17 Aferrarse a las funciones mentales naturales en busca de seguridad

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Planteamiento del problema

Debido al hábito tan profundamente arraigado de la confusión acerca de la realidad, de manera instintiva y constante nuestra actividad mental produce apariencias, no sólo dualistas, sino también triplistas 1. De acuerdo con la teoría madyámaka (camino medio), nuestra actividad mental fabrica la apariencia engañosa de un agente, un objeto y una acción aparentemente concretos, como las “tres esferas” de cualquier evento. Entonces, nuestra actividad mental proyecta esa apariencia sobre cada momento de nuestra experiencia naturalmente no triplista de las cosas como son. La confusión que acompaña automáticamente a esta actividad mental causa que creamos en las apariencias engañosas. Sin embargo, dado que el “yo” separado que creamos y con el que nos identificamos como agente de la acción es totalmente imaginario, de manera natural nos sentimos inseguros acerca de su existencia aparentemente sólida.

Esperando obtener un sentido de solidez y seguridad, nos sentimos obligados a establecer o probar la existencia del “yo” imaginario en nuestra mente. Por otro lado, nos sentimos impulsados a perder este “yo” y a encontrar seguridad volviéndonos inexistentes. Con frecuencia, enfocamos nuestros esfuerzos vanos en las acciones mismas. La literatura de Kalachakra explica cómo lo hacemos específicamente con diversas facetas de la actividad natural de la mente de luz clara.

El análisis de actitudes venenosas del abidharma (temas especiales del conocimiento) sugiere tres formas en las cuales tratamos de encontrar seguridad. Al exagerar las acciones hasta convertirlas en entidades concretas, en primer lugar es posible que esperemos que, involucrándonos con ellas, obtengamos seguridad y mayor realidad. En segundo lugar, podemos temer a ciertas acciones y desear no involucrarnos en ellas porque parecen amenazar o comprometer a este “yo” supuestamente concreto. En tercer lugar, podemos tener la esperanza de perdernos en ciertas acciones.

En los tres casos, nuestra actitud y comportamiento consecuente nos hacen tanto insensibles como hipersensibles a los demás y a nosotros mismos.

Siete funciones naturales de la mente a las que nos aferramos en busca de seguridad

De acuerdo con el sistema Kalachakra, la actividad mental de la luz clara conduce naturalmente a cuatro olas de experiencia. Éstas son: expresiones físicas, formas sutiles de expresión, estar tranquilo y experimentar placer. Cada una de esas olas consiste en darse cuenta mental o sensorial, interés cálido y energía. Este trío corresponde a los tres factores invisibles que producen experiencias: actividad mental, “gotas creativas” (bindu, tigley) y “vientos” (prana, pulmón). Las gotas y los vientos son características de nuestro sistema de energía y tienen diversos grados de sutileza. La actividad mental es como un pintor de la experiencia, las gotas creativas son como una paleta de colores y los vientos son como el pincel. De manera similar, ver, oír, pensar, etc., crea las imágenes que percibimos. Diferentes niveles de interés cálido colorean nuestra experiencia de las mismas, usando nuestra energía como pincel.

Cuando la confusión y sus instintos dominan nuestra vida, las olas de la actividad de la luz clara pasan a través de una u otra de las gotas creativas sutiles. Estas gotas creativas semejan compuertas hacia cuatro territorios de la experiencia ordinaria: la actividad física y estar despierto, la actividad verbal y soñar, el descanso y estar dormido sin sueños, y experimentar momentos cumbre de placer. En estas gotas, los “vientos del karma” agitan las olas para crear la apariencia triplista confusa de estas experiencias. Esta confusión puede ser concerniente al darse cuenta sensorial o mental, al interés cálido o a la energía involucrada durante cualquiera de las experiencias. Así, la creencia en estas apariencias confusas produce emociones perturbadoras y problemas.

Cuando no están mezcladas con confusión o sus instintos, las olas naturales de la actividad de la luz clara se asocian simplemente con las gotas creativas más sutiles y con el viento más sutil. Al funcionar juntas, dan surgimiento directamente a los cuatro entramados iluminadores de un buda. Los entramados iluminadores también abarcan olas de expresión física, expresión verbal, expresión tranquila y placer alegre. También consisten en darse cuenta, interés amoroso y energía. Sin embargo, como un buda, el entramado de estas siete facetas de la actividad de la luz clara solamente produce beneficios.

El esquema de cuatro olas y tres aspectos de la actividad de la luz clara que producen, ya sea experiencias confusas o entramados iluminadores, nos sugiere que la sensibilidad equilibrada proviene de eliminar la confusión de nuestro entramado innato de siete facetas de la experiencia. Éstas son (1) nuestra actividad física, (2) nuestra expresión verbal, (3) nuestra experiencia sensorial y mental, (4) nuestra expresión de interés cálido, (5) nuestra expresión de energía, (6) nuestro descanso y (7) nuestra expresión de placer. Enfoquémonos entonces en identificar y eliminar las apariencias triplistas específicamente de estas siete facetas de la experiencia.

Esquema lingüístico para identificar las formas que pueden tomar estos problemas

El sistema de Kalachakra también describe los mundos externos, internos y espirituales o alternativos como paralelos en estructura. Un aspecto importante de nuestro mundo interno es la estructura del lenguaje. Los textos de Kalachakra presentan esta estructura en términos de la gramática sánscrita. Esto sugiere una herramienta poderosa para analizar y resolver los problemas asociados con las funciones naturales de la mente.

Los verbos en sánscrito generan formas activas y pasivas, simples y causales, indicativas y subjuntivas, y pasadas, presentes y futuras. También ocurren en formas afirmativas y negativas. Por ejemplo, hablamos con alguien, somos llamados por alguien, hacemos que alguien nos hable, hablaríamos con alguien, hablamos con alguien (pasado), hablaremos con alguien, o no le hablamos a alguien. Dado que cada una de las siete facetas naturales de la actividad mental es un sustantivo verbal, cada faceta puede tomar alguna o todas estas formas verbales. Los problemas de sensibilidad surgen de aferrarse, temer o tratar de perdernos en cualquiera de ellas.

