Desarrollar una actitud positiva acerca de nuestro “yo”

Actividad mental y cómo existe el “yo”

Empezamos nuestra explicación del desarrollo saludable del yo mediante las etapas graduales del lam-rim. Y vimos que necesitamos diferenciar de forma bastante clara entre el yo convencional y el yo falso (el yo que tiene que ser refutado). Cuando hablamos del sí mismo o del “yo”, nos referimos a lo que puede ser etiquetado sobre cada momento de nuestra experiencia y todos los diferentes factores, los cinco agregados, que conforman cada momento de nuestra experiencia. Cada momento es la experiencia de alguna actividad mental (en otras palabras, lo que sucede) y con esa actividad mental tiene contenido. Hay un objeto que surge como un holograma mental, y hay cierto tipo de cognición de ese objeto en función de la luz, las vibraciones del aire, etcétera, que pasan a través de las células sensibles a la luz y el sonido que tiene el cuerpo. Y el cerebro, el sistema nervioso y todo eso, transforman esas señales, esa información, en una especie de holograma mental, y eso es lo que percibimos. Así que eso es la actividad mental; eso es conocer algo. Es la creación de un holograma mental y eso es una cognición de algo.

Ya sea un pensamiento o una percepción sensorial, se trata del mismo tipo de mecanismo. Y la cognición de ello está acompañada de algún tipo de conciencia (conciencia mental o conciencia sensorial, respectivamente). Esos son unos de los agregados que están involucrados. Y experimentarlo significa que eso es experimentado con algún grado de felicidad o infelicidad: ese es otro agregado. Y para tener una cognición de algo hay que ser capaz de distinguir entre varias cosas que hay en todo un campo sensorial. De otra forma, por ejemplo, la vista sería solo una masa de píxeles; y no son píxeles lo que vemos, ¿verdad? Tenemos que distinguir objetos dentro de ese campo. Y hay muchos tipos de emociones que acompañan esto y mecanismos mentales como la concentración, el interés, la atención, etc.

Todo esto está sucediendo momento a momento. Cada aspecto de todo ese conjunto de cosas cambia momento a momento a un ritmo diferente. Y en cada momento podemos etiquetar un “yo” sobre ello; es decir, que yo estoy experimentando eso. No es que esté experimentando eso otra persona, sino que yo lo estoy experimentando. Bueno, podríamos entrar en toda una explicación de cómo existe ese “yo”, pero el “yo” es simplemente lo que se puede etiquetar sobre todo eso. Existe la palabra “yo”; podría haber también un nombre asociado a ello, en mi caso, “Alex”. Pero yo no soy sólo una palabra, la palabra “yo”. No soy sólo un nombre, obviamente. Pero ese nombre o la palabra “yo” pueden usarse para referirse a esta experiencia; la experiencia de, debería decir, esta actividad. Y ese “yo” se refiere a alguien. ¿A quién se refiere? Se refiere a “mí”. No se refiere a “ti”, no se refiere a la mesa; se refiere a “mí”. Bueno, eso es el “yo” convencional. Realmente existe.

La forma en que existe y todo eso, bueno, se vuelve un poco complicado. Pero existe. Funciona: yo hago cosas, yo experimento cosas, etc. Y cuando pensamos en “yo”, pensamos en “yo” a través de la categoría “yo”, porque cada vez, en cada momento, lo que experimentamos es diferente y, por lo tanto, la llamada base de etiquetado es diferente. Así que, aunque la palabra sea la misma (“yo”) o el nombre sea el mismo, y la categoría “yo” sea la misma, en realidad, el “yo” convencional es diferente en cada momento en función de lo que se esté experimentando.

Por ejemplo, es como en una película. Está el título de la película, ¿verdad? Pero la película no es sólo su título. Cada momento de la película es diferente, pero todos esos momentos son esa película. El nombre de la película se refiere a todos esos momentos. Ahora está esa escena de la película, y después está esa otra escena de la película, y otra escena, y otra, y otra; por lo tanto, está cambiando momento a momento. Toda la película no se reproduce en un momento, ¿verdad? Así que tenemos este “yo” convencional. El nombre de la película, el título de la película (“yo”) se refiere a la película “yo”. Hay una película que se está reproduciendo (la película del “yo”), por lo tanto, el “yo” se refiere a algo: el “yo” convencional. Existe un “yo”.

