Revisar aspectos de los celos
Nuestra discusión sobre los celos nos lleva ahora a una discusión acerca del “yo”. El entendimiento de cómo existimos y de cómo existen todos los demás es central para los temas entorno a los celos.
Como hemos visto, el budismo define a los celos como un tipo de hostilidad, una actitud emocional que se enfoca en los logros de las otras personas. Puede ser su inteligencia, sus posesiones, su buen aspecto o riqueza, éxito o estatus. Puede enfocarse en sus relaciones, por ejemplo, el que tengan pareja o hijos y nosotros no; no podemos soportar que tengan esto o aquello y no tenemos la habilidad para lidiar con sus logros.
Dicho resentimiento está basado en el apego a nuestra propia situación y logros. Por ejemplo, vemos la cantidad de dinero que tenemos en nuestra cuenta de banco y sabemos que otros tienen más, exageramos las cualidades positivas y la importancia que tiene el dinero en el banco, haciéndolo uno de los aspectos cruciales de la vida y de esa manera basamos nuestra valía personal en ello. Podemos hacer esto con la inteligencia, el buen aspecto y con todo lo demás, y entonces, no podemos soportar que alguien sea mejor que nosotros en esa área. Esto son los celos, y su opuesto sería regocijarnos de los logros de los demás.
El asunto del “yo”
El primer nivel para lidiar con el problema es comprender esos aspectos de los celos. Sin embargo, subyacente a todo esto está el asunto del “yo”. En última instancia, es en esto en lo que necesitamos trabajar para asegurarnos de no encelarnos. Lo incorrecto es la manera en la que sobre-exageramos algún aspecto en especial de la vida y basamos todo nuestro sentido de autoestima y valía personal en ello. Es solo con base en esto que nos encelamos y eso nos lleva al asunto de la identidad personal: “¿Quién soy yo?” ¿Cómo nos definimos a nosotros mismos? ¿En términos de dinero, de nuestro aspecto o nuestra posición en la vida? Mucha gente se define así ¿no es cierto? “Soy médico”, “soy papá”, “soy lo que sea”.
Al hacer esto, sobre-enfatizamos el “yo” definiéndolo como algo sólido que podría tener una identidad sólida. Creemos que eso es el verdadero “yo”, lo que realmente “soy yo”, llega a ser lo único que cuenta en la vida, y descartamos todo lo demás como falto de importancia. Solo este único aspecto, tal como la cantidad de dinero que tenemos en el banco, es lo que realmente cuenta. Para mucho de nosotros ¡es lo que nos dijeron nuestros padres!
Es importante reconocer que esto no solo está relacionado con cosas materiales, en términos de dinero, posición y demás, sino también con afectos. Algunos de nosotros podemos pensar que lo más importante en la vida es recibir afecto o amor. Entonces pensamos que alguien más lo tiene y nosotros no, y basamos nuestra autoestima en ello. Esto es más sutil que los objetos materiales. Pero por supuesto que nos encelamos locamente si todos nuestros conocidos tienen una pareja amorosa y nosotros estamos solos en casa. También necesitamos lidiar con estos asuntos más sutiles, asegurarnos verdaderamente de sacar de raíz este problema de los celos.
Reflexión: Sobre-enfatizar un aspecto de nuestra vida
Tomemos un momento para reflexionar en esto. La mayoría de nosotros hemos experimentado momentos o períodos de celos. Hemos tenido fases en nuestra vida en que los celos nos han destrozado. Tratemos de identificar en nuestra experiencia qué es lo que subyace a todo esto. ¿Qué es lo que consideramos más importante en la vida, que nos ha provocado celos si no lo teníamos u otros tenían más que nosotros? Reflexionemos en esto. ¿Es esto, en realidad, lo más importante en mi vida, lo único que me describe a mí, a lo que yo soy? Por ejemplo: “Soy alguien que no tiene pareja”. ¿Es eso lo único que se puede decir sobre nosotros mismos? Si muriéramos y alguien tuviera que resumir nuestra vida en una frase ¿sería eso lo que nos gustaría por epitafio? ¿Es eso lo único por lo que nos gustaría que nos recordaran los demás? Esta manera de pensarlo es una buena forma de ver lo absurdo del asunto.