Ejercicio 19: Identificar los síndromes de aferrarse a las funciones mentales naturales en busca de seguridad

Para ayudar a identificar estos síndromes perturbadores, examinemos algunos ejemplos comunes de cada uno. Al igual que en el Ejercicio 1, necesitamos descubrir los problemas que se ajustan a nosotros. Después de crear un espacio mental de quietud y apertura, primero tratamos de recordar incidentes en los que nosotros o los demás hayamos experimentado estas formas de comportamiento. Luego, necesitamos pensar cómo es que dicho comportamiento puede surgir por aferramiento a la seguridad de una de las funciones mentales naturales, o por temerle como a una amenaza. Al reflexionar en cómo esta confusión causa insensibilidad o hipersensibilidad hacia nosotros o hacia los demás, tratamos de admitir y de reconocer los problemas que pueden producir. Cuando comenzamos a entender el mecanismo psicológico que subyace a nuestros problemas de sensibilidad, hemos abierto la puerta para dejarlos atrás.

Al ilustrar la variedad de problemas que se cristalizan alrededor de cada una de las siete facetas de la actividad mental, nos restringiremos a cuatro categorías. Las cuatro se derivan del punto gramatical adicional de que podemos ser tanto el agente como el objeto de varias formas de acción que se derivan de cada faceta. Los problemas se refieren a (1) expresar una acción, (2) recibir la expresión de la acción de alguien, (3) sentir miedo o incomodidad de expresar una acción y (4) sentir miedo o incomodidad de recibir la expresión de una acción. Si mantenemos en mente el esquema lingüístico de las variaciones, podremos reconocer varias subcategorías de nuestro propio comportamiento o el de los demás.

Para practicar en un taller, el facilitador del grupo puede escoger un ejemplo para cada uno de los cuatro síndromes asociados con las siete funciones naturales de la mente, o sólo un ejemplo para cada función. Al practicar en casa podemos hacer lo mismo o trabajar sólo con los síndromes que nos competan. Para practicantes avanzados, o si deseamos ser exhaustivos, podemos realizar todos los ejemplos para cada síndrome.

Aferrarse o temer a la actividad física

(1) La actividad mental conduce de manera natural a las acciones físicas. Sin embargo, podemos tener la esperanza de obtener seguridad al ser el agente concreto que hace que dichas acciones ocurran. Por ejemplo, si creemos que ser productivo justifica nuestra existencia, podemos convertirnos en adictos al trabajo, incapaces de manejar la situación de perder nuestro empleo. De manera alternativa, podemos tratar de perdernos en el trabajo para no tener que pensar en nuestros problemas personales. Esto nos vuelve completamente insensibles a nosotros mismos.

Debido a una inseguridad nerviosa, podemos sentir la necesidad de mantener nuestras manos siempre ocupadas. Al querer sentirnos necesitados, no podemos dejar que los demás hagan nada por sí mismos, como ordenar su escritorio. Sin embargo, hacer esto por los demás para obtener una sensación de valía personal, es meramente una forma de explotación insensible. Esto es especialmente cierto cuando los demás no quieren nuestra ayuda. Aún más, sumergirnos en tratar de ayudar a otros, a menudo se convierte en una forma de evitar ayudarnos a nosotros mismos.

Algunas veces, podemos tratar de probar nuestra existencia produciendo efectos. Por ejemplo, es posible que seamos incapaces de estar frente a un aparato electrónico sin presionar los botones, aun si no tenemos la menor idea de cómo utilizar la máquina. Si alguien nos dice que la dejemos en paz para que no la descompongamos, lo tomamos como una amenaza a nuestra competencia y valía como persona, por lo que reaccionamos de forma exagerada con hostilidad.

Una forma causal del síndrome es el aferramiento a darles a otras personas cosas que hacer. Es el clásico “alucine de poder”. Para afirmar nuestra existencia, damos órdenes a todo el mundo. Al hacerlo, somos insensibles ante el hecho de que a nadie le gusta que le ordenen hacer algo. Las formas subjuntivas incluyen sentir que si tan sólo pudiéramos encontrar el trabajo perfecto, podríamos salir adelante en nuestra vida. También podemos sentir que si tan sólo pudiéramos tener el control de todo en la vida, nos sentiríamos seguros. Perdidos en esos sueños, no tenemos contacto con la realidad.

Al enfocarnos en el pasado o en el futuro, podemos tener la esperanza de obtener seguridad al descansar en los laureles de nuestros logros, o establecer nuestra valía planeando innumerables proyectos. Dicha manera de pensar a menudo nos vuelve insensibles al momento presente. Al agregar un elemento subjuntivo a esta forma del síndrome, podemos sentir que si tan sólo hubiéramos obtenido algún logro en nuestra vida, ahora tendríamos seguridad. Una forma negativa de lo mismo es pensar que estaríamos seguros ahora si tan sólo no hubiéramos cometido ciertos errores en nuestra juventud. Reaccionamos de manera exagerada sintiendo lástima por nosotros mismos.

También podemos combinar formas de este síndrome con el aferramiento a otras funciones naturales de la mente. Por ejemplo, podemos aferrarnos a la seguridad viendo a otros ser activos. Con la esperanza de sentirnos más vivos o perdernos en el anonimato, podemos vivir en una ciudad bulliciosa. De manera similar, es posible que necesitemos ir todos los días al centro comercial para ver gente, e insensibles ante las preferencias de nuestra familia, podemos insistir en que nos acompañen.

Por último, podemos correr compulsivamente de una actividad a la siguiente por miedo a perdernos de algo. Al hacerla causal, podemos sentir que nuestros hijos tampoco deberían perderse de nada. En consecuencia, como individuo y como sociedad, los presionamos a tener un horario agotador, repleto de deportes y clases variadas después de la escuela. Con ello, hacemos que las vidas de nuestros chicos sean tan apresuradas y estén tan saturadas como las de los adultos que trabajan en una oficina con un alto nivel de presión, y hasta sus juegos de computadora son hiperactivos.

