Reconocer los distintos niveles de felicidad

Repaso

Me gustaría continuar nuestra discusión, pero antes de comenzar, hay un consejo que una vez me dio una mujer muy sabia, que creo que es relevante aquí. Si tienes un grupo y quieres llevarlo a una acción destructiva, como a una batalla, entonces instrúyelos al nivel de las personas menos desarrolladas del grupo para que todos entiendan y vayan a luchar. Pero si quieres guiar a un grupo a hacer algo constructivo, entonces instrúyelas al nivel de las personas más desarrolladas dentro del grupo. Esas personas comprenderán y luego lentamente instruirán a las personas con menor comprensión, de modo que todos lleguen a una comprensión más elevada de una manera estable y constante. Entonces, cuando hablemos de nuestro tema en un nivel bastante sofisticado, es importante no desanimarse, sino darse cuenta de que los profesores que tienen aquí podrán entenderlo y darle continuidad. Luego, poco a poco, les podrán explicar, ya que no estaré aquí por un período muy largo. Esta es la forma más eficaz de intentar ayudar a todos en el camino constructivo hacia la liberación y la iluminación.

No quiero repasar todo lo de ayer porque eso tomaría toda la mañana. Pero, en resumen, vimos que la alegría innata es uno de nuestros factores evolutivos de la naturaleza búdica. Es parte del entramado de buenas cualidades que todos tenemos de una forma u otra, aunque sea en un nivel muy bajo, y que pueden transformarse en las cualidades iluminadoras de un buda. También vimos que, al mejorar nuestra alegría innata, podemos utilizarla como método para fortalecer nuestros entramados de fuerza positiva y conciencia profunda. Cuando nuestros entramados de buenas cualidades, fuerza positiva y conciencia profunda se fortalecen lo suficiente y se eliminan las manchas que les impiden funcionar con la máxima eficiencia, todo nuestro sistema de entramados se transforma y funcionan como los entramados iluminadores de un buda – los Cuerpos de Buda. El nivel máximo de felicidad resultante que experimentemos entonces será parte de nuestro sistema de Cuerpos de Buda. Será nuestro Cuerpo de Naturaleza Esencial, según el sistema Kalachakra.

La alegría o la felicidad innatas no solo son parte del paquete básico de factores de la naturaleza búdica con los que necesitamos trabajar, y no solo serán parte del paquete resultante final que lograremos como buda, sino que también son parte de lo que podemos utilizar como método para llegar a esa etapa final. Esto se debe a que, cuando fortalecemos el factor de la felicidad y lo combinamos con una comprensión de la vacuidad para que no sea perturbadora y no estemos confundidos acerca de la felicidad que experimentamos, entonces esa felicidad puede ayudarnos a acceder a nuestra mente de luz clara. Este es el nivel mental más sutil y eficiente para comprender la vacuidad, de modo que podamos atravesar y eliminar nuestro sufrimiento y las causas de nuestro sufrimiento de la manera más eficiente y rápida.

Un punto importante aquí es que la felicidad, el placer o la alegría en su forma ordinaria no nos traerán liberación o iluminación. Esto se debe a que es demasiado confusa, demasiado perturbadora. El término técnico es que está “manchada” por la confusión. “Manchada” significa que se deriva de la confusión, está mezclada con la confusión mientras se experimenta y da surgimiento a mayor confusión. La felicidad debe combinarse con la comprensión de la vacuidad. En la tradición Gelug siempre hay un tremendo énfasis en lo que se llama “vacuidad y dicha inseparables”, no solo en uno de ellos sino en los dos inseparablemente. La felicidad que es parte de la vacuidad y la dicha inseparables es la felicidad “no manchada”.

La felicidad como característica innata de nuestra experiencia de las cosas

Aunque la alegría es un aspecto evolutivo de nuestra naturaleza búdica y, como tal, es una característica innata de nuestra mente, no estamos hablando de la felicidad como equivalente a que una pequeña parte del cerebro secrete impulsos químicos y eléctricos. Todo el mundo tiene una parte del cerebro y varias sustancias químicas secretadas allí que funcionan como base física para sentir felicidad. No es de eso de lo que estamos hablando en nuestra discusión sobre la felicidad como una característica innata de la mente.

Tampoco estamos hablando de la mente como una especie de “cosa” inmaterial en nuestro cerebro, sino más bien de la mente como la experiencia subjetiva individual de eventos y objetos. Es una actividad mental. Y esta experiencia individual y subjetiva de eventos y objetos incluye, no solo el lado racional de experimentar las cosas, sino que también incluye los lados perceptivo, emocional, intuitivo y sentimental. La “mente” en el contexto budista incluye todas estas cosas.

Entonces, el hecho de que la alegría o la felicidad sea una característica innata de nuestra mente significa que la felicidad es una característica innata de nuestra experiencia individual y subjetiva de las cosas. Sin embargo, normalmente esa felicidad se ve empañada por manchas pasajeras, de modo que no siempre la experimentamos. Por ejemplo, cuando estamos confundidos acerca de la causa y el efecto del comportamiento, actuamos destructivamente porque pensamos que tal comportamiento no produce resultados o que resultará en felicidad. Pero los resultados se derivan de nuestro comportamiento destructivo y esos resultados son una experiencia futura de infelicidad. En algún momento en el futuro, ya sea en esta vida o en otra, cuando veamos, oigamos, olfateemos, saboreemos, sintamos físicamente o pensemos algo, lo experimentaremos junto con un sentimiento de infelicidad: el sufrimiento del sufrimiento. Esa infelicidad que experimentemos en ese momento estará nublando la felicidad o alegría innata de la mente. Incluso cuando somos conscientes de la causa y el efecto del comportamiento y, como resultado de actuar constructivamente, nuestro ver, pensar, etc., de las cosas estará acompañado de felicidad en algún momento en el futuro; esa felicidad que experimentamos en ese momento será simplemente una felicidad ordinaria “manchada”: el sufrimiento del cambio. También estará nublando la felicidad o alegría innata de la mente.

Hay algo que es necesario subrayar aquí con mucha fuerza. Esta alegría innata de la mente de la que estamos hablando no es una “cosa” que se puede encontrar y que se ubica en algún lugar de nuestra mente y que establece su existencia por su propio poder, independientemente de cualquier otra cosa. En lenguaje sencillo, la alegría innata no es una “cosa” sólida. Siempre debemos recordar la vacuidad de la alegría innata: su ausencia de existir de maneras imposibles. No es que haya una felicidad sólida en algún lugar de nuestra mente y que simplemente se vea nublada por la infelicidad o por una felicidad manchada, pero que se puede encontrar debajo de ese sufrimiento. Tampoco es cierto que la felicidad como “cosa” sólida tenga diversos grados y que el grado más bajo de la misma sea lo que llamamos “infelicidad”. Tampoco es que la felicidad como “cosa” sólida se transforme en sufrimiento, como el oro se transforma en una pulsera. Shantideva refuta todos estos puntos de vista erróneos sobre la felicidad en el noveno capítulo de su obra Involucrarse en el comportamiento del bodisatva. Incluso la felicidad innata es algo que surge de forma dependiente. Pero este es un tema complejo para otra discusión.