Al hacerlo absurdo, vemos la insensatez de enfocarnos en solo un aspecto. Pensar “esto es lo que soy, es el aspecto más importante y no puedo soportar que nadie sea mejor que yo”, nos ayudará a ver lo cómico que suena y a superarlo. Si no vemos lo ridículo que es, entonces será muy difícil soltarlo. Tomémonos un momento para pensar esto en términos de nuestra propia experiencia personal de los celos.
(meditación)
Codicia, envidia, avaricia, baja autoestima y otras emociones perturbadoras
Si nos tomamos un momento para reflexionar, podríamos ver lo que el budismo aborda cuando hablamos de celos. En Occidente también se habla de envidia, pero no existe una palabra separada para esto en sánscrito o tibetano. La envidia se suma a los celos y da lugar a lo que el budismo llama “codicia”, cuando no solo sobre-enfatizamos un área de la vida y no podemos soportar que alguien sea mejor que nosotros, sino que también queremos para nosotros eso que ellos tienen. Eso es envidia, somos envidiosos.
Esto deriva en dos situaciones. En primer lugar, puede ser que nosotros no tengamos nada y queremos conseguir lo que otros tienen. En segundo lugar, podemos ya tener algo, que de hecho puede ser más que suficiente, pero codiciamos más. Queremos más porque la otra persona tiene más. En este segundo caso, la codicia lleva a la competitividad que nos hace desear ganarle a la otra persona.
Hay muchos otros estados emocionales perturbadores asociados que surgen de este aspecto muy básico definido como celos. Aun así, bajo todos estos está el mismo problema de nuestro concepto del “yo”. Pensamos que somos especiales, que somos importantes, por lo tanto, tendríamos que ser siempre los primeros y tener lo mejor. No consideramos a los demás como iguales o definitivamente no pensamos que sería bueno que los demás tuvieran lo mismo que nosotros. Por este sólido sentido del “yo”, tenemos que ser mejores.
Como ya vimos, muchos aspectos de nuestra sociedad refuerzan los celos y la competencia. Tenemos la glorificación de los ganadores en los deportes, de las celebridades, de los millonarios, apareciendo en las revistas y consiguiendo la mayor publicidad posible. Como si fuera una enfermedad, esto infecta nuestra actitud hacia el manejo de nuestra vida y cómo lidiamos con el trabajo y las relaciones. Si solo los más fuertes y aptos son quienes sobreviven, entonces, simplemente tenemos que competir contra todo el mundo, y surgen los celos cuando a cualquiera le va mejor que a nosotros.
Sin embargo, los celos no siempre están asociados con la competencia, porque en ocasiones los celos giran en torno a nuestra valía personal. Si tenemos muy baja autoestima, que puede darse por varias razones y es un problema creciente en la cultura occidental, los logros de otros nos dan muchos celos. Esto no desemboca en realidad en competencia, sino tan solo en un sentimiento de “ni de chiste podría lograr eso, no soy lo suficientemente bueno”. Ni siquiera lo intentamos y acabamos sintiéndonos mal con nosotros mismos. El que todos los demás sean exitosos mientras que “yo soy un perdedor” nos hace sentir lástima por nosotros mismos. Esta es otra forma en la que este aspecto de sobre-preocupación y sobre-enfatizar el “yo” se manifiesta como celos.
Diferencias de enfoque en Occidente
En el budismo analizamos a los celos en términos de enfocarnos en los logros de otros y que esto nos provoque hostilidad hacia ellos. Existen otras formas de celos que experimentamos, con un enfoque levemente diferente. El foco está en alguien que le da algo a otra persona y no a mí: “¡Le diste tu amor y tu afecto a otra persona y no a mí!”. No estamos tan molestos o enojados hacia la persona que recibe el amor y el afecto, sino que estamos molestos y enojados con la persona que no nos lo dio a nosotros. Se lo dio a alguien más. Experimentamos este tipo de celos con frecuencia ¿verdad?
