Vaibáshika y Sautrántika: el yo

Introducción  

Cuando analizamos el concepto del yo en el budismo, debemos analizarlo desde los puntos de vista de las cuatro escuelas de los sistemas de principios indios. Vamos a perfeccionar nuestra comprensión cada vez más a medida que avanzamos en estas escuelas. Cuando hablamos de la identidad, la palabra identidad aquí se usará como sinónimo de persona y "yo". Cuando me miro al espejo y me veo, me veo “a mí”, veo a una persona; todo se refiere a lo mismo. No estamos hablando de ego; no estamos hablando de ninguna de estas cosas psicológicas; simplemente estamos hablando del "yo" convencional.

Para comprender el yo, como cualquier otra cosa en el budismo, tenemos que excluir lo que no es. Esa es la única manera en que podemos identificar las cosas; es lo que queda después de excluir lo que no es. Así es como un médico diagnostica una enfermedad; algo ha sido excluido; no es esto y no es aquello. De esa manera, podemos concluir de qué se trata. 

Los cuatro sistemas de principios afirman que carecemos de un yo o un alma burda e imposible. En otras palabras, el tipo de alma o atman que afirman los sistemas indios no budistas; esto es imposible. No existe tal cosa; no existimos así. No existimos como este tipo de alma, este tipo de atman. Ese no soy “yo”, ¿de acuerdo? 

Afirmaciones sobre el yo comunes a los cuatro sistemas de principios budistas 

Repasemos aquí las características de lo que el yo no es y luego veamos qué es. El yo no es algo estático, que no se ve afectado por causas y condiciones, que no cambia de momento en momento. No es como si hubiera algo dentro de nuestro cuerpo y mente que siempre permanece igual, ese siempre soy "yo". No es eso. Más bien, el yo no es estático. Se ve afectado por causas y condiciones, y cambia de momento a momento. Cambia todo el tiempo. Soy joven, soy viejo, estoy cansado y estoy despierto; cambio todo el tiempo.

Entonces, el yo es algo que, como un continuo mental, carece de comienzo. Cada vida tiene un comienzo, por supuesto, pero ese no es el comienzo de la existencia del yo. El yo no es creado por algún dios creador ni por el esperma y el óvulo de los padres, ni surge espontáneamente de la nada. 

El yo tampoco es una entidad con todos los demás yos. No tenemos esta idea en el budismo, como en el Advaita Vedanta de que, con la liberación, todos los atmans se fusionan y se vuelven uno en Brahma sin cualidad. No es que todos seamos uno. El yo es siempre individual incluso cuando está iluminado. Por lo tanto, no es que nuestra individualidad sea una ilusión y que todos constituyamos una sopa indiferenciada. Todos somos individuales, siempre individuales.

Además, el yo no es sin partes. No es como la creencia de algunas escuelas indias de que el yo es una mónada sin partes, como una chispa de vida, o que somos uno con el universo. El yo siempre tiene partes. Por ejemplo, tenemos cuerpo y mente y también partes en términos de momentos de continuidad.

El yo carece de existencia como algo independiente o separado del cuerpo y la mente. Muchos de los sistemas indios dicen que, con la liberación, el yo existe solo, sin cuerpo ni mente. El budismo dice que eso es imposible. Estas escuelas no hablan de iluminación; están hablando de liberación, liberación del samsara, renacimiento incontrolablemente recurrente. 

Tenemos que entender que la mayoría de los sistemas filosóficos indios, salvo algunas excepciones muy menores, hablan de las mismas cuestiones. Algunos dicen que hay un dios creador, otros no, pero todos aceptan el renacimiento, y ese renacimiento es generado por nuestras acciones kármicas compulsivas. Básicamente, todos aceptan el karma, aunque su comprensión del karma será diferente. Todos afirman que el renacimiento es incontrolablemente recurrente. Todos lo llaman samsara y están de acuerdo en que implica sufrimiento, que el sufrimiento proviene de nuestra falta de darnos cuenta de cómo existimos y de cómo existe la realidad, y que con una comprensión correcta podemos liberarnos de ello.

Sin embargo, llegó el Buda y dijo: bueno, tu comprensión de todas estas cosas no es correcta. He comprendido el verdadero sufrimiento, la verdadera causa del mismo, el verdadero estado de liberación del mismo y la verdadera comprensión que lo provocará; esas son las Cuatro Verdades Nobles.

