Aplicar la meditación del gurú del nivel sútrico a un maestro deficiente o abusivo
Su Santidad el decimocuarto Dalái Lama tuvo dos regentes durante su minoría de edad. Le enseñaron extensamente y le confirieron innumerables empoderamientos tántricos. También se involucraron en una lucha de poder e hicieron que sus seguidores se enfrentaran con armas. Su Santidad ha explicado que en su asiento de meditación no tenía problemas para enfocarse con convicción en las buenas cualidades que de hecho tenía cada uno de los regentes. Tampoco tenía problemas para apreciar la bondad que cada uno le había mostrado. No obstante, cuando se levantó de su asiento de meditación, denunció públicamente las intrigas políticas de sus regentes. Su Santidad ha descrito que no sintió contradicción alguna al hacer eso y que no le resultó emocionalmente perturbador.
Algunos occidentales enfrentan situaciones similares con varios de sus maestros espirituales. Por ejemplo, algunos Maestros famosos disienten firmemente sobre el rango de un controvertido protector del Dharma y las consecuencias de auspiciarlo. Abusan de sus posiciones como mentores espirituales y, con amenazas de ir a parar al infierno, les prohíben a sus discípulos que tengan algo que ver con maestros que se encuentran en el lado opuesto de la disputa. Otros Maestros famosos disienten violentamente sobre la identificación de la encarnación de los lamas más elevados de su linaje. Algunos han recurrido incluso a acciones policiales contra los reclamos mutuos sobre la herencia de propiedades. La meditación del gurú del nivel sútrico, como lo ha experimentado Su Santidad el Dalái Lama, puede ayudar a los estudiantes occidentales traumatizados a manejar estas circunstancias difíciles, desconcertantes. También puede ayudar a aquellos que fueron abusados sexualmente por sus maestros espirituales o explotados por ellos por poder o dinero. Puede aplicarse asimismo a los discípulos de maestros abusivos que no fueron abusados personalmente, pero que se sintieron desolados al enterarse de las acciones de sus maestros.
Muchos discípulos encuentran ese tipo de situaciones demasiado difíciles de manejar, especialmente si ya han construido relaciones discípulo-mentor con las dos partes de una disputa. El Tantra de kalachakra abreviado aconseja que si los discípulos encuentran demasiadas deficiencias objetivas en sus mentores espirituales y ya no pueden sostener una relación estrecha con ellos, no necesitan seguir estudiando con esos maestros. Pueden mantener una distancia respetuosa, incluso si recibieron de ellos empoderamientos del tantra superior.
Ya sea que mantengamos o no una distancia de maestros perturbadores o abusivos, es importante tratar de dejar de hacer hincapié en sus comportamientos desconcertantes o deficiencias. La obsesión con tales cuestiones sólo profundiza la confusión y la desesperanza espiritual. Debemos empezar un proceso de sanación. Con el tiempo, sin negar los aspectos problemáticos de los mentores, aún podemos seguir siendo capaces de beneficiarnos al pensar en sus buenas cualidades y bondad.
Revisar las deficiencias y errores de un maestro
Los discípulos heridos y confundidos experimentan frecuentemente bloqueos emocionales al enfocarse en las buenas cualidades de mentores abusivos o cuestionables. Con el paso del tiempo, y la ayuda de grupos de apoyo, pueden superar las secuelas emocionales de sus experiencias traumáticas. Sin embargo, el daño espiritual es a menudo muy profundo. La negación o la represión del problema resuelven muy poco. Para sanar completamente, los discípulos espiritualmente heridos necesitan, con el tiempo, poder contemplar lúcidamente las deficiencias y errores de sus mentores, libres de ingenuidad, ira o recriminación.
El quinto Dalái Lama le agregó un paso preliminar al estilo kadam de meditación del gurú que aborda el problema. Antes de discernir y enfocarse en las buenas cualidades y bondad de sus mentores, los discípulos necesitan darse cuenta conscientemente de los defectos de sus maestros y trabajar sobre su perspectiva de ellos. El proceso se asemeja a un procedimiento quirúrgico. Limpiar una herida infectada requiere abrirla, aun cuando abrir el absceso con un bisturí y exponer la infección aumenta temporalmente el dolor. En el caso de una herida espiritual purulenta, la infección oculta puede ser la negación o la ira reprimida. Para expurgar la infección es necesario reabrir la herida y traer a la superficie lo que la infecta por debajo, aun cuando el procedimiento pueda producir temporalmente más dolor emocional. La operación debe esperar, por supuesto, hasta que la persona herida se haya recobrado suficientemente del trauma inicial y haya recuperado la fuerza emocional para atacar el problema.