Así que eso es el “yo” convencional, y si vivimos nuestras vidas con ese sentido del “yo” y pensamos en nosotros y funcionamos con este concepto de “yo”, eso es un yo saludable. Sobre esa base, yo soy responsable de lo que hago. Yo experimento los resultados de lo que hago. Es sobre esa base que ponemos nuestro esfuerzo y fuerza de voluntad para realmente hacer algo, como salir de la cama por la mañana. Necesito levantarme para trabajar o para cuidar de mis hijos. Ese es un sentido convencional, un sentido saludable del “yo”. Por favor, tomemos un momento para afirmar nuestra comprensión del “yo” convencional: nosotros sí existimos.

Y recuerden que si están teniendo dificultades con todo este concepto de etiquetar (hicimos ese ejercicio ayer) intenten pensar en ustedes mismos. Descubrimos que no se puede pensar en “yo” sin una base, algo que representa ese “yo” en nuestros pensamientos, ya sea simplemente el sonido de la palabra “yo” (pensamos: “yo”) o un holograma mental del aspecto que tenemos, una sensación o algo. Y etiquetamos ese “yo” (a eso lo llamamos “yo”, para decirlo en un lenguaje más sencillo), pero yo no soy la palabra “yo”. Yo no soy la base, no soy el holograma mental. Existe un “yo”. Así que esto es de lo que se trata el acto de etiquetado mental; se etiqueta sobre la base de lo que representa el “yo” cuando pensamos en “yo”.

¿Lo entienden? En el budismo hablamos muchísimo del acto de etiquetado mental, pero no es tan fácil de entender realmente. Quizás esto lo haga un poco más fácil.

Todo el mundo parece terriblemente serio ahora, pero tienen que pensar en algo para poder pensar en el “yo”. Lo que sea que piensen no es el “yo”; es sólo algo que representa ese “yo”. Así que el “yo” es etiquetado; lo llamamos “yo”. Así, el “yo” se etiqueta sobre eso. Esa etiqueta se refiere a algo, pero yo no soy el sonido mental de la palabra “yo”, por supuesto que no. Eso es tonto.

Bueno, ahora, ¿cómo existe ese “yo”? Hay una forma real en la cual existe, y hay otra forma imposible en la que podríamos imaginar que existimos. Pero esa segunda forma del “yo” no podría existir de esa forma, porque es imposible. Ayer puse este ejemplo:

  • “Soy uno de los siete billones de personas y no hay nada especial en mí y tengo que interactuar y vivir con todo el mundo”; esto es correcto.
  • “Soy la persona más especial en el universo y siempre debería salirme con la mía y siempre tengo razón y todo eso”; esto es imposible.

¿Qué es lo que estamos considerando aquí? Consideramos el “yo” convencional que sí existe. Y consideramos cómo existe: una es la forma real, la otra es imposible. Por lo tanto, la forma posible, la forma que es real, que es “realidad”, se refiere a lo que realmente existe: una forma de existencia que realmente es como nuestra realidad. Esa forma imposible de existencia no se refiere a nada de ninguna forma de existencia que sea real. Son nuestras proyecciones, una fantasía de que “yo soy el centro del universo”, que cualquiera podría ser el más importante en el mundo y siempre debería tener razón y siempre debería salirse con la suya. No se refiere a ninguna forma de existencia que podría suceder.

Por lo tanto, hay dos maneras de considerar la forma de existencia de esa misma base, el “yo” convencional. Y sobre el “yo” falso; lo que es falso, de hecho, no es el “yo”. Lo que es falso y tiene que ser refutado es la forma en la cual imaginamos que existe ese “yo”. Cuando decimos el “yo” falso, no existe semejante “yo”. Se trata de juntar el paquete del “yo” convencional que sí existe y esta forma imposible de existencia. Se juntan estas cosas como si fueran un paquete y después se le llama “el ‘yo’ falso”, que no existe. No existe una persona así.

