Hay muchas discusiones acerca del karma en el budismo indo-tibetano. También debería señalar que todas ellas son bastante diferentes de la presentación Teravada de cómo funciona el karma. Dentro del budismo tibetano existen tres explicaciones básicas. Nosotros discutiremos sólo una de ellas, la menos complicada, ¡y es suficientemente complicada!
Esta presentación es la explicación básica de los sistemas filosóficos indios Chitamatra, Sautrántika y Svatántrika-Yogachara, con ligeras variaciones de acuerdo con los diferentes sistemas de estas escuelas. Se deriva de los textos Chitamatra de Asanga y Vasubandhu. El Sautrántika-Svatántrika y el Prasánguika siguen la presentación Vaibáshika de Vasubandhu, según fue modificado por Nagáryuna y Chandrakirti. En nuestra discusión de este sistema menos complicado, seguiremos la presentación Gelug de los detalles filosóficos.
De acuerdo con esta explicación, el karma, como un impulso, es exclusivamente un factor mental. Un factor mental es una forma de experimentar algo. Específicamente, este es el factor mental de un impulso. Es el impulso o ímpetu que pone a la mente en movimiento para que se dirija hacia un objeto particular, para hacer, decir o pensar algo constructivo, destructivo o no específico. Luego, siguen los impulsos o ímpetus que ponen a la mente en movimiento para sostener y dejar de implementar métodos para llevar a cabo las acciones. Debido a que estos impulsos se derivan del hábito, son compulsivos e irresistibles.
Tipos de fenómenos en el budismo
Para entender qué tipos de fenómenos están involucrados en la discusión del karma, me parece que será útil revisar brevemente los diferentes tipos de fenómenos presentados en el budismo.
Podemos hablar en términos de lo que existe y lo que no existe. Lo que existe es lo que puede ser conocido válidamente, así sea la presencia de algo o la ausencia de algo. Cualquier cosa que no pueda ser conocida válidamente no existe. Algo que existe puede ser algo que no podamos conocer fácilmente en forma válida con nuestro tipo usual de mente, tal como la vacuidad, pero existe en la medida en que puede ser válidamente conocido por algún nivel de la mente. Los labios de un pollo no existen porque no pueden ser conocidos válidamente. Podríamos imaginar labios humanos en un pollo o una caricatura de un pollo con labios, pero no podemos imaginar válidamente labios de pollo en un pollo porque eso no existe. Cualquier forma de imaginarlos sería una cognición no válida.
Lo que puede ser conocido válidamente (lo que existe) se divide en fenómenos estáticos y no estáticos. Usualmente se traducen como fenómenos permanentes e impermanentes. Sin embargo, la distinción en este punto no es en términos de cuánto tiempo existe algo, si es eterno o si existe solo por un tiempo corto, sino más bien en términos de si algo cambia mientras existe. Para ponerlo de manera muy simple, los fenómenos estáticos son como hechos que no cambian: uno más uno es igual a dos. Ese hecho no es causado por nada, no creció de nada, no produce un efecto, es tan solo un hecho.
Los fenómenos no estáticos son aquellos que cambian momento a momento. Surgen de causas y producen efectos. Existen tres categorías: formas de fenómenos físicos (gzugs), formas de darse cuenta de algo (shes-pa) y abstracciones no estáticas que no son ni las unas ni las otras (ldan-min ‘du-byed, variables no congruentes que afectan).
Estos tres tipos de fenómenos no estáticos son los que componen cada momento de nuestra experiencia, y cada momento de nuestra experiencia es ligeramente diferente de los demás. En otras palabras, nuestra experiencia cambia momento a momento. Podemos organizar los componentes de cada momento de nuestra experiencia en los cinco agregados, pero no lo haremos hoy. Hablemos en forma más sencilla.
Básicamente, en cada cognición en cada momento, habrá alguna forma de fenómeno físico (algo visible, un sonido, olor, sabor, sensación física), y también los sensores cognitivos de los órganos sensoriales, el cuerpo y demás: las células fotosensibles de los ojos, las células audiosensibles de los oídos, y todo lo demás involucrado con la cognición de ese objeto sensorial. También puede haber una forma de fenómenos físicos que solo puede ser conocida por la conciencia mental, tal como las imágenes que aparecen en sueños. Por lo general, ocurre más de una cognición al mismo tiempo – simultáneamente podemos ver que alguien habla y escuchar lo que dice.
Así, tenemos formas de darnos cuenta o de experimentar las cosas. Éstas usualmente se conocen como “fenómenos mentales”, pero es un término bastante confuso, ya que desde la perspectiva occidental los fenómenos mentales incluirían a los objetos de la mente, y éstos no corresponden a la categoría a la que me estoy refiriendo aquí. De hecho, todos los miembros de esta categoría son diferentes tipos de actividad mental. Para simplificarlo, las formas de experimentar las cosas pueden dividirse en dos: conciencias primarias y factores mentales.
La primera división es la de las conciencias primarias (rnam-shes). Éstas pueden ser conciencias sensoriales como ver, oír, oler, probar o sentir una sensación física tal como calor, frío, dolor, movimiento, etc. O pueden ser conciencias mentales como pensar, soñar y demás. Básicamente, la conciencia primaria es el “canal” en el que está la experiencia, como un canal de televisión. Existe el canal para ver, el canal para escuchar, etc.
