Se ha escrito mucho acerca del sufismo. Desafortunadamente, lo suficiente como para generar un estado de confusión, el cual es difícil de explicar para aquellos que han tenido encuentros más cercanos con sus verdaderas enseñanzas y prácticas. Esta breve exposición es un intento por disipar algunos de los malentendidos y, con suerte, presentar un grado de claridad, así como algo del vocabulario comúnmente usado. Como en todas las introducciones simplificadas, el contenido de este trabajo no es una descripción completa del sufismo. El vocabulario incluido aquí es una parte integral del idioma persa escrito y hablado y no es exclusivo del sufismo.
Conceptos del sufismo
La palabra “sufismo” es utilizada en los idiomas occidentales en referencia a erfân (cognición), también pronunciado irfân. El término persa se deriva de la raíz árabe ARF, que se toma prestado en el idioma persa, y también de la raíz de ma’refat, que colectivamente significa “cognición, conocimiento con pleno entendimiento, darse cuenta e iluminación”. Esta expresión posterior se refiere al resultado final y objetivo del buscador (sâlek) mientras recorre el tariq (el camino espiritual). El camino espiritual mismo podría ser descrito como una disciplina de entrenamiento para individuos, a través de la iniciación directa y la práctica para purificar, dirigida a alcanzar el máximo potencial y la iluminación.
Como sugiere la palabra “iniciación” (práctica y entrenamiento activo), la enseñanza sufí no sucede usando libros de texto y otro tipo de conocimiento memorizado. En lugar de ello, se logra a través de la experiencia personal a lo largo del camino espiritual, equipado con talab (anhelo con perseverancia, desear) a través de zekr (recitación) y tamarkoz (meditación enfocada y concentración). La iniciación al erfân es principalmente individual, con sâlek involucrándose en seyr-o soluk (literalmente: girar y buscar, refiriéndose a las etapas contemplativa y transformativa). Sin embargo, el buscador es guiado en el camino espiritual tariq, por un Maestro (pir, literalmente: antiguo, símbolo de sabiduría, usado como un título anónimo para un maestro espiritual, guía o Maestro) del tiempo. Esos maestros que han recorrido las experiencias por ellos mismos, guiados por otros maestros, transmiten el conocimiento esencial o verdad al buscador en una cadena ininterrumpida, generación tras generación, formando un linaje a través de la historia.
La iniciación sufí y el camino espiritual
El método de enseñanza, entonces, es la “iniciación” (amali), literalmente “a través de las acciones”, lo cual se refiere a una práctica con entrenamiento comprometido, en el que se fortalece a los buscadores a través de la práctica directa. El material de enseñanza para ello está basado en los principios fundamentales del sufismo, formado a través de siglos de experiencia humana, con el fin de alcanzar ma’refat (iluminación): “la cognición del conocimiento puro”. La contemplación y la transformación empiezan con el descubrimiento del verdadero yo y termina con su aniquilación (fanâ) en el conocimiento absoluto, omnisciente, que lo abarca todo y los atributos puros, o “unión con Dios” (towhid, unidad). El conocimiento absoluto es entendido como una cognición del fenómeno universal, el cual incluye el lenguaje común y la verdad con respecto a la esencia de la “existencia pura interior”, a saber, hasti (la existencia), al hay (la existencia pura eterna), al haq (la verdad o realidad de la existencia), allâh (Dios): Sagrado Corán 2-255: allâh-o la elâha ellâ hu al hay ol qayum (Alá es nada excepto “hu” [He] la existencia eterna todo poderosa).
La enseñanza sufí está basada en los preceptos subyacentes y comunes de todas las religiones y caminos espirituales en la historia de la humanidad. Su enseñanza oficial empezó bajo el islam en el siglo VII, hace 1400 años, pero sus principios fundamentales se comparten entre las religiones del mundo a lo largo de los siglos y antes del islam. El compartir estos principios y la inclusión de altos valores humanos, el significado de “existencia pura interior” y los atributos divinos en el sufismo son las razones por las que sus adeptos la llaman “la realidad de las religiones”. Así, las enseñanzas de todos los profetas, incluyendo a Moisés, el Buda, Jesús y Mahoma, son reconocidas, respetadas y seguidas en los principios fundamentales del sufismo.
Uno de los primeros pasos en el camino espiritual hacia la iluminación es la cognición del “yo”, por lo que el Profeta del Islam declaró: “man arafa nafsohu faqad arafa rabbohu (“quien conozca al verdadero yo ha conocido a Dios”). El verdadero “yo”, sin los males causados por capas adquiridas de egocentrismo, es divino y la cognición de los buscadores de la “existencia pura interior” puede alcanzarse a través de la rendición plena, con genuino hozur-e qalb (presencia de corazón, conocimiento original interior). El Profeta del Islam declaró: “aleyka be qalbeka (“tú eres lo que es tu corazón”). “Presencia de corazón”, entonces, se refiere a la atención y concentración plena en ese conocimiento interior para alcanzar un estado superior de conciencia, para alcanzar towhid (unidad) y el estado de “no separación entre lo humano y lo divino” según se describe en el significado de lâ elâha‘ellallâh (no hay otro salvo Dios). El estado de fanâ (aniquilación) de todos los atributos humanos obstaculizadores y la rendición en la luminiscencia de los atributos divinos debería conducir a towhid, “unidad” con Dios, “como una gota de agua se vuelve parte del mar”.
