La base para la bodichita: las dos primeras etapas del Lam-rim

Otros idiomas

Introducción

Este fin de semana me gustaría hablar sobre la bodichita, específicamente sobre las dos bodichitas, la relativa y la más profunda, y la necesidad o importancia de desarrollarlas ambas y cómo trabajar con las dos juntas. 

Primero, necesitamos comprender el contexto dentro del cual desarrollamos la bodichita. Si podemos entender ese contexto, entonces entenderemos que es un estado mental que tenemos que construir para desarrollarlo con sinceridad. Los estados para construirlo se describen en el lam-rim, las etapas graduales del camino. El nombre completo del lam-rim son las etapas graduales hasta la iluminación, y la bodichita es una mente que está dirigida hacia la iluminación.       

Revisemos brevemente estas etapas graduales, a través de las cuales ampliamos nuestra motivación. Ampliamos nuestro alcance para que en algún momento podamos aspirar a la iluminación. Necesitamos abrir nuestra mente, nuestras perspectivas, para poder, con la bodichita relativa, aspirar a la iluminación. Y con la bodichita más profunda podemos comprender la realidad de la iluminación, la realidad de nosotros mismos trabajando por ella y cómo funciona todo para poder alcanzar la iluminación. Si tenemos una idea extraña de lo que es la iluminación o cómo existe y demás, y estamos confundidos o no tenemos idea de cómo alcanzarla realmente, entonces, ¿cómo podríamos trabajar para lograrla? ¿Cómo puede funcionar eso? Así pues, necesitamos comprensión.   

Ahora, las etapas graduales del camino, lam-rim, son un conjunto de prácticas, entendimientos o realizaciones que necesitamos desarrollar básicamente para abrirnos a este objetivo superior. Esta no es la ocasión para hacer una presentación muy detallada del lam-rim, por lo que solo resumiré algunos puntos básicos. Quizás la mayoría de ustedes ya estén familiarizados con esta estructura del lam-rim.     

Nivel inicial del Lam-rim

El nivel inicial es que anhelamos mejorar los renacimientos futuros. Hablamos de motivación, niveles o alcances de motivación. Y es importante comprender lo que realmente significa la palabra tibetana para motivación. Tiene dos aspectos:    

  • El primero es el objetivo que anhelamos alcanzar;
  • y luego hay una especie de impulso emocional que nos mueve a tratar de alcanzar ese objetivo.

Entonces, para cada uno de los tres niveles, tenemos una meta y tenemos algún estado emocional que estamos tratando de desarrollar.

Trabajar hacia todos estos objetivos se basa en valorar la preciosa vida humana que tenemos: todas las oportunidades y las libertades o respiros temporales que tenemos de los peores estados, los cuales nos impedirían hacer algún tipo de mejora en la calidad de nuestra vida. Y nos damos cuenta de que vamos a morir. La muerte llega a todo el mundo y no tenemos idea de cuándo podría suceder; podríamos perder esta oportunidad que tenemos en cualquier momento, y lo único que será de ayuda en el momento de la muerte son los hábitos y cualidades positivas que hemos construido en nuestro continuo mental, que luego continuarán en vidas futuras como nuestros instintos y talentos.      

Si hemos construido principalmente hábitos negativos y destructivos de actuar, hablar y pensar, eso conducirá a peores tipos de renacimiento. Nos lo tomamos muy en serio y pensamos en lo horrible que sería renacer en algún tipo de renacimiento desafortunado, los llamados tres peores reinos de renacimiento: un renacimiento infernal, un renacimiento como una especie de fantasma errante aferrado, o como un animal, siendo cazado y devorado vivo por animales más grandes, y eso es bastante horrible.       

Entonces, desarrollamos un sentido saludable de miedo a eso. Ya saben, hay dos tipos de miedo. Un tipo no saludable de miedo es el miedo en el que pensamos que la situación es desesperada, que no hay forma de evitarla y que estamos indefensos. Así que este es un tipo de miedo muy, muy inquietante. Una sensación de miedo saludable, que es lo que queremos desarrollar aquí, se basa en darnos cuenta de que hay una forma de evitarlo. Entonces, no es inútil, no estamos indefensos. Hay una forma de evitar los peores renacimientos. De esta manera, somos cautelosos de ellos, no queremos tener esos peores renacimientos, tenemos miedo de que pueda suceder, pero eso nos impulsa a seguir la que sabemos que es la forma de evitarlos.           