(2) Aferrarnos a ser el receptor de las acciones de otros también puede tomar varias formas. Podemos comer compulsivamente en restaurantes con la esperanza de obtener un sentido de valía personal al ser atendidos por otros, o para perdernos y no tener que lidiar con una escena doméstica. Nuestra insensibilidad a los sentimientos de nuestra pareja, puede hacerla sentir que pensamos que no sabe cocinar.

Una forma causal es sentirnos inseguros de nosotros mismos y siempre preguntarles a los demás qué debemos hacer. Si la persona nos dice que usemos nuestro propio juicio, nos sentimos más inseguros y nerviosos. Las formas subjuntivas incluyen sentir que podríamos ser más capaces de lidiar con la vida si encontráramos una pareja que hiciera todo por nosotros. Tal forma de pensar nos hace insensibles a sentir amor verdadero.

(3) Temer a ser el agente de acciones físicas, alimentado por una baja autoestima y falta de confianza en nosotros mismos, puede hacernos “tecnofóbicos”. Podemos sentirnos incompetentes para manejar equipos electrónicos modernos. Convencidos de que somos irremediablemente torpes, nos sentimos inseguros hasta para cambiar una bombilla eléctrica. Al enfrentar ese tipo de tareas, reaccionamos de forma exagerada con ansiedad.

(4) También podemos sentirnos incómodos al ser los receptores de las acciones de los demás. Por ejemplo, si alguien maneja el automóvil en lugar de nosotros, podemos sentirnos inseguros porque siempre queremos tener el control. Si alguien hace algo por nosotros o paga nuestra cuenta en un restaurante, podemos sentir que nos han robado nuestra dignidad. Las formas causales son ser incapaces de permitir que alguien nos diga qué hacer o incluso no soportar que nos pidan que hagamos algo, porque sentimos que amenazan nuestra independencia.

Aferrarse o temer a la expresión verbal

(1) La actividad mental crea de manera natural oleadas de palabras para expresarse a sí misma. Sin embargo, cuando concebimos a nuestra mente como un “yo” concreto, podemos aferrarnos a este suceso natural con la esperanza de que establezca y pruebe nuestra existencia. Por ejemplo, es posible que hablemos compulsivamente. Incapaces de permanecer en silencio cuando estamos con alguien, podemos platicar nerviosamente aun sin tener qué decir. Somos insensibles ante la necesidad de cualquier otra persona de estar en silencio. Al exagerar el significado de nuestras palabras, podemos imaginar que todos están interesados en saber lo que pensamos, y en consecuencia, siempre tenemos que expresar nuestra opinión. Aún más, podemos sentir que debemos decir siempre la última palabra, y que tenemos que tener la razón. Si alguien dice que la camisa es azul, automáticamente respondemos: “no, es azul marino”.

(2) Cuando nos aferramos a recibir expresiones verbales, es posible que siempre necesitemos escuchar hablar a otros. Podemos insistir insensiblemente que alguien nos hable, de lo contrario nos sentimos ignorados e inexistentes. Al deleitarnos con las conversaciones de otros, es posible que también seamos adictos a escuchar programas de entrevistas o a seguir grupos de conversación en internet. Estas formas de evasión pueden ser un síntoma de insensibilidad hacia nuestros propios problemas en la vida.

Una variante es la esperanza de tener mayor seguridad si alguien más dirige un negocio u obtiene información vía telefónica por nosotros. Sin embargo, si la persona comete un error, inevitablemente reaccionamos de manera exagerada acusándola de incompetente.

(3) Cuando tememos a las expresiones verbales, nos sentimos nerviosos de decirle a alguien lo que pensamos. Como tememos que la persona nos rechace, no queremos poner en peligro nuestra seguridad al evidenciar nuestra estupidez. Por razones similares, también podemos sentirnos nerviosos al hablar frente a un público.

(4) De igual forma, es posible que sintamos incomodidad al ser los receptores de expresiones verbales. Por ejemplo, podemos ser incapaces de aceptar la crítica. Cada vez que alguien señala nuestros errores, es posible que inmediatamente respondamos a la persona, acusándola de la misma falla. También podemos sentirnos personalmente insultados cuando alguien dice algo impropio o irrespetuoso, como “camarera” en lugar de “mesero”. De manera similar, podemos sentir que niegan nuestra existencia si alguien trata de hacer una reservación para nosotros vía telefónica, e insensibles ante los sentimientos de la persona, le arrebatamos el teléfono. Asimismo, es posible que seamos incapaces de soportar que alguien teclee algo por nosotros sin estar encima de la persona esperando que cometa un error.

Aferrarse o temer a experiencias sensoriales o mentales

(1) Podemos aferrarnos a la seguridad acumulando experiencias sensoriales o mentales. Por ejemplo, cuando salimos al extranjero como turistas, podemos sentirnos obligados a visitar y fotografiar cada sitio. Inconscientemente, pensamos que de alguna manera esto hará que el viaje valga la pena y probará que estuvimos ahí. De manera alternativa, podemos tratar de perdernos visitando lugares para olvidar nuestros problemas en casa. Nuestra inseguridad y ritmo frenético vuelven locos a nuestros compañeros de viaje.

Con relación a los otros sentidos, podemos necesitar tener música o la televisión encendida todo el día, o de otra forma nos sentimos perdidos en el aterrador vacío del silencio. En lugar de eso, preferimos deliberadamente perdernos en la música. O, de manera insensible a la comodidad de otros, podemos insistir en tener todas las ventanas abiertas aun en temperaturas bajo cero, pues siempre tenemos que respirar aire fresco para sentirnos vivos. Aún más, cuando vamos a un bufete, es posible que necesitemos probar todos los platillos compulsivamente, o de otra forma, sentimos que no estamos realmente ahí. No nos importa los que otros puedan pensar ante nuestro despliegue de glotonería.