El sistema Chitamatra también afirma la conciencia base (kun-gzhi rnam-shes, sct. alayavijnana), que es la base en la que se lleva la repercusión kármica, y la conciencia engañada (nyon-yid), la cual se enfoca en la conciencia base y la identifica erróneamente con el yo de la persona. Ahora no discutiremos estas dos en ningún sentido.
Cualquier conciencia primaria está siempre acompañada por factores mentales concomitantes. Algunas veces los llamo tipos de conciencias secundarias; existen muchas. Asanga enlista cincuenta y una de ellas. Estos listados son sólo los más sobresalientes, pero hay muchos más. Lo que hacen estos factores mentales es calificar la experiencia de algo. La conciencia primaria simplemente experimenta la naturaleza esencial (ngo-bo) de su objeto – en otras palabras, el tipo de fenómeno que es el objeto. ¿Es algo visible, un sonido, etc.? Estos otros factores completan la experiencia del objeto con más detalles, tales como la atención, el interés y las emociones.En este sistema que estaremos discutiendo, el karma es uno de esos factores mentales, un impulso. Como ya se mencionó, el karma, como un ímpetu o impulso mental, es el factor mental que, mientras se enfoca en un objeto, afecta a la mente para ponerse en movimiento de involucrarse en una acción constructiva, destructiva o no especificada hacia o con ese objeto. Como una locomotora, arrastra a la conciencia primaria y a sus factores mentales concomitantes al objeto en el siguiente momento, y conducen a la persona, “yo”, que es parte de los agregados, a iniciar e involucrarse en una acción hacia él o con él.
Me parece que no es el momento apropiado para revisar todos los factores mentales, así que sólo veremos uno más: la sensación (tshor-ba). Esta sólo se refiere a sentir un nivel de felicidad, infelicidad o una sensación neutra. Podría estar en cualquier lugar del espectro. Siempre que experimentamos algo, está acompañado de cierto nivel de felicidad. Las emociones son otros factores mentales. Pueden ser perturbadoras o no perturbadoras, destructivas o constructivas. Experimentamos ver a alguien con enojo o vemos a alguien con amor, estamos felices o infelices de ver a esa persona, y después surge el impulso o ímpetu incontrolable que nos arroja a decir algo lindo o algo desagradable a esa persona en el siguiente momento.
Las divisiones Chitamatra y Yogachara del Svatántrika también afirman el darse cuenta reflexivo (rang-rig), el cual acompaña cada cognición y se da cuenta solo de las otras formas de darse cuenta de algo, pero esto no entra en nuestra discusión.
Preguntas relativas a los factores mentales asociados con el karma
El karma como un impulso de hacer algo
¿Este impulso es siempre karma?
Sí, el karma se refiere a este impulso mental. Las leyes del karma explican por qué surge el impulso que conduce a nuestra mente a ver a una persona o a otra, a decir una cosa y no otra, o de involucrarnos en cierta situación o de conocer a una nueva persona.
¿El impulso de ayudar a mis hijos también es karma?
Sí, uno constructivo, en contraste con el impulso de la madre araña que la conduce a comerse a sus hijos.
¿Tanto los impulsos positivos como los negativos son karma?
Correcto, el karma incluye, también, el impulso irresistible que nos conduce a rascarnos la cabeza. Necesitamos darnos cuenta de que cuando se utiliza la palabra karma en discusiones generales, se refiere a todo el tema de lo que sucede y del por qué sucede. Pero dentro del tema general, cuando hablamos más específicamente, karma se refiere a los impulsos mentales irresistibles. Todos los distintos aspectos del proceso reciben nombres diferentes.
A veces veremos “karma” traducido como “acción”. Esta es una forma general de traducir el término que es útil en algunas discusiones específicas, tal como el análisis de Nagáryuna de la relación entre un agente y una acción. En el sistema filosófico que estamos explicando, el karma no se refiere a las acciones. Es el impulso mental irresistible que nos conduce a cometer una acción, pero no es la acción misma.
En los sistemas Vaibáshika y Prasánguika Gelug, el karma incluye la forma o movimiento de nuestro cuerpo mientras cometemos una acción física y el sonido o las expresiones de los sonidos de nuestras voces mientras cometemos una acción verbal, así como la energía sutil durante las acciones, que continúa con nuestra continuidad mental después de terminar las acciones. Aun en estos dos sistemas, el karma nunca incluye la acción mental de pensar. Así que considero que es mejor no usar la palabra acción para traducir karma.
El impulso kármico de hacer algo y el deseo anhelante por ello
¿El impulso hacia algo es lo mismo que el apego a ese algo?
El apego (‘dod-chags) es otro factor mental. Que te guste o desees hacer algo y que sientas ganas de hacer algo son también factores mentales diferentes. De hecho, necesitamos distinguir entre dos significados de dochag, el término técnico tibetano usado aquí: apego y deseo anhelante. El “apego” es hacia algo que tenemos en el presente y que no queremos dejar. El “deseo anhelante” es por algo que no tenemos en este momento y que anhelamos tener.
¿Cuál es la diferencia entre un impulso y el deseo anhelante?