Para alcanzar la iluminación, el camino sufí es largo y arduo. El buscador debe ser inalterable en alejarse de los valores mundanos, y perseverar en disipar el egocentrismo y los atributos egoístas con el fin de fusionarse en paz y armonía dentro de la cognición pura de las cualidades divinas. La desafiante tarea del buscador es la práctica continua en un mundo en movimiento que incluye a los otros que están afectados con fuertes actitudes egocéntricas y dolencias negativas. La tarea del buscador es no engancharse en “acción/reacciones” y ser consciente de los sentidos engañosos; reconocer las propias limitaciones y las de los demás; y trabajar de forma altruista al servicio de los demás al tiempo que corrige el egocentrismo personal, el cual es la raíz de la mayoría de los males, tales como los celos, la codicia, el enojo, la arrogancia, la superioridad moral y similares. El buscador persevera en el genuino anhelo hacia el autoconocimiento, la autocorrección y el descubrimiento de los propios potenciales para mejorar el servir a la comunidad y, en última instancia, a la humanidad. El sufí está, por lo tanto, en el camino de volverse en armonía con la pureza de los atributos divinos, que entre otros son: Amor Desinteresado y Devoción, Generosidad y Compasión, Tolerancia y Perdón, y Servicio a los demás.
Etapas en el Camino Espiritual
Como se mencionó anteriormente, el camino sufí es largo y arduo. La meta y el objetivo (hadaf) no es solo alcanzar la iluminación (cognición del conocimiento puro), sino también practicar lo que se predica. La práctica es alejarse de los valores mundanos materiales, remover todos los atributos egoístas y egocéntricos, y fusionarse en paz y armonía dentro de la cognición de las cualidades celestiales puras referidas como “atributos divinos”. La práctica requiere que el buscador atraviese los siguientes vâdi (etapas, caminos entrelazados), en su mayoría conocidos. Aquí nos referimos a ellos solo por su nombre, aunque cada uno podría ser motivo de volúmenes de explicación:
- vâdi-ye talab (la etapa de anhelar, desear) y el fuerte deseo de alcanzar la paz interior. Talab (anhelar con perseverancia, desear) es fundamental para soportar la disciplina necesaria para la meditación, concentración y práctica.
- vâdi-ye eshq (la etapa de amor) y devoción, el anhelo de alcanzar la cognición y towhid, la unión con lo divino.
- vâdi-ye esteqnâ (la etapa de satisfacción interna con modestia), independiente y apartada de los valores materiales, el estado de dependencia y confianza en los atributos celestiales.
- vâdi-ye tajrid (la etapa del completo desapego del mundo material), desapego de la existencia mundana y de la expectativa de compensación, y estar sumergido en la devoción a los estándares superiores de espiritualidad.
- vâdi-ye faqr (desprovisto de todas las posesiones), el estado de modestia, satisfacción y aceptación.
- vâdi-ye fanâ (aniquilación) de todo el egocentrismo en favor de la unión divina.
- vâdi-ye towhid (unidad), Unión con los Atributos Divinos.
Misticismo en el sufismo
En el sufismo, cuando se hace una referencia a Dios o haq (verdad) otro nombre que se utiliza para Dios en el islam, el sufí se refiere a los “Atributos Divinos”, que equivale a Verdad o Dios. Estas y otras descripciones de conceptos sufí relacionados con towhid (la doctrina de la unidad,) hasti (existencia pura interior), meditación y otras prácticas y conceptos permanecen ambiguos a lo largo de la historia en la mayoría de la literatura. Se mantienen como si estuvieran envueltos en capas de velos a ser disipados, capa tras capa, y descubiertos sólo a través de la experiencia personal de la meditación y solo por aquellos que se involucran genuinamente en la práctica, y no por los curiosos.
El tratamiento de los Maestros sufíes por los poderes musulmanes gobernantes de la época, también podría explicar la necesidad de ese nivel de secrecía. Por ejemplo, el famoso Maestro sufí persa, Mansur Hallaj (859–922) fue condenado a muerte por los musulmanes ortodoxos, acusado de blasfemia por decir: “ana al haq (Yo soy Verdad; o Dios está dentro de mí”).
Esta capa protectora de secrecía y las prácticas de iniciación relacionadas con el entrenamiento individual y el aprendizaje en una multitud de formas, algunas veces contradictorias, podría ser la razón por la que los académicos occidentales se refieren al sufismo como “la disciplina mística en el islam”. La palabra “mística” proviene del griego mystikos (ver con los propios ojos cerrados) o “ver con ojos internos” en referencia a la comunicación a través de la percepción interior.
Hoy en día, una forma más precisa de referirse a cómo el sufismo se ve a sí mismo sería “la Esencia de todas las Religiones”. Basado en los valores compartidos y los principios fundamentales traídos por todos los profetas y religiones, el sufismo entrena y guía individuos en el camino del “autodescubrimiento”, “autocorrección” y “autorrealización”. Mientras se alcanza el conocimiento absoluto desde dentro, a través de la meditación y la concentración en los atributos divinos, el buscador se entrena para volverse de servicio con humildad, devoción y compasión. Este aspecto del entrenamiento sufí ha causado que se les llame “orientados a la comunidad y a lo social”. Aunque eso es verdad, es solo un aspecto de su iniciación (entrenamiento comprometido) y de su anhelo hacia la iluminación, la cognición desde adentro y alcanzar towhid (la unión con lo divino): Sagrado Corán 50-16: “Estoy más cerca de ti que tu vena yugular”.
No nos equivoquemos, el camino es tan duro que muchos se dejan engañar por la fuerte influencia de sus sentidos y apetitos. Incapaces de alcanzar las tareas finales de la purificación, solo se vuelven los mejores oradores, pero fallan en la práctica. El verdadero buscador permanece en la práctica para siempre, y pone el ejemplo con las acciones, no con palabras.