como un bloque de madera, sé como un robot. Si tomamos esta posición de rigidez podríamos pensar: “No voy a actuar; no voy a reaccionar; no voy a hacer nada”. Esta no es la interpretación correcta del consejo. Ser como un bloque de madera significa: “sé firme en abstenerte de aquella acción negativa”; no significa “sé rígido como un bloque de madera”. Cuando estamos pensando en este falso “yo” nos volvemos rígidos como un robot; pensamos “necesito disciplinar a este ‘yo’ travieso, de lo contrario, soy malo”.
El modo hábil de aproximarse a la ética budista
Así que, necesitamos relajarnos. Y es importante relajarnos mientras aún mantenemos una disciplina ética apropiada. ¿Cómo hacemos esto? Antes que nada, necesitamos entender que no estamos hablando de leyes — estamos hablando de pautas. Una pauta dice que, si queremos evitar o minimizar el sufrimiento, es recomendable que evitemos este curso de acción, de ser posible. No es una ley que nos sintamos obligados a seguir, incluso si no tenemos idea de cuál es el propósito de la ley, incluso si pensamos que es una ley estúpida. No es así. La ética budista no son leyes estúpidas. Como resultado de la compasión, el Buda señaló ciertos problemas para ayudarnos a evitar que nos causemos problemas a nosotros mismos. Las pautas surgieron en dependencia de la compasión, en dependencia de un entendimiento de qué causa problemas y qué evitará problemas. Cada situación que encontramos es diferente; necesitamos usar nuestro darse cuenta que discrimina para decidir, en cada situación, cuál es el modo benéfico de actuar o, a la inversa, de qué acción necesitamos abstenernos. Este entendimiento (saber qué hacer o no hacer), necesita surgir naturalmente, espontáneamente, y no en términos de un policía dualista que disciplina al criminal en potencia.
La autodisciplina ética como factor mental
¿Qué es lo que, de hecho, significa autodisciplina ética en el budismo? En el contexto budista, cada momento de nuestra experiencia está constituido por muchas, muchas partes diferentes. Estas partes pueden estar organizadas en cinco grupos, las cuales pueden ser llamadas cinco agregados. Cuando experimentamos un momento — ahora mismo. Ahora mismo, este momento, ¿qué constituye mi experiencia? Tiene muchas, muchas partes. Obviamente, mi cuerpo es parte de mi experiencia; los variados sistemas sensoriales están presentes, tales como las células de mis ojos. Estoy consciente de los objetos que están presentes mediante la utilización de diferentes tipos de conciencias, como la vista y el oído. Hay diferentes emociones involucradas, diferentes tipos de factores mentales, tales como la concentración, la atención y el interés. Así que, todos estos fenómenos que constituyen cada momento de nuestra experiencia puede ser organizado en cinco grupos llamados los “cinco agregados”. Distribuidos entre ellos se encuentra algo llamado “factores mentales”. La autodisciplina ética es un factor mental.
Antes que nada, ¿qué es un factor mental? Diferenciamos un factor mental de lo que es una “conciencia primaria”. En cada momento, estamos recibiendo información y procesando información. Esta información va al cerebro en forma de impulsos eléctricos y químicos. La conciencia primaria es la que es capaz de conocer qué tipo de información está llegando al cerebro. La conciencia primaria se daría cuenta de que un trozo de información es información visual, por ejemplo, o que es información auditiva, o que es una sensación física, tal como calor o frío. Todos nosotros estamos familiarizados con este fenómeno de “conocer” qué está ocurriendo — si no tuviéramos conciencia primaria, solo serían los impulsos eléctricos desnudos, sin ninguna interpretación.
Los factores mentales acompañan a la conciencia primaria. Ayudan a la conciencia a lidiar con la información entrante. Los factores mentales pueden incluir poner atención, estar interesado, o estar feliz o infeliz sobre la información. Los factores mentales podrían ser una emoción, ya sea positiva o negativa. Hay muchos factores mentales. Y la variedad de los factores mentales acompañan a cada momento de nuestra experiencia. La autodisciplina ética es uno de estos factores mentales.
La autodisciplina ética es una sub-categoría de un factor mental llamado “impulso mental”. Un impulso mental es lo que causa que nuestra actividad mental vaya en la dirección de algo específico; es lo que causa que hagamos algo. El impulso mental podría ser un impulso de rascarnos la cabeza; podría ser un impulso de decir algo; o, podría ser un impulso de no decir algo, de abstenerse de decir algo; o podría ser un impulso de ir al refrigerador.