Por ejemplo, si sabemos que estamos enfermos y que no hay forma de curarnos, entonces, por supuesto, estamos en un intenso estado de miedo, lo cual es horrible e inquietante. Pero si sabemos que existe un tratamiento para nuestra enfermedad, que podemos evitar morir a causa de ella o lo que sea, entonces, dado que tenemos miedo de lo horrible que sería no seguir el tratamiento médico, lo tomamos; así evitaríamos una consecuencia horrible de nuestra enfermedad.

Entonces vemos la diferencia. El primer tipo de miedo nos paraliza, de modo que no hacemos nada y, al no hacer nada, por supuesto que tendremos consecuencias horribles. Y el otro tipo de miedo nos impulsa a buscar realmente el tratamiento (ya sea que estemos hablando de un nivel de enfermedad física o de problemas mentales) para evitar consecuencias difíciles.    

Así, basándonos en esa sensación de miedo saludable, vemos que hay una manera de evitar los peores renacimientos y esa manera es darle una dirección segura y positiva a nuestra vida. Eso se conoce como “refugio” y es principalmente anhelar la detención, la detención verdadera de los problemas y sus causas (si te deshaces de la causa, te deshaces del problema). Y desarrollar una verdadera comprensión, se le llama un “camino verdadero”, una mente que es el camino, un entendimiento que conducirá a una meta. Y nos esforzamos por desarrollar eso como antídoto para lograr una verdadera detención de las causas de nuestros problemas. Entonces podemos deshacernos de nuestros problemas entendiendo la causa, desarrollando comprensión de la realidad, lo cual eliminará la causa y producirá la verdadera detención del problema.

Así que esa detención verdadera y ese camino verdadero son la tercera y cuarta verdades nobles, y esa es la joya del Dharma. Tomamos refugio, vamos en dirección de esa joya del Dharma. “Dharma” significa una medida preventiva. Eso es lo que intentaríamos alcanzar para evitar el sufrimiento. Los budas son aquellos que han logrado eso en su totalidad y nos enseñaron a lograrlo nosotros mismos. Y la Sangha Arya son aquellos que han logrado eso en parte, y debido a que se encuentran en varias etapas que conducen a la meta, nos ayudan a lo largo del camino porque nos muestran que en realidad es posible alcanzar el estado completo de un buda.     

Lo primero que hacemos para evitar los peores renacimientos es evitar la causa principal, que es nuestra confusión acerca de la causa y el efecto. No entendemos que el comportamiento destructivo conduce al sufrimiento y a la infelicidad. Entonces, en este nivel inicial, necesitamos comprender un poco sobre nuestro comportamiento compulsivo. De eso es de lo que habla el karma. El karma mismo habla de compulsividad y eso podría entenderse de muchas formas diferentes. Es el aspecto compulsivo de nuestro comportamiento. ¿Y qué lo impulsa? Está impulsado por nuestra confusión sobre muchas, muchas cosas. Está impulsado por nuestra confusión sobre la causa y el efecto, que luego nos impulsa a actuar de manera destructiva porque pensamos que, si actuamos de manera destructiva, eso nos traerá felicidad y no es así. Entonces, estamos confundidos.            

Como, por ejemplo, si robo pienso que eso me hará feliz, porque entonces tendré dinero; sin embargo, produce infelicidad, ¿no es así? Porque estamos nerviosos de que nos atrapen. O pensamos que, si no hacemos nada acerca de nuestros problemas, simplemente desaparecerán por sí solos; o pensamos que, si no hacemos nada con respecto a una enfermedad, simplemente desaparecerá por sí sola. Eso es ingenuidad, ¿cierto?  

Entonces, en este nivel inicial ejercemos básicamente el autocontrol, que cuando tenemos ganas de actuar de manera destructiva, cuando tenemos ganas de gritarle a alguien, o de golpearlo, o de tomar algo suyo, o de presionar a alguien más, simplemente no lo hacemos: ejercemos el autocontrol. Y ejercemos el autocontrol porque entendemos que, si actuamos ese impulso destructivo, ese impulso de actuar de manera destructiva, será autodestructivo; nos causará problemas e infelicidad.   