Si lo pensamos, es bastante contradictorio, porque ¿cómo esperamos que la persona a quien estamos dirigiendo nuestro enojo, cambie de opinión y nos dé su amor cuando estamos dirigiendo nuestros celos y enojo hacia ella? Es una estrategia autodestructiva de una manera ingenua, pero es la que a menudo usamos. En realidad, es muy poco probable que cuando le estemos gritando enojados a alguien, esa persona de repente diga: “¡Ah claro! Perdón, ahora te voy a amar a ti”, o si decimos: “¿Por qué demonios vas a salir con alguien más? ¡Quédate en casa conmigo!”; si se queda en casa, será solo por un sentimiento de culpa o porque siente lástima por nosotros ¿Qué tan satisfactorio es eso? No es que la persona se quede porque ya no tenga su corazón y su mente en alguien más. Al final, seguiremos infelices, ya que nuestro problema no está, en absoluto, resuelto.
Dediquemos un momento para ver si hemos seguido este tipo de estrategia ¿Qué tan exitosa ha resultado? Solo cuando podemos reírnos de ello, vemos lo ridículo que fue y reconocemos que no es la manera de resolver los problemas. Aun si sentimos enojo y celos, la solución no es dejarnos llevar por ellos. El punto es deshacernos de estos sentimientos por otros medios.
La solidificación del “yo” y el “tú”
Recordemos que la definición de “celos” (jealousy) en el diccionario inglés es “intolerancia a la rivalidad o a la infidelidad”. Cuando alguien le da algo a nuestro rival y no a nosotros, sentimos que nos está siendo infiel. Una vez más, hay dos variantes obvias de esto. Podría ser que ya nos habían dado algo y ahora ya no lo hacen, o que nunca nos lo han dado. Es mucho más doloroso si nos lo estaban dando y ya no nos lo dan, que es a lo que más comúnmente se refiere la idea de la infidelidad en Occidente. De cualquier forma, podemos desear que alguien nos ame, aunque nunca antes nos haya amado.
Una vez más, sobre-estimamos un aspecto de la vida, el recibir afecto de parte de alguien, y lo convertimos en lo más importante. Todo esto basado en un sentido del “yo” sumamente sólido. “Yo” quiero recibir el afecto y no me importa nada ni nadie más. Lo que puede ser más grande que la solidificación del “yo”, es la solidificación del “tú”. Queremos eso solo si viene de “ti”, y no importa si me aman diez o cien personas más, eso no cuenta. “Solo quiero que tú me ames”. Si esa persona no nos ama, entonces se siente como si nadie nos amara.
Esto es falso. Si lo pensamos, y puede existir la remota posibilidad, pero en la mayoría de los casos es altamente improbable, que nadie nos ame, de cualquier manera, sentiríamos lástima por nosotros mismos y pensaríamos que nadie nos ama, aunque nos ame nuestra madre y nuestros amigos, y nuestro perro. Hay tantos seres que nos aman de una u otra forma. Subestimamos esos amores cuando sobreestimamos el posible amor de un solo individuo, solo queremos “tu” amor.
Meditación: ¿Qué hay de especial en mí y que hay de especial en ti?
Esto es bastante problemático, especialmente si lo hemos experimentado en varias ocasiones en nuestra vida con diferentes personas. “Ese es quien tiene que amarme”. ¿Qué hay de especial en esta persona? Esto, además de preguntarnos ¿qué hay de especial en mí, que hace que alguien deba amarme solo a mí y a nadie más? Así que tenemos estas dos preguntas: ¿Qué hay de especial en mí? y ¿qué hay de especial en ti?
¿Existe cualquier base en realidad por la que esta persona deba amarme y a nadie más? ¿Existe razón alguna para que sea tan importante que esta persona me ame y que no me importe el amor de alguien más? Estas son preguntas muy profundas que nos hacen reconsiderar la manera en que vemos al mundo, la manera en que nos vemos a nosotros mismos y la manera en que vemos a los demás. ¿Existe una confusión básica subyacente a todos estos problemas emocionales?
