Es domingo por la mañana y estoy en un automóvil conduciendo por las calles inusualmente tranquilas de Berlín. A mi lado se sienta el Dr. Alexander Berzin y nos dirigimos a la oficina de MindSpace en el centro de Berlín para realizar una entrevista. Llegamos y, como estaba previsto, la oficina está vacía. Configuro todo el equipo (olvidé el trípode y, por lo tanto, la cámara descansa sobre libros apilados) y empiezo a sondear la mente de uno de los mejores maestros budistas occidentales de la era moderna. Esta vez, estamos centrando la atención en el propio Dr. Berzin.
El Dr. Alexander Berzin es un prolífico erudito budista, maestro, conferencista, escritor, traductor y, por supuesto, es el fundador de este mismo sitio web. Al acudir a la India en el apogeo del movimiento hippie en 1969 (¡sin embargo, no como hippie!) con el fin de hacer investigación con los tibetanos para su doctorado en Harvard, el Dr. Berzin se mudó a Dharamsala en 1972 una vez que recibió su título. Allí estudió con los maestros budistas tibetanos más destacados del siglo XX y se convirtió en un discípulo cercano e intérprete de Tsenzhab Serkong Rinpoche, uno de los tutores de Su Santidad el Dalái Lama. Durante los siguientes 29 años en la India, el Dr. Berzin acumuló una gran cantidad de material: más de 30 000 páginas de manuscritos inéditos de libros, artículos y transcripciones. Se mudó a Berlín y decidió crear el sitio web de los Archivos Berzin para que todo estuviera disponible para todos.
Con 60 años de sabiduría budista, el Dr. Berzin es una fuente de conocimiento y realmente puede hacer que las enseñanzas del Buda sean accesibles en nuestra era moderna. Al haber enseñado en más de 70 países, fue pionero en la preparación de textos budistas básicos en mongol coloquial para ayudar con el renacimiento del budismo en Mongolia y encabezó el inicio de un diálogo budista-musulmán en universidades del mundo islámico.
En esta entrevista, charlo con el Dr. Berzin sobre cómo difieren los maestros espirituales y los terapeutas, cómo expresar nuestras emociones de manera saludable y el papel de la meditación analítica en la comprensión de nuestra mente. ¡Disfruten!
Study Buddhism: La última década ha visto una explosión de centros de meditación y de aplicaciones de meditación en línea. En Occidente, la meditación a menudo se ve como una forma de relajarse o “dejar de pensar” o, en el mejor de los casos, como una herramienta para desarrollar la atención plena y calmar la mente. Esto ignora el aspecto analítico de la meditación, que es una práctica importante, especialmente en las tradiciones budistas tibetanas. ¿Qué tipo de potencial tiene la meditación para los practicantes occidentales?
Dr. Berzin: Sí, muchas personas ven la meditación principalmente como una forma de calmarse, aquietar la mente y obtener un cierto nivel de paz interior. Y, por supuesto, esto es muy importante como comienzo, especialmente si nuestra mente está llena de pensamientos perturbadores y emociones que se vuelven locas, pero eso es solo un comienzo, en realidad. En general, la meditación significa desarrollar un hábito mental beneficioso.
Por supuesto, también necesitamos concentración, pero como dice Su Santidad el Dalái Lama, el énfasis principal debe estar en la meditación analítica, en entender lo que está pasando en nuestra mente, familiarizarnos para que construyamos actitudes más positivas y podamos hacer frente a las deficiencias que podamos encontrar en nosotros mismos.
Por lo tanto, necesitamos examinarnos en la meditación, desarrollando el hábito de contemplar: “¿Qué estoy haciendo con mi vida, cuál es mi principal objetivo, cuál es mi principal motivación? ¿Lo que descubro es algo que me ayuda o es algo que me está causando problemas con la forma en que trato con otras personas?”.
Al aprender los diversos métodos budistas, tratamos de familiarizarnos con ellos en la meditación analítica. No solo vemos las cosas negativas que hemos hecho, sino que también vemos las cosas positivas y nos familiarizamos más con ellas.
