Breve repaso
Hemos estado hablando de problemas emocionales con el tema de los celos. Vimos que debajo de todo esto está una confusión básica acerca de la realidad, acerca de cómo existen las personas, los demás y nosotros mismos.
Un aspecto de esta confusión es que pensamos en categorías sólidas en las que, por ejemplo, siempre somos “ganadores” o “perdedores”. Imaginamos que los demás y nosotros mismos somos entidades sólidas con líneas a nuestro alrededor y encasillamos a ese “yo” sólido en la caja de “perdedores” y a ese sólido “otros” en la sólida caja de “ganadores”. Luego, congelamos todo en el congelador.
Sin embargo, con estos “yo” y “tú” no estamos hablando de categorías en general, como manzanas y naranjas. Es más confuso porque “yo” y “tú” son categorías, en tanto que todo el mundo piensa en sí mismo como “yo”, y en los demás como “tú”. Aquí me estoy refiriendo a un “yo” individual y a un “tú” individual.
¿Qué establece que algo exista?
Hemos visto que, al hablar de vacuidad, estamos hablando de qué es lo que prueba que algo exista. En el budismo, la palabra técnica para esto es “establecer”, como la usaríamos en: “¿qué establece que algo exista?”. Esta es una palabra delicada porque no se refiere a lo que hace que algo sea verdadero o que algo exista, es lo que prueba que algo existe o prueba que algo es verdadero. Probar es realmente el significado aquí, y la misma palabra es usada en el contexto tibetano para probar algo.
La definición de algo que existe es algo que puede ser conocido válidamente. No es como los invasores de la quinta dimensión, porque no pueden ser conocidos válidamente. Podemos tener fantasías de criaturas así, pero no hay tales cosas. Una mente válida no podría verlas. Sería una alucinación o una visión o paranoia.
Cuando aplicamos esto a nuestra vida, el asunto es: ¿Cómo sé que “yo soy un perdedor y tú un ganador”? En realidad, el verdadero asunto no es cómo sabemos, sino cómo lo probamos. ¿Qué lo prueba? Es una pregunta interesante porque si estamos molestos, es solo sobre la base de estar molestos que creemos que la declaración es verdadera. En realidad, creemos que “soy un perdedor” corresponde a la realidad. Pero ¿es una fantasía? Todos los demás son ganadores menos nosotros, así se siente y es algo terrible. Así lo sentimos y realmente lo creemos. Esta confusión y estas proyecciones surgen automáticamente, porque no es como si lo pensáramos y decidiéramos: “busquemos perdedor en el diccionario o, mejor aún, vamos a buscarlo en Google, ¡ah, sí! ¡ese soy yo!”. Sería muy gracioso si fuéramos al doctor o con nuestro consejero y nos pudieran dar un papel certificando que ¡somos unos perdedores!
Así que tenemos estas categorías de “perdedor” y “ganador”, y necesitamos examinar qué hizo a estas categorías. Veremos que están designadas con palabras. Las categorías están basadas en definiciones, y las definiciones vienen de nuestra mente.
Darle sentido a los momentos de la experiencia: Patrones, características definitorias y etiquetado mental
Ahora podemos ver a la vida en general. En términos muy simples, la vida está formada por momentos de experiencia de innumerables seres vivientes individuales. Animales, insectos, humanos, todos estamos experimentando cada momento de nuestra vida en términos de eventos. Están aconteciendo eventos, no siempre son muy dramáticos porque el evento puede ser simplemente estar parado o rascarnos la cabeza. De esto se trata la experiencia de la vida momento a momento ¿o no? Este es el contenido de la vida.
Cada evento es diferente, y para cada ser individual hay una continuidad de eventos que tienen sentido, se siguen uno a otro, no son momentos conectados al azar. No somos los únicos que tenemos nuestro propio proyector de cine, por así decirlo. Hay innumerables seres e innumerables momentos de experienciar eventos. Por ejemplo, si observamos al movimiento de mover una taza de un lado de la mesa al otro, está formado por momentos individuales; cada uno de los momentos es un evento diferente, desde el momento en que tomamos la taza, hasta que la movemos para colocarla nuevamente en la mesa. Así sucede con cada momento.