Insensibles ante otros compradores, podemos tocar distraídamente cada prenda de vestir de la tienda cuando pasamos por los estantes, para aterrizarnos a la realidad. Al necesitar contacto corporal frecuente para asegurar nuestra existencia, podemos darle un abrazo a cada persona cuando entramos o salimos de una habitación, aun si esto es inapropiado. Si queremos saber todas las últimas noticias, no podemos soportar estar desinformados acerca de nuestra familia, amigos o sucesos mundiales. De alguna forma, tener información nos hace sentir más reales. De manera similar, nunca sabemos en qué momento dejar de hacer preguntas. No saber lo que está sucediendo o hacia dónde vamos cuando alguien nos lleva de paseo, nos hace sentir completamente inseguros.

Los adolescentes actúan bajo la influencia de este síndrome cuando oyen música a un volumen ensordecedor, aumentan sus sentidos con drogas recreativas y soportan el dolor de las perforaciones corporales. Entre más intensas son sus experiencias sensoriales, mayor es su sensación de que existen a pesar del mortífero mundo impersonal que los rodea. De manera alternativa, entre más intensas son sus experiencias, mayor es su esperanza de perderse en ellas.

(2) También podemos aferrarnos a la seguridad siendo objeto de las experiencias de otros. Por ejemplo, podemos sentir la necesidad de ser vistos en las fiestas adecuadas y los lugares precisos, usando el último grito de la moda. Si alguien más usa la misma camisa o vestido que nosotros, nos sentimos descorazonados. También podemos tener la necesidad de que los demás nos oigan cantar en bares de karaoke para afirmar nuestra existencia, aunque hagamos el ridículo. Al sentir que nuestras experiencias se tornan reales sólo si otros las conocen, indiscriminadamente le contamos nuestros asuntos personales a las personas que están sentadas junto a nosotros en el avión. Somos insensibles a la posibilidad de que quizá no estén interesados en escucharnos. De forma alternativa, constantemente podemos quejarnos de nuestros problemas con otros como un mecanismo inconsciente para no lidiar con ellos.

(3) También podemos temer a las experiencias mentales. Podemos tener miedo de hacer contacto visual durante una conversación, a pesar del efecto perturbador que nuestra mirada baja puede tener en la otra persona. Apartar la vista a menudo es una manera inconsciente de tratar de evitar que alguien vea el verdadero “yo”. Al ser exageradamente sensibles, podemos sentirnos amenazados ante los olores poco familiares de un mercado extranjero, o temer probar algo nuevo, pues tales experiencias parecen desafiar quiénes somos. También podemos tener miedo a sentir nuestras emociones, dado que no sentir nada parece más seguro. De manera similar, podemos sentirnos incómodos de tan sólo estar en el mismo cuarto con alguien que padece una enfermedad terminal, porque inconscientemente sentimos amenazada nuestra propia existencia. Por lo tanto, podemos insensiblemente tratar a dichas personas como si ya no fueran seres humanos con sentimientos.

(4) Cuando nos sentimos incómodos de ser el objeto de las experiencias sensoriales o mentales de otras personas, podemos reaccionar exageradamente si alguien nos ve desnudos. No queremos que vean al “yo” real. También podemos sentirnos intimidados si alguien graba nuestra voz durante una conferencia, por sentir que ahora lo que decimos realmente cuenta. Podemos sentirnos amenazados si los cuerpos de otros nos tocan en un tren subterráneo lleno de gente, pues el contacto físico con alguien nos parece un encuentro más real que estar a tres centímetros de distancia. Obsesionados con la privacidad, podemos ser paranoicos acerca de dar información sobre nosotros a cualquier persona.

Aferramiento o temor a expresar interés cálido

A menudo las personas se aferran al interés cálido natural de la mente en la búsqueda de un sentido de seguridad, por lo general, en combinación con el aferramiento a una de las tres cualidades anteriores. El objeto de nuestro interés puede ser nuestra pareja, un amigo, un niño o un miembro de nuestra familia.

(1) Cuando nos aferramos al interés cálido en busca de seguridad, podemos sentir que la vida no vale la pena o que somos irreales a menos que tengamos una relación íntima con alguien. También podemos anhelar tener un bebé para sentirnos necesitados, y podemos hacerlo aunque no estemos listos para ser padres responsables. De manera alternativa, podemos desear tener un bebé para perdernos en sus cuidados.

Al combinar este síndrome con el aferramiento a la actividad física o verbal, podemos sentir compulsivamente la necesidad de mostrar nuestro afecto. Podemos hacerlo abrazando, besando, haciendo cosas continuamente para los demás o verbalizando nuestro amor de forma constante. Sentimos que nuestro afecto no existe a menos que lo expresemos. Aún más, nos sentimos totalmente heridos si la persona rehúye nuestras expresiones o responde con pasividad o silencio.

De manera similar, para confirmar la realidad de nuestro amor, es posible que necesitemos ver o tocar compulsivamente a nuestra persona amada, o ver su fotografía en nuestro escritorio. Insensibles ante las otras ocupaciones de la persona, podemos llamarla incesantemente por teléfono, por razones similares. Podemos sentirnos inseguros a menos que compartamos todos los aspectos de nuestra vida con nuestra pareja (búsquedas intelectuales, intereses deportivos, asuntos de negocios, etc.) a pesar de ser una exigencia o expectativa irracional. Esto proviene de pensar que compartir todo hará que nuestra relación sea más real. Aquí estamos aferrándonos tanto a la calidez natural de la mente como a su conducción a la experiencia mental y sensorial.

(2) Al aferrarnos a ser el receptor del interés cálido, podemos sentirnos inquietos a menos que escuchemos un “te quiero” o recibamos un beso cada vez que nos separamos de nuestro ser amado. Sin ello, sentimos como si el amor de la persona no fuera real. De manera similar, podemos sentirnos inseguros y reaccionar de manera exagerada a menos que sepamos cada detalle del día de nuestro ser amado.

