Ocho cosas transitorias en la vida
La literatura del lam-rim (etapas graduales) habla de ocho cosas transitorias en la vida. Estos “ocho dharmas mundanos” son la alabanza o la crítica, las buenas o las malas noticias, las ganancias o las pérdidas, y que las cosas vayan bien o mal. Podemos ser tanto el receptor como el agente de cada una de las ocho. En cada caso, usualmente reaccionamos de forma exagerada y perdemos el equilibrio. Nos emocionamos, deprimimos o incomodamos al recibir o dar cualquiera de ellas. Si las cosas van bien o mal, nos sentimos igualmente desequilibrados cuando somos los receptores que cuando somos los agentes de estos sucesos pasajeros.
Una forma tradicional de trascender la hipersensibilidad al recibir o dar estas cosas efímeras, es ver la relatividad de lo que experimentamos. Por ejemplo, aunque algunas personas nos elogien, otros siempre verán nuestros errores, y viceversa. Así, podemos deconstruir la escena de recibir críticas recordando las miles de personas que nos han alabado o culpado a lo largo de nuestra vida y que seguirán haciéndolo en el futuro. Cuando necesitemos criticar a alguien, similarmente podemos recordar las miles de veces que hemos tenido que elogiar u ofrecer crítica constructiva a otros, y que sin duda tendremos que hacer lo mismo en el futuro. Tales pensamientos y la ecuanimidad que nos brindan, ponen nuestras experiencias en perspectiva y nos ayudan a no reaccionar de manera exagerada. Seguimos sintiéndonos apropiadamente felices o tristes cuando recibimos o tenemos que dar cualquiera de estas cosas, pero no nos abrumamos emocionalmente ni nos molestamos ante los eventos.
Cuando recibimos estas cosas transitorias en la vida, también podemos considerar qué es lo que hace que las palabras de la persona en ese momento parezcan reflejar sus verdaderos sentimientos hacia nosotros. Por ejemplo, cuando alguien nos grita, ¿por qué inmediatamente perdemos de vista todas las cosas agradables que nos ha dicho antes? Cuando la persona se calma y nos habla amorosamente de nuevo, ¿por qué algunas veces negamos el significado de la perturbadora escena anterior? Por otro lado, ¿por qué en ocasiones nos aferramos al recuerdo de la herida como si ésta tuviera mayor realidad, sin importar qué tanto trate la persona de tranquilizarnos? La alabanza, la culpa, etc., son entidades perecederas, ninguna de ellas permanece.
Deconstruir las apariencias dualistas de recibir o dar cualquiera de las ocho cosas transitorias en la vida
Otro método para mantener el equilibrio al enfrentar ganancias, pérdidas y demás, es deconstruir las apariencias dualistas que proyecta nuestra mente al recibirlas o darlas. Por ejemplo, cuando recibimos un agradecimiento o perdemos la amistad de alguien, nuestra mente crea la sensación de un “yo” aparentemente concreto y una ganancia o pérdida aparentemente concreta. Creemos que esta apariencia engañosa corresponde con la realidad y nos sentimos inseguros, por lo que tomamos esta experiencia como una afirmación o una negación de nuestra valía como personas. No sólo reaccionamos exageradamente a la experiencia presente poniéndonos eufóricos o deprimidos, sino que nos aferramos a tener más ganancias y tememos tener más pérdidas, en la búsqueda evasiva de hacer sentir seguro a este “yo” concreto imaginario.
Reaccionar de forma exagerada a las ocho cosas transitorias se deriva de aferrarse a o sentirse incómodo con las cualidades naturales de la mente. Recibir o dar elogios, crítica, buenas o malas noticias, implica recibir o dar expresiones verbales, expresiones sensoriales y energía. Ser un receptor o un agente de ganancias o pérdidas involucra las mismas cualidades, actividad física y, en ocasiones, interés cálido. Ser el receptor o el agente de cosas que van bien o mal requiere recibir o dar alegría, o su ausencia.
Para dejar de reaccionar de manera exagerada a estas cosas en la vida, necesitamos deconstruir nuestras experiencias de las mismas. Por ejemplo, recibir o dar algo placentero no prueba que un “yo” concreto imaginario sea maravilloso, y tampoco amenaza la independencia de dicho “yo”. De la misma forma, recibir o dar algo desagradable no prueba que el “yo” aparentemente concreto sea una persona terrible, ni establece a un “yo” o un “tú” aparentemente concretos como merecedores de sufrimiento.
Debido a que nuestra confusión nos hace sentir que si algo se verbaliza es real, nuestros comentarios mentales y preocupaciones refuerzan dichos sentimientos dualistas. Por lo tanto, podemos empezar a disipar nuestra creencia en esos mitos al no verbalizar o comentar antes, durante o después de recibir o dar estas cosas.
La deconstrucción correcta nos permite relajarnos al recibir o dar las ocho cosas transitorias en la vida. Sin negar que estén dirigidas a nosotros y no al aire ni a nadie más, no las tomamos de manera personal. Sin negar que nosotros y nadie más las estemos dirigiendo a otros, no las damos con excesiva preocupación por nosotros mismos. Experimentamos estos eventos como olas de las actividades naturales de nuestra mente de luz clara, tal como recibir o dar una expresión verbal.
Además, la correcta deconstrucción no le quita a estos eventos los sentimientos de felicidad o tristeza que naturalmente los acompañan, sino que simplemente los despoja de cualquier poder para perturbarnos. En consecuencia, evitamos respuestas hipersensibles y prevenimos el comportamiento insensible. Al aceptar la realidad de la situación que tenemos en la mano, podemos manejarla de manera sensible. Por ejemplo, podemos evaluar calmadamente el elogio o la crítica, y aprender algo de ellos.