¿Cómo podemos darle sentido a estos momentos de experiencia? Buscamos patrones y características definitorias que puedan ayudarnos a clasificar y, en un sentido, a digerir y relacionarnos con los eventos, acomodándolos en categorías más amplias de lo que está sucediendo. ¿Cómo los clasificamos? Lo hacemos a partir de las características definitorias que pueden ser muy variadas. El término técnico de este proceso es “etiquetado mental”, y muchas de las etiquetas mentales que creamos pueden ser válidas y precisas.
Podemos ilustrar esta explicación con el ejemplo de beber un poco de té. ¿En qué categorías puedo incluir a este evento? Bueno, la primera categoría es mover mi brazo, y también dar un trago, ¿quizá tenía sed?, o quizá quería ayudarme a mantenerme despierto. La taza no se cayó al suelo, así que la pongo sobre la mesa. ¿Estaba respirando al mismo tiempo? ¿Estaba en un determinado lugar? Existen muchas maneras y categorías que podrían describir con precisión el evento.
Cada una de esas categorías de actividad que usamos para entender el evento están basadas en ciertas definiciones. Las palabras tienen definiciones. La pregunta es ¿qué prueba que lo que está sucediendo cabe en cierta categoría?
¿Qué establece los límites?
Dije que tomé un trago de té como ejemplo de una de las categorías en las que podría clasificar al evento. ¿Dónde se encuentran los límites que marcan el comienzo y el final del evento?
La manera en que dividimos una continuidad ininterrumpida en ciertas experiencias es arbitraria. En el ejemplo que usamos, vimos que también podíamos cortarlo en pedazos de “mover mi mano hacia la taza” y demás. Pero, en realidad, la acción de beber el té se da solamente cuando está en mi boca, que es una parte más pequeña del evento. También podemos incluir el regresar la taza a la mesa o incluirla en la continuidad de impartir la clase. Pero ese es un periodo limitado, ya que no imparto clase todo el tiempo, así que podríamos colocarlo en un cajón más amplio de respirar. El evento era respirar y, mientras respiraba, bebí una taza de té. La manera en que dividimos la continuidad es totalmente arbitraria.
Sacar las cosas de toda proporción
La forma en la que cortamos pequeños pedazos de la continuidad es lo que, a menudo, genera grandes problemas. Nos enfocamos en un pequeño evento de nuestra vida y lo sacamos totalmente de proporción. Por ejemplo, nos enfocamos en: “Yo perdí mi trabajo” o “esa persona me acaba de gritar” y lo convertimos en el evento más grande de nuestra vida. Perdemos el sentido de la gran continuidad de todas las experiencias de nuestra vida; si las tuviéramos en mente, cualquier cosa que pasara sería tan solo otro pequeño evento. Es como si tuviéramos dos años, nos cayéramos y nos hiciéramos un moretón en el brazo; en ese momento pareciera ser lo más terrible del mundo, pero en la perspectiva de nuestra niñez, ya no decir de nuestra vida entera, en realidad, es un evento sin importancia.
¿Qué hace que algo quepa en una categoría?
¿Qué cabe en nuestra definición de beber? ¿Incluye la intención o el deseo de beber aun antes de mover mi mano para tomar la taza? ¿Termina una vez que el té está en mi boca o continúa hasta el punto de que va a mi estómago? ¿y qué sucede una vez que sale de mi estómago? ¿A eso también se le llama “beber una taza de té”? Aun los límites de beber son arbitrarios, pero esto no significa que sea caótico, sino que puede ser acomodado de diferentes maneras.
¿Cómo podemos saber si una definición es precisa?
¿Cómo podemos saber qué hace que un evento quepa en alguna de las categorías? ¿Qué prueba que está en una categoría? Establecemos la categoría, y la definición empata con la experiencia. Bueno, ¿qué prueba que esto sea así?
Ya acordamos la definición, establecimos la categoría, pero ¿existe algo desde el lado del objeto que nos permita etiquetarlo correctamente? Podríamos también decidir etiquetar lo que llamamos: “beber una taza de té” como “rascarme la cabeza”.