Recuerden, tengan cuidado; no utilicen simplemente esta palabra “camino” para referirse a la cuarta verdad noble. Un camino implica algo sobre lo que caminamos. Más bien, estamos hablando de una comprensión, es decir, cuál es la comprensión correcta que sirve como camino para lograr la liberación. Es una forma de comprensión que propicia el logro de una verdadera cesación del sufrimiento y de las verdaderas causas del sufrimiento. Entonces ese yo podrá liberarse. 

En resumen, todos los sistemas de principios budistas coinciden en que el yo no es algo estático y que nunca cambia, ni algo que se crea. No es algo que sea uno con todos los demás; es individual. No es algo que no tenga partes. No es algo que, cuando se libera, pueda existir por sí solo sin cuerpo ni mente; siempre está asociado con un cuerpo y una mente o, más plenamente, siempre asociado con cinco agregados. 

Los cinco agregados  

Los agregados son solo conjuntos de varias cosas que cambian en nuestra experiencia momento a momento. Nada existe como en cajas; no hay cajas que existan en algún lugar como agregados. Este es solo un marco conceptual para comprender nuestras experiencias. 

  1. En cada momento de nuestra experiencia, hay alguna forma de fenómeno físico: imágenes, sonidos, olores, sabores, sensaciones físicas y sensores cognitivos, células fotosensibles de los ojos, etc., incluidas todas las células del cuerpo que son sensibles a sensaciones físicas.  
  2. Entonces, cada momento tendrá algún tipo de conciencia primaria que simplemente se da cuenta de la naturaleza esencial de algo: que es algo visible, un sonido, etc.  
  3. Luego, tenemos la distinción. Distinguir suele traducirse como “reconocimiento”, pero eso es muy engañoso. En un campo sensorial visual, el factor mental de la distinción es capaz de individualizar un objeto de otro. Algunos maestros hablan simplemente del campo visual en términos de píxeles; algunos hablan en términos de formas coloreadas. De todos modos, la distinción nos permite distinguir las formas coloreadas que forman tu cara de las formas coloreadas de lo que hay detrás de ti, el fondo. De lo contrario, no podríamos ocuparnos de nada.  
  4. Luego, todo el mundo tiene algún nivel de sensación de felicidad e infelicidad en cada momento. Cuando hablamos de sensación en el budismo, esa sensación se refiere únicamente a la variable de felicidad o infelicidad, en algún lugar de ese espectro.  
  5. Además, está el agregado de todo lo demás, todas las demás variables que afectan. Incluyen todos aquellos que son congruentes con la conciencia, que comparten con ella cinco cosas en común. Entre ellos se encuentran las diversas emociones y los diversos factores mentales que nos ayudan a conocer algo, como la atención, la concentración, el interés. Además, en este agregado tenemos las variables que afectan a la conciencia y que no son congruentes, por ejemplo, la edad.  

La identidad, el “yo”, no puede existir separada de estos agregados. Utilizo las palabras cuerpo y mente como lo más general que abarca todo esto. El yo no es una forma de fenómeno físico, como afirma una de las escuelas indias, y el yo no es una forma de darse cuenta de algo. El yo es una variable que afecta no congruente: cambia momento a momento, no es congruente con la conciencia (no comparte cinco cosas en común con la conciencia) y está categorizado dentro de ese agregado de otras variables que afectan. 

No es un fenómeno no imputado. No es que el yo exista como un alma que entra en el cuerpo o en la mente y lo habita, lo posee y lo controla. No controla el cuerpo ni el cerebro, como si presionara los botones que están dentro de nuestra cabeza, a menudo hablando con una voz en nuestra cabeza. Eso parece, ¿no es cierto?, que hay alguien sentado en nuestra cabeza hablando, decidiendo lo que un grupo de personas piensa de “mí”. “Ahora, ¿qué voy a decir?”. No es que apriete los botones y la voz hable; no es así. Más bien, el yo es un fenómeno de imputación sobre la base de un continuo individual de cinco agregados. 

Un fenómeno de imputación es algo que no puede existir ni conocerse independientemente de una base para la imputación. La edad, por ejemplo, no puede existir ni conocerse independientemente de que sea la edad de algo. Asimismo, un yo no puede existir ni ser conocido independientemente de un continuo individual de cinco agregados.