Ejercicio 21: Disipar la incomodidad con los ocho intereses mundanos
Durante la primera fase de este ejercicio, trabajamos con cada una de la ocho cosas transitorias en la vida, una por una, considerando primero recibirlas y luego darlas a alguien más. Comenzamos por recordar una situación en la que hayamos reaccionado de forma exagerada a una de las ocho. Si nuestro patrón es aferrarnos a la cosa transitoria o sentirnos incómodos con ella, nos arrepentimos de cualquier dolor que nuestra pérdida de equilibrio haya podido causar a la persona o a nosotros mismos. Nos decidimos a tratar de evitar que esto vuelva a suceder y deconstruimos nuestro síndrome perturbador.
La práctica del tantra algunas veces utiliza imaginería contundente para sacudirnos de nuestros habituales patrones emocionales neuróticos. En el ejercicio anterior, nos acostumbramos a una forma suave de deconstrucción con la metáfora del proyector, el viento, etc. Ahora usaremos una imagen más fuerte para disipar la apariencia dualista y nuestra creencia en ella, la cual nos hizo reaccionar de manera exagerada. Usaremos la imagen del globo de nuestra fantasía que se revienta, presentada en el Ejercicio 11.
Un “yo” concreto que está sentado dentro de nuestra cabeza y una ganancia o una pérdida tan absolutas que establecen la valía o la falta de valía de dicho “yo”, son ficciones absurdas. No se refieren a nada real. Cuando imaginamos que nuestra comprensión de este hecho revienta el globo de nuestra fantasía, tratamos de experimentar que el estallido nos saca de nuestro ensueño. Tratamos de sentir que nuestra confusión y nuestro apego o aversión desaparecen en un instante, sin dejar rastro. El estallido de nuestra fantasía nos deja sólo con la ola de la experiencia que le servía de base.
Al tratar de sentir esta ola desde la perspectiva oceánica de la actividad de la luz clara, tratamos de imaginar que recibimos o damos cada una de las ocho cosas transitorias en la vida, sin tensión ni comentarios internos. Sin negar la experiencia de esta ola ni las sensaciones de felicidad o de tristeza que naturalmente produce, dejamos que se asiente y pase.
Ahora recordamos haber sentido tensión ante la reacción exagerada de alguien que recibió de nosotros o que nos dio la misma cosa transitoria. Al entender la confusión que está detrás de la hipersensibilidad de la persona, deconstruimos nuestra reacción dualista imaginando que ésta se revienta abruptamente como un globo. Luego, aceptando de manera compasiva, por ejemplo, el enojo de la persona o su depresión al recibir nuestra crítica constructiva, tratamos de imaginar que respondemos de forma no juzgadora, con sensibilidad equilibrada. No ignoramos las emociones de la persona, ni nos alteramos y nos sentimos culpables. En lugar de ello, imaginamos que sentimos tristeza ante el evento y permitimos que la persona sepa cómo nos sentimos. Aunque estemos calmados, la persona puede contrariarse aún más si no mostramos emoción alguna.
Como práctica inicial en un taller o en casa, podemos trabajar solamente con recibir cada una de las ocho cosas transitorias y escoger sólo ejemplos que sean personalmente relevantes. Para una práctica avanzada o exhaustiva, podemos trabajar con todos los ejemplos citados, tanto de dar como de recibir cada una de las cosas.
Recibir o dar elogios o crítica
(1) Todos recordamos tanto habernos regodeado como habernos sentido indignos al recibir los elogios de alguien. Por ejemplo, es posible que nuestro supervisor nos haya dicho que somos buenos trabajadores, amables con el resto de los empleados. Descartamos nuestra sensación de que las palabras aparentemente concretas, prueban que un “yo” aparentemente concreto es un santo o un hipócrita, y tratamos de imaginar que las escuchamos sin tensión o sin comentarios internos. Son solamente olas de expresiones verbales y experiencias sensoriales, ni más ni menos. De manera natural, nos sentimos felices si son ciertas y tristes si son falsas, pero no hacemos la gran cosa de recibir el elogio. Por modestia, podemos rechazar cortésmente el reconocimiento, pero no hacemos una escena perturbadora de protesta.
Ahora recordamos habernos sentido molestos o incómodos con alguien que alardeó o protestó ruidosamente cuando lo elogiamos por su buen trabajo. Al entender la confusión que hay detrás de la reacción exagerada de la persona, deconstruimos nuestra reacción dualista y tratamos de imaginar que escuchamos pacientemente. Nos da tristeza su falta de madurez y equilibrio. Sin embargo, sin decir nada en voz alta ni a nosotros mismos, imaginamos que permitimos que la experiencia de escuchar pase. La próxima vez, consideraremos más cuidadosamente el valor de elogiar a la persona frente a frente.
(2) Repetimos el procedimiento recordando haber elogiado a alguien por algo, como haber hecho un buen trabajo. Es posible que nos hayamos sentido condescendientemente amables, comprometidos o incómodos al hacerlo. Estos sentimientos surgieron de creer en un “yo” concreto que puede probar su existencia otorgando palabras concretas de elogio, o que siente amenazada su superioridad por esa afirmación. Sin embargo, lo único que sucedió fue el surgimiento de una expresión verbal desde nuestra mente de luz clara. Al mantener presencia mental en este hecho, tratamos de experimentar el surgimiento de nuestras palabras de manera no dualista y las dejamos pasar. Luego, recordamos y deconstruimos haber sentido desconfianza o incomodidad ante alguien que estaba inquieto mientras nos elogiaba.
(3) A continuación trabajamos con sentir enojo, mortificación o baja autoestima al ser culpados por algo o recibir una crítica, por ejemplo, por haber trabajado de forma mediocre. Supongamos que tenemos éxito al deconstruir la experiencia de tal forma que no reaccionamos de forma exagerada al escuchar estas palabras; sin embargo, aún podemos ser hipersensibles a la energía negativa de la persona. Para evitar alterarnos, necesitamos dejar que esa energía pase por nosotros sin miedo ni aversión, tal como lo aprendimos en el Ejercicio 20. Cuando nos relajamos y vemos la energía de la persona como una ola de la actividad de la luz clara, no nos puede dañar. Luego, recordamos y deconstruimos los sentimientos de frialdad o de culpa que tuvimos hacia alguien que reaccionó de forma exagerada cuando lo criticamos constructivamente.