Ahí cambiamos el lenguaje.
¿O cambiamos el significado?
¿Es porque usamos el mismo idioma que podemos decir que no es válido llamar a “beber una taza de té” “rascarme la cabeza”?
¡Bien! Es un punto importante. Hablamos el mismo idioma y hemos acordado las definiciones y palabras a las que se refieren, pero, ¿existen características definitorias correspondientes a estas definiciones, que podamos encontrar desde el lado del evento? Si son las que nos permite poner al evento en una categoría correcta que nombramos con palabras y definiciones, que nosotros o las personas que hicieron los diccionarios decidieron, ¿dónde están? Recordemos que un evento es una continuidad, y que cada momento es diferente, pero está relacionado con el anterior.
Cuando hablamos de asuntos o acciones que llamamos “bebiendo” o “respirando” es un asunto más obvio; se torna un poco más complejo cuando solo observamos un objeto. Pero con una acción o evento, es un poco más claro. Por favor, pensemos en esto.
(meditación)
¿Existe algo presente desde el lado del contenido de cada momento que haga que cada uno de ellos quepa en la categoría de “bebiendo”? En cada momento que forma la secuencia que llamamos “bebiendo” ¿existe algo que establezca lo mismo? Tendría que establecer lo mismo que lo hace ser parte de la categoría “bebiendo”. Podemos hacer este ejercicio con cualquier cosa, desde mover las manos o rascarnos la cabeza, hasta estar en cierto lugar. Estaría lleno de cosas desde su propio lado, ¿o no?
Si tuviéramos a personas que hablaran diferentes idiomas observando el mismo evento ¿estaría lleno con todas esas diferentes palabras?, ¿cómo sabemos que una palabra está asociada a un significado?, ¿existe desde el lado del evento, desde el lado del significado o desde el lado de las palabras?, ¿dónde existe?
La causa y efecto afecta a cada experiencia
Hablamos de los eventos como una cadena continua, como si vinieran y fueran de la nada. Anteriormente mencionó la motivación y el objetivo. ¿No tienen que ver las cadenas de eventos con la motivación y el objetivo?
No solo tienen que ver con la motivación y el objetivo, sino con todas las causas también. En el caso de beber té: las causas incluyen a la persona que preparó el té, la tienda que lo vendió, el granjero que cultivó el té y demás. Además, hay consecuencias que siguen a beber el té, como no morir de sed o ser incapaz de seguir enseñando. Todo lo que hacemos es marcar una línea, para hablar de cierta parte de ello.
No solo hablamos de la causa y efecto que están conectados con nuestra propia experiencia personal, sino de las causas y efectos que también son parte de la experiencia de otras personas, como en la amable motivación de la persona que preparó el té. También podría llevar al efecto de que otra persona en el salón, al verme bebiendo té, tenga el pensamiento: “Ay, me encantaría tomar una taza de té”. Podría actuar como una circunstancia para que la emoción perturbadora de los celos acompañe los siguientes momentos de la vida de alguien más. La causa y efecto no está limitada a un período específico; de hecho, es interminable en ambas direcciones de pasado y futuro.
Marcamos estas líneas para darle sentido a cada momento de nuestra vida, y lo hacemos de manera natural en términos de dicho lenguaje y categorías; poder comunicarnos con otros depende totalmente de esto. Aun en el nivel más básico de verme beber esta taza de té, si cada uno de ustedes tomara una fotografía, se vería diferente, porque me están viendo desde diferentes ángulos y distancias. Sí, todos estamos de acuerdo convencionalmente y esa es la palabra clave. Basados en el uso del mismo idioma, podemos estar de acuerdo que yo estoy “bebiendo una taza de té”; es bastante increíble ¿verdad?
Algunas de las fotos que tomaran podrían estar enfocadas y otras no, quizá algunos de ustedes no estaban poniendo atención y ni siquiera tomaron la foto, así que ¿cómo podríamos probar que yo estaba bebiendo una taza de té? ¡Podemos llevar esto más lejos! ¿Podrían revisar mi estómago y ver el té?, ¿eso fue lo que bebí?, quizá el líquido llegó a mi estómago de otra forma ¿cómo podríamos saberlo?