[Ver: Involucrarse en el comportamiento del bodisatva, Capítulo 9]

¿Cuál es la característica innata de la mente: la felicidad o el sufrimiento? 

Tanto la felicidad como la infelicidad han sido parte de nuestra experiencia subjetiva individual de las cosas sin principio. Nuestra experiencia de las cosas no tiene comienzo y, por lo tanto, nuestra felicidad e infelicidad tampoco tienen comienzo. Entonces, realmente tenemos que preguntarnos: ¿son tanto la felicidad como la infelicidad la naturaleza innata de la experiencia, lo que significaría que solo podemos ser felices a veces y a veces infelices, o qué? Esa es una pregunta muy seria.

Tendríamos que decir que la felicidad es parte de la naturaleza innata de la experiencia individual y subjetiva de las cosas – pero la felicidad no manchada, no la variedad manchada – porque la felicidad no manchada se basa en la comprensión de la naturaleza de la realidad, la vacuidad. Incluso la felicidad manchada está más bien fundada que la infelicidad, porque se basa en la comprensión de la causa y el efecto del comportamiento y, por lo tanto, en la acción constructiva. La infelicidad o el sufrimiento no son la naturaleza innata de la experiencia individual y subjetiva de las cosas, porque se basan en la confusión, ya sea sobre la causa y el efecto del comportamiento o sobre la realidad. En otras palabras, para determinar si la felicidad o la infelicidad es la naturaleza innata de la experiencia, analizamos sus causas.

La causa de la felicidad es la comprensión correcta, si lo expresamos en palabras sencillas. La causa de la infelicidad es el no darse cuenta o la confusión. La confusión puede ser reemplazada por la comprensión. Cuanto más examinamos, encontramos que la confusión no resiste a la razón; mientras que la comprensión correcta sí: es válida. La comprensión y la confusión son exactamente opuestos; no podemos entender y no entender al mismo tiempo. Cuando tenemos una comprensión correcta, ésta reemplaza totalmente la comprensión incorrecta. Y como esta comprensión correcta puede fundamentarse o validarse, resistirá cualquier prueba. Entonces, si somos capaces de mantener esa comprensión correcta todo el tiempo, la confusión no volverá.

Si vemos esta cuestión desde otro punto de vista, la felicidad o alegría no manchada es la naturaleza innata de la mente o de la experiencia de las cosas porque puede combinarse con una comprensión correcta de la realidad, la vacuidad. Al combinar aquí la felicidad no manchada con una comprensión correcta de la vacuidad, no me refiero a enfocarnos en la vacuidad de la felicidad. Me refiero a enfocarse en la vacuidad con un estado mental feliz no manchado. En tales casos, esa comprensión de la vacuidad tendrá que ser con una cognición no conceptual, pero no compliquemos aún más nuestra discusión al incluir aquí las diferencias sutiles entre la cognición conceptual y no conceptual de la vacuidad con un estado mental feliz.

Entonces, en general, una comprensión correcta de la vacuidad no destruirá el estado mental feliz y no manchado que la acompaña. Esto se debe a que la comprensión correcta de la vacuidad no destruye la ausencia de confusión que caracteriza a la felicidad no manchada. Además, el agotamiento de la confusión de nuestro continuo mental se produce a partir de la comprensión correcta de la vacuidad. Y así, una comprensión correcta de la vacuidad experimentada con una felicidad no manchada no puede obstaculizar el proceso de ese agotamiento. No impide la acumulación de fuerza positiva pura que permitirá ese agotamiento. Más bien, una comprensión correcta de la vacuidad construye la fuerza positiva pura que se necesita para lograr ese agotamiento.

Incluso en el caso de la felicidad manchada, una comprensión correcta de la causa y efecto conductual experimentado con felicidad manchada no destruye esa felicidad manchada. Es todo lo contrario. Una comprensión correcta de la causa y el efecto del comportamiento nos ayuda a actuar de manera constructiva y a abstenernos del comportamiento destructivo, y actuar de esa manera es la causa para desarrollar la fuerza positiva que madura en nuestra experiencia de felicidad manchada.

Por otro lado, si intentamos combinar una comprensión correcta de la vacuidad con un estado mental infeliz, la infelicidad nunca podrá durar. Un estado mental infeliz siempre está teñido de confusión: siempre proviene de la confusión y va acompañado de confusión, aunque no necesariamente produzca más confusión. Una comprensión correcta de la vacuidad se produce sin ninguna confusión y, por lo tanto, su logro es simultáneo con una ausencia de confusión mientras se mantenga esa comprensión. Por eso, una mente infeliz no puede experimentar una comprensión correcta de la vacuidad.

¿Qué pasa con una comprensión correcta de la causa y el efecto del comportamiento? Incluso si se experimenta con un estado mental infeliz, ayudará a prevenir la acumulación de causas adicionales para experimentar infelicidad en el futuro. Esto se debe a que, cuando entendemos y estamos plenamente convencidos de las consecuencias del comportamiento destructivo, actuaremos de manera constructiva al abstenernos de actuar de manera destructiva. Puede que no estemos contentos con abstenernos de un acto sexual inapropiado al momento de contenernos, por ejemplo. Pero nuestra moderación actúa como causa para que en el futuro experimentemos felicidad y no infelicidad.

Las implicaciones de esta discusión son muy profundas. La implicación es que el sufrimiento de la infelicidad e incluso el sufrimiento de la felicidad manchada –el sufrimiento del cambio– son fenómenos fugaces. No son parte de la naturaleza innata de la mente; no son parte de la naturaleza innata de nuestra experiencia de las cosas. Sin embargo, comprender y convencerse de la verdad de este hecho requiere mucho análisis y reflexión profunda. Pero, si realmente entendemos esto y estamos convencidos de que es correcto, nos alienta mucho saber que la infelicidad puede eliminarse, mientras que la felicidad es algo que puede durar. Aunque nuestra felicidad común y corriente inevitablemente terminará, la felicidad no manchada es algo que nunca terminará. Es importante comprender y convencerse de esto basándose en el razonamiento, no simplemente en que alguien diga: “Cree y entonces podrás ser eternamente feliz”.