(4) Finalmente, deconstruimos habernos sentido moralistas, nerviosos o molestos al ofrecer una crítica constructiva a alguien, por ejemplo, concerniente a su desempeño laboral. Necesitamos soltar el sentimiento de un “yo” aparentemente concreto parado en un pedestal, que afirma su existencia diciendo palabras concretas, o que tiembla de miedo por las represalias o la pérdida de seguridad que esas palabras producirán. Nuevamente, tratamos de experimentar el ofrecer la crítica como una ola de la actividad de la luz clara. De manera similar, recordamos y luego deconstruimos habernos sentido molestos o decepcionados con alguien que fue demasiado tímido o educado como para señalarnos nuestros defectos cuando le pedimos una evaluación crítica de nuestro trabajo.
Recibir o dar buenas o malas noticias
(1) Siguiendo el mismo procedimiento, recordamos haber recibido buenas noticias, tal como que aprobamos un examen. Es posible que nos hayamos sentido tan exageradamente excitados y falsamente seguros de nosotros mismos, que no estudiamos lo suficiente para el siguiente examen y lo reprobamos. De forma alternativa, pudimos haber sentido que sólo fue un golpe de suerte, y supersticiosamente nos pusimos demasiado nerviosos como para hacerlo bien la siguiente vez. Al relajar nuestra visión dualista, tratamos de imaginar que escuchamos la noticia como una ola de experiencia sensorial. Nos sentimos felices de haber aprobado el examen y continuamos estudiando con ahínco para los exámenes futuros. También recordamos, y luego deconstruimos, haber sentido con altivez que alguien se comportaba como un niño cuando reaccionó de forma exagerada ante las buenas noticias que le dimos.
(2) A continuación recordamos haberle dado buenas noticias a alguien, por ejemplo, que aprobó un examen. Las reacciones exageradas posibles incluyen darnos importancia personal al adjudicarnos el crédito de la felicidad de la persona, o emocionarnos más que la persona misma y hacerla sentir incómoda. De forma alternativa, es posible que hayamos sentido celos al pensar que dicha persona no merecía aprobar. Aquietamos las sensaciones dualistas que hay detrás de estas reacciones y tratamos de imaginar que damos las buenas noticias como una ola de la luz clara de la actividad verbal. Nos sentimos naturalmente felices por las noticias, pero no exageramos nuestro papel. Ahora recordamos y deconstruimos habernos sentido avergonzados o molestos ante la muestra de emoción aparentemente inapropiada de una persona que se exaltó más que nosotros al transmitirnos buenas noticias.
(3) A continuación recordamos haber recibido malas noticias, como que reprobamos un examen. Es posible que hayamos sentido lástima por nosotros mismos, que hayamos protestado porque el examen fue injusto o que nos hayamos enojado con la persona que nos dio la noticia. Por otro lado, pudimos haber sentido que eso probaba que somos un fracaso y que nos merecemos un castigo, e incluso pudimos haber pensado en castigarnos a nosotros mismos. Desechamos estas impresiones dualistas por su absurdez y tratamos de imaginar que escuchamos las noticias con ecuanimidad sobria. Aceptamos los hechos y nos proponemos estudiar con más ahínco.
Ahora recordamos habernos sentido emocionalmente rígidos o incómodos cuando alguien se puso a llorar al recibir las malas noticias que le dimos. Al deconstruir nuestra respuesta dualista, tratamos de imaginar que reaccionamos con simpatía y tristeza silenciosa.
(4) Por último, recordamos haberle comunicado malas noticias a alguien, como que él o ella reprobó un examen. Las posibles reacciones exageradas incluyen habernos sentido culpables o habernos regodeado hipócritamente en el hecho de que la persona lo merecía. Algunas veces tememos tanto herir a la otra persona, que simplemente no transmitimos malas noticias. Al aquietar nuestros sentimientos dualistas, tratamos de imaginar que damos las noticias sin tensión. Luego, recordamos y deconstruimos habernos sentido incómodos o impacientes cuando alguien se sintió perturbado o reticente a darnos malas noticias.
Ser el receptor o el agente de ganancias o pérdidas
(1) Continuamos como en el ejercicio anterior y recordamos haber ganado algo, como un regalo en efectivo. Por un lado, pudimos habernos emocionado en extremo o haber sentido que eso probaba lo maravillosos que somos. Alternativamente, pudimos habernos sentido indignos o que nos robaban nuestra independencia y que ahora estamos en deuda con dicha persona. Deconstruimos cualquiera de esas reacciones y tratamos de imaginar que recibimos el dinero con aprecio, felicidad y agradecimiento.
Ahora recordamos habernos sentido rechazados o frustrados cuando alguien se sintió incómodo ante nuestra oferta de apoyo financiero. Deconstruimos la respuesta dualista que tuvimos y dejamos de insistir. Honramos la necesidad de la persona de ver respetada su dignidad personal e imaginamos que tratamos de encontrar vías anónimas para ayudarla.
(2) Seguimos el mismo procedimiento recordando haber dado a alguien ayuda monetaria, por ejemplo, a nuestro padre anciano que vive en una pensión inadecuada. Debido a un sentimiento de culpa previo, pudimos haber sentido que dicho regalo nos convertía en personas más valiosas y probaba que somos buenos hijos. Por otro lado, pudimos habernos sentido incómodos y despojados al haber tenido que desprendernos del dinero. Al deconstruir cada uno de esos sentimientos, tratamos de imaginar que ofrecemos el dinero con calidez, respeto y sin preocupación personal.
Ahora, recordamos y deconstruimos haber sentido ira cuando alguien tuvo expectativas de nosotros o nos realizó exigencias irracionales después de que aceptamos su regalo. Tratamos de imaginar que rechazamos o devolvemos el regalo de forma educada, sin mayor alboroto.