Crear un espacio mental protegido para abordar las heridas espirituales
Para abrir y sanar una herida espiritual no se requiere solamente que la persona herida tenga la suficiente fuerza emocional. La operación requiere también el respaldo de un espacio protegido, conducente; de otro modo, el procedimiento mismo puede ser demasiado traumático. En la meditación del gurú, las prácticas preliminares proporcionan el espacio mental apropiado para contener y sostener el procedimiento de meditación, a veces doloroso, de reexaminar las deficiencias de nuestros mentores y nuestra forma de considerarlas. Los preliminares crean ese espacio mediante la reafirmación de nuestra dirección segura en la vida, renovando nuestra motivación de la bodichita, y practicando la invocación de siete partes dirigida a los budas y a los grandes Maestros del pasado y el presente.
Enfocarse en la capacidad de la Triple Joya para proporcionar una dirección segura en la vida – y enfocarse especialmente en el método budista de trabajar sobre nosotros mismos para superar los problemas emocionales que enfrentamos – ayuda a reestablecer un ancla espiritual. Necesitamos un ancla semejante cuando hemos perdido la creencia en el sendero espiritual y estamos a la deriva en la vida, sin ninguna dirección clara. Reafirmar la necesidad de sanar nuestras heridas emocionales para poder enfocar nuestra atención más plenamente en aquellos que necesitan asistencia, ayuda a revitalizar nuestros esfuerzos a lo largo del sendero.
Enfocarse objetivamente en las buenas cualidades de los budas y los grandes Maestros del pasado y el presente, y mostrarles respeto mediante postraciones y ofrendas, ayuda a reafirmar nuestro sentido de los valores. Sin un sentido de los valores no seremos capaces de discernir ningún punto bueno en un maestro abusivo. Admitir abiertamente la decepción y el dolor que sentimos por los errores o fallas de nuestros mentores, ayuda a aliviar algo de la tensión emocional que puede estar impidiendo nuestro progreso. Nuestros mentores pueden no haber estado a la altura de las cualidades de los budas. Sin embargo, alegrarse por las buenas cualidades y acciones de los grandes Maestros del pasado y el presente, nos ayuda a superar el pensamiento descorazonado de que los mentores calificados no existen.
Pedirles a otros grandes Maestros que enseñen y que no abandonen este mundo, nos ayuda a abrir el corazón y la mente para continuar en el sendero espiritual. Dedicar al proceso de sanación el marco mental positivo y el potencial acumulado por la práctica preliminar, nos ayuda a completar nuestra construcción de un espacio mental conducente, protegido. Cuando se practican con un sentimiento sincero, los preliminares para la meditación del gurú ayudan a producir la estabilidad emocional que se necesita para reexaminar objetivamente las deficiencias de nuestros mentores.
Examinar las apariencias que crea la mente
El procedimiento quirúrgico de la meditación comienza con darse cuenta conscientemente de los defectos de nuestros mentores. Una vez que están expuestos necesitamos examinar lúcidamente si nuestros maestros siguen teniendo actualmente esos defectos, o si siguen cometiendo esos errores. Podemos estar haciendo hincapié en historia pasada. Para sanar, por ejemplo, las heridas de un abuso, necesitamos reconocer si un maestro abusivo admitió sus errores previos, se arrepintió de ellos y reformó su conducta, o si no lo hizo. Tal reconocimiento no disculpa la conducta indebida previa del maestro, pero una valoración honesta de la situación requiere abordar todos los hechos.