El proceso de desarme
Una vez que hemos comenzado este proceso de desarme, en algún sentido, todo comienza a derrumbarse desde el lado de los objetos, pero eso no significa que caigamos en el nihilismo, en el que nada existe; necesitamos tener cuidado.
Así que, cuando miramos dentro de una taza blanca vacía y vemos diferentes colores, y vemos más blanco que café ¿cómo sabemos que ahí había té?, ¿cómo podemos probarlo? Ya no está ahí, ¿estuvo ahí en algún momento?, ¿cómo lo sabemos?
Bueno, lo relacionamos con experiencia previas, pero no existe nada desde el lado del objeto. Todo queda demostrado y probado desde el lado de la mente. Las convenciones también son fabricadas por la mente; el lenguaje lo fabrica la mente, las definiciones son creadas por la mente. ¿Qué hace que todo sea preciso?
Criterios para determinar la validez de una convención
Como lo mencionamos anteriormente, existe un lenguaje comúnmente aceptado, una convención, ese es el primer criterio. Todos estamos de acuerdo en las palabras y su significado y, en segundo lugar, no es contradicho por una mente que válidamente ve la verdad convencional. Esto significa que la fotografía no está borrosa, ni oscura, sino bien enfocada, y podemos concluir que eso es justamente lo que acordamos. En un sentido se reconfirma, fue una manera precisa de ver.
El siguiente criterio es que no es contradicho por una mente que válidamente ve la verdad más profunda. Así que, si existe la fantasía loca de que hay algo que pueda encontrarse desde el lado del evento que lo establece como “beber una taza de té”, sería tanto como afirmar que encontramos algo desde el lado del invasor de la quinta dimensión que probó que proviene de la quinta dimensión. Cuando realmente entendemos la realidad de manera precisa, nuestra mente contradiría tal afirmación. Así que el evento necesita no ser contradicho por una mente que válidamente vea la verdad más profunda. Estos tres criterios provienen del lado de la mente, no del objeto.
Apliquemos esto a nuestra vida en la que hemos perdido nuestro empleo o a nuestra pareja o cualquier otra cosa. ¿Somos perdedores? quizá pensemos que lo somos, pero ¿qué no hace ser perdedores? Si tuviéramos que describir un evento en el que “perdimos algo”, sería algo muy abstracto ¿no? Sobre todo, cuando partimos lo que sucedió en cada uno de los momentos que conforman el evento. Analicémoslo de todas formas.
El primer criterio: tenemos la convención y la palabra “perder”; así que perdimos nuestro empleo y ya no lo tenemos; perdimos a nuestra pareja y efectivamente se fue, así que cuadra en la convención de perder algo, eso es preciso porque así es como cualquier persona llamaría a ese evento.
Segundo criterio: si volviéramos a la oficina, las personas ahí dirían “¿Qué haces aquí? Ya perdiste el empleo”. Así que no se contradice con lo que ellos observan. Voy con mi antigua pareja y ella o él está con una nueva pareja, me ve y dice: “¿Qué demonios haces aquí?, lo nuestro se acabó.” Así que podemos ver que el evento no es contradicho por una mente que válidamente ve la verdad convencional.
El tercer criterio es el más importante. Es posible que yo crea que soy un perdedor, un verdadero perdedor con algo inherente y encontrable desde mi lado que en realidad me haga ser un perdedor, y que los demás tienen algo inherente y encontrable que los hace ganadores, así que me da envidia y me siento herido. Sentimos como si hubiera una característica definitoria desde mi lado que me hace caber en esta categoría concreta de “perdedor” y que estamos condenados a permanecer en ella por siempre.
Pero, desde una mente que válidamente ve la verdad más profunda, esa afirmación se contradice. Cuando investigamos ¿dónde encuentro esta característica definitoria de ser un perdedor?, ¿está en mi nariz?, ¿en mi cabello?, ¿en los dedos de mis pies?, ¿en mi mente?, ¿dónde está?, ¿qué evento la hizo estar ahí?, ¿siempre estuvo ahí?, ¿ha estado ahí desde que nacimos? En realidad, no está en ningún lado, es tan solo una convención para describir el evento, nada más. No soy un perdedor inherentemente, porque eso sería ridículo. Cuando entendemos esto, nuestras respuestas emocionales son totalmente diferentes.