(3) A continuación, recordamos haber perdido algo, como una amistad. Al tomar esto como un rechazo personal, pudimos haber reaccionado de manera exagerada sintiéndonos devastados e indignados porque no merecíamos dicha pérdida, o convenciéndonos de que es una prueba de que no valemos nada. Al deconstruir los sentimientos dualistas que hay detrás de nuestra reacción, tratamos de imaginar que experimentamos la pérdida como una ola de la actividad de la luz clara. La vida sigue su curso. Nos sentimos tristes, no sólo por nuestra pérdida sino también por la de nuestro amigo, y le enviamos pensamientos compasivos y deseos de felicidad.
Ahora recordamos habernos sentido culpables o indiferentes ante la depresión o el enojo de alguien con quien terminamos una relación insana. Al deconstruir la reacción dualista que tuvimos, tratamos de imaginar que experimentamos la perturbación de la persona como una ola de la energía y palabras de la luz clara. Respetamos los sentimientos de la persona y también tratamos de incrementar nuestra compasión.
(4) Por último, recordamos haber privado a alguien de algo, como cuando tuvimos la necesidad de decir que no. Es posible que desde antes hayamos temido lastimar a la persona y que nos hayamos sentido incómodos al negarnos. Alternativamente, pudimos habernos regocijado ante nuestra acción por sentir que dicha persona merecía nuestra negativa. Tener que decir que no nunca es fácil ni placentero, mas al deconstruir la experiencia, tratamos de imaginar que lo hacemos sin apariencias dualistas.
Ahora recordamos habernos sentido molestos o tontos por atrevernos a pedir un favor a alguien que se sintió muy mal de tener que negárnoslo, por ejemplo, cuando él o ella eran incapaces de ayudar. Al deconstruir la reacción dualista que tuvimos, tratamos de imaginarnos asegurándole cálidamente a la persona que entendemos su imposibilidad de ayudarnos y que encontraremos a alguien más que lo haga, o que saldremos adelante solos.
Recibir o cumplir expectativas o peticiones
Como un complemento a este tema de ser receptor o agente de ganancias o pérdidas, podemos trabajar con tres niveles de hipersensibilidad cada vez mayor al dar algo a alguien. Podemos reaccionar de forma exagerada al dar algo por iniciativa propia, porque alguien espera que lo hagamos o porque nos lo piden. Aquí trabajamos específicamente con dar las gracias y pedir disculpas. Ya que los agradecimientos y las disculpas parecen requerir dar algo de “nosotros mismos” más que dar meramente una posesión como el dinero, a menudo somos particularmente hipersensibles a las expectativas o demandas de los mismos.
Comenzamos con el asunto de decir gracias. Primero recordamos simplemente haberle dado las gracias a alguien. Si nuestro agradecimiento fue poco sincero, pudimos habernos sentido condescendientes. Por otro lado, pudimos haber pensado que agradecerle algo a alguien nos ponía en un lugar de subordinación, en una posición vulnerable que nos hacía sentirnos obligados a devolver el favor. Al deconstruir la experiencia, tratamos de imaginar que le agradecemos algo a alguien sin esos sentimientos dualistas. Después de todo, decir gracias es sólo una expresión verbal. Aun si no apreciamos las acciones de alguien o si lo que hizo no fue de ayuda, de cualquier forma la persona puede valorar el agradecimiento. Sin embargo, necesitamos ser sensibles a los antecedentes étnicos de los individuos. En algunas culturas, dar las gracias por mostrar cortesía o amabilidad es un insulto, porque implica que no lo esperábamos de la persona.
Necesitamos recordar estos puntos cuando a continuación tratemos de disipar nuestra reacción exagerada cuando alguien espera que le demos las gracias. La creencia en un “yo” aparentemente concreto sin duda yace detrás de sentirse indignado, insultado o culpable. Lo mismo sucede con nuestras reacciones exageradas de sentirnos condescendientes, resentidos o humillados al agradecer a alguien porque se espera que lo hagamos. Si agradecer a alguien sólo inflará su orgullo, o si la persona sólo nos ayudó para obtener elogios de nuestra parte o para dejarnos en deuda con ella, entonces no dar las gracias sería más apropiado. Sin embargo, aun en casos semejantes, necesitamos deconstruir cualquier sentimiento dualista de superioridad moral.
Por último, consideramos posibles reacciones exageradas cuando alguien exige nuestro agradecimiento. Podemos negarnos con arrogancia, sentirnos iracundos o culpables por no haber dado las gracias antes. Si somos hipersensibles, podernos sentirnos arrogantes, despectivos o derrotados si elegimos agradecer a la persona debido a que nos lo exige. Al deconstruir estas emociones y actitudes perturbadoras, tratamos de imaginar que damos las gracias amable y sinceramente, disculpándonos por no haberlo hecho antes.
Repetimos el procedimiento pidiendo disculpas a alguien. Primero, recordamos habernos disculpado por iniciativa propia. Si vimos nuestra experiencia de forma dualista, es posible que nos hayamos sentido condescendientes o avergonzados. Al deconstruir los sentimientos dualistas detrás de estas reacciones, nos imaginamos el hecho de disculparnos simplemente como una ola de expresión verbal, acompañada por un arrepentimiento sincero y por consideración hacia los sentimientos de la otra persona.
Ahora tratamos de disipar el sentirnos enfurecidos, indignados o culpables cuando alguien espera una disculpa y, en consecuencia, sentirnos obstinadamente engreídos, resentidos o humillados al pedir disculpas. Dichas reacciones exageradas provienen de la confusión. Por último, recordamos a alguien que nos exigió una disculpa. Es posible que nos hayamos negado, sintiéndonos moralmente superiores e iracundos, o pudimos habernos sentido extremadamente culpables. Si accedemos a la exigencia, podemos pedir disculpas sintiéndonos arrogantes, despectivos o derrotados. Estas reacciones exageradas sólo nos producen agravio y dolor, por lo que necesitamos deconstruirlas. Aun si alguien espera o nos exige una disculpa, la experiencia de ser el receptor o ser quien cumple las expectativas y exigencias es sólo una ola de la actividad de la luz clara.
