Introducción
Su Santidad el Decimocuarto Dalái Lama enfatiza que la armonía religiosa debe basarse en la educación, conociendo las tradiciones de los demás. Con un conocimiento profundo, podemos reconocer los objetivos comunes que compartimos, respetando las diferencias. De hecho, al conocer estas diferencias, podemos descubrir algunos aspectos que pueden enriquecer las propias tradiciones. Por lo tanto, aunque es muy agradable demostrar las similitudes de varias religiones y orar juntos, también necesitamos explorar las diferencias entre ellas para que podamos desarrollar una comprensión y un respeto más profundos. Una comprensión y un respeto más profundos proporcionan la base estable para una armonía y cooperación rduraderas entre las religiones del mundo.
Todas las religiones enseñan que una actitud egocéntrica, con la que uno piensa solo en uno mismo, es la fuente de todas las emociones negativas, como la ira, los celos, la suspicacia, la codicia, la arrogancia, etc. Una actitud egocéntrica también conduce al comportamiento destructivo de matar, robar, intimidar, engañar, mentir, a la corrupción y explotación, todo para salirse con la suya. En resumen, los sentimientos egoístas extremos son la fuente de todos los problemas. Para contrarrestar esto, todas las religiones enseñan métodos para disminuir el egocentrismo y mejorar las cualidades positivas como el amor, la compasión, la tolerancia y el perdón.
Veamos lo que el islam y el budismo enseñan sobre estos temas. Tanto el islam como el budismo tienen muchas escuelas y tradiciones diferentes, cada una con sus propias interpretaciones específicas. Sin embargo, aquí examinaremos principalmente las afirmaciones más difundidas que se encuentran en el islam y en las tradiciones indo-tibetanas del budismo. Dado que el objetivo de este ensayo es educar a los budistas sobre los principios y creencias básicos del islam, y educar a los musulmanes sobre lo mismo en el budismo, las presentaciones contendrán, por necesidad, simplificaciones y generalizaciones. No se pretende hacer ninguna tergiversación. Solo Dios conoce el significado completo del Corán y solo un buda conoce el significado completo de las enseñanzas del Dharma.
Afirmaciones generales sobre el camino espiritual
En general, dentro del islam, el egocentrismo se refiere a seguir la propia voluntad (árabe: al-iradat al-zat), dominados por la importancia personal, el egoísmo y las emociones negativas, en contraposición a seguir la voluntad de Dios (árabe: iradat Allah). La forma de superar el egocentrismo es mediante la adoración sincera de Dios (árabe: al-ibadah). La adoración implica perfeccionar las tres dimensiones de la religión islámica (árabe: al-din). Abarca todo lo que Dios ama y le agrada:
- Sumisión o entrega a Dios (árabe: al-islam)
- Fe (árabe: al-iman)
- Excelencia (árabe: al-ihsan), tanto en carácter como en actos de servicio a las creaciones de Dios.
Varias tradiciones islámicas enseñan diferentes enfoques para alcanzar un estado de total sumisión, fe y excelencia. Estos enfoques se dividen en dos categorías principales:
- Métodos revelados históricamente por el profeta Mahoma, como se enseña en las tradiciones ortodoxas sunitas y chiitas.
- Métodos que se basan en la experiencia interior personal de Dios, como se enseña principalmente en las órdenes sufíes.
Ambos enfoques se derivan de la afirmación musulmana de la creación y el alma.
Creación y espíritu
Dios creó a Adán al exhalar Espíritu (en árabe: al-Ruh) en un poco de arcilla. Dios repite este acto de creación con cada hombre y mujer concebidos a partir de entonces, al enviar un ángel para soplar Su Espíritu en el cuerpo de cada niño en el vientre de su madre. Solo Dios tiene pleno conocimiento del Espíritu; a la humanidad sólo se le dio un poco de conocimiento al respecto.
Los ángeles fueron creados por Dios a partir de la luz. Algunos de ellos sirven a Dios personalmente, por ejemplo, los que llevan el trono de Dios. Otros actúan como intermediarios con el mundo y cumplen la voluntad de Dios, como el ángel Jibril, quien trajo la revelación del Corán (árabe: al-Qu'ran) de Dios al profeta Mahoma. Dios también creó genios invisibles (en árabe: al-jinn) a partir de fuego sin humo, así como animales. Aunque el Corán no menciona que Dios creó a ninguno de estos seres no humanos al exhalar en ellos Espíritu, esto no descarta la afirmación de que todas las creaciones de Dios fueron creadas con el Espíritu.