El impulso de ir al refrigerador es un impulso mental que acompañaría el hecho de estar viendo televisión. Mientras vemos televisión, hay muchas imágenes llegando a nuestro cerebro vía el cuerpo (las células fotosensibles de los ojos) y la conciencia visual (vista), pero también está el impulso de ir al refrigerador. Ese impulso de levantarse está acompañado de la experiencia de ver televisión. Así que podríamos actuar sobre ese impulso o no hacerlo. Cuando el deseo de ir al refrigerador surge, podríamos tener autodisciplina ética y no llevarlo a cabo, basándonos en la decisión: “No, no iré al refrigerador, aunque quiero. Quiero ir al refrigerador y tomar un trozo de pastel, pero me abstendré, porque estoy a dieta”.
Ahora, podemos revisar la definición de autodisciplina ética. La autodisciplina ética es el impulso mental de salvaguardar las acciones de nuestro cuerpo, palabra y mente. “Salvaguardar” significa protegerse de hacer algo; el impulso de salvaguardar proviene de haber alejado a nuestra mente de cualquier deseo de causar daño a otros. Así que, dado que no queremos herir a otros, salvaguardamos nuestras acciones; nos abstenemos de actuar de un modo destructivo. Es el impulso que dice: “No, no haré esto. No golpearé a mi hija por derramar el jugo. No voy a gritarle por haber cometido ese error”. Este impulso también puede surgir de haber alejado de nuestra mente los factores mentales perturbadores y destructivos que nos han motivado a lastimar a otros en el pasado. Podríamos tener un impulso por abstenernos de actuar desde la ira. Basándonos en intentar superar la ira, tenemos el impulso de la autodisciplina, la cual nos ayudará a abstenernos de enojarnos o actuar esa ira.
La autodisciplina ética no es simplemente un impulso que ocurre en un momento (por ejemplo, en el momento que quiero gritarle a mi hija, me abstengo), sino que es una forma general de este principio que está presente en nuestra continuidad mental como una pauta general: “Voy a abstenerme de cierto tipo de comportamiento. Voy a usar mi presencia mental [recordación], que es como un pegamento mental, para refrenarme de gritar, y usaré la alerta para vigilarme en caso de que me extravíe”.
Además de abstenerse del comportamiento destructivo que causaría daño a otros, hay muchas subcategorías de autodisciplina ética. Así que, más en general, la disciplina significa abstenerse del comportamiento destructivo que sería dañino para mí, no sólo para otros, y abstenerse de evitar las acciones positivas. En otras palabras, tengo la disciplina de hacer cosas positivas como meditar, estudiar o hacer diversas prácticas espirituales. Y también está la disciplina ética de ayudar a otros.
Así que, hay tres tipos de autodisciplina ética: abstenerse del comportamiento destructivo, involucrarse en el comportamiento constructivo y ayudar a otros. La disciplina ética es el factor mental que mueve a la mente en cierta dirección, la cual es salvaguardar nuestro comportamiento en términos de no actuar destructivamente, actuar positivamente y ayudar a otros. La disciplina ética es salvaguardar nuestro propio comportamiento — protegiéndolo con cuidado.
El factor mental llamado “la actitud considerada”
Otro factor mental, uno que va con la autodisciplina, se llama “actitud considerada”. La actitud considerada está definida como un factor mental que toma en serio las situaciones de otros y las propias y, debido a esta situación, la actitud considerada causa que se construya un hábito de actitudes constructivas y de comportamiento útil, y protege de inclinarse hacia actitudes destructivas y comportamiento dañino. La actitud considerada a veces es traducida como “ser cuidadoso”. Por ejemplo, tomo en serio que, si les grito, eso los hará sentir mal; además de que ustedes se sientan mal, si yo les grito, yo estaré muy alterado. Después, quizás no pueda dormir y sufra. ¿Tomamos esto en serio? La actitud considerada me ayuda a tomar en cuenta las consecuencias de mi comportamiento en otros y en mí mismo. Me ayuda a desarrollar algunos comportamientos constructivos y a evitar comportamientos destructivos.