Son factores mentales distintos. Pueden ir juntos, pero no necesariamente tienen que hacerlo. Como sucede con el apego, el deseo anhelante exagera las buenas cualidades de las cosas. Podemos ver el chocolate y decir: “¡Wow! ¡Esta es la cosa más deliciosa del mundo!”, pero no surge ningún impulso de comérnoslo porque en ese momento nos sentimos satisfechos.
¿Puede haber un impulso sin deseo anhelante? ¿Cuál es la relación entre ambos?
El factor mental de un impulso, a saber, un impulso kármico, acompaña cada momento de nuestra experiencia. Es uno de los cinco factores mentales siempre operantes (kun-‘gro lnga). El deseo anhelante, por otro lado, como una emoción perturbadora específica, es intermitente. Surge solo ocasionalmente, no todo el tiempo. Por ejemplo, un impulso podría estar acompañado por enojo en lugar de estar acompañado por deseo anhelante. Podría incluso estar acompañado de amor. Por otro lado, los impulsos kármicos surgen a cada momento, no sólo mientras estamos despiertos sino también cuando estamos dormidos. Es lo que nos arroja a tener un sueño, a darnos la vuelta, a seguir durmiendo o a despertarnos. Nunca podemos tener tiempo libre del karma. Surge a cada momento.
El impulso kármico de hacer algo y la intención de hacerlo
También necesitamos diferenciar entre un impulso kármico y una intención (‘dun-pa); son dos factores mentales diferentes. Un impulso kármico es simplemente lo que arroja a la conciencia primaria y a sus factores mentales acompañantes a involucrarse, en el siguiente momento, en una acción dirigida al objeto en el que está enfocada. Una intención es el deseo de hacer algo que hemos decidido hacer hacia un objeto al que hemos decidido hacerlo, para obtenerlo o no obtenerlo, estar separados o no separados de él.
Un impulso kármico y una intención están siempre relacionados. Esta es la razón por lo que siempre decimos que el karma es intencional. Sin embargo, eso no significa que yo tenga la intención de hacer daño o de ayudar. Podemos no saber si nuestras acciones serán dañinas o benéficas. Puede ser simplemente la intención de mirar a alguien o la intención de caminar hacia ellos. Existe el impulso de caminar y la intención de caminar, y son distintos.
Entonces ¿el impulso y la intención implicarían lo que llamamos libre albedrío?
Es tu elección cómo describirlo. Sin embargo, me parece que no es muy provechoso distinguirlos en términos del libre albedrío y la predeterminación, porque implica traer a colación un tema desde un marco conceptual distinto.
¿Cómo trabajan juntos un impulso y una intención?
Están siempre en concordancia uno con la otra. Podríamos tener la intención de salir de la cama y venir a esta clase en la mañana, pero no la actuamos, y entonces está el impulso kármico o ímpetu que nos lleva a quedarnos en cama. Pero no podríamos tener simultáneamente la intención de quedarnos en cama y el impulso que nos lleva a salir de la cama. Esos dos factores mentales contradictorios no podrían estar presentes simultáneamente.
En cualquier momento, estos dos factores se enfocan en el mismo objeto o acción y encajan armoniosamente. En el mismo momento, habría intención de levantarse y un impulso acompañante que nos conduce a levantarnos. O hay una intención de no levantarnos y un impulso acompañante que nos lleva a no levantarnos. Podemos, por supuesto, oscilar indecisos entre las dos opciones hasta que finalmente decidamos qué hacer. El vaivén indeciso (the-tshoms) es otro factor que podría acompañar a un impulso y a una intención.
Asimismo, lo que intentamos hacer y lo que realmente sucede puede ser diferente. Intentamos bailar agradablemente con alguien, por ejemplo, y un impulso mental lleva a nuestra conciencia corporal a mover nuestros pies, pero el resultado de nuestra acción es que nos paramos en su dedo.
El impulso e intención que causó que nos levantáramos de la cama o el impulso e intención de quedarnos en ella pueden o no haber sido con apego. De nuevo, el apego exagera las buenas cualidades de una cosa y, basados en esa exageración, deseamos tenerla. “Esta va a ser la conferencia más maravillosa del mundo y si me la pierdo voy a estar perdiendo algo realmente bueno”. “Quedarme en la cama va a ser la cosa más cómoda del mundo”. Eso es apego.
Otro asunto para recordar es que cuando experimentamos todos estos factores mentales, todos vienen en un paquete: todos interactúan los unos con los otros como en un entramado. Podríamos aislar lógicamente un factor mental de otro, pero realmente todos están mezclados en una cognición.
Ser consciente de algo y tener presencia mental de ello
¿El impulso es consciente o no?
Estos impulsos mentales no son conscientes. De hecho, “consciente” e “inconsciente” son variables en un análisis occidental. Estamos hablando de algo extremadamente sutil que ocurre en cada instante de nuestra experiencia. Es el impulso irresistible que nos lleva a implementar, en el siguiente momento, un método para llevar a cabo una acción hacia o con algún objeto en el que está enfocado. Estamos hablando de algo muy básico. Cada ser viviente lo tiene en cada instante.
