Detalles sobre la cognición conceptual

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Repaso

Entre los siete modos de conocer, algunas son formas válidas de conocer y otras son no válidas. Las formas válidas de conocer son la cognición desnuda y la cognición inferencial y todas las demás son no válidas. "Válida" significa que es nueva y no engañosa, y "no engañosa" significa tanto precisa como decisiva. Una cognición que aprehende tampoco es engañosa, pero no requiere la cualidad de ser nueva. Las cogniciones que aprehenden incluyen, no solo la cognición desnuda y la cognición inferencial, sino también la cognición subsecuente. La aprehensión puede ser explícita o implícita, dependiendo de si surge o no un holograma mental del objeto involucrado y aparece en la cognición. Explícita es cuando aparece en la cognición e implícita es cuando no aparece.

Cognición conceptual: las categorías como objetos que aparecen

La siguiente división que necesitamos entender es entre cognición conceptual y no conceptual. En primer lugar, la cognición conceptual ocurre solo con la conciencia mental, mientras que la cognición no conceptual puede ocurrir con la conciencia mental o sensorial. Una cognición conceptual es una cognición de algo a través de una categoría mental como el objeto que aparece. El objeto que aparece (snang-yul), si lo imaginamos gráficamente, es el que está surgiendo directamente en la cognición, como si estuviera directamente frente a la conciencia. En la cognición conceptual, el objeto que aparece es una categoría mental que, según la explicación Sautrántika, es una entidad metafísica (spyi-mtshan). No es algo objetivo (rang-mtshan). En otras palabras, no existe fuera del proceso de conceptualización. No hay ninguna categoría sentada al otro lado de la habitación y que podamos ver. Allí hay un muro o una persona, pero no existen las categorías mentales “muros” y “personas”.

Una categoría mental es algo que surge solo en la cognición conceptual y es estática. No es algo que cambie. Podemos reemplazar la característica definitoria compuesta de una categoría mental por otra, quizás una más precisa, pero la categoría mental en sí misma no creció ni surgió orgánicamente como una planta o un cuerpo o un entendimiento. Es solo una categoría fija. Por ejemplo, podríamos considerar que solo los seres humanos pertenecen a la categoría "personas", pero luego aprendemos que el budismo considera a todos los seres sintientes como personas y, por lo tanto, ampliamos la característica definitoria compuesta de la categoría "personas" para que también incluya seres sintientes no humanos, como los animales. También hay categorías de audio, donde muchos sonidos encajan en la categoría de que todos son el sonido de la misma palabra. También hay categorías de objeto, ya que todas las variedades de manzanas encajan en la categoría de "manzana".

Como humanos, tenemos lenguaje asociado con audio y categorías de objetos. Algunos animales también tienen lenguaje, pero la vaca no tiene que pensar verbalmente "establo" para saber que, cualquiera que sea el ángulo desde el que mire, lo que ve es el establo y sabe entrar en él. Los animales saben válidamente tales cosas porque ellos también piensan conceptualmente. Uno de los problemas es que tenemos la palabra "pensar" en nuestros idiomas occidentales y la tomamos para incluir solo el pensamiento verbal y lo restringimos a los humanos. No hay una palabra de uso común en nuestra terminología occidental que también pueda aplicarse a la cognición conceptual de los animales.

Cognición conceptual: reversos conceptuales y representaciones mentales

La categoría en la cognición conceptual es equivalente a un reverso conceptual de todo lo que no comparte su característica definitoria compuesta (blo'i gzhan-sel). Al igual que la categoría, el reverso conceptual también es un fenómeno estático y es una especie de especificador (ldog-pa, reverso), lo que a veces llamo un “nada más que”. Aunque una categoría surge como un reverso conceptual en la actividad mental de la cognición conceptual, al ser estática, no tiene forma. Pero, a través de ella surge también una representación mental no estática –otra vez, un holograma mental– que representa la categoría. Este es el objeto conceptualmente implicado (zhen-yul) de la cognición conceptual y es una representación genérica de todos los elementos individuales que encajan en la categoría.

Por ejemplo, cuando pensamos, recordamos o imaginamos a nuestra madre, puede surgir una imagen representativa que la represente. La representación que usamos para recordarla puede cambiar cada vez que pensamos en ella, porque lo que surge no es una fotografía estancada. Lo que imaginamos cuando pensamos en ella también puede estar más o menos enfocado, o con diferentes detalles.