Los árboles son comunes a todas las culturas porque todos conocemos los árboles. Diferentes culturas pueden trazar una línea entre un arbusto y un árbol en diferentes niveles, lo que prueba que es una categoría arbitraria, de acuerdo, acepto eso. Pero tenemos el reconocimiento de una cara humana, que es común a cualquier sociedad. No hay sociedad humana alguna que pudiera confundir una cara humana con la cara de un simio.
Sí, eso está muy claro, pero cuando vemos la discusión científica sobre el proceso de la evolución y tenemos las categorías de “simio” y “humanoide”, ¿dónde se encuentra la frontera de lo que lo hace humano?
El decir que las categorías se definen lingüística y culturalmente, o arbitrariamente, no significa que sea caótico. No es que podamos llamar a lo que sea como sea, que es la razón por la que tenemos tres maneras de validar o de etiquetar. La pregunta que siempre surge es: “¿Qué no es un árbol?, ¿no hay ahí un árbol realmente?”.
Como una ilusión
Por esto es que decimos que, desde el lado del objeto, no hay nada que pruebe que sea un árbol. Llegamos a un nivel más profundo de entendimiento en el que el árbol es como una ilusión. Es como una ilusión, que es muy diferente a ser en realidad una ilusión. Aparece ante nosotros como si hubiera algo desde el lado del árbol que lo hace un árbol, pero no es así. Aun así, funciona, y otras personas que hablen el mismo idioma están de acuerdo en la definición y también lo llaman árbol, no lo llamarían perro.
Este es un nivel más sutil, por eso es que comenzamos con niveles más sencillos. Decimos: “No me caigo al suelo atravesando la silla”, aunque sabemos que, en el nivel más profundo, la silla no es sólida, sino que está constituida por átomos, que a su vez están formados por partículas subatómicas y que en su mayoría es espacio vacío. Sabemos que lo mismo aplica para nuestros cuerpos; sin embargo, no atravesamos la silla y caemos al suelo al sentarnos, sino que la silla funciona para sostenernos.
¿La funcionalidad prueba la existencia?
El hecho de que la silla me sostenga ¿es prueba de que la silla existe como silla, o de que aquello de allá existe como un árbol? El asunto se complica porque ¿cómo sabemos que funciona como árbol y qué prueba que funciona como árbol?
Cuando hablamos de causa y efecto, solo se da un momento a la vez y los conectamos para decir que algo desempeña una función, pero ¿qué desempeña la función? Es algo muy complejo, así que a un nivel más sencillo decimos que, lo que establece que algo existe, es que funciona. Podemos establecer provisionalmente que beber una taza de té existe porque funcionó para saciar mi sed. Aquí necesitamos ser cautos porque podríamos decir: “Creo que hay un monstruo bajo mi cama”, pero ¿eso funciona? Quizá nos asuste de modo extremo, pero el monstruo no es lo que causa el miedo, nuestra creencia de que ahí hay un monstruo es la causa, así que necesitamos observar el caso cuidadosamente.
Así que, a un nivel básico, podemos decir que “desempeña una función” y eso prueba que algo existe.
No hay que preocuparse: el vacío no es nihilismo
Cuando desarmamos categorías como una forma de diluir conceptos como “perdedor” y “ganador” ¿no nos conduce eso, finalmente, a una enorme inseguridad? Además, en esta sociedad posmoderna hablamos mucho sobre el vacío, no en términos de vacuidad, sino en términos de vacío de significado, ética, reglas y demás. ¿Hay forma de diferenciarlos?
Sí, eso es nihilismo. Cuando hablamos de vacío en el budismo ¿de qué están vacías las cosas? Están vacías de cualquier cosa desde su propio lado que pruebe que eso existe. Eso es lo que está ausente, no significa que no exista nada, lo que quiere decir es que las cosas existen como una ilusión. ¿Qué prueba que existan? Tenemos palabras y las personas están de acuerdo en ellas, así que no es contradictorio. Las cosas aparentan solidez, pero no son sólidas; sin embargo, todo funciona. Esto es suficiente por el momento, no se preocupen, no hay razón para sentirse inseguros.