Reconocer la felicidad 

Podemos trabajar para fortalecer nuestra felicidad en dos niveles. Podemos trabajar para fortalecer nuestra felicidad mientras todavía está manchada por la confusión o cuando ya no está manchada por la confusión. En realidad, tenemos que trabajar en ambos niveles, uno tras otro. Pero, antes de que podamos trabajar para fortalecerla, debemos ser capaces de identificar o reconocer correctamente qué entendemos por felicidad.

En primer lugar, “sensación” en el budismo se define como la forma en que experimentamos la maduración de nuestro karma. Experimentamos con felicidad, infelicidad o una sensación neutra cualquier cosa que nos suceda y que madure como resultado de nuestro comportamiento anterior. En realidad, esta definición cubre solo nuestra experiencia manchada, que es antes de que nos convirtamos en un arhat, un ser liberado. Después de eso, experimentamos una felicidad no manchada o una sensación neutra no manchada, que es otra cosa. Pero no entremos en eso aquí.

La “felicidad”, entonces, se define en el budismo como esa sensación, ya sea física o mental que, cuando acompaña nuestra experiencia de las cosas, nos gusta y queremos que continúe. Eso no implica que estemos apegados a este sentimiento. “Apego” significa que exageramos sus buenas cualidades y luego no queremos dejarlas ir. La definición de felicidad simplemente significa que preferiríamos que este sentimiento continuara. Por ejemplo, podemos sentir felicidad viendo jugar a nuestros hijos pequeños por la noche. Lo disfrutamos, pero cuando llega la hora de ir a la cama, no estamos apegados a la felicidad que obtenemos al ver jugar a nuestros hijos. Esa es la definición. La felicidad puede tener cualquier nivel de intensidad; no es necesario que sea dramática.

La “infelicidad” es esa sensación mental o física que, cuando acompaña nuestra experiencia de las cosas, no nos gusta y queremos que termine. Una vez más, la definición no implica repulsión o aversión, que es una exageración de las malas cualidades de algo y el fuerte deseo de destruirlo. La infelicidad también puede tener cualquier nivel de intensidad.

Este punto sobre los diferentes niveles de intensidad significa que aquí hay un amplio espectro, que abarca desde la extrema infelicidad o dolor en un lado, hasta un nivel muy bajo de infelicidad e incomodidad, luego un punto muy pequeño de sensación neutra en el medio, y luego continúa hacia el otro lado del eje, pasando de una pequeña sensación de comodidad a una intensa dicha.

Sensaciones de baja intensidad 

En cuanto a este punto intermedio, debemos diferenciar entre no sentir nada y sentirse neutral. Mientras nuestro flujo mental continúa, sentimos algo en cada momento. Cuando decimos que no sentimos nada, esto en realidad significa que somos insensibles a la sensación que acompaña nuestra experiencia actual de las cosas. No somos conscientes de ello, ya sea porque estamos demasiado ocupados o porque tenemos miedo de esa sensación. Hay todo tipo de posibles razones por las que imaginamos que no sentimos nada. Pero si somos totalmente sensibles a la sensación que acompaña a nuestra llamada experiencia de no sentir nada, podríamos descubrir que en realidad nos sentimos neutros, pero eso es muy raro. Por lo general, en tales casos sentimos un nivel muy bajo de intensidad de felicidad o infelicidad. De hecho, la mayor parte del tiempo experimentamos sensaciones de baja intensidad.

Podemos reconocer lo que queremos decir aquí con sensaciones de baja intensidad con solo tomarnos unos momentos y mirar alrededor de la habitación o por la ventana hasta que algo nos llame la atención y quedarnos fijos, mirándolo. Podría ser la pared, la pintura thangka en la pared; podría ser cualquier cosa: la nuca de alguien. El hecho de que nos quedemos mirando eso y no nos sintamos incómodos y queramos cambiar nuestro enfoque hacia otra parte indica que estamos experimentando ver este objeto con un bajo nivel de disfrute. Si experimentáramos verlo sin el más mínimo disfrute y por eso estuviéramos insatisfechos, miraríamos hacia otro lado. Eso indicaría un bajo nivel de infelicidad. Con esta infelicidad de baja intensidad, experimentamos mirar el objeto como: "Estoy cansado de mirar eso".

Prueben esto por un momento solo para reconocer lo que queremos decir con felicidad e infelicidad de baja intensidad. Intenten apreciar ese bajo nivel de intensidad. Ya saben, la felicidad no tiene por qué ser como una película musical en la que bailamos por la calle y cantamos una canción.

Entonces, miren a su alrededor hasta que encuentren algo que les guste mirar.

[pausa]

Noten el bajo nivel de disfrute y felicidad.

[pausa]

Cuando se cansen de mirarlo, notarán el bajo nivel de insatisfacción e infelicidad.

[pausa]

Creo que pueden entender por este ejercicio y por su propia experiencia que el disfrute de baja intensidad no es dramático. Sin embargo, puede resultar muy relajante y satisfactorio. Lo llamaríamos "relajante". De hecho, es muy importante recordar esto. Cuando nos sentimos tensos o estresados, si simplemente nos calmamos y miramos una flor o un árbol por la ventana o algo así, el bajo nivel de disfrute que experimentamos vale mucho la pena. Lo mismo ocurre si nos sentimos deprimidos, aburridos o simplemente "meh". Algunas personas utilizan este tipo de método cuando colocan una foto de un ser querido en su escritorio en el trabajo. De vez en cuando mirarlo puede darnos un poquito de felicidad cuando nos estamos volviendo locos con nuestro trabajo.

Apego y deseo anhelante por la felicidad 

Por supuesto que queremos que la felicidad que experimentamos continúe, pero si nos apegamos a ella, destruimos cualquier felicidad que tengamos. Y si tenemos deseo anhelante por la felicidad, saboteamos nuestras posibilidades de experimentarla. Recuerden, el apego es una exageración de las buenas cualidades de algo que tenemos y no querer soltarlo. El deseo anhelante es el mismo tipo de exageración, pero dirigido a algo que no tenemos y deseamos adquirir. Es la actitud: “Tengo que ser feliz y conseguir la felicidad”, y por eso deambulamos por las calles y los bares de noche tratando de encontrar la felicidad. O pasamos una cantidad increíble de tiempo buscando entre todas las estaciones de televisión para encontrar algo que nos guste y que nos haga felices. ¿Cuánto tiempo perdemos haciendo eso? Por alguna extraña razón, sentimos que tenemos que entretenernos en cada momento de nuestra vida. Ese es el deseo anhelante por la felicidad.

Es divertido porque, aunque encontremos algo que nos guste, pensamos que tal vez haya otro programa que sea aún mejor y así seguimos buscando en los canales. ¡Ni siquiera podemos disfrutar de la felicidad que encontramos! Cuando volvemos al primer programa que nos gustó, ¡ya se acabó! Creo que ese es un buen ejemplo de cómo nuestro anhelo de felicidad sabotea o destruye cualquier felicidad que encontremos.