(3) Cuando tememos sentir interés cálido, podemos tener miedo de perder el control si nos enamoramos. También podemos sentirnos incómodos de mostrar nuestro amor dando un beso de buenos días a alguien, diciendo “te amo” o llamando a la persona todos los días desde el trabajo. Cuando nuestro ser amado nos pide que hagamos cualquiera de estas cosas, reaccionamos de forma exagerada, como si eso nos fuera a matar. Esto agrava la inseguridad que la otra persona tiene con respecto a la relación.

(4) También podemos sentir temor de ser el receptor de un interés cálido. Por ejemplo, podemos tener miedo de perder nuestra independencia si alguien se enamora de nosotros. También puede hacernos sentir incómodos que alguien nos abrace, nos bese, nos diga que nos quiere o nos hable al trabajo. Al decir “no seas tonto” reaccionamos insensiblemente, ya sea rechazando la expresión de amor de la persona u ofreciendo una respuesta pasiva de mártir. Al actuar como si el abrazo o el beso fueran ataques a nuestra soberanía o una humillación infantil que tenemos que soportar, devastamos a la persona que nos ama.

Aferramiento o temor a expresar energía

Este síndrome usualmente subyace a los problemas de sensibilidad anteriores.

(1) Cuando nos aferramos a expresar nuestra energía para sentirnos más seguros, podemos sentir la necesidad compulsiva de afirmar nuestra voluntad para probar nuestra existencia. También es posible que presionemos a otros insensiblemente para que confirmen nuestra existencia con su reacción.

(2) Cuando nos aferramos a recibir la energía de otros, podemos exigir insensiblemente que todos enfoquen su atención en nosotros para hacernos sentir significativos y reales. Al ser hipersensibles a que nos ignoren, es posible que hagamos el ridículo para obtener atención. Podemos incluso fingir que estamos enfermos o actuar de formas horribles para forzar a otros a aceptar o rechazar nuestra existencia.

(3) También podemos tener miedo de expresar nuestra energía. Podemos temer que los demás nos rechacen si nos hacemos escuchar. Tal hipersensibilidad bloquea nuestras emociones y nos hace insensibles a nuestros sentimientos. Aún más, podemos temer que esforzarnos nos deje sin energía o sin tiempo. Nos ofendemos con las peticiones que otros nos hacen y sentimos que amenazan nuestra existencia.

(4) El miedo de recibir la energía de los demás puede hacer que nos cohibamos y nos sintamos incómodos si los demás nos muestran su atención. Podemos sentirnos no merecedores. Si necesitamos visitar a alguien que siempre se queja, también podemos temer que su energía negativa nos infecte. En consecuencia, ponemos barreras emocionales para defendernos.

Aferramiento o temor al descanso

(1) Cuando nos aferramos al descanso para sentirnos más seguros, podemos necesitar recesos constantes en el trabajo para no perder de vista que somos una persona. Hipersensibles al ruido, podemos sentir que necesitamos paz y tranquilidad para mantener la compostura. Podemos anhelar dormir o incluso morir para escapar de nuestros problemas.

(2) Al aferrarnos a descansar de la presencia de otros, podemos sentir que si otros nos dieran un descanso y nos dejaran en paz, todo estaría bien. Al empatar este síndrome con formas previas de aferramiento, podemos sentir que no podemos conciliar el sueño a menos que nuestro ser amado se acueste junto a nosotros, que hagamos el amor o que leamos un libro.

(3) Cuando tememos tomar un descanso, podemos sentir que ya no somos personas si dejamos de estar activos. Es posible que seamos incapaces de relajarnos o de conciliar el sueño por temor a perdernos algo o a no tener el control. También podemos sentir insensiblemente que nadie puede manejar nuestro trabajo si nos retiramos o nos vamos de vacaciones.

(4) Es posible que también nos incomodemos cuando otros nos dejan descansar. Si la gente no nos llama o nos pide que hagamos algo por ellos, podemos reaccionar de manera exagerada sintiéndonos no amados, no necesitados y no queridos.

Aferramiento o temor a expresar placer

(1) Podemos aferrarnos a las experiencias de placer, felicidad o alegría al conferirles el poder imaginario de establecer nuestra existencia. Esto ocurre generalmente en conjunción con temer o aferrarse a una de las cualidades anteriores. Por ejemplo, al estar terriblemente aburridos o deseando distracción, podemos sentir la necesidad de tener experiencias sensoriales que nos provean placer. Por lo tanto, al sentir una necesidad constante de entretenimiento para sentirnos vivos, podemos vagar compulsivamente por los centros comerciales o jugar en la computadora. Incapaces de ver un programa de televisión completo por miedo a perdernos algo mejor, volvemos locos a todos al cambiar incesantemente de canal.

Podemos experimentar una inquietud similar con nuestra vida sexual. Nunca satisfechos con lo que tenemos, buscamos interminablemente algo más excitante que haga que la vida valga la pena. Aún más, podemos tener la esperanza de perdernos en los placeres sexuales. Las personas que dependen psicológicamente de drogas recreativas, cigarros o alcohol pueden sentir que son incapaces de disfrutar una comida, una película o hacer el amor a menos que experimenten los efectos de su substancia de abuso favorita.

Podemos aferrarnos al placer midiéndolo con actividad física o expresión verbal. Por ejemplo, podemos sentir que necesitamos hacer algo para “divertirnos”. No podemos simplemente disfrutar la compañía de alguien sin tener que correr con dicha persona de una actividad a otra. También podemos sentir que nuestra felicidad con alguien no es real a menos que la verbalicemos. Esto puede hacer que la otra persona se sienta incómoda e, inevitablemente, arruina el momento.

Cuando nos aferramos al placer del descanso, podemos esperar ansiosamente todo el día para llegar a casa después del trabajo o acostar a los niños. Sólo entonces sentimos que podemos relajarnos y ser “realmente nosotros”. Pareciera como si el resto del día no lo fuéramos. Esto nos hace reaccionar de forma exagerada si alguien nos priva del placer de nuestro “tiempo libre privado”.