Por supuesto que cuando te aproximas a estos temas, te puedes sentir inseguro. Cuando uno de los discípulos de Tsongkhapa se encontraba meditando en la vacuidad, de repente sintió la necesidad de agarrar sus vestiduras. Tsongkhapa le dijo: “muy bien, acabas de reconfirmar la realidad convencional de todo”. Así que, necesitamos reconfirmar la realidad convencional y no la negamos, porque eso sería ridículo.
Igualmente, ridículo sería pensar que los objetos a los que nuestras palabras y conceptos hacen referencia pueden en realidad encontrarse como una “cosa” referente con características definitorias encontrables y que correspondan exactamente a las categorías que implican las palabras y conceptos. Entonces pensamos que podemos encontrarlas y que eso establece que existen. No podemos encontrar cosas referentes, ni característica definitoria alguna desde el lado de los objetos, así que encontrar tal cosa no puede probar la existencia del objeto, están totalmente ausentes. Los objetos sí existen convencionalmente, pero están vacíos de estas cosas que establecerían que existen.
Continuar con la vida
Esto no significa que nuestras palabras y conceptos no se refieren a nada. Se refieren a algo, pero aquello a lo que se refieren no puede encontrarse y no corresponde exactamente a las palabras y conceptos. Las categorías del lenguaje no existen ahí afuera, sino que están construidas mentalmente, así es como nos movemos en el mundo, lo conocemos y lo describimos, está bien porque nos funciona. Así que continuamos con la vida. La verdad convencional no es un nivel, como si hubiera un nivel trascendental y un nivel mundano, aquí no hay dualismo, no hay razón alguna para preocuparnos.
En una situación similar, cuando un discípulo se asusta pensando que nada existe, un maestro Zen le daría un golpe y le preguntaría “¿sentiste eso?”, “sí”, “¿te dolió?”, “sí”, “verdad convencional”.
Refugio, compasión y entendimiento
Y qué pasa con quienes van al psiquiatra y dicen: “bueno, funciono en el mundo, no tengo problema alguno con la realidad, pero siento este vacío dentro de mí, esta falta de sentido dentro de mí. No me puedo conectar con lo que hago, ¿me siento alienado”. ¿Cómo se relaciona esto con lo que estamos hablando?
Por esto es que la discusión del vacío se hace dentro del contexto de las enseñanzas budistas y no de manera aislada. En el budismo contamos con lo que llamamos “refugio”, que significa la dirección en la vida en la que trabajamos hacia la consecución de la budeidad. Básicamente queremos deshacernos de toda nuestra confusión, de la misma manera que lo hizo el Buda y de la manera que la comunidad de personas que lo han conseguido parcialmente lo sigue haciendo. Elegimos ir en esta dirección y una de las razones podría ser que nos disgustan todos los problemas que tenemos y queremos detenerlos, o puede ser que tengamos compasión por otros y queremos ayudarlos, porque ellos también sufren terriblemente. Cuando nosotros estamos sumidos en nuestros problemas, realmente no somos de mucha ayuda a otros ¿verdad? El entendimiento del vacío se encuentra dentro de este contexto en el que la vida tiene un gran significado.
La sola compasión no es suficiente pues es fácil desanimarse: “ay, la gente sufre tanto y yo no puedo ayudarla”. En realidad, no es suficiente tan solo tener amor y compasión, también necesitamos tener entendimiento. La sola compasión, sin entendimiento, nos hace apegarnos a aquellos a quienes tratamos de ayudar y nos volvemos codiciosos de atención de su parte, nos enojamos con ellos cuando no siguen nuestro consejo, nos desanimamos y deprimimos. Por otro lado, el entendimiento por sí solo tampoco es suficiente, porque así la vida pierde sentido y propósito. El budismo siempre los pone juntos, en el contexto de contar con una dirección segura en la vida con la que sabemos lo que hacemos y hacia dónde nos dirigimos. Por eso lo llamamos “tomar refugio”. Pero “refugio” es una palabra muy pasiva, como si fuéramos un animal en una reserva de caza al que ahora se le da refugio y es salvado. No es algo pasivo, es algo activo, estamos activamente dando una dirección positiva y significativa a nuestra vida.