(meditación)
Es importante que reconozcamos esto porque así sabremos realmente sobre qué tenemos que trabajar para liberarnos de los niveles más profundos de estos problemas emocionales, para que ya no vuelvan a surgir nuevamente. No solo queremos deshacernos de ellos cuando surgen, sino tomar medidas preventivas más profundas para que, en primera instancia, no puedan volver a surgir. De la única manera que realmente podemos hacer esto es entendiendo plenamente la forma en que existimos, cómo existen los demás y cómo existe el mundo. A partir de este entendimiento, podemos detener todas nuestras proyecciones inconscientes de mitos y fantasías.
Posesividad
Podemos ver que los celos están muchas veces conectados con la posesividad, cuando queremos que algo o alguien más nos pertenezca solo a nosotros. Podemos usar la imagen de una bella ave silvestre que atraemos a nuestra ventana con semillas y migas de pan. ¿Cuál es nuestra actitud hacia esta ave silvestre?
Bueno, es un ave libre. Cuando viene a nuestra ventana, pensamos en lo maravillosa y bella que es. Podemos disfrutar la belleza de ese tiempo que el ave pasa con nosotros. Si somos afortunados, el ave se sentirá tan cómoda en nuestra ventana que construirá su nido en el jardín y se quedará una estación. Podemos disfrutar la presencia del ave silvestre en nuestro jardín durante toda la estación, pero eventualmente, ya sea unos momentos o una estación, el ave se irá volando. Después de todo, es un ave silvestre libre. ¿No sería maravilloso que regresara? Pero si no lo hace, no es la única ave alrededor y sería tonto querer que solo regresara esa ave en particular. Si otra llega a nuestra ventana, también podemos disfrutar su belleza por el corto tiempo que pueda quedarse con nosotros.
Si sufrimos celos pensando: “Quiero que esa ave regrese solo conmigo, que no vaya con nadie más y no quiero a ninguna otra ave, solo a esa”, sería bastante tonto. Desde el punto de vista budista, tendríamos que regocijarnos de que, en los viajes anuales de esa ave, otras personas también fueran amables y la alimentaran. Y como ya dije, si regresa el ave, sería un bono extra.
Pero si cuando el ave viene a nuestra ventana, tratamos de atraparla, la asustaríamos ¿verdad? Se alejaría volando y no regresaría más. Si logramos atraparla y ponerla en una jaula ¿qué tan feliz sería el ave? La enjaulamos porque la quiero para “mí”, pero ¿qué tan cómoda estaría el ave? ¿construiría su nido y pondría un huevo en la jaula? No, no lo haría.
Bellas aves silvestres: Una imagen útil
Esta puede ser una imagen muy útil con los seres amados que llegan a nuestra vida, aun con nuestros hijos. Todos son como aves silvestres que llegan por un corto tiempo a nuestra vida, pero como son libres, andan aquí y allá. Tienen otros amigos. Si regresan a nosotros más adelante en la vida y continúan visitándonos, es algo maravilloso. Podemos disfrutar el tiempo que pasamos juntos ahora y, si regresan más adelante, podemos disfrutar eso también.
Si, por otro lado, nos da celos que interactúen con otras personas o que no pasen todo su tiempo con nosotros ¿cómo afecta esto a la relación? ¿Qué resultado podemos esperar si los obligamos a quedarse siempre en casa con nosotros y a no tener otros amigos? Si pretendemos atraparlos y meterlos en jaulas ¿no vamos a asustarlos y a hacer que se alejen? Si nos las ingeniamos para tener a los demás enjaulados ¿qué tan felices van a ser? Y, en realidad, ¿qué tan felices terminaríamos siendo nosotros?
Es muy útil ver a nuestros seres queridos, quienesquiera que sean, como bellas aves silvestres que llegan a nuestra vida, y simplemente disfrutar el tiempo que pasemos con ellos. Por supuesto que todos ellos tendrán otros amigos e intereses. Es posible que pasen mucho tiempo con nosotros o que se vayan muy pronto. Si realmente amamos a esta persona, en realidad esperaríamos y nos regocijaríamos de que sus amigos sean tan amables con ellos como lo hemos sido nosotros ¿no es así?