La base del fenómeno de imputación “yo” y la base de la etiqueta mental “yo”  

La identidad, el “yo”, es un fenómeno de imputación no estático sobre un continuo individual de agregados como su base para la imputación. Nadie necesita imputarlo. Como afirma el Sautrántika, es algo objetivo y puede ser conocido tanto conceptual como no conceptualmente. Puedes verme y recordarme y pensar en mí más tarde. 

También existe la categoría estática “yo”, que es una etiqueta mental –o más exactamente, una etiqueta conceptual– etiquetada opcionalmente sobre los agregados como base para el etiquetado. Esta etiqueta conceptual es la categoría “yo”, un fenómeno estático que solo puede ser conocido conceptualmente. Cada vez que pienso en mí mismo, es a través de la categoría “yo”. Es como si encajara el “yo” en el que pienso cada vez en esta categoría, de modo que pienso en la misma persona cada vez. Esta categoría y todos los elementos que la componen (cada “yo” en el que pienso) también pueden servir como base para la designación de la palabra “yo” o “mich” en alemán o “ya” en ruso. 

La base para la imputación "yo" y la base para etiquetar la categoría "yo" son las mismas: cada momento de experiencia en un continuo individual. Cada momento de la experiencia cambia todo el tiempo y se compone de muchas partes diferentes. Estas partes pueden organizarse y entenderse en términos de estos cinco agregados, y todas estas partes están cambiando a ritmos diferentes entre sí. Vemos y escuchamos cosas, y cambian todo el tiempo; lo que distinguimos también cambia todo el tiempo. Cómo nos sentimos (felices o infelices) cambia constantemente a un ritmo diferente. Las diversas emociones van cambiando todo el tiempo, cada una de ellas a un ritmo diferente y con una mezcla diferente en cada momento. Otros factores, como cuánta atención prestamos y cuánto interés tenemos, todo eso cambia todo el tiempo. Cada momento de todo eso es la base del fenómeno de imputación “yo” y la base de la etiqueta conceptual o categoría “yo”. ¿Qué es el “yo”? Lo único que podemos decir es que “yo” es a lo que se refiere la categoría “yo”, etiquetada sobre cada uno de estos momentos. Ese es el objeto referente, "yo". 

La pregunta que abordarán las cuatro escuelas será: "¿Existe algo referente, un 'yo' que se pueda encontrar, sentado en algún lugar dentro que corresponda a lo que está etiquetado sobre la categoría "yo" y que lo respalde, como un soporte focal, cuando vemos o pensamos ‘yo’?”. Esto se perfeccionará a medida que avancemos en estas escuelas. De todos modos, hay un “yo” que es un fenómeno de imputación. No es algo que pueda existir y ser conocido independientemente de una base, simplemente entrando y saliendo de un cuerpo a otro y presionando los botones mientras está en el cuerpo. 

El yo no es un fenómeno de imputación estática. Hay fenómenos estáticos que también son fenómenos de imputación, como el espacio: la ausencia de algo que impida a nuestro cuerpo ocupar tres dimensiones. Vayamos donde vayamos, nada impide que nuestro cuerpo ocupe tres dimensiones. Esa ausencia de cualquier cosa que impida a nuestro cuerpo ocupar las tres dimensiones es un hecho estático al respecto. Nunca cambia independientemente de dónde vayamos, la posición de nuestro cuerpo, etc. El yo, sin embargo, no es como el espacio, aunque ambos son fenómenos de imputación sobre la base del cuerpo. El yo no es estático, mientras que el espacio es estático.

Además, cuando hablamos del yo, hablamos de todos, de mí, de ti e incluso del gusano. Cuando hablamos de renacimiento desde un punto de vista budista, podemos renacer como cualquier ser llamado sintiente. "Ser sintiente" significa alguien con una mente limitada. Un buda no es un ser sintiente. Un ser sintiente, con su mente limitada influenciada por no saber cómo existe como persona, hace las cosas intencionalmente y, a través del mecanismo del karma, experimenta los resultados de su comportamiento intencional. Sus experiencias surgen no solo mecánicamente debido a productos químicos. Experimenta los resultados de su comportamiento intencional en términos de sentirse feliz o infeliz. Tampoco estamos hablando de experimentar estos resultados como sensaciones físicas de placer o dolor; hablamos de felicidad o infelicidad. 