Además, examinar las deficiencias de nuestros mentores requiere que nos enfoquemos en los defectos que tienen actualmente. Necesitamos separar los defectos que podemos estar proyectando debido a nuestras emociones o actitudes perturbadoras. Tales proyecciones suceden a menudo con problemas menos severos que el abuso espiritual. Por ejemplo, los celos hacia otros discípulos nos pueden hacer imaginar que nuestros mentores nos están ignorando debido a una falta de preocupación por nuestro bienestar. Sin embargo, de hecho nuestros maestros pueden estarse ocupando simplemente de las necesidades de todos los discípulos, sin preferencias.
Además, necesitamos discernir entre defectos reales, tales como una conducta inmoral, y defectos aparentes que meramente reflejan una manera diferente de hacer las cosas. La gente confunde a menudo las dos cosas y piensa que cualquier aspecto que le desagrada de un maestro es un defecto objetivo con consecuencias negativas. El estilo de un mentor puede ser inconveniente o ineficiente; a veces eso puede molestarnos y hacernos perder de vista sus buenas cualidades. Pero la insistencia en que el proceder de un maestro concuerde enteramente con nuestras inclinaciones revela una expectativa irreal.
Además, los defectos en los que nos enfocamos necesitan ser relevantes con respecto a la capacidad de nuestros mentores para guiarnos por el sendero espiritual. El hecho de que nuestros mentores puedan carecer de la competencia para enseñarnos todo lo que se requiere para convertirse en un buda, no niega su capacidad para beneficiarnos en nuestras etapas actuales. Confirmar la exactitud, actualidad e importancia de los defectos que discernimos en nuestros mentores nos permite separar y descartar las distorsiones y los aspectos irrelevantes.
Luego, necesitamos examinar el proceso por el cual nuestra mente produce y proyecta apariencias engañosas. Los obstáculos kármicos de nuestras experiencias previas y nuestro perfil psicológico, pueden hacer que nuestra mente haga aparecer en nuestros maestros defectos que concuerdan con nuestro karma, tal como que no les importa nada de nosotros. Nuestra falta de darnos cuenta de la causa y efecto conductual y de la realidad, nos hace creer que esas apariencias son correctas. Además, sean la apariencias correctas o no, debido al hábito profundamente arraigado de considerar las cosas sin un darse cuenta de la realidad, nuestra mente hace que los defectos que discernimos parezcan existir de una manera que no concuerda con la realidad. Nuestra mente hace que parezcan existir como defectos permanentes, inherentes y finalmente localizables dentro de nuestros mentores espirituales, y hace que existan como personas terribles o deficientes, independientemente de causas, circunstancias y de un marco conceptual. La falta de darnos cuenta hace que luego creamos que nuestros mentores existen verdaderamente de esa manera imposible.
La meditación del gurú no nos pide que neguemos las apariencias convencionales correctas de los que puedan ser los defectos o los errores de nuestros mentores. Nuestros mentores pueden de hecho estar demasiado ocupados para vernos cada vez que queramos, o pueden ser de hecho abusivos. Lo que la meditación nos pide que hagamos, en cambio, es refutar y desechar nuestra creencia confusa en las apariencias profundamente engañosas de cómo han llegado a existir nuestros mentores con los defectos particulares que realmente tienen. Necesitamos comprender la absurdez lógica, y por lo tanto, la imposibilidad de que nuestros mentores tengan imperfecciones particulares en virtud de algunos defectos internos, permanentes, localizables que, mediante sus propios poderes independientemente de cualquier otra cosa, los convierten en personas inherentemente mancilladas.
Tal entendimiento nos permite ver cómo los defectos y errores de nuestros mentores han surgido dependientemente de un enorme número de factores complejos. Esta comprensión permite que ocurra el proceso curativo. También nos permite ignorar, por el momento, los defectos que de hecho pueden tener nuestros mentores para enfocarnos en cambio, en la meditación del gurú, en sus buenas cualidades, e incluso para obtener inspiración de ellos. Podemos hacer eso ya sea que sigamos estudiando con ellos o que decidamos mantener distancia. Si mantenemos distancia de nuestros mentores, nuestra comprensión de cómo han surgido sus defectos y errores nos permitirá que sea una distancia respetuosa y con la cual estemos en paz.