Meditación: Aplicar esto a nuestra vida
Esta es una forma mucho más positiva de abordar nuestras relaciones que nos ayuda a evitar eventos de celos y posesividad, que definitivamente obstruyen nuestro pleno disfrute del tiempo con el que contamos. ¿Les ha pasado que, al visitar a alguien, en lugar de disfrutar de su compañía, se la pase quejándose porque no pueden dedicarle más tiempo? Pensemos en esto y tratemos de aplicar la imagen del ave silvestre a nuestros seres queridos, especialmente con aquellos de quienes nos ponemos particularmente celosos si pasan tiempo con otros o muestran su afecto a otros.
(meditación)
Otra perspectiva del ave silvestre
Nuestro entendimiento de quiénes somos proviene en gran medida de nuestra autoestima, de qué es este “yo”. Algunas veces tratamos de encerrar a otros en jaulas, pero a menudo nos encontramos del otro lado, somos nosotros esa ave silvestre que alguien más está tratando de meter en una jaula. ¿Cómo podemos manejar esto?
En primera instancia, siempre es muy importante tener claridad sobre la realidad de la situación. Especialmente en las relaciones y en los matrimonios, cada persona tiene una idea diferente de lo que la relación implica y de cuáles son los límites. Necesitamos ser claros en esto, de otra manera, una persona puede esperar algo que no va a suceder o que es totalmente diferente de nuestra manera de ver las cosas.
Esto es importante para ambos miembros de la relación. Sin embargo, necesitamos evitar el extremo de tener que estar negociando y renegociando constantemente el contrato, y estar siempre hablando sobre la relación y cómo lidiamos con la misma, en lugar de vivirla. Es bueno ser honestos y no guardarnos las cosas, haciéndole saber al otro cuando nos sentimos heridos. Pero necesitamos tratar de hacer esto sin intenciones ocultas de hacer sentir culpable a la otra persona para forzarla a hacer lo que queremos.
Esto nos será sencillo una vez que conozcamos los efectos de nuestro comportamiento, ante los cuales, a menudo, somos muy ingenuos. A veces parece que pensamos que podemos comportarnos de cualquier forma que nos plazca y que eso no afectará a nadie, como si nadie más que nosotros pudiera salir lastimado o tuviera sentimientos. Pero existen ciertos límites en términos de la fidelidad sexual y demás, que sería bueno respetar. Otros límites, pueden ser un poco más flexibles.
Si no funciona un área de la relación, no deberíamos tan solo tirar a la persona a la basura. Aun si nos divorciamos, eso no significa que necesitamos dejar de amar a la persona o de preocuparnos por ella. No necesitamos ver a alguien todos los días, las relaciones no tienen que ser de todo o nada, pueden redefinirse. Desde un punto de vista budista, existe una conexión kármica, y no puedes tirarlos a la basura.
Si nuestra pareja realmente nos lastima, por ejemplo, engañándonos, podemos decir: “Me siento muy herido por tu comportamiento y quizá necesitemos separarnos. No quiero perderte como amiga, pero dame un poco de tiempo. En un par de meses, me habré calmado y podré manejar la situación, entonces me gustaría continuar siendo tu amigo. Me intereso por ti, de otra forma nunca hubiéramos llegado a tener la relación que tuvimos”. Esta es una forma mucho más madura de manejar con la situación, independientemente del lado en que nos encontremos, porque nadie estará, nunca, en un cuento de hadas en el que todos viven felices para siempre, eso no sucede.
Si no estamos tratando con un asunto sexual, sino con uno de tiempo, en el que el otro está demandando todo nuestro tiempo, podemos entonces ofrecerles el periodo determinado que podemos pasar con ellos. Si somos confiables en esto, está bien, porque podrán contar con eso, no se sentirán abandonadas ni rechazadas y, si cuando estamos con ellas, lo estamos cien por ciento en mente y corazón, mucho mejor. Reflexionemos sobre esto.
(meditación)
Aceptar la moneda del otro
Para sentirnos más seguros del amor de otro, podemos usar otra imagen que nos será útil. Podemos pensar en la manera en que las personas expresan y ofrecen su amor, con la analogía del tipo de moneda que usan para pagarnos. Así como, a veces, necesitamos ser flexibles en cuanto a cómo otros nos pagan, necesitamos también ser flexibles con las formas en que otros nos expresan su afecto y su amor.