Por ejemplo, al valorar la preciosa vida que tenemos y al valorar nuestra bondad hacia nosotros mismos, como todo el esfuerzo que ponemos para aprender a hacer las cosas, aprender a leer, aprender a usar la mente, aprender a relacionarnos con la gente, aprender a hacer cosas mecánicas, como conducir un automóvil, manejar una computadora, escribir en un teclado, etc. Al recordar todo esto, llegamos a valorar que, en realidad, hemos sido muy amables con nosotros mismos. No es que seamos tan horribles que nunca hayamos aprendido nada y que no tengamos ningún valor ni nada por el estilo.
Lo principal es aplicar nuestra contemplación y meditación a nuestra vida, mediante construir como un hábito el hecho de familiarizarnos con tales realizaciones y recordarlas en meditación silenciosa. Su Santidad el Dalái Lama también enfatiza esto, que el punto principal de la meditación es desarrollar estos hábitos beneficiosos, que son hábitos activos, formas activas de pensar y actuar, no solo calmarse. Tranquilizarse es solo el comienzo.
Si meditamos de esta manera, entonces, automáticamente, aquello con lo que nos hemos familiarizado comenzará a surgir en nuestra vida diaria. Cuando comenzamos a sentir lástima por nosotros mismos y empezamos a sentirnos negativos, recordaremos: "¡Oye, en realidad lo he hecho bastante bien!". Y esto nos da un poco de ánimo.
Aparte de la meditación, uno de los conceptos centrales del budismo, el de la naturaleza de Buda, ha tenido una enorme influencia en el movimiento occidental de autoayuda. ¿Hay algún problema con tratar el budismo simplemente como un método de autoayuda?
Sí, hoy en día mucha gente está usando el budismo como una forma de autoayuda o terapia. Creo que esto es problemático.
Es cierto que podemos obtener un gran beneficio del uso de las enseñanzas budistas de esta manera, pueden darnos una gran comprensión de nuestro comportamiento y nuestra forma de pensar. Pero lo que sucede al utilizar el budismo simplemente para la autoayuda es que se elimina el papel del maestro espiritual, y el maestro espiritual es muy, muy importante en el camino budista. Por supuesto, necesitamos tener un maestro budista calificado, y es bastante raro tener a alguien que esté bien calificado. Se requiere una gran cantidad de examinación antes de aceptar un maestro espiritual. Un maestro espiritual es alguien que tiene excelentes cualidades, no solo un vasto conocimiento de las enseñanzas budistas, sino también alguien que se ha desarrollado, trabajado consigo mismo, que ha logrado cierto equilibrio emocional, que ha logrado la calma, la comprensión y la bondad.
Con un maestro espiritual calificado, necesitamos desarrollar, sobre la base del respeto por estas cualidades, confianza y seguridad de que, de hecho, tiene estas cualidades, y valoración y gratitud por su amabilidad al enseñarnos, guiarnos y ayudarnos.
Cuando desarrollamos respeto por sus buenas cualidades y aprecio por su amabilidad, esto nos permite transferir ese respeto y valoración hacia nosotros mismos. Si no tenemos ningún respeto por nosotros mismos y nuestras propias buenas cualidades –al valorar nuestra propia bondad hacia nosotros mismos en el pasado, que aprendimos a leer para poder leer libros y entenderlos, aprendimos a comunicarnos, aprendimos a tratar con la gente– entonces es muy difícil desarrollar más buenas cualidades, como las de nuestro maestro. Entonces, trabajar y desarrollar las buenas cualidades mentales y emocionales de respeto, aprecio, gratitud, etc., con respecto a nuestro maestro, nos permite desarrollarlas con respecto a nosotros mismos. Entonces, podemos ampliar este respeto y valoración del maestro y de nosotros mismos a todos los que nos rodean.
Tener una actitud muy positiva, al ver y reconocer las buenas cualidades de los demás, es también una base para el comportamiento ético. Es importante, entonces, que nos respetemos tanto a nosotros mismos como a los demás y que apreciemos la amabilidad tanto de nosotros como de ellos. Esto nos da la sensación de que no estamos solos, otro gran beneficio.