Supongamos que no cometimos un error y que es injustificado que alguien nos exija una disculpa. El entrenamiento tradicional para limpiar nuestras actitudes recomienda conceder la victoria a los otros. Si nos disculpamos, aun si no cometimos ningún error, ponemos fin a la discusión y a los resentimientos. Sin embargo, si lo hacemos con sentimientos dualistas, nuevamente nos sentiremos derrotados o resentidos. Disculparnos de forma no dualista nos permite mantener el equilibrio. Además, si reconocemos que sin duda ambos cometimos un error y pedimos disculpas por nuestra parte de responsabilidad en el conflicto, dejamos la puerta abierta para que la otra persona también reconozca su parte. Esto ayuda a evitar que la persona se aproveche de nuestra naturaleza indulgente.
Ser el receptor o el agente de que las cosas vayan bien o mal
(1) A continuación recordamos ser el receptor de una situación en la que las cosas van bien, por ejemplo, una relación con otra persona. Dicha persona era amorosa y todo iba viento en popa. Consideramos las reacciones exageradas que pudimos haber tenido, de sentirnos jubilosos o quizás sentirnos arrogantes porque esto probaba lo maravillosos que somos. Por otro lado, pudimos habernos preocupado porque sentíamos que la situación era demasiado buena para ser real y, por lo tanto, es posible que nos hayamos aferrado a la relación por miedo a perderla. Pudimos incluso habernos convencido a nosotros mismos de que dicha persona pronto descubriría nuestro verdadero yo, que en realidad es una persona terrible, y nos abandonaría. Además, pudimos haber sentido que inevitablemente arruinaríamos la relación por nuestro acostumbrado comportamiento estúpido. Al deconstruir dichos sentimientos dualistas, tratamos de imaginar que simplemente disfrutamos nuestra felicidad en la relación, sin hacer la gran cosa de ello.
Ahora recordamos habernos sentido impacientes o molestos cuando alguien se sintió inseguro en una buena relación con nosotros. Al deconstruir la reacción dualista que tuvimos, tratamos de imaginar que ampliamos nuestra comprensión y compasión, y no hacemos que la persona se sienta aún más nerviosa regañándola por actuar tontamente.
(2) Ahora recordamos haber sido el agente de que las cosas fueran bien en una relación. Pusimos lo mejor de nosotros para ser amigos o parejas amorosas y nuestros esfuerzos tuvieron éxito. Recordamos cualquier sentimiento de ser el mártir abnegado, o la preocupación de que inevitablemente resbalaríamos dejando ver nuestra verdadera naturaleza, y deconstruimos esas tensiones. Tratamos de imaginar que seguimos actuando amablemente, sin timidez, y lo consideramos como una ola de la actividad física, el interés cálido y la energía positiva. Luego recordamos y deconstruimos habernos sentido exasperados cuando alguien tuvo sentimientos de baja autoestima a pesar de estar comportándose perfectamente bien en una relación con nosotros.
(3) Seguimos el mismo procedimiento al recordar ser el receptor de que las cosas vayan mal en una relación. Las reacciones exageradas posibles incluyen sentir lástima por nosotros mismos porque nada nos sale bien, o sentirnos aliviados porque la otra persona descubrió quiénes somos en realidad y nos trata de la forma en que merecemos ser tratados. Deconstruimos estos sentimientos y tratamos de imaginar que aceptamos la situación y que vemos lo que podemos hacer para salvar la relación.
Ahora recordamos habernos sentido desilusionados o irritados con alguien que se quejaba constantemente de que las cosas iban mal en nuestra relación, pero no hacía nada constructivo para tratar de mejorarla. Al deconstruir la reacción dualista que tuvimos, tratamos de tener paciencia.
(4) Finalmente, recordamos haber sido el agente de que las cosas fueran mal en una relación. Habíamos estado actuando desconsideradamente y buscando pleitos con la otra persona. Ahora deconstruimos cualquier sentimiento dualista que podamos haber tenido de desesperanza, depresión, culpa o satisfacción personal. Tratando de ya no vernos como una persona terrible o como un vengador moralista, aceptamos de cualquier manera la responsabilidad de nuestro comportamiento. Surgió como una ola de la actividad de la luz clara, pero no tiene que continuar. Sin ser revolcados por esa ola, nos proponemos cambiar nuestra manera de proceder. Luego, recordamos y deconstruimos habernos sentido insensibles o despiadados cuando alguien se sintió devastado por habernos herido en una relación.
Evitar una montaña rusa emocional al relacionarnos directamente con alguien
La segunda fase del ejercicio implica dar y recibir de un compañero las ocho cosas transitorias de la vida. Sin sentirnos tensos, preocupados por nosotros mismos, tontos, jubilosos, gloriosos, deprimidos o heridos, tratamos de experimentar cada acción de manera no dualista como una ola de la actividad de la luz clara. Si surge cualquiera de estas emociones perturbadoras, podemos seguir el procedimiento anterior para deconstruir las apariencias dualistas que hay detrás de ellas, imaginando que el globo de nuestra fantasía se revienta y demás. Sin embargo, necesitamos cuidarnos de no deconstruir de más la experiencia y, en consecuencia, despojarla de todo sentimiento. Por lo tanto, cuando espontáneamente nos sintamos felices o tristes, tratamos de relajarnos con esos sentimientos y evitamos exagerarlos. También necesitamos cuidarnos de despersonalizar estas experiencias, ya que podríamos volvernos insensibles a la otra persona.