Quizá queramos que nos paguen en euros, pero la persona solo tiene dólares, así que ¿cómo pueden pagarnos? En otras palabras, no nos pueden amar de la forma exacta en que queremos que lo hagan, pero necesitamos aceptar su moneda, o lo que puedan darnos, y darnos cuenta de que esa es simplemente su forma de expresar amor, es lo que ellos pueden hacer. Pasa lo mismo si estamos del otro lado, cuando tenemos otro tipo de moneda y no nos es posible darle a la persona el afecto que a ella les gustaría, en el tipo de moneda que preferiría.
Tendríamos que ser lo suficientemente flexibles para entender cuando dicen: “Lo siento, no tengo suficiente dinero en este momento. No tengo tiempo por ahora. Estoy muy ocupada y no podemos vernos esta semana”. Con flexibilidad, podemos entender a la otra persona en términos de cuánto dinero tiene y cuánto tiempo tiene para ofrecernos. Por supuesto que lo mismo aplica cuando nosotros no tenemos moneda alguna que ofrecer.
Es una imagen útil a pesar de que el amor y la atención no son mercancías que compramos y vendemos; nos puede ayudar con nuestros asuntos de inseguridad. Esto no va a la raíz profunda de cómo existimos realmente, pero es, de cualquier forma, una manera útil de lidiar temporalmente con la situación. El asunto verdadero es reconocer la moneda que la otra persona está tratando de ofrecernos, porque algunas veces ni siquiera lo sabemos: “¡No quiero el pago en eslotis polacos, lo quiero en monedas reales!”.
Un ejemplo común se da en una pareja casada con hijos. Quien se queda en casa cuidando a los hijos se queja de que, quien sale a trabajar, no se preocupa ni pasa suficiente tiempo con él o ella. No reconocen que quien sale a trabajar, muestra su interés con esas horas de trabajo para mantener a la familia. Esta es su moneda. Por otro lado, quien trabaja se queja de que, quien se queda en casa, no muestra suficiente cariño cuando regresa a casa por la noche, no reconoce que él o ella está pagando con la moneda de cuidar de la casa y de los hijos. Ambos están usando monedas diferentes para mostrar su cariño e interés, y ambos necesitan aprender a aceptar la moneda del otro.
La medicina adecuada
Cuando aprendemos sobre la vacuidad o el vacío y cómo aplicarlo, nos damos cuenta de que es un entendimiento crucial. Es una medicina extremadamente fuerte. Sin embargo, en muchas situaciones sería preferible aplicar una medicina menos fuerte y luego ir profundizando poco a poco.
La vacuidad y la percepción dualista
El gran problema con la vacuidad son nuestras proyecciones, que tienen dos aspectos.
- Uno es que nuestra mente, de manera automática, hace que las cosas aparezcan de maneras que no corresponden a la realidad;
- El segundo es que tomamos dicha apariencia como verdadera y correspondiente a la realidad.
Esto es algo automático, no es algo que hagamos conscientemente. Lo creemos porque sentimos que estamos experienciando la realidad, es la manera en que la experienciamos, y profunda y verdaderamente creemos que corresponde a la realidad. Es un problema tan profundo que casi siempre pensamos que nuestros sentimientos deben ser verdaderos, y eso que sentimos debe ser verdadero, ni siquiera lo cuestionamos.
Si observamos a la envidia, la mente proyecta una apariencia dualista de un “yo” y un “tú” en categorías sólidas. De la misma manera, hay un “yo” concreto que inherentemente merece lograr tener algo, pero que no lo ha conseguido. Inherentemente sentimos: “Yo merezco esto y no lo estoy consiguiendo. Tú, que estás allá, no lo merecías y lo conseguiste”. Así lo sentimos ¿o no? Duele, y por eso lo creemos cierto.