También podríamos pensar en ella representándola simplemente con el sonido mental de la palabra “madre”. En el pensamiento verbal –que para la mayoría de nosotros dura una gran cantidad de tiempo– surgen representaciones mentales de las categorías de audio de las palabras, con categorías de significado, equivalentes a las categorías de objetos, asociadas con ellas. Estos sonidos mentales representativos constituyen la llamada “voz en nuestra cabeza”. Por supuesto, no hay un "yo" separado que esté hablando por un micrófono en el escritorio de nuestra cabeza, aunque podría sentirse así. Los sonidos mentales de: “¿Qué debo decir ahora? Todo el mundo me mira”, puede surgir, pero no existe un “yo” separado de esta actividad mental que es la que habla en nuestra cabeza y nos preocupa. Pensar que existe tal "yo" es una idea totalmente errónea de lo que realmente está sucediendo.

En la cognición conceptual de pensar de nuestra madre, entonces, el objeto que aparece es la categoría “mi madre”. El objeto involucrado con el que se relaciona la cognición conceptual es el objeto conceptualmente implicado, la representación mental genérica de nuestra madre. Tal representación surge de un hábito construido, como una huella mental, de haberla conocido toda su vida. Las cogniciones conceptuales no tienen objetos focales que proyecten un aspecto de sí mismos sobre la conciencia mental y que, por lo tanto, sean las fuentes externas de los hologramas mentales que surgen. El objeto involucrado es en quien estamos pensando, esta representación mental de nuestra madre. La representación puede ser una imagen mental, o el sonido mental de la palabra “madre” o el sonido de su voz o lo que sea que represente a “mi madre” en nuestra mente. El objeto que aparece cuando pensamos en ella o la recordamos es la categoría “mi madre”, que es un compuesto que se extiende cada vez que vimos a nuestra madre o hablamos con ella.

Cognición conceptual cuando el objeto externo está presente

La cognición conceptual de algo también ocurre cuando el objeto externo está presente. Cuando miro a María, por ejemplo, la veo. Eso es cognición desnuda sensorial no conceptual. Tanto el objeto involucrado como el objeto que aparece es objetivamente María. En una cognición conceptual separada inmediatamente después de verla, la veo a través del filtro de la categoría mental en la que la acomodo. Esa podría ser la categoría de recordar quién es ella, proveniente del recuerdo de una interacción con ella en el pasado.

Sin embargo, de hecho, cuando la vi por primera vez hoy, no recordaba quién era: no la reconocí. No obstante, estaba viendo a una persona con el nombre de “María” y la había encajado conceptualmente en la categoría de “alguien que no conozco”. Entonces, basado en algo vergonzoso que me dijo, como “yo soy la que te invitó a dar este seminario”, recordé que esa era la María que me había invitado y que había visto ayer en el aeropuerto cuando llegué. Tanto antes como después de que la reconociera, ella permaneció como el objeto implicado de mi cognición sensorial, mientras que una representación mental de ella seguía siendo el objeto implicado de una cognición conceptual simultánea. Pero ahora la estaba percibiendo a través de la categoría de objeto, “María, mi anfitriona”, en lugar de la categoría de objeto “alguien que no conozco”. Como ella estaba justo frente a mis ojos, el holograma mental que surgió en mi cognición conceptual correspondía al holograma mental que surgió en mi cognición sensorial no conceptual. Pero, claro, ese holograma mental cambiaba a cada momento mientras ella se movía y hablaba: yo no estaba viendo ni escuchando una estatua.

Supongamos que pienso en ella más tarde, después de que se haya ido a la otra habitación. En realidad, ya no la veo, pero todavía hay una representación mental de ella en mi pensamiento conceptual. Si tengo muy buena memoria, la imagen mental se verá exactamente como su postura y con la misma expresión facial durante uno de los momentos en que la vi. Esta imagen la representará durante todo el período en que la estuve viendo, pero, por supuesto, no estuvo congelada en esa posición durante toda la interacción. Pero, la mayoría de nosotros, no tenemos ese tipo de memoria fotográfica. No podemos imaginarnos a alguien exactamente como se veía en un momento específico. Aun así, hay un holograma mental que representa lo que vimos.