Analogía con la terapia contextual para víctimas de abuso
En Lealtades invisibles, Boszormenyi-Nagy, el fundador húngaro de la terapia contextual, sugirió formas sensibles para sanar las heridas psicológicas de víctimas de abuso físico o sexual. Los métodos que delineó concuerdan de muchas maneras con el enfoque que se toma en la meditación del gurú del nivel sútrico. Su análisis puede aumentar nuestra comprensión de cómo la meditación puede ayudar a sanar las heridas de los estudiantes profundamente lastimados por maestros espirituales abusivos.
Boszormenyi-Nagy explicó que en el proceso de sanación, el primer paso es que las víctimas de abuso reconozcan su dolor y que tienen derecho a sentirse mal. En realidad fueron violadas, y el hecho de que nieguen la verdad sólo agregará combustible a la ira reprimida o a los sentimientos de culpa. De modo similar, si fuimos personalmente abusados por nuestros mentores espirituales o nos hemos enterado, por fuentes confiables, de que nuestros maestros han dañado a otros estudiantes, también nosotros necesitamos reconocer primero nuestro dolor y nuestro “derecho” a sentirnos mal. Fuimos, de hecho, agraviados o defraudados. La meditación del gurú puede incluir este reconocimiento como parte de la práctica preliminar de admitir abiertamente las propias dificultades.
Luego, la terapia contextual requiere tratar de comprender el contexto en el cual surgió el abuso, tanto del lado del perpetrador como de la víctima. Esto no significa racionalizar el comportamiento deficiente o los errores de juicio de parte del perpetrador, ni que las víctimas deban asumir toda la responsabilidad y sentirse culpables. Las víctimas de abuso necesitan, en cambio, ver claramente cómo surgieron las situaciones en dependencia de causas y condiciones. Al desarmar las apariencias engañosas que proyecta la propia mente con respecto a cómo existe nuestro mentor con sus deficiencias, el proceso concuerda con la conclusión alcanzada en la meditación del gurú.
Las víctimas de abuso también necesitan reconocer que tienen derecho a un mejor trato en la vida. En términos budistas, el derecho a la felicidad proviene de la posesión de un entramado innato de potenciales positivos como parte de la naturaleza búdica. No obstante, las víctimas de abuso necesitan ganarse esa felicidad actuando decentemente. Por ejemplo, los refugiados de guerra tienen derecho, simplemente como seres humanos, a tener hogares y un medio de vida en los países anfitriones. Sin embargo, necesitan ganarse un buen trato cumpliendo la ley y llevando vidas rectas. Similarmente, los buscadores espirituales abusados necesitan reafirmar la necesidad de cumplir las pautas del Dharma.
Muchas víctimas de abuso tienen imágenes negativas de sí mismas. Ya sea consciente o inconscientemente se culpan a sí mismas por lo sucedido, y pueden sentir que no merecen un trato mejor. Aunque sientan que tienen derecho a un trato mejor, quizá se resignen a volver a sufrir abuso. Un patrón similar emerge a menudo con víctimas a las que se les dice y sienten que son especiales. Durante la relación abusiva, un sentido exagerado de autoestima los hace inconscientes de ser víctimas de abuso. Con frecuencia niegan el abuso y defienden a los perpetradores, incluso si se les confronta con los hechos. Después, cuando sus abusadores encuentran otros “elegidos”, se sienten humilladas, experimentan una súbita degradación de su imagen propia y terminan profundamente heridas o completamente indignadas.
En todos los casos semejantes, las víctimas necesitan disipar la identificación con su imagen propia negativa para poder obtener o recobrar una estabilidad emocional. La misma pauta se aplica a tipos similares de buscadores abusados para obtener o recobrar relaciones sanas con maestros espirituales. En tanto se identifiquen como indignos, seguirán abiertos a la posible manipulación y abuso.
El paso siguiente en el proceso de sanación de la terapia contextual, es determinar lúcidamente el legado que las víctimas de abuso pueden llevarse de sus relaciones con los perpetradores. ¿Es simplemente indignación, amargura y una incapacidad para confiar en otra persona en el futuro, o puede la víctima sacar algo más positivo de ellos? La terapia alienta a enfocarse en los factores positivos obtenidos de la relación y desalienta hacer hincapié en los negativos. Tal enfoque constructivo les permite a las víctimas ser leales con los aspectos positivos e incorporarlos a su vida. En el caso de incesto, el proceso les permite a las víctimas tomar lo mejor de las generaciones pasadas y transmitirlo a su descendencia.