Una forma causal de este síndrome es sentir compulsivamente que tenemos que complacer a todos o a alguien en especial. Insensibles a nuestras necesidades y emociones, sacrificamos todo por esta misión. Por ejemplo, podemos sentir que no valemos como amantes a menos que logremos que tanto nuestra pareja como nosotros lleguemos al orgasmo.

Aún más, cuando alguien viene a vernos, podemos sentir que tenemos que entretener a la persona, o de lo contrario no disfrutará su visita. También podemos sentir que siempre tenemos que ser el payaso y hacer que otros se rían, o las personas no nos aceptarán tal como somos. Incluso si bromeamos para levantar el ánimo de las personas, necesitamos recordar que el Buda mismo fue incapaz de hacer felices a todos. ¿Cómo podríamos tener éxito en ello?

(2) Cuando nos aferramos a recibir placer, felicidad o alegría de otros, podemos estar obsesionados con obtener su aprobación. Podemos sentir que, a menos que los demás nos aprueben, no podemos o no debemos ser felices. Por lo tanto, insensibles ante nuestras necesidades y objetivos, podemos hacer “obras buenas” para tratar de justificar nuestra existencia y valía ante los ojos de los demás. Otra forma de este síndrome es sentir que necesitamos de otros para entretenernos o simplemente para acompañarnos. Nos sentimos incapaces de ser felices solos.

(3) Podemos temer expresar alegría o sentir placer o felicidad. Por ejemplo, podemos no “permitirnos ser felices” porque sentimos que no lo merecemos. También podemos tener dificultades para relajarnos y pasarla bien por miedo a que otros nos descalifiquen. Algunas personas con este síndrome pueden incluso tener el miedo irracional de que un padre severo los castigue por tener placer, como si fueran niños a los que descubren masturbándose. Una forma causal de este problema es sentirse incómodo dando placer físico a alguien por temor a ser inadecuados o a no tener nada que ofrecer. En consecuencia, nos convertimos en amantes pasivos.

(4) Finalmente, podemos sentirnos intranquilos al recibir placer o aceptar las expresiones de alegría o felicidad de otros. Por ejemplo, podemos sentir incomodidad cuando alguien trata de darnos placer físico. Sentimos como si nos invadieran y eso nos hace frígidos. Aún más, podemos sentirnos amenazados o temerosos si alguien trata de obtener placer físico de nosotros, como si nos privaran de algo. También nos puede incomodar agradarles a otros y que nos lo demuestren, porque sentimos que no lo merecemos.

1 N. de la T. Triplistaes un término utilizado por el autor para referirse a las apariencias que tienen tres elementos: agente, objeto y acción; a diferencia de la apariencia dualista, con sólo dos elementos: agente y objeto.

Esquema de Ejercicio 19: Identificar los síndromes de aferrarse a las funciones mentales naturales en busca de seguridad

Procedimiento

  • Crea un espacio tranquilo y considerado.
  • Recuerda incidentes en los que tú u otros hayan experimentado las siguientes formas de comportamiento:
    • Para trabajar en un taller, elige un ejemplo de cada uno de los cuatro síndromes asociados con las siete funciones naturales de la mente, o elige solamente un ejemplo para cada función.
    • Haz lo mismo cuando practiques en casa, o trabaja sólo con aquellos síndromes que sean personalmente pertinentes.
    • Para una práctica avanzada o exhaustiva, considera todos los ejemplos de cada síndrome.
  • Piensa cómo semejante comportamiento puede surgir por aferrarse a una de las funciones naturales de la mente en busca de seguridad, o por temerle como si fuera una amenaza.
  • Reflexiona en torno a cómo esta confusión causa insensibilidad o hipersensibilidad hacia ti mismo o hacia otros.
  • Reconoce y acepta los problemas que pueden resultar de ello.
  • Para una práctica abreviada, elige cuatro o sólo un ejemplo de cada una de las funciones naturales de la mente, o trabaja sólo con ejemplos personalmente pertinentes.

Ejemplos

1. Actividad física

  • Aferrarse a ser el agente
    • Ser un adicto o adicta al trabajo para justificar tu existencia y valía al ser una persona productiva.
    • Tratar de perderte en el trabajo, de tal forma que no tengas que pensar en problemas personales.
    • Sentir la necesidad de tener siempre las manos ocupadas, por inseguridad nerviosa.
    • Ser incapaz de permitir que los demás hagan las cosas por sí mismos, de tal forma que puedas sentirte necesitado o necesitada.
    • Sumergirte en ayudar a los demás, como una forma de evadir el ayudarte a ti mismo.
    • Ser incapaz de estar frente a un aparato electrónico sin presionar los botones, de tal forma que puedas probar que existes al producir efectos.
    • Darles órdenes a todos los que te rodean, para confirmar tu existencia al obligarlos a hacer algo.
    • Sentir que si tan sólo pudieras encontrar el empleo perfecto, podrías lidiar con la vida.
    • Sentir que si tan sólo pudieras tener el control de todo en la vida, te sentirías seguro.
    • Descansar en los laureles de tus logros con la esperanza de sentirte más seguro.
    • Planear innumerables proyectos para establecer tu valía.
    • Sentir que si tan sólo hubieras logrado algo antes, ahora estarías seguro.
    • Sentir que si tan sólo no hubieras cometidos ciertos errores en tu juventud, ahora estarías seguro.
    • Tener que vivir en el centro de la actividad de una ciudad bulliciosa, para sentirte vivo.
    • Volverte un personaje anónimo en una ciudad bulliciosa, para perderte.
    • Acudir todos los días al centro comercial para ver a la gente, con el fin de obtener una sensación de vida.
    • Ser hiperactivo, por temor a perderte de algo.
    • Presionar a tus hijos con un horario agotador de deportes y clases extraescolares, de tal forma que no se pierdan nada.
  • Aferrarse a ser el receptor
    • Tener la necesidad de que los demás siempre nos esperen, para obtener un sentido de autovalía.
    • Comer compulsivamente fuera de casa, para perderte al no tener que lidiar con una escena doméstica.
    • Preguntar compulsivamente a los demás qué es lo que deberías hacer, por sentirte inseguro de ti mismo.
    • Sentir que si tan sólo pudieras encontrar un compañero que lo hiciera todo por ti, estarías mejor capacitado para lidiar con la vida.
  • Temor a ser el agente
    • Sentirte incompetente al manejar el equipo electrónico más moderno, debido a una baja autoestima y a una falta confianza en ti mismo.
    • Sentir que eres un torpe sin remedio, por las mismas razones.
  • Incomodidad de ser el receptor
    • Ser incapaz de tolerar que alguien maneje por ti, porque te sientes inseguro si no tienes el control.
    • Ser incapaz de tolerar que alguien pague tu cuenta, porque sientes que te roban tu dignidad.
    • Ser incapaz de tolerar que alguien te diga qué hacer o incluso que te pidan hacer algo, porque sientes que ello amenaza tu independencia.