En cuanto al apego, se produce cuando encontramos algo que nos produce placer y, al pensar que es tan maravilloso, no queremos soltarlo. Es como cuando estamos acostados en la cama con un ser querido y lo rodeamos con el brazo, pero esa persona está encima de nuestro brazo. No queremos soltarnos y por eso se nos duerme el brazo y nos empieza a doler. Este es un ejemplo del sufrimiento del cambio, pero estamos tan apegados a abrazar a nuestro ser querido que no queremos soltar nuestro abrazo y soltar a la persona. Mezclamos nuestra felicidad con la confusión de exagerar las buenas cualidades del sentimiento cálido y agradable que experimentamos al abrazar a nuestro ser querido. No nos damos cuenta de que esta felicidad es en realidad un ejemplo del sufrimiento del cambio.

Análisis del apego 

Entonces, ¿qué es el apego? Como he estado explicando, es una mente que exagera las buenas cualidades de algo –en este caso, la felicidad– y no quiere dejarlo de lado. El apego hace que la felicidad parezca existir de manera discordante; en otras palabras, no de la forma en que realmente existe. Hace que la felicidad parezca como si fuera algo sólido a lo que podríamos aferrarnos y que haría que un “yo” aparentemente sólido estuviera seguro y feliz. Y al hacer que la felicidad parezca aparentemente sólida, el apego hace que parezca como si la felicidad no dependiera de factores cambiantes para su existencia y, por lo tanto, pudiera durar para siempre. Esa es la visión eternalista que, si solo pudiéramos tener esta felicidad o tener suficiente o no perderla, esto eliminaría todos nuestros problemas.

Cuando experimentamos una felicidad manchada por una confusión como esta, los hábitos de nuestra confusión hacen que nuestra mente haga que nuestra felicidad aparezca de estas formas extrañas e imposibles. Con confusión, entonces creemos que la felicidad existe en la forma en que nuestra mente la hace aparecer y, con apego y deseo anhelante, actuamos impulsivamente de tal manera que eso destruye cualquier felicidad que podamos estar experimentando. Por ejemplo, sentimos que tenemos que verbalizar la felicidad para hacerla concreta y “real”. Estamos con alguien y tenemos que verbalizar: “¿No la estamos pasando bien? ¡Estoy tan feliz!”. Y tan pronto como decimos eso, se destruye todo el momento. O estamos disfrutando de una comida y nos atiborramos de más comida para disfrutarla aún más. Entonces, de hecho, destruimos el disfrute que teníamos de la comida.

Por cierto, esa es una pregunta interesante: ¿cuánto de un plato delicioso necesitamos comer para poder disfrutarlo? O estamos haciendo el amor con alguien y nos apresuramos para llegar al orgasmo, lo que en realidad pondrá fin a todo. Luego ambos nos vamos a dormir y, como estábamos ansiosos por tener el máximo placer, pusimos fin a la experiencia. De esto es de lo que hablamos cuando hablamos de felicidad manchada. Queremos seguir experimentándola porque nos gusta, pero la destruimos al mezclarla con confusión.

Pero no es necesario mezclar la felicidad con la confusión. Podemos entender que la felicidad surge de causas y circunstancias que constantemente se ven afectadas por otras causas y condiciones y, por lo tanto, son inestables. Por eso, la felicidad que surge en dependencia de estas causas y condiciones en constante cambio nunca puede ser estable. Solo puede ser una situación temporal.

Cualquier felicidad ordinaria que experimentemos, por supuesto, terminará simplemente porque surgió de causas y circunstancias. Cuando podemos comprender y aceptar la verdad de este hecho, eso nos permite disfrutar de cualquier felicidad que experimentemos mientras dure, sin intentar prolongarla de forma antinatural. Disfrutamos de una visita a alguien y cuando llega el momento de irse, es hora de irse. No entramos en toda esta escena melodramática de suplicar: "¡No me dejes!", etcétera.

Las causas de la felicidad 

¿Cuáles son las causas de la felicidad? Podríamos decir buena música, comida, buenos amigos, sexo, pero en realidad esas son solo condiciones. Son simplemente los objetos focales de una experiencia. Debido a eso, podríamos experimentar buena música, comida, estar con amigos o sexo (de hecho, podríamos experimentar ver, oír, saborear o tocar cualquier objeto) con felicidad, infelicidad o una sensación neutra. Si nos sirvieran nuestra comida favorita tres veces al día, todos los días durante un mes, en algún momento ya no sentiríamos placer al comerla, ¿verdad? ¿Y cuánto tiempo podremos escuchar nuestra canción favorita una y otra vez antes de cansarnos? Al final, incluso si estamos con nuestro amigo más cercano, nos gustaría que se fuera a su casa. El sexo no siempre es igualmente placentero. De esta manera, estos objetos (comida, etc.) no son realmente las causas de la felicidad; son condiciones que pueden provocar una experiencia feliz de ellas, pero no necesariamente.

Sigamos y examinemos lo que queremos decir cuando decimos: "Soy feliz cuando experimento una de estas cosas", y usemos el ejemplo de los amigos: "Me siento feliz cuando estoy con mi mejor amigo". Creemos que estar con él o ella es la causa de nuestra felicidad y podríamos pensar: “Estoy solo; me siento solitario y lo que me traería felicidad es estar con mi querido y amoroso amigo”. Pero a menudo lo que llamamos “felicidad” puede ser en realidad lo que en el budismo se llama “consideración incorrecta”. El ejemplo clásico es llamar al sufrimiento “felicidad”. Por ejemplo, podríamos preguntar: “¿Por qué me gusta estar con mi amigo?”. En realidad, es una cuestión importante que hay que examinar. Si tuviéramos mucho tiempo, podríamos tener una discusión en grupo, pero permítanme citar algunas de las respuestas que normalmente se dan.

Algunas personas dicen: “Me gusta estar con mi amigo porque me emociona”. Pero a menudo esta emoción es un tipo de energía perturbadora porque tenemos expectativas. Tenemos expectativas de que la persona me haga reír, que me haga pasar un buen rato, que me diga cosas agradables, etc. Entonces hay una tensión presente junto con la emoción de estar con la persona. Aunque podríamos llamar a esa emoción “felicidad”, en realidad es una forma de tensión y, por tanto, una forma de sufrimiento.