Pero si lo observamos de forma un poco más precisa, lo que realmente queremos refutar es esa forma imposible de existencia del “yo” convencional. Si entendemos esto y hacemos esta sutil distinción, entonces no surgirán preguntas como las que surgieron ayer. Ya sabes, la pregunta fue “¿quién experimenta la enfermedad física del cuerpo, el ‘yo’ convencional o el ‘yo’ falso?”. Bueno, no existe el “yo” falso, así que esa pregunta no es realmente precisa en términos del marco conceptual, no es formulada con precisión. Yo experimento la enfermedad; yo experimento el dolor. No lo hace otra persona. Este es el “yo” convencional. No puede ser otra persona.

El único tema es: ¿cómo me concibo yo, que soy quien está experimentando la enfermedad? Pensamos en nuestro “yo” en términos de, “bueno, no soy el único que ha experimentado alguna vez la enfermedad; hay un montón de otras personas que la han experimentado. Ha surgido de causas y condiciones, por lo tanto, va a cambiar momento a momento porque las causas y condiciones que la generaron están cambiando momento a momento. Como no hay nada que nuevamente genere la enfermedad momento a momento, ya que surge de causas y condiciones cambiantes, [en algún momento] se terminará”. Por lo tanto, sobre esa base, tengo paciencia, etc., para lidiar con ello de forma saludable.

Si no, consideren la proyección exagerada de cómo yo existo: “soy la única persona en el universo que ha tenido esto”; “pobre de mí, soy la víctima; todo el mundo debería sentir lástima por mí”; “todo el mundo debería prestarme atención porque soy tan miserable”; etc. Bueno, ¿cuál es la causa de eso? Quiero decir, eso es pensar en términos de una forma imposible de existencia. Aún es el “yo” convencional quien está experimentando la enfermedad. No es otra persona.

Miren, es muy importante que, cuando explicamos este tema del “yo” convencional en contraposición al “yo” falso, no los concibamos como el “yo” bueno y el “yo” malo. Ya saben, este es el “yo” malo y es estúpido, no sirve para nada. Y este es el “yo” bueno, el convencional. Si empezamos a pensar de esa forma nos confundiremos; tendremos ideas equivocadas en términos de cómo lidiaremos con este tema, de cómo superamos el sufrimiento.

El tema realmente es qué pensamos de nuestro yo; cómo imaginamos que existe. Este es el tema. El tema no es el “yo”. Hay un “yo”. ¿De acuerdo? Piensen sobre esto. Pero se trata de nuestra actitud. Quiero decir, si piensas que el problema es un “yo” falso que tienes que expulsar de tu cabeza, eso es bastante extraño. Algo como un invasor espacial que está dentro de tu cabeza, un monstruo que tienes que expulsar. No estamos hablando de eso. Hablamos de cambiar nuestra actitud. Cambias tu actitud sobre ti mismo mediante la comprensión. Esto es de lo que se trata todo el budismo.

Para usar una terminología diferente: piensas que el problema es tener un ego, y así es como concibes un “yo” falso. “Bueno, simplemente tengo que deshacerme de mi ego, de otra forma, estoy en un viaje del ego”. Así que ese es realmente el problema, tener un gran ego. Y ahora tenemos esta campaña para deshacernos del ego. Esta es una idea completamente equivocada del camino budista. No es de lo que estamos hablando. Así que, por favor, piensen sobre esto porque creo que la mayoría de nosotros, al provenir de un entorno occidental con cierto entendimiento de psicología según las teorías occidentales, sobre-imponemos eso en el budismo y pensamos que es de lo que estamos hablando: deshacerse del ego. No es eso. Nos deshacemos de una actitud, una comprensión equivocada de cómo existimos. Así que no piensen en términos de esa terminología (ego, no ego y todo este tipo de cosas), porque eso sólo los confundirá.

Por favor, digieran esto. Es mucha comida para digerir.

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