Diferencias entre cognición conceptual y no conceptual

Cuando vemos a María –o, más precisamente, la forma coloreada del cuerpo sobre el que la persona de María es una imputación–, también estamos viendo no conceptualmente qué tipo de persona es ella objetivamente: un ser humano, una mujer, una persona joven y demás. De hecho, estamos viendo a una joven mujer humana. Estos hechos son imputaciones sobre su cuerpo y, a su vez, sobre ella. Su cuerpo también tiene propiedades objetivas (khyad-par), como el peso, la altura, etc. Estamos viendo a una joven mujer humana que pesa algo y tiene cierta altura. Pero solo cuando la conocemos conceptualmente inmediatamente después de verla, encajamos lo que vemos en las categorías de objeto de un ser humano, una mujer, etc., con cualquier asociación que podamos proyectar conceptualmente sobre estas categorías. Además, solo en la cognición conceptual, agregamos cualidades como alto, bajo, amable, etc., y otras categorías como "anfitrión". Cuando simplemente la vemos, no la vemos ni alta ni baja, ni como nuestra anfitriona.

Aquí hay una gran diferencia entre la cognición conceptual y no conceptual de María. Con la cognición no conceptual, no hay categorías. Aunque no existe la categoría de “María”, sin embargo, estamos viendo a María. Ese es un hecho objetivo sobre esta persona: ella es María, no Susana. También es objetivo qué tipo de objeto estamos viendo. No estamos viendo solo formas coloreadas; estamos viendo un objeto de sentido común, un cuerpo, no una mesa, un cuerpo que también puede ser escuchado y conocido a través de los otros sentidos. Además, no solo estamos viendo un cuerpo, sino que estamos viendo un ser humano, una persona, específicamente una mujer humana joven, no una jirafa macho. ¿A qué persona estamos viendo? María, una persona individual con una característica definitoria no común y un nombre. No estamos viendo a Susana. Pero no la conocemos como la joven María a menos que la conozcamos conceptualmente a través de la categoría de objeto de esta joven específica designada con el nombre “María”.

¿Ven la diferencia entre la cognición no conceptual y la conceptual? Con la cognición no conceptual, estamos viendo a una persona, estamos viendo a María. Pero, inicialmente no sabemos eso desde el primer momento de ver a una persona. Para saber que es mi anfitriona María, necesitamos encajarla conceptualmente en la categoría correcta. La categoría equivocada sería alguien que nunca conocí antes.

El pensamiento conceptual, entonces, no es solo la voz que suena en nuestra cabeza. Incluye las concepciones y preconcepciones de las cosas a las que se refieren las palabras, que necesitamos para dar sentido a lo que estamos experimentando y comunicando con los demás. De lo contrario, no podríamos entender el lenguaje.

Concepciones sin lenguaje

También podemos tener concepciones sin lenguaje. Un perro tiene la concepción o categoría “mi amo”. Cada vez que huele a cierta persona, la encuadra en esta categoría y conoce conceptualmente a la persona como “mi amo”. Para el perro, “mi amo” suele estar representado por un olor, pero sin una palabra para ello. No tiene que estar representado por una imagen visual. Los animales tienen cognición conceptual. Después de todo, ¿cómo sabe un león bebé qué es la comida? Un bebé león aprende igual que un bebé humano.

Entonces, ¿cómo aprende un bebé qué es comida y qué no es comida? Inicialmente, un bebé se lleva todo a la boca, pero en algún momento aprende a excluir lo que no es comida y a diferenciar comida de no comida. De lo contrario, durante el resto de su vida ese bebé necesitaría meterse todo en la boca para saber si es comestible o no. Pero recuerden, las categorías, como la categoría “comida”, son fenómenos estáticos; no crecen orgánicamente. Lo que el bebé necesita aprender es qué elementos encajan correctamente en la categoría "comida" y qué elementos excluir. Lo mismo ocurre con un león bebé. La diferencia es que un bebé humano en algún momento aprende a designar la categoría “comida” con la palabra “comida”; el bebé león no aprende una palabra para eso.