Primero elogiamos a nuestro compañero, por ejemplo, porque se le ve bien el peinado. Tratamos de hacerlo sin arrogancia ni coquetería. Luego recibimos un cumplido similar, tratando de evitar cualquier sentimiento de ser acosado sexualmente. A continuación, tratando de evitar ser intrusivos o crueles, ofrecemos nuestra crítica constructiva como, por ejemplo, sugerirle que se ponga a dieta. Tratamos de aconsejarlo con delicadeza, sin temor a herir sus sentimientos y sin sentirnos inseguros ante un posible rechazo. Luego recibimos una sugerencia similar y deconstruimos el sentirnos insultados o heridos.
A continuación, sin usar el entusiasmo exagerado con el que le hablamos a un niño de dos años, le damos a nuestro compañero una buena noticia, tal como que mañana tendremos un día libre. Luego, de manera similar, recibimos buenas noticias tratando de evitar estar ansiosos ante la expectativa. Sin temor de molestar a la persona, le comunicamos las malas noticias, tales como que perdimos el libro que nos prestó. Recibimos la misma noticia y tratamos de aceptarla sin enojarnos ni deprimirnos.
Al trabajar a continuación con ganancias y pérdidas, tratamos de evitar sentir cualquier tensión dualista al enfrentarnos a ellas. Primero experimentamos dar y recibir dinero el uno al otro y luego quitarlo y perderlo. Luego, agradecemos a la persona por iniciativa propia, exigimos un agradecimiento a cambio, y recibimos el agradecimiento. En correspondencia, recibimos el agradecimiento de la otra persona por su propia iniciativa, la petición de un gracias a cambio, y luego satisfacemos dicha petición. A continuación, nos disculpamos con la persona por nuestra propia iniciativa, pedimos que también se disculpe con nosotros, y recibimos la disculpa. Terminamos esta secuencia recibiendo una disculpa por iniciativa de la otra persona, la solicitud de que también nos disculpemos, y luego satisfacemos dicha exigencia. Tratamos de hacer todo esto sin emociones o actitudes perturbadoras.
A continuación, sin regodearnos, nos reconocemos a nosotros mismos y nos sentimos felices por nuestros esfuerzos de mejorar la relación y porque parece estar funcionando. Luego, tratando de evitar sentirnos totalmente responsables por el éxito, admitimos y nos sentimos felices de que nuestro compañero también haya estado trabajando con ahínco. Repetimos el proceso, reconociendo con tristeza, pero tratando de evitar sentimientos de culpa, que la relación se ha deteriorado porque hemos actuado deficientemente. Es posible que no se haya desarrollado porque no hemos hecho ningún esfuerzo en ese sentido. Finalmente, pensamos en cómo se ha hundido la relación o no ha evolucionado porque la otra persona ha estado actuando terriblemente o ha ignorado nuestras muestras de amistad. Tratamos de hacer esto de manera no acusatoria, aunque sintiendo tristeza.
Evitar los extremos emocionales al relacionarnos con nosotros mismos
Durante la tercera fase del ejercicio, nos saltamos la práctica con el espejo y comenzamos sentándonos en silencio sin ayuda de objetos. Dirigimos las ocho cosas transitorias hacia nosotros mismos y tratamos de experimentarlas sin sentir la presencia de dos “yos”: uno como el agente y el otro como el receptor. Podemos usar el procedimiento previo de deconstrucciones si es necesario. A través de este proceso, despojamos a las experiencias de cualquier tensión o sensación de preocupación por nosotros mismos.
Primero nos elogiamos con el fin de alentar nuestros esfuerzos positivos. Tratamos de hacerlo sin sentirnos arrogantes ante nosotros mismos, inquietos o indignos. Luego nos criticamos por los errores que cometemos, tratando de evitar una actitud acusatoria, o sentir baja autoestima o culpa.
A continuación, nos damos buenas noticias, como que sólo falta un día para el fin de semana. Tratamos de hacerlo sin sentir que somos padres prometiéndole una recompensa a su hijo, o un niño que es estimulado para portarse bien. Luego nos damos malas noticias, como que tenemos que ir a trabajar mañana. Tratamos de evitar sentirnos como un capataz o como un esclavo.
Después de esto, tratamos de imaginar que experimentamos una ganancia, como encontrar la solución a un problema personal sin sentirnos como un brillante psicólogo o un paciente tonto. Luego imaginamos que experimentamos una pérdida, como no poder recordar el nombre de alguien, o inconscientemente decir la palabra incorrecta cuando queríamos decir otra cosa. Esto pasa con frecuencia al ir envejeciendo y puede ser especialmente irritante cuando comienza a suceder. Tratamos de imaginar que lo experimentamos sin enojarnos con nosotros mismos y sin sentir que ya tenemos que reservar nuestro lugar en el asilo de ancianos.
También es útil deconstruir la experiencia de darnos activamente ganancias o pérdidas. Por ejemplo, nos imaginamos haciendo algo agradable para nosotros, como tomar un baño caliente. Tratamos de imaginar que nos relajamos y lo disfrutamos sin sentirnos como un amo satisfecho de sí mismo por haber premiado a alguien, o como una bestia de carga que ha sido recompensada. De manera similar, nos imaginamos restringiéndonos, por ejemplo, al no comer postre porque estamos a dieta. Tratamos de imaginar que lo hacemos sin sentirnos como disciplinarios o como un niño malcriado que está siendo castigado.
A continuación pensamos en las cosas que nos han salido bien en la vida, sin sentirnos orgullosos como agentes de estos logros o indignos como receptores de los mismos. Luego concluimos pensando en las cosas que nos han salido mal. Nos sentimos tristes, pero tratamos de evitar sentirnos como el perpetrador culpable o como la víctima indefensa.
Durante la segunda parte de esta fase, volvemos nuestra atención a la serie de fotografías de nuestro pasado y tratamos de experimentar las ocho cosas transitorias de manera no dualista cuando se relacionaron con esos períodos de nuestra vida. Celebramos nuestros puntos positivos de aquellos tiempos y criticamos nuestros errores. A continuación nos damos las buenas y las malas noticias de lo que sucedió como resultado de nuestro comportamiento en esa época. Continuamos pensando en las ganancias y las pérdidas que hemos experimentado a causa de esas acciones. Por último, reconocemos y nos sentimos felices por lo que salió bien, y aceptamos y nos sentimos tristes por las cosas que salieron mal.