Otras personas responden a la pregunta y dicen: “Me gusta estar con mi amigo porque me hace sentir más vivo”. ¿Qué implica esto? Implica que no estamos vivos ya. Está mezclado con una gran confusión sobre cómo existimos y conduce a un gran anhelo neurótico: “Tengo que estar con esta persona para estar vivo; de lo contrario, no soy realmente una persona. Necesito que afirmen o confirmen mi humanidad”. Ahora bien, por supuesto que es cierto que tener algún tipo de relación con los demás es necesario para seguir vivos. Los niños, criados como especímenes de laboratorio sin ningún contacto humano cálido, y los ancianos, abandonados en residencias de ancianos, mueren rápidamente por ser ignorados. Pero la actitud de que “necesito estar con mi amigo para sentirme vivo” tiene como fundamento la creencia de que la compañía de nuestro amigo nos hace existir verdaderamente como una especie de “yo” sólido. Eso es falso.

Otras personas dicen: “Me hace feliz estar con mi querido amigo porque nos ayudamos mutuamente a desarrollarnos. Nos complementamos y eso me hace sentir valioso y necesario”. Pero esto corre el riesgo de mezclarse con una actitud inconsciente de explotar a la persona para sentirse necesitada. También se basa en la confusión de que puede haber alguien que nos complemente exactamente y a quien nosotros complementemos exactamente: mi “otra mitad”. Sin esta persona, no estoy completo. Esto se basa, nuevamente, en una visión ingenua y lineal de la realidad porque implica que nosotros y la otra persona somos como dos piezas estáticas de un rompecabezas que encajan perfectamente todo el tiempo, como si fuéramos sólidos. Pero ninguno de nosotros es sólido, porque todas las características de cada uno de nosotros cambian constantemente. Cada uno de nosotros pasa por estados de ánimo diferentes, etc., por lo que es imposible que podamos encajar todo el tiempo, para siempre, como si fuéramos dos cosas estáticas, como dos piezas de un rompecabezas. Este es también un punto muy profundo que requiere reflexión. Es muy cierto.

Todas estas son respuestas serias a la pregunta: “¿Por qué me gusta estar con mi amigo? ¿Por qué me hace sentir feliz?”. Pero estos diversos aspectos que obtenemos al estar con un amigo (estar “emocionados”, tener nuestra energía excitada, inspirarnos al sentirnos “vivos” y tener la felicidad de ayudarnos mutuamente) no necesitan estar mezclados con confusión. No es necesario que sean perturbadores. Estas cosas, en sí mismas, no son perturbadoras. Es cuando se mezclan con la confusión cuando resultan perturbadoras y, lamentablemente, este es el caso más frecuente.

La causa real de la felicidad cotidiana y ordinaria 

Si miramos un poco más profundamente cuál es realmente la causa de la felicidad ordinaria y cotidiana, según las enseñanzas budistas, se trata de un comportamiento constructivo: actuamos constructivamente y la felicidad es lo que madura de ello. Puede que no experimentemos esa felicidad inmediatamente, pero en algún momento la experimentamos independientemente del objeto central de nuestra experiencia. Alguien podría sentirse feliz comiendo una comida deliciosa; alguien también podría sentirse feliz mientras cava una zanja. Esta felicidad que sentimos no depende únicamente del objeto de nuestra experiencia. La felicidad es la maduración de actitudes y comportamientos constructivos previos.

¿Qué entendemos por comportamiento constructivo? Es actuar, hablar o pensar sin anhelo neurótico, apego, ira o ingenuidad sobre la causa y el efecto o sobre la realidad. Se hace con un sentido de valores – entendemos lo que es positivo y lo que no lo es – y tenemos un sentido de escrúpulos – no vamos a actuar de manera destructiva que nos avergonzaría a nosotros mismos, a nuestra familia, a nuestros maestros, etcétera. Tenemos un sentido de orgullo o dignidad y tenemos consideración por nuestra familia, nuestros maestros, etc. Este es un comportamiento constructivo y la felicidad es lo que surge de ello.

Con un estado mental constructivo, nos abstenemos del comportamiento destructivo porque vemos sus desventajas. Lo que hagamos puede herir a otras personas; pero no es seguro que realmente lastime a alguien más. Si robas el coche de alguien, por ejemplo, es posible que no le haga ningún daño. De hecho, es posible que la persona esté encantada de haberse deshecho de él y de poder cobrar el seguro. Pero nos abstenemos de actuar de forma destructiva porque la persona a la que con seguridad le hará daño somos nosotros mismos. Con el tiempo, la repercusión kármica de nuestro comportamiento destructivo madurará en nuestra propia experiencia de infelicidad. Cuanto más destructivos somos, tanto en intensidad como en frecuencia, más fuerte se vuelve nuestro hábito de ser destructivos y, en consecuencia, más intensa y frecuente es la infelicidad que nos produce.

Pero actuar de manera constructiva no es solo abstenerse de actuar de manera destructiva al ver las desventajas del comportamiento negativo. También es adoptar un comportamiento positivo porque vemos las ventajas de hacerlo. Ahora bien, podemos actuar constructivamente de esta manera y hacer cosas para tratar de ayudar a los demás, pero aun así no es seguro que eso los ayude o incluso los haga felices. Por ejemplo, podemos preparar una comida muy buena para alguien y que se ahogue con un hueso y tenga que ir al hospital. La persona podría incluso morir asfixiada. Por lo tanto, no es seguro que cualquier acción constructiva que hagamos, incluso si la emprendemos con una motivación pura, vaya a traer felicidad a la otra persona. Pero lo que es seguro es que el hábito de ser constructivo y positivo en algún momento madurará y se convertirá en nuestra experiencia de un estado mental feliz. Nos beneficia, pero no necesariamente de una manera egoísta y narcisista. Nuestro comportamiento constructivo también puede conducir a renacimientos afortunados en los que seguimos teniendo circunstancias propicias para trabajar por la liberación y la iluminación.

Los beneficios espirituales de experimentar una felicidad manchada 

Entonces, la felicidad que queremos experimentar aquí es la felicidad de tener las circunstancias propicias para seguir trabajando en el camino espiritual. Pero la felicidad que obtenemos al actuar de manera constructiva se mezcla con confusión. O, mejor dicho, para decirlo de manera más precisa: hasta que nos convirtamos en arya y obtengamos una porción de la verdadera detención de las causas del sufrimiento, cualquier acción constructiva que realicemos estará mezclada con una porción de confusión. Así que la felicidad que experimentaremos gracias a ellas también estará manchada de confusión. A pesar de eso, aún queremos tener felicidad en vidas futuras incluso si está mezclada con confusión, porque incluso la felicidad manchada es una circunstancia propicia para trabajar hacia la liberación o la iluminación.