Determinar los elementos que encajan en una categoría mental

¿Cómo sabemos qué artículos encajan en qué categorías? Necesitamos analizar cuidadosamente aquí. Algunas categorías, como "comida", son naturalmente parte de nuestra composición biológica. Nadie necesita enseñarnos que existe algo llamado comida, no estamos hablando de aprender una palabra para eso, y que ciertas sustancias son, de hecho, comida y debemos llevarlas a la boca, masticarlas y tragarlas. Todos necesitamos alimentos para sobrevivir e instintivamente comemos; y, como mamíferos, tenemos la necesidad instintiva de amamantar la leche materna. La cuestión es qué creemos que encaja en la categoría de alimentos. Algunas especies, como los leones, incluyen naturalmente la carne en la categoría de alimento, pero no la hierba, por ejemplo. Para diferentes especies, diferentes elementos se consideran instintivamente como alimento. Una vaca instintivamente come pasto, no carne. Para los humanos, sin embargo, no es tan sencillo.

La característica definitoria compuesta de la categoría “comida” es algo que desempeña la función de hacer que la sensación desagradable de hambre desaparezca cuando se ingiere. Muchas cosas pueden hacer eso, incluyendo tanto la leche como la basura podrida. Aunque chupar un chupete de goma puede satisfacer la necesidad de consuelo del bebé, no hace que desaparezca la sensación de hambre. Entonces, a través de la experiencia personal y el ensayo y error, el bebé aprende a excluir el chupete de goma, los juguetes, etc. de la categoría "comida".
Pero, ¿cómo aprende a excluir la basura podrida? Por supuesto, si algo sabe mal o le quema la boca, como los chiles, el bebé no lo comerá y no lo considerará como alimento. Pero, ¿qué pasa con una galleta que se ha caído al suelo, pero aún sabe bien? La galleta sucia todavía tiene el rasgo característico definitorio individual de que hará que la desagradable sensación de hambre desaparezca si se come.

El bebé necesita aprender una subcategoría de alimentos –alimentos que son seguros para comer– que tiene el rasgo característico definitorio compuesto adicional de algo que no lo enferma cuando se ingiere. Determinar si algo te enfermará o no, no es tan obvio. Algunas cosas te enfermarán casi de inmediato y otras, como la comida chatarra, te enfermarán a largo plazo. También hay una distinción entre lo que es seguro para comer y lo que es saludable para comer. Pero dejemos eso de lado por hoy.

Que algo que nos quita el hambre sea seguro para comer y no hará que nos enfermemos, requiere el reconocimiento de la relación causal entre comer algo y enfermarnos. ¿Cómo aprende eso un bebé? Como adultos, podemos aprender eso a través de prueba y error de la experiencia personal. Comemos algo que nos enferma y así evitamos volver a comerlo. Pero para un bebé es difícil entender la relación causal entre comerse la galleta sucia y enfermarse. El bebé necesita que sus padres le enseñen la categoría “sucia”, que una galleta que se ha caído al suelo es un artículo que pertenece a la categoría “sucia”, y que los artículos de la categoría “sucia” no pueden estar también en la categoría "alimentos seguros para comer". Aprender todo eso puede tomar tiempo y requiere disciplinar al bebé, pero el bebé finalmente aprenderá. Para los adultos, aprender que la comida chatarra también debe ser excluida de la categoría "alimentos seguros para comer" es más difícil.

¿Cómo podemos mirar una flor y tener un pensamiento conceptual sobre ella al mismo tiempo?

Eso se complica. Primero, vemos la flor, que es cognición desnuda visual no conceptual que toma una forma coloreada y una flor de sentido común como su objeto involucrado. En este punto, no pensamos “flor” o “qué hermosa”; todavía no hemos encajado lo que vemos conceptualmente en la categoría "flores" u "objetos hermosos". Esta cognición desnuda no conceptual dura solo un ínfimo momento, pero luego, dado que nuestra cognición de ella ya no es nueva, el que la veamos se convierte en cognición subsecuente. Todavía es no conceptual, pero ya no es cognición desnuda.

Entonces, antes de que pensemos “flor”, tenemos un sesenta y cuatravo de segundo de cognición no determinante hasta que nuestra atención cambia de la cognición no conceptual a la conceptual. Durante las fases de cognición desnuda y cognición subsecuente, nuestra cognición de este objeto fue decisiva: definitivamente estábamos distinguiendo este objeto y no otra cosa de todos los demás objetos a su alrededor. Pero ahora, nuestro factor mental de distinguir se está volviendo hacia en qué categoría encajarla, y así tenemos esta pequeña fracción de segundo de cognición no determinante de la flor.