Otro peligro de tratar el budismo como un método de autoayuda es que no tenemos ningún control para revisar nuestra práctica. No tenemos ninguna retroalimentación sobre cómo estamos aplicando realmente estas enseñanzas. La gente también tiende a elegir y escoger de las enseñanzas aquellos puntos que les gustan e ignorar aquellos puntos que no les gustan. Entonces, ya tienen una agenda previa de lo que les gustaría lograr, mientras que, con el budismo, cuando trabajas con un maestro, estás trabajando con las enseñanzas que tu maestro elige impartir. Tu maestro te saca de tu zona de confort para que trabajes los puntos difíciles que tienes.
En los textos del entrenamiento mental, uno de los consejos es trabajar primero con tu emoción perturbadora más seria, realmente abordarla y lidiar con ella. Si solo estás haciendo autoayuda, es posible que te trates a sí mismo un poco como un bebé y no profundices lo suficiente en las áreas en las que realmente necesitas trabajar más.
Acabas de mencionar la importancia de trabajar con un maestro espiritual calificado y confiable, y tu libro, Relacionarse con un maestro espiritual: Construir una relación saludable, reeditado como Maestro sabio, estudiante sabio, ha sido muy útil para muchas personas. En Occidente, nos gusta compartir muchos problemas personales con nuestros maestros espirituales y podemos llegar a verlos fácilmente como una especie de terapeuta. ¿Son estos roles comparables?
Además del hecho de que el maestro espiritual sirva como un modelo a seguir, creo que toda la interacción con un maestro espiritual es muy diferente a la de un terapeuta.
Cuando estamos trabajando con un terapeuta, estamos hablando de nosotros mismos, estamos hablando de nuestros problemas que son muy personales. Compartimos muchos datos personales con el terapeuta. Con un maestro espiritual, si lo vemos en la forma tradicional en que se ha llevado a cabo, encontramos que no se hace eso en absoluto.
El maestro te da instrucciones, explica las enseñanzas y luego depende de ti aplicarlas tú mismo en tu propia vida. Aunque a algunos occidentales les gusta informar al maestro de todas las cosas personales con las que están lidiando y hacer preguntas personales, eso es algo bastante occidental. Tradicionalmente, eso no es realmente lo que se hace. El maestro te puede hacer preguntas, lo cual hace muy a menudo, y te pondrá a prueba y te pondrá en situaciones muy desafiantes. Eso no sucede con el terapeuta, por lo que es una dinámica muy, muy diferente.
Fuiste un discípulo muy cercano de Tsenzhab Serkong Rinpoche durante la última década de su vida. ¿Fue su relación una relación tradicional maestro-alumno como la que describiste? Si es así, ¿no echaste de menos poder compartir tus temas personales?
Tuve una relación muy cercana con mi maestro principal Serkong Rinpoche, pero nunca me hizo una sola pregunta sobre mi vida personal, y nunca hablé con él sobre mi vida personal. Parecía totalmente irrelevante.
Cuando fui a la India, fui como estudiante de posgrado a investigar para mi tesis doctoral. En ese momento, a finales de los años 60, el budismo, específicamente el budismo tibetano, se presentaba como un área muerta de estudio, como los estudios del antiguo Egipto. En la India, vi que todo era real. Conocí a Su Santidad el Dalái Lama; conocí a sus maestros -en ese momento era muy fácil conocer a los más grandes lamas que habían recibido toda su formación en el Tíbet- y me di cuenta de que el budismo está muy vivo, estos altos lamas tibetanos sabían lo que realmente significaban sus enseñanzas y que son simplemente demasiado maravillosas para no compartirlas con el mundo.
Lo que quería hacer era desarrollarme hasta el punto en que pudiera ayudar a que estas enseñanzas estuvieran disponibles para todos, y eso requería, en primer lugar, aprender mejor el idioma tibetano. Ya tenía las bases para poder leer el idioma gracias a mis estudios en Harvard, pero no así con el idioma hablado. Entonces, trabajé en eso durante mis primeros años en la India antes de comenzar a estudiar con Serkong Rinpoche y poder traducir para él.