2. Expresión verbal

  • Aferrarse a ser el agente
    • Hablar compulsivamente, incluso si no tienes nada que decir.
    • Siempre tener que expresar tu opinión, como si todos estuvieran interesados en conocer lo que piensas.
    • Sentir que siempre tienes que decir la última palabra, porque sientes que siempre debes tener la razón.
  • Aferrarse a ser el receptor
    • Insistir en que alguien te hable, porque de lo contrario te sientes ignorado e inexistente.
    • Ser adicto a escuchar “talk shows” como una forma de escape.
    • Hacer que otros te hablen por teléfono, para sentirte más seguro.
  • Temor a ser el agente
    • Sentirte nervioso de decirle a alguien lo que piensas, por no querer arriesgar tu seguridad en la situación actual.
    • Sentirte nervioso de hablar frente a un auditorio por temor a hacer el ridículo.
  • Incomodidad de ser el receptor
    • Ser incapaz de aceptar la crítica, regresándola a la persona que la hizo y acusándola de la misma falla.
    • Sentirte personalmente amenazado cuando alguien dice algo políticamente incorrecto.
    • Ser incapaz de tolerar que alguien hable por teléfono a tu nombre, porque sientes que eso niega tu existencia.

3. Experiencias sensoriales o mentales

  • Aferrarse a acumularlas
    • Sentirte obligado a visitar y fotografiar cada lugar cuando vas de turista al extranjero, para probar que estuviste ahí.
    • Tratar de perderte en los paseos y recorridos turísticos, con el fin de olvidar tus problemas en casa.
    • Tener la necesidad de conservar la música o la televisión encendidas de la mañana a la noche, porque de otra forma te sientes perdido en un aterrador vacío de silencio.
    • Siempre tener que oler aire fresco para sentirte vivo.
    • Tener la necesidad de probar compulsivamente todos los platillos de un buffet, porque de otra forma sientes que realmente no estuviste ahí.
    • Tocar cada prenda de vestir conforme pasas por los estantes de las tiendas, para aterrizarte en la realidad.
    • Darle un abrazo a cada persona cuando entras o sales de una habitación, para confirmar tu existencia mediante el contacto corporal.
    • Tener la necesidad compulsiva de mantenerte informado acerca de tu familia, tus amigos y de los asuntos mundiales, porque tener información inmediata de alguna manera te hace sentir más real.
    • Nunca saber cuándo dejar de hacer preguntas; no saber lo que pasa o a dónde vas cuando alguien te lleva a algún lado te hace sentir completamente inseguro.
    • Escuchar música a un volumen ensordecedor, porque quieres perderte en ella.
    • Intensificar tus sentidos con drogas recreativas, por sentir que, cuanto más intensas sean tus experiencias sensoriales, más real te vuelves.
    • Soportar el dolor de las perforaciones corporales, por la misma razón.
  • Aferrarse a ser el objeto de ellas
    • Sentir la necesidad de ser visto en las fiestas correctas y en los lugares correctos, vistiendo el último grito de la moda, pues de otra forma te sientes inseguro.
    • Tener la necesidad de que los demás te escuchen cantar en bares de karaoke, para reafirmar tu existencia.
    • Contar indiscriminadamente tus asuntos personales a las personas que se sientan a tu lado en el avión, para hacer que tus experiencias sean más reales.
    • Quejarte constantemente de tus problemas con otros, para evitar lidiar con ellos.
  • Temor a tenerlas
    • Temer hacer contacto visual durante una conversación, como una forma de evitar que alguien vea el “yo” real.
    • Sentirte amenazado por los extraños olores de un mercado extranjero, como si retaran quién eres.
    • Tener miedo de probar algo nuevo, por la misma razón.
    • Tener miedo de sentir tus emociones, dado que no sentir nada es más seguro.
    • Sentirte incómodo incluso de estar en la misma habitación que un enfermo terminal, por sentir, de forma inconsciente, que tu propia existencia es amenazada.
  • Incomodidad de ser el objeto de ellas
    • Reaccionar exageradamente si alguien te ve desnudo, como si esto expusiera tu verdadero “yo”.
    • Sentir una autopreocupación excesiva si alguien graba tu voz durante un discurso, por sentir que ahora lo que dices realmente cuenta.
    • Sentirte amenazado si otros cuerpos tocan el tuyo en un metro lleno de gente, como si el contacto físico con alguien fuera un encuentro más real que estar a unos centímetros de distancia.
    • Sentir paranoia de dar información sobre ti mismo a alguien, por estar obsesionado con tu privacidad.