Cuando ahora conocemos conceptualmente la flor a través de la categoría "flores" y posiblemente con la palabra "flor", aún estamos viendo la flor, pero con una cognición visual no conceptual separada. La cognición conceptual se superpone a la no conceptual, haciendo que el ver no conceptual esté ligeramente velado. Sin embargo, no diríamos que ya no tenemos una cognición no conceptual de la flor cuando la encajamos en la categoría.

La cognición conceptual simultánea de la representación mental de este objeto a través de la categoría “flores” es lo que se llama una apariencia de cognición desnuda (mngon-sum ji-ltar-ba), no cognición desnuda real. Aunque en la cognición conceptual surge un holograma mental correspondiente al que surge en el ver, la cognición conceptual es engañosa. Es engañosa porque parece que todos los objetos que encajan en la categoría "flores" se ven así. El holograma mental que se parece a la flor externa se toma como una representación mental genérica de la categoría “flores”.

El papel de la cognición conceptual en tener emociones perturbadoras durante la cognición desnuda sensorial 

Después de tener una apariencia de cognición desnuda de la flor, que en realidad es una cognición conceptual de ella a través de la categoría “flor”, es posible tener una cognición desnuda visual no conceptual de la flor una vez más sin conceptualizar simultáneamente sobre ella. Cuando lo hacemos, nuestra comprensión de ella como una flor se traslada a nuestra cognición desnuda visual por la fuerza de nuestra cognición conceptual previa. Esto se vuelve muy relevante para comprender cómo las emociones perturbadoras acompañan a la cognición desnuda sensorial no conceptual. Primero requieren cognición conceptual.

Analicemos un ejemplo, la codicia por la comida. Miramos el postre que almorzamos e, inicialmente, todo lo que vemos son formas de colores y un objeto de sentido común, el postre. Nuestra cognición desnuda visual no conceptual del postre no estuvo acompañada de ninguna emoción perturbadora, como la codicia. La codicia, el apego o el deseo solo surgen con una exageración de las cualidades positivas de un objeto y/o una proyección de cualidades positivas que no existen.

La codicia viene, entonces, solo con la cognición conceptual en la que encajamos el postre que vemos en la categoría no solo de “postre”, sino también en la categoría “la cosa más fantástica del mundo que, cuanto más como, más feliz me hará”. Esta es una exageración de las buenas cualidades del postre y es una consideración incorrecta (tshul-min yid-la byed-pa). Estamos encajando el postre en una caja mental inapropiada en la que no encaja válidamente, “la cosa más fantástica del mundo”. Esa codicia puede luego trasladarse a la cognición desnuda sensorial no conceptual del sabor del postre mientras lo comemos.

Ejemplos de cogniciones conceptuales y no conceptuales simultáneas

A menudo tenemos varias cogniciones que ocurren simultáneamente. Por ejemplo, cuando alguien nos habla, tenemos una cognición desnuda de audio no conceptual de escuchar los sonidos de las palabras que están diciendo, mientras que los conocemos conceptualmente en las categorías de audio de las palabras y las categorías de significado de lo que significan las palabras. De esta manera, entendemos lo que están diciendo. De hecho, nuestra cognición conceptual aquí es un tipo de cognición inferencial. Se basa en la línea de razonamiento: si escucho tales y cuales sonidos, son los sonidos de tales y cuales palabras y tienen tal o cual significado. Esto se llama “cognición inferencial basada en convenciones”.

Simultáneamente con esta cognición conceptual inferencial, también estamos viendo a la persona. Aunque el factor mental de la atención acompaña tanto a que los veamos como a que los escuchemos, la fuerza de nuestra atención con cada uno puede variar. Si el factor mental de la distinción que acompaña a nuestra cognición desnuda visual no conceptual distingue una determinada mirada en sus ojos y una determinada expresión en su rostro y una determinada postura, también podemos inferir conceptualmente que la persona está cansada. ¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos apoyándonos en la línea de razonamiento: “si alguien se ve así, está cansado”, que aprendimos por experiencia personal. Confiando en esa inferencia, seguimos viéndola al tiempo que conceptualizamos sobre ella a través de la categoría "persona cansada".