Ahora bien, este es el nivel inicial, la presentación clásica. Si vemos esto desde un punto de vista psicológico (después de todo, tenemos psicología occidental, por lo que no podemos ignorar eso), en realidad puede ayudarnos a comprender lo que está sucediendo en este proceso de autodesarrollo. En psicología marcamos la diferencia entre un ego sano y un ego inflado. En el budismo hablamos del yo convencional y del yo falso. La identidad convencional o el “yo” convencional es pensar en nosotros mismos en términos de un ego saludable, una identidad saludable; y el “yo” falso es pensar en nosotros mismos como un ego inflado, un “yo” inflado. Esa es la diferencia en los dos sistemas. 

Entonces, ¿qué está sucediendo aquí en términos de este nivel inicial? Lo que está sucediendo es que estamos desarrollando y reforzando un sentido de un “yo” saludable. Estamos reforzando este yo convencional. Esto es muy, muy importante. Un sentido saludable de identidad es necesario para cuidarnos, para levantarnos por la mañana de la cama y afrontar la vida. Cuando alguien está en una depresión profunda, no tiene un sentido saludable de sí mismo y no ha reafirmado realmente este “yo” convencional, y entonces no se levanta de la cama, no tiene ganas de hacer nada: la depresión clásica. 

En términos del proceso de desarrollo o autodesarrollo, es muy importante tener un sentido saludable del yo (reafirmar el “yo” convencional) antes de comenzar a refutar el yo falso (el “yo” inflado), desde el punto de vista del autodesarrollo. Esto lo encontramos en la psicología clásica y lo encontramos en el lam-rim. Es por eso que enseñar sobre la vacuidad y sobre la deconstrucción del yo inflado y demás, no es algo que deba enseñarse a los niños o adolescentes. Los jóvenes aún no han establecido el sentido de cuidarse a sí mismos, etc.; en cierto sentido, aún están indiferenciados de sus padres. Necesitan diferenciarse a sí mismos. En inglés lo llamamos -en una terminología muy poco budista-: “encontrarse a sí mismos”. “Tengo que encontrarme a mí mismo” para poder establecer un sentido saludable del “yo” y cuidarme, asumir la responsabilidad.      

Entonces, si a alguien que aún no ha establecido un sentido de cuidarse a sí mismo como persona, como individuo, tratas de decirle que desinfle toda la idea de que tiene este ego que siempre quiere conseguir lo que desea y demás, se queda sin nada y lo has destruido.   

Por tanto, ¿qué logramos con este nivel inicial, si lo vemos desde el punto de vista del “yo” convencional?, ¿cómo estamos lidiando con el “yo” convencional? Estamos desarrollando un sentido saludable del “yo” convencional, porque primero apreciamos el inmenso valor de nosotros mismos, de la vida humana que tenemos. Y nos tomamos a nosotros mismos en serio. Nos tomamos en serio que la forma en que actuamos va a afectar nuestra experiencia, va a afectar cómo nos sentimos. Realmente no queremos ser infelices, así que hacemos algo para evitar la infelicidad y el sufrimiento en el futuro. Y, en el contexto budista, futuro significa vidas futuras, así como más adelante en esta vida.     

Así pues, ahora hemos desarrollado un sentido saludable del “yo”, vamos a cuidar de nosotros y de nuestro futuro; es muy importante hacerlo así antes de comenzar a enseñar sobre la vacuidad, deconstruir las proyecciones y la locura sobre cómo existimos. Me parece que cuando entendemos desde un punto de vista psicológico lo que está sucediendo con este nivel inicial, desarrollamos aún más respeto por la sabiduría que hay detrás de toda la estructura del lam-rim.       

Nivel intermedio del Lam-rim

Bien, ahora el nivel intermedio. Con un nivel intermedio nos preocupa la obtención de la liberación. Nos damos cuenta de que, incluso si logramos algo de felicidad -aquí estamos hablando de vidas futuras- nuestra felicidad ordinaria es insatisfactoria; tiene algunos problemas, tiene serios problemas. Uno de estos problemas es que no dura; siempre queremos más y nos aburrimos de ello. Estamos felices haciendo algo y luego se convierte en infelicidad: estamos aburridos, queremos hacer otra cosa o algo nuevo. Si disfrutar algo fuera verdadera felicidad, como en el caso de la comida, cuanto más comiéramos en un momento, más felices seríamos, pero obviamente llegamos a un límite y luego comer más nos hace sentir muy incómodos, ¿no es así? Por ejemplo, en el caso de quedarnos con alguien: estamos muy felices de estar con esa persona, pero si nos quedamos demasiado tiempo, comienza a molestarnos, ¿cierto? Entonces, esta felicidad ordinaria es muy problemática. El término técnico para eso es “el sufrimiento del cambio”.          