Por supuesto, demasiada felicidad manchada, por ejemplo, con un renacimiento como un ser divino en el plano de los deseos sensoriales, puede volvernos tan complacientes y perezosos que no hagamos ningún esfuerzo por progresar en el camino espiritual. Pero lo que sí queremos es una cantidad mínima del sufrimiento del sufrimiento o de dolor grave, porque es realmente difícil trabajar en nuestro camino espiritual si, por ejemplo, nos morimos de hambre.

Este es un punto delicado. Es cierto que cuando sufrimos infelicidad, como en una relación difícil llena de emociones perturbadoras y escenas desagradables, podemos motivarnos más fácilmente para renunciar a ese dolor y buscar la liberación y la iluminación. Si la relación es fluida y estamos felices en ella, es posible que no nos sintamos motivados para cambiar nada ni hacer nada espiritual. Entonces, para obtener la motivación inicial para renunciar y superar el sufrimiento, experimentar el sufrimiento del sufrimiento es mucho más efectivo que experimentar el sufrimiento del cambio, que es nuestra forma ordinaria de felicidad. Sin embargo, una vez que nos sentimos motivados a renunciar y superar el sufrimiento de la infelicidad, entonces un estado mental feliz es mucho más propicio para la práctica espiritual que una mente que sufre o está triste y deprimida. La mente feliz, incluso cuando está mezclada con confusión, tiene mucha más energía para la práctica espiritual que la mente miserable.

La felicidad mezclada con la confusión que tenemos en un renacimiento afortunado nos ayuda hacia la iluminación o la liberación de otra manera. No solo es una ausencia o una cantidad mínima del sufrimiento del sufrimiento, sino que también es la presencia del sufrimiento del cambio. Y así, debido a que la felicidad manchada es una forma de sufrimiento, si entendemos correctamente la naturaleza convencional de esta felicidad, puede llevarnos a un nivel más puro de renuncia. Necesitamos alguna experiencia de felicidad manchada para reconocerla como una forma de sufrimiento y así motivarnos a salir de ella y buscar la liberación.

Ese es un punto importante. ¿Por qué queremos obtener más felicidad mezclada con confusión? No es solo porque es una disminución del sufrimiento del sufrimiento para que podamos trabajar con más ahínco hacia la liberación y la iluminación. También se debe a que la felicidad ordinaria manchada es el sufrimiento del cambio y reconocerla como tal nos motiva aún más hacia la liberación, porque también queremos salir del sufrimiento del cambio. Necesitamos ser claros al respecto, de lo contrario podríamos pensar erróneamente: “Bueno, simplemente conseguir un poco más de felicidad, incluso si está mezclada con confusión, es suficiente y ese es mi objetivo final”.

Eso sí, simplemente renunciar al sufrimiento del cambio no es la forma más completa de renuncia. Todo el mundo quiere salir del sufrimiento del dolor, incluso los animales; y muchas religiones nos enseñan a renunciar a la felicidad mundana y buscar la dicha celestial. La renuncia budista real es la renuncia al sufrimiento que afecta que todo lo impregna del renacimiento incontrolablemente recurrente con agregados manchados (cuerpo, mente, emociones, etc.) que son la base para experimentar el sufrimiento del sufrimiento y el cambio. Pero antes de que podamos renunciar al sufrimiento que afecta que todo lo impregna, debemos renunciar al sufrimiento del cambio, que es la naturaleza convencional de la felicidad ordinaria mezclada con confusión. Y para renunciar a esa forma de sufrimiento, necesitamos experimentarlo.

La felicidad mezclada con la confusión es, entonces, un peldaño en el camino hacia la liberación y la iluminación. No es solo un peldaño, sino también un trampolín, porque experimentarlo nos va a ayudar a llegar más lejos. Permítanme hacer una analogía. Nos ha llevado más lejos en el sentido de que, si estuviéramos en la orilla de un torrente y ahí hubiera un fuego intenso – es decir, el sufrimiento del sufrimiento –habríamos saltado a una roca en medio del torrente. La roca representa la felicidad manchada. Estar en esta roca nos ha hecho llegar más lejos porque ya no estamos en la orilla en llamas, pero ¿quién quiere estar atrapado en una roca en medio de un torrente? Entonces llegar a la roca nos motiva a ir más lejos para llegar al otro lado del torrente, porque por sí solo estar en la roca no es satisfactorio. Es frustrante, aunque es mejor que estar en la orilla en llamas. Después de todo, no podíamos simplemente saltar desde la orilla en llamas al otro lado del torrente.

Otro punto importante es que la felicidad que surge del comportamiento constructivo no llega de inmediato. Por ejemplo, cuando estamos a dieta, abstenernos de actuar por codicia y comer postre es una acción constructiva. Pero no necesariamente nos hace felices rechazar el pedazo de pastel, ¿verdad? La felicidad que llega no es lineal; tarda mucho en llegar. E incluso cuando llegue, será solo en instantes porque, como comentamos ayer, la experiencia sube y baja en los sistemas orgánicos. Necesitamos no estar confundidos acerca de la causa y el efecto del comportamiento, acerca de cómo la felicidad madurará a partir de un comportamiento constructivo. Si estamos confundidos acerca de la causa y el efecto, entonces nos decepcionamos, nos desilusionamos, nos frustramos, etc., porque nos quejamos: “¡Me he esforzado mucho por ser bueno, pero sigo siendo miserable!”. Al actuar constructivamente, lo que estamos haciendo es desarrollar fuerzas y hábitos positivos. Esto conducirá, a largo plazo, a una mayor felicidad en nuestra experiencia de vida.

Aumentar o fortalecer la felicidad 

¿Cómo aumentamos o fortalecemos nuestra felicidad? Básicamente, lo que debemos hacer para experimentar la felicidad es eliminar las causas de nuestra infelicidad. Recuerden, si la felicidad es la naturaleza innata de la mente o de la experiencia, pero está nublada por las manchas pasajeras de la infelicidad, que provienen de causas temporales, si eliminamos de nuestra mente las causas de la infelicidad que recubren nuestra felicidad innata, nos quedará la felicidad. Se trata de un proceso dual que implica tanto fortalecer la felicidad como eliminar la infelicidad. Cuanto más eliminemos la infelicidad, más felicidad habrá.

Actuar de manera constructiva

La primera forma de fortalecer nuestra felicidad es actuar de manera constructiva. Como acabo de explicar, el comportamiento y el pensamiento constructivos equivalen a abstenerse de un comportamiento destructivo, que es causa de infelicidad. Aunque podamos sentirnos infelices al ayudar a alguien a lavar los platos, ayudar a esa persona es una acción constructiva. Nos hemos abstenido de la acción destructiva de “no quiero ayudarte”. A pesar de que no disfrutamos lavar los platos, a la larga, esta actitud de ayuda traerá felicidad. Refrenarnos de no ayudar a alguien en algún momento nos traerá felicidad.