Cuando empecé a estudiar con él, le expliqué a Serkong Rinpoche que “¡soy como un burro! Realmente no trato con la gente de una manera muy diplomática, de una manera muy sociable”. Yo era básicamente un nerd académico y dije: “Por favor, capacítame para poder beneficiar a otros, para poder ayudar a transmitir tus enseñanzas”. Por mi parte, el objetivo principal de la relación con él era básicamente desarrollarme hasta el punto en que pudiera poner sus enseñanzas a disposición del mundo. Esta fue la misma actitud, o el mismo enfoque que tuve con Su Santidad el Dalái Lama también.
Estaba muy centrado en esto, por lo que mi relación con Serkong Rinpoche no tenía nada que ver realmente con mi pasado personal y, a diferencia de un terapeuta, lidiar con: “debido a que mis padres hicieron esto o mis compañeros de clase hicieron aquello, yo me siento así”; eso era totalmente irrelevante. La tarea era beneficiar a los demás y eso estaba muy claro. Creo que esta es una de las razones por las que dedicó tanto tiempo y esfuerzo a entrenarme.
Has trabajado mucho para hacer que las enseñanzas budistas estén accesibles para los occidentales, especialmente en términos de higiene emocional; y desarrollaste un curso, Desarrollar una sensibilidad equilibrada, que ofrece técnicas increíblemente útiles para lograr el equilibrio emocional. ¿Cómo podemos expresar nuestras emociones de manera saludable y lidiar con emociones negativas -como la ira- cuando surgen?
Si sentimos mucha agresión e ira, podemos hacer algún tipo de deporte u otra cosa que utilice esa energía agresiva. Si esa energía agresiva se calma a través de ese proceso, entonces, si hay algo que nos molesta, algo que alguien dijo que nos hirió, podemos pensar más claramente cómo lidiar con eso cuando nuestra mente está más tranquila, más pacífica. Cuando estamos bajo la influencia de la ira y nos sentimos realmente heridos, no usamos nuestra discriminación y decimos cosas o hacemos cosas de las que a menudo nos vamos a arrepentir más tarde. Entonces, es muy importante calmarse primero.
Como dije, si para calmarnos necesitamos liberar esa energía agresiva, debemos liberarla de manera saludable, como a través del deporte o correr, y luego lidiar con el problema. Si estamos molestos con alguien, necesitamos usar nuestra inteligencia y sensibilidad hacia la otra persona para saber qué sería lo mejor decir y, por supuesto, elegir el momento adecuado. Ya saben, el movimiento correcto en el momento equivocado no funciona. Entonces, también hay que elegir el momento adecuado, cuando la otra persona está receptiva, no cuando está muy molesta y enojada con nosotros.
En cuanto a la expresión de afecto, nuevamente hay que ser sensible a cuál es el modo de la otra persona con la que puede aceptar el afecto. Hay algunas personas a las que les gusta que las abracen, otras a las que no les gusta que las toquen. Hay muchas formas de mostrar afecto, en términos de hacer cosas por los demás, ayudándolos. Es cuestión de usar nuestra discriminación. No se trata solo de lo que nos hará sentir mejor, sino de lo que hará que la otra persona se sienta mejor.
Entonces, necesitamos discriminar entre lo que tenemos ganas de hacer en el momento y lo que sería mejor hacer, y esto puede mitigar nuestros impulsos de comportarnos destructivamente. Esto nos lleva a tus puntos de vista sobre el karma, que describes como una especie de compulsión y no como "acción", como se traduce con tanta frecuencia. ¿Cómo se manifiesta esta compulsividad y qué podemos hacer al respecto?
“Karma” generalmente se traduce en Occidente como “acciones”. La razón principal por la que generalmente se explica así es porque la palabra tibetana clásica para karma es la palabra tibetana coloquial para acciones. Sin embargo, si el karma fueran solo acciones, simplemente si dejáramos de hacer algo, estaríamos libres de todos los problemas. Ese no es en absoluto el significado del karma.
Si lo pensamos más profundamente, a lo que se refiere el karma es a la compulsividad de nuestro comportamiento. Debido a nuestro comportamiento y condicionamiento previos, actuamos, hablamos y pensamos compulsivamente de ciertas maneras. Si no usamos la discriminación para ver si lo que estamos a punto de decir o hacer es beneficioso o dañino, entonces nos metemos en un gran problema.