Aunque podemos darnos cuenta de nuestra intención de hacer algo, la cual es experimentada como tener ganas de hacer algo, es muy difícil darse cuenta específicamente del impulso mental irresistible que mueve a la mente a hacerlo, o a considerar hacerlo. El impulso es muy sutil para distinguirlo.
¿El término occidental consciente equivale al término budista de presencia mental?
Tenemos que ser un poco más específicos respecto a cuáles factores mentales nos referimos en la discusión occidental, como presencia mental. Lo que nosotros los occidentales comúnmente llamamos “meditación de presencia mental (mindfulness)” no se refiere realmente al factor mental de la presencia mental (dran-pa), sino a factores mentales completamente diferentes. Si analizamos cuidadosamente la presentación occidental notaremos que se refiere a diversos factores mentales. Existe el impulso mental que nos arroja a ver un cierto objeto específico, tal como tus cejas, en oposición a tus manos. Eso es el karma. También existe la intención de enfocarnos en ellas para ver cómo las estamos sosteniendo y la atención (yid-la byed-pa) que nos involucra en verlas. Todos estos factores vienen juntos en un paquete. La presencia mental (recordación) es lo que sostiene mi atención en tus cejas en lugar de pensar en algo más. Es el pegamento mental y también está en el mismo paquete. Este paquete también puede incluir otros factores mentales tales como el amor – el deseo de que seas feliz – y la infelicidad, porque la manera en la que frunces el ceño me hace infeliz.
Consistentemente con el sistema que estamos explicando, existe una tercera forma de experimentar que acompaña cada momento. Se trata del darse cuenta reflexivo (rang-rig), que es el darse cuenta de la experiencia misma. Esto es lo que nos permite recordar algo. Sería a lo que te referías en términos de ser consciente. En otras palabras, es saber lo que está sucediendo, saber cuál es nuestro impulso, cuál es nuestra intención. Podría ser muy débil y no tener casi ninguna certeza acerca de en qué se está enfocando, de tal forma que no lo recordemos en absoluto, o podría ser muy fuerte.
El problema es que nuestras palabras occidentales no corresponden con las tibetanas. La manera en la que el alemán, el inglés, el español y el tibetano cortan el pastel es diferente. El punto más importante es el significado de las palabras tibetanas. Por lo tanto, la manera más productiva de aproximarse a todo esto es no quedarnos atascados con las palabras alemanas o inglesas o castellanas, sino tratar de entender las definiciones de las palabras de las que estamos hablando.
Impulsos y patrones de comportamiento
¿Podríamos decir que el karma es un tipo sutil de patrón habitual?
El karma es un tema enorme. La palabra karma puede ser usada como una palabra general. Hábitos, patrones y demás son otros aspectos del karma. Llegaremos a esa discusión.
Esto nos conduce muy bien al tercer tipo de fenómenos no estáticos, las abstracciones no estáticas. Los ejemplos que has dado son los ejemplos perfectos: patrones de comportamiento, hábitos. Son abstracciones. Son abstracciones basadas en series de acciones, de tal forma que decimos que hay un hábito o patrón. Obviamente pueden cambiar. También influyen en lo que sucede. En nuestra discusión más detallada de todo el mecanismo del karma incluiremos este tipo de fenómeno no estático.
Cómo funciona el karma: inmediatamente antes de una acción
Tratemos de analizar con un poco más de claridad cómo funciona realmente el karma. Para hacerlo necesitamos desglosar el proceso en diferentes periodos. El primer periodo es el momento inmediatamente anterior de hacer, decir o pensar algo. En este punto tenemos un impulso, un factor mental que, mientras se enfoca en un objeto, arroja a nuestra conciencia y a sus factores mentales acompañantes a ese objeto en el siguiente momento también y nos conduce a involucrarnos en una acción de cuerpo, palabra o mente hacia o con él. Dependiendo de en qué tipo de acción nos lleva a involucrarnos, se le llama un impulso kármico para una acción de cuerpo, palabra o mente. Muchos otros factores mentales deben acompañar necesariamente ese impulso y pueden haber surgido ya en los momentos previos. Colectivamente, a esos factores se les llama “estado mental motivador” (bsam-pa). El impulso kármico no está incluido en ese marco motivador.
Inmediatamente antes de cometer una acción, debido a la repercusión kármica de haber cometido previamente la misma acción.
Un impulso de hacer, decir o pensar algo puede ser constructivo (dge-ba, virtuoso), destructivo (mi-dge-ba, no virtuoso) o no específico (lung-ma-bstan), lo cual significa no especificado por el Buda como constructivo o destructivo y que, por lo tanto, sería neutral. Tiene el mismo estatus ético – constructivo, destructivo o no especificado – que la acción que nos llevó a cometer.
Usemos el ejemplo de nuestro vecino del departamento contiguo que está escuchando música a un volumen extremadamente alto, y hablemos de los impulsos kármicos destructivos que podrían surgir. Un karma destructivo físico sería el impulso que nos lleva a golpear su puerta con enojo. Un karma verbal destructivo sería el impulso que nos lleva a gritarle a la persona para que baje el volumen. Un karma destructivo mental sería el impulso que nos lleva a tener pensamientos desagradables acerca de esa persona o pensar en ir a golpear su puerta y gritarle. En cada caso, el impulso también nos lleva a seguir enfocándonos en nuestro vecino ruidoso.