El proceso también ayuda a que las víctimas eviten actuar con una lealtad equivocada inconsciente hacia los aspectos negativos de los abusadores. Tales lealtades pueden resultar en que la víctima no tenga consideración consigo misma y que, debido a sentimientos de culpa, niegue su derecho a tener relaciones sanas – de acuerdo con el mensaje sutil transmitido por el abuso –. Consecuentemente, las victimas de abuso experimentan con frecuencia bloqueos mentales con respecto a la intimidad emocional y física, y pueden sentir que no están en condiciones para casarse o convertirse en padres.
En la meditación del gurú, los discípulos abusados pueden enfocarse del mismo modo en las buenas cualidades de sus mentores abusivos y dejar de hacer hincapié en el comportamiento impropio del maestro. Reconocer las cosas positivas que de hecho han obtenido en las relaciones discípulo-mentor con esos maestros, les permite a los discípulos recompensar a los maestros lo mejor que puedan, de formas positivas, conscientes, al continuar con sus tradiciones espirituales y tratar de transmitírselas a otros. Al hacer eso, “ganan el derecho” a continuar con sus vidas espirituales y a construir relaciones sanas con otros maestros. Si sólo se sienten amargados e indignados, ya sea que esos sentimientos estén acompañados o no con una culpa inconsciente debido a la creencia de que el abuso ocurrió debido a sus defectos y deficiencias personales – “yo no era un discípulo bastante bueno” – se privan de sentirse merecedores de otra relación de confianza. Los estudiantes de Dharma traumatizados por maestros abusivos terminan a menudo tan desilusionados que son incapaces de continuar en el sendero espiritual.
Los maestros involucrados en controversia
El método usado en la meditación del gurú del estilo kadam, complementado con los entendimientos profundos de la terapia contextual, también puede ser útil para enfrentar la confusión sobre los maestros involucrados en la controversia espiritual, pero libres de comportamiento abusivo relativos a ello. Supongamos, por ejemplo, que nuestros mentores espirituales no nos ordenan, con amenazas de ir al infierno, sostener o abandonar un protector de Dharma específico o un candidato específico como la encarnación de un gran Maestro y, por lo tanto, no nos abusan de esa manera. Sin embargo, nuestros mentores pueden practicar o renunciar privadamente al protector, o pueden señalar simplemente las ventajas y desventajas de hacer o no hacer la práctica, dejándonos la elección a nosotros. Lo mismo puede suceder con respecto a apoyar a uno u otro candidato a tulku. Podemos tener una opinión diferente de la de nuestros mentores y estar de acuerdo con el otro lado, pero sentir que al hacer eso somos desleales. Una manera sana de abordar la relación sería enfocarse en – y ser leales con – las cualidades positivas de nuestros mentores adoptándolas en nuestro comportamiento, sin tener que aceptar o hacer hincapié en los aspectos con los cuales disentimos.
El mismo consejo es válido si ya nos hemos convertido en discípulos de maestros de ambos lados de la controversia. A ambos maestros se les puede haber subido el poder a la cabeza y por lo tanto insistir en que denunciemos y abandonemos al otro lado, o ambos pueden dejar la decisión en nuestras manos, o uno puede tomar una postura y el otro la otra. No tiene importancia. Como aconsejó Su Santidad el decimocuarto Dalái Lama, las personas necesitan decidir basadas en sus poderes limitados de lógica y razón, y en su comprensión de las fuentes escriturales. Si los buscadores espirituales basan sus decisiones en ver a ambos maestros como budas, o en razonar meramente desde la perspectiva última de la vacuidad o la mente de luz clara, serán incapaces de decidir cosa alguna. Alternativamente, es posible que necesiten decidir que el asunto es irrelevante o que no es importante para su nivel de práctica espiritual y mantenerse, con ecuanimidad, a distancia de la controversia.
Ya sea que decidamos mantener distancia de uno o de ambos maestros, o mantener una relación con cada uno de ellos, aún podemos beneficiarnos del estilo kadam de la meditación del gurú del nivel sútrico. Necesitamos enfocarnos en las buenas cualidades de cada uno de nuestros maestros y evitar hacer hincapié en sus acciones destructivas o enigmáticas.