El alma, el intelecto, el corazón y la naturaleza innata más íntima de la humanidad
Cuando se encarna en humanos, se hace referencia al Espíritu como un alma (árabe: al-nafs). Sin embargo, muchos maestros sufíes, como al-Ghazali, afirman que el espíritu y el alma son entidades separadas que están presentes en cada persona. Discutiremos las afirmaciones sufíes más adelante en este ensayo. En esta presentación general seguiremos el uso generalizado de Espíritu y alma como sinónimos cuando encarnan en los humanos.
Las almas de los humanos y los genios invisibles pueden ejercer el libre albedrío (árabe: al-iradat al-hurah). El libre albedrío, en otras palabras, la libre elección, es una característica del intelecto (árabe: al-'aql), que Dios también creó en los seres humanos. El intelecto es la facultad del pensamiento, especialmente el pensamiento racional y la lógica.
Dios también creó a la humanidad con un corazón (árabe: al-qalb). En el Corán también aparecen varios sinónimos de corazón, como al-fu'ad. Aunque algunos maestros sufíes diferencian estos términos refiriéndose a diferentes niveles o aspectos del corazón, en esta presentación general solo hablaremos del corazón en general.
El corazón es la facultad de sentir emoción (árabe: al-'atifah), tanto positiva como negativa, así como de sentir felicidad y tristeza. Puede llenarse de dudas acerca de Dios y, por tanto, ser ciego, o puede fortalecerse y llenarse de fe. Puede cerrarse a la Verdad (árabe: al-Haqq), que es Dios y Su Mensajero Mahoma, o puede abrirse.
Sin embargo, todos los hombres nacen con una naturaleza innata e íntima que es pura. Esta naturaleza pura innata es una predisposición innata e inmutable (árabe: al-fitrah), más específicamente, una inclinación innata a creer en Dios y someterse a él y seguir su voluntad. Es como una facultad innata que permite a la humanidad tener fe en la fórmula del testimonio (árabe: al-shahada): “No hay dios, sino Dios; y Mahoma es el mensajero de Dios".
Por lo tanto, la Unidad de Dios (árabe: al-tawhid) es parte integral de la naturaleza pura original de todos los hombres. Sin embargo, necesita ser profundamente entendido y confirmado en el centro personal más íntimo (árabe: al-lubb). Mahoma es el mensajero de Dios para recordarnos esta naturaleza. El Corán habla de aquellos que son profundamente conscientes de su naturaleza pura como "hombres del centro más íntimo" (árabe: ulul-albab).
Si, basado en el libre albedrío del intelecto, el corazón propio más tarde en la vida se ve movido por emociones negativas derivadas de la desobediencia a la voluntad de Dios, el alma también se somete a estas emociones. Bajo su influencia, el alma nos conduce a participar en un comportamiento prohibido, un comportamiento prohibido por Dios. Como resultado, se acumulan manchas negras alrededor del corazón. La predisposición innata hacia Dios se cubre de oscuridad. Hay un velo entre el propio corazón y el mensaje de Mahoma y el propio corazón se cierra a la Verdad de Dios.
Dado que es el alma la que actúa con voluntad propia, es el alma la que necesita ejercer el libre albedrío del intelecto para quitar las manchas del corazón. Este esfuerzo por abrir el corazón se describe como una lucha (árabe: jihad). Mahoma, de hecho, llamó a la lucha contra el alma (árabe: jihad al-nafs) la mayor yihad. Es la lucha contra la desobediencia a Dios, la falta de fe, la lujuria y la ira.
En el curso de esta lucha, el alma puede vacilar entre tres estados:
[1] El alma que incita (árabe: al-nafs al-'ammarah) es el alma en el estado en el que nos incita a la lujuria, la ira y la desobediencia de la voluntad y las leyes de Dios.
[2] El alma que se reprocha a sí misma (árabe: al-nafs al-luwwamah) es el alma que se examina y se acusa de escuchar al yo que incita. Arrepintiéndose de este comportamiento, busca el perdón de Dios. El alma que se reprocha a sí misma entonces hace uso de la facultad de autocontrol, que es una cualidad adicional del intelecto.
El término árabe para autocontrol, “al-taqwa”, connota tanto fortalecerse para evitar ser lastimado, así como ser piadoso. En la frase árabe “teme a Dios”, “ittaqullah”, el verbo “ittaqu” (miedo) se relaciona morfológicamente con al-taqwa. Por lo tanto, el autocontrol es una forma de temor de Dios, que pone una barrera para protegerse a sí mismo de hacer lo que incurriría en la ira de Dios.
- Tengamos en cuenta que, en el budismo, el término sánscrito “dharma” significa una medida preventiva, algo que se hace para evitar causarse daño a uno mismo.
[3] El alma en paz (árabe: al-nafs al-mutma'inna) es el alma que es firme en su obediencia a la voluntad de Dios y, por lo tanto, totalmente en paz.