Vacuidad del yo
¿Qué hay de la vacuidad del “yo”?
“Yo” y “tú” son categorías, como “árbol”. Pero “yo” no es el mismo tipo de fenómeno que un árbol. Un árbol tiene características físicas, pero “yo” no, mi cuerpo tiene características físicas. Poniéndolo en un lenguaje sencillo, “yo” es un fenómeno abstracto, no algo con características físicas y no es una forma de estar consciente de algo, como ver, enojo o amor.
¿Cómo usamos esta abstracción? Existe una continuidad de experienciar subjetivamente, momento a momento, esto y aquello, y siempre tiene contenido. No podemos no experienciar, siempre estamos experienciando algo. El contenido cambia constantemente, momento a momento, de contenido visual a auditivo, a todo tipo de cosas, y luego contamos con varias formas de darnos cuenta: ver, escuchar, emociones como el enojo, el apego, la felicidad, la atención y demás. Todos estos ingredientes constituyen una red increíblemente compleja en la que interactúan unos con otros. Cada una de las partes está cambiando a diferente ritmo.
Pero hay una continuidad. ¿Qué conforma esta continuidad?, contestar esta pregunta es muy difícil. Al nivel más profundo, no hay nada encontrable desde el dado de cada momento de experiencia que provea la continuidad. Pero creemos que ahí hay algo sólido todo el tiempo que lo une todo y provee esta continuidad, y a esto le llamamos “yo”. Así se siente. Anoche me fui a dormir y desperté esta mañana y aquí estoy ahora, el mismo “yo”. Realmente se siente así y ciertamente lo creemos así. Por supuesto, es como una ilusión, pero sobre la base de “me acabas de herir, soy un perdedor”, creemos que tenemos un “yo” sólido que puede encontrarse.
Este “yo” en realidad es una abstracción. En el budismo lo llamamos una “imputación” sobre esta continuidad de experiencia. Es como la palabra “movimiento”, que es una imputación sobre un objeto en locaciones ligeramente diferentes en una secuencia de momentos. “Movimiento” no es algo que simplemente haya inventado nuestra imaginación, como tampoco lo es el “yo” convencional. Convencionalmente hay un “yo” porque yo no soy “tú”, y está es “mi casa” y “mi experiencia”.
Ahora, tenemos la palabra y el concepto o categoría “yo”, con la que podemos empatar el “yo” que es una imputación sobre cada momento de experiencia. Como los “yos” individuales en cada momento, también es una abstracción, pero con una gran diferencia. El “yo” en cada instante cambia momento a momento, porque a cada momento yo hago algo más o pienso o digo algo más. La categoría o el concepto yo, no hace nada. Así que es importante entender que “yo” no es tan solo una palabra o un concepto. No somos solo palabras, no somos solo conceptos. Somos aquello a lo que las palabras y los conceptos se refieren. No somos solo ilusiones tampoco. Nuestra sociedad creó y acordó un patrón acústico para representar el “yo”, y luego acordamos una secuencia de líneas para representar el sonido en una forma escrita. Esos sonidos y líneas se refieren y significan “yo”, pero no son yo, y no es que no signifiquen nada.
Usemos otro ejemplo. También tenemos la palabra “taza”, y se refiere a una taza. Pero ¿cuál es la base para esta designación, ¿cuál es la base para llamarla taza? ¿La orilla o la oreja? El espacio vacío dentro de la taza ¿es eso la taza? Están todas estas partes y todas las causas, y sobre esta base, la sociedad aplica el término “taza”. ¿Podemos encontrar, realmente, a la taza? No, tenemos la palabra “taza”, pero eso obviamente no es una taza.