El yo, un agente de la actividad y karma  

Entonces, el “yo” es un agente de la actividad; realmente hace cosas. El yo es también lo que experimenta los resultados (felicidad o infelicidad) de sus acciones kármicas. Karma se refiere a los impulsos mentales, los impulsos que conducen nuestros pensamientos apremiantes y los impulsos físicos de los movimientos compulsivos de nuestro cuerpo y las expresiones compulsivas de palabras como los métodos que implementamos para provocar que se lleven a cabo las acciones de nuestro cuerpo y nuestra habla. Entonces, karma se refiere a la compulsividad de nuestro comportamiento, la compulsión; no se trata de acciones. 

Desafortunadamente, los traductores occidentales han elegido la palabra “acciones” para traducir la palabra sánscrita karma y su traducción tibetana las, tal vez porque un aspecto del karma son los movimientos compulsivos de nuestro cuerpo. Pero esos movimientos compulsivos son solo métodos implementados para provocar que se lleve a cabo una acción del cuerpo, no son la acción en sí. Una acción del cuerpo implica un objeto al que está dirigido, una distinción correcta de ese objeto, una intención de lo que pretendemos lograr con ese objeto o hacia ese objeto, una emoción, un movimiento del cuerpo y el logro del resultado deseado. El impulso kármico físico es solo una parte de la acción, y estos traductores occidentales llaman a una parte de algo por el nombre del todo, como cuando nos lastimamos un lugar en el antebrazo, decimos que nos lastimamos el brazo.

Entonces, karma no significa acción. Si significara acción, entonces se seguiría la conclusión absurda de que, para obtener la liberación superando el karma, todo lo que tenemos que hacer es dejar de hacer algo y entonces nos liberamos. Esa es la visión jainista y el budismo la rechaza. Por lo tanto, karma no puede significar acción. Por favor, ténganlo siempre en cuenta. 

Entonces, con el karma estamos hablando de la compulsividad que nos impulsa a actuar de ciertas maneras aparentemente incontrolables. Los impulsos compulsivos de la mente y los movimientos compulsivos del cuerpo y las expresiones compulsivas de nuestra habla nos guían y nos permiten actuar de ciertas maneras, y el karma se refiere a esos impulsos físicos y mentales. Son “impulsos kármicos”. 

Las emociones y actitudes perturbadoras hacen que estos impulsos kármicos surjan y los acompañen. Debido a emociones perturbadoras, como el deseo anhelante, la ira y la ingenuidad, surgen impulsos kármicos destructivos y actuamos de manera destructiva. Las actitudes perturbadoras, como una actitud engañosa sobre cómo existimos, subyacen a nuestros impulsos kármicos destructivos y hacen que surjan impulsos kármicos constructivos. Por ejemplo, debido a que estamos confundidos acerca de cómo existimos y tenemos la idea de que tenemos que ser perfectos, nos vemos impulsados a ser perfeccionistas. Siempre tenemos que limpiar nuestra casa una y otra vez, o siempre tenemos que lavarnos las manos, o siempre tenemos que ser los mejores en la escuela o en el trabajo. Es positivo, pero muy neurótico, ¿cierto? Eso es compulsivo; eso es karma.

El yo es el agente de toda nuestra actividad. No se trata solo de que el cuerpo, la palabra y la mente hagan cosas; nosotros hacemos cosas como fenómenos de imputación sobre la base del cuerpo, la palabra y la mente. Y debido a que hacemos cosas compulsivamente por intención, experimentamos los resultados de nuestras acciones en términos de felicidad o infelicidad. De manera similar, el yo es el conocedor de los objetos. No es solo que la conciencia ocular vea cosas y la conciencia mental piense cosas, sino que vemos cosas y pensamos cosas como fenómenos de imputación sobre la base de la conciencia ocular y la conciencia mental. 

Examinemos este punto más de cerca. Los textos budistas explican el papel del yo en términos de cognición, pero podemos aplicar esta explicación también a la actividad kármica.

Cognición manifiesta y cognición subliminal  

El yo y la conciencia no comparten cinco cosas en común. Sin embargo, sí comparten una de estas cinco: ambos toman cognitivamente el mismo objeto. La cognición de algo, por ejemplo, la mesa, implica dar surgimiento a un holograma mental que representa la mesa, y este surgimiento de un holograma mental equivale a un involucramiento cognitivo con la mesa, una toma cognitiva de la mesa como un objeto. Esto es lo que llamamos "ver la mesa". La conciencia ocular ve la mesa y yo veo la mesa; sin embargo, solo la conciencia da surgimiento al holograma mental. El yo no da surgimiento al holograma mental. Esa es una gran diferencia. El yo y la conciencia perciben simultáneamente; ellos “toman cognitivamente el objeto” es el término técnico. Lo harán juntos en armonía. No profundicemos demasiado en estas cinco cosas en común porque diferentes escuelas lo afirmarán de manera diferente. La principal diferencia, lo importante, es que el yo no da surgimiento al holograma mental. Solo la conciencia hace eso. 