Amor
En el Corán aparecen varias palabras árabes diferentes para referirse al amor a partir de dos grupos de términos relacionados morfológicamente. Un grupo deriva de la raíz de tres letras hbb, por ejemplo, al-hubb, y connota un sentimiento de cercanía a la excelencia. El otro grupo se deriva de la raíz de tres letras wdd, por ejemplo, al-Wadud, y connota una sensación de cercanía expresado en la propia conducta y acciones hacia los demás. Aunque cada término en cada uno de estos dos grupos tiene una connotación ligeramente diferente, es difícil distinguirlos basándose únicamente en el Corán. Por lo tanto, aquí hablaremos solo de las características más generales del amor, ejemplificadas por estos términos tal como se usan en el Corán.
En el caso de Dios, Dios es el creador de todo el universo y de todos los seres en él. Los crea con excelencia (árabe: al-ihsan) y Su amor es un sentimiento de cercanía hacia toda la excelencia que ha creado. Sin embargo, Dios favoreció a la humanidad sobre otras formas de vida que creó, incluso los ángeles. Así, Dios creó a la humanidad con Su Espíritu, en la mejor de las formas, en un estado primordial de pureza y con Su confianza para ser sus vice-regentes en la tierra. Como una bendición, Dios también honra o dota a las personas con sus diversas buenas cualidades, como el amor.
Dios creó a la humanidad y a los genios invisibles para que pudieran amarlo y adorarlo. Pero también les dio libre albedrío, para que pudieran elegir si amarlo y adorarlo o no. Dios ofreció a todos una guía en la forma de su predisposición innata para acercarse a Dios, pero algunos prefieren seguir su propia voluntad ciega. Así, gracias al libre albedrío, los hombres pueden orientar su amor, es decir, su sentimiento de cercanía, ya sea hacia lo realmente excelente y acorde con la voluntad de Dios, o bien hacia lo que erróneamente consideran como excelencia, pero que va contra la voluntad de Dios y contradice lo realmente excelente. El amor humano también puede dirigirse a los demás, así como a todas las creaciones de Dios.
El amor de Dios por la humanidad, entonces, es su sentimiento de cercanía con excelencia, tanto en carácter como en actos de servicio. La excelencia en el carácter y los actos de servicio son expresiones de la propia sumisión y la fe desinteresadas. En otras palabras, son expresiones de la propia adoración a Dios. El Corán elabora el amor de Dios por la excelencia en su mención, en varios versículos, de aquellos a quienes Dios ama. La lista indica cómo los que aman a Dios lo adoran correctamente:
- Aquellos que hacen lo virtuoso y bueno (árabe: al-muhasnin).
- Aquellos que se mantienen puros y limpios (árabe: al-mutatahharin).
- Aquellos que son temerosos de Dios y, por lo tanto, actúan correctamente, por ejemplo, cumpliendo su palabra y actuando de acuerdo con la ley y sus compromisos (árabe: al-mutaqin).
- Los que son justos y razonables (árabe: al-muqasitin).
- Aquellos que confían en Dios y confían en Él (árabe: al-mutawakilin).
- Los que son firmes, constantes y pacientes en la realización de la voluntad de Dios (árabe: al-sabrin).
- Aquellos que aman a Dios, al profeta Mahoma y a la Gente de la Casa.
- Aquellos que luchan por la causa de Dios.
- Los que se arrepienten (árabe: al-tawwabin).
Hay diversas interpretaciones en cuanto a quiénes incluye la Gente de la Casa (en árabe: ahl al-bayt), es decir, la Casa del Profeta. Todos los musulmanes incluyen a la familia inmediata de Mahoma, que consiste en su hija Fátima, su esposo Ali, que también era primo de Mahoma, y sus dos hijos Hasan y Husayn. La denominación chiita (árabe: Shí'ah) del islam incluye, además, la línea de los imanes, los descendientes de Mahoma divinamente señalados que, como familiar inmediato de Mahoma, están sin pecado y son infalibles.
El Corán también enumera en varios versículos a aquellos a quienes Dios no ama, como aquellos que lo rechazan. No es que Dios no ame a los incrédulos, sino que aquellos que se oponen a Dios y a la voluntad de Dios se niegan libremente a ser amados por Dios y así rechazan la misericordia de Dios. Por lo tanto, aunque Dios ama a toda su creación, eso no significa que Dios sea igualmente gentil con toda su creación, como:
- Aquellos que transgreden más allá de los límites establecidos por la ley divina (árabe: al-mua'tadin).
- Los corruptos (árabe: al-mufasidin).
- Los incrédulos (árabe: al-kafirin), que rechazan la verdad.
- Malhechores y opresores (árabe: al-zalimin).
- Los que derrochan por exceso (árabe: al-musarifin).