Es algo realmente confuso porque inconscientemente sentimos que el mundo está en deuda con nosotros y que es injusto cuando otros logran lo que nosotros queremos. Pensamos que no es justo. Es una pregunta terrible, pero ¿por qué tendría que ser justo el mundo? ¿Existe algo inherente del lado del universo llamado “justicia”? Esa es una idea muy occidental asociada con la de “Dios es justo” y de que hay justicia en el universo, pero no todo mundo cree eso o piensa de esa manera.
Aunque este sentimiento de falta de justicia es algo culturalmente reforzado, hay una forma que surge automáticamente. Aquí dividimos al mundo en dos categorías sólidas: “los ganadores” y “los perdedores”, esto es dualismo. Son como los pecadores y los justos en el pensamiento bíblico. Tenemos a los ganadores y a los perdedores sólidamente encajonados, con el “pobre de mí” en la caja de los perdedores. En verdad nos sentimos así y por eso es tan horrible, solo hay dos cajas en el dualismo, y solo podemos estar en una o en otra.
Ponernos en categorías sólidas y permanentes
Nos ponemos en categorías sólidas y permanentes y, por supuesto, permanente significa que no cambiará nunca, es para siempre. Estamos en la categoría, sólida y permanente de “los perdedores” y los demás están en la categoría permanente de “los ganadores”. Esto nos hace sentir, no solo resentidos, sino condenados. Es como si nos hubieran castigado y es totalmente injusto. A menudo nuestras percepciones están tan fuera de contacto con la realidad que comenzamos a pensar que quizá seamos los únicos en el cajón de los perdedores, porque estamos demasiado preocupados con un pensamiento autocentrado. Nos tenemos lástima y sufrimos como si existiera algo inherente en nosotros que nos hiciera ser “perdedores”, pensando que tenemos que ser así siempre.
Ingenuidad sobre la causa y el efecto
Es algo complicado porque, no solo no entendemos la manera en que nosotros y otros existen, sino porque somos muy ingenuos en cuanto a la causa y el efecto. Esto es lo que a menudo está detrás de los celos y la envidia. Esa persona que obtuvo el ascenso en el trabajo no lo merecía, porque no se lo ganó y porque no hay nada en ella que pueda ser la causa para recibir ese ascenso que nosotros no conseguimos. Estamos negando la causa y el efecto. Sentimos que debimos haber conseguido el ascenso sin haber hecho nada, o que no lo conseguimos aun si hicimos mucho. No conseguimos nuestro premio y eso es injusto. Más allá de eso poco que hicimos, no vemos la gran cantidad de fuerzas y factores causales involucrados.
A veces parece como si esta manera de pensar se reforzara culturalmente en estados socialistas. Solo porque naciste en un país socialista, sientes como si merecieras obtener ciertas cosas del estado sin tener que hacer nada para ganártelas. Esto contamina nuestra sensación de que lo merecemos todo; si revisamos la idea de lo que sentimos que merecemos, es muy interesante. ¿Alguien merece algo, o las cosas suceden sin causa alguna? ¡Se pone muy profundo! Podemos ver esto con los adolescentes que prueban qué tan mal pueden portarse para ver si sus padres los aman, a pesar de todo.
Desafiar nuestras creencias
Reconozcamos en tres etapas las proyecciones que tenemos de cajas de ganadores y perdedores. Primero: ¿Dividimos al mundo? ¿Es verdad que el mundo está dividido en ganadores y perdedores? Segundo: ¿Creo que el universo debe ser justo? Y, por último: ¿Creo, desde mi lado, que merezco inherentemente algo, por ejemplo, que debo ser amado sin razón alguna, sin importar lo egoísta y horrible que sea?
(reflexión)
Comenzamos a desafiar nuestras creencias cuando nos preguntamos por qué el universo debería ser justo o por qué merezco algo sin causa alguna. ¿Por qué deberían ser así las cosas? Es difícil contestar esto, y muchos de nosotros diremos que la única razón es que así tendría que ser o debiera ser, lo que se traduce como: “Así es como quiero que sean las cosas”.