Generar amor

El siguiente método es generar amor. El amor es el deseo de que los demás sean felices y tengan las causas de la felicidad. Elimina la mala voluntad, el odio y la ira, que son el deseo de que los demás sean infelices. Aquí tenemos que ser un poco más precisos. A veces podemos decir que eliminar una causa de sufrimiento nos traerá más felicidad; pero en otros casos podemos decir que construir una causa de felicidad va a eliminar una causa que nos traerá sufrimiento. En este caso, trabajar el amor elimina el odio, que sería causa de nuestra infelicidad. Restringirnos de actuar de manera destructiva es en sí mismo constructivo y nos trae felicidad. Pero abstenernos de odiar a alguien no significa necesariamente que lo amemos. Aquí es un mecanismo ligeramente diferente, pero, en cualquier caso, con amor estamos eliminando una causa de nuestro sufrimiento.

Además, a diferencia de abstenernos de comportamientos destructivos, como abstenernos de negarnos a ayudar a lavar los platos, lo que no necesariamente nos hace temporalmente felices (puede que no nos sintamos felices mientras lavamos los platos), sin embargo, cuando tenemos pensamientos de amor hacia alguien, esto nos hace temporalmente felices. Lo hace incluso mientras nos involucramos en la actividad mental de enfocar el amor en esa otra persona, deseando: “Que seas feliz”. En otras palabras, podemos empezar a pensar: “Me siento miserable, pero deseo que seas feliz”, pero mientras imaginamos que la otra persona es feliz, al menos experimentamos indirectamente algo de felicidad al mismo tiempo. Es muy difícil imaginar la felicidad sin un cierto sabor de felicidad como parte de esa experiencia.

Regocijarse por las acciones constructivas y las buenas cualidades

Otra forma de mejorar nuestra felicidad es regocijarnos por las acciones constructivas y las buenas cualidades de los demás, así como de las nuestras. No estamos hablando de regocijarnos por acciones destructivas o cualidades negativas. En el caso de las buenas cualidades o logros de los demás, regocijarse por sus cosas positivas elimina los celos y la envidia. Mientras experimentamos celos, nos sentimos infelices por lo que ha hecho la otra persona o por sus buenas cualidades. Pero si no estamos en absoluto celosos o envidiosos, entonces podemos empezar a ver lo maravilloso que es lo que la otra persona ha logrado y podemos sentirnos felices y regocijarnos por ello. Los celos y el regocijo son mutuamente excluyentes: no puedes estar celoso y aun así regocijarte; y si te alegras, no estás celoso. El regocijo va naturalmente acompañado de un sentimiento de felicidad; por ejemplo: “Estoy tan feliz por ti: lo hiciste bien en el examen”. Nos sentimos felices.

El mismo análisis es válido para regocijarnos en nuestras propias acciones constructivas y buenas cualidades. Aquí el regocijo es lo opuesto al arrepentimiento. Al regocijarnos en nuestras propias cosas positivas, nos sentimos felices por ellas; mientras que, si nos arrepentimos de ellas, nos sentimos infelices.

Si nos resulta difícil regocijarnos, debemos enfocarnos en los beneficios que surgirán de las cosas positivas que otros han logrado o de las cosas positivas que pueden surgir de sus buenas cualidades. Usamos el mismo método para aprender a regocijarnos por nuestros propios logros positivos y buenas cualidades.

Además, regocijarnos por nuestros propios logros positivos es una de las mejores maneras de aumentar la fuerza positiva acumulada por ellos. Esto, a su vez, fortalece la felicidad que surgirá de esta fuerza. En el caso de regocijarnos por los logros positivos de los demás, hacerlo acumula en nosotros una fuerza positiva equivalente o incluso mayor que la fuerza positiva de la otra persona.

Desarrollar una actitud de valorar a los demás

Lo siguiente es desarrollar una actitud de valorar a los demás. Actuamos destructivamente y nos causamos infelicidad por ser egoístas y tener una actitud egocéntrica. Con tal actitud, nos consideramos la persona más importante del universo y sentimos que nuestra tarea principal en la vida es satisfacer nuestras necesidades personales y satisfacer nuestros deseos egoístas. Por eso, consideramos que las necesidades, los sentimientos, etc. de los demás son menos importantes, o incluso nada importantes, y los ignoramos. Podríamos ir más allá y explotar o incluso herir a otros para salirnos con la nuestra. Esta actitud egoísta nos hace actuar destructivamente, fortalecidos por emociones perturbadoras como la codicia y la ira. Esa acción es entonces la fuente de que experimentemos infelicidad en el futuro.

Cuando igualamos nuestras actitudes sobre nosotros mismos y los demás (viendo que todos desean por igual ser felices y no ser infelices y que todos estamos interrelacionados) y, sobre la base de eso, intercambiamos la valoración que hacemos de nosotros mismos por la valoración de los demás, entonces actuamos de manera constructiva para ayudar a los demás a satisfacer sus necesidades y evitar hacerles daño. Esto produce que experimentemos felicidad en el futuro.

Alcanzar el gozo de tener una mente tranquila

Lo siguiente es el gozo de tener una mente tranquila. Cuando nuestra mente ya no está llena de preocupaciones y de la basura verbal que normalmente pasa por ellas, cuando el ruido y las diversas ideas y proyecciones que tenemos sobre nosotros mismos, los demás y las situaciones de la vida se calman, experimentamos un tipo de alegría pacífica que es como una tremenda sensación de alivio. Es como la sensación de alivio que sentimos cuando alguien que usa un cortacésped eléctrico lo apaga y ya no hay ese ruido fuerte e inquietante bombardeando nuestros oídos.

Obtener el gozo estimulante del sentido de aptitud que viene con el logro de un estado mental tranquilo y estable

El siguiente método es alcanzar el estado perfecto de concentración de shámatazhinay en tibetano, un estado mental tranquilo y estable. Este estado va acompañado de una sensación de aptitud física que incluye una sensación estimulante y edificante de alegría física y mental. Estimula, pero no de forma perturbadora. No es como la euforia de estar en una montaña rusa. Es un entusiasmo muy sereno, no una descarga de adrenalina. Esto proviene de eliminar la volatilidad mental, la divagación mental y el sopor mental, que son causas de que no podamos usar nuestra mente de ninguna manera constructiva o productiva. Además, cuando nuestra mente divaga detrás de cosas que anhelamos o cuando está soporosa, nos encontramos en un estado mental infeliz e insatisfecho. Aquí, con el shámata, la felicidad que sentimos es la alegría estimulante de poder concentrarnos en cualquier cosa que queramos y poder permanecer fijos en eso todo el tiempo que queramos.