- Los fanfarrones, aquellos que presumen del bien que han hecho (árabe: kul mukhtal fkhur).
- Aquellos que son arrogantes (árabe: al-mustakibirin), que fingen tener buenas cualidades y esconden las malas.
- Aquellos que son ricos y menosprecian a los demás (árabe: al-frahin).
- Aquellos que son desleales (árabe: al-kha'inin).
- Aquellos que traicionan (árabe: khawwanan) y son inmorales (árabe: athiman).
El amor humano se dirige hacia lo que se considera excelente, lo que uno carece y lo que anhela. Por lo tanto, el amor del hombre hacia Dios es un anhelo por el logro de la perfección que carece y necesita. Por otro lado, el amor de Dios por sus creaciones no connota imperfecciones o anhelos. A Dios no le falta nada y por eso no necesita el amor y la adoración de la humanidad. Sin embargo, el amor de Dios por la humanidad se manifiesta en que acerca más a la humanidad hacia él. Así el amor, implantado en el corazón del hombre, es como una semilla que crece y se multiplica en aquellos a quienes Dios quiere, acercándolos cada vez más a Dios.
Cuando los hombres desarrollan amor para el universo y para la humanidad en la forma más pura, su amor no es por el universo o la humanidad en sí mismos, sino que es amor por Dios que creó la excelencia en ellos. Sin embargo, el amor humano hacia los otros implica realizar excelentes actos de servicio para quienes comparten la creencia y la práctica del islam, cuidándolos como una forma de adoración a Dios su creador.
Sinceridad en la adoración
Uno desarrolla el amor de Dios a través de una profunda gratitud por Su misericordia para crearse a uno mismo, Su misericordia del perdón cuando uno se arrepiente, Su respuesta a nuestras oraciones y necesidades, Su cercanía y favor, y Su percepción y bondad hacia sus esclavos (árabe: al-'abd).
Un esclavo de Dios (árabe: 'abdullah) es alguien que es completamente obediente de la voluntad de Dios y que ama y adora a Dios realizando excelentes actos de servicio hacia las creaciones de Dios. La sinceridad del amor de los esclavos de Dios hacia Dios, sin embargo, depende de su desarrollo, en etapas, de cuatro atributos:
- Ser modesto (árabe: 'azilah) hacia los más nobles de los fieles. Esto significa considerarse humilde ante los fieles, favorecerlos por encima de uno mismo y ser generoso y amable con ellos. También implica ser compasivo y misericordioso con los hermanos en la fe y unirse a ellos en la adoración a Dios.
- Ser severo (árabe: 'ashida') con los incrédulos. Esto implica ser duro con los que se oponen a Dios o que son hipócritas en su fe en Dios, y luchar contra su influencia.
- Luchar (árabe: yujahiduna) por el bien de Dios. La lucha más elevada es una lucha constante contra los dictados negativos del corazón incitador. La lucha menor es contra aquellos incrédulos que ocasionalmente causan daño a los musulmanes.
- No temer (árabe: la yahafuna) las afirmaciones de los incrédulos. Esto significa ser tan sincero en la propia fe en Dios, que no se presta atención a nada excepto a Dios y la voluntad de Dios.
La adoración sincera de Dios tiene principalmente tres motivos:
- Estar aterrorizado (en árabe: khaufan) por el castigo de Dios en el más allá, lo que lleva al asombro y el temor de Dios.
- Tener una esperanza fervorosa (árabe: tama'an) por la misericordia de Dios, que lleva al anhelo del amor por lo que uno espera.
- Tener plena convicción o fe (árabe: iman) en la existencia de Dios, con un conocimiento firme (árabe: al-ma'rifah) de que Dios es Dios, en otras palabras, un conocimiento firme de que Dios es el más grande de todos y que, en comparación, la humanidad es pequeña. Así, la fe surge de la humildad (árabe: tadarru'an) frente a toda la creación de Dios y del secreto (árabe: khufyatan) al mantener esa fe escondida en lo profundo del corazón. El conocimiento de la grandeza de Dios debe preceder a los dos primeros motivos: estar aterrorizado por el castigo de Dios y tener esperanza en su misericordia.
El más allá
Durante la vida de las personas, dos ángeles, conocidos como los escribas honorables (en árabe: kiraman katiban), registran todos sus actos en su “libro de hechos” individual, con un ángel que registra las buenas obras y el otro las malas. Cuando los humanos mueren, el ángel de la muerte toma el Espíritu de su cuerpo y lo lleva ante Dios en el cielo más alto, donde se lee su libro de hechos. Las buenas obras de aquellos que irán al paraíso se registran en el Libro Mayor de los Justos y se guardan en el cielo más alto; las malas acciones de los que irán al infierno se registran en el Libro Mayor de los malvados y se guardan en el infierno más bajo.