Las apariencias no corresponden a la realidad, aunque creamos que así deberían aparecer. Por ejemplo, solo porque creemos que debería existir Santa Claus, no hay razón alguna para que exista y que así sean las cosas, es una fantasía. Cuando vemos la vacuidad de Santa Claus, tendríamos que entender qué es lo que realmente hay ahí. Cuando vemos a Santa Claus en una tienda, ahí hay una persona vestida como Santa Claus, no hay un Santa Claus, pero la persona que está vestida como Santa Claus aún está ahí. Es solo que la apariencia no corresponde a la realidad. La vacuidad no niega todo, tan solo niega nuestra creencia en la apariencia proyectada. Para ser más precisos, el que una persona aparezca como Santa Claus, no prueba que sea Santa Claus. Eso es lo que niega un entendimiento de la vacuidad.
Meditación: La apariencia no corresponde a la realidad
Así que, solo porque me sienta como un perdedor, no prueba que realmente lo sea. Aunque me llames perdedor, eso no significa que sea un perdedor. Si no tuve éxito en algo, solo no tuve éxito, eso es todo, soy un ser humano que hace su mejor esfuerzo, y eso no se está negando. Consideremos esto por un momento.
(meditación)
El que una persona haya llegado tarde o no te haya llamado, no prueba que no te ame. Quizá así se sienta, pero en realidad no prueba: “no me amas”. Ese es un pensamiento tonto, absurdo, en alemán hay una palabra perfecta para eso: quatsch, que podríamos traducir como “tonterías”; esa puede ser una palabra clave para ubicarnos cuando nos metemos en esos viajes mentales negativos. Nada de eso se refiere a la realidad.
Cuando alguien llega tarde o de plano no llega, aparece ese miedo desorbitante de que nos han abandonado, ¡pero eso es basura! La realidad es que la persona solo llegó tarde o no llegó. Esa es la realidad y podemos tratar de conocer la razón detrás de eso sin pensar: “Oh, pobre de mí, me han abandonado, nadie me quiere. Me volvió a suceder, soy un perdedor”: ¡quatsch! (¡tonterías!).
El que sintamos que nos han abandonado y que siempre somos los perdedores, no prueba que hayamos sido abandonados o que seamos perdedores. Tan solo demuestra que creemos y pensamos que es cierto y que corresponde a la realidad, y por eso nos duele. Si dejamos de pensar que eso es cierto, no nos dolería tanto y eventualmente no sentiríamos nada. Con el tiempo, veríamos que solo llegó tarde esa persona, o encontró a alguien más, o lo que sea, y manejaríamos la situación. Si tenemos amigos que siempre llegan tarde, citémoslos más temprano o pongámosles límites diciéndoles que los esperaremos hasta cierta hora, y después de eso nos iremos sin ellos. Así aclaramos las cosas y seguimos adelante con nuestra vida. No necesitamos hacernos la vida imposible creyendo tonterías.
Querer tener el control
A menudo lo que realmente está detrás de todo esto es un malentendido, muy reforzado culturalmente, de siempre querer tener el control. Encuentro esto particularmente fuerte entre las personas alemanas. Necesitamos tener todo bajo control. Si todo está claro y en orden, entonces podemos sentirnos seguros. Esto también es absurdo. Nadie puede tener control sobre la vida, porque la vida es demasiado compleja, suceden muchas cosas y afectan todo. Necesitamos reconocer nuestros muchos niveles de expectativas absurdas, tontas y poco realistas.
Resumen
Casi todos nosotros sobre-enfatizamos el “yo”; de hecho, es algo natural que nos creamos el centro del universo, con todo girando a nuestro alrededor. Además, le añadimos a esto nuestra buena apariencia, inteligencia o riqueza, pensando que eso es lo más importante sobre nosotros, y aquí es donde reside nuestro mayor problema: el sólido, rico y bello “yo”.
Cuando pensamos así, nos volvemos posesivos de nuestros amigos y nos encelamos si vemos que dedican tiempo a divertirse con otros. Si retamos esta creencia, que de cualquier forma es absolutamente falsa, alteraremos radicalmente nuestra perspectiva. Es por esto que el entendimiento de la vacuidad se considera la medicina más fuerte y efectiva, no solo para los celos, sino para todas las emociones perturbadoras.