Impulsos kármicos incitadores e impulsos kármicos que arrojan
Hay dos tipos de impulso kármico. En esta presentación Mahayana general:
- Un "impulso kármico incitador" (sems-pa’i las) es un impulso kármico, el factor mental de un ímpetu que produce y acompaña una acción mental, tal como pensar algo, e incita una acción física o verbal subsecuente para implementar lo que podemos pensar hacer o decir.
- Un impulso kármico para lo que ha de ser impulsado (bsam-pa’i las) es un impulso kármico para una acción de cuerpo, palabra o mente. Para facilitar la discusión, lo llamaremos “impulso kármico que arroja”.
Todas las acciones de cuerpo, palabra o mente son traídas por un impulso kármico. Algunas son precedidas además por un impulso kármico incitador y algunas no. Además, aunque todos los impulsos kármicos que producen acciones de la mente son impulsos kármicos que arrojan – algunos también son impulsos kármicos incitadores, y algunos no lo son.
El estado mental motivador
Existe un grupo de tres factores mentales adicionales que siempre acompañan al impulso kármico, y que colectivamente se conocen como "estado mental motivador". Son:
- Distinguir un objeto en el cual enfocar la acción,
- La intención motivadora de lo que pretendemos hacer con el objeto o al objeto, y
- Una emoción o actitud perturbadora.
Distinguir (‘du-shes) es el factor mental que usualmente se traduce como “reconocimiento”. Se enfoca en la característica definitoria de un objeto, por ejemplo, alguna persona, y diferencia ese objeto de enfoque de todo lo demás. Distinguir no implica que sepamos quién es la persona o que reconoceríamos si nos la encontráramos en el pasillo. Podemos no haber visto nunca antes a esa persona. Podríamos no saber siquiera si quien está con la música tan fuerte en el departamento de al lado es un hombre o una mujer. Como parte del estado mental motivador, necesitamos distinguir un objeto sobre el cual enfocar nuestra acción. Necesitamos distinguir, de todos los demás, a la persona específica cuya puerta sentimos el impulso de ir a golpear, a quien tenemos el impulso de gritarle, o sobre quien tenemos el impulso de pensar cosas desagradables. También necesitamos distinguir lo que específicamente intentamos hacer hacia esta persona de todo lo demás que podríamos hacer. El segundo factor mental que acompaña el impulso es la intención motivadora (kun-slong; sct. samutthana), que usualmente se traduce simplemente como “motivación”. Se refiere al factor mental de la intención (‘dun-pa), la intención de hacer, decir o pensar algo que hemos decidido hacer a una persona u objeto al que hemos decidido hacerlo. Así, la intención siempre implica una distinción acompañante.
El concepto occidental de motivación es diferente de lo que significa el término budista que usualmente se traduce como “motivación”. En sánscrito y tibetano, la palabra para motivación significa, literalmente, “aquello que causa que algo más surja”. Cuando hablamos de motivación en el budismo, realmente estamos hablando de nuestra intención motivadora, qué pretendemos hacer cuando hacemos algo. En cierto sentido también implica lo que pretendemos lograr al hacer algo. En este ejemplo, la intención podría ser realmente gritarle a nuestro vecino para que baje el volumen de su música estridente. Es como cuando al principio de una clase decimos que nuestra motivación o intención es escuchar la enseñanza para alcanzar la iluminación con el fin de ayudar a todos.
La palabra “motivación” no es la mejor traducción del término porque en nuestras lenguas occidentales “motivación” enfatiza la emoción motivadora que acompaña a la intención o meta. El budismo también considera importante a la emoción motivadora. Es el tercer factor mental del término más amplio, el “estado mental motivador”.
Una emoción perturbadora que motiva siempre acompaña al impulso de cometer una acción destructiva, por ejemplo, enojo y falta de paciencia en el caso de nuestro vecino ruidoso. El impulso de cometer una acción constructiva o éticamente neutra, una acción no específica, es acompañado de la falta de darse cuenta (ignorancia) acerca de cómo existen todos los fenómenos. Podemos ayudar a alguien mientras nos aferramos a que existe sólidamente como mi “verdadera amiga”, a quien yo, como un “yo” sólidamente existente, “verdaderamente amo”. Este no darse cuenta también acompaña a nuestros impulsos destructivos.
A veces una emoción perturbadora también puede acompañar a una acción constructiva, tal como el deseo anhelante de que los demás también nos quieran. Por otro lado, podemos involucrarnos en un juego de futbol mientras nos aferramos a un “yo” sólidamente existente que necesita ganar para “probarse a mí mismo”. Una emoción perturbadora puede también acompañar a una acción no específica, tal como jugar el partido con odio hacia el otro equipo.
En el sistema que estamos examinando, la falta de darse cuenta de cómo existen los fenómenos no está clasificada como una verdadera emoción perturbadora. La escuela Sakya la llama “emoción perturbadora nominal”. Sin embargo, el sistema Karma Kagyu concuerda con el Prasánguika Gelug respecto a este punto y considera a este tipo de falta de darse cuenta como una verdadera emoción perturbadora.