Aquí es donde vienen los problemas, ya sea que estemos hablando de un comportamiento destructivo compulsivo o incluso de un comportamiento constructivo compulsivo, como ser perfeccionista o querer corregir a todos. Eso también puede excederse y causar problemas. Entonces, esto es realmente de lo que habla el karma: la compulsividad de nuestras acciones, la compulsividad de nuestro comportamiento. Eso es algo que debemos superar para no causarnos problemas a nosotros mismos y a los demás.
La relevancia de tratar de comprender el karma es que a menudo tendemos a actuar sin pensar, por lo que debemos examinar nuestro comportamiento. Cuando actuamos compulsivamente de cierta manera, ya sea de manera constructiva o destructiva, ya sea como perfeccionista o como alguien que es muy negativo y critica a los demás todo el tiempo, debemos examinar y evaluar cuáles son los efectos de nuestro comportamiento. Cuáles son los efectos sobre los demás y cuáles son los efectos sobre nosotros mismos.
Necesitamos discriminar entre cuándo lo que tenemos ganas de decir o hacer va a ser dañino y cuándo va a ser beneficioso. Si vemos las enseñanzas sobre el karma, lo que describen es que primero surge el pensamiento de decir algo o hacer algo. Esto a menudo es seguido indiscriminadamente por el sentimiento o deseo de decirlo o hacerlo. A veces, cuando surge tal sentimiento, primero lo pensamos y decidimos decirlo o hacerlo, y otras veces hablamos o actuamos sin pensar de antemano. Pero es solo después de que surge ese deseo que surge el impulso mental que nos lleva compulsivamente a actuar en consecuencia. Ese impulso o urgencia mental se llama “karma”. Yo lo llamo un “impulso kármico” y es apremiante y provoca un comportamiento compulsivo. Pero, hay un espacio entre estos dos, entre el pensamiento y el deseo de decir o hacer algo y entre el deseo y el surgimiento del impulso kármico que nos lleva a actuarlo. A través de la meditación para entrenarnos a reducir la velocidad de las cosas y, con la introspección para volvernos más conscientes de lo que sucede en nuestra mente, somos capaces de reconocer esos espacios y usarlos como oportunidades para discriminar si perseguir o no el pensamiento o sentimiento. Al familiarizarnos cada vez más con hacer esto en el ambiente controlado de la meditación, seremos capaces de hacerlo en nuestra vida diaria.
Si, cuando evaluamos lo que pensamos decir o hacer o lo que sentimos o deseamos decir o hacer, nos damos cuenta de que va a ser perjudicial y dañino, entonces, como dice el gran maestro indio Shantideva, “simplemente actúa como un bloque de madera”. No lo hagas. No es una cuestión de represión y supresión. No es que seamos policías con nosotros mismos, sino que usamos nuestra inteligencia. Este es nuestro mayor regalo como seres humanos: tenemos la inteligencia para poder discriminar entre lo que es útil y lo que es dañino. Necesitamos cultivar eso y esto es lo que el budismo nos enseña muy bien cómo hacer.
Te involucraste en el diálogo islámico-budista después de una extensa gira de conferencias por Asia Central en 1994. Llegaste a comprender cómo el diálogo tiene el potencial de conducir a una mayor comprensión entre los practicantes religiosos, así como a una mayor estabilidad política en áreas donde dos o más grupos diversos viven muy cerca. ¿Qué te inspiró a emprender este trabajo innovador?
Originalmente, en los años 90, estaba viendo la situación en Asia Central y vi que allí existían civilizaciones islámicas, budistas y cristianas ortodoxas. Ya se había trabajado mucho en términos de relaciones entre cristianos y budistas, pero casi nada en términos de budismo e islam. Estaba pensando, en términos de consideraciones geopolíticas, que los budistas y los musulmanes deben trabajar juntos de alguna manera para vivir en armonía en esta área.
Esa fue mi consideración original y, pensando en términos de cómo se ha presentado tradicionalmente la historia entre el budismo y el islam, vi que el énfasis estaba mucho en cómo los conquistadores musulmanes en la India habían destruido los monasterios budistas, y pensé que esta era realmente una forma muy unilateral de ver la interacción entre las dos civilizaciones.