Luego, dos ángeles devuelven los Espíritus de los difuntos a los cuerpos en la tumba y, ahora como almas, les preguntan sobre sus creencias en Dios, el islam, Mahoma y el Corán. Dependiendo de las respuestas, se abre una puerta al paraíso o al infierno para las almas de los difuntos. A lo largo del resto del estado intermedio (árabe: al-barzaj), literalmente la “barrera” entre la muerte y el juicio final, el fallecido experiencia el sabor de la felicidad del paraíso o las torturas del infierno a través de estas puertas. Los experimentan con cuerpos facsímiles inmateriales.
En el Día del Juicio al final de los tiempos, todos los humanos resucitan de la tumba, sus cuerpos descompuestos son restaurados y se reúnen desnudos ante Dios. Sus obras se leen del Libro Mayor de los Justos o del Libro Mayor de los Malvados y reciben el Juicio Final de Dios. Aquellos que se han sometido a Dios y han superado el egocentrismo de su propia voluntad y han adorado sinceramente a Dios con amor, pasarán toda la eternidad en el paraíso, disfrutando de la felicidad con un cuerpo puro y limpio. Aquellos que han desobedecido y se han alejado de Dios complaciendo el egocentrismo de su voluntad propia pasarán toda la eternidad torturados en el infierno.
En el Día del Juicio, los animales que han muerto también son reunidos ante Dios. Pero debido a que carecían de libre albedrío, eran incapaces de desobedecer sus instintos naturales según les fueron dados por la voluntad de Dios y por eso no pueden ser juzgados. El Corán no menciona lo que les sucede después de ser reunidos ante Dios. Algunos comentaristas posteriores dicen que regresan al polvo sin entrar ni al paraíso ni al infierno. Otros dicen que en el paraíso se encuentran magníficos caballos y camellos. Los ángeles también carecen de libre albedrío y son incapaces de obrar mal. Como mensajeros y siervos de Dios, son inmortales y continúan sirviendo a Dios después del Día del Juicio.
Por lo tanto, solo los humanos y los genios invisibles se enfrentan al juicio al final de los tiempos. Los seres humanos, sin embargo, tienen la posibilidad, mientras están vivos, de volverse conscientes de su disposición innata hacia Dios. Así, los humanos tienen la posibilidad durante su vida de desarrollar su alma para ser un alma en paz. Uno alcanza este estado de paz a través del amor a Dios y al mensajero de Dios, Mahoma, y siguiendo el excelente ejemplo (árabe: al-uswah hasanah) del carácter y las acciones de Mahoma en la vida. Esto implica perfeccionar las tres dimensiones de la religión islámica, como se explicó anteriormente: sumisión, fe y excelentes actos de servicio. La práctica sincera de estos tres lleva en el Día del Juicio a una vida eterna en el paraíso.
Métodos históricamente revelados para superar el egocentrismo y desarrollar el amor
Sumisión
Los "cinco pilares del islam" describen el camino de la sumisión a seguir para entrar al paraíso:
- La sumisión en sí es dando testimonio y aceptando como verdad absoluta el significado de lo que uno recita con la fórmula del testimonio, es decir, que no hay más Dios que Dios y que Mahoma es el mensajero de Dios.
Los siguientes cuatro pilares indican lo que implica el estado de sumisión:
- Orar cinco veces al día frente a La Meca, lavarse primero, inclinarse y recitar la fórmula del testimonio.
- Pagar un impuesto (árabe: al-zakah) para el alivio de los pobres y necesitados, como un acto de renunciar a la propia riqueza obedeciendo la voluntad de Dios.
- Ayunar durante el mes de Ramadán, el mes en que Mahoma recibió la revelación del primero de los 114 capítulos (en árabe: al-surah) del Corán. Al renunciar a los placeres de la comida y el entretenimiento durante este mes de ayuno, uno también demuestra su obediencia y sumisión a Dios.
- Hacer una peregrinación a la Kaabah (en árabe: Ka'bah) en La Meca, durante la cual todos deben usar solo dos piezas de tela blanca sin coser y sandalias, que representan la igualdad de toda la humanidad.
Sumisión también significa conocer y seguir las leyes de Dios, la Sharia (en árabe: Sharia). La Shariah se basa en el Corán, revelado por Mahoma, y en la Sunnah, registros de las prácticas religiosas que Mahoma estableció entre sus compañeros. Shariah, que significa literalmente "El Camino", proporciona todos los aspectos de la vida. Se divide en acciones que son:
- Obligatorias, como rezar cinco veces al día.
- Recomendadas, como dar caridad.
- Neutras, como qué verduras comer.
- Desalentadas, como el divorcio.
- Prohibidas, como asesinar, robar, comer cerdo, beber alcohol, etc.