Ciertamente no podemos encontrar las características definitorias de una taza en ningún lado en esta base. Así que ¿qué es, realmente, una taza? Es como una ilusión, es a lo que la palabra se refiere cuando se designa sobre la base de designación con la que otras personas están de acuerdo. También tiene que ser válida, porque no podemos llamar taza a una mesa. Parece como si en realidad hubiera una taza, pero es realmente una ilusión, aunque funciona. ¿Es absolutamente no encontrable? Solo cuando lo analizamos muy profundamente veremos que no puede encontrarse. Si nos relajamos, dejamos de analizar y en general solo preguntamos: “¿dónde está la taza?”, podremos responder bastante correctamente: “está allá”. Y funciona como una taza. El universo funciona. Pero cuando lo miramos en verdad profundamente, no podemos encontrar nada, está vacía de cualquier cosa desde su propio lado que establezca su existencia como taza.
Así que “yo” es una abstracción, una imputación que reúne una continuidad de experiencias, como el movimiento es una abstracción, una imputación para reunir una continuidad de algo que está, consecutivamente, en lugares levemente diferentes. Yo no soy solo una palabra o un concepto, como el movimiento no es solo una palabra o un concepto. Los momentos de experiencia de este “yo” están constituidos por millones de partes que cambian todo el tiempo a diferentes ritmos. Así que ¿dónde puedo encontrar el “yo” en todo esto? Ninguno de ellos son yo. ¡¿Existe algo desde el lado de mí que me haga ser “yo”?! No, no hay nada que me haga ser “yo”. No como un “yo” en general o uno que establezca mi individualidad.
Individualidad
En Occidente tenemos este asunto de que siempre queremos probar nuestra individualidad. Tengo que probar que soy “yo” y establecer mi individualidad, separado de mis padres. Pero esto no tiene sentido, porque somos individuos, aunque no hay nada que lo pruebe. Por supuesto, cada uno de nosotros experiencia su propia vida momento a momento, con su continuidad de causa y efecto.
Incluso la causa y efecto son una abstracción, una imputación sobre una continuidad de eventos y experiencias. Aunque no podemos encontrar causa y efecto en ningún lado, causa y efecto suceden, funcionan. Así que necesitamos reafirmar que hay un “yo”, que no es tú, que realiza acciones causales, y luego necesitamos responsabilizarnos por los efectos de nuestro comportamiento. La manera en que nos comportamos, afectará, definitivamente, aquello que vaya a experimentar a continuación, y tendrá un efecto en los demás. Necesitamos cuidarnos en términos de comer y dormir, y de no estrellarnos contra las paredes o tropezar con otros.
Los problemas surgen cuando convertimos a este “yo” en algo grande y sólido con el que nos preocupamos por no agradarle a otros, nos volvemos inseguros, o no logramos que las cosas se hagan a nuestra manera y nos enojamos. Entonces queremos más y más cosas que aseguren a ese “yo”. Tendríamos que estar satisfechos con el conocimiento de que existimos y funcionamos; continuamos nuestra vida con una dirección positiva y segura, tratando de ayudar a otros cada vez más, sin poner a este aparente “yo” sólido en una aparente caja sólida de “perdedor” cuando las cosas no salen bien, o en una aparente caja sólida de “ganador” cuando triunfamos. Esta es la gran confusión detrás de nuestros celos.
Resumen
Hemos revisado los diferentes tipos de celos posibles de ser experimentados y las maneras en que algunos de ellos son alentados por nuestra sociedad o cultura. La mejor estrategia para superar los celos es desarmar la confusión que tenemos sobre nosotros mismos y los otros, y sobre las categorías que fabricamos. A pesar de que las cosas aparezcan como si fueran sólidas y encontrables, sin importar qué tanto pensemos que somos unos perdedores, eso no las hace ser reales. De manera similar, sin importar qué tanto creamos que somos ganadores, eso es igualmente tonto. Cuando nos liberamos de estas convenciones y categorías, para ver los eventos y la vida por lo que son exactamente, podremos superar los celos y una amplia gama de otras emociones perturbadoras. De esta manera, podemos lidiar con los altibajos de la existencia sin exasperarnos y sin causar tanto sufrimiento a otros o a nosotros mismos. Entonces, quizá podamos ser de mejor ayuda a todos los demás.