Y lo realmente horrible es que esto tiene altibajos todo el tiempo. Así que nunca sabemos cómo nos vamos a sentir en el momento siguiente. En un momento nos sentimos felices, luego nos sentimos infelices y nuestro estado de ánimo sube y baja. Eso es realmente terrible; y más que ser horrible, es aburrido, porque sigue y sigue y sigue, se repite. A lo largo de esta vida, nuestros estados de ánimo suben y bajan, suben y bajan, y también en vidas futuras. Esa es una de las características del samsara, tiene altibajos. Así que queremos profundizar para entender por qué está sucediendo esto. ¿Por qué mi estado de ánimo tiene altibajos todo el tiempo? ¿Por qué a veces soy feliz? ¿Por qué a veces soy infeliz?    

Ahora tenemos que ver un poco más profundamente la compulsividad de nuestro comportamiento: el karma. Y vemos que lo que impulsa nuestra compulsividad son nuestras emociones perturbadoras y nuestras actitudes perturbadoras. Las emociones perturbadoras básicamente giran en torno a una idea falsa del “yo”. Ahora empezamos a pensar en este “yo” inflado. Y antes de analizar realmente cuál es esa confusión sobre el “yo”, si pensamos en términos más generales, podríamos pensar: “Yo soy el centro del universo”, “soy el más importante”, “siempre debería salirme con la mía”, lo cual, por supuesto, es imposible.   

Pero, de todos modos, dado que es imposible, ¿cómo lo experimentamos? Lo experimentamos en términos de inseguridad. Estamos tratando de asegurar algo que no se puede asegurar. No te vas a salir siempre con la tuya, vamos, ríndete, eso es absurdo; pero luego tenemos emociones perturbadoras, porque pensamos que sí hay ciertas formas de hacernos sentir seguros. Pensamos: “si puedo conseguirme cosas, si puedo atraer cosas hacia mí, de alguna manera eso me va a dar seguridad”. Así, tenemos un deseo anhelante por las cosas que no tenemos; apego por las cosas que tenemos, no queremos dejarlas ir; y codicia: sin importar lo que tengamos, queremos más. Y creemos que eso nos dará seguridad, pero por supuesto que nunca funciona.     

O pensamos: “Si tan solo puedo alejar las cosas que no me gustan, me sentiré seguro”. Entonces, tenemos enojo, hostilidad, grrrr, como un perro que gruñe: “Aléjalo de mí”, pero incluso si nos quitamos una cosa, otra cosa nos molestará y desearemos quitárnosla. Así, nunca estamos seguros. O tenemos ingenuidad, simplemente ponemos un muro a nuestro alrededor, somos ingenuos acerca de todo lo que está sucediendo, pensamos que, de alguna manera, estar dentro del muro nos hará sentir seguros, pero esa también es una fantasía. Pensamos que, si metemos la cabeza en un agujero en el suelo, como un avestruz, todos nuestros problemas desaparecerán. Eso es ingenuidad. Se le llama negación, desde un punto de vista psicológico.        

Entonces, en cualquier caso, debido a estas emociones perturbadoras, actuamos de manera destructiva. Compulsivamente, nos aferramos a algo, o compulsivamente gritamos y tratamos de alejarlo. O compulsivamente, simplemente actuamos de una manera completamente insensible, en términos de que la forma en que actuamos va a tener consecuencias para nosotros o para los demás. Y actuar de forma destructiva, con base en estas emociones perturbadoras, nos genera infelicidad. 

Pero también hay actitudes perturbadoras. Las actitudes perturbadoras subyacen tanto al comportamiento destructivo como al constructivo. Sin complicarme demasiado aquí, permítanme dar un ejemplo más general de una actitud perturbadora; sería, por ejemplo, ser perfeccionista. “Tengo que ser bueno”, “tengo que ser perfecto”. Y luego, al ser perfeccionistas, nunca estamos satisfechos: “nunca soy lo suficientemente bueno”, “siempre trato de complacer a todos” y “estoy tratando de hacer las cosas a la perfección”. De alguna manera: “Si puedo hacer todo perfecto, seré feliz, me sentiré seguro”. 