Si uno aprende, se somete y obedece las leyes de la Shariah, se vence la voluntad propia ejercida por el alma incitadora, que lo había llevado a uno a ser egocéntrico y a desobedecer la voluntad de Dios.
Fe
Además, al someterse a Dios mediante el testimonio, uno acepta los seis artículos de fe:
- La Unidad de Dios,
- Mahoma como el último y definitivo profeta de Dios; y la infalibilidad de todos los profetas.
- Creencia en los ángeles.
- La infalibilidad del Corán y otros libros proféticos, como partes de la Biblia.
- Creencia en el Día del Juicio.
- Aceptación de la predestinación (árabe: al-qadar) de los asuntos mundanos por parte de Dios, basada en la omnisciencia de Dios de todo lo que ha sucedido y sucederá, incluidas las decisiones que todos tomarán con libre albedrío.
Excelentes actos de servicio a las creaciones de Dios
El amor de Dios por medio de la sumisión a la voluntad de Dios y por medio de la fe lleva a ayudar a otros como un signo de ese amor y sumisión, por ejemplo, pagando un impuesto para el alivio de los pobres y necesitados. Este excelente acto de servicio a las creaciones de Dios no se considera un acto de caridad. Más bien, es un deber voluntario de todos los musulmanes pagar un impuesto sobre el patrimonio de sus ahorros y propiedades, ya que esa es la solicitud legítima de los pobres y necesitados a los ricos. Pagar este impuesto, entonces, es un acto de sumisión a Dios al renunciar al reclamo egocéntrico de la propia riqueza. Dado que la riqueza se considera impura, pagar el impuesto a los pobres es una forma de purificarse de sus manchas y atestigua la igualdad de toda la humanidad. Cada miembro de la humanidad es igualmente creación de Dios, imbuido de Espíritu y poseedor de un corazón grabado con el sello de una disposición innata que puede atraerlo o atraerla hacia Dios.
Aunque Dios juzga a todos con equidad, Dios ama solo a aquellos que se someten a la voluntad de Dios y que, por lo tanto, llevan una vida ética de acuerdo con la Shariah. Por el bienestar de la sociedad en su conjunto, Dios odia y castiga a quienes desobedecen y causan daño. Por lo tanto, como un servicio a Dios y como un signo de amor, la humanidad necesita hacer cumplir las leyes de la Shariah. Por lo tanto, la ley y la justicia (árabe: al-'adl) para mantener la armonía social juegan un papel crucial en la sociedad musulmana. Muchas de las diferencias entre las tradiciones islámicas se derivan de sistemas de interpretación ligeramente diferentes de las leyes de la sharia.
Perdón
Aunque existe un castigo por las malas acciones, el perdón (árabe: al-qhufran) para aquellos que se han sometido a Dios pero que, debido a los dictados de la voluntad propia y las emociones negativas, han violado algunas de las leyes de la Sharia, también juega un papel importante en el islam. Dios siempre perdona, mientras uno se arrepienta sinceramente y se vuelva a Dios. Sin embargo, no hay perdón para aquellos que rechazan o abandonan el islam o que blasfeman contra Dios, Mahoma o el Corán.
Dos de los nombres más excelentes de Dios (árabe: al-'asma' al-husna) - el Totalmente Misericordioso (árabe: al-rahman) y el Especialmente Misericordioso (árabe: al- rahim) - indican este aspecto del perdón divino como parte del Amor de Dios hacia la humanidad. Hay tres interpretaciones principales de la diferencia entre estos dos aspectos:
- Dios es Totalmente Misericordioso en todo momento por Su misma naturaleza y no requiere un objeto; mientras que Dios es Especialmente Misericordioso con los que se arrepienten.
- Dios es Totalmente Misericordioso; mientras que las acciones de Dios son Especialmente Misericordiosas.
- Solo Dios es Totalmente Misericordioso por naturaleza; mientras que Dios y otros, como Mahoma, son Especialmente Misericordiosos con los que se arrepienten.
Al entrar en el corazón de aquellos malhechores que tienen la inclinación de arrepentirse, Dios los ayuda primero a arrepentirse y luego los perdona. El arrepentimiento (árabe: al-tawba) implica:
- Sentir remordimiento.
- Arrepentirse pidiendo a Dios que nos perdone.
- Reparar la falta mediante algún acto virtuoso.
- Determinarse a no volver a repetir el acto incorrecto.
Sin embargo, si uno muere sin arrepentirse, enfrenta la condenación eterna y el castigo en el infierno en el Día del Juicio.
La práctica de la jurisprudencia en los tribunales islámicos también puede implicar el perdón. La víctima de un delito o la familia de la víctima tiene la opción de exigir un castigo estricto, una compensación monetaria o un indulto. La práctica del perdón en este contexto legal es también un excelente acto de servicio a Dios.