Obtener el gozo estimulante del sentido adicional de aptitud que viene con el logro de un estado mental excepcionalmente perceptivo

El siguiente tipo de alegría es la estimulante alegría física y mental que acompaña al sentido de aptitud adicional que viene con el logro de vipáshanalhagthong en tibetano, un estado mental excepcionalmente perceptivo. Podemos alcanzar un estado de vipáshana solo si ya hemos alcanzado shámata. Entonces, además de poder concentrarse perfectamente, un estado de vipáshyana está libre de la incapacidad de comprender los hechos o verdades relativas o más profundas sobre cualquier cosa. Normalmente no podemos comprender completamente qué son las cosas, qué está sucediendo, cómo existen las cosas que experimentamos, etc. Estamos perplejos y confundidos acerca de estas cosas y por eso somos infelices. Aquí, la alegría que viene con el vipáshyana es el estado estimulante de estar totalmente libre de eso. Viene con el sentido de aptitud de que nuestra mente sea capaz de percibir profundamente qué es todo, cómo existe, y es capaz de mantener todos los hechos sobre cualquier tema correctos y en orden.

Si podemos utilizar algunos ejemplos mundanos para tener una idea de cuál es la alegría del shámata, es lo que sentirían músicos o atletas extremadamente bien entrenados. Se sienten totalmente entrenados y aptos para tocar cualquier obra musical con perfecta concentración y hacerlo de manera absolutamente hermosa, o para correr una carrera y hacerlo realmente bien. Es una sensación estimulante de alegría que puedas hacer tales cosas. Mientras que la alegría de vipáshyana, si podemos usar una analogía mundana, sería la de un científico o matemático extremadamente brillante o incluso un mecánico de automóviles para quien, cuando surge algún problema, existe una sensación de aptitud y alegría total de poder ver todo con claridad y resolver el problema. Es un estado mental muy estimulante.

Obtener los cuatro niveles de alegría dentro del canal central

Hay otros tipos de dicha que solo podemos experimentar con prácticas tántricas avanzadas de trabajo con nuestros sistemas de energía sutil. Por ejemplo, con prácticas avanzadas en la etapa completa del tantra anutarayoga, podemos hacer que ciertas gotas sutiles de energía creativa se "derritan" y desciendan dentro del canal central de nuestro sistema de energía sutil. Esto implica la práctica de tummo, la llama interior, que requiere el logro de shámata y vipáshyana de antemano, además de otros logros en las primeras fases de la etapa completa. Con el descenso de estas sutiles gotas de energía creativa, experimentamos dentro del canal central cuatro sensaciones físicas de gozo cada vez más intensas – los llamados “cuatro gozos” – a medida que las gotas alcanzan progresivamente los chakras inferiores. Como resultado de estos gozos, los vientos de energía se vuelven más sutiles y comienzan a ingresar al canal central, permitiéndonos en algún momento acceder al nivel de luz clara de la mente.

Obtener el gozo de que los vientos de energía entren, permanezcan y se disuelvan en el canal central

Además, existe el gozo que surge de que los vientos de energía de nuestros dos canales laterales entren en el canal de energía central y con el tiempo permanezcan allí y se disuelvan. Logramos esto con prácticas avanzadas de la etapa completa del tantra anutarayoga basadas en los cuatro gozos o en métodos complejos de yoga para manipular los vientos energéticos. Cuando nuestros vientos de energía sutil fluyen a través de los canales laterales y otros canales secundarios, experimentamos nerviosismo y tensión físicos y mentales, y pensamientos conceptuales salvajes e incontrolados. Cuando son llevados al canal central, experimentamos la alegría de estar libres de esas perturbaciones de nuestra energía sutil.

Obtener la felicidad manchada de liberarse de emociones y actitudes perturbadoras

El siguiente es el gozo o la dicha de estar libre para siempre de emociones y actitudes perturbadoras, como la ira, la avaricia, la ingenuidad, etc. Este nivel de gozo proviene de lograr una verdadera detención de la confusión acerca de la realidad, y esa verdadera detención se experimenta con un estado mental extremadamente gozoso, es decir, con una felicidad no manchada. ¡Qué alivio! Podemos entenderlo con un ejemplo cotidiano. Experimentamos alegría y alivio cuando finalmente nos quitamos los zapatos ajustados al final del día y nos libramos de sus restricciones. Imagínese cuánto más gozoso sería liberarse de toda nuestra confusión y emociones perturbadoras, y deshacernos de ellas para siempre.

Con los métodos del sutra, primero nos deshacemos de la confusión y de las emociones y actitudes perturbadoras que tienen una base doctrinal. Luego, a través de etapas, nos liberamos de la confusión y de las emociones y actitudes perturbadoras que surgen automáticamente. Con los métodos del tantra anutarayoga, nos deshacemos de ambos niveles al mismo tiempo. Lo hacemos con una conciencia de luz clara dichosa de la vacuidad, una vez que todos los vientos de energía se disuelven en el canal de energía central.

Alcanzar la dicha de liberarse de la creación de apariencias engañosas

El último gozo o dicha de la que hablaremos es la de estar libres para siempre de la creación de apariencias engañosas. Excepto cuando estamos totalmente absortos de manera no conceptual en la vacuidad, nuestra mente, de una manera muy sutil, hace que todo parezca existir de maneras imposibles, como que cada cosa existe sólidamente por sí misma, independientemente de todo lo demás. Estas apariencias son engañosas, porque pareciera que se refieren a cómo existen realmente las cosas. Partiendo de la creencia de que estas apariencias corresponden a la realidad, desarrollamos una actitud egoísta, emociones perturbadoras, conductas destructivas, etc.

La mente de luz clara está naturalmente libre no solo de confusión, de emociones y actitudes perturbadoras y de cognición conceptual; también está libre de la creación de apariencias engañosas. Sin embargo, solo cuando se genera tal nivel mental como una conciencia dichosa de la vacuidad se logran verdaderas detenciones. Como acabamos de explicar, primero se obtiene una verdadera detención de nuestra confusión y emociones perturbadoras. Pero cuanto más a menudo generamos este estado mental y cuanto más lo mantenemos, más obtenemos partes de la verdadera detención de esta creación de apariencias engañosas. Con el tiempo, cuando somos capaces de mantener ininterrumpidamente y para siempre la conciencia de luz clara dichosa de la vacuidad, nuestra mente nunca más da surgimiento a apariencias engañosas. En esta etapa, somos budas completamente iluminados y experimentamos la conciencia dichosa de un buda.

Estas son algunas de las formas en que trabajamos con los métodos budistas para intentar aumentar y fortalecer nuestra felicidad. Lo hacemos eliminando progresivamente las causas más profundas de nuestra experiencia de sufrimiento.

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