Entonces, ¿qué es lo que pasa? Podríamos ser perfeccionistas en términos de nuestro trabajo; podríamos ser perfeccionistas en cuanto a la apariencia de nuestro cabello; podríamos ser perfeccionistas en términos de mantener limpia nuestra casa, ya saben, los limpiadores compulsivos. Eso genera nuestra felicidad ordinaria: nuestra casa ahora está limpia y todos los platos están limpios, etc., y nos sentimos felices, pero eso no dura, ¿verdad? Esto es, el sufrimiento del cambio: la casa se ensucia de nuevo porque es imposible ser perfectos. Es algo muy neurótico y genera nuestra felicidad ordinaria, pero es un problema, ¿no es así? Y podemos ver que, subyacente a eso, de nuevo está la inseguridad, ¿cierto? “Me siento inseguro, así que, si puedo ser perfecto, me sentiré seguro”, esa es la actitud perturbadora.  

Entonces, lo que subyace a nuestro comportamiento destructivo compulsivo son estas emociones perturbadoras. Y lo que subyace tanto al comportamiento destructivo compulsivo como al comportamiento constructivo compulsivo (como siempre limpiar la casa) son estas actitudes perturbadoras. Y eso es completamente aburrido, ¿cierto? Porque simplemente producen el ciclo incontrolablemente recurrente de felicidad, infelicidad, arriba y abajo. Y lo que subyace tanto a esas emociones perturbadoras como a esas actitudes perturbadoras es nuestro concepto erróneo sobre cómo existimos y cómo existen los demás.  

Ahora bien, ¿cuál es el concepto erróneo sobre cómo existimos? Hay muchos, muchos niveles de conceptos erróneos. Y lo que tenemos que hacer es empezar a deconstruirlos, paso a paso. Nuevamente, no quiero entrar en grandes detalles aquí. Pero el primer paso es pensar que hay un “yo” que no se ve afectado por nada y que de alguna manera puede liberarse de todo esto, y entonces estará completamente separado de un cuerpo y una mente y simplemente se fusionará con el universo, algo así. Eso es algo que quizás nos enseñó un sistema filosófico o religioso diferente. Por lo general, se habla de ello en términos de atman, que es lo más cercano a nuestro concepto de alma. Así, pensamos que hay un “yo” separado del cuerpo y la mente que puede existir separado del cuerpo y la mente, y eso es lo que estamos tratando de asegurar, pero no funciona, porque no es así como existimos. Pero, con base en eso, podríamos tener estos mecanismos de emociones perturbadoras y actitudes perturbadoras, sobre la base de creer que así es como existimos.    

Luego hay una confusión que surge automáticamente acerca de nuestro yo, que es que hay un “yo” que puede ser conocido separado de un cuerpo y una mente. 

Ahora, esto es muy interesante porque tenemos que identificar de qué estamos hablando. Este primero, este “yo” que está separado de un cuerpo y una mente, sería como, por ejemplo, ver a alguien que es joven y tiene un cuerpo hermoso o fuerte, y pensar: “Oh, ojalá yo tuviera un cuerpo así”. O alguien que es muy inteligente: “Desearía tener una mente así”, como si hubiera un “yo” que se pudiera separar de este cuerpo y mente y poner en otro cuerpo; así es como pensamos, ¿no es cierto? Quiero decir, es algo muy sutil, en realidad. O, “tengo que controlar mi mente” - el tipo de cosa perfeccionista - como si hubiera un “yo” separado de la mente que luego pudiera controlar a la mente.   

O este más sutil como, por ejemplo, “veo a Zhenya”. Bueno, ¿qué estoy viendo? ¿Cómo es posible ver a Zhenya sin ver un cuerpo, ¿verdad? “Pero conozco a Zhenya”. Bueno, ¿qué conoces? Quiero decir, ¿cómo podrías conocer a Zhenya sin saber algo más al mismo tiempo, su nombre o algo más? Eso es imposible, ¿no es cierto? El ejemplo que siempre me ha gustado usar es el de: “Quiero que la gente me ame por mí mismo, no por mi apariencia, no por mi dinero, no por mi posición en la vida, sino que me amen por mí mismo”. Como si hubiera alguien que pudiera ser amado sin amar también todas esas otras cosas.    