Métodos que se basan en la experiencia interior y personal de Dios para superar el egocentrismo y desarrollar el amor
Belleza y Amor de Dios
Algunos maestros sufíes explican que, aunque Dios crea a todos los hombres con el núcleo más íntimo de su corazón sellado con una predisposición pura, inmutable e innata hacia Dios, la negligencia (árabe: al-qhaflah) ha empañado la conciencia de ello. Es como si la humanidad se hubiera olvidado de Dios. Como resultado, las personas se vuelven egocéntricas y siguen los dictados egoístas de su voluntad propia. En consecuencia, actúan con codicia e ira.
El sufismo enseña un camino de amor a Dios como la forma para superar esta negligencia y, por tanto, como camino para superar el egocentrismo y acercarse lo más posible a Dios. El amor, como se usa en el Corán, es un sentimiento de cercanía hacia la excelencia. El Corán delinea las cosas que son excelentes con una serie de palabras relacionadas morfológicamente que se derivan de la raíz de tres sílabas hsn. En algunos versículos, la excelencia se refiere a Dios, sus nombres o el paraíso. En otros, se refiere a la excelencia en el carácter del hombre y los actos de servicio del hombre a las creaciones de Dios como una forma de adoración a Dios. Además, el Corán afirma que Dios ama a quienes hacen lo que es excelente.
Sin embargo, otra variante de esta misma raíz de tres letras, hasna', que no aparece en el Corán, significa "belleza". Debido a esta relación lingüística, los sufíes enfatizan el amor como un sentimiento de cercanía a la belleza y a lo bello. Por lo tanto, interpretan la excelencia de carácter y los excelentes actos de servicio a las creaciones de Dios como "belleza de carácter" y "hermosos actos de servicio". Confirman esto con una cita del hadiz que se encuentra en los compendios sunitas y chiitas: “Dios es hermoso; le encanta la belleza".
- Los hadices son narraciones de dichos o historias sobre Mahoma, transmitidos a través de generaciones sucesivas de los compañeros del Profeta. Las colecciones de diferentes hadices se conservan en varios compendios. Las tradiciones sunita y chiita aceptan diferentes compendios y, a veces, disputan la autenticidad de hadices específicos en la colección de cada uno.
El término árabe para "bella", jamil, en esta cita aparece en el Corán como un adjetivo que modifica la paciencia y el perdón, con la implicación de ser amable y justo. Además, el Corán aplica el término "belleza", al-jamal, sólo en referencia al ganado, de acuerdo con la palabra al-jamal que también es la palabra árabe para "camello". Los sufíes, sin embargo, interpretan los dos términos en un sentido mucho más amplio para connotar la belleza en todos los aspectos de la excelencia.
El Amor a Dios, como se enseña en el sufismo, es una experiencia interior y personal de lo que es excelente y hermoso, y puede expresarse de muchas maneras. Por ejemplo, al concebir a Dios como un amado exquisitamente hermoso, pero sin forma, los practicantes sufíes a menudo expresan el anhelo del amor por Dios en la poesía y la música. La poesía y la música son vehículos para la oración y la adoración que despiertan y nutren la disposición innata del corazón hacia Dios.
La palabra árabe 'ashq se usa a menudo en la poesía sufí para este tipo de amor, especialmente en las composiciones persa y urdu. Connota un amor apasionado, ferviente y no sexual. Aunque el término no aparece en el Corán, los sufíes lo utilizan en expresiones tales como “amor verdadero” (persa: 'ish-e Haqiqi), ‘el amor del Mensajero’ (persa: 'ishq-e rasûl) y “el amor de Mahoma” (persa: 'ishqe muhammadi). El amor “verdadero” se refiere al amor por la Verdad (árabe: al-haqq), que es uno de los nombres de Dios.
El término persa 'ishq también aparece en la expresión “amor metafórico” (persa: 'ishq-i majazi), que se refiere al sentimiento apasionado de un amante hacia su amada como metáfora o analogía del amor de Dios. Algunos maestros persas enseñan que el amor metafórico puede conducir al verdadero amor por Dios; otros dicen que no puede.
Para el practicante sufí, los sonidos de la poesía y la música se convierten en los sonidos de una voz interior, que expresa el dolor de la separación del ser amado y lo llama a uno para reencontrarse con Dios. Por lo tanto, cantar poesía y tocar música, o escuchar cualquiera de ellas, es una experiencia profundamente sentida de amor apasionado y ferviente por Dios. Cuando se está completamente inmerso en ese amor, uno pierde todo sentido de sí mismo y el egocentrismo que gira en torno a él. Ese amor debe experimentarse personalmente y no puede expresarse plenamente con el intelecto.
