16 Toma de decisiones sensibles

Sentimientos, deseos y necesidades

Aun cuando estamos atentos a una situación y sentimos un nivel de felicidad, interés, compasión y deseo de involucrarnos, necesitamos reaccionar sensible y apropiadamente. Con frecuencia, necesitamos decidir entre tres opciones: hacer lo que tenemos ganas de hacer, hacer lo que queremos hacer y hacer lo que necesitamos hacer. Las decisiones que involucran a alguien más añaden las opciones de lo que la otra persona quiere o necesita. Algunas o todas estas opciones pueden coincidir, y sin embargo, a menudo difieren. Elegir lo que queremos o tenemos ganas de hacer por encima de lo que es necesario, o elegir lo que la otra persona quiere por encima de lo que necesita, es una forma de insensibilidad. Cuando hacemos una elección semejante, con frecuencia nos sentimos culpables. Esta reacción exagerada sucede porque experimentamos lo que necesitamos hacer de manera dualista como lo que deberíamos hacer. En un lado está el “yo” desafiante y en el otro la desagradable acción que deberíamos hacer, pero que no estamos haciendo. Generalmente, la apariencia dual está acompañada de un juicio moralista.

Deconstruir el proceso de toma de decisiones usando imágenes como la del globo que se revienta, resuelve cualquier tensión sobre el asunto del “debería”. En lugar de lo que deberíamos hacer, este proceso deja lo que necesitamos hacer. Sin embargo, posiblemente no sepamos lo que necesitamos hacer o lo que otra persona necesita. Para saberlo, podemos basarnos en los cinco tipos de conciencias profundas: conocimiento, experiencia, intuición, discriminación y fuentes de consejo externas y confiables.

Aun cuando sepamos lo que necesitamos hacer, podemos no querer hacerlo ni tener ganas de hacerlo. Podemos seguir sintiendo tensión, incluso si el tema del “debería” ya no complica el asunto. ¿Necesitamos ser insensibles a nuestros deseos y sentimientos? ¿Es una reacción exagerada sentir frustración y desilusión ante la necesidad de ignorar alguno de ellos, o a ambos?

El asunto es complejo. Pueden darse cuatro combinaciones entre lo que queremos hacer y lo que tenemos ganas de hacer. Supongamos, por ejemplo, que tenemos sobrepeso y sabemos que necesitamos ponernos a dieta.

  1. Podemos querer mantener la dieta, pero no tener ganas de hacerlo cuando nos sirven de postre nuestro pastel favorito.
  2. Podemos tener ganas de apegarnos a nuestra dieta, pero no querer hacerlo cuando ya pagamos un cuarto de hotel muy caro que incluye el buffet del desayuno.
  3. Podemos tener tanto ganas de mantener nuestra dieta como deseos de hacerlo cuando la gente nos dice que hemos engordado mucho.
  4. Podemos no querer ni tener ganas de mantener la dieta cuando estamos irritados por algo y queremos ahogar nuestro enojo comiendo pastel.

En cada caso, podemos elegir tanto comer pastel como restringirnos de ello. ¿Cómo podemos tomar una decisión sensible de la que no nos arrepintamos después?

Top