Para comprender la diferencia entre una conciencia que toma cognitivamente un objeto y un yo que lo hace, debemos comprender la diferencia entre cognición manifiesta y cognición subliminal. La cognición manifiesta, usando el ejemplo de ver la mesa, es cuando estamos despiertos y tanto la conciencia ocular como el yo ven la mesa. La cognición subliminal ocurre, por ejemplo, cuando estamos dormidos. Se oye el tictac del despertador. Ese sonido llega a la conciencia del oído, y así la conciencia del oído lo toma como un objeto; sin embargo, “yo” no soy consciente de ello. La conciencia del oído, en cierto sentido, lo oye, pero nosotros no lo oímos. Si no fuera así, nunca podríamos oír la alarma cuando suena por la mañana. La conciencia del oído funciona todo el tiempo, pero estábamos dormidos. Sin embargo, cuando el sonido es lo suficientemente fuerte, se manifiesta y también lo escuchamos. 

Creo que podemos ampliar esta diferencia entre cognición manifiesta y subliminal a nuestras acciones. Al hacer algo, por ejemplo, golpear a alguien, el cuerpo, al ser una forma de fenómeno físico, establece contacto físico con el cuerpo de la persona a la que golpea. La identidad, el “yo”, al no ser físico, no hace contacto, sin embargo, tanto el cuerpo como el yo realizan la acción de golpear a alguien, y somos conscientes de ello. Golpeé conscientemente a la persona. Podríamos llamar a tal acción una “acción manifiesta”. Una acción subliminal sería como si nuestro corazón bombeara sangre. Normalmente no soy consciente de los latidos de mi corazón, es inconsciente. Pero cuando los latidos de mi corazón son lo suficientemente fuertes, me doy cuenta de ello. Entonces, en estos sentidos, el budismo afirma que el yo es a la vez el agente de las acciones y el conocedor de los objetos. Al ser el conocedor de los objetos, el yo es también el que experimenta felicidad e infelicidad como resultado de sus acciones kármicas.  

Las escuelas indias no budistas también discuten estos mismos temas relacionados con el yo, pero tienen afirmaciones diferentes de las budistas comunes. Algunos dirán que el yo hace cosas, pero no conoce nada y, por tanto, no experimenta los resultados de lo que hace; algunos dicen lo contrario. Hay variaciones.

Afirmaciones Vaibáshika y Sautrántika sobre las características del yo  

Ahora, vayamos a los cuatro sistemas de principios budistas indios. Los cuatro afirman que el yo no existe como esta alma burda e imposible que afirman las escuelas no budistas. El Vaibáshika y el Sautrántika en común –esas son escuelas Hinayana– dicen que el yo, aunque carece de principio, no es algo que no tenga fin. Termina cuando nos liberamos o cuando alcanzamos la iluminación. Al final de esa vida en la que nos liberamos o nos iluminamos, el yo se apaga como una vela. Eso es lo que significa literalmente la palabra “nirvana”, apagado como una vela, extinguido. No es como en algunas escuelas indias no budistas, donde el yo continúa para siempre después de la liberación en algún reino trascendente por sí solo. Estas dos escuelas Hinayana tampoco están de acuerdo con el Mahayana, que también dice que el yo continúa eternamente, incluso cuando está liberado o iluminado, pero aún como un fenómeno de imputación sobre la base de los agregados.

Además, estas dos escuelas Hinayana dicen que, cuando buscamos al yo, podemos señalarlo como algo autoestablecido y encontrable. “Ahí estoy; ese soy yo”. Puedes señalarte a ti mismo; puedes encontrar el “yo” establecido desde su propio lado. "Ahí estoy, ¿verdad?". Ahí estás. Eres tú el que está ahí; no es solo a lo que se refiere la categoría “tú”. Además, el yo está sustancialmente establecido, lo que significa que el yo se establece como algo cuya existencia se establece y prueba por el hecho de que funciona: desempeña las funciones activas de comer, caminar, etc., así como la función pasiva de servir como un objeto de cognición. Sin embargo, lo que el Vaibáshika afirma que es específico del Vaibáshika –nadie más está de acuerdo en este punto– es que puedo percibirme a mí mismo y puedo percibirte a “ti” de manera autosuficiente. No necesito percibir nada más, como el cuerpo, directamente al mismo tiempo.