También podríamos inferir conceptualmente que está cansada por el tono agresivo y malhumorado de su voz. Debido a esa comprensión, modificaremos nuestro comportamiento y no entraremos en una gran discusión o debate con ella en ese momento porque está demasiado malhumorada para ser racional. Es aún más útil cuando reconocemos que nosotros mismos estamos demasiado cansados y malhumorados. Luego, seguimos el consejo de Trijang Rinpoche de “acostar al bebé” cuando estamos demasiado malhumorados o molestos para enfrentar algo adecuadamente. Nos acostamos, tal vez tomamos una siesta o nos vamos a dormir por la noche, y sin duda, nos sentiremos diferentes cuando nos levantemos. Normalmente nos sentimos mejor y nuestro estado de ánimo ha cambiado.

Cognición inducida por otros y cognición autoinducida

Antes de acostarnos veíamos las cosas muy negativamente y, por la mañana, nos sentíamos mejor y veíamos las cosas de otra manera. ¿Cómo sabemos cuál es la correcta? Usamos otra forma válida de conocer algo: la cognición inducida por otros (gzhan-la nges-kyi tshad-ma), o más completamente: una cognición válida en la que la determinación de su objeto (en este caso, cuál es el correcto) necesita ser inducida por otra cognición. En otras palabras, sabemos que para evaluar cuál es la correcta –y no solo con base en el razonamiento: “Es correcta porque yo creo que sí” –, necesitamos tener otra cognición en la que obtengamos más información. Entonces, comprobamos.

Por ejemplo, supongamos que anoche, cuando llegamos a casa del trabajo, pensamos: “Creo que cometí un error en el trabajo hoy. Realmente arruiné las cosas en la oficina”. Nos acomodamos conceptualmente en la categoría mental de “persona horrible” y nos preocupamos mucho, nos alteramos y nos ponemos de mal humor. Entonces, nos acostamos temprano, basándonos en el conocimiento válido de que, para determinar si cometimos un error o no, tendríamos que volver a la oficina por la mañana y obtener más pruebas. Entonces, por la mañana, cuando nos hayamos calmado, volvemos a la oficina y comprobamos. De esa manera, vemos, por ejemplo, que en realidad no nos equivocamos en absoluto. Ahora, con la cognición autoinducida (rang-las nges-kyi tshad-ma), sabemos que no necesitamos más información. Con base en lo que hemos aprendido en la oficina, podemos determinar que lo que ahora concluimos es correcto. Nos conocemos conceptualmente a nosotros mismos a través de la categoría mental “alguien que no arruinó las cosas”.

De manera similar, si alguien nos dijo algo que pensamos que era extraño, usamos la cognición inducida por otros para saber que, antes de llegar a una conclusión sobre lo que quiso decir, debemos pedirle a la persona que lo aclare.

Sacar la conclusión correcta y la respuesta emocional que sigue

Cuando nos apoyamos en una línea de razonamiento y llegamos a una conclusión, ¿cómo sabemos que nuestra conclusión es correcta? Una vez más, eso no es tan simple. Las fallas en la lógica constituyen un gran tema estudiado en el budismo. Pero hay otras pautas que podemos usar cuando no estamos debatiendo con lógica formal. Por ejemplo, en la meditación sobre la muerte y la impermanencia, consideramos que la muerte llegará con certeza, pero no hay certeza de cuándo llegará. Podemos sacar dos conclusiones opuestas de eso. Podemos inferir que la muerte es lo más terrible del mundo. Entonces conocemos conceptualmente la muerte a través de la categoría “la cosa más terrible del mundo” y nuestra respuesta es que nos deprimimos. Por otro lado, podemos inferir que nunca podemos saber cuándo se acaba nuestro tiempo, por lo que es mejor que aprovechemos al máximo las oportunidades que tenemos ahora y no desperdiciemos nuestra preciosa vida humana. Entonces, conocemos conceptualmente la muerte a través de la categoría “un incentivo para no desperdiciar mi vida, sino para hacer algo constructivo”. ¿Cuál es la cognición inferencial correcta?

Basado en el principio general de que todos quieren ser felices y nadie quiere ser infeliz, si simplemente nos deprimimos por la muerte, entonces no hicimos la inferencia correctamente. La conclusión incorrecta de la inferencia fue que es desesperanzador, porque el resultado de llegar a esta conclusión es que somos miserables. Nos volvemos apáticos acerca de hacer algo positivo. La inferencia correcta lleva a la conclusión de que, cualquier cosa que queramos lograr, es mejor no perder el tiempo sino hacerlo ahora. Entonces no estamos deprimidos por la incertidumbre del momento de nuestra muerte y tenemos un estado mental positivo.