La actitud considerada es necesaria para poder tener autodisciplina ética. Nos ayuda a tomarnos en serio que, si actuamos destructivamente, eso causará problemas; o, si no ayudamos, eso también causará problemas. Por ejemplo, imaginemos que veo que una mujer con una carriola de bebé está teniendo dificultad para subirla por las escaleras. La actitud considerada causa que piense: “si no la ayudo a subir por las escaleras, eso sería egoísta de mi parte. Si yo estuviera con el bebé, ciertamente querría que alguien me ayudara”.
Con disciplina ética, siempre queremos ir en la dirección de ser de ayuda. Así que mantenemos la disciplina todo el tiempo, porque tenemos esta actitud considerada; utilizamos la presencia mental para mantenernos pegados a la disciplina; usamos la alerta para estar conscientes de si hay desviaciones, y usamos la sabiduría que se da cuenta para determinar qué es lo apropiado, qué es inapropiado y qué es lo que encaja con la situación — no siguiendo ciegamente una ley. Estamos haciendo esto sin ser rígidos, porque no tenemos una sensación dualista de un “yo” criminal en potencia, por un lado, y por el otro un “yo” policía que siempre vigila al criminal en potencia.
Cuando hablamos del “yo” desde un punto de vista budista, está lo que se conoce como un “yo convencional”. Así que, podemos referirnos a cada momento como “yo” — yo estoy haciendo esto, yo estoy haciendo aquello. Y “yo” no es sólo la palabra o el concepto; está refiriéndose a algo. No es una entidad independiente sentada dentro de nosotros en algún lado. Si se desmonta el cuerpo o se desmonta el cerebro, no se puede encontrar el “yo”. Lo que tenemos es este conjunto total de funciones — cuerpo, mente, y emociones — que está funcionando, así que podemos diferenciar entre un “yo” y “un otro”. Con una actitud considerada, nos interesamos por el efecto del comportamiento de nuestro “yo” convencional. Si no tuviéramos ningún sentido de “yo” convencional, o ninguna conciencia de un “yo” convencional, entonces no nos preocuparíamos por ninguna cosa. No nos preocuparíamos por iluminarnos; no nos preocuparíamos por levantarnos de la cama por la mañana. Así que, este “yo” convencional no debe ser negado. Sin embargo, cuando nos vemos a nosotros mismos como un “yo” sólido, entonces obtenemos el dualismo: prisionero en potencia y policía que tiene que vigilar al prisionero; nos volvemos muy rígidos, muy inflexibles, y eso produce problemas.
Así que, diferenciar entre el “yo” convencional, que existe, y el “yo” imposible, falso, que no existe para nada, es algo bastante difícil de hacer. Involucra mucha investigación e introspección. Pero, si en el proceso de ser una persona ética y de tener disciplina ética, nos sentimos muy rígidos, inflexibles, a disgusto — en otras palabras, no estamos cómodos — entonces, probablemente estamos practicando la disciplina sobre la base de pensar en un “yo” imposible, un “yo” sólido. Si estamos más relajados, entonces probablemente estamos practicando una disciplina ética de una manera más saludable. “Relajado” no significa poco riguroso; significa ser más flexibles y, por lo tanto, más cómodos en términos de la disciplina ética. Si somos capaces de actuar de modo que se ajuste a cada situación, tomando en consideración qué es de beneficio para otros y qué es de beneficio o dañino para nosotros, entonces estaremos practicando la autodisciplina ética como se entiende en las enseñanzas budistas de las actitudes de largo alcance.
Las seis actitudes de largo alcance
Las actitudes de largo alcance, o paramitas, de disciplina ética, paciencia, generosidad, perseverancia gozosa, estabilidad meditativa y darse cuenta que discrimina, se vuelven de largo alcance cuando son practicadas con la motivación de la bodichita. (También hay paramitas en el Hinayana. Hinayana significa practicar con la determinación de ser libres, practicar con renuncia. Mahayana es cuando uno practica con bodichita. Entonces, las paramitas, o actitudes de largo alcance, existen tanto en el Hinayana como en el Mahayana.) Pero, en cualquier caso, si se practican las actitudes de largo alcance, las seis perfecciones, entonces siempre se aconseja que, con cada una de las seis, se practican las otras cinco al mismo tiempo. Así que, con la autodisciplina ética, necesitamos tener darse cuenta que discrimina respecto del “yo” que está involucrado, el “tú” que está involucrado, y la disciplina misma; ser conscientes de cómo todos estos factores existen es muy, muy importante.