Antes de involucrarnos en una acción constructiva, las emociones positivas también pueden acompañar la intención motivadora y el impulso que nos arroja a cometer dicha acción. Antes de escuchar una enseñanza de Dharma, por ejemplo, óptimamente las emociones motivadoras serían las emociones positivas de amor y compasión. La intención motivadora es alcanzar la iluminación para ayudar a todos. ¿Por qué? Porque debido al amor por todos los seres deseamos que sean felices y debido a la compasión deseamos que no sufran. Sin embargo, antes de realmente ayudar a nuestra amiga necesitamos discriminar si ella necesita o no de nuestra ayuda, y si somos capaces o no de ayudarla. Podemos tener discriminación correcta o incorrecta (shes-rab) respecto a estos puntos, el cual es otro factor mental más.
Una emoción positiva también puede acompañar la intención motivadora y el impulso de hacer algo no específico. Podemos cocinar galletas para nuestros hijos por amor a ellos.
Este es el análisis de qué es lo que pasa cuando viene a nuestra mente el impulso que nos lleva a gritarle a alguien, o ade hacer, pensar o decir algo. Hay cuatro factores mentales involucrados, los cuales vienen juntos en una especie de “paquete”: un impulso de gritar, una distinción del objeto al cual le vamos a gritar, una intención motivadora de lo que pretendemos hacer y una emoción perturbadora que motiva. Cada uno de éstos es un factor distintivo y crucial en cualquier análisis profundo del karma, así que es importante no confundir el impulso con estos otros factores que constituyen el estado mental motivador que lo acompaña.
Puede haber errores en cualquiera de los dos primeros factores mentales. Podemos distinguir a la persona equivocada y gritarle al vecino equivocado. Podríamos no tener la intención de gritar, y aun así simplemente pasa, como por accidente, que empezamos a gritarle al vecino cuando le hablamos. Lo primero fue un error. Lo segundo fue un accidente incontrolable, porque no lo pretendíamos. La emoción perturbadora que motiva podría ser muy fuerte, podría ser muy débil, o podría ser sólo una actitud perturbadora nominal. Todo esto afectará los resultados del impulso.
Mientras se está llevando a cabo una acción
Primero, tenemos el impulso que, mientras nos enfocamos en un objeto, nos lleva a decir, hacer o pensar algo hacia él. Esto ocurre en el momento inmediatamente precedente de iniciar una acción. El siguiente paso es cuando estamos realmente haciéndolo, diciéndolo o pensándolo. En el primer momento de la acción, tenemos el impulso que nos lleva a empezar a implementar un método para llevar a cabo la acción. Después de ese momento inicial y hasta el momento justo antes de detener la acción, tenemos impulsos consecutivos de implementar métodos para seguir llevando a cabo la acción. Precediendo inmediatamente el último momento de la acción, tenemos el impulso que nos lleva a parar. Los tres factores mentales del estado mental que teníamos justo antes de cometer la acción, son los mismos que acompañan cada momento de estos impulsos a lo largo de la acción.
Mientras se comete la acción
Los factores que comprenden el marco motivador, al ser fenómenos no estáticos, pueden no permanecer consistentes antes y mientras se comete una acción kármica. El anhelo motivador, a saber, la intención, antes de la acción, es lograr que el vecino deje de hacer ruidos fuertes. Durante cada momento de cometer la acción – dar cada paso mientras se camina hacia la puerta del vecino, hacer todos los movimientos de nuestra mano involucrados con tocar la puerta, etc. – existe la intención de hacer cada una de estas acciones. Mientras se habla, existe la intención a cada momento de decir cada palabra que decimos.
Para acciones de cuerpo y palabra, las intenciones motivadoras antes y mientras se cometen las acciones pueden no estar en armonía, usualmente porque la emoción motivadora ha cambiado. Por ejemplo, teníamos la intención de gritarle a nuestro vecino, y podríamos incluso haber pensado en hacerlo antes de ir a la puerta de su departamento. Pero en lugar de ello, una hermosa joven o un apuesto joven abrieron la puerta y quedamos tan encantados con ellos que cuando empezamos a hablar no pudimos gritar en absoluto.
O quizá cuando pretendíamos gritarle a nuestro vecino, la emoción motivadora previa podría haber sido el amor y la compasión. Teníamos amor y compasión por nuestro bebé que estaba tratando de dormir y por los otros vecinos. Originalmente la emoción no era enojo. Pero entonces, cuando realmente empezamos a gritar, el enojo surgió con la experiencia de gritar. Es difícil gritar y mantener la emoción de la compasión. Es muy fácil dejarse llevar y enojarse. Esta es la razón por la que, al hablar de los resultados de la acción, tenemos que analizar todos estos diferentes factores: ¿cuál fue la emoción motivadora antes y durante el proceso de decidir cometer la acción y cuál era mientras realmente la llevamos a cabo? ¿Eran la misma o diferentes? ¿La emoción motivadora cambió de intensidad durante la acción? Etcétera.
Fuerza kármica
Ahora tenemos que introducir dos términos adicionales. Usualmente se traducen como “mérito” (bsod-nams, sct. punya) y "pecado" (sdig-pa, sct. papa). Como saben, no estoy de acuerdo con esas traducciones porque implican connotaciones de religiones no budistas que no aplican aquí. En tibetano diferenciamos entre algo que es positivo y algo que es negativo. Queremos una palabra que cubra ambos, así que lo llamaremos “fuerza kármica”. El “mérito” sería una “fuerza kármica positiva” y el “pecado” sería una “fuerza kármica negativa”. En el sistema que estamos revisando, ambas se refieren a la acción misma, la fuerza kármica de la acción de cuerpo, palabra y mente. El karma mismo (el impulso irresistible que nos lleva a hacerlo, decirlo o pensarlo) no es una fuerza kármica.