Entonces, investigué mucho, platicando con profesores y líderes religiosos durante mis giras de conferencias en el Medio Oriente y Asia Central, tratando de entender realmente cuáles eran las consideraciones económicas, cuáles eran las consideraciones políticas en esa interacción. Como resulta en cualquier tipo de análisis histórico, se ve que la principal motivación detrás de cualquier tipo de conquista es política y económica. Esto estimuló aún más mi interés. Con el paso del tiempo, comenzaron a ocurrir varios actos terroristas y los musulmanes se demonizaron cada vez más. Pensé que esto era extremadamente desafortunado, así que continué mi investigación y discusiones con eruditos y líderes del mundo islámico y comencé a dar conferencias sobre el budismo.
Por ejemplo, di una conferencia sobre introducción al budismo en la Universidad de El Cairo y asistieron 300 estudiantes. Seguían diciéndome: “Estamos tan aislados”, en términos de falta de información, “queremos saber qué está pasando”. Esto condujo a la idea de hacer disponible la información sobre el budismo en el mundo islámico y también dar a conocer la información sobre el islam en los círculos budistas, porque la fuente del conflicto suele ser la falta de información y los malentendidos.
Informé esto a Su Santidad el Dalái Lama, y él estaba muy interesado. Una vez que me mudé a Berlín y comencé mi sitio web, llamado Berzin Archives en ese momento, Su Santidad me animó a que las enseñanzas budistas básicas estuvieran disponibles allí en los principales idiomas islámicos. No es que queramos convertir a nadie al budismo (esto es especialmente algo que no se quiere hacer en la comunidad musulmana); sin embargo, su punto, que entendí muy bien, era que la causa de la mayoría de los malentendidos era la falta de información. Mientras viajaba por varios países islámicos, este era el sentimiento principal que había tenido.
He estado muy involucrado con este trabajo desde entonces, y he encontrado que ha sido muy positivo, muy gratificante. Hay mucho en común entre los dos sistemas de creencias en cuanto al énfasis en el desarrollo del amor, el desarrollo del servicio y la ayuda a los demás. Los puntos de vista filosóficos detrás de esto son bastante diferentes, pero el efecto es muy similar.
Has enseñado budismo en todo el mundo y me pregunto si has descubierto que a diferentes países les gusta centrarse en diferentes aspectos del budismo. ¿Cuáles han sido las principales diferencias que has presenciado en cómo las diferentes culturas abordan la práctica budista?
Las diferencias culturales aparecen en cosas tales como que algunas personas ponen más énfasis en las prácticas devocionales mientras que otras ponen más énfasis en prácticas más analíticas y racionales. En ciertos lugares, a algunas personas les gusta que las cosas se planteen como un curso, casi como algo en la universidad, ya que esto les da un cierto tipo de estructura y disciplina. En otros lugares, a la gente le gusta simplemente tener experiencias emocionales. Es difícil generalizar realmente cuando viajas enseñando, pero lo que siempre he tratado de hacer en diferentes lugares es preguntarle a la gente qué es lo que les interesa.
Encuentras que algunas personas están muy interesadas en lidiar con sus propios problemas personales individuales, otras personas ven el budismo como una especie de distracción de lidiar realmente con las cosas en su vida. Para tales personas, el budismo se convierte casi en un pasatiempo. Esto es, por supuesto, bastante natural de entender, porque las personas están muy ocupadas en el trabajo, muy ocupadas con la familia y no tienen mucho tiempo para el estudio o la práctica budista. Entonces, es una especie de tiempo de ocio cuando van a una enseñanza o cuando intentan hacer meditación.
Pero creo que lo que es muy importante es tratar de presentar las enseñanzas budistas de una manera en la que le muestres a la gente cómo se aplica a su vida diaria y poner el énfasis en: “Esa es tu práctica: tu práctica es tu vida diaria”. Las enseñanzas sobre la paciencia, sobre el perdón, sobre la calma, sobre tranquilizarse, deben aplicarse en la vida diaria, y esto es lo que trato de enfatizar siempre.
¡Gracias, Dr. Berzin, por compartir con nosotros sus pensamientos y experiencias!