Resumen
Esta ha sido una presentación básica de la autodisciplina en el budismo. Es una práctica central. La autodisciplina ética es practicada y desarrollada para alcanzar la liberación y la iluminación, no sólo para ser un buen ciudadano o una buena persona. No está basada en obedecer leyes, sean leyes decretadas por un poder divino o por un gobierno. No hay un concepto de ser una buena persona o una mala persona; no hay culpa, tampoco hay premio o castigo. La disciplina ética es un factor mental que involucra una de tres actividades: (1) evitar el comportamiento destructivo (destructivo para otros y para mí mismo), (2) involucrarse en comportamiento positivo constructivo (como la meditación), o (3) ayudar a otros, en cualquier modo posible. Es un impulso mental que conduce a nuestro comportamiento en una dirección particular. Confiamos en la autodisciplina ética para protegernos en contra de actuar destructivamente, para evitar no actuar constructivamente, y para evitar no ayudar a otros. Este factor mental de disciplina ética está acompañado por una actitud considerada, presencia mental, alerta y darse cuenta que discrimina.
Preguntas
Si conocemos el método para desarrollar estos estados, ¿necesitamos este método para siempre, o en algún punto seremos capaces de mantener estos estados mentales sin esfuerzo, sin ningún método?
Sí, con el tiempo surgirá de forma natural. El procedimiento, de hecho, con todas las cosas positivas que intentamos desarrollar en nuestra práctica budista, es: (1) primero escuchamos sobre eso, y así practicamos basándonos sólo en haber escuchado al respecto. Luego tenemos que (2) pensar sobre eso hasta que lo entendamos y estemos convencidos de que realmente es verdad. Si sólo escuchamos sobre autodisciplina ética, es posible que no la practiquemos. Pero, después de escuchar sobre ella, y pensar sobre ella, necesitamos (3) practicarla sobre la base de la meditación, lo que significa que, de hecho, generamos disciplina ética a través de causas, procedimientos y métodos. Así que, usando la presencia mental, la alerta y diversos métodos, desarrollamos la actitud considerada que sustentará la disciplina ética. Hay muchos métodos que nos ayudan a desarrollar la autodisciplina ética. Los métodos incluyen: mantenerse cerca del maestro espiritual o tener siempre presencia mental del maestro, estar en una comunidad apropiada que apoye nuestro desarrollo, y tener otras personas a nuestro alrededor que actúen del mismo modo. Esto se conoce como desarrollo esforzado; necesitamos desarrollarnos con mucho trabajo y esfuerzo. Con el tiempo, la práctica se vuelve no esforzada; no esforzada significa que no necesita depender de atravesar algún proceso para recordar la meta; simplemente surge de forma natural.
En los votos del bodisatva (específicamente, en los votos secundarios) se incluye una lista de nueve cosas a evitar — comportamientos que serían perjudiciales para nuestro desarrollo de la autodisciplina ética. Mencioné alguno de ellos; por ejemplo, ser mezquinos con respecto al bienestar de otros. Necesitamos recordarnos a nosotros mismos estos aspectos. Necesitamos recordarnos poner esto en práctica porque queremos evitar un resultado negativo que dañará nuestro desarrollo. Cuando nuestra autodisciplina ética se vuelve no esforzada, esto no significa que ignoramos los votos del bodisatva; esto no significa que no los necesitemos más. Únicamente significa que no necesitamos recordarlos constantemente, porque automáticamente recordamos el voto — está siempre presente. Y no es únicamente un “yo lo recuerdo” como en un “yo recuerdo las palabras” o “yo puedo recitarlo de memoria”; más bien, la autodisciplina está integrada en nuestro comportamiento, y no es forzada. Al comienzo, muchas de estas prácticas se sienten muy artificiales. Sólo a través de la familiarización repetida se vuelven naturales e integradas. Si usamos la terminología de manera muy suelta, tal es la diferencia entre entendimiento conceptual y no conceptual. (Este no es un uso técnicamente correcto de las palabras conceptual y no conceptual, pero en Occidente tendemos a usar las palabras con este tipo de soltura). En otras palabras, al principio tenemos un entendimiento conceptual de la autodisciplina pero, con el tiempo, logramos un entendimiento no conceptual de ella y se integra en nuestro comportamiento de un modo espontáneo y natural.