El Vaibáshika dice que tenemos cognición directa. Directo significa el objeto real, diríamos, en el caso de la visión, la luz del objeto hace contacto directamente con las células fotosensibles de los ojos y esa conciencia se conecta con el par para conocer directamente el objeto. No hay ningún holograma mental involucrado. Aunque “yo” o “tú” es un fenómeno de imputación sobre los agregados – el cuerpo y la mente – el Vaibáshika afirma que, cuando me ves, tu conciencia simplemente entra en contacto con el “yo” directamente y no con la combinación de “yo” y su base para la imputación, uno o más de los agregados.

El Sautrántika dice que el yo no es algo que pueda conocerse directamente sin que surja un holograma mental; más bien, siempre se conoce en el contexto de un holograma mental. Debido a que el “yo” y su base para la imputación, los agregados, siempre aparecen juntos en el holograma mental, el yo no es autosuficientemente conocible. La falta del yo de ser autosuficientemente conocible es la falta de un alma sutil imposible: la falta de un yo sutil o la falta de identidad del yo de una persona. Todos los sistemas de principios budistas distintos del Vaibáshika refutan este yo sutil imposible. 

Conceptos erróneos basados en la doctrina o que surgen automáticamente  

La creencia en el yo burdo e imposible, este atman de los no budistas, está basado en la doctrina. Para pensar que existimos así, nos tienen que enseñar eso y creerlo. El gusano no piensa así. Se nos debe enseñar, y necesitamos comprender y creer que podemos ser liberados y que entonces iremos a algún reino trascendente y existiremos sin cuerpo ni mente. ¿Cómo podría saber eso un gusano? Un niño tampoco pensaría eso. Vamos a alguna escuela religiosa y nos enseñan eso. Sin embargo, que seamos autosuficientemente conocibles, es algo que surge automáticamente. Surge automáticamente, o los Vaibáshika nos podrían haber enseñado eso.

Por ejemplo, cuando nos vemos en el espejo, vemos un cuerpo en el espejo; a partir del cuerpo, también vemos al “yo” como un fenómeno de imputación a partir del cuerpo. No podemos simplemente vernos a “mí” sin ver el cuerpo. Sin embargo, en realidad no pensamos así, ¿verdad? Ese soy "yo" en el espejo, o ese soy "yo" en la fotografía. Es muy interesante si vemos una serie de fotografías que abarcan nuestra vida. Decimos: “oh, ese soy ‘yo’ en cada una de ellas”. Bueno, ¿es ese el mismo “yo”? ¿Qué es? ¿Cómo sabemos que ese soy "yo"? ¿Cómo sabemos que soy “yo” cuando vemos esta imagen de un bebé? En cualquier caso, automáticamente parece que soy "yo".

Si escuchamos a alguien hablando por teléfono, por ejemplo: “Estoy hablando con Patrick; ese es Patrick”. ¿Es ese Patrick? No, eso es una vibración de algún tipo de cosa electrónica a la que llamamos su voz, y la llamamos y nombramos. No podemos simplemente escuchar a Patrick o hablar con Patrick. Escuchamos a Patrick como un fenómeno de imputación a partir del sonido. No podemos escuchar a Patrick solo. Patrick no es autoconocible. 

Mi ejemplo favorito para esto es “Quiero que me ames por 'mí', no por mi cuerpo, ni por mi dinero, ni por nada más. Quiero que me ames solo por mí mismo”. ¿Cómo podemos amar a una persona sin que sea un fenómeno de imputación sobre la base de algo? No puedes simplemente amar al "yo" o al "tú". Es necesario que haya un cuerpo y todo lo demás sobre ellos. 

El holograma que surge cuando vemos a alguien tiene en sí una combinación de una base para la imputación – la forma de un cuerpo – y un “yo” como fenómeno de imputación sobre el cuerpo como base. El yo no existe como algo que pueda conocerse por sí mismo. Solo puede ser conocido de forma imputada; sin embargo, según el Sautrántika, no es algo cuya existencia se establezca simplemente en términos de a qué se refiere la etiqueta mental "yo" en la cognición conceptual de "yo". 