Previamente usé el término “potencial kármico”, pero “fuerza kármica” aplica mejor como término general para todas sus fases, de acuerdo con todos los sistemas de explicación. Explicaré más al respecto en nuestra siguiente sesión.
Observar los factores mentales que acompañan un impulso
¿Podemos aprender a observar todos los factores mentales que acompañan un impulso kármico sin estar en un monasterio?
Esto pasa todo el tiempo. No es necesario ser un monje en retiro. No estamos acostumbrados a este análisis, pero no significa que sea imposible. Primero necesitamos saber qué observar. ¿Qué buscamos? Surge el impulso que nos lleva a ir al refrigerador. La intención motivadora es realmente ir allí y encontrar algo de comer. ¿Cuál es la emoción motivadora? Podría ser que estamos deseosos de deshacernos del hambre que sentimos y comeremos cualquier cosa que encontremos en el refrigerador. O podría ser gula: queremos algo de chocolate, aunque no estemos realmente hambrientos. La intención motivadora podría haber sido limpiar el refrigerador, pero cuando lo abrimos, vimos ese chocolate que luce delicioso y apareció otra intención: ¡comérnoslo! Ahora, la emoción motivadora ha cambiado, de la emoción de apego a que todo esté inmaculadamente limpio, a la glotonería por el chocolate. Incluso podría ser compasión ingenua: “La fecha de caducidad es mañana y no me gusta desperdiciar nada, así que me comeré este chocolate. La gente muere de hambre en la India”. Las emociones motivadoras concomitantes pueden ser muy variadas.
Estas son las cosas que observamos. Por supuesto, requiere que nos tranquilicemos. Puede ser muy útil en sí mismo que podamos diferenciar que existen estos dos factores, la intención motivadora y la emoción motivadora detrás de ella. Si nuestra intención es hacer que el vecino deje de tener la música tan alta, podemos trabajar con la emoción motivadora que acompaña la intención. No hay nada de malo si nuestra intención previa es meramente hacerlo bajar el volumen de la música. Pero necesitamos asegurarnos de que, cuando empecemos a hablar con la persona, nuestra intención motivadora siga siendo hablar amablemente y que no cambie a gritar. Más aún, debemos ser cuidadosos para distinguir correctamente de cuál departamento proviene el ruido. Esto tan sólo nos da una idea de lo que se necesita verificar. Me parece que no tenemos que estar en retiro monástico para empezar a hacer esto.
El verdadero tema aquí es la presencia mental (recordación), que es recordar hacer esto y, cuando lo estemos haciendo, no olvidar lo que pretendíamos hacer y por qué pretendíamos hacerlo. Esto es lo que significa “mindfulness” en el budismo. Recordamos hacer algo, nos agarramos a ello y no lo soltamos. Nuestro principal problema es que no nos agarramos a ello. Olvidamos sostenerlo.
¿Entonces el karma en sí mismo es simplemente una expresión técnica y lo que tenemos que vigilar es la intención?
Las principales cosas que hay que vigilar, cuando surgen, no son sólo nuestra intención o anhelo motivador –lo que deseamos hacer o lo que se nos antoja hacerle a alguien o a algo- , sino también nuestra emoción motivadora. Estos generalmente surgen primero y luego continúan cuando surge el impulso kármico que lleva a nuestra conciencia y a otros factores mentales al objeto previsto y nos lleva a cometer la acción prevista hacia él. El impulso kármico es muy irresistible y es difícil de reconocer. Este aspecto incontrolable de nuestro comportamiento –nuestros impulsos kármicos- es lo que llamamos “samsara”. Tenemos impulsos incontrolables, irresistibles, que nos llevan a hacer esto y aquello, y tiene altibajos.
¿Entonces no tenemos que preocuparnos del impulso?
No es que no nos importe el impulso. Lo veremos más adelante. Este es un problema más profundo, así que mejor quedémonos con aquello con lo que podemos lidiar en este nivel. Primero tenemos que diferenciar el impulso kármico de la distinción, la intención y la emoción que lo acompañan. Los tres están interconectados.
Si estoy sufriendo ¿cómo puedo detenerlo?
Tratamos de desarrollar el factor mental de la disciplina ética (tshul-khrims), que es el factor mental involucrado con evitar actuar destructivamente. Éste tiene que acompañar la vigilancia que hagamos de nuestras intenciones. ¿Cuál es la intención o la intención motivadora de vigilar nuestras intenciones? Desde el punto de vista budista, necesita ser evitar el sufrimiento. Necesita ser la renuncia: el deseo de liberarse del sufrimiento y de sus causas, el anhelo de abandonarlos. Una intención adicional podría ser el ser capaz de ayudar más a otros porque estaremos sufriendo menos por nuestros propios problemas.