Entonces, en este nivel intermedio entendemos todo este mecanismo que está impulsando el renacimiento. Recordemos que estamos hablando en términos de renacimiento, y cómo sigue y sigue y sigue debido a este no darse cuenta de cómo existimos; esta confusión que produce emociones y actitudes perturbadoras, que produce la compulsividad de nuestro comportamiento (ya sea positivo o negativo), y que impulsa el renacimiento incontrolablemente recurrente, eso es samsara. El mecanismo está descrito por los doce eslabones de surgimiento dependiente, la secuencia inicial de eso. Y es realmente aburrido: este renacimiento incontrolablemente recurrente, problemas incontrolablemente recurrentes, arriba y abajo, arriba y abajo. Y ese aburrimiento da paso a esta determinación de ser libres – “ya tuve suficiente” - y eso generalmente se traduce como “renuncia”.           

¿Y qué hemos desarrollado aquí? Con el nivel inicial ya hemos adquirido un sentido saludable del “yo” del que vamos a cuidar en términos de nuestro futuro. Y luego vemos: “Bueno, pero mis problemas provienen de una idea errónea acerca de 'mí', acerca de cómo existo, así que tengo que deconstruir eso”. Todavía me cuido, pero sobre la base de un “yo” saludable, no en términos de este “yo” falso, este “yo” inflado, porque cuando pienso en términos de un “yo” inflado, simplemente me genero problemas y renacimientos incontrolablemente recurrentes. 

Para superar este síndrome, el renacimiento incontrolablemente recurrente y todos los problemas que lo acompañan, tenemos que deshacernos de esa confusión sobre nosotros mismos y los demás. Necesitamos darse cuenta que discrimina para discriminar entre la realidad y lo imposible; para discriminar entre qué tipos de comportamiento, etc., necesitamos aceptar y cuáles necesitamos rechazar. Se le llama “entrenamiento superior” porque tiene como objetivo una meta que es superior a la información intelectual ordinaria, por ejemplo. Queremos desarrollar esto para obtener la liberación.           

Pero, para desarrollar esa discriminación, que básicamente es desarrollar nuestra inteligencia, necesitamos concentración. Si no podemos permanecer concentrados y enfocados en la realidad y luego interrumpir nuestras proyecciones o fantasías, no será de ayuda. Así pues, necesitamos concentración.   

Para desarrollar la concentración, necesitamos ser capaces de disciplinar a nuestra mente, de modo que no tengamos divagación mental, volatilidad mental hacia objetos por los que tenemos un gran deseo, sopor ni somnolencia. Por lo tanto, necesitamos tener la disciplina para deshacernos de todas estas fallas de la concentración, pero es muy difícil disciplinar a nuestra mente, ¿cierto? Un muy buen ejemplo es cuando estamos acostados en la cama, tratando de conciliar el sueño, y nuestra mente está llena de pensamientos. ¿Cuál es el consejo budista? ¡Deja de pensar! Simplemente detente y entonces podrás conciliar el sueño; bueno, muchas gracias, pero eso no es muy fácil de hacer, ¿verdad? ¡Deja de preocuparte! “De acuerdo, me detendré, ni siquiera lo pensaré más”. Eso es difícil de hacer.           

Entonces, para desarrollar esa disciplina, para poder disciplinar a nuestra mente, primero necesitamos cultivar la disciplina en términos de nuestro comportamiento, la forma en que actuamos y la forma en que hablamos. Primero necesitamos un entrenamiento en la autodisciplina ética. Si nos damos cuenta de que tenemos ganas de decirle algo realmente molesto o realmente estúpido a alguien, simplemente no lo hacemos, tenemos la disciplina para detenernos. Eso nos dará la fortaleza, cuando realmente la desarrollemos, para poder disciplinar a nuestra mente, de modo que no actuemos compulsivamente: pensamiento compulsivo, mal comportamiento compulsivo. Pero recordemos que necesitamos este darse cuenta que discrimina sobre cómo existimos, de lo contrario, la disciplina se convierte en un perfeccionismo muy rígido de “tengo que ser perfecto”, “no puedo portarme mal”, y eso se vuelve muy neurótico. Entonces, es mejor que portarse mal, pero ser rígidos como perfeccionistas -ya saben: “siempre tengo que tener todo bajo control”-, genera sus propios problemas, ¿no es así? Particularmente en términos de relacionarse con los demás.  

Ese es el nivel intermedio. Nuestro objetivo es la liberación del renacimiento incontrolablemente recurrente y de todos sus problemas incontrolablemente recurrentes: los altibajos, la felicidad y la infelicidad, etc. Y estamos motivados para intentar alcanzar ese objetivo, porque básicamente es aburrido, simplemente estamos hartos de eso. Entonces tenemos esta determinación de ser libres y esa determinación de ser libres tiene que ser un estado mental bastante tranquilo. No es que estemos enojados con nosotros mismos porque somos estúpidos, simplemente estamos hartos.         