Según el Sautrántika, el yo es un fenómeno verdadero más profundo. Es objetivamente real. Objetivamente, yo estoy aquí y tú estás allí. Estoy realmente establecido porque hago cosas. Estoy hablando contigo. Estoy bebiendo agua; entonces, mi existencia se establece desde mi propio lado, desde el lado del “yo”. Mi existencia no se establece simplemente en términos del concepto "yo". Ya sea que conciba al “yo” en términos de la categoría “yo” o que conciba al “tú” en términos de la categoría “tú”, no importa. No importa porque yo sigo siendo "yo" y tú sigues siendo "tú". Algo que puedo encontrar desde mi lado, una característica definitoria, es lo que establece al "yo" como "yo" -algo así como un código de barras- y establece al "tú" como "tú".

¿Dónde está el código de barras?  

Ahora surge la verdadera pregunta. ¿Dónde está ese código de barras? ¿Dónde se encuentra? El Sautrántika diría que se encuentra en la base para la imputación, el continuo de la conciencia mental. La conciencia mental, como el yo, no tiene principio, pero tiene un final cuando morimos al final de la vida en la que alcanzamos la liberación o la iluminación. Tiene un final con el parinirvana. Cambia de momento a momento y se ve afectado por varias cosas, ve cosas diferentes y tiene partes y muchos, muchos momentos. De esta manera, sus características definitorias –su código de barras– se pueden encontrar del lado del continuo mental, ya que eso es lo que continúa de vida en vida con diferentes cuerpos y así sucesivamente. 

El Vaibáshika dijo que el código de barras del yo se encuentra justo del lado del yo y es por eso que puede ser conocido de manera autosuficiente. Pero el Sautrántika rechaza eso y afirma que el continuo mental tiene los rasgos característicos definitorios, o el código de barras, no solo de la conciencia mental sino también el código de barras del “yo”. Es por eso que nosotros, el “yo”, existe como un fenómeno de imputación sobre la base de ese continuo mental, y debido a que el código de barras se puede encontrar allí, entonces, el hecho de que etiquetemos o no conceptualmente al “yo” con la categoría “yo” o lo designemos con la palabra “yo”, no importa porque objetivamente ese continuo mental individual soy “yo”. 

No somos lo mismo que el continuo mental, pero sobre la base de ese continuo, está el “yo” como fenómeno de imputación. Hay un "yo". Por supuesto, no somos idénticos a la conciencia mental, pero casi se siente así. Es casi como si hubiera un "yo" real y sólidamente encontrable dentro del continuo mental que es el referente que sostiene el objeto referente, "yo", del concepto y la palabra "yo". Incluso fuera del contexto del pensamiento conceptual, está el "yo". 

Esto se vuelve muy interesante de visualizar. En las escuelas indias no budistas, es como si hubiera un paquete que representa esta vida y que hubiera tres objetos separados en este paquete: un cuerpo, una mente y un yo. ¿Pueden imaginarlo? Cuando esa vida termina, el yo puede abandonar el paquete por sí mismo y luego entrar en un nuevo paquete con otro cuerpo y mente. Sin embargo, lo que el Sautrántika está diciendo es que, en realidad, el “yo” está dentro de la mente y acompaña el continuo mental en cada vida y, por supuesto, tiene un código de barras de un “yo” dentro del continuo mental, un “individuo”, “yo”, que no es “tú”. 

Estoy simplificando esto mucho, pero solo tengan una idea de lo que hablamos y podemos imaginarlo. Nos identificamos con nuestra mente, ¿no? Por ejemplo, nos pesamos en la báscula (en realidad pesamos a nuestro cuerpo en la báscula) y mientras nos pesamos pensamos: “Ese no soy 'yo'. No puedo pesar tanto”. Parece que hay un “yo” real sentado dentro de la mente, dentro de la conciencia mental, hablando y diciendo eso. Automáticamente aparece así, ¿no? Así se siente y lo creemos; sin embargo, es ridículo. No hay ningún “yo” de dibujos animados dentro de nuestra cabeza. Es una completa ficción. No existe tal cosa. 

Eso es lo que dice el budismo: el yo no existe así. Está desprovisto de existir así. Para ser más técnico, su existencia no se establece porque haya algo sentado dentro y hablando que pueda ser conocido por sí mismo. No hay un pequeño "yo" sentado en nuestra cabeza como una entidad separable y autosuficientemente conocible que pueda volar y seguir existiendo por sí misma sin cuerpo ni mente.