Ejercicio 21: Disipar la incomodidad con los ocho intereses mundanos
I. Mientras te enfocas en varias personas de tu vida
Procedimiento
- Recuerda una situación en la que hayas reaccionado exageradamente ante una persona al dar o
recibir una de las ocho cosas transitorias de la vida, trabajando con los siguientes ejemplos:
- Para practicar en un taller o en casa, trabaja sólo con recibir cada una de las ocho cosas transitorias y elige únicamente los ejemplos que sean personalmente relevantes.
- Para una práctica avanzada o exhaustiva, trabaja con todos los ejemplos citados tanto para recibir como para dar de cada uno.
- Para la sección 3b, trabaja con cada paso.
- Lamenta cualquier dolor que tu falta de equilibrio pueda haber causado a la otra persona o a ti
mismo.
- Determínate a tratar de evitar que vuelva a suceder.
- Reconoce que tu reacción exagerada provino de proyectar y creer en una apariencia dualista de
tu experiencia.
- Enfócate en el hecho de que un “yo” concreto sentado en tu cabeza y una pérdida o ganancia tan absolutas que establecen la valía o no valía de tal “yo”, son ficciones absurdas que no se refieren a nada real.
- Imagina que tu comprensión profunda de este hecho revienta el globo de tu fantasía.
- Experimenta que la explosión del globo te despierta de tu ensoñación y siente que tu apego, aversión y confusión desaparecen en un instante, sin dejar rastro.
- Observa que, al reventarse tu fantasía, te quedas solamente con la ola de la experiencia que le
sirvió como base.
- Siente esta ola desde la perspectiva oceánica de la actividad de la luz clara e imagina que recibes o das la cosa transitoria sin tensión ni comentarios internos.
- Sin negar la experiencia de esta ola ni la felicidad o la tristeza que naturalmente produce, permite que se asiente y pase.
- Exceptuando la Sección 3b, “Recibir o satisfacer expectativas o peticiones”, recuerda haberte
sentido tenso con alguien que reaccionó exageradamente cuando él o ella recibió de ti o te dio la
misma cosa transitoria, como en los ejemplos de las reacciones relacionadas que se dan después de
las formas primarias citadas para cada síndrome.
- Al comprender la confusión que hay detrás de la hipersensibilidad de la persona, deconstruye tu reacción dualista imaginando que estalla abruptamente como un globo.
- Acepta compasivamente la reacción hiperemocional de la persona e imagina que respondes sin juicios, con sensibilidad equilibrada.
- Sin ignorar las emociones de la persona y sin molestarte o sentirte culpable, imagina que te sientes triste con lo sucedido y que le dejas saber a la persona lo que sientes.
Ejemplos
1. Elogios o crítica
- Recibir elogios
- Formas primarias del síndrome – regodearte o sentirte indigno cuando recibes el elogio de que eres un buen trabajador, amable con el resto del equipo.
- Reacciones relacionadas hacia alguien que tiene el síndrome – sentirte molesto o incómodo cuando alguien alardea o protesta escandalosamente cuanto lo elogias.
- Al dar elogios
- Sentirte condescendientemente benévolo, comprometido o incómodo cuando elogias a alguien por un trabajo bien hecho.
- Sentirte receloso o avergonzado cuando alguien se incomoda al elogiarte.
- Al recibir crítica
- Sentir enojo, mortificación o baja autoestima cuando recibes críticas o se te acusa de hacer un trabajo mediocre.
- Sentirte culpable o insensible cuando alguien reacciona exageradamente ante tus críticas.
- Al criticar
- Sentir que vales más que los demás, sentirte nervioso o molesto al ofrecerle a alguien una crítica constructiva por su desempeño en el trabajo.
- Sentirte molesto o decepcionado cuando alguien es demasiado tímido o educado como para señalarte tus errores cuando solicitas una evaluación crítica de tu trabajo.
2. Buenas o malas noticias
- Al recibir buenas noticias
- Emocionarte exageradamente y con falsa autoconfianza, o sentirte supersticioso o nervioso al recibir buenas noticias, tales como que aprobaste el examen.
- Sentir condescendientemente que alguien actúa como un niño si se emociona de forma exagerada cuando le das buenas noticias.
- Al dar buenas noticias
- Sentirte exageradamente importante, emocionado en exceso o celoso al darle a alguien buenas noticias, por ejemplo, que él o ella aprobó el examen.
- Sentirte avergonzado o molesto ante las muestras de emoción, aparentemente inapropiadas, de alguien que se emociona más que tú al darte las buenas noticias.
- Al recibir malas noticias
- Sentir lástima por ti, enojarte o sentir que mereces un castigo cuando recibes malas noticias, tal como que reprobaste el examen.
- Sentirte emocionalmente rígido o incómodo cuando alguien llora al recibir las malas noticias que le das.
- Al dar malas noticias
- Sentirte culpable o regodearte cuando le das a alguien malas noticias, tal como que él o ella reprobó el examen.
- Sentirte incómodo o impaciente cuando alguien se siente raro o reticente a darte malas noticias.
3a. Ganancias o pérdidas
- Al ganar algo
- Emocionarte exageradamente, sentir que eso confirma lo maravilloso que eres o sentirte obligado y despojado de tu independencia cuando ganas algo, como un regalo o dinero.
- Sentirte frustrado o rechazado cuando alguien se siente intranquilo ante tu oferta de ayudarlo económicamente.
- Al dar algo
- Sentir que vales más que los demás o sentirte despojado cuando le das algo a alguien, tal como ayuda económica para un padre anciano.
- Sentirte encolerizado cuando alguien tiene expectativas de ti o te hace solicitudes no razonables debido a que aceptaste un regalo.