Superar los bloqueos emocionales en el aprecio de la bondad
En Una lámpara para el significado definitivo, Kongtrul correlacionó un elemento esencial de la meditación de la bodichita con la meditación del gurú. Un método para que los discípulos desarrollen la bodichita implica reconocer a todos los seres como habiendo sido sus madres en alguna vida previa, y enfocarse en su bondad de madre. De modo similar, la meditación del gurú requiere que se enfoquen en la bondad de sus mentores.
Sin embargo, a muchos occidentales les resulta difícil enfocarse en la bondad de su madre. Incapaces de encontrar la benevolencia o la bondad en su madre, la mayoría tampoco puede encontrar benevolencia alguna en ellos mismos. Aunque pueden estar desesperados por amor y bondad, sus bloqueos mentales les impiden frecuentemente reconocer y apreciar la bondad de otros, por ejemplo la de sus mentores espirituales. No importa cuánta bondad reciban, nunca es suficiente.
Una de las razones para ser incapaz de reconocer la bondad de nuestra madre puede ser porque no está a la altura de nuestros modelos de padres ideales. De modo similar, cuando nuestros mentores espirituales tienen deficiencias y no están a la altura de nuestros modelos de maestros ideales, también podemos tener dificultades para reconocer su bondad. Como niños que anhelan el amor ideal, nos sentimos defraudados si nuestros mentores no satisfacen nuestras expectativas.
Nuestros bloqueos emocionales para apreciar la bondad de nuestros mentores no tan perfectos, puede provenir de fallas en el etiquetado mental. La filosofía madyámaka explica que las palabras y los conceptos de los fenómenos generales conocibles, tales como la bondad, son etiquetas mentales que se refieren a un amplio conjunto de ejemplos específicos. Sin embargo, si tenemos ideas fijas acerca de qué es la bondad, usamos la palabra bondad para referirnos a sólo una forma específica de bondad. Nuestras ideas fijas nos tornan incapaces de incluir otras formas de comportamiento considerado en nuestros conceptos de bondad. Así, somos incapaces de reconocer y etiquetar esas formas de comportamiento como bondadosas y, consecuentemente, no las apreciamos.
Por ejemplo, podemos sentir que ser bondadoso significa mostrar calidez y afecto físico. Es posible que nuestra madre no haya sido particularmente cálida, por una variedad de razones. Raramente nos acariciaron cuando éramos niños. Quizás mostraron afecto de otras maneras, tales como cuidar meticulosamente de nuestras necesidades físicas. El comportamiento de nuestra madre, sin embargo, no concordaba con nuestras ideas fijas acerca de la bondad. Debido a que sostenemos sólo nuestras ideas limitadas acerca de la bondad como las características definitorias de una madre idealmente bondadosa, somos incapaces de etiquetar como bondad el cuidado físico que nos proporcionó nuestra madre.
Una falla similar en el etiquetado mental puede estar bloqueando nuestro reconocimiento y aprecio de la bondad de nuestros mentores. Podemos tener imágenes mentales de un mentor espiritual ideal – uno que pasa todo su tiempo ocupándose exclusivamente de nosotros, con una tierna calidez y afecto, como lo harían nuestra madre o padre ideales. Sin embargo, nuestros mentores espirituales pueden tener muchos otros discípulos además de nosotros y pueden no ser particularmente demostrativos de calidez física. Además, en una sociedad particularmente hipersensible al posible acoso sexual, nuestros mentores pueden sentir que es mejor ser reservados con respecto a las muestras de afecto. Muestran bondad al ocuparse meticulosamente de nuestras necesidades espirituales, enseñándonos con una dedicación y entusiasmo constantes a pesar de que no somos estudiantes tan perfectos. Para reconocer y apreciar la bondad de nuestros mentores y obtener inspiración de ella en la meditación del gurú, necesitamos aflojar y expandir nuestros conceptos restringidos acerca de la bondad. El etiquetado mental correcto es otro requerimiento para una rectificación apropiada de los términos.