Bien, ese es nuestro nivel intermedio. Quizás eso sea suficiente para nuestra sesión de la mañana. Llegaremos al nivel avanzado después del almuerzo, que luego nos llevará a nuestra discusión sobre la bodichita. Y veremos cómo este nivel inicial e intermedio nos han preparado para desarrollar la bodichita.   

Repaso

Dediquemos unos momentos antes de la pausa, tratando de repasar y pensar. ¿Qué hemos escuchado? ¿Qué hemos aprendido? ¿Tiene esto algún sentido para nosotros? Y particularmente, si ya hemos estudiado el lam-rim, que creo que muchos de ustedes ya lo han hecho, ¿nos ayuda esto a comprender y apreciar un poco mejor la estructura que está involucrada aquí y el proceso de desarrollo que describe? 

Queremos cuidarnos a nosotros mismos porque realmente tememos más infelicidad y sufrimiento en el futuro y realmente no queremos eso. Entonces, basándonos en la comprensión, primero ejercemos el autocontrol, pero luego vemos que: “Quiero cuidarme más para no experimentar, no solo infelicidad, sino esta felicidad que realmente no me satisface, y sube y baja y sube y baja. Para cuidarme, no solo tengo que ejercer el autocontrol, sino que necesito profundizar y comprender, ¿por qué estoy actuando de manera compulsiva? Actúo de manera compulsiva porque estoy proyectando sobre este “yo” convencional que existo en términos del “yo” inflado que de alguna manera puede saltar de este cuerpo y obtener otro cuerpo, o que puede ser conocido por sí mismo y amado por sí mismo, etc. Ese es un “yo” inflado.      

Entonces, podemos ver el desarrollo. Primero desarrollamos el autocontrol, basado en cuidarnos a nosotros mismos, pero luego, para seguir desarrollándonos, debemos ser capaces de comprender y analizar: “¿Por qué actúo de la forma en que actúo?”. No es solo para controlarnos a nosotros mismos, sino para entender por qué estamos actuando así. Entonces, realizamos un análisis. “¿Por qué, en mis relaciones con los demás, soy tan compulsivo? y siempre digo: ‘¿Por qué no me amas? ¿Por qué no me llamas? ¿Me amas? Dime que me amas’”. ¿Por qué es tan compulsivo? ¿Qué está impulsando eso?      

No es solo una cuestión de autocontrol para decirnos “cállate, no digas eso” y controlarnos porque sabemos que decir esas cosas va a alejar a la otra persona. Tenemos que profundizar más. Lo que hay detrás de esta compulsividad es básicamente el no darse cuenta, la confusión. Creemos que existe este “yo”, este “yo” sólido que quiere ser amado por sí mismo. Y si puedo lograr que siempre digas “te amo”, de alguna manera eso me hará sentir seguro, pero nunca me hace sentir seguro. No queremos que lo digan una vez y luego: “Oh, sí, está bien, ahora sé que me amas”; somos inseguros, una y otra y otra vez. Entonces, ¿qué hay debajo de esa compulsividad? Es esta inseguridad, la inseguridad acerca del “yo”.        

Así que tenemos que ir más allá del autocontrol. Necesitamos analizar muy claramente lo que está sucediendo en cada momento de nuestra experiencia en términos de nuestro estado mental; la compulsividad que está ahí con nuestro comportamiento; las diversas emociones y comprensión que acompañan a cada momento. Si podemos deconstruir esto y ver todos esos aspectos diferentes, con la comprensión podremos “liberarnos”, como se dice, de todos los problemas que nuestra confusión está provocando.

Así, realmente nos estamos volviendo mucho más maduros a través de esta secuencia de desarrollo, ¿no es así? Y nos estamos volviendo más maduros también a nivel emocional, porque en el nivel inicial básicamente estábamos motivados por el miedo: no queremos sufrir y ser infelices. Y ahora en este nivel intermedio estamos básicamente aburridos con todo el proceso, mucho más tranquilos, mucho más maduros. Y está bien: “Yo me encargaré de eso. ¿Cuál es el problema?”. Entonces, desde muchos puntos de vista, estamos creciendo, espiritual y emocionalmente. Digiramos esto por unos momentos.      

Muy bien. Gracias.

Top