¿Cuáles son las emociones motivadoras que acompañan eso? Podrían ser el hartazgo y el disgusto con nuestro sufrimiento incontrolablemente recurrente, o también podría ser la compasión por los demás. Por otro lado, podría ser el temor al castigo en un infierno por ser malo.
Esta combinación de intención y emoción motivadoras acompaña al impulso que surge y nos conduce a observar nuestras intenciones y emociones motivadoras de hacer, decir o pensar algo. También acompañan la acción real de observarlas. Esa acción de observar también es una fuerza kármica. Y esa fuerza kármica tiene efectos.
Estamos hablando de lo que podemos hacer para abstenernos. En ese ejemplo del chocolate en el refrigerador no creo que, normalmente, el sólo darnos cuenta del impulso de ir, agarrarlo y comerlo sea lo suficientemente fuerte como para evitar que actuemos el impulso.
Correcto. Cuando eso sucede, es porque usualmente la emoción motivadora acompañante para abstenernos no es lo suficientemente fuerte.
Por lo tanto, mi entendimiento de todo este tema es que, si observas la intención y la emoción motivadoras, entonces tienes una oportunidad. Podemos ver lo que estamos haciendo, cuál es la motivación. Quizá siempre haya glotonería. Surge lentamente. Quizá quiero un poco de alegría o algo así. Es como en el vipáshana. Si lo observas cuidadosamente, desaparece.
No sé si necesariamente desaparece cuando lo observamos cuidadosamente. Existen otras aproximaciones que hacen desaparecer a los pensamientos, como el método mahamudra de ver a los pensamientos como nubes que atraviesan el cielo. Sin embargo, también puede darse el caso de que la práctica de vipáshana o mahamudra surja del pensamiento autocentrado: “Soy infeliz. Pobre de mí. Quiero ser feliz”. Esto nos lleva a lo que discutiremos más adelante en este análisis, que son los factores que causan la maduración de las repercusiones kármicas, y la secuencia subsiguiente que hace que en primer lugar surja un impulso.
Mi experiencia es que simplemente observar no es suficiente. Tenemos que hacer algo. Podemos observar, pero si la emoción motivadora de hacer algo respecto a lo que observamos no es lo suficientemente fuerte entonces no lograremos mucho. Aún si ese momento particular de glotonería por el chocolate, por ejemplo, pasara naturalmente – no tenemos que hacer nada para hacerlo pasar – eso no impide que la glotonería surja otra vez en el siguiente momento. Necesitamos incrementar nuestra presencia mental, que significa nuestro pegamento mental, para permanecer refrenándonos, con la disciplina de no comer el chocolate. Así es como funciona una dieta: cuando tenemos la determinación de no comer el chocolate y la intención motivadora es perder peso. Tiene que haber una intención motivadora. ¿Qué es lo que estamos tratando de lograr?
La emoción motivadora podría ser diferente.
Sí, observamos cuál es la emoción motivadora que acompaña nuestra intención de perder peso. ¿Es vanidad? ¿Es el volvernos más sanos y vivir más para ser capaces de ayudar a otros?
Por favor, noten que no estamos usando aquí ni la palabra pecado ni la palabra crimen por romper nuestra dieta y comernos la barra de chocolate completa. Una fuerza kármica negativa es una acción destructiva motivada por una emoción perturbadora que madurará en una experiencia de infelicidad. Por fuerza kármica negativa no nos referimos a romper una ley divina o civil. Es por esto que era muy importante reconocer que la discusión budista del karma no es sobre ser bueno o malo.
Resumen
Toda la discusión acerca de la ética en el budismo gira en torno a la intención motivadora y la emoción motivadora que acompañan una acción. Esta intención y emoción son las cosas principales que afectarán o influirán en los resultados kármicos de la acción. Este es el punto importante. Toda la discusión de la ética en el budismo es realmente una discusión acerca del estado mental motivador con el que llevamos a cabo una acción. Tenemos todo este paquete de distinguir cierto objeto, la intención motivadora o la intención de hacer algo hacia él y la emoción motivadora detrás de la intención. En occidente llamamos “motivación” a los dos últimos factores. En el budismo, siempre estamos tratando de “revisar nuestra motivación”.
La causa del sufrimiento es el karma (los impulsos predominantes) y las emociones perturbadoras que lo acompañan, todos interactuando unos con otros. Ambos están incluidos en el cuarto agregado, el agregado de las otras variables que afectan (‘du-byed-kyi phung-po, sct. samskara skandha). Más precisamente, la combinación de un impulso irresistible que nos lleva a hacer, decir o pensar algo, acompañado por una intención motivadora y una emoción perturbadora, provoca el comportamiento kármico que resulta en sufrimiento.
Me parece que está bien ir despacio, es mejor entender estos principios básicos en lugar de tratar de cubrir mucho territorio. Incluso está bien si en este fin de semana sólo logramos cierto entendimiento de todo este sistema.
Tratemos de pensar en lo que hemos oído y dejémoslo penetrar en nosotros. Éste no es sólo un lindo esquema intelectual. Es una manera muy práctica de entender lo que nos está pasando: lo que experimentamos y lo que hacemos impulsivamente. Es muy útil y práctico porque nos da una indicación de cómo modificar lo que nos está pasando, de tal forma que podamos producir más felicidad, no sólo para nosotros, sino para todos los demás.