Superar los bloqueos emocionales al mostrar respeto
A muchos occidentales, particularmente a los de las generaciones más jóvenes, les resulta difícil mostrar respeto. No respetan nada ni a nadie, debido quizás a que sienten que nada ni nadie es digno de confianza. Sistemáticamente, otros los defraudaron o traicionaron su confianza, empezando frecuentemente por padres trabajadores, forzados por las presiones del mundo moderno a dejarlos en guarderías infantiles al cuidado de extraños cuando aún eran bebés. Ven promesas y convenios frecuentemente rotos y a líderes políticos y espirituales a menudo involucrados en escándalos. Sienten que cualquiera que confíe en alguien que está en una posición de liderazgo, o que confíe en las palabras de una persona semejante, es irremediablemente idealista e ingenuo. A menudo, carecen incluso de respeto por sí mismos. Sus sentimientos inconscientes se manifiestan en la actitud de: “Todo está bien; no tiene importancia”.
Consideremos el ejemplo de las víctimas de abuso infantil. Las personas cuyos padres abusaron de ellas cuando eran niños, carecen usualmente de confianza en la causa y efecto conductual. Sin importar cómo actuaran, sus padres se emborrachaban y abusaban de ellas. El trato que recibían no era el resultado de su comportamiento. Incluso si se portaban bien, las violaban o golpeaban. Tales víctimas necesitan que se restaure su confianza en el funcionamiento correcto de la causa y efecto conductual.
La causa y efecto conductual, o karma, funciona de una manera no lineal, extremadamente compleja. No es como patear una pelota y que ésta salga volando. Las formas en que los padres responden a las situaciones o eventos no están determinadas simplemente por esos eventos, sino por sus perfiles de personalidad e historias personales, otros sucesos del día, presiones económicas, etcétera. De modo que el comportamiento propio de los niños no es la única causa determinante para recibir abuso por parte de los padres. A menudo su conducta simplemente proporciona las circunstancias que disparan mecanismos psicológicos más profundos en sus padres. Para obtener un auto respeto, los niños abusados necesitan obtener una comprensión más amplia de los múltiples factores que han contribuido al trato abusivo por parte de sus padres.
La meditación del gurú nos pide de modo similar que comprendamos el amplio campo de causas y circunstancias que ocasionaron, no sólo los logros de nuestros mentores, sino sus fallas también. Cuanto más comprendamos la causa y efecto conductual, más lucidez tendremos con respecto a nuestros mentores. La convicción y la confianza lúcidas en un mentor están libres de ingenuidad.
Esperar que un padre abusivo actúe como lo haría un padre ideal es simplemente ingenuidad. Un niño abusado está en lo correcto al no confiar en que la persona es perfecta. De modo similar, si idealizamos a nuestros mentores, podemos cegarnos al funcionamiento de la causa y efecto conductual que contribuye a su verdadera conducta. Cuando nuestros mentores no están a la altura de nuestros ideales, ya no confiamos en ellos y nos resulta muy difícil mostrar respeto. Sin embargo, si comprendemos al menos los principios de la causa y efecto conductual, confiamos que nuestros mentores se comportarán de acuerdo con ellos. No nos decepcionaremos.
Por ejemplo, podemos estar practicando el Dharma sinceramente, pero nuestros mentores pueden estar demasiado cansados u ocupados para vernos. Si esperamos que nuestros mentores siempre estén disponibles cuando queramos consejo, nuestra confianza en que eso suceda es ingenua. Si esperamos lo imposible, es inevitable que nuestros mentores nos decepcionen. Si, por otro lado, comprendemos la causa y efecto conductual, confiamos en que ocurrirá algo más razonable. Confiamos que nuestros mentores nos darán cantidades equitativas de tiempo y atención cuando las circunstancias lo permitan.
La confianza razonable procede del pensamiento racional, no de la ingenuidad o de los sueños idealistas. Con una confianza semejante no denigramos a nuestros mentores como malos mentores porque no tienen tiempo para nosotros en este momento. De modo similar, no nos menospreciemos imaginando que la no disponibilidad de nuestros mentores se debe a que somos malos discípulos. De esta manera, la confianza razonable permite un respeto lúcido por el mentor propio y por uno mismo.