Las siete etapas del desarrollo del alma
En el nivel interno, al renunciar a todas las preocupaciones mundanas egocéntricas, el practicante sufí pasa por un proceso de descubrir (en árabe: kashf), capa por capa, los velos -70.000 según un hadiz- que esconden a Dios del propio corazón. Al hacerlo, uno revela su núcleo más íntimo, su predisposición innata e inmutable hacia Dios, y se acerca cada vez más a Dios, el objeto del propio amor.
En el proceso de quitar los velos, el alma de uno evoluciona a través de siete etapas, pasando del egoísmo al desinterés. Las siete etapas son una elaboración de las tres etapas descritas en la presentación del acercamiento a Dios históricamente revelado. Las siete, sin embargo, se derivan del Corán.
- El alma que incita (árabe: al-nafs al-'ammarah) es el alma en el estado en el que incita a uno a la lujuria, la ira y la desobediencia de la voluntad y las leyes de Dios.
- El alma que se reprocha a sí misma (árabe: al-nafs al-luwwamah) es el alma que se examina y se acusa a sí misma de escuchar al yo que incita. Arrepintiéndose de este comportamiento, busca el perdón de Dios.
- El alma inspirada (en árabe: al-nafs al-mulhamah) es el alma que, habiéndose arrepentido, se siente inspirada a participar, con alegría y humildad, en hermosos actos de servicio a las creaciones de Dios.
- El alma en paz (árabe: al-mutma'inna) es el alma que es firme en su obediencia a la voluntad de Dios y, por lo tanto, está totalmente en paz.
- El alma complacida (árabe: al-nafs al-radiyyah) es el alma que deja de lado sus preocupaciones egocéntricas y, llevando una vida sencilla y ascética, se complace en todo lo que Dios quiere.
- El alma agradable (al-nafs al–mardiyyah) es el alma que agrada a Dios - el alma que deja ir todo lo que no sea Dios y el servicio a las creaciones de Dios.
- El alma completa y perfecta (al-nafs kamila) es el alma que está completamente absorta en Dios y se convierte en una sierva desinteresada de Dios.
Las cuatro etapas de la purificación
Los métodos de purificación también se pueden presentar en cuatro etapas:
- Seguir las leyes de la Sharia mediante la autodisciplina. Purificar la propia conducta exterior de acuerdo con la voluntad de Dios es la base indispensable para todo desarrollo espiritual posterior. Por lo tanto, los sufíes en general siguen los métodos históricamente revelados de sumisión, fe y servicio "hermoso" hacia las creaciones de Dios. El hermoso servicio hacia las creaciones de Dios es una forma de amor metafórico. Uno ve la belleza que Dios ha creado en todas sus creaciones, y al amar y servir sus hermosas creaciones, uno ama a Dios.
- Siguiendo el camino de una de las órdenes sufíes (árabe: tariqah). Al vivir ascéticamente en una comunidad de compañeros adeptos bajo la guía de un maestro espiritual (árabe: sheij), uno aprende y practica el recuerdo de Dios (árabe: zikr) y los pensamientos de Dios (árabe: fikr). El recuerdo o la conciencia de Dios se mantiene cantando una y otra vez varias frases que invocan a Dios, o los noventa y nueve nombres de Dios recogidos en un hadiz. Los practicantes a menudo recitan estas frases y nombres durante el uso del rosario (árabe: al-masbaha) de 33 o 99 cuentas. Los pensamientos de Dios se concentran en ciertos aspectos de Dios o del Profeta Mahoma. Otras prácticas pueden incluir, en algunos órdenes, la danza giratoria. Las comunidades sufíes no están aisladas de la sociedad como un monasterio, sino que ofrecen servicios sociales a la sociedad en general: comida, refugio, guía espiritual y educación.
- Experiencia personal de una visión de la verdadera realidad de Dios (árabe: al-haqiqah). Como resultado de la práctica prolongada y profundamente sentida, tal como se enseña en una de las órdenes sufíes, uno gana la experiencia personal e interna de la muerte del alma en Dios (en árabe: fana ' fillah). Al ir más allá de ese estado de aniquilación del alma, uno experimenta un fallecimiento del fallecimiento (árabe: fana’‘an al-fana’) y gana una estadía permanente en Dios (árabe: baqa' billah). En este estado, la verdadera realidad de Dios se revela a uno. La Verdad (árabe: al-Haqq) es uno de los noventa y nueve nombres de Dios.
- Experiencia dichosa del conocimiento extático de Dios (árabe: al-ma'rifat). El conocimiento de Dios adquirido en un estado de éxtasis está más allá de todo conocimiento científico racional (árabe: al-'ilm) obtenido a través del estudio y análisis, y más allá de todo conocimiento revelado obtenido a través de una visión de la verdadera realidad de Dios.