- Al perder algo
- Sentirte devastado, indignado o convencido de que perder algo prueba que no eres bueno, por ejemplo, la amistad de alguien.
- Sentirte culpable o insensible cuando alguien se deprime o se enoja cuando le quitas algo, como al terminar una relación poco sana.
- Al quitar algo
- Tener miedo de lastimar a alguien o deleitarte al quitarle algo a alguien, como cuando tienes que decir que no.
- Sentirte como un tonto o molestarte por haber pedido un favor cuando alguien se siente muy mal por tener que negarse.
3b. Expectativas o peticiones
- Al agradecerle a alguien
- Sentirte condescendiente, obligado o subordinado al agradecerle a alguien por iniciativa propia.
- Sentirte indignado, insultado o culpable cuando alguien espera un agradecimiento de tu parte.
- Sentirte condescendiente, resentido o menospreciado cuando le agradeces a alguien porque la persona espera un agradecimiento.
- Sentirte arrogante, enojado o extremadamente culpable cuando alguien te exige una disculpa.
- Sentirte arrogante, despreciativo o derrotado cuando le agradeces a alguien porque te lo exige.
- Al disculparte
- Sentirte superior o avergonzado cuando te disculpas con alguien por iniciativa propia.
- Sentirte irritado, indignado o culpable cuando alguien espera una disculpa de tu parte.
- Sentirte obstinadamente engreído, resentido o humillado cuando te disculpas porque alguien lo espera.
- Sentirte arrogante, furioso o extremadamente culpable cuando alguien te exige una disculpa.
- Sentirte arrogante, despreciativo o derrotado cuando te disculpas porque te lo exigen.
4. Que las cosas vayan bien o mal
- Cuando te va bien
- Sentirte engreído o sentir que es demasiado bueno para ser verdad cuando eres el receptor de que las cosas vayan bien, por ejemplo, en una relación con alguien.
- Sentirte impaciente o molesto cuando alguien se siente inseguro en una relación contigo que es buena.
- Al hacer que las cosas vayan bien
- Sentir que eres el mártir que se sacrifica o sentir preocupación de que inevitablemente arruinarás las cosas cuando eres el agente de que las cosas vayan bien, como en una relación.
- Sentirte exasperado cuando alguien siente baja autoestima, a pesar de que él o ella esté actuando perfectamente bien en una relación contigo.
- Cuando te va mal
- Sentir lástima por ti mismo o sentir que obtienes lo que mereces cuando eres el receptor de que las cosas vayan mal, por ejemplo, en una relación.
- Sentirte decepcionado o enojado cuando alguien se queja constantemente de que las cosas van mal en una relación contigo, pero no hace nada constructivo para tratar de mejorar la relación.
- Al hacer que las cosas vayan mal
- Sentirte deprimido, culpable o satisfecho de ti mismo cuando eres el agente de que las cosas vayan mal, como en una relación.
- Sentirte insensible o sin poder perdonar cuando alguien se siente muy mal por haberte lastimado.
II. Cuando te enfocas en alguien en persona
1. Mientras estás frente a un compañero, haz lo siguiente sin sentirte tenso, preocupado por ti mismo, tonto, eufórico, glorificado, deprimido o lastimado, sino con sentimientos apropiados de felicidad o tristeza, y sigue el procedimiento previo para deconstruir las emociones perturbadoras en caso de que surjan:
- Elogia a la persona, por ejemplo, dile que su cabello luce bien, y después recibe un cumplido
similar.
- Ofrece una crítica constructiva, como que la persona tiene sobrepeso y necesita ponerse a dieta, y después recibe una crítica similar.
- Dale buenas noticias a la persona, tal como que mañana no se trabaja, y después recibe buenas
noticias similares.
- Dale a la persona malas noticias, tal como que perdiste el libro que te presto, y después recibe malas noticias similares.
- Dale a la persona alguna ganancia, por ejemplo, algo de dinero, y después recibe una ganancia
similar.
- Dale a la persona una pérdida, por ejemplo, quítale el dinero, y después recibe una pérdida similar.
- Agradece a la persona por iniciativa propia, pide que te dé las gracias y recíbelas.
- Recibe un agradecimiento por iniciativa de la otra persona y su petición de que tú le agradezcas, y satisface su solicitud.
- Discúlpate con la persona por iniciativa propia, solicita una disculpa y recíbela.
- Recibe una disculpa por iniciativa de la persona y una solicitud de que tú te disculpes con ella, y satisface su petición.
- Reconoce el éxito de tus esfuerzos por mejorar la relación con la persona y también admite ante
ti mismo sus exitosos esfuerzos.
- Reconoce tu parte de responsabilidad en el deterioro de la relación y admite también la responsabilidad de la persona.
III. Mientras te enfocas en ti mismo
1. Mientras te enfocas en ti mismo sin espejo, haz lo siguiente de forma no dualista, repitiendo el procedimiento de deconstrucción cuando sea necesario.
- Elógiate por tus esfuerzos positivos y después critícate por los errores que estás cometiendo.
- Date buenas noticias, como que sólo falta un día para el fin de semana, y después date malas noticias, como que mañana tienes que volver a trabajar.
- Imagínate experimentando una ganancia, como encontrar una solución a un problema personal, y después experimentando una pérdida, como ser incapaz de recordar el nombre de alguien.
- Imagínate haciendo algo agradable por ti mismo, como tomar un baño caliente, y después restringiéndote algo, como no comer postre porque estás a dieta.
- Piensa en las cosas que han salido bien en tu vida, y luego en las cosas que han salido mal.
2. Repite el procedimiento mientras ves una serie de fotografías de ti mismo que abarquen toda tu vida
- Elógiate por tus puntos fuertes durante aquellos tiempos y critica tus errores.
- Date tanto las buenas como las malas noticias de lo que sucedió como resultado de tu comportamiento de entonces.
- Piensa en las ganancias y las pérdidas que has experimentado debido a esas acciones.
- Reconoce las cosas que salieron bien y las que salieron mal en aquellos tiempos.