Lo que queda después de refutar un yo imposible 

Cuando hemos refutado la afirmación india no budista de un yo estático, no sin partes y con existencia independiente, nos quedamos con un yo no estático que es un fenómeno de imputación que tiene partes y que solo puede existir sobre la base de un continuo individual de cinco agregados. Pero el Vaibáshika afirma que ese yo puede ser conocido por sí mismo; es autosuficientemente conocible.

Cuando hemos refutado esta afirmación del Vaibáshika de un yo autosuficientemente conocible, lo que nos queda es que hay un “yo” verdaderamente establecido y encontrable sentado dentro de la mente, presionando los botones pero, que solo puede ser conocido simultáneamente con que sea conocida también su base para la imputación, la mente. Se establece verdaderamente como algo objetivo, independientemente de ser el objeto referente del concepto y la palabra que lo designa. Además, existe objetivamente antes e independientemente de cualquier conocimiento del mismo. El Chitamatra refuta la afirmación Sautrántika de que ese tipo de “yo” presiona los botones. El Chitamatra afirma que es imposible establecer la existencia de algo, incluido el yo, antes de conocerlo. 

Pregunta  

¿Cómo diferenciamos el yo del continuo mental?  

Por eso sacamos a relucir el tema de la cognición subliminal: la conciencia auditiva en realidad percibe el sonido del tictac del reloj mientras dormimos, pero “yo” no lo percibo; “yo” no lo escucho. ¿Cuál es la definición de conocer algo? Tiene tres partes; normalmente se traduce como claridad y darse cuenta, y meramente eso, solo eso. 

La claridad no se refiere a estar enfocado; el término en inglés “clarity” es engañoso. La claridad se refiere a dar surgimiento a un holograma mental de algún objeto cognitivo, para que surja algo. La conciencia se refiere a cierto involucramiento cognitivo con ese mismo objeto cognitivo. Estas dos son solo dos formas de describir el mismo fenómeno. Cuando hablamos de mente, hablamos de actividad mental. No estamos hablando de lo que lo hace. ¿Cuál es la actividad mental en cada momento? Es el surgimiento de un holograma mental y un involucramiento cognitivo; es la misma actividad desde dos puntos de vista diferentes.

Podemos entender esto en términos de pensamiento. No es que surja un pensamiento y luego lo pensemos. El surgimiento de un pensamiento y el pensamiento de un pensamiento son lo mismo, ¿no es así? No es que surja un holograma mental, una visión, y luego la veamos. ¿Cómo podemos verla? El surgimiento de ese holograma mental es lo que es ver. Eso es ver, y lo realmente interesante es que esto sucede sin que haya un “yo” separado que lo esté haciendo, o que lo esté observando, o controlándolo, o fuera de control porque no puede controlarlo.

La actividad mental (cognición) ocurre sin que la mente sea algo así como una máquina que esté haciendo esto. No es que haya un “yo” aquí y una máquina, que es la mente allá, y este “yo” presiona los botones de esta máquina y aparece un holograma. No es así. También podemos describir esta actividad mental desde un punto de vista físico: el cerebro, las ondas cerebrales y los impulsos eléctricos y químicos. Eso no se puede refutar; sin embargo, el budismo describe la actividad mental desde un punto de vista subjetivo. 

En términos de esa actividad mental, la conciencia mental, por ejemplo, como hemos mencionado, da surgimiento a un holograma mental y se relaciona cognitivamente con él. Aunque el yo no es una entidad separada que hace que esa actividad mental suceda, el yo también se relaciona cognitivamente con un objeto, pero no da surgimiento a un holograma mental.

Usemos un ejemplo simple. Una conciencia mental da surgimiento a un pensamiento y piensa el pensamiento. Produce el pensamiento y piensa el pensamiento. Simplemente pensamos el pensamiento; no producimos el pensamiento. El pensamiento surge de la conciencia mental y no del "yo". Tanto la conciencia mental como el pensamiento. Los códigos de barras para la conciencia mental y para el "yo" están ambos ubicados del lado de la conciencia mental. El código de barras de la conciencia mental contiene dar surgimiento a un holograma mental e involucrarse cognitivamente con un objeto como dos de sus características definitorias. El código de barras del yo contiene únicamente el compromiso cognitivo con un objeto como una de sus características definitorias y no contiene el hecho de dar surgimiento a un holograma mental. Esta diferencia es sutil, pero hay una diferencia.

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