4. Expresión de interés cálido

  • Aferrarse a ser el agente
    • Tener la necesidad compulsiva de estar en una relación íntima con alguien, pues de lo contrario sientes que la vida no vale la pena y que eres irreal.
    • Anhelar un bebé para sentirte necesitado, o para que puedas perderte en cuidarlo.
    • Sentir la necesidad compulsiva de mostrar tu afecto, al abrazar, besar o hacer cosas por alguien todo el tiempo, o al verbalizar constantemente tu amor, como si tu cariño sólo existiera si lo expresas.
    • Tener que ver o tocar de forma compulsiva a tu ser amado, o mirar su fotografía en tu escritorio para confirmar la realidad de tu amor.
    • Llamar incesantemente por teléfono a tu ser amado, por razones similares.
    • Insistir en compartir todos los aspectos de tu vida con un compañero, para hacer que tu relación sea más real.
  • Aferrarse a ser el receptor
    • Sentirte inquieto a menos que escuches un “te amo” o recibas un beso cada vez que te separas de tu ser amado, como si el amor de la persona no fuera real sin ello.
    • Sentirte inseguro a menos que conozcas todos los detalles del día de tu ser amado, como si tu relación fuera irreal si no los supieras.
  • Miedo o incomodidad de ser el agente
    • Tener miedo de perder el control si te enamoras.
    • Sentirte incómodo de mostrar tu amor dándole a alguien un beso de los buenos días, diciendo “te amo”, o llamando a la persona todos los días desde el trabajo.
  • Miedo o incomodidad de ser el receptor
    • Tener miedo de perder tu independencia si alguien se enamora de ti.
    • Sentirte incómodo cuando alguien te abraza o te besa, te dice que te ama, o te llama al trabajo, como si fuera un ataque a tu soberanía.

5. Expresión de energía

  • Aferrarse a ser el agente
    • Tener la necesidad compulsiva de hacer valer tu voluntad, para probar tu existencia.
    • Presionar a otros para que ellos confirmen tu existencia con su respuesta.
  • Aferrarse a ser el receptor
    • Exigir que todos enfoquen su atención en ti, para hacerte sentir importante y real.
    • Fingir que estás enfermo o actuar de forma terrible para forzar a los demás a aceptar o a negar tu existencia.
  • Miedo o incomodidad de ser el agente
    • Temer que si haces valer tu voluntad otros te rechazarán.
    • Temer que esforzarte te dejará sin energía ni tiempo.
    • Molestarse por las exigencias que otros hacen de tu tiempo o energía, al sentirlas como una amenaza a tu existencia.
  • Miedo o incomodidad de ser el receptor
    • Sentir autopreocupación e incomodidad o sentirte indigno de la atención que otros te prestan.
    • Temer que la energía negativa de otros te infecte y, por lo tanto, levantar barreras emocionales cuanto te encuentras con ellos.

6. Descanso

  • Aferrarse a tomar un descanso
    • Tener la necesidad constante de tomar descansos en el trabajo, con el fin de no perder de vista que eres una persona.
    • Requerir siempre paz y quietud para mantener la compostura.
    • Tener el anhelo de dormir, o incluso de morir, para escapar de tus problemas.
  • Aferrarse a recibir un descanso
    • Sentir que si los demás te permitieran descansar y te dejaran solo, todo estaría bien.
    • Sentir que no puedes dormirte a menos que tu ser amado esté junto a ti, que hagas el amor o que leas un libro.
  • Tener miedo de tomar un descanso
    • Sentir que ya no serás una persona si dejas de estar activo.
    • Ser incapaz de relajarte o de quedarte dormido por temor a perderte algo o a no tener el control.
    • Sentir que nadie puede hacerse cargo de tu trabajo si te retiras o te vas de vacaciones.
  • Incomodidad por recibir un descanso
    • Sentirte no amado, no necesitado o no deseado si las personas no te llaman o no te piden que hagas algo por ellas.

7. Expresión de placer

  • Aferrarse a ser el agente, en conjunción con aferrarse o temer otra función mental natural.
    • Pasear en los centros comerciales o jugar videojuegos de forma compulsiva, por sentir que necesitas entretenimiento constantemente para sentirte vivo.
    • Ser incapaz de ver un programa de televisión y cambiar incesantemente los canales, por temor a perderte algo mejor.
    • No estar nunca satisfecho con tu vida sexual y buscar siempre algo más excitante para sentir que tu vida vale la pena.
    • Tener la esperanza de perderte en los placeres del sexo.
    • Sentir que no puedes disfrutar de una comida, una película o de hacer el amor si no consumes drogas recreativas, alcohol o un cigarro.
    • Sentir que tienes que hacer algo para “divertirte”.
    • Sentir que eres incapaz de disfrutar de la compañía de alguien si no corres con esa persona de una actividad a otra.
    • Sentir que tu felicidad con alguien no es real, a menos que la verbalices.
    • Sentir que sólo hasta que llegas a casa después del trabajo, o hasta después de que acuestas a los niños, puedes relajarte y ser “realmente tú”.
    • Sentir compulsivamente que tienes que complacer a todos o sólo a alguien especial, para justificar tu existencia.
    • Sentirte sin valor como amante, a menos que puedas llevarte a ti mismo y a tu pareja al orgasmo.
    • Sentir que tienes que entretener a alguien cuando él o ella acude a verte, porque de lo contrario la persona no disfrutará la visita.
    • Sentir que siempre tienes que ser el payaso y hacer reír a los demás, porque de lo contrario no te aceptarán como eres.
  • Aferrarse a ser el receptor
    • Estar obsesionado con ganar la aprobación de otros y sentir que, a menos que los demás te aprueben, no puedes o no debes ser feliz.
    • Hacer “buenas obras” de forma compulsiva, para tratar de justificar tu existencia y valía ante los ojos de las personas.
    • Sentir que necesitas que otros te entretengan o simplemente que estén contigo, porque te sientes incapaz de ser feliz por ti mismo.
  • Temor a ser el agente
    • No “permitirte a ti mismo ser feliz” porque sientes que no lo mereces.
    • Tener dificultades para relajarte y pasar un buen rato, por temor a que los otros te desaprueben.
    • Sentirte incómodo de dar placer físico a alguien por temor a ser incompetente o a que no tienes nada que ofrecer.
  • Miedo o incomodidad de ser el receptor
    • Sentir incomodidad de que alguien trate de darte placer físico, como si estuvieras siendo invadido.
    • Sentirte atemorizado o amenazado si alguien trata de obtener placer físico de ti, como si ello te quitara algo.
    • Sentirte incómodo de que otros se sientan complacidos contigo y te alaben, por sentir que no lo mereces.
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