La respuesta emocional es lo que va con nuestro modo de conocer. No podemos decir que una respuesta emocional sea válida o inválida. El hecho de que vamos a morir y somos conscientes de ello es el mismo independientemente de a qué conclusión lleguemos conceptualmente y cómo respondamos. La respuesta emocional es una elección y nos ayuda a evaluar las conclusiones que sacamos. Una conclusión y una respuesta nos paralizarán y nos harán sentir miserables, mientras que la otra nos hará felices porque sentimos que estamos haciendo el mejor uso de nuestro tiempo. Si tenemos un darse cuenta que discrimina bien desarrollado, seremos capaces de discriminar cuál será beneficiosa y cuál será autodestructiva. Estar en una depresión, ser miserable y luego morir: eso no es muy útil ni divertido.

Estas dos conclusiones opuestas y respuestas emocionales se basan en información válida. Independientemente de cómo conceptualicemos la muerte con base en esta información, es un hecho que la muerte llegará con seguridad y nunca podemos saber cuándo llegará.

Respuestas emocionales y cognición válida

Nuestra respuesta emocional a cualquier conclusión que extraigamos con base en la cognición conceptual inferencial se verá afectada por las tendencias que tengamos, la fuerza de nuestras emociones perturbadoras y otros factores mentales. Por ejemplo, anoche volvíamos caminando del restaurante y había una persona tirada en la calle. Una respuesta podría ser que no queremos involucrarnos, por una variedad de razones, por lo que podríamos simplemente pasar sin preocuparnos. Ese es un tipo de respuesta emocional, basada quizás en tener prisa y no tener tiempo. Nuestra cognición fue precisa en cuanto a ver que había alguien tirado en la calle y fue decisiva: realmente había alguien tirado allí. No era un maniquí de un escaparate; era un ser humano. No sabíamos qué le pasaba a la persona y, si no nos hubiera importado, podríamos no habernos detenido a preguntar.

Pero, dado que la tendencia a la compasión era fuerte en nosotros, sabíamos válidamente que necesitábamos obtener más información para determinar si esta persona necesitaba ayuda o no. Cualquier otra respuesta tendría que basarse en saber válidamente si estaba herida o no. Las personas que estaban conmigo, hablando finlandés, se detuvieron y le preguntaron a la persona si estaba bien. Su respuesta emocional fue preocupación. La persona dijo que estaban bien y que el taxi que llamó no había llegado todavía y estaba descansando. Tampoco estaba borracha. De hecho, se levantó y se fue.

Luego especulamos que tal vez era una especie de experimento para ver si alguien se detenía y ofrecía ayuda. Esa conclusión podría haber sido completamente incorrecta, porque no verificamos. Nos pareció que era autoevidente que eran periodistas o algo así. Inventamos una historia completa de por qué esta persona estaba tendida en el suelo y por qué pudo levantarse y alejarse después de que le preguntamos si necesitaba ayuda. Nuestra inferencia podría haber sido correcta o incorrecta. Ahora nunca lo sabremos.

La pregunta es: ¿qué respuesta emocional fue válida: preocuparse e involucrarse o no preocuparse y seguir caminando? Después de todo, tal vez la persona solo estaba descansando mientras esperaba el taxi, como dijo, por lo que preguntarle si necesitaba ayuda era totalmente innecesario. Pudo haber respondido que nos ocupáramos de nuestros propios asuntos. Pero llegamos a la conclusión de que mostrar preocupación y compasión era la mejor respuesta, pero no podemos decir que fuera una respuesta emocional más válida que simplemente seguir caminando. Ciertas respuestas emocionales son apropiadas y otras no, dependiendo de la situación. En muchos casos, sin embargo, respondemos emocionalmente antes de obtener suficiente información para ser precisos y decisivos sobre lo que vemos o escuchamos y lo que inferimos. Fue preciso y decisivo que vimos a alguien tirado en el suelo. No era preciso ni decisivo inferir que la persona estaba herida o borracha.

Nuestras respuestas emocionales a lo que vemos o escuchamos, entonces, dependen en gran medida de las inferencias que extraigamos de la información que obtenemos. Debido a que algunas respuestas emocionales nos causan mucho sufrimiento a nosotros y a los demás, es muy importante ser capaces de diferenciar los modos de conocer válidos de los no válidos.

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